Un viaje en el tiempo

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U N V I AJE EN EL TIEMPO Recorridos por las casas de Indianos en Asturias

Fotografías:Alejandro Braña Textos: Marta Llavona


www.edicionesnuevedoce.com contacte con nosotros en info@edicionesnuevedoce.com Nuevedoce realiza proyectos de fotografía que documentan los diferentes aspectos de la vida, tradiciones y patrimonio de Asturias, describiendo su belleza y riqueza cultural, el modo en que la tierra ha sido usada, las costumbres de sus gentes y, en definitiva, el testimonio visual que ha permanecido en ella. © de la edición: EdicionesNuevedoce © de las fotografías: Alejandro Braña © de los textos: Marta Llavona Coordinación: Ana Noriega Diseño: Luís Vallina Impresión: Eujoa Artes Gráficas ISBN: 978-84-931060-3-8 D.L.: Foto de portada: Salón de La Casona, Somao (1900) Foto de contraportada: Gramófono en La Casona de Íñigo Noriega, Colombres (1877)


LA FOTOGRAFÍA COMO FUENTE DE LA MEMORIA

La mayoría de estas casas de indianos ha cumplido o está cerca de cumplir cien años. Un buen momento para reunirlas en un gran retrato de familia. Algunas sufren serios achaques fruto del paso de los años y los duros inviernos, otras lucen espléndidas casi como entonces, gracias a los cuidados de la familia o de sus nuevos dueños. A todos sus moradores les une la vocación por conservarlas, siempre con grandes sacrificios, como parte de un legado familiar o como nuevos propietarios de una casa con historia. Cada casa es, en primer lugar, el sueño de un arquitecto o el proyecto de un maestro de obras con ganas de contentar a su caprichoso dueño, pero acaba siendo, intramuros, un espacio habitado, personal y cotidiano donde transcurre total o parcialmente la historia de varias generaciones de una familia. En estas fotografías ya no están sus habitantes pero contemplamos los espacios moldeados por la experiencia humana. Detrás de cada estancia está todavía la presencia del indiano detenida en el tiempo, arropada por bellos objetos que nos hablan de su nueva posición social. Comedores, dormitorios, aseos, despachos, salitas, escaleras y capillas no son decorados de un película de época sino rincones reales por los que discurre la vida. En sus salones y pasillos, innumerables fotografías llenan portarretratos y cuelgan de sus paredes; fotos formales de la familia en el porche de la casa, copias amarillentas de niños asustados mirando a la cámara y grandes retratos como el que aparece en la fotografía de la portada de este libro, del indiano con rostro apacible y mirada severa, son la fuente inagotable de la memoria privada. En su ausencia, las fotografías de estos mudos espacios que habitaron asumen el difícil papel de hablarnos de ellos y por ellos, de informarnos y a veces incluso de conmovernos; son el testimonio parcial de un valioso patrimonio digno de ser admirado y conservado. Dejar que una cámara traspase el zaguán de estas casas es como abrir el álbum de fotos familiar, una puerta hacia lo íntimo y cercano. Entre las tapas de este libro se guardan retazos del relato de una vida, el álbum familiar de una pequeña parte de nuestra historia, la fuente de la memoria colectiva.

