EDITORAS Alejandra Martínez de Velasco Cortina María Elena Vega Villalobos
LOS MAYAS: VOCES DE PIEDRA Primera edición: © Ámbar Diseño, S.C., 2011 Segunda edición, revisada y ampliada: © Turner / Ámbar Diseño, S.C. / UNAM, 2015 Editan Turner Ámbar Diseño, S.C. Universidad Nacional Autónoma de México Directoras de la edición Alejandra Martínez de Velasco María Elena Vega Coordinación general Turner Dictaminadores Leticia Staines María del Carmen Valverde Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México Textos Maricela Ayala Falcón, José Crasborn Chavarría, Mercedes de la Garza, Arthur A. Demarest, Markus Eberl, Octavio Q. Esparza Olguín, Jesús Galindo Trejo, Ana García Barrios, Hugo García Capistrán, Nikolai Grube, Takeshi Inomata, Stanislaw Iwaniszewski, Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva, Harri Kettunen, Alfonso Lacadena García-Gallo, Lynneth S. Lowe, Elisabeth Marroquín Álvarez, Alejandra Martínez de Velasco Cortina, Carlos Pallán Gayol, Jorge Pérez de Lara Elías, Tomás Pérez Suárez, Asier Rodríguez Manjavacas, Roberto Romero Sandoval, David Stuart, Kenichiro Tsukamoto, Teresa Uriarte, Rogelio Valen cia Rivera, María Elena Vega Villalobos, Érik Velásquez García y Adriana Velázquez Morlet Diseño Adriana Sánchez Mejorada / Ámbar Diseño, S.C. Traducciones Jorge Pérez de Lara Cuidado de la edición Josefina Lusardi Índice onomástico y toponímico Ivonne Murillo, Ricardo Valdés y Jessica Juárez Fotomecánica Preprensa Digital / Juan Carlos Almaguer Impresión TF Artes Gráficas Encuadernación Ramos
Textos © de sus autores Fotografía © de los fotógrafos Ilustraciones © de los artistas ISBN TURNER: 978-84-16354-86-3 ISBN ÁMBAR DISEÑO: 978-607-7896-34-0 Depósito Legal M-26160-2015 CONACULTA.-INAH.-MEX; Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de la obra ni su tratamiento o trasmisión por cualquier medio o método, electrónico o mecánica, sin la autorización previa y escrita del editor. Distribuido en España por Machado Grupo de Distribución machadolibros@machadolibros.com Les Punxes Distribuidora punxes@punxes.es www.punxes.es Distribuido en Latinoamérica por Océano info@oceano.com www.oceano.com DISPONIBLE EDICIÓN EN INGLÉS Distribuido en Estados Unidos por DAP orders@dapinc.com www.artbook.com Distribuido en Europa por ACC DISTRIBUTION sales@antique-acc.com www.accdistribution.com/uk
No hay rastro de torpeza ni barbarie en el diseño de las proporciones; por el contrario, el conjunto porta un aire de simetría arquitectónica y grandeza; y cuando el forastero asciende por las escalinatas y contempla asombrado las puertas abiertas y desoladas, es difícil creer que lo que tiene ante sí es el trabajo de una raza en cuyo epitafio los historiadores han escrito: desapareció en la oscuridad de una vida salvaje y sin arte. John Lloyd Stephens, Incidents of Travel in Yucatan, 1843.
El Adivino, Uxmal, Yucatán, México.
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CONTENIDO
El Palomar, Uxmal, Yucatán, México.
DE LAS EDITORAS
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PRÓLOGO David Stuart
15
MAPA DE MESOAMÉRICA
18
CUADRO CRONOLÓGICO CULTURAL
20
INTRODUCCIÓN La identidad maya Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
23
EL ARTE DE UNA CULTURA ANCESTRAL I. Contextos arqueológicos de las inscripciones clásicas Lynneth S. Lowe Negrón
43 45
ii. El arte maya: revelaciones de la nobleza María Teresa Uriarte Castañeda
55
iii. Superficies inmortalizadas por el cincel y el pincel Alejandra Martínez de Velasco Cortina
73
UNA ESCRITURA JEROGLÍFICA iv. Los idiomas: historia y diversidad Tomás Pérez Suárez
87 89
v. El calendario Maricela Ayala Falcón
97
vi. Lengua y literatura mayas jeroglíficas Alfonso Lacadena García-Gallo
113
vii. La escritura jeroglífica Erik Velásquez García
123
viii. Los libros de papel plegado Nikolai Grube
141
EL MUNDO DE LO SAGRADO ix. Dioses del cielo, dioses de la tierra Ana García Barrios
159 161
x. Las entidades y las fuerzas anímicas en la cosmovisión maya clásica Erik Velásquez García
