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GRANDES HISTORIAS audaZ, pasional, testaruda

TuRBiaS

Paola Cantatore Alessandro Vicenzi
Ilustraciones de Daria Tommasi Traducción de Blanca Gago

INTRODUCCIÓN

maRY Para sieMPRe

Nuestra manera de ver el mundo empezó a cambiar en una noche repleta de historias de fantasmas, por una apuesta entre amigos que permitió a una joven de diecinueve años dar forma a la oscuridad. Su nombre era Mary y aquella noche plantó la semilla de su novela más célebre, Frankenstein o el moderno Prometeo, que en estos doscientos años no ha dejado de reimprimirse y lo ha cambiado todo. Mary, en realidad, no sabía entonces que estaba dando vida al monstruo más longevo y prolífico de la literatura occidental, pero ¿quién sino ella era capaz de crearlo? Hija de una de las primeras feministas de la historia, Mary Wollstonecraft, y del brillante filósofo anarquista William Godwin, aprendió la audacia y el inconformismo desde la más tierna infancia. Escritora de libros en una época en que las mujeres solo podían aspirar a ser ángeles del hogar, Mary nos regaló dos arquetipos inmortales: el científico que se cree omnipotente pero fracasa y su criatura, símbolo de quien se siente rechazado desde su nacimiento. Tuvo que publicar el libro desde el anonimato, porque entonces la escritura femenina era un tabú, pero no se rindió. Nunca. Inteligente, tenaz, dotada de una imaginación y una amplitud de miras extraordinarias, Mary estaba impulsada por el mismo espíritu libre que su madre, pero al mismo tiempo era muy sensible y vulnerable. En su diario se describía así: «Una mujer que, entera y despóticamente dominada por sus sentimientos, vive, por así decirlo, una vida interior del todo diversa a la exterior y aparente».

en oTraS palaBraS, Si viviera hoy eScribiRía fraseS enigmáticaS debajo de
selfies en las redes sociales

Los demás solían verla como una mujer fría, pero en su interior fluía una «corriente submarina», el magma de un volcán. A veces contradictoria, otras previsible, otras difícil de entender, como cualquier persona, Mary tuvo una vida de todo menos sencilla. Dolida por la ausencia de su madre, que murió poco después de haberla traído al mundo, se enamoró de un poeta casado, con una hija y un bebé en camino, y lo siguió en su periplo por el mundo, desafiando las convenciones de la época y sacrificándolo todo por él: la carrera, la dignidad, la reputación… Su existencia estuvo marcada por la continua alternancia de pequeños logros y abismos de desesperación. En una época en que las mujeres no tenían voz, y casi aplastada por los «grandes hombres» de su vida, Mary hizo de todo para hacerse oír. Le llevó un cierto tiempo, pero al final lo consiguió: después de doscientos años, su creación aún suena con una voz muy potente. En Frankenstein se volcó a sí misma con sus contradicciones, la vida y la muerte y toda la tristeza del mundo. Mary no solo cambió para siempre el rostro de la narrativa mundial, sino que, además, su criatura inmortal seguirá poblando nuestras peores pesadillas durante mucho tiempo.

la historia eS decididamente
Más tuRbia de lo que cuentan los libRos de texto…

BYron y suS amigos eran tan tRanSgresoRes que se fueron de vacaciones al lago. ¡no se les ocuRrió nada más viejuno!

ERA UNA NOCHE OSCURA Y TEMPESTUOSA...

bastante abuRrida

En el gélido y lluvioso verano de 1816, los cielos de Cologny, Suiza, estaban llenos de nubes grises y relámpagos centelleantes. En una mansión a orillas del lago de Ginebra, un grupo de jóvenes ingleses observaba las llamas que se agitaban inquietas en la chimenea. Eran poetas, literatos, intelectuales, todos guapos, ricos, jóvenes y heridos. El más famoso de todos ellos era George Gordon Byron, un lord que, con veintiocho años, gozaba de un gran éxito literario, siempre de la mano de una pésima reputación. Demasiado salvaje para los salones de la alta sociedad, a principios de año tuvo que abandonar Inglaterra a toda prisa para refugiarse en Europa, huyendo de escándalos y deudas de juego. Con él estaban John William Polidori (veintiún años, médico personal de Byron y experto en sustancias prohibidas), Percy Bysshe Shelley (también poeta), Mary Wollstonecraft Godwin (diecinueve años, amante y futura consorte de Shelley), y Jane Clairmont (más conocida como Claire, como se hacía llamar, hermanastra de Mary y ex de Byron). Su plan de pasar unas tranquilas vacaciones al aire libre no contaba con un inesperado suceso que provocó un descenso de varios grados en las temperaturas de aquel verano, así como lluvias torrenciales a diario.

