Villarta San Juan Paces 2021

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Irene Ruiz Camacho Alcaldesa de Villarta de San Juan

Se aproximan unas fechas muy importantes para cualquier villartero/a. Unas fechas, donde a todos se nos va poniendo ese “gusanillo” en el estómago, indicativo de que algo grande va a suceder, pero por desgracia, este año nuestras queridas y ansiadas Paces serán muy diferentes. Os aseguro que no hay nada que me gustaría más que mandaros un “saludo” típico de nuestras fiestas donde os deseara de todo corazón unas felices fiestas con vuestras familias y amigos y donde por supuesto, disfrutarais de las tradiciones y actos que enmarcan estas fiestas tan importantes para todos.

Pero el COVID no nos lo está poniendo nada fácil, y desde el Ayuntamiento hemos tenido que tomar la dura decisión de suspender las paces 2021. Nunca imaginé tener que enfrentarme algo así pero como he manifestado ya en alguna ocasión la salud de nuestros vecinos es lo más importante tanto para el equipo de gobierno como para mí. Quiero aprovechar estas líneas para agradeceros a todos la comprensión y empatía qué habéis mostrado en cuanto a la toma de esta decisión. La verdad es que me siento muy orgullosa de mi pueblo, hemos pasado un año muy duro y aquí estamos todos a una, unidos para vencer esta pandemia, unidos al dolor de los que han perdido a un ser querido y unidos en la ilusión de que pronto todo volverá a la normalidad. Ahora nos toca vivir unas Paces atípicas, me atrevería a decir que hasta tristes, pero estoy convencida que cada uno de vosotros sabréis sacar lo mejor de ellas,porque para eso también somos únicos. Desde el Ayuntamiento como ya sabéis, no se ha organizado ningún acto multitudinario, pero tampoco queríamos que fuera un año en blanco, por eso os hacemos llegar a vuestras casas esta revista en la que hemos rescatado algunas publicaciones sobre las Paces del blog homónimo del cronista de la Villa al que desde aquí le agradezco siempre su gran disposición. No hemos querido añadir ninguna foto para que al leerlo cada uno de vosotros llevéis a vuestras mentes la imagen que representa personalmente ese momento.

2021. Paces desde el recuerdo y para la esperanza


Sin más, sólo me queda desearos que disfrutéis de estos días sin olvidar el momento que estamos atravesando y por supuesto desearos mucha salud para este 2021 todos tenemos que hacer un esfuerzo y guardar energía para las Paces del próximo año porque lo más importante es que el año que viene estemos todos para disfrutarlas. Me despido con un grito que por muchas cosas que pasen nunca cambiará. ¡Viva la Virgen de la paz!

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DÍA 23. DÍA DE SAN ILDELFONSO Después de tantos años y de tanto hablar de “Paces” llegué a la conclusión de que hablar de “Paces” es algo muy sencillo; describirlas es tan fácil que ya prácticamente los nuevos medios de comunicación nos le dan hecho. Escribes: “Paces” de Villarta y miles de imágenes llenan las pantallas de nuestros móviles u ordenadores. Las “Paces” son famosas, hablan de ellas por todas partes. Nunca nuestros antepasados pensarían que sus sencillas fiestas serían tan famosas… Otra cosa muy distinta es que aún en muchos lugares y para mucha gente, Villarta siga siendo un pueblo que está entre Manzanares y Puerto Lápice… Hablar de “paces”, por tanto, es muy fácil; pero a la vez, sentir las “Paces”, vivir las “Paces”, es tan difícil que sólo los villarteros, -cada uno con un sentir distinto-, pueden expresar desde dentro sus más íntimos sentimientos, y disfrutar, soñar, recordar, sufrir, lo que ellos entienden por “Paces”. Yo que tanto he hablado y recordado a mi abuela Josefa, motivadora de estos poyetes, nunca la recuerdo que me hablase de “Paces” y mucho menos de las suyas. Y seguro que las vivió y las sintió, las buenas y las menos buenas que son, -quizás-, las más fáciles y duras de recordar. Yo la recuerdo sentada junto a la chimenea preparando comidas de paces, de esas que podían guardarse para solventar visitas inesperadas e imprevistas, lógicas de esos días de fiesta de un pequeño pueblo, comidas de “sequero”, siempre a mano… No la oí nunca, nunca, hablarme de sus “Paces”. Quiero decir que nunca la oí hablarme de sus “paces” no porque no estuviese atento a ella sino porque sus fiestas, al igual que la de muchos, eran íntimas y calladas, -que seguro que las tuvo-, pero que las regustaba, despacio y tranquilamente, como si se tratasen de una perrunilla o algún mantecado de entonces. A los villarteros no nos han enseñado a comprender las “paces”, nos han enseñado a desearlas, vivirlas, mantenerlas y respetarlas. Por eso cada villartero tiene un recuerdo concreto de ellas, -tal vez intrascendente-, que todos los años, después de tanto tiempo, siempre recordamos. Yo recuerdo una imagen que, -valorada al cabo de tanto tiempo-, no es la más importante, ni mucho menos de mis paces, pero todos los años acude a mi memoria y a pesar de su pequeñez, no quiero que se borre. Recuerdo una noche fría de enero, cogido de la mano de mi madre, cruzando la carretera para ir a la novena que se hacía en la pequeña ermita de la Virgen, que quizás por su propia sencillez no supimos o no quisimos conservar. Y no recuerdo nada más, posiblemente el calor humano que envolvía la abarrotada ermita fuera suficiente para que me durmiera, pero no lo recuerdo, ni el camino de vuelta que, casi con toda seguridad sería en brazos de mi madre; quizás sea el hecho de ser mi primer recuerdo cronológico de “Paces”, lo que mi mente guarde como punto de partida. Luego se fueron amontonando, -y siguen amontonándose-, otros recuerdos de otras “Paces”: imborrables, inolvidables, compartidas, muy alegres algunas y muy tristes otras, algunas de ellas en la soledad de la lejanía, soñadas desde la distancia y vividas haciendo profesión de Villartero, junto a los que quieres….

