PA PÁ PI E RNA SL A RG A S Jean Webster
Título original: Daddy-Long-Legs Jean Webster, 1912 Traducido a partir de la edición original (1912), de The Century Company De la traducción: María Sierra, 2015 Del poema de la página 59: Traducción de José Luis Rey. Incluido en Poesías completas, Emily Dickinson, Visor Libros, 2013 De los versos de la página 127: Traducción de José Antonio Montano De esta edición: © Turner Publicaciones S.L., 2015 Rafael Calvo, 42 28010 Madrid www.turnerlibros.com Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial. Ilustración de cubierta y rotulación: María Luisa Fruns Impreso en España Primera edición: septiembre de 2015 ISBN: 978-84-16354-04-7 Depósito legal: M-25869-2015 La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: turner@turnerlibros.com
Para ti
Miércoles negro
El primer miércoles de cada mes era la Perfecta Jornada Horrible: un día que se esperaba con temor, se superaba con valentía y se olvidaba con premura. Había que dejar los suelos impecables, las sillas sin una mota de polvo y las camas libres de la menor arruga. Los noventa y siete huerfanitos, por más que se resistieran, quedaban bien limpios, peinados y abotonados dentro de los mandilones de cuadros recién planchados con almidón, y a los noventa y siete se les recordaba que cuidadito con las buenas maneras, y que se decía “sí, señor” o “no, señor” cada vez que un patrono les dirigía la palabra. Era un día de lo más angustioso, y la pobre Jerusha Abbott, que para eso era la mayor de los huérfanos, siempre cargaba con la peor parte. Pero aquel primer miércoles del que estamos hablando, como todos, iba llegando lentamente a su fin. Jerusha se escapó de la trascocina, donde había estado haciendo emparedados para los invitados del hospicio, y se dirigió al piso de arriba para realizar sus tareas habituales. Tenía asignada a su cuidado personal la habitación F, donde once nenes de entre cuatro y siete años ocupaban once camitas puestas en fila. Jerusha reunió a toda la tropa, les alisó el mandilón arrugado, les sonó la nariz y los hizo ponerse en marcha, bien formalitos y jean webster 9
en línea de a uno hacia el comedor, donde finalmente la iban a dejar disfrutar de media hora de paz mientras tomaban pan, leche y pastel de ciruelas. Entonces por fin se sentó junto a la ventana y apoyó contra el cristal helado la sien que le martilleaba. Llevaba de pie desde las cinco de la madrugada, haciendo recados para todo el mundo, aguantando los regaños, las prisas y los nervios de la gobernanta. En privado, Mrs Lippett no siempre guardaba esa dignidad pomposa y esa contención con las que se enfrentaba al público de patronos y señoras de visita. Jerusha dejó vagar la vista por la amplia pradera helada que alcanzaba a ver tras la verja de hierro que rodeaba el orfanato, al pie de los montes salpicados de grandes residencias campestres y tras las torrecillas del pueblo que despuntaban entre las ramas desnudas de los árboles. Había acabado el día y, hasta donde ella podía saber, no había pasado nada malo. Los patronos y el comité visitante habían hecho su ronda de reconocimiento, se habían leído los informes, habían tomado el té, y ahora abandonaban el edificio a toda prisa para ir a calentarse delante de sus alegres chimeneas, olvidándose de aquella mínima pero fastidiosa carga durante al menos otro mes. La curiosidad, y un poco de nostalgia, la hicieron inclinarse para contemplar la procesión de carruajes y automóviles que cruzaba el portón del orfanato, siguiendo con la imaginación primero a un coche, y luego a otro, hasta las grandes casonas que punteaban la ladera. Ya se veía con un abrigo de pieles y un sombrero de terciopelo adornado con plumas, recostándose en el asiento y diciendo con toda naturalidad: “Lléveme a casa”. Pero la imagen perdía detalle y se hacía borrosa cuando llegaba a la entrada de la casa en cuestión. 10 papá piernaslargas
