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Historia
Boletín Informativo de Robledo de Chavela
La cabeza de San Juan Bautista, su incautación y devolución a la parroquia de Robledo de Chavela
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Con el inicio de la Guerra Civil en julio de 1936 se puso en peligro las obras de arte y los ajuares suntuarios atesorados durante décadas por la Iglesia de Robledo, entre ellos una valiosa custodia de plata. Estos objetos serían los primeros en desaparecer al calor del colapso gubernamental de los primeros días.
En este pueblo no hubo ningún conflicto anticlerical durante los cinco años de la Republica, aunque hay testigos que afirman que, una vez iniciada la guerra, algunas imágenes religiosas fueron quemadas o destruidas en la plaza del Ayuntamiento junto con diversas vestimentas y ornamentos religiosos. La Causa General también recoge esta información, aunque es una fuente que hay que manejar con cautela, porque no siempre responde a la verdad. Con relación a estos hechos dice textualmente: los autores de la destrucción de las imágenes fueron milicianos de Las Navas del Marqués y algunos vecinos de esta localidad sin identificar1 .
También fueron destruidas las imágenes de la ermita de la Virgen de Navahonda, así lo confirma el acta del pleno del ayuntamiento del día 15 de junio de 1939 en el que se acepta la donación de un nuevo trono de la Virgen de Navahonda por parte del abogado, con residencia en Madrid, Lorenzo Luque Jiménez que pone como única condición que la entronización tenga lugar el día 18 de julio para coincidir con la celebración del programa de festejos. Sin embargo no hay constancia documental que justifique la creencia en el pueblo de que la iglesia parroquial sufriera importantes daños, aun cuando numerosos vecinos2 fueran acusados en sus respectivos consejos de guerra de destruirla. Lo cierto es que no fue así. La documentación encontrada en el archivo histórico municipal de Robledo recoge diferentes actuaciones prioritarias, una vez acabada la guerra: subastar los bienes muebles que permanecen en los depósitos municipales, renovar el alumbrado, reconstruir las escuelas y remozar las fuentes, pero hasta el día 31 de agosto de 1939 no se decide en el pleno municipal donar la cantidad de 250 pesetas para la restauración del tejado parroquial3 .
Es importante destacar que, a pesar de la leyenda, las campanas de la parroquia no desaparecieron, ni se perdieron catorce cuadros pequeños que se hallaban en la parte inferior del retablo del altar mayor y tampoco la cabeza de San Juan Bautista fue robada, aunque así lo declarase el párroco del pueblo, Faustino Cerrato4 .
Dejaré para un artículo posterior todo lo relacionado con el retablo y me centraré en demostrar la suerte que corrió una de las joyas más pre-
1 Causa General, estado nº3, PARES. 2 Pedro Martín de la Paz, Alejandro Conde García, Marcos Ventosinos Arroyo, Juan Quijada Jiménez, Julio Crespo Herranz, los hermanos de la Cal, Faustino Pardo Estevez, Francisco Sanz Castellanos y Polonio Vega Quijada. A ninguno de ellos se les condenó por la supuesta destrucción. 3 Archivo Histórico Municipal de Robledo de Chavela, Actas 31-08-1939 4 De la Fuente Cobos, FJ y Martín Jiménez, C. La iglesia de la Asunción de Robledo de Chavela, Ed. Ayuntamiento de Robledo, 2017, pág.46.
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ciadas de Robledo, la cabeza de San Juan Bautista.
Si tenemos en cuenta que el Ejército Nacional al mando de los tenientes coroneles Rada y Santa Pau entraron en Robledo el 17 de octubre de 1936, no cabe ninguna duda de que la cabeza de San Juan Bautista tuvo que ser requisada antes de esa fecha.
