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feria de la democracia
Las manos que cortaron la primera feria de la democracia
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Ni sé sus nombres ni su edad, pero si sé que aquellos dos niños eran el reflejo de que el pueblo tomaba las riendas de la libertad. Si dos, dos niños sin nombre fueron los que cortaron la cinta inaugural de aquella primera feria del Puertollano democrático de 1979.
La costumbre se había hecho tradición y el Gobernador de la provincia por cortesía de la casa era hasta entonces el encargado de bendecir el festejo más relevante del año. Así había sido hasta las ocho de aquella tarde del lunes 30 de abril en la que Ramón Bello Bañón, también gobernador como los anteriores, dio por terminado el presunto derecho consuetudinario y de forma espontánea invitó a que dos chaveas que andorreaban por el Paseo fueran los que tomaran tijera en mano y desbarataran a jirones aquella tira de tela con la que resquebrajar una dictadura en blanco y negro. Testigos fueron el presidente de la Diputación, Sancho García, ediles de la Corporación Municipal y el recién nombrado alcalde, Ramón Fernández Espinosa, que tras recorrer el Ferial ya en la caseta aprovechó la ocasión no para hablar de fiestas y revistas de variedades, sino de realidades, de los problemas que padecía esta ciudad, en especial del elevado número de desempleados.
¿Qué fue de aquel 1979 en Puertollano? Todo pasa y algo queda en una ciudad que miraba con optimismo este soplo de aire fresco que reverdecía la ilusión democrática. Un entusiasmo mermado por la incertidumbre laboral ante la excesiva dependencia del petróleo, en un periodo en el que su precio se eleva de forma desproporcionada, a la vez que surge una justificada intranquilidad ante el posible cierre y traslado de la planta química de Paular, como así se consumó, y la amenaza que tuviera un efecto dominó sobre el resto del Complejo Industrial.
CALLES DE TIERRA Y POLVO
Calles de tierra y polvo que buscan coronar las cimas de Santa Ana y San Agustín, de carreteras adoquinadas, de Cruces de los Caídos, de yugos, de simbología franquista en el callejero y en el imaginario de todos los que convivieron con un estado demasiado largo de las cosas. Incertidumbre y valentía de los que no dudaron en dar un paso al frente y construir la demo-
cracia local en el consistorio, en asociaciones vecinales, en colectivos o en la reivindicación ciudadana y sindical.
Puertollano es una constante montaña rusa que también en el 79 luchaba por mantener el orgullo de una ciudad de 50.000 habitantes y es que el cierre de la minería, las prejubilaciones y la falta de alternativas laborales abocaban a un descenso demográfico que llevaría a las autoridades locales a plantear la necesidad de incentivar el empadronamiento entre una elevada población flotante. La mayor concentración poblacional estaba en el casco urbano, pero aún resistían los antiguos núcleos de Asdrúbal, Muelle María Isabel, La Nava, Río Ojailén y El Villar.
Una legislatura que partió con un déficit inicial de 70 millones de pesetas y que acabaría el primer año con superávit gracias a un mayor control del gasto y a la aportación del Estado de diez millones. “Se ha conseguido dentro de las tres ideologías políticas, perfectamente diferenciadas, socialista, ucedista y comunista, un Ayuntamiento gobernable, sin imperialismos de unos y otros”, declara el alcalde Ramón Fernández Espinosa.
Puertollano estaba olvidada de las grandes infraestructuras viarias. Una ciudad sin variante y quizás en aquellos días no fuéramos conscientes de lo que suponía el tránsito diario por nuestras calles de cisternas cargadas de productos peligrosos.
La carretera que nos unía con Ciudad Real dejaba mucho que desear y peor todavía era el estado de la Nacional 420 en dirección a Córdoba con una anchura de cinco metros, mala pavimentación y un itinerario cargado de curvas que convertían en un suplicio bajar al sur o disfrutar de un paseo por Fuencaliente, mientras que ya se hablaba del tramo Puertollano a Villa del Río como posible alternativa a la A-4 y todavía seguimos esperando.
La línea ferroviaria Madrid-Badajoz se convirtió en una barrera urbanística entre el centro-sur y el norte de la ciudad, con un puente de acceso en la Virgen de Gracia de seis metros en el que se compartía calzada y acerado. Años en los que aún habría que dar importantes pasos en los servicios básicos y es que la recogida de basura todavía se hacía puerta a puerta.
Ningún colegio cumplía con las condiciones exigidas de espacio y distribución, aunque en el ámbito sanitario y social se habían dado importantes pasos con la construcción del Hospital Santa Bárbara, una residencia de mayores en la barriada 630 y un centro para jubilados en la calle Torrecilla.