Jerusha tenía imaginación: una imaginación que, según Mrs Lippett, le traería más de un problema si no tenía cuidado, pero por mucho que la usara no conseguía ver más que el umbral del hogar al que quería entrar. Tenía diecisiete años, era pobre, decidida, de espíritu aventurero, pero nunca había puesto el pie en el interior de una casa normal. No era capaz de pintar en su mente la vida diaria de aquellos otros seres humanos, los que seguían con sus cosas sin huérfanos que los incomodaran. Jerusha Abbott, te llaman al despacho y creo que deberías ir rápido la-la-la. Tommy Dillon, que había empezado a cantar en el coro, subió las escaleras y recorrió el pasillo entonando esta melodía, cada vez a más volumen a medida que se acercaba a la habitación F. Muy a su pesar, Jerusha se separó de la ventana, dispuesta a enfrentarse de nuevo a las penalidades de la vida. –¿Quién me llama? –le preguntó a Tommy, con tal tono de angustia que lo hizo callar. Te llama Mrs Lippett que vayas al despacho y parece enfadadaaaa… …amén. Tommy dijo esto cantando, pero sin regodearse: hasta el huerfanito más pendenciero se compadecía de una compañera de fatigas cuando la llamaban al despacho para enfrentarse a la gobernanta enfadada. Y a Tommy le caía bien Jerusha, aunque a veces lo agarrase por el brazo y le jean webster 11
sonase la nariz con tanta fuerza que parecía a punto de arrancársela. Jerusha echó a andar sin decir nada más, pero con el ceño fruncido, preguntándose qué habría hecho mal. ¿Se ría que los emparedados estaban muy gruesos? ¿Alguien habría encontrado un trozo de cáscara en el pastel de nueces? ¿Se habría dado cuenta alguna de las señoras visitantes de que Susie Hawthorn llevaba un agujero en los leotardos? No se atrevía ni a pensar que alguno de sus angelitos de la habitación F –horror de los horrores– le hubiera dejado un “regalo” a algún patrono. El pasillo del piso inferior era largo y no estaba iluminado: al llegar al pie de la escalera, Jerusha vio todavía al último de los patronos, a punto de irse, en la puerta que conducía a las cocheras. La imagen fue rápida y solo le dejó la impresión de que el hombre era muy alto: con el brazo levantado, le hacía señas a un vehículo que lo esperaba en la curva del camino y, al echar a andar para abordarlo, los faros lo iluminaron por un instante y arrojaron contra la pared a su espalda la sombra nítida, grotesca, de unas piernas y unos brazos larguísimos que recorrían el suelo y subían por las paredes del pasillo. A Jerusha le pareció la viva imagen ampliada de una de esas arañitas que son todo patas y que en inglés se llaman “papá piernaslargas”. El gesto de preocupación que llevaba dio paso a una rápida carcajada. Jerusha era alegre por naturaleza, y se reía por todo a la menor ocasión: verle el lado gracioso a un patrono era algo inesperado, pero bienvenido fuera. Llegó así a la puerta del despacho de muy buen humor tras ese pequeño incidente, y saludó a Mrs Lippett con una sonrisa. Se sorprendió al ver que también la gobernanta parecía contenta; no tanto como para sonreír, pero 12 papá piernaslargas