Hoy Serían cantantes faMosoS o eStrellas de cine mujeriego, impenitente, iRascible y cRuel… ¡de lord no tenía nada!
cuando Se tRata del deStino...
PueS SÍ, HaY gente
Que se dedica a calcular esTe
TiPo de cosaS

EL AÑO SIN VERANO

¡adiós,

oPeración bikini!

En abril de 1815, el volcán Tambora, en la isla de Sumbawa, Indonesia, quedó pulverizado tras una erupción extraordinaria. Fue una de las erupciones volcánicas más potentes registradas en la historia: se estima al menos diez veces más violenta que la del Vesubio, en 79 d. C., que arrasó las ciudades italianas de Pompeya y Herculano. Los estruendos de las explosiones se oyeron a mil doscientos kilómetros de distancia, en la isla de Java, y los pocos testimonios lo bastante valientes como para observar el acontecimiento de cerca —y lo bastante afortunados como para poder contarlo— afirmaron que el volcán entero se transformó en una masa de lava incandescente. La cumbre del volcán desapareció vaporizada, proyectando cenizas y lapilli en un radio de mil trescientos kilómetros. Los efectos de la erupción se hicieron notar en todo el mundo: la tierra, envuelta en una nube que no filtraba los rayos de sol, se enfrió bajo unos cielos siempre oscuros y gélidos. Ya entrada la primavera, el hielo estropeó gran parte de las cosechas de América del Norte y Europa Occidental, y lluvias incesantes cayeron por todas partes; en junio, Quebec se cubrió de una capa de treinta centímetros de nieve, y luego le tocó a Nueva York; en julio y agosto, los ríos y lagos de Pensilvania estaban helados. En Hungría e Italia cayeron abundantes nevadas de color rojo, a causa del polvo de la erupción. Una de las

consecuencias más trágicas fue la escasez de comida, en una Europa que, poco a poco, empezaba a recuperarse de las consecuencias de las guerras napoleónicas; hubo revueltas y levantamientos en Francia y Gran Bretaña, con asaltos a las reservas de cereales. Los gatos y el musgo se convirtieron en alimentos habituales.

Las rápidas variaciones de temperatura, las enormes tormentas, los temporales y las inundaciones contribuyeron a difundir el terror. Corría la voz de que el Sol estaba apagándose y pronto se le despegaría un pedazo para precipitarse sobre la Tierra. El 17 de julio, los vendedores ambulantes distribuyeron por las calles de París un siniestro opúsculo titulado Detalles sobre el fin del mundo mientras aseguraban que el Apocalipsis empezaría al día siguiente —cuando se registró una irónica pero efímera mejoría—. Volvieron las lluvias y ya no se fueron en prácticamente todo el verano. Tampoco Suiza se libró de la furia del hielo; y mientras Byron y sus huéspedes se calentaban junto a la chimenea de su casa de vacaciones, fuera muchos morían de hambre y frío. «Una lluvia que parecía eterna nos confinó en Villa Diodati —escribió Mary en una carta— y desde allí contemplábamos el temporal que se avecinaba por la otra orilla del lago, observando los juegos de luces entre las nubes en diversos puntos del cielo». Así, la noche del 16 de junio, mientras fuera arreciaba el temporal, ella y los demás se inventaron un juego para matar el tiempo y olvidarse del golpeteo incesante de la lluvia.

cuando los gaTos de la época vieron el percal, dejaron de saltar a la Mesa duRanTe las coMidaS

Según loS anceStros de QuieneS hoy creen en las QuimioestelaS, Todo eRa culPa del cienTífico esTadounidense Benjamin franklin, ¡que Había alTerado el clima con sus expeRiMentos con raYos!

loS MonsTRuoS de

VILLA DIODATI

en el siglo xix, el jaraBe de láudano se uSaba hasta para tranquilizaR a loS niñoS, Que no neceSitaban acepTar caRaMeloS de ningún exTraño porque Ya estaban allí los padreS para dRogarlos