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Las largas anochecidas de Villarta sirven para que, al ir o al salir de la novena, corrillos de amigos, -a pesar del frío-, sigan charlando sobre los quehaceres diarios, de algunas noticias o rumores que se inician con la cotidiana coletilla de estos días: “¿Sabéis que…? Y así, año tras año, como algo consustancial a los villarteros que llenan de rumores, noticias o dudas las noches de enero y que los imprescindibles móviles, eficaces esparcidores de todas ellas llevarán de norte a sur o de este a oeste, a cualquier villartero ausente que en estos días será especialmente recordado. En cualquier caso, el año pasado, se han llevado “Las Paces” a las escuelas, hablándoles de sus orígenes, de su historia, a unos niños que a veces, con la boca abierta, se veían interesados en asumir la importancia de sus fiestas y ser partícipes de ellas. Los aplausos son siempre bienvenidos pero el de los niños después de una hora hablando de Paces, lo recordaré mucho tiempo. Y este año también han llevado a los niños al campo para ver como se recoge la leña y sentirse empapados por el olor intenso del monte. ¿Y sabéis que el año pasado tres niñas rezaron el rosario de la novena? Sus voces, abrieron la esperanza en nuestras celebraciones… Pero además hay en nuestras fiestas un poco o un mucho de historia, según se mire. En 1369, terminada la guerra con sangre derramada de hermanos contra hermanos, empezó la paz. Quizás, también, empezó el tímido inicio otra época. El caso es que a través de un largo puente tendido sobre un anchuroso y encenagado Gigüela, la noticia del fin de la guerra llegó a Toledo y al poco tiempo por el mismo puente nos llegó la noticia de la creación de la fiesta. Y la nueva fiesta, establecida con el nombre de Santa María de la Paz, fue acogida por unos villarteros -que habían sufrido las calamidades causadas por la guerra entre los dos hermanos: Pedro I y Enrique de Trastámara- con un grito unánime: ¡Se han hecho las Paces! Y sin pensarlo dos veces se pusieron en camino de una pequeña ermita situada en la dehesa de Villacentenos [extensísima dehesa que se dirigía al sur de nuestro pequeño pueblo, hacia Manzanares y desde Alcázar al Este hasta Arenas al Oeste] donde, de tarde en tarde, habían ido a ver a una humilde virgencita a pedirle por sus necesidades mientras recogían leña para sus hogares. Ese día, sin que ellos se dieran cuenta, se celebró la primera “novena”, sin cura y sin predicador. Los villarteros no somos muy dados a guardar cosas de nuestra historia y, mucho menos, aquellos antepasados nuestros que lo único que hicieron es dar gracias a aquella Virgen a la que desde entonces llamaron Virgen de la Paz. Y desde esa fecha, Villarta ha vivido infinidad de “Paces”. No una por año, sino una por cada uno de los villarteros que han sido y serán. Y esas fiestas, íntimas e individuales se unen junto a la Virgen de la Paz junto al fuego sagrado de la tradición que tiene siempre un principio y esperamos y deseamos que nunca tengan un final, pues no es obligado que lo tenga.