DIEZ DÍAS PARA ORGANIZAR LA FERIA
Tanto en las elecciones generales del 1 de marzo como en las municipales del 3 de abril de 1979 hay una clara tendencia hacia la izquierda, con una contundente victoria del Partido Socialista en Puertollano. Unos comicios locales en los que se disputaban los votos cuatro formaciones políticas: Partido Socialista (Ramón Fernández Espinosa), Partido Comunista (Agustín Fernández Calvo), Organización Revolucionaria de Trabajadores (Antonio Martín Barba) y Unión del Centro Democrático (Eduardo Mora Soler).
Una nueva Corporación Municipal presidida por Ramón Fernández Espinosa que tiene como inicial reto afrontar la organización de la feria de mayo con apenas tiempo y limitados recursos económicos. “Pese al corto espacio que hemos tenido entre la toma de posesión y el inicio de la feria, tan solo diez días, hemos puesto nuestra mejor voluntad para hacer una feria más popular y como trasfondo el Año Internacional del Niño”, escribe el alcalde socialista.
1 DE MAYO FERIAL Y SINDICAL
Una feria, dice Fernández Espinosa, que espera ayude a “compartir la alegría de tener un Ayuntamiento democrático, después de un largo periodo de oscurantismo en la vida municipal”, que se enmarca en la simbólica fecha del 1 de mayo y con la
puesta de mira en aumentar la solidaridad vecinal. Una manifestación convocada esa fecha por CCOO, UGT, CNT y USO a las doce horas, transcurriría con total normalidad desde la estación de Renfe, Avenida de José Antonio, Avenida de los Mártires hasta la plaza María Auxiliadora, con presencia de banderas republicanas y mujeres con puño en alto, y en donde se viviría una insólita estampa de los líderes sindicales dirigiéndose a los asistentes desde la puerta la iglesia de los Salesianos con su fachada repleta de pancartas.
KING BOYS Y EL ABUELO VITOR
Once noches (la siete oficiales y cuatro más de propina) nada menos de música en directo con la orquesta “King Boys” de Basilio Sáez, Manuel Mateo, Elías Mediano, Joaquín Sánchez, Joaquín Muñoz, Manuel Portero Rodríguez, Miguel Coleto, que compartieron escenario con Eddy Forcada y el grupo Juventud 20.
Una feria que acabó en la noche del 6 de mayo con fuegos artificiales, espectáculo pirotécnico que en nuestros días ha desaparecido de la programación y que se reserva al 8 de septiembre al finalizar la procesión de la Virgen de Gracia.
Uno de los platos fuertes de la feria del 79 fue el concierto de Víctor Manuel, por el que se dice que cobró 350.000 pesetas, ya casado con Ana Belén y que a sus 32 años se encontraba en momento clave de su trayectoria musical tras su fichaje por la discográfica CBS y la salida a la calle del disco “Soy un corazón tendido al sol”, en el que se incluye uno de sus mayores éxitos “Solo pienso en ti”. No tardaría en volver a Puertollano a colaborar en la recaudación de fondos por el Monumento al Minero y es que su origen asturiano y su tema “El abuelo Vitor” ayudó a que se convirtiera en todo un himno para las tierras vinculadas a la minería.
Todavía a los cantautores y la canción de autor se les miraba con cierta desconfianza y recelo por sus posicionamientos políticos. “Un cantante que tuvo su momento y que ahora es de segunda fila, se llevó la “tajada” más importante de todo el festejo”, escribió el cronista Francisco García Sánchez en las páginas de Lanza, cuando en realidad Víctor Manuel se encontraba en una de sus etapas musicales más dulces. “A la hora de programar unas fiestas hay que dejar a un lado la política, tanto en el concierto de Víctor Manuel como en el jurado del XXX Salón de Arte con críticos de El Socialista y Mundo Obrero”.
MI ROLLO ES EL ROCK
Aún sin las añoradas “Movidas Poperas”, el rock se adentra de lleno en la transición y un ejemplo es la presencia de Asfalto en la programación de feria. Grupo madrileño con Julio Castejón, Jorge García Banegas y José Ramón Pérez, que en su corto camino musical ya contaba con tres discos, el último ¡¡Ahora!, que incluía temas como “Nada” y “La otra María”. Como curiosidad, Julio Castejón años después produjo uno de los mejores discos del artista puertollanense Julián Camacho, “Nada pasa en este pueblo” (1990), presentado en la discoteca Trazos.
SIN FESTEJOS TAURINOS
Una feria preparada a todo gas por las circunstancias. De la programación desaparece el pregón y las connotaciones religiosas, ya que era costumbre que se abriera con el repique de campanas a la Virgen de Gracia. Tampoco habría festejos taurinos, tras tres años de ausencia de Fiesta Nacional, y repartos teatrales de primera fila y de cierto tirón tras el cierre del Gran Teatro en verano de 1978, que conllevaría que la caseta municipal también se convirtiera en improvisado escenario para todo.