Alejandro Braña



INTRODUCCIÓN

El proceso migratorio acaecido entres finales del siglo XIX y principios del XX es uno de los fenómenos más determinantes de la historia de Asturias en la época contemporánea. Con la emigración, muchos asturianos tuvieron la primera oportunidad de conocer realidades económicas, sociales y culturales distintas de las vividas en sus lugares de origen. Esta nueva carga de experiencias va a forjar actitudes y conductas importantes para el desarrollo cultural y social de Asturias, actitudes desde las que se desarrolló una acción política, social, cultural y económica que los emigrantes desplegaron con relación a su tierra natal. Como consecuencia del éxito económico de algunos de estos emigrantes, se generó una incalculable riqueza dentro de sus municipios de origen, promoviéndose en ellos numerosas obras de arquitectura. Las obras promovidas con capital indiano son la huella de la emigración que ha permanecido sobre el territorio, e incluyen una gran variedad de iniciativas y repertorios. Muchas de estas iniciativas son construcciones de uso público, con fines altruistas, entre las que se encuentran iglesias, asilos y hospitales, escuelas, cementerios, etc. En la mayor parte de los casos se encuentran localizadas en los pueblos o aldeas de los que era natural el promotor indiano o el colectivo de emigrantes que las costearon. Pero la construcción de la propia vivienda, el chalé o el palacete aislado, por sus características y aspecto exterior, junto con el modelo de asentamiento disperso repartido por toda la Asturias rural, se suele erigir como el repertorio estelar con el que se identifica a la arquitectura de indianos. En la actualidad, no existe un censo exhaustivo sobre el número de casas de indianos que se reparten por toda Asturias. Es difícil, en cualquier caso, determinar su número exacto, puesto que, sumadas a las que se levantaron de nueva construcción, los indianos enviaron importantes remesas con las que se arreglaron y mejoraron casas familiares ya existentes. Cuando ya han transcurrido más de cien años desde su construcción, las casas de indianos y la arquitectura indiana en general, expresiones con las que se conoce a estas obras, han sido objeto de múltiples opiniones. Ya Clarín en La Regenta ofrecía una mirada crítica sobre el gusto discordante y afectado de los indianos. En las aldeas en las que se edificaron despertaron opiniones encontradas de admiración y envidia. La realidad es que estas arquitecturas sólidas y bien construidas han dejado una huella que permanece sobre el territorio indisoluble de su paisaje rural. Todo este patrimonio edificado forma parte de la historia de la arquitectura asturiana de finales del siglo XIX y principios del XX. Se trató de un fenómeno constructivo de vastas dimensiones y trascendencia, que hizo llegar el cosmopolitismo hasta el más alejado rincón de la región, al tiempo que supuso una mejora del nivel de vida de la Asturias rural a expensas de la emigración. Los emigrantes retornados conformaron una clase sometida a fuertes conflictos de identidad social. La historia del indiano relata la única forma posible y permitida en el mundo rural asturiano que podía existir para que un joven lograra un ascenso social. Tras pasar un largo periodo trabajando y luchando por mejorar su estatus, el difícil logro de este ascenso termina concretándose en la construcción de una nueva casa, “la casa del indiano”, que se convierte así en un símbolo tangible frente al medio que la rodea. La arquitectura es utilizada como herramienta de distinción y el ciclo migratorio se concluye, de alguna forma, con la construc-