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Sabemos que el domingo más próximo al 14 de enero, unas andas, pasa rápida por la carretera para dejarla dispuesta para la “bajada de la Virgen” desde su camarín hasta el altar. Y así es, como “de la noche a la mañana”, unas mujeres, -camareras de la Virgen-, han colocado, esplendorosa, a su Patrona junto al altar para presidir las novenas; hace unos días, el domingo o el lunes, cerraron las puertas de la Iglesia para no ser molestadas y con emoción y calma se dispusieron a bajar a la Virgen de su camarín. Como todos los años, manos cuidadosas, revisaron el “joyero” de la Virgen. Es humilde, sencillo, Las joyas con que van a engalanarla no tienen gran valor, pero cada una de ellas recuerdan pequeñas cosas o historias de amor y de cariño. Por eso una mano elige un cordón en el que se engarzan alianzas y promesas de muchos que se quisieron y que tanto amaron a su Virgen. Otras manos sujetan a su manto, con mucho cuidado, otros muchos recuerdos que le han ido regalando, especialmente sus hijas de Villarta. Y por todas partes aparecen manos dispuestas y acostumbradas al trajín diario, manos con leves temblores de amor por tener tan cerca a la Madre. Poco a poco, casi sin querer terminar para estar más tiempo cerca de ellas, las manos pausadas van engalanando a la Madre. Al final es coronada con estrellas de amor. Una mano de ternura, abierta y derramada, acaricia levemente sus cabellos. Ellas las camareras, un año más han cumplido su tarea y cerca, muy cerca de la Madre, sonríen. Luego, en su casa, mientras guardan el antiguo mandil que, quizás, ellas mismas bordaron dejan que las lágrimas se derramen lentamente por su rostro. Un año más han cumplido lo que tantas otras hicieron durante cientos de años. Y el templo, lleno de claridad inusitada, lleno de calor, a pesar de ser enero, hará que brille la Madre, la Amiga: Nuestra Virgen de la Paz. Y sobre una escalera de flores la Virgen espera ansiosa la visita de todos sus hijos en la noche del 14 de enero. Ese día, dentro en la sacristía, las monaguillas y los monaguillos, hace tiempo que, nerviosos os, ya se han puesto las túnicas. En el mismo lugar los responsables de la Hermandad, no menos nerviosos que los monaguillos hablan con el predicador o predicadores. Mientras, el templo se ha ido llenando de villarteros expectantes. Están todos -que los ausentes están bien representados en el corazón de los presentes- y todo lo que representan: la alegría, la familia, la esperanza puesta en ella, la emoción, el silencio, la sorpresa, la plegaria…. Como decía el poeta villartero Alejandro Font: “No hay palabras por decir, ni silencios que llenar. Es el sentir del sentir”. Se inicia el rosario y alguno de los que lo rezan, lo hacen pausadamente, lentamente…. Después, el predicador, sorprendido por tanto y tan visible amor, inicia su sermón. Una comunión generalizada nos va a llevar hacia el final de la novena. Y tras un silencio total, en los que parece como si las peticiones de la Madre se cruzasen con los asentimientos de los hijos, el pueblo estalla en sus cantos a la

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Madre. Todos de pie, con los ojos buscando los de la Virgen, entonan la Salve, lenta, pausada, interminable… Y ahí siguen todos. Mientras cantan el himno el pensamiento vuela hacia otros lugares, hacia otros tiempos…. Y cada uno de los presentes une a su corazón, los corazones de los que no pueden estar con ellos o de todos los que se les fueron para siempre. A un ¡Viva la Virgen de la Paz” impetuoso, sigue un viva clamoroso, unido y único! E inmediatamente salen a la calle. Cientos de móviles llevan el primer clamor de “Las Paces” a los ausentes. Voces emocionadas, cuentan a los lejanos, a los ausentes que ahora ya sí que estamos en “Paces”. La noche oscura y fría se enciende de luz y calor. Desde su Iglesia, quizás añorando su sencilla ermita que estaba en el mismo lugar, la Virgen oye las primeras y sonoras oraciones, sin palabras, de sus hijos de Villarta. Unos se recogen lentamente y otros, los leñeros, se preparan para traer la leña. Día 23 de enero. Hora indeterminada. Para los que fueron a por la leña es la hora del desayuno; para los que los esperan es casi la hora del aperitivo. De momento los remolques de leña ocupan toda la calle. Algunos antiguos leñeros son los primeros que han acudido. Están en grupillos, hablando, casi con toda seguridad, de sus otras Paces, cuando eran más protagonistas. Y como siempre el dialogo empezará así: “- Antes era otra cosa”. Hoy no es día de cohetes, al menos a esta primera hora, pero en Villarta y en fiestas el cohete es el mejor medio de comunicación. Por la explosión del cohete y por la hora, todos podrán imaginarse que ya han llegado los leñeros. Al abrigo del frío y aprovechando un tímido sol de enero, el diálogo entre los leñeros abre espontáneos “corrillos” donde se cuentan mil y una aventuras de paces. A escasos metros de la plaza han dejado sus remolques. Son alrededor de las 11 de la mañana. Se acercan a la Plaza de la Ermita (a la antigua plazuela de Nª Sª de la Paz) y allí de disponen a dar buena cuenta de una suculenta “caldereta” de cordero, como manda la tradición. Dentro de poco van a aparecer por el otro lado de la plaza, los personajes de la ofrenda floral y, al final de todos ellos, las reinas, damas, invitados y autoridades. Cuando termine la ofrenda será el momento justo de descargar la leña. Como, casi siempre, la reunión del cortejo va con algún retraso, pero una vez organizados, por la calle Tercia irrumpen los gigantones manchegos a los que siguen los alborotados integrantes de Alborea. Alguien escribió: “En los ojos un destello que ilumina la mañana. Envueltos en gegras capas los niños le llevan flores… Y las niñas llevan flores a la Virgen de su alma.” Y sienten lo que les dijo hace ya bastante tiempo, el poeta querido y recordado,

