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FOBIA SOCIAL
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Muchos pensarían que los hijos de Dios están exentos en vivir escenarios de ansiedad, pánico, temor y hasta dudas por el mero hecho de que hemos confesado a Jesús como Señor y Salvador y fomentamos la oración, el ayuno y la con anza en Dios. Pero la realidad es que dentro del pueblo de Dios se dan y se viven muchas de las condiciones de salud mental que vemos en amigos y familiares que aún no han confesado a Jesús.
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Como ministra y fundadora del Ministerio Palabras de Guerrera, pasé un escenario de fobia social que me costó mucho trabajo sanar y confesar. La fobia social o conocida de manera correcta por el Instituto Nacional de Salud Mental como el trastorno de ansiedad social. Este trastorno de ansiedad social es un temor intenso y persistente a ser observado y juzgado por los demás. Afecta en todos los ámbitos donde nos rodeamos de personas como en la familia, escuela, trabajo e iglesia. Ocurre con más frecuencia en mujeres que en hombres y puede durar muchos años o incluso toda la vida.
Se puede llegar a experimentar todos los síntomas de ansiedad, preocupación de ser humillado, juzgado o rechazado, y sobre todo el temor de rodearse o exponerse a personas y que estas terminen hiriéndose. El sentimiento es tan fuerte que puede llegar a sentirse que está fuera de nuestro control. Cuando esta servidora comenzó a vivir, el primer círculo social afectado fue la comunidad de fe. Por heridas causadas por personas amadas, comencé a llegar tarde a la iglesia para evitar interacción con las personas y por la misma razón salía antes del servicio culminar.
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Comencé a aliviarme de toda mis amistades, familias y aun de las redes. Ya no lograba realizar las ministraciones en vivo porque la ansiedad y el dolor me llevaron a desear ser invisible y los argumentos mentales me gritaban que no era seguro exponerme a las personas. Un día me topé con un artículo que hablaba del tema y leí los siguientes síntomas y pude entender lo que estaba experimentando: enrojecerse, sudar o temblar; tener latidos rápidos del corazón; sentir que su “mente se pone en blanco” o tener malestar estomacal; mostrar una postura corporal rígida o hablar con una voz sumamente baja; tener di cultad para hacer contacto visual, estar o hablar con personas que no conocen en situaciones sociales por más que quisieran hacerlo; sentirse inseguras de sí mismas frente a otras personas o temer que se les juzgue negativamente; evitar los lugares donde hay otras personas.
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Después de experimentar varios ataques de pánico en la misma iglesia, decidí hacer algo para salir de este estado mental. Lo primero que hice fue abrirle mi corazón a otra colega ministerial y romper el silencio. Busqué ayuda porque uno de los argumentos del enemigo es hacernos sentir vergüenza ante este tipo de escenarios, especialmente si eres creyente o sirves en un ministerio. Segundo, cambié mi alimentación y añadí actividades físicas a mi rutina. La ansiedad o la depresión muchas veces hace que permanezcamos acostados o completamente inactivos y el ejercicio es bueno para acelerar la dopamina en nuestro cerebro. Busqué un grupo de apoyo y comencé a educar sobre el tema.
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Creernos autosu cientes es una herramienta que usa el enemigo en contra nuestra. Romper el silencio, confesar nuestras debilidades y buscar ayuda requiere mucho más valentía que permanecer callados, pero traerá mayor recompensa. El salmista David dijo: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos…
” – Salmos 32:3, y muchas veces el callar hace que no logremos sanar.
El día fuerte llegará, situaciones ocurrirán, pero si oramos, nos rodeamos de las personas correctas y hacemos la parte que nos toca, Dios hará el resto. Mi proceso de sanidad no fue instantáneo, ha sido progresivo. He celebrado cada pequeña victoria en el camino y hoy puedo reconocer que el enemigo siempre buscará alejar nos de nuestro lugar de propósito. El mío es la gente, las personas. Mi deleite es conectar, ministrar y ayudar a otros; alejarme de ellos es dejar de cumplir el propósito de Dios en mi vida. Analiza el tuyo y no permitas que la ansiedad, el temor y pensamientos contrarios te alejen del tuyo.
Por Janice Rodriguez Rivera Fundadora del Ministerio PDG @janicerodriv
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Ministerio PDG
La ansiedad es un sentimiento inquietante, de miedo o preocupación. Al principio puede ser algo simple, algo que se considera normal, como una respuesta emocional que se presenta ante situaciones que se pueden percibir o interpretar como amenazantes o peligrosas, aunque en realidad no se pueden valorar como tal. Esto es algo que puede pasar en la vida cotidiana, pero que se puede convertir en una carga. Cuando la ansiedad se convierte en un factor negativo, ya no es un simple nerviosismo, Sino que se convierte en una preocupación constante que roba la paz y no te deja vivir tranquilo. La palabra enseña en colocar toda ansiedad en las manos de Dios.
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1 PEDRO 5:7 “Echando toda tu ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ti”. Cuando la ansiedad empieza a tomar el control, la vida se convierte en una angustia constante por todo.
La ansiedad puede llegar a convertirse en un trastorno que puede llegar a acabar con la vida, puede ser una carga tan pesada que no es posible que se pueda soportar.
De esta manera va llenando la mente de cosas malas que terminan de acabar con quien eres y con tu identidad.
La vida empieza a apagarse, el propósito de vida a desaparecer y la razón de vivir deja de existir.
Si dejas que esto se apropie de ti, le estás dando libertad al enemigo de manejar tu vida y de llevarte hasta el fondo del abismo y destruirte, convirtiéndose entonces en un obstáculo para llevar una vida normal.
¿Cómo se puede salir de la ansiedad?
Lo primero es reconocer que se está pasando por esto. Aunque sea difícil contar lo que te está sucediendo.
Lo que no sabes es que, si se guarda, llegará un momento en que vas a explotar y todo se pondrá peor que antes.
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No dejes que esos pensamientos te lleven al borde, No pases por esto solo, no dejes que esto se apodere de ti.
Si miras detenidamente, la preocupación no es más que una distracción que el enemigo planta en tu mente, para ocuparte en cosas que Dios ya tiene resueltas para ti.
Su palabra es clara cuando dice
ISAÍAS 26:3-4 Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha con ado. Con ad en ti perpetuamente, porque en Jehová el Señor es la fortaleza de los siglos.