ción de una casa que represente y reafirme ese nuevo estatus alcanzado. En todas estas iniciativas se baraja un gran pluralismo y heterogeneidad, con obras de muy distintos niveles de calidad, con intervenciones en edificios preexistentes o en iniciativas de nueva construcción, y ostentando una gran diversidad formal que abarca todos los estilos arquitectónicos que se manejan en el panorama internacional, viéndose fuertemente influida por la proliferación de historicismos de distinta índole, de gusto ecléctico, pintoresco, modernista o regionalista. Su heterogeneidad se manifiesta mediante la libertad compositiva, la utilización de recursos estilísticos de forma arbitraria y muchas veces yuxtapuesta, el colorido o el tamaño, así como por la posición aislada y dominante que las diferencia del resto de las viviendas del núcleo. La mayor parte de los edificios añaden a la práctica constructiva tradicional recursos decorativos en fachadas y paramentos exteriores, en decoraciones de vanos y adornos atrevidos. Todo un repertorio de elementos apoyados en un afán de novedad entre los que se encuentran: ventanas, balcones, galerías, terrazas o soportales, cuyo diseño y decoración configuran el montante principal de la actividad modernizadora. Internamente, el grupo indiano asume también las formas de vida que la nueva posición social le confiere. Al igual que para el resto de la mediana y alta burguesía regional, la casa constituye el símbolo máximo de su posición social y el nuevo tipo de vida burguesa es perfectamente asumido por la reciente burguesía indiana. Cree que al reproducir las modas en el habitar, reproduce los modos de vivir y por tanto piensa que mediante la vivienda puede asumir la misma condición social a la que aspira. La nueva manera de habitar la casa, junto con el holgado poder adquisitivo alcanzado tras ese triunfante retorno migratorio, va a hacer posible que el indiano trasforme los espacios interiores y los dote de carácter propio y de una mayor autonomía. Las zonas quedan delimitadas y los espacios se especializan dentro de la casa, lo público y lo privado, lo social y lo familiar, los señores y el servicio, lo íntimo y lo representativo. El progreso se impone con la renovación de las distribuciones. Aparecen nuevos espacios desconocidos en el mundo rural: el vestíbulo de entrada, las salas de estar o de recibir, el comedor y el despacho, las salas de billar y de juego, son las estancias destinadas a la escenificación social, donde el mobiliario es más lujoso y la decoración más exagerada. En las zonas privadas aparecen los dormitorios, las alcobas y los gabinetes, bien iluminados y ventilados. Los conceptos de salubridad e higiene, ampliamente debatidos en el panorama arquitectónico internacional del cambio de siglo, son también asumidos por este colectivo dando lugar a cuartos de baño y agua corriente en casi todas las viviendas. En general, los mismos factores que influyeron en el desarrollo de esta arquitectura doméstica, influyeron en la elección del mobiliario y la decoración que servía para hacer más refinada y confortable la vida íntima. De hecho, en muchos casos, cuando se elegía un estilo para el diseño de la vivienda se encargaban los muebles a juego con el edificio. Continente y contenido se unían en un proyecto común y los espacios interiores también recurren al ornamento como vehículo adjetivador. Se decoran siguiendo las consignas de un estilo particular o simplemente, con la combinación fragmentaria del léxico estilístico, en un mestizaje formal propio de lo ecléctico que se refleja en las molduras, las pinturas murales, los zócalos de maderas finas, al igual que en los cortinajes, el mobiliario y todo el repertorio de decoraciones interiores que se manejan con total libertad, según el capricho del cliente o el gusto del constructor. El afán modernizador también abarcará aspectos técnicos con la introducción de nuevos materiales constructivos y mejoras en las instalaciones interiores de los edificios. Las modernas técnicas se aplican intentando dotar a la vivienda de gran confort, incluyendo los servicios más avanzados, agua corriente fría y caliente, electricidad, saneamiento o calefacción. Innovaciones todas ellas que se irán extendiendo poco a poco entre los gremios locales, y que irán perfeccionando la práctica constructiva tradicional. El resultado es una producción de edifi-


