Revista Códice. Número 28

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CÓDICE Octubre 2020

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86° CONGRESO DE PEN INTERNACIONAL INTERNATIONAL

LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA

RE V I STA DE L CE NTR O PE N GUATE MAL A


NOTICIAS DEL CENTRO PEN GUATEMALA

E E

l El 12 de octubre pasado., Karla Olascoaga entrevistó al argentino Jorge Carro. La actividad se realizó en la casa del escritor quien, en amena conversación contó sobre su vida como publicista, escritor, bibliotecario y lector. La entrevista puede verse en nuestro canal de Youtube: h t t p s : / / w w w. y o u t u b e . c o m / w a t c h ? v = n e c m vLUo3hE&t=144s

P

resentación del libro de Gustavo Bracamonte Contigo en el tren. Esta actividad se realizó el jueves 1 de octubre de 2020, a las 17:00 horas. Los comentarios sobre el libro los realizaron Rubis Marilia Camacho, de Puerto Rico y Marian Godínez, de Guatemala. Al final, Gustavo Bracamonte leyó algunos poemas de su nuevo libro. Durante el acto, el cantautor Otto Mora deleitó a la audiencia con su guitarra y su voz. El acto fue conducido por Gloria Hernández. La actividad puede verse en el canal de Youtube del Centro PEN Guatemala: https://www.youtube.com/watch?v=lxa2JLXqXJE&t=26s

l 27 de agosto de 2020. Se realizó un conversatorio entre Guillermo Paz Cárcamo y Juan Antonio Canel Cabrera. En dicha actividad Guillermo Paz Cárcamo habló sobre su vida como guerrillero y como intelectual en las diversas áreas del conocimiento. También contó sobre la génesis de varios de los nueve libros que ha publicado. El acto fue conducido por Eduardo Blandón. Esta actividad puede verse en el canal de YouTube del Centro PEN Guatemala: https://www.youtube.com/watch?v=qyo4yeEBIY&t=337s

L

a Presentación de la novela Rosalía, de Miguel Ángel Chinchilla, se realizó el 15 de octubre de 2020. Comentaron el libro Claudia Annabel Arteaga Rubio, directora de la Biblioteca de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), y Juan Antonio Canel Cabrera, escritor guatemalteco. La actividad fue moderada por Karla Olascoaga. Al final Miguel Ángel Chinchilla nos habló sobre su novela y contó sobre la génesis de su libro y las enriqueció con algunas anécdotas.

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DIRECTORIO

JUNTA DIRECTIVA 2019-2021 Juan Antonio Canel Cabrera PRESIDENTE Dennis Escobar Galicia VICEPRESIDENTE Eduardo Blandón SECRETARIO Víctor Muñoz TESORERO Gustavo Bracamonte VOCAL I Karla Olascoaga VOCAL II Roberto Cifuentes VOCAL III

CONSEJO EDITORIAL Juan Antonio Canel Cabrera, director Karla Olascoaga Hugo Cardona

AUTORES DE ESTE NÚMERO Gustavo Sánchez Zepeda, Hugo Cardona Castillo, Javier Payeras, Godo de Medeiros, Álvaro Montenegro, Gustavo García Fong, Karla Olascoaga, Gloria Hernández, BrendaCarol Morales, Jorge Paz Arita, José Antonio Arana, Max Araujo, Juan Antonio Canel Cabrera.

