Erick Leonel Regalado Guevara (Cuento infantil)

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Caperucita Roja (Rotkäppchen) Ilustración, maquetado y diseño de forros: Erick Leonel Regalado Guevara Historia Original: Jacob y Wilhelm Grimm Todos los derechos reservados 2014 Erick Leonel Regalado Guevara Alfredo Pérez Bolde S/N, Fraccionamiento ASTAUG Guanajuato, Gto. CP: 36250 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada por el titular Impreso y hecho en México



Cierto día, su mamá le pidió que llevara unos pasteles a su abuela que estaba enferma. La niña se encaminó hacia la casa en un pueblo vecino.


Para llegar a casa de la abuela, Caperucita deb铆a atravesar un bosque, donde encontr贸 a un lobo que estaba en el camino.


El lobo le pregunt贸 d贸nde iba y la ni帽a todo le contest贸


El lobo, le decía - ¿Vive muy lejos tu abuelita? - Sí, pasando el bosque, en la primera casita.


- Te apuesto a que puedo llegar primero. Iré por aquí y tú por aquel sendero.- dijo el lobo y partió corriendo.


Pero el lobo fue descuidado, ya que de cerca un gran cazador lo habĂ­a observado.


La pequeña fue por el camino más largo, que el lobo le había dicho


se entretuvo en cortar vallas y flores que se habĂ­a encontrado.


El lobo llegó primero y tocó a la puerta de la abuelita. Como estaba enferma, la abuela preguntó desde la cama, quién era. El lobo para entrar fingió ser Caperucita


Cuando estuvo dentro, se lanzรณ sobre la pobre abuelita y se la comiรณ, cuando terminรณ, se metiรณ en la cama, disfrazado de abuela y esperรณ a que llegara Caperucita.


Cuando Caperucita llegó, el lobo dijo lo mismo a la niña, que la abuela le había dado antes a él, para que entrara. Al entrar la pequeña, el lobo dijo para que se acercara: - Deja los pasteles sobre la mesa y ven a acostarte conmigo. Caperucita Roja obedeció y se fue a acostar con la abuela, pero al verla notó algo extraño:


- Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes! - Es para abrazarte mejor. -Abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes! - Es para oírte mejor. - Abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes! - Es para verte mejor. - Abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes! - ¡Para comerte mejor!


Y de un solo bocado, a caperucita rápidamente se había devorado. Tomo una siesta el terrible lobo, sin darse cuenta empezó a roncar, y el cazador que cerca de ahí pasaba, sin saberlo, al fin había encontrado lo que tanto buscaba.


Al entrar vio al ahora regordete lobo durmiendo, supo entonces que a la ancianita y a la niĂąa se habĂ­a estado comiendo, desesperado el vientre del lobo corto y a la abuelita y a caperucita rescatĂł.


Las 2 mucho al cazador le agradecieron, y una importante lección aprendieron, en extraños nunca hay que confiar, porque nunca se sabe cuando te querrán devorar.






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