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José Pérez Archidona: ¡Qué preciosa estás mi niña! ¡Que preciosa vas manchega! El aire que vas dejando es tradición y es esencia. La iglesia, con sus puertas abiertas de par en par, se llena toda de esperanza y alegría…. manchegas de pocos meses, manchegos que apenas andan, “cobeterillos” sin miedo (al menos esta mañana) …. Un pueblo que ríe o llora a los pies de su Señora. Poco a poco van entregando sus flores. Una mano pasa a otra el último clavel de la ofrenda para escribir el nombre de la Reina de Villarta: PAZ. Terminada la ofrenda van a desarrollarse dos actos bien distintos y distantes. Hay que elegir porque los dos se van a desarrollar al mismo tiempo: O acompañamos a las autoridades al acto de proclamación de las reinas y al pregón de fiestas, o permanecemos en la plaza viendo como los “leñeros” vuelcan sus remolques de leña para terminar de formar la hoguera. A veces se elige ver algo de las dos cosas y, quizás, se tiene suerte de ver lo mejor de cada momento. La banda de música y la de tambores y cornetas inician su marcha hacia el salón, abriendo el camino a las reinas y autoridades. Luego en el salón presentaciones, palabras de autoridades, entregas de premios y discursos oficiales…. hasta que de pronto un villartero que vive en otras tierras y que añora antiguas “paces” sube al estrado a proclamar su pregón. Palabras entrecortadas, por la emoción, vivencias nunca olvidadas, recuerdos que permanecen dentro, muy dentro del alma. Y como diría Pérez Archidona: ” De orden de la autoridá, se hace saber a las mozas que flores hay en la Mancha y ellas son las más hermosas. Y entre las mozas no están todas las que se casaron desde vendimias acá” Y después del pregón las chicas y chicos de Alborea, salen a escena: Los que tocan (sienten para sus adentros): “Dicen que no puede ser

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hacer tres cosas a un tiempo; Yo estoy tocando y cantando y te estoy mirando atento” (Canción popular) Las que bailan se animan en sus revueltas como si oyeran la voz que dice: Eres chiquita y bonita y blanca como un lucero, eres una candelita en noches del mes de enero cuando la luna se quita. (Canción popular) Alguien desde el salón sigue atento el baile: Sobre el escenario, las chicas de Alborea, mueven sus faldas de fiestas al son de alguna rondeña. Y en el aire se dibujan, con sus airosas revueltas, historias nunca olvidadas de las “paces” villarteras. Y termina la proclamación e inauguración de fiestas, larga pero que se aguanta gustosa: La despedida te echo, que me voy, que tengo prisas, que antes de una hora tengo la misa de vísperas. Mientras en la plaza de la Ermita llegan el momento emocionante de la descarga de la leña. De los escasos y viejos encinares han traído a la plaza la leña convertida en cumplimiento de agradecidas promesas. Y el aroma de los montes llena de fuertes olores la plaza. La Virgen, quizás, huela más fácilmente los esfuerzos, los anhelos, los amores y el cariño de sus hijos de Villarta. Los que han permanecido atentos a la descarga, aplauden el trabajo de los leñeros. Y el