177
xi. Profecías y augurios María Elena Vega Villalobos y Erik Velásquez García
197
xii. La astronomía Erik Velásquez García, Jesús Galindo Trejo y Stanislaw Iwaniszewski
205
xiii. Miradas al inframundo Roberto Romero Sandoval
231
LOS SERES HUMANOS ANTE LOS DIOSES xiv. Danzando con los dioses: el ritual del baile Rogelio Valencia Rivera
243 245
xv. Su aliento se separó: la muerte en el periodo Clásico Markus Eberl
257
xvi. El juego de pelota: confluencia de lo humano y lo divino Erik Velásquez García
267
REYES, REINAS Y CORTESANOS xvii. El señor sagrado: los gobernantes Asier Rodríguez Manjavacas
281 283
xviii. Los miembros de la corte Asier Rodríguez Manjavacas
299
xix. Escenificando la vida maya: una imagen congelada Takeshi Inomata
311
xx. Bajo los auspicios de Itzamnaaj: los escribas en los palacios reales Nikolai Grube
321
EL ENTORNO CONSTRUIDO xxi. Templos, palacios y tronos: las ciudades María Elena Vega Villalobos
329 331
xxii. Representaciones del poder: los monumentos Elizabeth Marroquín Álvarez y José Crasborn Chavarría
349
xxiii. Espacios de la escenografía ritual Octavio Q. Esparza Olguín y Kenichiro Tsukamoto
361
xxiv. Los espacios cortesanos: voces de Lakamha’ Jorge Pérez de Lara Elías
371
LA GUERRA xxv. La guerra: técnicas, tácticas y estrategias militares Harri Kettunen
387 389
xxvi. De armas y ataduras: guerreros y cautivos Hugo García Capistrán
403
EL PAISAJE POLÍTICO xxvii. Rasgos de la organización sociopolítica Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
415 417
xxviii. De la selva al mar: los mayas de la Costa Oriental Adriana Velázquez Morlet
427
xxix. Interacción geopolítica e influencia a larga distancia en las Tierras Bajas Carlos Pallán Gayol
441
xxx. Apogeo-colapso: el fin de la civilización clásica de las Tierras Bajas Arthur A. Demarest
467
EPÍLOGO Mercedes de la Garza Camino
483
FUENTES SUGERIDAS
489
ÍNDICE
497
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Y DE ILUSTRACIONES
508
AGRADECIMIENTOS DE LAS EDITORAS
511
SANANDO HERIDAS
513
12
DE LAS EDITORAS Los mayas: voces de piedra es un volumen dedicado a la historia de esta civili zación durante el periodo Clásico a través del estudio de sus textos jeroglíficos, que en los últimos años ha visto grandes avances y novedades sorprendentes. Los objetos materiales, legado de destacados artistas que plasmaron imágenes sobre diversos soportes, permiten conocer sólo una parte de la cosmovisión y las costumbres del fascinante mundo de los antiguos mayas. El desciframien to de su escritura jeroglífica nos ha permitido acceder a nueva información que la plástica no registra. Se han podido reconstruir vidas y obras de los gober nantes antiguos, cargos y funciones de personajes importantes de las cortes mayas, rituales y ceremonias realizados, así como las diversas guerras y alian zas establecidas entre las ciudades. Los capítulos que los lectores encontrarán en este libro son el resultado de la ardua investigación de especialistas en la civilización maya, quienes pre sentan sus conocimientos más novedosos de manera accesible a todos aquellos interesados en la historia de esta cultura. Por tratarse de una compilación de diversos académicos respetamos la ortografía individual sugerida en la transcripción de los textos jeroglíficos, así como los desfasamientos en las dataciones. Los nuevos capítulos, esquemas, mapas e ilustraciones de esta nueva edi ción revisada y ampliada, harán la lectura más rica y atractiva para todo tipo de lectores. Este es un libro imprescindible para los interesados en adentrarse al complejo mundo de los antiguos mayas y en profundizar en sus manifestacio nes artísticas, su organización política, sus rituales mortuorios, su escritura, la guerra, la arquitectura, la vida cotidiana y muchos otros aspectos de esta gran civilización.
Detalle de un incensario, Palenque, Chiapas, México.
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PRÓLOGO
Detalle del Dintel 24, Yaxchilán, Chiapas, México.