Arrebujados en torno al fuego, los jóvenes pasaban los días charlando y pimplando botellas y más botellas de alcohol mezclado con láudano. El ambiente oscuro, alegrado por los truenos que retumbaban en la noche plomiza, era ideal para contar historias de miedo. Byron encontró en la biblioteca un libro de historias de fantasmas, Fantasmagoriana , y los espectros evocados con su lectura lenta y en voz alta, que reverberaba en toda la casa, se confundían con el humo viscoso que se elevaba en retorcidas espirales de la chimenea, se escondían entre los pliegues de las cortinas y se unían al viento que se colaba por las grietas de las amplias ventanas de la mansión. En una de las historias del libro, un grupo de viajeros se contaba las experiencias sobrenaturales que habían vivido. Eso inspiró a Byron para proponer un reto: cada uno debía improvisar una historia de miedo, y la más espeluznante sería la vencedora. Como suele

aY, cuando no haBía

cualQuier cosa después de unos cuantos vasos de vino...

ocurrir en esas ocasiones, de inmediato la idea fue acogida con entusiasmo, pero el reto de escritura no obtuvo los logros esperados. Shelley escribió algunas historias de fantasmas que solo se publicaron a su muerte, del todo prescindibles. Byron esbozó el inicio de una novela de vampiros que dejó a medias. Polidori empleó el mismo tema para escribir un relato con el imaginativo título Elvampiro , que luego todos creyeron escrito por Byron. Aquella noche, Mary no escribió ni una sola línea, pero unos días después, en duermevela, oyó a Byron discutir sobre los progresos de la ciencia médica y la posibilidad de reanimar un cuerpo mediante la electricidad, desafiando los principios divinos y recreando la vida. Aquella noche tuvo una horrible pesadilla:

«Vi —con los ojos cerrados pero una visión mental muy nítida— al pálido estudiante de artes diabólicas arrodillado junto a la criatura que había armado. Vi la forma horrenda de un hombre tendido y luego, mediante algún poderoso artefacto, vi cómo empezaba a dar señales de vida… Era espantoso, como espantoso debía ser el efecto de cualquier intento humano de parodiar el maravilloso mecanismo del Creador del mundo…».

¡cuesTa adivinar el tema!

Se levantó de un salto, asustada y con el corazón en la garganta. Trató de pensar en otra cosa, pero era imposible. Hasta que se le ocurrió la idea: ya tenía una historia que contar. Lo que la aterrorizaba a ella aterrorizaría a los demás. A la mañana siguiente, con todas esas imágenes en la cabeza, empezó a escribir lo que se convirtió en una de las novelas más famosas del mundo: Frankenstein . Se desconoce Qué Papel Tuvo

claiRe en el reto. lo Más seguro eS que Hiciera unos dibujos en loS cRisTales empañados o algo aSí
de una veZ por Todas: ¡fRankenStein es el cienTífico, no el MonsTruo!

¡MI NOMBRE ES FRANKENSTEIN!

Frankenstein, o el moderno Prometeo está considerada una de las mejores novelas de terror del siglo xix, que hace de puente entre los mitos antiguos y lo que más tarde será la ciencia ficción. Es la historia del doctor Victor Frankenstein, que descubre el secreto que permite devolver la vida a la materia inerte. Ensamblando partes de cadáveres robados de los cementerios y las cámaras mortuorias, consigue crear un ser gigantesco, provisto no solo de pasiones e instintos animales, sino también de un alma. La criatura observa a los seres humanos, se aplica en hablar como ellos, lee la mejor literatura, aprende los sentimientos y las aspiraciones de los humanos, desea frecuentarlos, conocerlos, ayudarlos, hacerse querer. Sin embargo, su aspecto abominable lo condena: todos lo rechazan y huyen despavoridos

en cuanto intenta acercarse, confunden sus gestos amables con agresiones —su fuerza sobrehumana no ayuda, claro—. Apartada de los seres humanos, la criatura se hace consciente de su propia deformidad y empieza a albergar odio y rencor crecientes hacia los demás, sobre todo hacia su creador, del cual decide vengarse: primero asesina a su amigo y luego a su hermano y su mujer. Al final trata de eliminar al doctor Frankenstein, pero este consigue escapar. Entonces el monstruo huye para refugiarse en las tierras deshabitadas del Polo Norte, donde el doctor acude en su busca para el ajuste de cuentas.

