Las orejas del conejo Adaptaci贸n de leyenda infantil Ilustrado por Liliana P茅rez Santiago
Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan pequeñas como las orejas de un gatito, pero no estaba contento con eso, él quería ser grande, tan grande como el lobo o el coyote.
Un día cuando iba saltando por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del bosque. —¡Qué grande y hermoso es! –dijo el conejo– y yo soy tan pequeño y feo.
El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a llorar. —¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?– preguntó la lechuza que vivía en el árbol. —Lloro porque quiero ser grande, muy grande– dijo el conejito. La lechuza era un ave sabia y le dijo al conejito: —Debes visitar a la diosa de los animales. Creo que ella puede ayudarte —Muchas gracias, lechuza sabia. Voy ahora mismo a visitarla –respondió el conejo y se fue saltando hacia la colina.
—Buenos días diosa, Estoy triste porque soy tan pequeño. Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande? así podría ser yo el rey de los animales –dijo el conejito al encontrar a la diosa. —Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. —¿Qué tengo que hacer? —Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de una serpiente y de un mono. —Muy bien. Hasta mañana diosa.
Al día siguiente el conejo muy alegre fue saltando hacia el río. Aquí vio a su amigo el cocodrilo. —Amigo cocodrilo, ¿Podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La necesito para ... una cena. —¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes.
El conejo saltó y saltó hasta encontrar a su amiga la serpiente. —Amiga serpiente, ¿Podrías prestarme tu piel brillante hasta mañana? La necesito para ... una fiesta. —¡Por supuesto! cuídala mucho conejito.
Sólo faltaba visitar a su amigo el mono y el conejito siguió saltando hasta encontrarlo. —Amigo mono, ¿Podrías prestarme tu piel suave hasta mañana? La necesito para ... cubrirme del frío —¡Claro que si pequeño conejo! Aquí la tienes. Y el conejito se alejó rápidamente en busca de la diosa de los animales.
La diosa estaba sorprendida. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero en voz alta dijo: —Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales sin quererlo. Por eso, solamente haré más grandes tus orejas, eso te dará personalidad y simpatía. La diosa lanzó un hechizo y las pequeñas orejas del conejo se le hicieron más grandes. —¡Muchas gracias! Usted es muy sabia y amable, ahora estoy feliz y satisfecho –dijo el conejo y se fue saltando por los campos, devolviéndoles a sus amigos sus pieles, mostrándoles sus nuevas y grandes orejas.