Fue a fines de la década de 1970, cuando apenas entraba en la adolescencia, que se originó la que sería la pasión de mi vida por todas aquellas cosas que tienen que ver con los mayas. Desde luego que aquellos años fueron una época de cambios profundos y sumamente estimulantes en todo el planeta, y el pequeño e íntimo mundo de los estudios mayas no fue la excepción. Re cuerdo claramente las conversaciones de mis padres, ambos arqueólogos, sobre descubrimientos que permitían entender mejor tanto las ruinas como a sus antiguos constructores, y parecía que el mundo oculto de los antiguos mayas comenzaba a develarse: después de tanto tiempo, los jeroglíficos por fin podían leerse, rescatando para la historia elencos enteros de gobernantes olvidados y, tras un larguísimo silencio, los antiguos mitos volvían a revelar se. Era difícil sustraerse a la gran emoción que flotaba entonces en el ambiente, hace ya cuatro décadas, cuando todo cuanto ocurría tenía el aire de un gran descubrimiento. Mi primera mentora en los estudios mayas fue Linda Schele, responsa ble de muchos de los profundos cambios que se operaron en nuestra per cepción y comprensión de los antiguos mayas. Tengo un claro recuerdo del tiempo que compartimos en Palenque en el verano de 1978, cuando intenté aprender con avidez toda la información que ella era capaz de proporcionar me. Linda siempre tenía una idea novedosa o un desciframiento nuevo que, con un entusiasmo desbordado, quería compartir con los demás. Para aquel jo ven que era yo entonces, cuyo máximo deseo era ser arqueólogo y epigrafis ta, ese mundo pletórico de descubrimientos parecía estar pasando demasiado rápido, dejándome atrás. ¿Qué más podía descifrarse o descubrirse?, me pre guntaba. Sentados en el porche de la casa de Merle Greene Robertson en Palenque, recuerdo haberle hecho esta pregunta: “Linda, ¿queda algo más por descifrar? ¡Parecería que ustedes ya lo saben todo!”. En aquel tiempo yo no podía darme cuenta de qué tan poco era lo que se sabía. El desciframiento de los jeroglíficos mayas continuó a un ritmo acelerado a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, y tuve la gran fortuna de ser parte de ese notable esfuerzo de co laboración, compartido con muchos colegas, entre los que se cuentan Peter
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Mathews, Stephen Houston, Nikolai Grube, Simon Martin, Alfonso Lacadena y muchos otros. Logramos grandes avances en la lectura de las inscripciones talladas en monumentos de piedra y en las piezas de cerámica decorada, y resultó que muchos de los desciframientos que pensábamos haber hecho en los años setenta y ochenta eran incorrectos: debieron revisarse y perfeccionarse posteriormente. Pero ésta es la manera en que se avanza. Ahora, como resultado de esos esfuerzos, nos hallamos ante miles de obras escritas provenientes del mundo de los antiguos mayas. Por citar sólo algunos ejemplos, en la actualidad podemos leer deta lladas narraciones míticas de Palenque, registros de las actividades rituales en Copán, la historia de las guerras y alianzas de Dos Pilas, y el registro de inauguraciones de templos en Chichén Itzá. Encontra mos que cada ciudad es muy diferente de las demás en su selección de temas a tratar y en la manera en que los presentaron por escrito en sus monumentos. Así, la variedad y la riqueza de la antigua cultura maya se revelan ante nosotros de una manera inédita, como dejan muy en claro los diferentes ensayos que componen este volumen de Los mayas: voces de piedra. A veces me pregunto si la época que se vive actualmente en los estudios mayas es similar en algu nos aspectos a los primeros días de la egiptología de principios del siglo xix, cuando el desciframiento que hizo Jean-François Champollion de los jeroglíficos egipcios, las “llaves de Egipto”, abrió de par en par las puertas de toda una civilización. Me parece que, si bien nos tomó mucho más tiempo descifrar los jeroglíficos mayas, el paralelo no es descabellado. Es así que, tanto para los mayistas del futuro como para los de hoy en día, muchos de los cuales son autores de los ensayos que ustedes están por leer, recién comienza gran parte de una ardua y emocionante tarea.
David Stuart Austin, Texas
Detalle del Tablero del Palacio, Palenque, Chiapas, México.
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17
MESOAMÉRICA Tankahuitz
HUASTECA
Cóporo Ranas
Tuxpan Toluquilla
Pénjamo
Chapatongo
Chapala
Cojumatlán Zacapu
Chupícuaro
Huandacareo
Azcapotzalco Texcoco Tlatilco Tlapacoya Tlatelolco Tenochtitlan Cuicuilco Teotenango Malinalco
Apatzingán
Tepoztlán Xochicalco Coatetelco Chalcatzingo
Ixtapan Zirándaro
Xiutetelco Tlaxcala
Misantla
Filobobos
