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DE COPAS Y ÉPICA

DE COPAS Y ÉPICA: LA 7ª DE VITORIA-GASTEIZ

Qué lejos queda aquel frontón, cantaría Ismael Serrano si hablara de la primera copa en Vitoria-Gasteiz. Eran otros tiempos, sí, tanto que hay que remontarse hasta 1967, exactamente hace medio siglo, para encontrar el precedente inicial de un torneo que vivirá en 2017 su séptima edición en la capital vitoriana.

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Cuánta ilusión se respiraba en aquellos últimos días de mayo del 67 en la calle San Prudencio, allá donde había que acudir para disfrutar del espectáculo copero. Y cómo enganchaba aquel Kas Vitoria entrenado por Añúa, con los Pepe Laso, Serrano, Chema Capetillo, Luquero, Benito o Lázaro, dispuestos a no dejar escapar la entonces llamada Copa Generalísimo.

De uno a uno fueron cayendo CD Bosco, Club Atlético San Sebastián y Picadero antes de la fase final de Vitoria, donde se las verían con el Joventut. También ganaron (81-91), en un partido imborrable que les metió, por la puerta grande, en la soñada final. Enfrente estaba un monstruo del baloncesto nacional y continental, el Real Madrid de los Ramos, Emiliano, Paniagua, Monsalve o Luyk. Los de Ferrándiz, muy superiores al Estudiantes en el derbi madrileño de semifinales (6586), parecían el peor rival posible para que los locales pudieran celebrar

un título. Y lo fueron.

Con Samaranch en el palco y un ambientazo en las gradas, el Kas Vitoria lo dio todo delante de los suyos para intentar domar a la bestia, consiguiendo durante muchos minutos una igualdad que se antojaba utopía.

Con 21 puntos de Serrano, el órdago vasco fue total, aunque finalmente la clase de Luyk se acabó imponiendo. Ni veinte ni treinta… ¡Cuarenta puntos hizo Clifford! El 85-80 final, para el Real Madrid, un buen resumen del espectáculo presenciado en aquella cancha con frontón detrás de la canasta y solo una tribuna. La postal no se repetiría.

Y es que cuatro años más tarde, ya en 1971, la Copa regresaba a Vitoria-Gasteiz, con un nuevo marco como protagonista. Esta vez, tocaba Mendizorroza. Hasta el formato variaba, con final a partido único en lugar de fase final con ‘semis’ de previa al gran plato. Aquel año, repitió presencia

en la finalísima el Real Madrid, mientras que el Joventut se desquitó de su trago amargo del 67 para eliminar al Picadero y acceder a la finalísima.

En ese 23 de abril, todo parecía diferente. No solo el aspecto de la pista.

Las cámaras de Televisión Española entraban en juego y las gradas tomaban más colorido aún, con aficionados de todas las partes del país desplazándose para presenciar el espectáculo. “Aragón, imparcial, que gane el mejor”, rezaba durante el partido una gigante pancarta, como símbolo de la deportividad entre los 3.000 espectadores en un evento que empezaba a congregar a aficionados de otras ciudades, a veces incluso imparciales, dispuestos a disfrutar con deportividad del torneo. El germen de lo que acabaría siendo la Copa unos años después, con el cambio de formato y la presencia de más equipos en la fase final.

Había aroma a revancha por parte badalonesa, que vio cómo, tras llegar ambos empatados (20-1) a la última jornada liguera, el Real Madrid tiró de sangre fría para ser campeón. La venganza podía servirse en plato copero, si bien otra vez Luyk (18), esta vez muy bien secundado por Brabender (16), se vistió de héroe para el doblete de los blancos, con 72-63 de resultado definitivo. Santillana y Buscató lo probaron todo para cambiar el destino si bien la imagen de Anselmo López dándole a Emiliano la Copa Generalísimo acabó siendo la imagen del torneo.

A partir de ahí, transcurrieron casi tres décadas para otra fase final en Vitoria-Gasteiz. Concretamente hasta finales de enero del año 2000, en la última Copa del Rey del pasado siglo. Formato de ocho, con sus ocho anhelos, con sus ocho sueños, con sus ocho aficiones conviviendo juntas fuera de la pista. Fue la revolución colegial.