con una expresión al menos tan afable como la que les mostraba a las visitas. –Siéntate, Jerusha, tengo que hablar contigo. Jerusha se dejó caer en la silla que encontró más cerca, casi sin aliento. Las luces de un vehículo destellaron al pasar junto a la ventana, y Mrs Lippett las siguió con la vista. –¿Te has fijado en el caballero que acaba de salir? –Lo vi de espaldas. –Es uno de nuestros patronos más acomodados, y ha donado grandes sumas de dinero para el sostén de esta casa. No estoy autorizada a mencionar su nombre, porque ha dado órdenes expresas de que quede en el anonimato. Jerusha abrió un poco los ojos: no era costumbre que la llamaran al despacho para que la gobernanta le contara las manías de los patronos. –Este caballero ha mostrado interés en otras ocasiones por algunos chicos de aquí. ¿Recuerdas a Charles Benton y a Henry Freize? Los dos fueron a la universidad con la ayuda de Mr…, en fin, de este patrono, y los dos le han devuelto la suma que con tanta generosidad invirtió en ellos aplicándose mucho y sacando buenas notas. El caballero no desea que se le pague de ninguna otra forma. Hasta ahora, su espíritu filantrópico se ha dirigido siempre a los chicos: nunca he sido capaz de despertarle el menor interés en ninguna de nuestras niñas, por mucho que lo merecieran. Debo decir que a este señor no le gustan nada las chicas. –No, señora –dijo Jerusha muy bajito, creyendo que en ese punto de la conversación tenía que decir algo. –Hoy, en el curso de la reunión ordinaria, salió el tema de tu porvenir. Mrs Lippett dejó aquí un momento de silencio, antes de retomar la palabra con una parsimonia que puso muy de punta los nervios ya tensos de su interlocutora. jean webster 13
–Como sabes, aquí los niños solo pueden estar hasta los dieciséis años, pero contigo se hizo una excepción. Acabaste la escuela primaria a los catorce y, como destacaste tanto en los estudios –mucho más, he de decirlo, que en conducta–, se decidió dejarte ir al instituto de secundaria del pueblo. Ahora estás a punto de terminar el bachillerato y esta casa no puede seguir manteniéndote más. Ya has disfrutado de dos años más que la mayoría. A Mrs Lippett se le olvidó mencionar el hecho de que Jerusha se había pagado la estancia trabajando sin cesar durante esos dos años, que siempre se daba preferencia a las necesidades del orfanato antes que a los estudios, y que en días como aquel la obligaban a quedarse allí para fregar. –Como iba diciendo, se habló del asunto de tu porvenir y se analizó tu expediente con todo detalle. Mrs Lippett miró a Jerusha como a un acusado en el banquillo, y la acusada puso cara de culpable porque le pareció que era lo que se esperaba de ella, aunque no recordara qué delito había cometido. –Por supuesto, en condiciones normales, a una joven en tu situación se le buscaría algún empleo en el que pudiera empezar a ganarse la vida, pero tus notas han sido muy buenas en algunas asignaturas. De hecho, parece que en lengua han sido excelentes. Miss Pritchard, una de las señoras de nuestro comité visitante, es miembro también de la junta escolar; ha hablado con tu profesor de oratoria y nos ha cantado largamente tus alabanzas. Hasta leyó en voz alta una redacción escrita por ti y titulada “Miércoles negro”. La expresión de culpabilidad de Jerusha, esta vez, fue del todo sincera. 14 papá piernaslargas