Tepeapulco Teotihuacan
Tzintzuntzan Pátzcuaro
TOTONAC A
Xochitécatl
MEZCAL A
Remojadas
Yucuita Chilapa
Chilpancingo Totolapan Coyuca
Tlapa
Yanhuitlán
Huahutla
Tetela Laguna de los Cerros
OLMECA
Coixtlahuaca Tuxtepec
Cuicatlán
Huitzo Tilantongo San José Mogote Huijazoo Huamelulpan Yagul Dainzú Mitla Monte Albán Zaachila Coyuca Tlaxiaco
Malinaltepec
Tres Zapotes Matacapan
Cerro de las Minas
Xochipala Tepoltzis
La Mojarra
Atlixco
Teotitlán del Camino
Teopantecuanitlán
Isla de los Sacrificios
Cerro de las Mesas El Zapotal
CENTRO DE MÉXICO
Balsas
Cempoala
Oceloapan
Cacaxtla
Cerro de los Monos
San Miguel Amulco
Quiahuiztlán
Cantona
Cholula
Teloloapan El Pochote
Yohualinchan Tulancingo
Texcoco
Pátzcuaro
Tingambato
Cuyuxquihui Huapacalco
Actopan Tula
Cuitzeo
Región Capacha
Tabuco Tajín
Ixtepete
El Opeño
Castillo de Teayo
MIXTECA
San Lorenzo Las Limas El Manatí
ZAPOTECA Laguna Zope
Miahuatlán Río Viejo Tututepec Simbología
Ocelotepec
Sitio del periodo Preclásico Sitio del periodo Clásico Sitio del periodo Posclásico Límite aproximado de las regiones culturales División política actual
0
50
100 km
Nopala
Océano Pacífico
Santa María del Mar Guiengola
Yalah au
El Meco Komchén
Dzibilchaltún Izamal Aké
Acanceh Oxkintok
Chunchucmil
Ek Balam
Jaina
Sayil
Golfo de México
TIERRAS BAJAS DEL NORTE
Santa Rosa Xtampak Dzibilnocac
Edzná
Isla Cozumel
Tulum Muyil
Uxmal Kabah
San Gervasio
Balankanché Cobá
Chichén Itzá Mayapan
Cham potón
Chacchoben Bacalar
Isla del Carmen
Becán
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Candelaria Us u
ma
La Venta
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cin
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Pomoná
Palenque
El Mirador Nakbé San Bartolo
Yaxhá
Piedras Negras Us u
Yaxchilán
Toniná
ma
Petén Itzá
Holmul Blackman Eddy Naranjo Xunantunich
Ucanal
cin
ta
Cahal Pech
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Altar de Sacrificios Dos Pilas
lva
Mar Caribe
Caracol Nim Li Punit
Ceibal Aguateca
Pusilhá Cancuén
Chinkultic
oon rst Sa
TIERRAS ALTAS DEL NORTE
Izapa
Suchia te
K'umarcaaj Atitlán Tak’alik Ab’aj
PLANICIE COSTERA DEL PACÍFICO
Izabal
ch Polo
Zaculeu Zacualpan Utatlán
lce
Du
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El Portón
Quiriguá
gua
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Ch
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De la Pasión
Chiapa de Corzo
Lamanai
Xultún
Nakum
Tikal
Colhá
Río Azul
Uaxactún
San Pedro Mártir
Cuello
nd
o
Calakmul
TIERRAS BAJAS CENTRALES
Cerros
Nohmul Ho
Comalcalco
Chetumal
Santa Rita Corozal
Kohunlich
Río Bec Grijalva
Ixkabal
Dzibanché
Copán
Mixco Viejo
Iximché El Baúl
Kaminaljuyú
TIERRAS ALTAS DEL SUR mpa Le
lúa
INTRODUCCIÓN LA IDENTIDAD MAYA Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva
HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA CULTURA MAYA En 1950, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier señaló que los antiguos mayas habían creado un arte universal, singular y plural, colocando las creacio nes culturales mayas en el contexto mundial y entre los más altos logros alcanzados por las comunidades humanas en Oriente y Occidente; pero al mismo tiempo destacó su identidad propia, singular y original, que la dife renciaba de todas. Y con esta misma conceptualización hizo relevante el hecho de que en su desarrollo temporal, desde que adquiere su ser propio en el i milenio a.C. y hasta nuestros días, es posible visualizar una amplia multiplicidad de expresiones con matices distintos, de tal manera que se abre la posibilidad de varias culturas mayas, como la prehispánica, la colo nial y la contemporánea, así como también la cultura maya de las Tierras Bajas o de las Tierras Altas.
EL MEDIO AMBIENTE Figura 1. Hacha votiva, Palenque, Chiapas, México. Los antiguos mayas practicaron la deformación cra neal, que los dotó de una fisonomía muy particular. Ésta se observa en todas sus representaciones plásticas, en las que los artistas prefirieron la imagen de perfil de los personajes tanto humanos como divinos.
El área maya es el territorio continuo donde habitaron y habitan pueblos que hablan idiomas mayas. Se acentúa la unidad espacial porque, aunque no es conocido por muchos, el huasteco es una lengua mayance, pero se distribu ye en el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas. Sin embargo, los huastecos se separaron del tronco lingüístico mayance algunos siglos antes de Cristo y pertenecen a una tradición cultural diferente a la maya. El territorio maya comprende la parte oriental de los estados de Tabasco y Chiapas, los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en México, así
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Figura 2. Volcán, Pacaya, Guatemala.