El relato de Mary tiene una estructura de caja china —un capitán de barco recoge el testimonio del científico, que a su vez cuenta el del monstruo que ha fabricado— y muchas claves de lectura. Las posteriores versiones y adaptaciones cinematográficas han hecho a la criatura inmortal, pero también han contaminado y desvirtuado el espíritu original. De todas maneras, no está nada mal para lo que empezó como un juego entre amigos y un relato de unas pocas páginas. Fue Percy Shelley quien animó a Mary a desarrollar la idea y, para ella, la criatura y su novela siempre fueron un recuerdo de los días felices en los que germinó esa historia. Con excepción de Mary, el destino tenía reservado un trágico final para el cuarteto de Villa Diodati: Polidori se suicidó en 1821 con una sobredosis de veneno, Percy murió ahogado en 1822 y Byron falleció de fiebres en Grecia en 1824; pero ¿qué caminos habían llevado a Mary a cruzarse en las vidas de lord Byron, Polidori y Percy Shelley? Para contarlo, hace falta remontarse mucho tiempo atrás, hasta llegar a sus padres, que en modo alguno eran personas corrientes…

«Tengo fiebRe, me muero»,
Quién saBe lo que MarY habría pensado de los Tornillos en el cuello Y la piel veRde

«aY, estos HoMBreS. Bah, poR dos RayitaS en el terMóMetro, ¡qué te vas a MoriR!... ¡dios mío, george, noooo!»

loS hechos)

UNA NUEVA VIDA

nacida en la sangre

Era casi la medianoche del 30 de agosto 1797 cuando, en una casa de los suburbios de Londres, nació Mary. Sus padres esperaban un niño, pero el hecho de que fuera niña no cambió en modo alguno las cosas: estaban muy felices. Mary vino al mundo en un período tumultuoso, a caballo entre la Ilustración y el Romanticismo. Era una época de progreso, ciencia y razón, pero también bañada en sangre: la Revolución francesa malograda en el Reinado del Terror derivó en una desenfrenada lucha por el poder que casi redujo Europa a cenizas. Una época de caos y

la Revolución francesa fue un hecho histórico muY complejo cuyaS consecuencias aún son oBjeTo de debate, pero paRa los verdugoS de París solo fue una época de mucho trabajo: una veZ tuvieRon que MataR a 1.306 PerSonas en TreS díaS

rupturas en la que, sin embargo, muchos creían que el pensamiento racional triunfaría y la lógica guiaría a Gran Bretaña y al mundo para salir de las tinieblas, hacia la luz, elevando la cultura a nuevas cumbres de refinamiento y realización. Los padres de Mary se encontraban justo en el centro de este hervidero de ideas subversivas. Su madre, Mary Wollstonecraft, era una pionera del feminismo, recién huida de Francia junto a su hija mayor, Fanny. En 1797 ya era célebre gracias a escritos revolucionarios como Vindicacióndelosderechosdelhombre(1790) y Vindicacióndelosderechosde lamujer (1792). Su padre, William Godwin, anarquista utilitarista, había publicado Investigaciónacercadelajusticiapolíticaen 1793. Anticonformistas, como corresponde a los intelectuales radicales, y en nada conservadores, la pareja se había resistido a la idea del matrimonio y llevaba casada muy poco, desde marzo.

una Serie Brillante tRágicamenTe inteRrumpida Por los Pocos géneroS reconocidoS en el siglo xviii

Pensaba que la ausencia de pRivilegioS beneficiaría a Todos los Seres HuManoS —excePto a los que ya tenían

UN PADRE COMPROMETIDO

William, el padre de Mary, nació —el séptimo de los trece hijos de John y Anna Godwin— en Wisbech el 3 de marzo de 1756. Su padre era un fervoroso calvinista, ministro de la Iglesia de los disidentes ingleses, y murió joven, lo cual fue, en cierto modo, un alivio para William, pues ambos tenían una relación muy complicada. Él se convirtió en el único recurso de la familia, así que su madre lo inscribió en una escuela religiosa, la Hoxton Academy. A la edad de once años era el único alumno de un hombre que William describió como un «pequeño tirano dispuesto a viajar ochenta kilómetros por el placer de matar un buey», lo cual lo llevó a odiar, durante el resto de su vida, las obligaciones de toda clase. Durante una breve época fue sacerdote independiente de la Iglesia de Inglaterra, pero no se sintió a gusto en ese papel. Tras abandonar la carrera eclesiástica, se apasionó por la política. Cuando Napoleón declaró la guerra a Inglaterra, se convenció de que su libro Investigación acerca de la justicia política podría contribuir a evitar la que sería una de las guerras más largas y sanguinarias entre ambos países. La idea central del libro era la siguiente: la sociedad, tal y como era, no estaba bien porque el poder esclavizaba a los seres humanos. Las leyes, los gobiernos, las convenciones como el matrimonio y la pobreza tenían que desaparecer. Mientras hubiera reglas impuestas, los seres humanos nunca podrían acceder a la verdad, porque cuando se sometían a algún tipo de control, ya fuera bueno, malo o incluso basado en el sentido común,

difÍcil

Se negaBan a que el estado se implicaRa en cuesTiones religioSas. una postura un poco exTrema en inglateRra, ¡donde quien reina eS también jefe de la igleSia deSde la edad media! como buen futuRo anarQuiSta