–En mi opinión, muestras muy poca gratitud poniendo así en ridículo a esta casa que tanto ha hecho por ti. Si no hubieras logrado que el texto tuviera gracia, no creo que te lo hubieran perdonado. Pero, por suerte para ti, Mr… en fin, este señor que se acaba de ir, parece tener un sentido del humor inagotable. Tras leer esa redacción tan impertinente, se ha ofrecido a mandarte a la universidad. –¿A la universidad? –Jerusha abrió unos ojos como platos. Mrs Lippett asintió. –Este señor se ha quedado al final para hablar conmigo de las condiciones, que son muy poco habituales. El caballero, he de decir, es algo excéntrico. Pero tú le has parecido original, y tiene el objetivo de que estudies para ser escritora. –¿Escritora? –Jerusha no podía pensar, solo repetir las palabras de Mrs Lippett. –Ese es su deseo; si se hace realidad o no, ya lo veremos. Quiere darte una asignación mensual muy generosa… yo incluso diría que, para una chica de tu edad que nunca ha tenido que gestionar el dinero, demasiado generosa. Pero me ha explicado su plan con todo detalle, y no me pareció que quisiera oír mis sugerencias. Durante este verano, te quedarás aquí, y Miss Pritchard se ha ofrecido amablemente a ayudarte en la preparación de tu guardarropa. Tu matrícula, tu alojamiento y las comidas se le pagarán directamente a la universidad y, durante los cuatro años que pases allí, recibirás treinta y cinco dólares al mes para tus gastos. Esta cantidad te permitirá mantener el mismo tren de vida que tus compañeras de estudios; te la enviará el secretario personal de este caballero una vez al mes. A cambio, tú has de escribirle una carta también una vez al mes, pero no para darle las gracias por el dinero, porque eso no quiere ni que se mencione: tienes que escribirle jean webster 15
una carta en la que le cuentes cómo van tus estudios, y tu vida diaria. En resumen, la carta que les escribirías a tus padres si vivieran. ”Estas cartas se las tienes que dirigir a John Smith y enviárselas a su secretario. El caballero no se llama John Smith, pero desea que no se sepa su nombre: para ti, es John Smith y nada más. Y si quiere que le escribas estas cartas es porque, según me ha dicho, cree que nada fomenta tanto la facilidad de expresión literaria como la tarea de escribir cartas. Dado que tú no tienes familia con la que mantener correspondencia, quiere que le escribas a él, porque además de esa forma podrá ir viendo si progresas. El caballero no responderá a esas cartas, ni tendrá en cuenta nada de lo que se diga en ellas, porque él odia escribirlas y no quiere que te conviertas en una carga para él teniendo que contestarte. Si en algún momento ocurre algo que precisa respuesta inevitable –por ejemplo, que te expulsen de la universidad, cosa que confío en que no ocurra–, debes dirigirte por carta a Mr Griggs, su secretario. Estas cartas mensuales son absolutamente obligatorias para ti: son el único pago que te exige Mr Smith, así que debes ser de lo más cumplidora a la hora de mandarlas, como si fueran una cuenta que tienes que pagar. Confío en que seas capaz de mantener siempre un tono respetuoso y que hagas honor a la educación que te hemos dado. No olvides nunca que le estás escribiendo a un patrono del Hogar Infantil John Grier. Jerusha volvió la mirada en dirección a la puerta, deseando salir de allí: la cabeza le daba vueltas de emoción y solo quería dejar de oír la cháchara de Mrs Lippett y pensar. Se levantó y trató de dar un paso atrás, pero Mrs Lippett la detuvo con un gesto: no iba a perderse la ocasión de seguir luciendo sus dotes oratorias. 16 papá piernaslargas
–Confío en que muestres la debida gratitud ante esta infrecuente y maravillosa oportunidad que se te presenta. No son muchas las chicas de tu posición que tienen la oportunidad de progresar así en la vida. Debes recordar siempre… –Yo…, sí, señora, muchas gracias. Si ha terminado, con su permiso tengo que irme a remendarle un agujero del pantalón a Freddie Perkins. Jerusha salió cerrando la puerta y Mrs Lippett se quedó mirándola con la boca abierta, interrumpida en mitad de la perorata.