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como Guatemala, Belice y la parte occidental de Honduras y de El Sal vador. Es un área de aproximadamente 325 000 km². En general, los conocimientos populares asocian a los mayas prehispánicos con selvas cerradas y oscuras. Pero el hecho real es que desarrollaron una unidad cultural en medios múltiples y con diversas características, las cuales no sólo son distintas sino hasta opuestas: pues existen regiones con grandes precipitaciones pluviales (como Chiapas) y zonas con poca precipitación (como la Península de Yu catán). Asimismo, el relieve es otro ejemplo de esta variación: en los altiplanos de Chiapas y Guatemala hay cadenas montañosas de ori gen volcánico que alcanzan hasta 4 000 m de altura, mientras que gran parte de la Península de Yucatán es plana y está al nivel del mar, incluso algunas porciones se hallán por debajo de dicho nivel. Existe una división básica con referencia al entorno físico donde se desarrollaron los mayas: Planicie costera del Pacífico, Tierras Altas y Tierras Bajas. La separación de su espacio geográfico está marcada por una porción costera de Chiapas y Guatemala y la parcelación del territorio de acuerdo con la altura, teniendo como límite los 800 m sobre el nivel del mar, en Tierras Altas contando hacia arriba de esta elevación y, en Tierras Bajas, tomando hacia abajo de esta cota. Las llanuras costeras de Chiapas y Guatemala se caracterizan por ser un territorio cubierto de mangle, lagunas y esteros, con de sembocaduras de ríos procedentes de las montañas, razón por la cual es un ambiente rico en flora y fauna dependiente de este medio físico ribereño. Su clima es de tierra caliente (tropical), con dos es taciones, llamadas comúnmente de secas y de lluvias. La facilidad de supervivencia en un medio ambiente tan rico en recursos alimenticios, y de producción de bienes comerciales como el cacao y el algodón, brindó las posibilidades de rutas de paso para el comercio desde tiempos de los olmecas (en el periodo Preclásico), que perduraron y se agilizaron hasta la época de los mexicas (en el Posclásico). En el aspecto cultural, es un territorio que tuvo gran relevan cia en las raíces de la identidad maya, en sitios como Tak’alik Ab’aj, Chocolá y El Baúl, Guatemala, en el periodo Preclásico. Las Tierras Altas se integran a una altiplanicie con cadenas mon tañosas de origen volcánico que generan valles elevados. Destacan la Sierra Madre de Chiapas, la Sierra de los Cuchumatanes, la Sierra de Chamá, la Sierra de Chuacús y la Sierra de las Minas o Montañas del Mico, en Chiapas y Guatemala. Es tierra templada, donde las tempera turas oscilan entre los 15o y los 25o C e incluye valles fértiles para las labores agrícolas, así como las fuentes de donde nacen las grandes co rrientes fluviales que surcan los suelos mayas: el Motagua, y los tribu tarios que integran los ríos Usumacinta y Grijalva. Las Tierras Altas brindaron a los mayas recursos pétreos vitales para su subsistencia, como obsidiana —una roca volcánica vítrea que se encontraba en las canteras de El Chayal, en los flancos del valle del Montagua, y en Ixtepeque, 85 km hacia el sureste—, rocas volcáni cas como la andesita para herramientas, y la jadeíta y la serpentina para atavíos de lujo. Asimismo, en esta área se encuentra el nicho
ecológico donde habitaban los quetzales, cuyas plumas fueron alta mente apreciadas por los mayas. Todos ellos constituyeron materias primas que pusieron en sus manos elementos valiosos para su desa rrollo tecnológico y para el comercio. Esta región también fue generadora de elementos de identidad de la civilización maya, como el destacado Kaminaljuyú, en el valle de Guatemala; El Portón, en el valle de Salamá; y Chalchuapa, en El Sal vador. En otras épocas florecieron sitios como Chinkultic, en los Altos de Chiapas; y Asunción Mita, en Jutiapa, Guatemala. En el momen to de la conquista española había gran vitalidad en las Tierras Altas, en los estados de Utatlán, Iximché y Mixco Viejo, Guatemala. Al pie de las grandes serranías comienza a descender el terre no, con suelos sobre todo cársticos o de calizas, donde la agricultura es difícil y poco productiva. Sin embargo, estos terrenos poco fértiles brindaron a los mayas la materia prima para la construcción de las ciudades, desde la infraestructura hasta los grandes templos y pa lacios (véase “Templos, palacios y tronos: las ciudades” en este volu men). Asimismo, proporcionó el material pétreo para la decoración de las ciudades mayas. Esta área, donde predomina el bosque subtropi cal lluvioso, las sabanas y el bosque bajo de matorral y arbustos, es, aunque parezca paradójico, la zona que en tiempos prehispánicos estuvo más densamente poblada. Ello se debió a la biodiversidad del bosque subtropical lluvioso, la cual es una de las más altas del mundo, por lo que la obtención de alimentos es y sería fácil: hay una apropiación inmediata de especies de flora y fauna —comestibles y medicinales— y brinda facilidades tanto para plantar huertos como para practicar la crianza de animales domésticos, ejercitar la caza, la pesca y la apicultura. Así, las limitaciones para la explotación agrícola fueron supera das por los beneficios