Quien no tenía ganaS de leerSe el rollo sobre justicia política podía contentarse con la novela las cosas coMo son o las aventuRas de caleB WilliaMS , también de William godwin, que exponía las mismas ideas en un tHrilleR aPasionante, ¡con un pRófugo inocente perseguido poR unos malvados aRisTócRatas y su panda de impeRialisTas!

ya no eran libres de razonar. De hecho, el único instrumento a nuestra disposición para poder alcanzar la verdad era, para Godwin, la razón. Así, un día se plantó en la puerta de la Embajada francesa en Londres, esperó a que saliera el embajador, lo atisbó pese a la escolta que lo rodeaba y le dio un ejemplar de su libro. Lo más seguro es que el embajador, después de hojearlo distraído, se lo diera a algún sirviente para que lo metiera en una bolsa a criar moho. El primer ministro británico, William Pitt, quizá lo leyó, pero dijo que ni se iba a molestar en censurarlo porque costaba demasiado para el bolsillo del británico medio. Sin embargo, en poco tiempo se vendieron cuatro mil ejemplares, y los lectores de todas las clases sociales se pusieron a comentarlo animadamente en cualquier rincón. William Godwin se convirtió en el símbolo del pensamiento anarquista entre los círculos radicales ingleses de finales del siglo xviii.

MARY WOLLSTONECRAFT

… ¿Quién? eSpeRa, que Miro en la Wikipedia con amoR de Hija

Mary, la segunda de siete hijos, nació en Londres en abril de 1757, hija de Edward y Elizabeth Wollstonecraft. Su padre, a quien ella definía como «arisco y déspota», empinaba el codo, levantaba la mano, trabajaba lo menos posible y dilapidaba en el juego el poco dinero que entraba en casa. Su madre murió joven, de modo que Mary tuvo que cuidar a sus hermanos y hermanas durante años, y ya entonces infringía toda clase de convenciones: cuando su hermana Elizabeth sufrió una depresión posparto, ella la convenció para que huyera de su violento marido aunque eso supusiera a ambas enfrentarse a las críticas feroces de la sociedad. Volcánica y rebelde, sus amistades fueron intensas y

apasionadas; la que mantuvo con Frances Blood (Fanny), a quien conoció de joven, marcó su vida para siempre. A los veinticuatro años, Mary se fue a vivir con ella junto a su hermana Elizabeth y el hijo de esta. Juntas abrieron dos escuelas infantiles, en una época en que a las mujeres se les permitía, como mucho, ser damas de compañía o amas de llaves. Fue una idea audaz, pero no tuvo mucho éxito. Fanny acabó casándose con un viejo amigo suyo, Hugh Skyes, dejó la enseñanza y se fue a Lisboa, donde murió de parto. Mary despreció toda su vida a Skyes, pues lo consideraba culpable de la muerte de Fanny. Destrozada, unos días después del funeral tomó un barco rumbo a Londres, donde la esperaban sus estudiantes. En 1787 publicó EducationofDaughters (La educación de las hijas), pero cuando sus escuelas tuvieron que cerrar, a Mary no le quedó otra que aceptar un puesto de gobernanta en el castillo de lord Kingsborough, en Mitchelstown. Mediante la aplicación de sus métodos educativos con los hijos del aristócrata, que estaban a su cargo, refinó su experiencia pedagógica, lo cual le vino muy bien cuando el editor Joseph Johnson, fascinado por su primer libro, le propuso algo nunca antes sucedido en la historia de la literatura mundial: convertirse en escritora y vivir de su propia escritura. Jamás una mujer se había atrevido a tanto. Lady Mary Wortley Montagu había tenido que disculparse por traducir al filósofo griego Epicteto. Sin embargo, Mary Wollstonecraft estaba lista para la revolución: conquistaría su libertad y su independencia con los ingresos de la escritura. en la época en que Murió fanny, la taSa de Mortalidad del parto eRa SiMilaR a la de un depoRte exTremo. una MujeR que se lanZa hoy en día en paRacaídas Tiene

MenoS pRobabilidadeS de MoriR que una

finales

anteS de iR a PaRís, mary se enaMoró del pintoR suiZo HeinRicH füsSli, que Solo tenía un peQueño defecTo: ya eStaBa casado y no Tenía ninguna inTención de dejar a su mujer

