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Salvator Mundi
Joaquín García nistal
• Autor, época y siglo: Anónimo. primera mitad del siglo XVIII • Ubicación y procedencia: brazo oriental de la capilla de Jesús Nazareno • Material y técnica: óleo sobre lienzo: lino, pigmentos vegetales y aglutinante. • Marco: madera/ moldurado y dorado • Dimensiones: 95 x 77 cms. (alto x ancho) • Estado de conservación: deficiente. El marco presenta numerosos daños estructurales derivados de la acción de xilófagos y el lienzo contiene varios rasgados, especialmente en la zona central y superior, además de una importante acumulación de suciedad sobre la superficie del lienzo.
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Óleo sobre lienzo anónimo, enmarcado con marco moldurado y dorado, en el que se representa a Cristo como Salvator mundi con unas características plásticas que lo aproximan a las producciones de la primera mitad del siglo XVIII. Marco y lienzo tienen diversas patologías y daños, el primero está afectado por varias desintegraciones causadas por la acción de xilófagos y el segundo acumula numerosas capas de residuos y rasgados que se concentran en la parte central y superior de la tela.
Cristo, retratado con un tamaño ligeramente superior al de medio cuerpo y monumentalizado en primer término, ocupa la práctica totalidad del lienzo, cuyo fondo neutro y oscuro enfatiza tanto la omnipresencia del Salvador como su ubicación en un marco atemporal. Adoptando el estereotipo iconográfico de Salvator Mundi, se presenta con cuerpo frontal y rostro ligeramente ladeado hacia su izquierda, bendiciendo con su diestra y sosteniendo el orbe con los extremos de los dedos de su mano izquierda.
Su rostro sigue el tipo cristológico oriental o siriaco, dotado de amplia barba partida, cabello largo de color castaño, con crencha en medio, que se prolonga hacia su espalda y ligeramente sobre sus hombros. Está nimbado mediante la aplicación de veladuras que confieren a este elemento un aspecto etéreo, dorado y luminoso y que se refuerza con potencias aplicadas a punta de pincel sobre su coronilla y laterales de la cabeza para indicar su condición crucífera.
El rostro es sereno y majestuoso, levemente inclinado hacia su izquierda frente a los tradicionales retratos frontales fijados desde el siglo XV en las producciones flamencas, y dotado de una penetrante mirada que se dirige hacia el lugar que ocupa el espectador. Las carnaciones están realizadas mediante suaves gradacio-
nes tonales con las que se insinúan sutiles sombras en el cuello, párpados y zona inferior de los ojos, creando así un rostro empalidecido salvo en los pómulos, en los que se han aplicados tonos rosáceos. Sus arcos supraciliares forman una curva poco pronunciada para favorecer la majestuosidad del retrato y alejarlo de componentes dramáticos o excesivamente expresivos. Su nariz es prolongada y recta, pero no afilada, y su oreja derecha –única visible– y labios son carnosos, acercándose de este modo a un retrato más humanizado que idealizado.
Por otra parte, su cuerpo, recortado sobre el fondo neutro, adquiere una presencia monumental en el lienzo, especialmente debido al excesivo volumen que se dota al torso y hombros. Frente al rostro, de ejecución anatómica más correcta, se advierten ciertas desproporciones que vienen fomentadas por la inmensa volumetría que adquiere la indumentaria y por la elevada situación de la cadera insinuada por el pliegue de la túnica. Esta última es de color púrpura en alusión a la naturaleza humana y regia de Cristo –perteneciente a la estirpe de David–, mientras que su manto es de azul añil para simbolizar su naturaleza divina o condición celestial.
La mayor parte de los esfuerzos volumétricos se concentran en la primera, que está definida a través de pinceladas aplicadas en capas finas, una paleta cromática reducida y unos pliegues tratados con escaso naturalismo y generados por transiciones de luces y sombras que revelan una modesta habilidad plástica por parte del artista. El manto, por su parte, cubre el tercio izquierdo delantero del cuerpo y se hace visible en el lateral derecho de la espalda del Salvador. Su tratamiento es sencillo, con escasas gradaciones tonales y claroscuros que no favorecen la tridimensionalidad de la prenda.
Más interés para esta tipología iconográfica adquiere el tratamiento de sus manos. La derecha mantiene extendidos los dedos índice y corazón y ligeramente replegados el anular y meñique, que se aproximan al dedo pulgar. De esta forma se reproduce el tradicional gesto de la benedictio latina o gesto ritualizado de bendición en el que ambos dedos elevados representan simbólicamente la doble naturaleza humana y divina de Cristo. Un simbolismo que, como analizamos arriba, reitera el expresado por la dualidad cromática de su indumentaria.
Por último, en condición de redentor del mundo, los extremos de los dedos de su mano izquierda sostienen el orbe o pomum, que aquí adquiere una forma transparente y cristalina gracias a la aplicación de veladuras y está rematado en su parte superior por una cruz dorada. La forma esférica de este atributo evoca al orbe terráqueo que protege y gobierna Cristo como soberano y que, como el color de su vestimenta, remite a su condición regia. Su inclusión, no en vano, es fundamental en la iconografía del Salvator mundi en tanto que regalia insignia tomado de los retratos imperiales definidores del poder.