La preocupación del Gobierno republicano para que el patrimonio artístico español no se perdiera queda de manifiesto en la creación de la Junta de Incautación y protección del Tesoro Artístico, el 23 de julio de 1936, apenas una semana de iniciado el conflicto. Este organismo, integrado por profesores de arte, restauradores, archiveros y voluntarios tenía como objetivo recoger las obras de arte más importantes de los palacios y las iglesias de las ciudades y de los pueblos para evitar su destrucción en saqueos o bombardeos. La manera de trabajar de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico era muy minuciosa: levantaba un acta del objeto requisado y hacía tres copias: una para el ayuntamiento, otra para el Ministerio de Instrucción Pública y la tercera para la Junta de Incautación. El objeto se etiquetaba, a veces también se fotografiaba, se le hacía una ficha (foto 1) y se le adjudicaba un número de registro, este sería el número que lo identificaría, junto con la matrícula del camión, en el viaje a un sitio más seguro.
Es conocido que el grueso de las obras de arte incautadas siguió al Gobierno republicano por las ciudades de Valencia, Barcelona y Figueras hasta su exposición en la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra. Pero muchas obras de menor valor fueron ocultadas en distintos depósitos provinciales. Al finalizar la guerra en el depósito del Museo Arqueológico había 32.640 objetos artísticos de toda clase perfectamente identificadas con sus etiquetas correspondientes, pero en otras salas se encontraron 6.000 piezas de procedencia desconocida. En los sótanos del Museo de El Prado había 23.560 cuadros5 .
El Gobierno presidido por Juan Negrin, hizo un último esfuerzo, con la guerra a punto de perderse, de cumplir con el compromiso de hacer una exposición con las obras españolas más significativas, en especial los cuadros del museo de El Prado, para demostrar a los países democráticos que las obras estaban en perfecto estado y que no habían sido vendidas para financiar la guerra.
Al finalizar el conflicto se hizo cargo de las obras de arte el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN). La devolución a sus propietarios no fue tarea fácil,
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las obras incautadas por la Junta estaban perfectamente documentadas, existían fichas de incautación en las que se especificaba el propietario de las mismas; en cambio aquellas que habían sido requisadas por los partidos políticos o sindicatos se había hecho sin control alguno y en el apartado de PROCEDENCIA ponía solo CNT, UGT, etc.
La cabeza de S. Juan Bautista fue devuelta a la parroquia de Robledo el 17 de septiembre de 1940 tal como demuestra el acta de devolución depositada en el archivo histórico del Instituto del Patrimonio Cultural Español (IPCE), (foto 2). Fue restituida en fecha tan temprana porque su procedencia estaba perfectamente documentada y no ofrecía ninguna duda. No ha sido posible determinar el recorrido de la pieza, si llegó a Valencia como se dice, sin pruebas, o si se quedó en Madrid. Lo que es seguro es que no llegó a Ginebra porque en el listado que se conserva no aparece.
En el año 2001 el hijo del arquitecto y miembro de la Junta de Protección del Tesoro José Lino Vaamonde, donó al IPCE el archivo personal de su padre donde aparecen fotografiadas algunas de las piezas incautadas por La Junta republicana, en él se encuentra la foto de la maqueta original de la cabeza de S. J. Bautista antes de que se le realizara la ficha de incautación definitiva (foto 3). En el año 1973 el arquitecto había publicado un libro desde su exilio venezolano6 para dar a conocer su experiencia durante la guerra, en él aparecen numerosas fotos de las obras protegidas, entre ellas se encuentra la cabeza de San Juan Bautista (foto 4), pero para entonces la reliquia llevaba ya treinta y tres años en la iglesia parroquial de Robledo.
Lo cual demuestra que la pieza no fue robada, ni perdida, ni encontrada por casualidad por “un señor que amaba el arte”, sino el resultado de un esfuerzo gigantesco realizado por el gobierno de la República que se atrevió a tomar una decisión muy arriesgada: evacuar las obras de arte de las zonas de guerra, medida pionera que luego seguirían la mayoría de países europeos al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Carmen Martínez Brugera, historiadora y archivera
6 José Lino Vaamonde, (1973), Salvamento y protección del tesoro artístico Español durante la guerra, 1936-1939, Caracas, Ed. del autor