APUESTA POR EL TEATRO INDEPENDIENTE
El nuevo equipo de gobierno municipal apuesta en esta feria del 79 por el teatro independiente, con un cartel en el que incluye al grupo onubense “Las Marismas” con la obra “Lola, Loliya, Lola”, escrita por su propio director Jesús Domínguez, y el grupo “Taormina” que ofrece los espectáculos infantiles “El Payaso Rascatripas” y “Pirueta
y Voltereta” de Jorge Díaz y “La comedia de la virginidad” de Vicente Romero. Una compañía de Getafe que inició su andadura en septiembre de 1973 con José Palacios y Antonio Orozco, y que debutaron en el madrileño teatro Alfil con la obra ‘Alta vigilancia’, de Jean Genet.
Además, el 6 de mayo actuaría una de las grandes compañías de títeres de España, el grupo La Tartana con “Tierras de Sol y Luna”, que veinte años después obtendría el Premio Max con “Frankestein”. Por fortuna aún no nos habían arrebatado las tardes y noches de doble sesión en el Cine Calatrava, que por aquellos días proyectaba para todos los públicos una atractiva película, “La isla del doctor Moreau” con Burt Lancaster, junto con la comedia del rey de la carcajada Cantinflas en “El patrullero 777”, mientras que en el cine Lepanto la oferta cinematográfica ferial se componía de las aventuras del superhéroe Flash Gordon y la bélica “Patos salvajes” con Richard Burton, Roger Moore y Richard Harris.
LA CULTURA EN LA FERIA
La lluvia aguó el fin de semana de la feria de la transición, en la que la cultura también tuvo su pequeño hueco con el XXX Salón de Arte, que ganó el artista palentino Antonio Guzmán Capel con la obra Escombros, en un año de intensa actividad con el recital de poemas de Gloria Fuertes, la actuación en la Casa de Cultura de la Niña de la Puebla, la conferencia el 22 de marzo del escritor Francisco García Pavón sobre “El humor del teatro en España” y la presencia del Presidente de la Real Academia de la Lengua y uno de los grandes del 27, Dámaso Alonso. Mientras, un incansable Juan Bautista se afianzaba como una de las grandes voces radiofónicas y llenaba la sala Impala de estrellas de la canción en el Festival de Radio Popular, que ese año contó con Conchita Bautista, Tommy Lara, Roque Narvaja y Sergio Fachelli, al que curiosamente presentaría ese año en el programa Aplauso de Televisión Española.
LA FALTA DE PRESUPUESTOS Y ATRACTIVOS
Una primera feria democrática que no se salvó de alabanzas y también de críticas, que si las atracciones empezaron un día antes de la inauguración oficial, que si el circo dejaba hecho unos zorros el campo de fútbol de las 630, la falta de variedad de las orquestas en cartel o el empeño de aquellos mandatarios locales de mezclar lo festivo con lo político.
Bienvenida fue la copa de vino para todo quisqui a la que el Ayuntamiento invitó la primera noche en la caseta, con precios de barra no tan asequibles como se esperaba y que estuvo muy concurrida y aprovechada a todas horas de espectáculos infantiles, teatro, bailes de orquesta, conciertos de la Banda Municipal a la batuta de Angel Parla, y del Orfeón Enpetrol, con sus 56 componentes dirigidos por Alberto Vilches Collado, que en verano de ese mismo año intervendría en el programa Fantástico de José María Iñigo.
La Comisión de festejos formada por el concejal socialista Vicente Cachero Buitrón y el edil comunista Felipe Montes tuvo como premisa que había que organizar esta feria con lo justo, de ahí que “el programa ha carecido de muchos alicientes por ese espíritu de economía”, reconoce Francisco García Sánchez en su crónica, que opina que “una feria de enjundia, tradición y solera como la de Puertollano necesita de mayores alicientes, porque sin toros, sin fútbol, sin deportes de categoría en general, sin obras de teatro con actores de primera fila, sin más casetas de baile que la municipal, poco atractivo tienen, especialmente para el forastero”.
Todo a su tiempo y es que un año después, con algo de experiencia y pese a los contados recursos, se organizaría un desfile de carrozas y batalla de flores, el concurso para la elección de cartel anunciador de la feria, regresan los toros con una novillada y festival cómico taurino con Andrés Mora como empresario, la instalación de una Caseta de la Juventud y la adquisición de la caseta de baile de la Peña Luis Miguel Dominguín. Llegan los ochenta y aún quedaban muchas movidas de las que escribir.