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Las cartas de Miss Jerusha Abbott a Mr Papรก Piernaslargas Smith
Fergussen Hall, 215. 24 de septiembre Estimado amable señor patrono que envía a las huérfanas a la universidad, ¡ya estoy aquí! Llegué ayer en tren, tras cuatro horas de viaje. Es una sensación rara, ¿verdad? Nunca había ido antes en tren. La universidad es el sitio más enorme y confuso del mundo: cada vez que salgo de mi cuarto, acabo perdiéndome. Se la describiré un poco más adelante, cuando pueda pensar con más claridad, y le hablaré también de mis clases. El curso no empieza hasta el lunes por la mañana y ahora es sábado por la noche, pero quería escribirle ya para ir entrando en contacto. Es raro esto de escribirle cartas a alguien a quien no se conoce. Bueno, a mí me resulta raro escribirle cartas a alguien en general, porque en toda mi vida no habré mandado más de tres o cuatro: sea tan amable de perdonarme si las mías no le parecen ejemplares. Ayer por la mañana, antes de que me fuera, Mrs Lippet y yo tuvimos una charla muy seria. Me explicó cómo tenía que portarme durante todo el resto de mi vida, y especialmente cómo tenía que portarme con el amable caballero que está haciendo tanto por mí. Debo cuidar de tenerle siempre Mucho Respeto. Pero, ¿cómo se le tiene respeto a alguien que pide que lo llamen John Smith? ¿No pudo buscarse un nombre con un poquito más de personalidad? Esto es como escribirle al señor Poste de la Luz o al señor Armario de la Ropa. Me he pasado el verano pensando en usted: el que alguien haya mostrado interés por mí al cabo de tantos años jean webster 21
me hace sentir como si hubiera encontrado una especie de familia. Ahora me parece que tengo relación con alguien, y es una sensación estupenda. Sin embargo, debo decirle que cuando pienso en usted dispongo de pocos detalles en los que anclar la imaginación. Solo sé tres cosas:
I. es alto, II. es rico, III. odia a las chicas. Supongo, entonces, que podría llamarle Querido señor Comeniñas, pero no lo hago porque me parece que sería insultarme a mí misma. También podría ser Querido señor Millonario, pero eso sería insultarle a usted, como si lo único importante de su persona fuera el dinero. Además, el ser rico es una cualidad de lo más externa: a lo mejor no sigue siéndolo durante toda su vida. Son muchos los caballeros listísimos que acaban machacados en Wall Street. Pero lo que sí seguirá siendo toda su vida es alto, así que he decidido llamarle Querido Papá Piernaslargas. Espero que no le moleste: es solo un nombre cariñoso privado, entre nosotros. A Mrs Lippett no se lo contaremos. Dentro de dos minutos sonará el timbre de las diez de la noche. Nuestra jornada está dividida en segmentos marcados por los timbres. Comemos, dormimos y estudiamos a toque de campana: es de lo más animoso. Me siento todo el día como un bombero al que llaman por una emergencia. ¡Ya suena! Hay que apagar las luces. Buenas noches. Note usted qué bien obedezco el reglamento: esto es gracias a mi educación en el Hogar Infantil John Grier. Muy respetuosamente suya, Jerusha Abbott. 22 papá piernaslargas
A Mr Papá Piernaslargas Smith 1 de octubre Querido Papá Piernaslargas, amo la universidad y le amo a usted por haberme traído aquí. Soy muy, muy feliz, y estoy tan contenta a todas horas que casi no puedo ni dormir. No se puede usted imaginar lo diferente que es esto del Hogar Infantil John Grier. Jamás había soñado que pudiera existir un sitio como este en el mundo, y me da mucha pena todo el que no es una chica y no puede venir aquí. Estoy segura de que la universidad a la que usted asistió de joven no era tan preciosa como esta. Mi dormitorio está en el piso alto de una torre que tiempo atrás era el pabellón de enfermos infecciosos, antes de que se construyera la enfermería nueva. En mi piso hay otras tres chicas: una de último curso, que lleva gafas y siempre nos está pidiendo a las otras que hagamos menos ruido, y dos de primero que se llaman Sallie McBride y Julia Rutledge Pendleton. Sallie es pelirroja, tiene la nariz respingona y parece simpática; Julia, por su parte, viene de una de las mejores