alimenticios que el entorno les ofrecía, con lo que se deja atrás la idea de que los mayas sólo se alimentaban de maíz, frijol, chile y calabaza. Su dieta fue rica y variada en calorías y proteí nas, pues de las selvas tropicales aprovecharon el árbol del ramón —los granos de sus frutos sustituirían al maíz en épocas de escasez—, el aguacate y diversas frutas. De animales como el jaguar, el ocelote, el venado, la zorra, el conejo, el pavo, el pecarí, la danta o tapir, el manatí y otros mamíferos menores aprovecharon su carne, pieles y huesos. También se valieron de todos los animales acuáticos, aéreos y rastre ros asociados a ambientes de ríos, lagunas, bajos, pantanos y cenotes. El territorio maya está surcado por largas corrientes fluviales y limitado por costas, las cuales no sólo facilitaron el comercio (fueron los caminos más eficaces, pues los mayas no utilizaron la rueda ni los animales de tiro), sino también las comunicaciones humanas, que permitieron la continua transmisión de elementos culturales de los litorales a zonas interiores, y entre Tierras Bajas y Altas. Dos ríos son los más largos del área y hoy sirven de límites entre países: el Usu macinta y el Motagua. El primer río nace en los Altos de Guatemala, alimentado por el Salinas, cuyo curso superior recibe el nombre de Chixoy o Negro, y el de la Pasión (figura 3), así como el río mexicano de Lacantún. Ya formado, integra el límite con el país vecino, une la
altiplanicie con la planicie y desagua en el Golfo de México. El segun do río se origina también en los Altos guatemaltecos y desemboca en el límite costero con Honduras, en el Golfo de Honduras. Ambos ríos se desempeñaron como un camino práctico hacia el mar Caribe. Por todo ello, tanto las comunicaciones humanas como las comer ciales contaron con los medios para hacer fluir los intercambios de mercancías y de rasgos culturales. Otro río limítrofe es el Hondo, que separa México de Belice. Un sistema fluvial importante fue el río Grijalva, cuyo nacimiento se inicia principalmente en los Altos de Chiapas, en los ríos Mexcalapa y Sierra, y se une al Usumacinta antes de su desembocadura. Otros cuerpos de agua básicos para la subsistencia de los mayas fueron los lagos y cenotes. La biodiversidad de los primeros atrajo el asentamiento y el desarrollo, como lo fueron el lago Petén Itzá y la cuenca que lo forma, en el norte de Guatemala, y los de Atitlán, Ama titlán y Miraflores, en los Altos de ese país. Este último fue sede de uno de los primeros estados integrados en el área maya: Kaminaljuyú. La condición caliza de los suelos de la Península de Yucatán hace que el agua se filtre por sus poros hasta suelos impermeables, pero va desgastando sus capas y en algunas partes las cúpulas de las corrien tes interiores se derrumban formando los cenotes (dz’onot), que sir vieron no sólo para rituales sacrificiales, como generalmente se cree, sino también como fuentes de agua dulce y de productos alimenticios acuáticos (figura 5). Debido a que se ha partido de la conceptualización de que las ma yores civilizaciones de la Antigüedad se desarrollaron a orillas de gran des ríos, rodeados de suelos profundos y fértiles, en climas templados y de estaciones definidas, se cree comúnmente que las selvas fueron
Figura 3. Río de la Pasión, Municipio de Sayaxché, Guatemala.
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medios hostiles y extraordinarios retos para el pueblo maya. Sin embargo, ahora que se conocen sus recursos alimenticios, médicos y de materias primas, es posible destacar su enorme riqueza y cambiar de opinión para puntualizar que el entorno físico de los mayas proporcionó todos los medios para su manutención.
LA HISTORIA MAYA Puede afirmarse que los pueblos mayas tuvieron historias paralelas, que se han dividido para su estudio en varios periodos: el Preclásico, de 2000 a.C. a 300 d.C.; el Clásico, de 300 a 900; el Clásico Terminal o de “Colapso”, de 900 a 1000; y el Posclásico, de 1000 a 1542. Sin embargo, en toda el área las comunida des no tuvieron las mismas formas, ni los mismos ritmos de desarrollo, ni hubo regiones específicas con una evolución precisa que sucedió una a la otra, como propuso el arqueólogo Sylvanus G. Morley en su teoría de 1946, aún muy popular, del Antiguo Imperio para las Tierras Bajas del sur y del Nuevo Imperio para la Península de Yucatán. En toda el área maya hubo muchas fundaciones y florecimiento de sitios; unos con ocupaciones muy prolongadas, como Dzibilchaltún, en Yucatán, México, la cual fue habitada desde el año 400 a.C. hasta la llegada de los españoles. De Kaminaljuyú, en la altiplanicie guatemalteca, puede decirse que tuvo un asentamiento fechado en 1200 a.C., el cual fue abandonado hacia el año 1000 d.C. Otras ciudades, en cambio, fueron brevemente ocupadas, como San Bartolo, en Guatemala, entre 500 a.C. y 200 d.C., o Dos Pilas, también en Guatemala, que fue fundada en el año 634 y abandonada a fines del siglo viii. Así, el área maya fue el escenario de muy diversos procesos y, por tanto, de numerosos florecimien tos, algunos en auge hasta la llegada de los españoles, como Acalán, en la cuenca del río Candelaria, que Hernán Cortés visitó en su viaje a Las Hibueras, en el siglo xvi.