cios caracterizados por una gran heterogeneidad a los que une su gran representatividad y su impronta sobre el territorio y el ambiente en el que se sitúan. El estado de conservación de las casas de indianos se ha visto afectado por multitud de factores que han ido cambiando desde la fecha de su construcción hasta nuestros días. Por ello, el estado en el que se encuentran es muy variado. El deterioro por el paso del tiempo ha dejado muestras en la mayoría de las construcciones, algunas en estado de ruina o demolición. En otros casos, los inmuebles han sufrido importantes trasformaciones y cambios de uso, que los han convertido en hoteles, edificios de apartamentos, restaurantes o edificios públicos. En este libro se recogen algunos de los ejemplos mejor conservados. Casas que se mantienen como pequeños museos detenidos en el tiempo. Su prolongada vida es consecuencia de una continuidad habitacional. Cuando han estado permanentemente ocupadas, en general por la misma familia del indiano que la construyó, los moradores se identifican con la casa y esa proyección prolonga su vida. En todas ellas existe un elemento común: el cariño y la ternura con que sus propietarios, herederos en algunos casos y nuevos adquirientes en otras, han cuidado cada rincón. En estas casas, rodeadas de una realidad cambiante y acechante, la arquitectura ha sido conservada en perfecto estado, sin adiciones o trasformaciones que desvirtúen las características tipológicas o estilísticas que las moldearon. Los suelos, las pinturas, los cristales, las molduras, las cerámicas, pero también el mobiliario, vajillas y cristalerías, lámparas y cuadros, cortinajes y tapizados, se han cuidado con la ilusión de mantener vivo todo el esfuerzo de quienes originariamente forjaron ese patrimonio. El trabajo fotográfico de Alejandro Braña supone un viaje en el tiempo y en el espacio a través de este conjunto edificado. La sensibilidad y el cariño con que ha captado cada uno de sus rincones se convierte en un testimonio que inmortaliza con su mirada cada uno de estos ejemplos. Estas casas son un retrato de las realidades que las engendraron, y ahora Braña las retrata mediante un análisis fotográfico admirable. Gracias a este trabajo y a los actuales custodios de estas casas, podemos, los que nos adentremos en este libro, disfrutar de un patrimonio arquitectónico digno de admiración que se ha protegido como testimonio vivo del tipo de vida burgués del siglo XIX y principios del XX, y que supone una importante aportación al conocimiento de las formas de vida y costumbres de las clases más pudientes en la Asturias de entre siglos.


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L A ATAL AYA Ribadesella

A la muerte de su marido, D. Vicente Villar del Valle que había amasado una importante fortuna en Cienfuegos, Cuba, su viuda, Asunción Valle Pérez, decide demoler la antigua casona de Argüelles, donde pasaban los veranos, para levantar un moderno palacete.1 En el proyecto definitivo proyectado por el arquitecto Miguel García Lomas en 1919 parece haber influido de forma considerable la opinión y el gusto de Doña Asunción, ya que se conservan tres propuestas distintas de los exteriores de la vivienda. Finalmente, García Lomas resuelve el proyecto con un volumen exento casi cúbico, compuesto de dos plantas elevadas sobre un poderoso zócalo. En este proyecto se mezclan rasgos de la cultura arquitectónica europea contemporánea, un tanto en sintonía con el eclecticismo Beaux Arts, con soluciones constructivas de influencia latinoamericana, como las cubiertas planas más propias de la isla cubana en la que viviera la promotora.

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El espacio central de la planta configura un desproporcionado hall, en el que la escalera principal y noble de la vivienda se enfrenta a la sala de estar en un espacio fluido y luminoso, donde dos potentes columnas jĂłnicas en las que apoya un arco carpanel son el Ăşnico lĂ­mite espacial que separa las circulaciones de las zonas de estar.

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La voluntaria comunicaci贸n entre las distintas estancias se logra mediante la consecuci贸n de puertas enfrentadas que prolongan un eje visual y suelen acabar en un foco de luz permitiendo una gran transparencia y fluidez en los espacios.

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El comedor se configura como el espacio de reunión por excelencia, donde se agasaja a los invitados con suculentas comidas. En este ejemplo, el arquitecto ilumina el espacio con un mirador acristalado de forma circular que recuerda a los bow-windows ingleses que retomará posteriormente en otros chalés de la playa de Santa Marina.

Miguel García-Lomas Samoano, arquitecto madrileño que diseñó esta vivienda, estaba vinculado por rama materna con Ribadesella, donde era asiduo veraneante, por lo que estableció importantes contactos fruto de los cuales recibió encargos para proyectar más de una docena de viviendas, principalmente en el barrio de veraneantes de El Arenal de Santa Marina.

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Una de las múltiples habitaciones de la casa estaba destinada a oratorio como otras muchas casas indianas que no disponían de capilla propia. Se trata de un pequeño espacio sin más ornamento que el lucernario superior, provisto de vidrios coloreados que ilumina cenitalmente la salita, y la greca de escayola moldurada que lo rodea.