familias de Nueva York y aún no se ha enterado de que existo. Ellas dos comparten una habitación, mientras que la de último curso y yo tenemos habitaciones individuales. Las nuevas casi nunca disponemos de un dormitorio para nosotras solas, porque hay poquísimos, pero a mí me dieron este sin que tuviera ni que pedirlo. Supongo que al encargado de los alojamientos no le habrá parecido correcto que una chica de buena familia compartiera cuarto con una huerfanita. Para que vea que todo tiene sus ventajas. Mi habitación está en la esquina noroeste, y tiene dos ventanas con buenas vistas. Cuando alguien se ha pasado jean webster 23
dieciocho años en un pabellón compartido con veinte compañeras, resulta de lo más descansado estar a solas. De hecho, es la primera ocasión que tengo de llegar a conocer a Jerusha Abbott, y creo que va a caerme bien. ¿Cree que a usted le pasará lo mismo? Martes Las nuevas están organizando un equipo de baloncesto y creo que a lo mejor consigo entrar. Ya sé que soy muy bajita, pero también rapidísima, ágil y fuerte. Mientras las demás dan brincos por los aires, yo me puedo colar entre sus piernas y agarrar el balón. Me divierto muchísimo entrenando en el campo de deportes, por la tarde, con los árboles de color rojo y amarillo y el aire impregnado del olor de las fogatas, mientras todas las chicas ríen y gritan. Yo nunca había visto a unas chicas tan felices, y la más feliz de todas ellas soy yo. Tenía intención de escribirle una carta larga contándole todo lo que estoy aprendiendo (según Mrs Lippett, usted quiere saberlo), pero acaba de sonar el timbre de la séptima hora y tengo que estar en la cancha dentro de diez minutos con la ropa de deporte. ¿A que está usted deseando que me acepten en el equipo? Siempre suya, Jerusha Abbott. Posdata (a las 9 de la noche) Sallie McBride acaba de asomar la cabeza por la puerta de mi habitación, diciendo lo siguiente: “Echo tanto de menos mi casa que no puedo soportarlo. ¿No te pasa a ti lo mismo?”. 24 papá piernaslargas
Yo he sonreído un poco y he dicho que no, que creía que lo podría superar. Al menos hay una enfermedad que nunca voy a sufrir, que es la nostalgia del hogar. Nunca se ha oído hablar de nadie que eche de menos el orfanato, ¿verdad?
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10 de octubre Querido Papá Piernaslargas, ¿usted ha oído hablar de Miguel Ángel? Al parecer, fue un artista famoso que vivió en Italia en la Edad Media. En mi clase de literatura todo el mundo parecía conocerlo, y todas se rieron de mí a carcajadas porque dije que debía de ser un arcángel. No me diga que no suena a nombre de arcángel. El problema de estar en la universidad es que se espera de una que sepa muchas cosas que nunca ha aprendido, y a veces se pasa mucha vergüenza. Pero ahora, cuando oigo a las chicas hablando de algo que no he oído antes, me callo y luego lo busco en la enciclopedia. El primer día cometí un error terrible: alguien mencionó el nombre de Maurice Maeterlinck, y yo pregunté si estaba en nuestro curso. El chiste ha dado la vuelta a toda la universidad. Pero no me importó mucho, porque sé que soy tan lista como cualquiera de ellas, y más lista que algunas. ¿Le interesa saber cómo he decorado mi cuarto? Es toda una sinfonía en amarillo y tostado. Las paredes están pintadas de color crema y he comprado unas cortinas de algodón amarillo, cojines, un escritorio de madera (de segunda mano, por tres dólares), una silla de mimbre y una alfombra marrón que tiene una mancha de tinta en el medio. Lo que hago es colocar la silla encima de la mancha. Las ventanas están muy altas, tanto que desde un asiento normal no se puede mirar por ellas. Pero se me ocurrió desmontar el espejo de la cómoda, tapizarla por la parte de arriba y colocarla junto a la ventana: queda a la altura justa para sentarse allí. Basta con sacar los cajones de la 26 papá piernaslargas