POR INTENTARLO

QUE NO QUEDE

E¡claro que Sí! ¿Por qué no llamar aSí a su hija? en el fondo, eRa un noMBre que Su amiga
había llevado de Maravilla
Que Había sido boniTo, peRo Ya eRa Hora de cambiar de aiRes

n mayo de 1796, William cargaba con el fracaso de la escuela que había intentado abrir, mientras que Mary podía presumir de dos intentos de suicidio y una hija de dos años, Fanny. Coincidieron un día en casa de una amiga común, pero ya se conocían de antes. En noviembre de 1791 se habían sentado a la misma mesa, invitados por el editor Johnson. Ella era una joven impetuosa, indomable y cultísima. Se pelearon durante toda la velada y no volvieron a verse en muchos años. Sin embargo, el segundo encuentro con William fue muy distinto del primero. La atrevida Mary Wollstonecraft se había transformado en la humilde y desesperada Mary Imlay. En diciembre de 1792, según contó, se trasladó a París para vivir de cerca la Revolución. Allí conoció a Gilbert Imlay, estadounidense veterano de la guerra de Independencia. Entre ellos surgió el amor y, cuando al año siguiente Inglaterra entró en guerra junto con Prusia y Austria en contra de Napoleón, Imlay, para protegerla, la hizo pasar por su esposa. Aunque siempre había sido contraria al matrimonio, Mary pensó que la solución de hacerse pasar por la señora Imlay sin ningún reconocimiento religioso o civil sería un divertido engaño. En 1794 nació Fanny, pero Gilbert enseguida decidió romper la relación y dejó en la estacada a Mary y la pequeña Fanny. Tras aquel segundo encuentro, William se despidió de Mary turbado y con muchas ganas de leer su libro, que estaba en boca de todos: Vindicacióndelos derechosdelamujer .

chúpate esa, querido Yanyak

OS DECLARO MARIDO Y MUJER

Antes de escribir Vindicación de los derechos de la mujer , Mary había entregado a la imprenta Vindicacióndelosderechosdelhombre , donde ya defendía la idea de la igualdad y los derechos civiles para todos, mujeres incluidas. Dos años después, en 1792, llegó el turno de Vindicación de los derechos de la mujer, y los lectores aumentaron de forma significativa. Ciertas luchas que Wollstonecraft trató de entablar con esta obra aún siguen muy vigentes después de doscientos años. El principal objetivo del ensayo era discrepar de lo que se consideraba «la naturaleza doméstica de las mujeres». Wollstonecraft defendió su idea de un modo tan aguerrido que no le importó pisotear varias veces los argumentos de uno de los escritores y filósofos más respetados de la época, Jean-Jacques Rousseau: «Las consideraciones de Rousseau, según el cual las mujeres se interesan por naturaleza en las muñecas, los vestidos y la cháchara, son tan pueriles que ni siquiera merecen refutarse con seriedad». El sistema educativo en boga se basaba en libros escritos por hombres que consideraban a las mujeres no seres humanos, sino «féminas» subordinadas a las que debía inculcarse el ser amables, corteses, obedientes, decorosas y bellas para poder encontrar un marido y «colocarse». Así, las

mujeres eran tratadas como animalitos domésticos y vivían recluidas en una perpetua infancia. El razonamiento de la escritora en cuestión es más bien sencillo, pero explosivo para la época: ¿por qué se tiene a la mujer dotada de virtudes como un ser inferior al hombre? ¿Por qué una mujer debe considerarse solo un ornamento sin derecho a la instrucción? ¿Es justo que una madre no instruida críe y eduque a sus hijos? ¿Acaso los hombres y las mujeres no son iguales a los ojos de Dios, y por tanto están sujetos a la misma ley moral? Y por fin: ¿por qué a un hombre se le permite no respetar al pie de la letra el vínculo de la fidelidad matrimonial que sí se le exige a una mujer? Vindicacióndelosderechosdelamujerno solo es un reproche a las costumbres y la moral del siglo xviii, sino que, en muchos aspectos, también es un ensayo político que critica con severidad el servilismo, no solo el impuesto a las mujeres en contraposición a los hombres, sino también el de los mismos hombres con respecto a los eclesiásticos o la aristocracia, y defiende una vez más las teorías republicanas surgidas en la Revolución. Afirma que los derechos y deberes van de la mano, pero que a las mujeres se les imponen muchos deberes y se les reconocen pocos derechos. En cierto punto, Mary critica los comentarios vulgares de los hombres hacia las mujeres, que son insultos disimulados en halagos. ¿Y el matrimonio? Para Mary era deplorable que las mujeres sacrificaran su propio intelecto y capacidades con el propósito de casarse, cuando el único modo de que un matrimonio durara era que los cónyuges estuvieran unidos por una profunda amistad. Cuando William alzó la vista de la última página de Vindicación… sintió que amaba con locura a aquella mujer.