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Emilio Ramos de la Fuente Revista Códice es un producto editorial del Centro PEN Guatemala

PRESENTACIÓN

U

na de las preocupaciones del Centro PEN Guatemala ha sido y es, dejar constancia y testimonio sobre el hecho literario. El asunto deviene de nuestra constante actividad en esa materia, ya que organizamos conferencias, presentaciones de libros, conversatorios, entrevistas o, en el mejor de los casos, alguno de nuestros asociados participa como invitado en eventos externos vinculos a las letras, tanto a nivel nacional como internacional. Por ello, al no conservar el registro resulta imposible sistematizar la información allí vertida, misma que muy probablemente sirva a posteriori a estudiantes, investigadores o interesados. En el pasado no se hizo por diversas razones: olvido y desidia entre las principales. En años anteriores, nuestro Centro organizó encuentros sobre la vida y obra de los escritores guatemaltecos Enrique Gómez Carrillo, Rafael Arévalo Martínez, Flavio Herrera, Enrique Juárez Toledo, Julio Fausto Aguilera, Marco Augusto Quiroa, Luis Ortiz, Antonio Morales Nadler, Luz Méndez de la Vega y Margarita Carrera, entre otros. De todas esas actividades, salvo algunas reseñas, es muy escaso el material que permanece en archivos de audio o testimonios escritos. De la mayoría de esas ilustrativas no guardamos registro; salvo la extensa y amena charla que el doctor Jorge Carro nos ofreció acerca de Gómez Carrillo, la cual fue transcrita y publicada en la Revista Códice No. 25. Adicionalmente, antes de la pandemia nos quedó el archivo de audio de la disertación que la catedrática universitaria Violeta De León Benítez hizo sobre Margarita Carrera, material con el que hicimos el video que dio apertura al canal de Youtube de nuestro Centro. Posteriormente, nos compartieron fragmentos del conversatorio sobre Flavio Herrera y esto nos permitió subir la información a dicho canal, donde ahora está disponible. Pero, si algo positivo nos dejó el COVID 19 es el uso obligado de nuevas plataformas y herramientas digitales que nos han mantenido conectados y nos han permitido estar presentes virtualmente en espacios que cada vez son más numerosos y comunes. La plataforma Zoom nos permitió grabar y editar las actividades para posteriormente compartirlas vía Youtube. Por ello, actualmente, quien quiera ver y escuchar los conversatorios, conferencias y demás actividades que preparamos post pandemia, con el objetivo de difundir y darle vida a las letras de escritores nacionales y extranjeros, sólo debe visitar o acceder a nuestro canal. Confiamos en que éste llegue a ser fuente de consulta para quienes aman y estudian la literatura. Están cordialmente invitados a visitarlo y ¡por favor, no olviden suscribirse o simplemente darle click a la

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Revista Códice No. 28, Octubre de 2020

CÓDICE/3


LA CRÍTICA EN EL QUEHACER LITERARIO Gustavo Sánchez Zepeda

G

ozando de la lectura y como resultado de la concelebración, de cuando en cuando se elabora crítica impresionista. Ha ocurrido que el texto crítico es una joya literaria y el que propició la nueva obra pasa a segundo plano, pero esto hace que el escrito original no pase inadvertido. Aporte sobre aporte. Potencialidad de la expresión. ¿Y qué decir de los escritores que penetran un lenguaje críptico y lo diseccionan? Jueces y parte en un juicio donde no hay defensa, porque mucha de esa crítica se hace en voz baja. ¿Nuevo? «Eso de la ferocidad con que se destrozan aquí mutuamente los hombres de letras es algo que ha llamado la atención de más de un extranjero que ha venido a conocernos. Sí, aquí todo el mundo, pero en particular artistas y literatos, se destrozan unos a otros con una ferocidad tauromáquica, o no sé si cristiana, de nuestro cristianismo tangerino. Y a mí que no me gustan los toros, que jamás voy a verlos, a mí que no me gusta despellejar a mis compañeros de letras, porque el oficio de descuartizador ensucia las manos, a mí me gustan los Cristos tangerinos, acardenalados, lívidos, ensangrentados y desangrados»(*). Totalmente claro el punto de vista que Miguel de Unamuno nos presenta en su ensayo sobre el Cristo español. Es fácil comprobar que el aquí del ensayista es nuestro aquí, en el proceso de crítica los escritores suelen destruir texto y autor. En algunas ocasiones, los autores que incursionan en la crítica expresan su incapacidad de producción literaria en la destrucción del trabajo ajeno a través de catilinarias, verbales o escritas. Olvidan que su trabajo no será mejor al destruir el ajeno y que su calidad literaria no subirá, aunque la coloquen encima del pellejo que les arranquen a sus colegas. Por otra parte, está la conformación de grupos literarios. O simplemente, de amigos. Alguien presenta un libro y se lo alaban. Critican a uno de ellos y otro sale en su defensa. Son clubes de defensa mutua, como los Guardianes del Vecindario.

