Paracuellos del Jarama mpal nº10 nov 2019

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Cronistas de Paracuellos de Jarama

La primera imagen de Paracuellos de Jarama

E

n la actualidad, el uso de cámaras es generalizado, pero eso no ha sido posible hasta principios de este siglo XXI. Durante la anterior centuria la fotografía ha sido un soporte excepcional para poder documentar nuestra historia. Hasta entonces no hemos podido disfrutar de esta fuente de documentación, y para ello las únicas imágenes, si existieran son gracias a los pintores, que con sus cuadros o grabados, dejaron constancia de un momento determinado. Se acaba en Sevilla la exposición del IV centenario del nacimiento del gran pintor hispalense Bartolomé Esteban Murillo. Seguramente se pregunten que “pinta” Murillo en esta entrada, pues la respuesta es fácil, a él le debemos lo que creemos probable como la primera imagen que existe de Paracuellos. Pero ojo, no del enclave donde está actualmente sino, de su enclave anterior, a las faldas del ahora derruido Castillo de Malsobaco. El genio del Siglo de Oro, D. Bartolomé Esteban Murillo realiza en 1645, el óleo sobre lienzo La visión de la ascensión del alma del Rey Felipe II de España de Fray Julián de Alcalá, actualmente en la colección Sterling and Francine Clark Art Institute, Williamstown, Massachusetts. Las dimensiones del cuadro son 170 x 187 cm. En ella describe la historia que contó el padre fray Julián de Alcalá, en la que expone la profecía de la Ascensión del Alma de Felipe II el prudente, en el año de 1603, visión que cuenta en un libro sobre la vida del santo visionario: “Hallandose el V. P. Fr. Julian en la Villa de Paracuellos, entre las nueve, y las diez de la

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noche, dixo á cinco fidedignas personas, que juramentaron sus dichos en la información Juridica, que diremos después: Mirad al cielo: veisle, que no tiene nuve: miradle á una parte, y á otra: haveisle visto bien, que á todas está resplandecientes: miradlo bien, y certificaros. Aísi es, P. Fr. Julian, que está el cielo claro, y sereno por todas partes, respondieron los testigos. Miraldo con el mayor cuidado (instaba aquel Angel Fray Julian) y estad con atención. Yo me voy á rezar á la iglesia vieja, y vereis, como de aquí á un poquito, saldrá una nuve al Oriente, y otra al Poniente: la una será colorada, y la otra también: y luego, se junten, y desaparecieren, es la prueba, de que el Alma de el Rey Viejo don Phelipe Segundo, sale de las penas del purgatorio, y entra en la Gloria. Puntualisimamente se cumplió lo prevenido por el santo P. Fr. Julian: dexandose vér aquellas prodigiosas señales profetizadas, en prueba de la triunfal salida de las horribles penas de el Purgatorio, y triunfal entrada en la Gloria de el Alma feliz de el católico, y siempre Grande Monarca Don Phelipe Segundo. La casa, en donde entró a la hora referida el V. P. Fr. Julian á profetizar el suceso dicho, era la de Bartolomé Sanchez, cuya familia se componia de su muger, Juana Simona; de una Criada, llamada Catalina Bodegueras; dos criados, Juan de Gamarra, y Tomas Lopez. A estos cinco profi rió el caso propuesto, y los previno de las señales prodigiosas, las que vieron, con asombro. Mas, no fueron estos solos los que registraron aquellas prodigiosas nuves; pues en las Probanzas Juridicas aparecen otros testigos, juramentados, que la novedad de aquel milagroso philomeno los sacó á la calle, y vieron (testifican ellos mismos)

dos nuves coloradas, y resplandecientes, que la una venia por el oriente, y la otras estaba como al poniente, y llegandose á unir, formaron una luz, que daba copiosa claridad; de tal modo, que parecia la luz de el dia, ilustrando las calles, como cuando hace sol: para cuya mas expresión copio legalmente las voces de un testigo; no de aquellos cinco aquien previno el suceso el Venerable Padre; sí de aquellos que solamente vieron sin prevision las señales: Salió este testigo, y la gente de su casa, y vieron como en el cielo havia en dos partes unas nuves muy coloradas, tan resplandecientes, que clareaban de fuerte, que parecia ser la luz de el dia: porque este testigo lo miró con mucha eficacia; y se parecian las casas y las calles como si huviera sol; y de esto se enterneció esta testigo, que se la saltaron las lagrimas, dicieno: señor Jesucristo, que sera esto; y entonces, el dicho su marido, la dixo: estas señales suelen ser del alguna muerte de Rey, ó gran Principe; ó de otras cosas muy notables. Y por entonces esta testigo, no sabia, ni havia oído decir cosa alguna de lo que el P. Fr. Julián, dicen, havia pronosticado, sobre la salida de las dichas nue- ves. Asi testifica Isabel de Zaragoza, muger de Alonso de Anguis, escribano, ante quien juramentó esta, y los demás testigos, que deponen en la información juridica, que se hizo de esta admirable revelación”. En esta pintura Murillo dividió el espacio en dos zonas: a la izquierda un paisaje precedido por el perfil de una ciudad en cuyo fondo se advierte una enorme llamarada que asciende hacia lo alto, sobre la cual puede identificarse muy difuminada la figura del monarca. A la derecha y

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