Y no Solo Y que tenía
la aPaciguadoRa visión del matRiMonio de mary lo siTuaBa al MisMo nivel que la eSclaviTud: la familia de la MujeR pagaBa dineRo —la dote— al futuRo marido para que eSte

se la

llevara a caMBio de compañía, sexo y laboRes domésTicas. aSí, ella Tenía un techo. ¡Y viva el amoR!
una gran confianza en sí misma

UN COMPROMISO NECESARIO

¡compRoMetido!

Mary y William mantuvieron su relación oculta en la medida de lo posible. Los amigos íntimos de William se extrañaban de sus ausencias en las veladas literarias, siempre acompañadas de vagas excusas. Godwin tenía ante sí una tarea difícil: demostrar afecto sincero por una mujer profundamente herida y humillada por los hombres, pero sin intención alguna de sentirse dominada. De algún modo, sin embargo, encontró la llave de su corazón y estuvo a su lado como nadie lo había estado nunca. Así, tras unos meses, aunque ambos se habían opuesto hasta entonces al matrimonio, terminaron casándose. La ceremonia tuvo lugar en marzo de 1797, en la iglesia londinense de Saint Pancras. Fue casi clandestina, con pocos invitados y ninguna difusión. De los dos, Godwin era el más preocupado por la reacción que la boda suscitaría en sus más fervientes seguidores. Mary, en cambio, había aceptado sin reservas ceder a las convenciones sociales por un motivo muy concreto: estaba embarazada. Después de la experiencia con la pequeña Fanny, se había dado cuenta de que criar a un hijo nacido fuera del matrimonio en una sociedad como la de aquella época suponía condenarlo a la reprobación general y la exclusión. Mary afrontó el embarazo con buena salud y bajo un estricto control médico. La noche del 29 de agosto los cónyuges leyeron juntos LaspenasdeljovenWerther , de Goethe. Cuando el 30 de agosto empezaron los dolores del parto, Mary decidió recurrir a una matrona de

«Hoy no me aPetece. eS que soy anaRquista, ya lo sabéiS…» la oPorTuna historia de uno Que se vuela los Sesos Por un desengaño aMoroSo

WertHer fue el kurt coBain de la época: la publicación del libro en 1774 en aleMania llevó a suicidarSe Por amor a cientoS de jóveneS lectoreS. un sentimiento parecido al de los estudiantes oBligados a descifrar la pRosa de goetHe

¡Mary shelley!

confianza, la señora Blenkinsop, que acudió a su casa. Después de todo, el primer parto de Fanny había sido bastante fácil. «Estaba tan tranquila con respecto a las posibles complicaciones del parto que se burlaba de la costumbre de las mujeres inglesas de permanecer en la cama meses enteros tras el nacimiento del bebé», escribió Godwin en su diario. La matrona hizo su trabajo sin ningún tropiezo; lo único fue que el trabajo de parto de Mary fue más largo que con Fanny, pero nadie dio demasiada importancia al asunto. Así nació Mary Wollstonecraft Godwin. La pequeña estaba bien y lo mismo podía decirse de la madre. Todo parecía haber salido de maravilla.

UN PARTO DIFÍCIL un TraBajo sucio

Al cabo de un par de días, la señora Blenkinsop envió a Godwin en busca de ayuda. La madre aún no había expulsado la placenta, lo cual según las convicciones médicas de entonces era muy peligroso. Godwin corrió a tomar un coche de caballos hacia el hospital de Westminster, pero se equivocó de sección y logró volver una hora después no con un cirujano sino con un ginecólogo, Louis Poignand, que realizó la operación sin guantes. Las horas posteriores al nacimiento de la niña, hasta las ocho del día siguiente, estuvieron llenas de preocupación y ansiedad. Tras la intervención del doctor Poignand, parecía haber pasado lo peor, y el viernes Godwin escribió en su diario: «Indicios positivos». Sin embargo, lo peor no había pasado. Sin saberlo, Poignand había firmado la sentencia de muerte de Mary Wollstonecraft. Esta empezó a tener tanta fiebre que no podía recibir visitas, salvo las de los médicos. Primero, todos pensaron que se trataba de un fenómeno pasajero, pero cuando se dieron cuenta de que la fiebre no bajaba, solo pudieron llegar a una conclusión: Mary había contraído una infección por culpa de algún fragmento de placenta que se le había quedado dentro. La infección era tan fuerte que los médicos confesaron a un atónito y devastado William que su mujer tenía las horas contadas. No se equivocaban. La mañana del 10 de septiembre de 1797, Mary Wollstonecraft murió por las complicaciones posparto, como su amiga Fanny Blood. Tenía treinta y ocho años.

