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Saluda del cronista ofi cial de Trujillo

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SALUDA DEL CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO

José Antonio Ramos Rubio

A los turistas que nos visiten en estas Fiestas Patronales

Sliempre que el viajero se acerca a la ciudad de Trujillo lo hace atraído por su grandioso pasado, a pasear por sus estrechas e intrincadas callejuelas que discurren a los pies de sus palacios y casas señoriales. La conquista musulmana y la posterior reconquista cristiana trazaron el recinto de la ciudad que luego se desparrama por la zona extramuros. La fama de sus “conquistadores” traspasó fronteras y supieron con sus gloriosas hazañas acercarnos una buena parte de ese inmenso mundo ignoto hasta entonces. Este conjunto monumental conforma un entramado urbano de señorial belleza que, a buen seguro, los amantes de Extremadura habrán tenido ocasión de visitar en otras ocasiones.

Hay, sin embargo, otro mundo desconocido de la Historia de Trujillo del que pocos viajeros tienen constancia y cuyos vestigios solo unos cuantos han podido visitar. Estos retazos del pasado se encuentran dispersos en la periferia de la ciudad, en el anillo granítico que conforma el Berrocal de Trujillo. Que el caminante no espere ver aquí grandes edifi cios, ni transitar por calles empedradas con paradas en “mesones y posadas” para aliviar el cansancio de la jornada. La senda discurre por un entorno de salvaje belleza, repleto de naturaleza que, entre enormes bolos de granito, encinas y monte bajo, le transportará a tiempos pretéritos. Aquí cada uno se marca la vereda que le llevará al destino, apartando la vegetación y saltando obstáculos que se interponen en el camino.

En este recorrido encontraremos ecos de un remoto pasado: restos de poblados de las Edades del Bronce-Hierro, pintura esquemática, santuarios rupestres y altares de sacrifi cios. Vestigios de la Alta Edad Media: como la basílica mozárabe extramuros del castillo, la propia muralla y las tumbas excavadas en la roca dispersas por todo el berrocal, las ermitas, parroquias y conventos, cuyos muros aún conservan los ecos del bullicio de una vida marcada por la religión. Sin olvidar la arquitectura vernácula de épocas más recientes que salpica el paisaje berroqueño: como los molinos de viento, el lavadero municipal o las tradicionales zahúrdas que aún se conservan. Y, por supuesto, algunas construcciones civiles que merecen la pena destacar: la Plaza de Toros, el antiguo pósito o los puentes de la periferia que saltaban ríos y que facilitaban el paso por las antiguas cañadas o que sirven a la moderna red de carreteras.

Que tengan ustedes buen viaje y que sepan disfrutar de esta nueva forma de conocer Trujillo.

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