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más disconforme, dirá: “¡Este año es más pequeña!”. Hay otra descarga sencilla que espera. Después de todo un año, Pacito, espera pacientemente. Es la gota de la tradición y cada una de estas gavillas serán el símbolo vivo de los miles de hogueras que Villarta ha ofrecido, amorosa, a su Virgen de la Paz. El ejemplo de Pacito, ahora con sus años y achaques a cuestas, lo siguen su familia y a otra hora más reposada han descargado sus gavillas y rápidos han ido a decirle a Pacito:” Ya hemos descargado las gavillas y muchos nos han dado recuerdos para ti. Se acuerdan mucho de ti”. Y comienza la tarde de Sa “Alifonso”. Ha terminado la misa de vísperas. Un año más, la Virgen va a salir, a su pueblo, ante sus hijos. Mirando al cielo, las monaguillas se disponen a encabezar la procesión, precediendo al estandarte de la Virgen. Las fuerzas de orden público intercambian opiniones…la banda de música toma posición para el recorrido… el párroco, reinas, autoridades… detrás de la Reina: ¡Y un pueblo apretado en torno a la Madre! (El ritual eclesiástico ordenaba que el día de la víspera, la Virgen fuera llevada desde su pequeña ermita a la iglesia parroquial y allí celebrar su fiesta). Un inspirado poeta de Villarta, Alejandro Font Blanco, escribió: Antes de seda fuera, la Virgen vistió un manto de besos de villarteras. Y hacia la vieja iglesia, por la calle de Postas, las peñas coheteras van abriéndole camino a la Virgen. La mirada atenta de un padre repasa el primer lanzamiento de un hijo. Se pone el cohete en la tablilla, la mecha junto al cohete, se estira el brazo y una nueva joven promesa sube hasta el cielo. Dentro de poco la Virgen va a llegar a la carretera, junto al Kiosko. Confluencia de calles y plazas; el pueblo se detiene para ver a su Reina. Un tímido sol de invierno en la tarde fría de enero da sus últimos brillos. Al fondo, la Virgen amorosa, complaciente, avanza unos pasos y se detiene. Alrededor, en ventanas y balcones su imagen se repite en múltiples carteles. como un ensayo de la gran procesión del día de la Virgen, algunas peñas disparan sus primeros cohetes. Al fondo de las ordenadas filas de la banda de música se ve a la Virgen…. poco después las puertas del viejo templo de Santa María la Mayor, se abren a la Virgen y los porteadores de las andas se agachan para que pueda pasar la imagen. El pueblo con amor coloca a la Madre en el centro y el viejo templo hermoseado recientemente por manos de villarteras y de su anterior párroco, D. Juan Carlos, se hace aún más sencillo, más entrañable. Y todos mirando a su Virgen, entonan el viejo canto que aprendieron, cuando niños, del corazón de sus padres: “¡Madre mía, luz y guía…!” Y entre vivas y aplausos, la Virgen, más cerca que nunca de sus hijos, sale de nuevo a la calle. Un antiguo y querido maestro de Villarta, Don Pablo Guzmán Cebrián, decía en su poema:

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Tarde de San Ildefonso: Después asomó la estrella, amorosa, limpia, blanca ( Oasis en el azul) ruborosas de añoranzas Y el ya citado Alejandro Font Blanco decía: Cada docena es un ramo, cada cohete una flor, cada saco una plegaria, cada traca una oración. La pólvora es una poesía para la Madre de Dios. Como alcaldesa perpetua de la villa hace parada obligada junto a la casa Consistorial. El día 24, desde este mismo punto, se iniciará la puja de los brazos. Y ya, cerrando la tarde de San Ildefonso, la Virgen volverá a su ermita añorada, a su actual iglesia. Colocada prácticamente a los pies de su hijo crucificado y de ese marido fiel y creyente con el que compartió su vida. El hijo, aunque está en la cruz, parece que abre más los brazos para acercarse a Ella. Y María desde sus andas, estará con todos sus hijos, recibiendo las últimas promesas de todos aquellos que por su trabajo han llegado algo tarde a la cita, aunque durante todo el camino la sentían junto a ellos. Poco a poco, el templo se va quedando vacío; la Madre queda un momento sola, posiblemente Ella lo vuelva agradecer, porque necesita estar sola un breve instante para sonreír, para llorar en silencio, para sentir que sus hijos de Villarta, no la olvidan. El pueblo ha marchado un rato a la feria, a los caballitos, a los pocos puestos que están el Altillo, pero debe ser muy poco tiempo porque no hay tiempo. Ya la oscuridad del templo recobra la luz gracias a las llamaradas de amor de un pueblo. José Pérez Archidona nos dejó dicho: Bajo un manto de luceros quedó encendida en la noche una promesa de fuego Van a terminar las vísperas, pero antes el pueblo se ha acercado nuevamente a la plaza, recordando otros tiempos, viviendo los nuevos, se dispone a calentar la espera entrañable del día 24 que se va abriendo paso rápido en el deseo y pensar de los villarteros:

