Así, el agua corrió por Medellín

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Así, el agua corrió

por Medellín Sobre las tumbas de Coroliano Amador la muerte parece más fría, más lúgubre. Una pálida mujer de mármol, esculpida con refinados detalles, se posa desmadejada sobre la lápida que en el cementerio de San Pedro guarda los restos mortales de quien fuera uno de los hombres más ricos y poderosos de la Medellín del siglo XIX. Sobre ella recae un aura de culpa, de remordimiento, de dolor, sentimientos que marcaron la vida del magnate.

Mausoleo Amador en el Cementerio San Pedro. Foto Mario Valencia.

Dos siglos antes del coronavirus, a Medellín la azotó otra epidemia. Una que causó muerte y desolación entre los habitantes de la creciente villa y de la que Amador, ambicioso y derrochador empresario a quien la ciudad le debe la llegada del primer vehículo a sus calles y la construcción de sus redes de acueducto y alcantarillado, terminó culpándose al final de sus días. Una tragedia que hoy nos sigue enseñando el valor del agua como recurso fundamental para las comunidades. Del matrimonio de Coroliano con Lorenza Uribe Lema, hija del reconocido político José María Uribe, nacieron siete hijos: Judith, Raquel, Magdalena, Alicia, Eugenia, Carlina y José María. Un solo hombre que, a la usanza de la época, sería único heredero de la fortuna de su padre.


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