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Enfermedades del hígado
Unidad de Medicina Interna Dr. J. Javier Moreno Palomares
La Hepatología no existe como especialidad médica, y las enfermedades que afectan al hígado son valoradas por especialistas de Medicina Interna o Digestivo. El hígado es un órgano noble de nuestro cuerpo, imprescindible para la depuración de tóxicos y para la síntesis de energía. Sin hígado no podemos vivir, y de aquí la importancia de cuidarlo.
Son varias las enfermedades que afectan al hígado: infecciosas, como las hepatitis por virus A, B, C, y E; por tóxicos, como drogas, fármacos, setas y el alcohol; autoinmunes (reacción del cuerpo contra el propio cuerpo) como las hepatitis autoinmune, colangitis biliar primaria y la colangitis esclerosante primaria; enfermedades hereditarias como hemocromatosis y enfermedad de Wilson; y enfermedades metabólicas, cuyo principal exponente es el hígado graso, que cada vez va escalando puestos en cuanto a frecuencia y probablemente a corto plazo se convertirá en la principal causa de enfermedad hepática, con la peculiaridad de que afecta a todo el organismo, no solo al hígado.
Muchas de estas enfermedades son silentes o dan síntomas vagos (coloración amarillenta, malestar general, cansancio, orinas oscuras o heces claras…), y solo dan la cara cuando el hígado está ya muy lesionado, habiendo desarrollado una cirrosis con todas sus manifestaciones (as-
citis o acúmulo de líquido en el abdomen, hinchazón de las piernas, hemorragias por varices en el esófago, encefalopatía o coma), o hasta cáncer de hígado.
Algunas de estas enfermedades tienen tratamiento, por lo que es importante ha-
cer un diagnóstico precoz para evitar su cronicidad y desarrollo de complicacio-
nes. Vamos a centrarnos en estas enfermedades que tienen tratamiento y cuyo diagnóstico precoz es vital.
Dentro de las hepatitis virales, la hepatitis C ha experimentado una revolución en los últimos años. El contagio de esta enfermedad, conocida desde los años 90, es por contacto con sangre infectada, bien por transfusiones de sangre o hemoderivados antes de 1990, uso de material no desechable como compartir jeringuillas en el caso de los usuarios de drogas via intravenosa, o uso de materiales médicos u odontológicos no desechables, prácticas sexuales de riesgo, tatuajes o piercing en salas de higiene deficiente, o la transmisión de la madre infectada al feto en el embarazo. Algunas de estas vías son claramente identificables y tratables, pero otras no.
Antes se hablaba de grupos de riesgo pero actualmente es más correcto hablar de práctica de riesgo, que puede ser única pero causar la infección. Hasta el año 2014, el tratamiento de la hepatitis C se basaba en interferón, inyecciones todas las semanas durante un año, con efectos secundarios graves y curación menor del 50%. Actualmente disponemos de tratamientos con pastillas, de 8 a 12 semanas de duración, bien toleradas y curación casi del 100%. De aquí la importancia del diagnóstico. Hasta ahora la hepatitis C en nuestro medio era una de las principales
causas de cirrosis y todas sus complicaciones y de indicación de trasplante hepático. Además hay que tener en cuenta que el virus C no afecta sólo al hígado sino que produce muchas manifestaciones en otros órganos del cuerpo como riñón, corazón, sistema metabólico, sistema nervioso, etcétera. Actualmente, y gracias a la eficacia de estos tratamientos, este escenario ha cambiado. Hay que reconocer el esfuerzo de las autoridades sanitarias con el desarrollo del Plan Estratégico de Abordaje de la Hepatitis C en el año 2014, actualizado en el 2018, que ha permitido un manejo uniforme y el acceso del tratamiento a toda la población. Planes como éste, y siguiendo los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), permitirán erradicar la hepatitis C.
Otra hepatitis viral importante es la hepatitis B, que a diferencia de la C, es difícil curar, pero sí disponemos de un tratamiento sencillo con pastillas que hay que tomar indefinidamente en la mayoría de los casos, pero permite controlar la enfermedad y evitar sus complicaciones.
Muy importante también es la toxicidad hepática del alcohol. El consumo de alcohol, a veces como bebida social, supone un problema muy importante porque esta droga ataca a todo el organismo, cerebro, corazón, sistema nervioso, y por supuesto, al hígado. No se trata de intoxicaciones etílicas o “borracheras”, sino el consumo continuado de bebidas alcohólicas, que a veces nos puede parecer que no es tanto, pero cuyos efectos tóxicos se van acumulando. Puede producir una hepatitis alcohólica, o llegar a degenerar en una cirrosis con todas sus complicaciones. La hepatopatía crónica por alcohol supone también una causa frecuente de trasplante hepático.
Y finalmente tenemos que mencionar la enfermedad hepática producida por
depósito de grasa, conocida también como hígado graso, esteatosis hepática o con su acrónimo en ingles NAFLD o
NASH. Probablemente en breve, cuando consigamos erradicar la hepatitis C, será la enfermedad hepática más frecuente y la principal causa de trasplante hepático. Su desarrollo tiene que ver con los hábitos dietéticos de nuestra sociedad, con la diabetes, la hipertensión, las hiperlipemias, la obesidad, y forma parte de lo que llamamos síndrome metabólico. A fecha de hoy no disponemos de ningún tratamiento eficaz para esta enfermedad y su manejo se basa en cambios del estilo de vida, dieta saludable, ejercicio moderado y control del resto de patologías asociadas que hemos mencionado.