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PEDRO PASTOR GUERRA: EL TROVADOR
El cantautor Pedro Pastor Guerra, en la terraza de la casa ripense donde vive.
PEDRO PASTOR Sueño conseguido
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Ha girado por España y media Latinoamérica en los últimos dos años y medio, pero reconoce que al actuar en el Pilar Bardem cumple un sueño ansiado. El cantautor ripense Pedro Pastor (Madrid, 1994) se presentará el 27 de octubre ante su público como cierre de las actuaciones con las que ha presentado su cuarto disco, 'Solo Luna'.
Entrevista: José Luis Corretjé Fotos: Luis G. Craus Cuatro discos publicados, 23 años cumplidos y desde que tenía 17, este joven solo vive para la música. Los números de Pedro Pastor Guerra impresionan casi tanto como su ascendencia musical. Hijo de Luis Pastor y sobrino de Pedro Guerra, este ripense de residencia y afectos llega al auditorio Pilar Bardem, el 27 de octubre, acompañado de su banda, Los Locos Descalzos, para hacer realidad uno de los sueños de su vida. "Todo músico quiere algún día tocar en el gran teatro de su ciudad. Y yo lo voy a hacer por primera vez", reconoce emocionado.
Llega a Rivas para dar cierre a la gira de conciertos con la que ha presentado por toda España su cuarto trabajo. La gira empezó en marzo y hemos recorrido algunos sitios. Y lle-
gamos a Rivas, como fin de gira, único concierto en Madrid y para hacer un cierre a lo grande.
¿Vive para viajar o para cantar? Sí. Viajar es el regalo que me dio cantar. Las canciones son viajes y viajar inspira las canciones. Si no hubiera hecho estos viajes por América Latina no hubiera sacado el disco que he sacado. Y ahora que estoy estancadillo, que no compongo mucho, sé que en cuanto salga voy a reencontrar nuevas fuentes de las que beber. Me apasiona recorrer el mundo. Casi más que cantar. Aunque cantar es la excusa, por lo que no tendría sentido hacerlo sin cantar.
Y en este ir y venir ¿qué se gana y
qué se pierde? Pierdes la capacidad de construir relaciones sociales con constancia. Eso es lo que siento que más pierdo. Y lo que ganas es mucho... Mucha felicidad porque hay mucha novedad en los días: son muy frescos. Cada día son como tres días en tu rutina porque pasan cosas inesperadas constantemente. Tienes que buscarte la vida para llegar al final del día.
Se nota que le gusta el arte de conversar. ¿Es un ser de palabra? Sí. Me gusta filosofar y fantasear con las palabras. Se nos va la fuerza por la boca y a veces nos olvidamos de los actos para quedarnos en la teoría. Pero es hermosa esa capacidad para preguntarnos por cosas que ni siquiera podemos responder. Preguntarnos por el universo y comernos la cabeza.
Además de los viajes y las relaciones, ¿dónde halla la fuente de inspi-
ración? Desde que compongo canciones nunca había pasado tanto tiempo sin componer una canción nueva. Cuando me pregunta Álvaro, el guitarrista, por qué no compongo le digo porque no estoy inspirado. Creo que me inspiro mucho cuando salgo de mi zona de confort. Hacer una gira por España con la banda es estar en tu zona de confort porque cada domingo vuelves a tu casa y giras con tus amigos con la familia que has elegido. A mí lo que me inspira es ponerme en situaciones más límite.
¿Vende menos llamar a las cosas por
su nombre? Sobre todo si se trata de hablar de la actualidad política. Te limita el espectro de público. Si tus ideas las muestras de una forma muy directa, la gente que no esté de acuerdo no va a escuchar esa música. Yo creo en la poesía, creo que en embellecer las verdades, pero también creo en la palabra cruda, en que nos podamos decir las verdades sin ofendernos. Tenemos una debilidad social porque no somos capaces de escuchar puntos de vista diferentes a los nuestros sin sentirnos atacados, sin ponernos a la defensiva. Si queremos contentar a todo el mundo no vamos a gradar a nadie.
¿Qué ha aprendido musicalmente de
su padre? He aprendido mucho del oficio, de cómo me gustaría llegar en esta profesión cuando sea grande. En lo puramente musical he aprendido que menos es más. No por tocar más notas, no por cantar más fuerte, no por decir más palabras vas a hacer una mejor canción, sino todo lo contrario. He aprendido de mi padre que la mejor música se hace cuando eres capaz de elegir las notas y las palabras exactas. Y luego he aprendido la ternura, la simpatía, la amabilidad y la mirada. De mi padre me quedo con su naturalidad sobre un escenario.
¿Y de tu tío Pedro? No he convivido mucho con él y por eso ha sido un referente no tan cercano sino más musical. Es alguien a quien admiro profundamente pero con quien no he tocado la guitarra en un salón. Mi tío es un maestro de la canción. Yo he aprendido a tocar la guitarra con las canciones de mi tío. Una vez hice un 'tributo a Pedro Guerra' y me saqué 20 canciones suyas. Aprendí un montón de armonía, de rítmica con la mano derecha, de esos bajos a contratiempo y a cantar y tocar a la vez esas guitarras complejas. Fue mi máster class de guitarra.
Cuando vuelve a Rivas ¿cómo ve a su
ciudad? A veces sientes que las cosas no cambian y otras sí. Tenemos una pandilla muy bonita en el barrio y de un año para acá casi todos han roto con la dinámica de 'hago-lo-que-mispadres-quieren-que-haga', para empoderarse como jóvenes y hacer música, aunque no sepan si se van a ganar la vida con ello. Viajar es importantísimo para entender lo que sucede en el lugar de donde vienes.
¿Siente algo especial al cantar en el
Pilar Bardem? Me muero de amor y de felicidad. Hay gente que tiene sueños más optimistas. Para mí es un sueño lo que sucederá el 27 de octubre. A los doce años me pidieron que escribiera en una carta lo que deseaba hacer hasta los 18. Puse que cantar en el Palacio de los Deportes. A los 15 lo cambié por 'cantar en el Pilar Bardem'. He conseguido algo que siempre quise y eso significa que las cosas me van bien. Hacerlo tiene una carga sentimental muy fuerte porque es el auditorio de mi barrio. No solo es mi casa, sino la de todo el equipo (otros cinco miembros de su grupo son de Rivas). Entonces, me vuelvo loco.•