Poignand se aRremangó, liteRalmenTe, y extrajo la placenta cachito a cacHito con Mucha calMa y sin anesTesia

Pese a la desesperada teraPia sugerida por los médicoS a base de vino, Por aQuello de que «el vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientRe»

los médicoS pRohibieron a maRy amaMantar Por miedo a que la infección envenenase a la niña… ... así Que le llevaRon cachorros de PerRo lacTanTes para que la leche no se le quedara en el pecho. Sí, la ciencia médica de la época era un tanto peculiaR

LA FIEBRE QUE MATA

¡lavaos esaS ManoS, guaRroS!

En Inglaterra, entre finales del siglo xviii y principios del xix, el número de niños que perdían a su madre durante o después del parto era muy elevado: traer al mundo la «semilla del amor» se revelaba, de hecho, la proeza más arriesgada a la que una mujer se enfrentaba en la vida. Pese a todo, ¿podría haberse evitado la desgarradora muerte de Mary Wollstonecraft? Desde luego. Dos años antes, el ginecólogo Alexander Gordon había publicado ATreatiseontheEpidemicPuerperal FeverofAberdeen(Tratado sobre la epidemia de fiebre puerperal en Aberdeen), donde señalaba: «Me resulta muy desagradable confesar que yo mismo he transmitido infecciones a muchas mujeres». Era una declaración tan «desagradable» para la profesión médica que, en lugar de intentar aplicar sus ideas para salvar vidas humanas, prefirió atacar a Gordon. En efecto, tendría que pasar un siglo y medio para que los médicos aceptaran que podían causar infecciones en las parturientas. Más de medio siglo después de la muerte de Mary Wollstonecraft, Ignaz Semmelweis, un médico húngaro, se vio apartado de la profesión por haber sacado

a la luz la relación fatal entre la falta de higiene y la mortalidad durante o después del parto. «Es el médico quien hace enfermar a las pacientes», denunció Semmelweis, que durante la época en que ejercía su profesión en una clínica ginecológica de Viena llegó a la conclusión de que la altísima mortalidad por fiebre puerperal registrada entre las parturientas se debía a una infección transmitida por los médicos y estudiantes de Medicina. Una intuición muy sencilla e incluso banal que los colegios de médicos recibieron como un insulto y una grave afrenta.

¿cóMo? Muy fácil: salían de la sala donde pRacTicaban las autopsias y Se iban a la sección de oBstetricia sin lavarse las manos

la cosa fue así:

Semmelweis se vio obligado a abandonar Viena y pasó el resto de su vida excluido de la comunidad científica. La práctica de desinfectarse las manos se consideraba superflua e incómoda, y de hecho Semmelweis acabó internado en un manicomio donde sufrió indecibles humillaciones y murió a causa de los despiadados golpes que le propinaban. Un médico contemporáneo de Semmelweis, Ferdinand von Hebra, dijo refiriéndose a la incomprensión de los médicos con respecto al descubrimiento: «Cuando se escriba la historia de los errores humanos, será difícil encontrar ejemplos de tal magnitud y resultará sorprendente que hombres competitivos y tan especializados como estos pudieran mostrarse así de ciegos y estúpidos en la ciencia».

«cHicos, ¡cReo que si nos lavamoS las manos podremoS evitar Que la gente se muera!», «¡uY, pero si yo me laS lavé Hace solo una semana!»

HONRAR LA MEMORIA

El dolor por la pérdida de Mary nunca abandonó a William Godwin a lo largo de su vida. Lo primero que hizo, quizá empujado por ese sentimiento, fue escribir un libro de memorias para contar la vida de la mujer que más había amado y ofrecer al público, que ya la conocía, nuevas perspectivas sobre ella. El libro se publicó casi enseguida, pero no tuvo la acogida que William esperaba. Las páginas destilaban revelaciones y hechos que quizá no venían a cuento, sobre todo la ambigua relación entre Fanny y Mary. Las hermanas de Mary, que dirigían una escuela en Irlanda, vieron disminuir el número de alumnos. Sin poder siquiera defenderse, Mary quedó marcada por la infamia pública, de tal modo que sus obras pasaron al olvido durante mucho tiempo. Semejante acogida no solo mostraba la pura y simple hipocresía moral de la sociedad, sino

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