cómoda, usarlos de escalones y subir a sentarse. Es comodísimo. Sallie McBride me ayudó a escoger todas estas cosas en la subasta que hacen las de último curso cuando se van, porque ella ha vivido siempre en una casa y sabe de decoración. No puede usted imaginarse lo divertido que es ir de compras, pagar con un billete de cinco dólares de ver dad y recibir el cambio para alguien que en toda su vida no ha tenido más que algunos céntimos. Puede estar se guro, querido Papá, de que le agradezco de verdad la asignación mensual. De todas las personas del mundo, Sallie es la más graciosa y Julia Rutledge Pendleton la menos. Resulta curiosa la mezcla que puede hacer el encargado de los alojamientos al asignar los cuartos. A Sallie todo le resulta divertido, hasta los suspensos, mientras que a Julia todo la aburre y jamás hace el menor esfuerzo por caer bien. Debe de creer que, apellidándose Pendleton, uno ya entra en el cielo sin que le pregunten nada más. En fin, Julia y yo no nacimos para ser amigas. Supongo que ahora estará usted esperando con gran impaciencia saber qué estoy aprendiendo, ¿no? I. Latín: la segunda guerra púnica. Aníbal y sus tropas instalaron ayer el campamento en el lago Trasimeno. Les tenían preparada una emboscada a los romanos, y a primera hora de la madrugada de hoy entraron todos en batalla. Los romanos van perdiendo posiciones. II. Francés: veinticuatro páginas de Los tres mosqueteros y los verbos irregulares de la tercera conjugación. III. Geometría: cilindros, acabados; ahora empezamos con los conos. IV. Lengua: estamos aprendiendo a exponer: mi estilo gana día a día en claridad y concisión. jean webster 27
V. Anatomía: llegamos ya al aparato digestivo. El próximo día, bilis y páncreas. Suya, en camino de convertirse en una persona ilustrada, Jerusha Abbott. Posdata. Espero que sea usted abstemio, Papá, porque no se imagina las cosas terribles que le hace el alcohol al hígado.
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Miércoles Querido Papá Piernaslargas, me he cambiado el nombre. En los listados aún soy “Jerusha”, pero para todo lo demás ahora me llamo “Judy”. Resulta de lo más triste darse a una misma el único sobrenombre que ha tenido nunca, y además ni siquiera es invento mío. Así me llamaba Freddie Perkins cuando aún no había aprendido a hablar bien. Ojalá Mrs Lippett se aplicara con un poco más de ingenio a la tarea de buscarles nombres a los bebés. El apellido lo saca de la guía telefónica –Abbott viene en la primera página–, y para nombre de pila se queda con el primero que encuentra: el de Jerusha lo vio en una lápida. Es un nombre que siempre he odiado, y sin embargo Judy me gusta: suena algo tonto, muy propio para el tipo de chica que yo no soy, una monada de ojos azules, mimada y consentida por toda la familia, que va por la vida tan feliz y sin preocuparse por nada. Qué placer ser así. A mí podrán acusarme de muchas cosas, pero no de que mi familia me haya echado a perder, por mucho que me divierta fingir que sí. Por favor, a partir de este momento llámeme Judy. ¿Le cuento una cosa? Poseo ahora tres pares de guantes de cuero. Hasta hoy había tenido mitones, que me regalaban en navidad, pero nunca unos guantes de piel de verdad, con cinco dedos. Cada poco rato los saco y me los pruebo: ya me cuesta bastante aguantarme las ganas de llevarlos a clase. (Timbre: hora de la cena. Adiós).
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Viernes
¿A que no sabe qué, Papá? La profesora de literatura ha dicho que mi último trabajo demuestra un nivel de originalidad poco corriente. Así mismo lo dijo, con esas palabras. Es cosa de no creerlo, ¿no le parece?, considerando que me he pasado dieciocho años bajo las directrices del Hogar Infantil John Grier, cuyo objetivo (como seguramente usted sabe y aprueba de corazón) es convertir a noventa y siete huérfanos en noventa y siete gemelos. Si la habilidad artística que exhibo aquí también le parece poco corriente es porque he practicado desde pequeñita dibujando a Mrs Lippett con tiza en la puerta de la leñera. Confío en no ofenderlo criticando así el hogar de mis primeros años, pero como aquí el que manda es usted, si cree que me pongo impertinente puede dejar de enviarme sus cheques. Ya sé que decir esto no es muy cortés, pero no esperará que tenga buenos modales… ya se sabe que un orfanato no es precisamente una escuela para señoritas finas.