Páginas 26-27: Figura 4. Baño de la Reina, Palenque, Chiapas, México. Palenque se sitúa estratégicamente en la frontera entre las Tierras Altas y Bajas del área maya, proporcionán dole rutas comerciales y una gran variedad de recursos naturales. Figura 5. Cenote. En el área de Yucatán estos pozos na turales son importantes para la obtención de agua por la inexistencia de ríos en superficie. También fueron espacios de alta actividad ritual.
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Los primeros tiempos: el Preclásico (2000 a.C.-300 d.C.) Al parecer, alrededor del año 10000 a.C., el área maya comenzó a ser ocupada por pueblos que no fueron ca zadores de mega fauna, sino recolectores de plantas silvestres, peces, moluscos y animales pequeños, sobre todo mamíferos. Pero en ese entonces había una homogeneidad cultural con el resto de los pueblos meso americanos. El proceso de diferenciación con todos ellos tuvo múltiples sitios de origen y fue autóctono, es decir, los principios de la cultura mesoamericana no vinieron de fuera. Es de destacar que el ser cultural maya fue originario, porque comúnmente se ha considerado a la cultura olmeca como madre de las cultu ras mesoamericanas, como señalan los libros escolares. Hoy en día, los arqueólogos han encontrado las raíces ancestrales de la cultura maya. Alrededor del año 1000 a.C. pueden ubicarse los orígenes de la construcción de la identidad maya: desde esos tiempos hay un cambio sustantivo en la forma de vida, al pasar, primero, de una trashumante a una semi sedentaria, de la cual se han encontrado restos líticos, para finalmente llegar a una vida total mente sedentaria. Un logro fundamental de esa época fue la cerámica. Sin embargo, en este avance hubo pueblos ve cinos de extracción mixe-zoqueana que preceden a los mayas. Hacia el año 1500 a.C. los pueblos de esa región comenzaron su producción alfarera, en parte de la costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala, y en las tierras altas de Chiapas, quizá con influencia de América del Sur. En el sitio de Mazatán, Chiapas, es donde aparece la cerámica más temprana (1550-1400 a.C.) en la fase que los arqueólogos llaman Barra, primero con la realización sobre todo de tecomates; después, en la fase Lacona (1400-1250 a.C.) se multiplicaron tanto las formas como la decoración y se crearon elegantes vasijas. Pero hay tradiciones locales que comprueban la variedad de sitios donde se comenzó a hacer cerá mica en el área maya. Los objetos más tempranos de barro, llamados pre-Mamón, se nombran de acuerdo con las fases Cunil del Valle del río Belice, Eb del centro del Petén, Xe de Altar de Sacrificios, y Ceibal y Swasey/Bolay de Cuello y Colha, en los actuales Guatemala y Belice. Esta producción alfarera comparte muchos rasgos que permiten vislumbrar un sistema común de creencias gestado a través de una continua interacción de la población nativa.
Figura 6. Figura de personaje sedente, Uaxactún, Petén, Guatemala. Las rutas comerciales se incrementan desde el Preclásico Tardío (400 a.C. a 250 d.C.) permitiendo el uso de nuevos materiales para la producción de objetos suntuarios; el uso de la fucsita en la talla de este personaje de cerca de 25 cm de altura es evidencia de ello.
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No se trata de villas de agricultores de tiempo completo que ha bían comenzado a practicar desde el año 3000 a.C., sino de comuni dades que se alimentaban de productos hortícolas y de animales, básicamente peces y mamíferos, como lo atestiguan las excavaciones en Cahal Pech, Cuello y Colha, en Belice. Asimismo, para principios del i milenio a.C. se explotaban depósitos minerales locales, como el granito y el sílex, pues se encuentran artículos importados, tales como obsidiana para cortar, rocas volcánicas para moler y jadeíta para adornarse, lo que significa que se estaban estableciendo las ru tas comerciales regionales y del comercio exterior. Entonces, se inició la construcción de edificios de mampos tería en sitios como Altar de Sacrificios, en la cuenca del río de la Pasión; Nakbé, en el Petén central, ambos en Guatemala; y Cuello, en Belice. Asimismo, fue la época en que empezaron a disponerse las habitaciones en cuatro esquinas para formar patios interiores. Por otro lado, se originó la costumbre de enterrar a los familiares, con ofrendas, debajo de las habitaciones, lo que manifiesta cre encias en torno a los difuntos y culto a los antepasados (véase “Su aliento se separó. La muerte en el periodo Clásico” en este volu men). Los nuevos edificios y sus diferencias con los más sencillos ponen en claro que la división social ya tenía manifestaciones ma teriales que son reconocibles en el contexto arqueológico. De ese tiempo, se registran, en los restos materiales, algu nos rasgos culturales olmecas (figuras 6 y 7). Hay sitios donde el impacto del sistema iconográfico olmeca dejó más huellas, mien tras que en otros apenas se encuentra alguna pieza escultórica o cerámica. Entre los sitios donde la presencia olmeca es más os