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Hay conocedores de la palabra que pueden manejar adecuadamente el fondo y la forma, previo a emitir una opinión sobre tal o cual texto desean saber la situación social, el contexto histórico y el pensamiento político del autor. A ellos les ayuda conocer el entorno del escritor para emitir una crítica objetiva, el conocimiento de estos elementos coadyuva a penetrar en el texto. Ahora, no necesariamente se debe ser crítico literario de profesión para manejar estos elementos, es importante que quien desee ejercer el oficio de escribir los utilice y posea juicio crítico. Y es que para entrar al mundo épico de Homero o Virgilio, conviene acercarse antes a los mitos helénicos y a la historia de Grecia; para abordar la obra de Miguel Ángel Asturias, ayuda conocer el proceso de formación de su personalidad, su historia individual así como el entorno político y social de la Guatemala de su época. En este mismo nivel y en el otro extremo están algunos censores perdidos en la erudición, que además preguntan a qué familia pertenece, quienes son sus amigos, qué edad tiene, hace cuanto tiempo escribe y otros aspectos subjetivos. El resultado es que pierden frescura por sobre utilizar instrumentos de análisis y el gozo de disfrutar un hecho estético en su tinta. Como el catador que antes de emitir su opinión sobre el vino que degusta, se coloca máscara de circunstancia, pide la botella y exclama: ¡oh del Rhin!, ¡ah Bordeaux! y con ella enfrente confirma la calidad del vino. A muchos de ellos se les puede servir mal vino en botellas de etiqueta numerada y están igual de contentos. Estos hechos no son buenos ni malos, simplemente forman parte de la naturaleza humana. Y los escritores somos tremendamente humanos. Pero si lo que se pretende es efectuar una operación quirúrgica con éxito, es necesario tener conocimiento, objetividad y frialdad. El poeta puede tener lo primero, le suele faltar lo segundo y carece totalmente de lo tercero. Él envuelve la psiquis, el neuma y el soma, con sensibilidad. En un mundo ideal los poetas se dedican a la lectura y a la creación, que es lo que les corresponde. Claro que en ese mismo mundo el vate no trabaja en nada más, se le paga por dedicarse íntegramente a producir. No es nuestro caso, por eso tenemos bardos-periodistas, bardos-oficinistas, bardos-mil usos. Con todo, es esencial que las críticas se sigan escribiendo. La que hacen los críticos de oficio es importante, poseen los conocimientos y es necesario su quehacer. De la misma manera interesa conocer la opinión de otros escritores, eventualmente se potenciará la expresión. Y la de los que no saben lo que dicen también, sobre todo porque estamos en contra del silencio y de cualquier tipo de censura. Insistimos en que sea escrita, así no se convierte en comadreo de atrio. Que cada quien consigne lo que desee, recordemos que los textos se defienden por sí mismos. O no valen la pena. (*) El destacado es nuestro.