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Noche de San Ildefonso con resplandores de incendio, yo convertiré tu plaza en monumental brasero para quemar de los montes aromáticos inciensos El pueblo junto a la hoguera se rencuentra con amigos. El frío del mes de enero ha huido de la plazuela. Las llamas ascienden, presurosas, caprichosas, hacia el cielo. “Mil bolliscas, encendidas sus alas de terciopelo se han prendido por los aires besadas del loco incendio” [JOSE PÉREZ ARCHIDONA]. No hace tanto tiempo los sarmientos, recién podados, eran un bien muy valioso para las familias. Los sarmentaores los iban agrupando, unos junto a otros, haciendo gavillas. Las gavilleras, -unas grandes y opulentas y otras sencillas y discretas- ocupaban lugar de privilegio en los corrales y -como es lógicosignificaban el nivel económico de sus poseedores. Los mozos en busca de novia miraban, e intentaban ser mirados, por las hijas de aquellos labradores cuyas gavilleras asomaban por encima de las tapias del corral: ¡Buena gavillera!, ¡buenas viñas! y... ¡buena moza para pretender! De esa leña se surtían para la lumbre diaria con la que hacer la comida y soportar los fríos inviernos. Entonces no recogía los sarmientos el tractor ni se amontonaban en los linderos para pegarles fuego, como ahora se hace. Antes era otra cosa. Antes era un trabajo duro y laborioso. Si hago estas observaciones no es por comparar situaciones (gracias a Dios hoy el trabajo de la gente del campo es otra cosa) sino para valorar un hecho. El de que una gran parte de nuestra tradicional y monumental hoguera estaba formada por gavillas; es decir, ¡estaba formada por el esfuerzo duro e ingrato que de forma desinteresada se ofrecía a la Virgen! Es cierto, que había algunos que se vanagloriaban de sus ofrecimientos diciendo los motivos de estos y haciéndolo a buena hora, para ser vistos por todos, en la pequeña plaza de la Ermita. Sin embargo, junto a ellos, había ofrecimientos sencillos y callados que aprovechaban el amanecer para descargar, sin ser vistos, sus humildes gavillas en la plaza, aún a oscuras. Así desde siempre. Las Paces interiores de cada uno, los motivos de celebración de cada uno han ido conformando, desde siempre, la hoguera: el buen parto de la mujer, el hijo que se había recuperado de una grave enfermedad, el hijo que había tenido la suerte de no hacer el servicio militar en África, el buen año de cosechas, el trabajo conseguido, … ¡tanta y tantas razones! unas sabidas por todos y otras, las más, conocidas por pocos. Este sentido de sacrificio y ofrenda es lo que sigue haciendo verdaderamente tradicional y monumental nuestra hoguera. Nuestros actuales leñeros así lo entienden todos los años y así lo manifiestan al descargar sus inmensos remolques de leña. Así lo hace aún Pacito, que a sus despacios prepara sus gavillas y en su pequeño, pero bien cargado remolque

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acerca su esfuerzo a la plaza el día de San Ildefonso… La Virgen, que sale en procesión de vísperas esa misma tarde, ve el buen color de la leña y percibe complacida el olor a monte, a encinas cortadas o a gavillas de amor. Ya anochecido, entre luminarias de cohetes que quieren iluminar su rostro, vuelve a entrar en su casa, en su templo, esperando el momento, ya bien de noche, en que el fuego de la hoguera se transforme en imaginarias figuras que arrastran la tradición y el amor de un pueblo hasta lo más alto. Si la noche está serena, sin viento, la hoguera es abrazada por el pueblo que, a distancia prudente, calienta su cuerpo y aviva sus recuerdos. Si el viento acompaña, el pueblo se mueve en torno a la hoguera buscando el mejor acomodo. Algún petardo, rompe los murmullos, pero no es noche de pólvora sino de fuego. Un autor que se ha interesado por nuestra fiesta apuntaba la idea de que esta hoguera se trataba de un rito purificador recuerdo de una civilización antigua que fuese asumida por los pobladores ya cristianizados, pero no hay señales de esta supuesta civilización. El hecho de que los vecinos se llevasen leña a sus casas -continuos viajes de carretillas llenas de lumbre de la hoguera, daban pie al citado autor para afirmar el hecho purificador que podía suponer entrar en las casas el fuego de la hoguera… Personalmente, creo, que era algo más humano, más normal o necesario… era simplemente la posibilidad de disponer brasas gratis para varios días en esas casas que no disponían de los medios que ahora disponemos. Pero esta posibilidad no estaba reñida con el hecho de disfrutar de parte de la hoguera de la Virgen en las propias casas. Hay que señalar que el propio Ayuntamiento, como representante del pueblo, compraba los haces de leña necesarios para dar el toque final a la hoguera. En 1904, el alcalde Ceferino Jiménez, recogía en un cuadernillo los gastos de las Paces de ese año y entre ello anotaba el registro de un gasto de 65’50 pesetas por leña y almendras para la Paz.

“Aún se afanan en limpiar los rescoldos de la gran hoguera de la noche anterior. Aún se están recogiendo los últimos en abandonar el baile… Aún los chicos dan vueltas, nerviosos, en la cama, aún la madrugada impide el paso al nuevo día, … Cuando, de pronto el silencio se rompe y un trueno grave y seco hace la primera llamada para acudir a la colocación de la Operación 2000. ¡Ha llegado el gran día y un pueblo se pone en movimiento para festejar a su patrona!