El Adecco Estudiantes, capaz de batir en las rondas anteriores al anfitrión

TAU Cerámica y al Caja San Fernando, se las tendría que ver con el líder de la ACB en aquel momento, el potente Pamesa Basket. Y si alguna vez hubo una duda sobre esa plantilla estudiantil, en la final volaron para siempre, con Alfonso Reyes merendándose a Beard para abrazar el MVP y los madrileños asaltando sin pedir permiso el entonces llamado Araba Arena para celebrar su gloria.

La emoción de los Carlos Jiménez o el MVP Alfonso Reyes, el clínic de Azofra frente a Rodilla, la euforia desatada de Chandler Thompson o el mítico “Esta Copa se ha roto” de Vandiver en el vestuario, tras algún accidente inoportuno con el deseado trofeo. “Este patio de colegio cada día es más grande”, exclamó Pepu Hernández después de ese 63-73 para la historia del Estu. No tardaría en repetirse la avalancha de emociones.

Todo pasó en 2002. Tras tres torneos en tres

sedes diferentes, por fin se repitió escenario. Con el peso del pleno madrileño en los precedentes, ninguno entraría en aquella final. Y después de 17 años sin que un equipo de casa ganara, tras tanto hablar de la maldición del anfitrión, el TAU Cerámica cambió por siempre su propia historia para levantar el título en una edición inolvidable. El TAU de los argentinos Nocioni, Oberto, Scola,

Sconochini o Gaby Fernández. El TAU del MVP Tomasevic. El TAU de Bennett, radiante e incontrolable, inmortal desde el momento en el que anotó el tiro final a tablero, imposible de responder por parte barcelonista, en la imagen icónica de aquel año. La exhibición estéril de Jasikevicius, los triples de Rentzias para ponérselo cuesta arriba a los de casa, los nervios de Querejeta en el palco, la explosión final de alegría, catarsis de carne y hueso.

“Estos chicos son capaces de romper cualquier tradición”, afirmaba Ivanovic con una leve sonrisa, tan cara de conseguir, después de su primer título (85-83), pocos meses antes de un doblete que aún enorgullece a la parroquia vitoriana.

Hasta 2008 no regresó el torneo al Buesa Arena. Y otra vez el Baskonia se erigió en protagonista, con la diferencia de que esta vez, su rival consiguió eclipsarle, como hizo con todo aquel que se cruzó en su camino hasta el trofeo de la Copa del Rey. El DKV Joventut de Aíto García Reneses. La Penya de los canteranos, de los jóvenes,

del descaro, de la valentía y el buen juego. La Penya de los Rudy Fernández, Ricky Rubio o Pau Ribas, descarados e irreverentes.

Aquel que se cargó al Pamesa en cuartos y al Real Madrid en semifinales, en aquel encuentro en el que Rudy Fernández se inventó el triple malabarista, el mismo que no tuvo miedo de jugar con toda la presión en contra para arrebatarle el título a los de casa (80-82). Los puntos de Fernández, el 3+1 de Mallet, la remontada local con Teletovic de líder, la réplica badalonesa y el adolescente Rubio decidiendo el título, tocando el cielo, desde la línea de personal, antes de que el propio Rudy se colgara al cuello la red y la bandera verdinegra en una foto para la historia.

Un lustro después, el que congeló el tiempo para teñirlo de blaugrana fue el FC Barcelona Lassa. La última Copa del Rey celebrada en Vitoria-Gasteiz, en 2013, tuvo un desarrollo diferente al resto. El encuentro que brilló por encima de todos no fue el de la final. Ni siquiera el de

semis. Ese Real Madrid-Barça Lassa de cuartos fue un regalo, un monumento al basket. Simplemente, uno de los mejores partidos que se vieron jamás en una fase final copera. 108-111 para el conjunto catalán. Dos prórrogas. Una final anticipada que despejó el camino a los de Xavi Pascual, imparables desde ahí hasta el trofeo.

En semis, el Baskonia no pudo hacer nada contra los barcelonistas (80-69), que aún vencieron por una diferencia más cómoda (85-69) al Valencia Basket en la final, con los alley-oop entre Huertas y Jawai y la inspiración del MVP Mickeal como últimas pinceladas de una Copa del Rey en Vitoria-Gasteiz.

El espectáculo vuelve a la capital vitoriana por séptima vez, convirtiéndose en la tercera ciudad con más ediciones coperas celebradas. Los días de adrenalina, los sueños del anfitrión, los recuerdos del ayer, el guiño a los viejos héroes en blanco y negro, la nostalgia y el deseo, la melancolía y los nervios. La Copa del Rey ya está aquí… y el guion, la historia habla, volverá a ser escrito con tinta cargada de épica.

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