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Ay, Papá, yo creo que en la universidad lo que más me va a costar no es el trabajo, sino el ocio. La mitad de las veces no entiendo nada de lo que dicen las chicas: hacen chistes que parecen siempre referidos a un pasado que todas comparten menos yo. Me siento como un marciano, como si no entendiera su idioma; es terrible sentirse así, y lo peor es que a mí eso me ha pasado toda mi vida. En el bachillerato, las chicas hacían grupitos y se me quedaban mirando: yo era rara, distinta, y todas se daban cuenta. Notaba perfectamente que llevaba las palabras “Orfanato John Grier” como escritas en la cara. Había algunas niñas más caritativas, que para dar ejemplo se acercaban a mí y me decían algo agradable: yo las odiaba a todas, y a estas últimas todavía más. Pero aquí nadie sabe que yo vengo de un orfanato. A Sallie McBride le he contado que mis padres murieron y que un anciano señor de buen corazón es quien me ha mandado a la universidad, lo que en sí mismo es verdad letra por letra. No quiero que usted piense que soy cobarde, pero reconozco que quiero ser como las demás, y que ese recuerdo amenazante del Terrible Hogar que se cierne sobre mí es lo único que me diferencia. Si pudiera olvidarlo y no volviera a salir a colación, yo creo que no tendría nada que envidiar a ninguna otra chica, porque en el fondo no hay otra diferencia importante, ¿no le parece? Y además, a Sallie McBride le caigo bien.
Siempre suya, Judy Abbott (antes Jerusha). Sábado por la mañana He vuelto a releer esta carta y no suena muy alegre que digamos, pero quizá usted quiera tener en cuenta que debo jean webster 31
entregar un trabajo el lunes por la mañana, y que luego habrá un control de geometría, y que no paro de estornudar por un catarro. Domingo Ayer me olvidé de poner esta carta en el correo, así que añado una posdata indignadísima. Esta mañana vino un obispo, y no se va a creer lo que nos dijo: “La mejor promesa que nos hace la Biblia es esta: ‘siempre tendréis pobres con vosotros’. Si están en el mundo, es para que nosotros podamos ejercer la caridad”. Fíjese qué forma de hablar de los pobres, como de unos animalitos domésticos de lo más convenientes. Menos mal que me estoy convirtiendo en una dama, porque si no al acabar el servicio hubiera ido a decirle un par de cosas.
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25 de octubre Querido Papá Piernaslargas, ya estoy en el equipo de baloncesto, y debería usted ver el moratón que llevo en el hombro izquierdo: azul, marrón, y con vetas de color naranja. Julia Pendleton hizo las pruebas para entrar, pero no la aceptaron. ¡Viva!
Ya ve que tengo malos sentimientos… La universidad cada vez me parece más preciosa. Me caen bien las chicas y los profesores, me gustan las clases, me gusta el campus y me gusta la comida. Dos veces por semana hay helado, pero gachas de maíz no hay nunca. Ya sé que, según se dijo, solo tenía que escribirle una carta al mes, y sin embargo lo estoy chinchando con una cada pocos días. Pero es que he estado tan emocionada con todas estas novedades que tengo que contárselo a jean webster 33
alguien, y solo lo conozco a usted. Por favor, perdóneme tanta verborrea, a partir de ahora me contendré. Si mis cartas lo molestan, no tiene más que tirarlas a la papelera. Le prometo no escribirle ya ninguna más hasta mediados de noviembre. Locuazmente suya, Judy Abbott.
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