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DÍA 24. EL DÍA DE LA PAZ Es el día 24, el día de la Virgen. Ese día, lo cultural, lo social, lo popular y lo religioso, amalgaman la esencia de lo que debemos entender como tradición. Tradición, por otro lado, que deja el margen suficiente, para nuevas formas o actuaciones como es el caso de la Operación 2000. El primer momento del largo e intenso día es eminentemente religioso. Se trata de la solemne función religiosa en honor de la Virgen. En ella destaca la presencia de una capilla y la presencia de varios sacerdotes que concelebran la Misa. Finalizada la misa y comprobados los portadores de los brazos que ganaron la puja del año anterior, la Virgen es sacada a hombros. Se entreabren las puertas de la iglesia y un impetuoso “Viva la Virgen de la Paz”, seguido de vivas y aplausos acallan los murmullos de la plaza. Sobre las 12:45, la Virgen están sobre los hombros de los villarteros en su plaza. Todas las personas, todos los rostros, todos los ojos buscan a la Madre: “¡No les pesas, María; ni ellos hoy tienen prisa! Quieren ver tus ojos claros; ¡quieren ver como los miras!”. Cuesta trabajo abrirle camino a la Virgen. Algún miembro de la Hermandad dirige los pasos del pendón hacia la calle Postas y los miembros de protección civil, policía municipal, Cruz Roja y demás miembros del voluntariado empiezan a dejar expedita la calle para el disparo de cohetes por las peñas y el andar lento de la Virgen sobre los hombros de sus fieles. Poco a poco, la procesión de la Virgen de la Paz se ha ido ordenando y Ella navega sobre una multitud de corazones… Decía A. FONT BLANCO, un poeta local, ya fallecido: “Hay una virgen y un pueblo, un fuego y una locura y todo por la hermosura del veinticuatro de enero”. ...Pero, aunque la emoción sea historia, aunque los suspiros, las lágrimas y las miradas expliquen mejor que nada y que nadie lo que todo esto representa para tantos y tantos de nosotros, hemos de volver al testimonio austero del por qué, del cómo y cuándo de esta celebración a la que habrá que buscarle algún otro calificativo más allá del actual de fiesta de interés regional. ¿Por qué la doble procesión del día 23 y -la más importante- del día 24? La Virgen de la Paz, desde que tenemos información histórica permanecía en una pequeña ermita, fuera del pueblo, al cuidado de un santero. La vinculación jerárquica o su dependencia con las autoridades religiosas eran escasas y de ahí las pocas referencias oficiales que de ella se encuentran. Para su cuidado y cargo, un Administrador de sus bienes o una pequeña cofradía. El prior o párroco no tenía vinculación expresa con esa ermita ni el culto en ella era obligado. Algo

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así pasaba con otras muchas devociones de otros pueblos: La Virgen de la Sierra en Villarrubia, la del Monte en Bolaños, la Virgen de las Cruces en Daimiel. Todas estaban alejadas de sus pueblos y de sus iglesias. Sólo en su festividad, para ser festejadas religiosamente, eran llevadas a la parroquia titular. En el caso de Villarta, la Virgen de la Paz era acercada la víspera del día 24 a la parroquia para celebrar la festividad de vísperas y al día siguiente, el día de la festividad, celebrar la función religiosa. Es cierto que en algún momento como en los años 1814 al 1819, la pequeña ermita se convirtió en sede de la parroquia al haber sido destruida la iglesia parroquial durante la guerra de la independencia y, quizás, este hecho ocasionara que las celebraciones religiosas se repartiesen entre los dos edificios, como muchos hemos llegado a conocer. Son varios los aspectos especiales de la procesión. El primero es el perfecto ensamblaje entre lo religioso y lo popular (habría que incluir últimamente el aspecto turístico) que se convierte en una verdadera manifestación de religiosidad popular en que lo que prima es la manifestación de un amor, cariño, sentimiento, ... hacia la Virgen. Los otros aspectos son: la procesión en si con el lanzamiento continuado de miles de cohetes durante todo el recorrido, la entrada en la iglesia vieja, la Operación 2000, la puja y la entrada definitiva en el templo con la firma de aceptación de los portadores de los brazos del importe de la puja. El lanzamiento de cohetes a mano durante toda la procesión es la acción más visible de la procesión (se pueden llegar a disparar más de 10.000 docenas de cohetes) pero el trasfondo de ese lanzamiento es quizás lo más importante por los condicionamientos humanos que son causa del lanzamiento de estos. Al igual que la descarga de la leña en la plaza -de la que hablábamos- durante el año se hacen promesas de disparar determinado número de cohetes (docenas) por algún hecho acontecido o que afecte al oferente: el nacimiento de un hijo, curación de alguna enfermedad, o cualquier acontecimiento jubiloso en alguna familia. No existen -como es lógico- baremos ni cantidades fijas, sino que el cumplimiento de estas promesas está en función de las posibilidades económicas y, sobre todo, de la ilusión y el agradecimiento de quienes las ofrece. En situaciones normales, eran los propios oferentes los que tiraban los cohetes, acompañados por familiares y amigos, sin embargo, normas de seguridad, del propio cumplimiento de la promesa y de efectividad propiciaron la idea de la creación de la Operación 2000 y posteriormente de las peñas. La utilización de la pólvora como elemento festivo es consustancial a todas las fiestas de los pueblos de España, si bien su máximo esplendor aparece en los pueblos del Levante español. Lo llamativo de nuestra festividad es la gran cantidad de cohetes que se disparan a mano y el hecho de ser voladores y no truenos o tracas como en el Levante español o carretillas como en el vecino pueblo de Puerto Lápice en las fiestas de San Antón.