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El proyecto definitivo del arquitecto Garc铆a-Lomas resuelve la calle central de la fachada principal con un portal adelantado sobre el que destaca un balc贸n contagiado de cierto aire ceremonial e importante resuelto formalmente con elementos adscritos al gusto neobarroco dictado desde la Academia francesa.

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L A JAVARIEGA Poo de Llanes

Proyectada en el año 1910 por el arquitecto Manuel del Busto para el indiano Manuel Hartasánchez Romano, corresponde a la época planamente modernista del arquitecto. Se trata de una vivienda unifamiliar, exenta, enclavada dentro de la estética más ligada a las referencias vienesas que al Art Noveau. En su planta en “L”, las dos alas, que forman un ángulo agudo, se encuentran en un porche donde se sitúa la entrada principal. En el ángulo opuesto, en la parte posterior, destaca el volumen de la torre mirador. Se trata de una solución parecida a la que el arquitecto proyectó en Somao en 1912 a la del palacete situado en el antiguo paseo del velódromo de Gijón. La torre es de planta cuadrada, muy cerrada en los dos pisos inferiores y abierta en el último piso, adoptando forma de un templete poligonal sobre columnillas que recuerda a los Tholos griegos. En este proyecto, que quizá sea uno de los mejores ejemplos de la arquitectura indiana, la voluntad articuladora del arquitecto funde de manera extensiva los espacios de exterior a interior, encadenándolos en un recorrido fluido y abierto.

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En el interior un gran distribuidor a dos alturas organiza los espacios. Concebido como un gran patio interior, es un espacio fluido donde la libertad compositiva del arquitecto envuelve al visitante desde su entrada. Ocupada durante la guerra, las paredes fueron encaladas. Posteriormente se fueron recuperando parte de las pinturas florales que decoran todos los espacios interiores confiriendo al conjunto gran unidad formal.

Desde la parte superior, balcones abiertos situados en los pasillos superiores se vuelcan sobre el gran hall de entrada. Miradas tangenciales se cruzan enriqueciendo la percepci贸n espacial del conjunto. Z贸calos de maderas nobles, barandillas y pinturas con motivos florales en techos y paredes, pr谩cticamente desaparecidas, decoraban los espacios.

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Manuel Hartasánchez se enriqueció en Cuba en las últimas décadas del siglo XIX. A su regreso a Gijón establece contacto con Manuel del Busto, con quién realizó otros proyectos antes de encargarle esta casa para veranear en su pueblo natal de Poo de Llanes.

De particular interés es la integración de todos los detalles del proyecto dentro de la estética modernista. Recercado de ventanas y huecos exteriores, balaustradas o cornisas al exterior; así como, barandillas, columnas, rejería y, al parecer, toda la decoración interior, integraban en la obra edificada los recursos ornamentales propios de las artes aplicadas. 22


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En esta casa se conserva parte del mobiliario original de estilo modernista, seguramente diseñado por el propio arquitecto. El comedor, con la sillería y los aparadores a juego, se coordina con los zócalos de maderas nobles y las decoraciones

La casa del indiano se ubica en el medio rural del que partió en su aventura transoceánica cargada de connotaciones nostálgicas a su regreso. Sin embargo, exportan al mismo todas las comodidades de la vida urbana: el uso racional de los espacios, el confort doméstico y los servicios higiénicos.

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La escalera interior de La Javariega, esta construida de obra, y no de madera como era habitual, en forma de semicírculo con peldaños de hormigón in situ y barandilla con motivos modernistas. En este proyecto, la habilidad constructiva del arquitecto cuida hasta los más mínimos detalles del diseño arquitectónico.


El proceso espacial de los recorridos de entrada es uno de los hechos arquitect贸nicos m谩s sugerentes. En este proyecto, Del Busto enfatiza con gran dinamismo la transici贸n entre el exterior y el interior del inmueble. Desde el jard铆n, la gran escalinata desciende recibiendo al visitante para invitarle a entrar, mientras que las dos alas del edificio lo envuelven en un abrazo muy singular.

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