Nº101
24 < igualdad
Lo que pasa en la pantalla tiene que ver contigo
Reivindicando el buentrato Se abre el telón y aparece una escena violenta, de esas que con más frecuencia ocupan los titulares informativos. Mientras contemplamos la escena, sentimos un pinchazo en la barriga, como si una parte de nosotras/os se viera herida en esa escena. Puede incluso que sintamos cierta anestesia para evitar ser espectadoras/es de esa violencia. De manera que,cuando se cierra el telón, sentimos alivio y tratamos de olvidar lo que acabamos de presenciar y así seguir con nuestro día a día. De algún modo podemos llegar a decirnos: “eso no tiene que ver con mi vida”. Convertir estos titulares con mayúsculas en algo cotidiano nos puede llevar a no ver el nombre propio detrás de la noticia, e incluso a normalizar la violencia, pasando por alto que lo que vemos tras esa pantalla tiene mucho que ver con cada uno y cada una de nosotras/os. Lo que muestran los titulares es la punta del Iceberg. La violencia está en la calle, es estructural, por eso nos cuesta verla en todas sus expresiones salvo cuando llega a límites irreversibles de esos que ocupan las páginas de actualidad. Eliminar la violencia requiere de una reflexión profunda: debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad personal, de nuestra capacidad para generar un cambio frente al problema. La violencia viene precedida por la suma de situaciones cotidianas de maltrato, de microviolencias casi imperceptibles que es necesario aprender a identificar en nuestro día a día. Hagámonos expertas/os en autocuidado y cuidado mutuo, atendamos nuestros malestares poniendo los límites que sean necesarios en el momento preciso. Demos espacio a términos como el “buentrato”, aunque este no aparezca aún en el diccionario.
Mi propuesta es que, al menos por unos días, miremos nuestro entorno desde otra óptica, vamos a ponernos gafas de aumento para identificar las microviolencias que se nos presentan ante los ojos. Pongamos atención en todo aquello que nos genera algún tipo de malestar, aunque no sepamos identificar su origen. Detrás de una canción, de una frase repetitiva dicha o escuchada, de un gesto, una mirada, de un juicio, puede ocultarse un deseo de dominio, de control, e identificarlo nos permite poner límites. Esto es preciso, porque no podemos poner límites a lo que no vemos, por mucho que nos lo muestre una pantalla. Un pequeño sabio de 8 años me dijo una vez: Oye, no entiendo las frases “los que se pelean se desean” y “en el amor y en la guerra todo vale”, eso no puede ser así. Efectivamente, no nos puede sentar bien vivir desde esa concepción del amor. Hay que recuperar una mirada lúcida, limpia, más desde el sentir. Quizás debamos revisar nuestra manera de mirar el mundo, y despojarnos de estereotipos, prejuicios y mandatos sociales insanos propios de una idea del amor romántico mal construida. Para esto, parece que los más pequeños/as pueden sernos de gran ayuda. Silvia Clemente Fernández, Psicóloga experta en violencia de género (Noviembre 2018)