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El siguiente y esperado momento es el disparo de la Operación 2000. En un libro que editó la propia junta de la Operación 2000, decíamos: “… alguna mañana del año 1972 o 1973, en el ya simbólico kiosko, en una conversación de esas que habitualmente surgen sin pensar, Abelardo Martínez, José Antonio Rincón y Alfonso Isla, tuvieron la idea de disparar los cohetes de forma conjunta, poniendo como meta el dispar de una vez dos mil docenas de cohetes. El primer año, recuerdan que fueron 500 docenas, el segundo alcanzaron las8oo docenas, el tercer año llegaron a las 1400 y el año 1977 se alcanzó la cifra que daría nombre a un momento especial de las Paces, ya especialmente significativo y entrañable, dos mil docenas de cohetes y de ahí la Operación 2000. A lo largo de estos veintisiete años [ya, en la actualidad más de 43 años] muchas personas se han encargado de dirigir esta Operación y otras muchas de mantenerla viva …. [ TRES DECADAS DE OPERACIÓN 2000. Villarta, 2001]. Durante muchos años la Operación se realizaba en la plaza del Ayuntamiento y se disparaba cuando la Virgen llegaba a sus proximidades; el espacio reducido de la plaza, en medio de la población supuso, -tras las peticiones del Gobierno Civil de Ciudad Real y otras autoridades-, la necesidad urgente de buscar otro lugar para hacer el disparo, decidiéndose que este tuviera lugar a los pies de la pequeña elevación de la iglesia, en un impresionante mirador, desde el que la Virgen y todos sus fieles, ven como se eleva de golpe un inmenso ramo de amor a la Virgen de la Paz. Poco a poco se vuelve a organizar la procesión y en un interminable paseo, la Virgen, muy tranquilamente, muy lentamente, es llevada hasta la plaza del Ayuntamiento donde se iniciará el otro momento especial: el inicio de la puja. (Antes, y de forma simbólica se disparar otra pequeña Operación 2000 en recuerdo de la primitiva que allí se disparaba). El que comience la puja en la puerta del Ayuntamiento se explica porque antiguamente los gastos de las Paces eran asumidos por el propio Ayuntamiento y de esta forma, con el importe de la puja se sufragaban parte de los gastos. Sin embargo, a principios de 1944, la Hermandad de Ntra. Sra. de la Paz, hace una petición formal al Ayuntamiento, solicitando el importe d ela puja y atendiendo dicha petición, el Ayuntamiento en sesión extraordinaria celebrada el día 12 de enero de 1944 tomó el acuerdo de dejar el dinero de la puja a la Hermandad. Y volvemos a nuestra procesión. A partir de ese momento que se inicia a las puertas del Ayuntamiento, las personas que ganaron la puja del año anterior pierden sus derechos de portas las andas de la Virgen y la nueva puja, sin apenas movimiento, durante el trayecto interminable de la procesión por la calle Tercia, va a determinar quiénes serán los portadores de las andas del próximo año. Solo al llegar la Virgen a la puerta de la Iglesia se inicia verdaderamente la puja, con continuos cambios e intentos de pasar la Virgen al templo. Nuevas pujas hacen volver atrás a la Virgen hasta que, en un momento determinado, no antes de las 5:30 de la tarde, vítores, música y aplausos acompañan a la Virgen hasta dentro del templo.

2021. Paces desde el recuerdo y para la esperanza


Desde las 12:45, aproximadamente la Virgen de la Paz, ha recorrido Villarta. Sus gentes la han acompañado y otros muchos que, por ventanas de sus casas, entre suspiros, llantos y alegrías, recuerdos y deseos

Extraído del blog homónimo de José Muñoz Torres.

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