tensible, están, en Guatemala, centros como Tak’alik Ab’aj, Monte Alto, La Blanca, Ujuxté, Buena Vista y Balberta, en la costa, y Ka minaljuyú, en las Tierras Altas; así como Chalchuapa en El Sal vador; y, Pijijiapan, San Isidro y Chiapa de Corzo, en los Altos de Chiapas, México. Si bien la cultura maya ya estaba perfilada hacia el año 1000 a.C., todavía no alcanzaba el rango de civilización, el cual adquirió alrededor del año 700 a.C., cuando aparecieron los estados. La den sidad demográfica se elevó y algunos sitios crecieron más que otros, lo que provocó el surgimiento de una jerarquización de asentamien tos, al mismo tiempo que se ejercieron relaciones de dominio y obe diencia entre las distintas clases de poblados; es decir, se integraron entidades políticas. Aparecieron los líderes ostentando autoridad, quienes alcanzaban el dominio por prestigio, carisma y fuerza, y que recibían alguna clase de tributo de la población, pero parece que to davía no había una herencia sistemática del poder. Con el incremento demográfico y su concentración en determi nados poblados se requirió de prácticas agrícolas más productivas, lo que generó la realización de grandes obras hidráulicas, con la cons trucción de canales y represas, así como modificaciones topográficas en terrazas. También se expandió el comercio con el consiguiente crecimiento y diversificación de las rutas, y se elevó la producción artesanal, debido a la especialización en el trabajo y la multipli
cación de objetos para la vida diaria y para el consumo suntuario de las élites. Estos mismos grupos de poder institucionalizaron una religión de Estado con presencia de las fuerzas esenciales de la vida cotidia na de los pueblos, como el agua, la tierra, el sol y el maíz, ya que eran comunidades que dependían directamente de los recursos del medio ambiente. Estos elementos generaron símbolos y actos de veneración por medio de rituales, pero también fueron el estímulo más directo para el incremento de las construcciones monumentales de carácter religioso. Esto originó el urbanismo; la creación de infraestructura de caminos, puentes, así como la disposición de los edificios junto a las plazas en los grandes asentamientos. La idea en auge en los años cincuenta del siglo xx, que soste nía que los mayas prehispánicos fueron un pueblo pacífico, ha sido desechada del todo, pues la imagen que hoy se tiene de su sociedad señala que desde la época Preclásica emprendieron guerras de una manera regular y frecuente. Además, también desde tiempos tem pranos, los mayas practicaron el sacrificio humano ritualizado de cautivos, de acompañantes de los difuntos y diversas víctimas como ofrendas a los dioses. Otro gran logro de ese entonces fue el surgimiento de regis tros cronológicos y de la escritura jeroglífica. Hasta ahora se han reportado ejemplos antiguos de textos jeroglíficos en monumen tos como la Estela 1 de El Portón, en el valle de Salamá, en la Baja Verapaz (400 a.C.), los murales recientemente encontrados en San Bartolo, en el Petén central (300 a.C.) y la Estela 10 de Kaminaljuyú, todos ellos en Guatemala, por mencionar algunos.
Dos estados con estas características, conocidas a través de los numerosos estudios arqueológicos, son Kaminaljuyú, en los Altos de Guatemala, y Nakbé, en el Petén central. Kaminaljuyú, quizá el asenta miento de mayor tamaño de su tiempo, fue un lugar de concentración de una numerosa población, como se observa en los restos de sus resi dencias, cocinas, pirámides, entierros y monumentos. Ello obligó a sus pobladores a buscar alternativas para una agricultura más productiva, por lo que construyeron un sistema de canales a fin de abrir el caudal del lago Miraflores a los campos de cultivo aledaños con una serie de obras de ingeniería hidráulica. También desarrollaron la producción de objetos y el comercio con el beneficio de la mina de obsidiana de El Chayal y, con ello, Kaminaljuyú fue sitio de partida y de llegada de la ruta a Teotihuacan, México. En las Tierras Bajas, el centro de la civilización maya más signifi cativo fue Nakbé, otro Estado temprano con arquitectura monumen tal de edificios de más de 46 m de altura, precedidos por monumentos del complejo altar-estela. En éstos se define el tema central que sería característico de este tipo de esculturas: figuras humanas con diver sos atributos. Al mismo tiempo, otras capitales comenzaron a descollar, como El Mirador, Uaxactún y San Bartolo, en Guatemala; Cerros, Lamanai, Cuello, Nohmul, en Belice; Calakmul, en Campeche, México; y Kom chén y Dzibilchaltún, en Yucatán, también en México. En algunas de estas ciudades los edificios fueron decorados con grandes masca rones de estuco. En esa época, se hizo común, en el área maya, la erección de este las formando conjuntos con altares (figura 13), con representaciones,
Figura 7. Figurilla de personaje, Costa del Pacífico, Guatemala. Esta pieza cerámica muestra una clara influencia olmeca caracte rística de las representaciones plásticas del Preclásico.
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