Versos del libro poema

AMERICA LATINA. CANTO A LA LIBERTAD Hugo Cardona Castillo

IV En la angustia infinita de esta tarde opalescente de la historia, bajo el asalto de un vértigo de dolor, en el claroscuro difuso de la hora vespertina, yo … me resisto a ver venir la implacable noche. IX Para que mi canto no se ahogue en la distancia, he navegado por las veredas de los océanos de mi patria, y… he robado la erupción de sus volcanes imponentes, para poner las tildes sobre las vocales de esta verdad que me atormenta. Me ha servido de guía en la batalla el mapa formado con las venas de los pobres de mi patria. XIII Oh! América Latina, levanto la mano de mi voz anunciatriz, en esta tarde gris de tu historia, con el dedo índice de mi palabra angustiada, señalando la indiferencia de aquellos, que teniendo el poder de la palabra para guiar conciencias, optan por dejar que sus conciencias, sean guiadas por el poder. XVI ¡Oh América Latina! Ilusión de patria grande, ilusión de patria única: ¿Cuándo amalgamarás tus diferencias, para hacerte verdaderamente grande? ¡Oh América Latina! ¿Cuándo entenderás que una patria dividida, es una patria esclava, que una patria esclava, una patria digna no puede ser?

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LO QUE QUEDA DEL DÍA Javier Payeras

E

l espacio libre donde no se es, ni claridad ni

Crear es transformar, la vida es inagotable. Pero nuestro

Sentiste amor, eso importa. Ni siquiera que estas cosas

oscuridad ni dolor ni placer ni alegría ni tristeza.

ruido destruye la belleza. Bello es contemplar en

sean leídas, es más importante que haber escrito. Escrib-

Espacio sin gravedad donde los sonidos no están

silencio todos los sonidos constantes. No dejarse atrapar

ir ha sido despedirse desde el inicio. Recuperar el

dispersos. Ese sitio en el que todo se encuentra reunido.

por la tormenta. Tampoco exigirse sabiduría. Permitir

tiempo. Anunciar la llegada. Cerrar con cuidado un libro

Leer un libro y dejar que entren sus ideas precisas.

que el detalle más pequeño no se escape. Esa música

que se deshoja. Una sonata de Brahms desde el

Refugio es leer, dejar el espacio sin salida, pensar que

que es imperceptible apenas comienza. Otros harán esas

reproductor de vinilos.

peso menos. Lo único que deseo es leer y anotar al borde

otras cosas toca no torcer nuestros actos. La responsabi-

Repetir las tardes amarillas no es una opción. Espera la

de cada página.

lidad de ser cambiantes es una permanencia. Sencillez

orilla. Afuera de las casas, merodean algunos de los

La caligrafía de mis pasos en la ciudad. La angustia se ha

que puede tomar por sorpresa los vicios de la angustia.

seres más solitarios que he conocido. En la medida de

comido casi todo alrededor. Lo que sigo reconstruyendo

Mover nube por nube hasta que todo se aclare.

cada historia se conoce un cierto acento. Subrayadas las

es aquella parte de mi verdad. Ser parte de ese final de un

No añadir. No marcar. Destacar rompe el propósito.

esquinas invisibles de la noche.

inicio. Quizá lo que se perdió fueron piedras o diaman-

Detenerse sutilmente y ceder al espectador el fin.

Nada tiene un precio tan alto como negociar una presen-

tes, no sé. Lo que no nos mata se muere primero. Simple,

Alas en las hojas secas que mueven los pensamientos.

cia. Hay presencias que cuestan más que una enferme-

esperar a que vuelva el afecto, aquello olvidado. Lo

Se pierde la vida pensando. Talvez los motivos que se

dad. Es mejor no encadenarse. No hablar del efecto del

perdido vuelve, pero en otras formas.

vuelven un gris distinto sean los postes que se encienden

amor transitorio. Entender que somos una ciudad

Días que son el eco de los días. Nada es realmente

a las seis de la tarde y nos confirman que el día se ha

amurallada y que abrimos a veces la puerta al Caballo de

distinto, cambian los actores y la escenografía. Comien-

perdido. Recóndito y solo queda uno frente a las

Troya.

za la lluvia, hace un enorme gris tras la ventana. Tanto

circunstancias. Si la voluntad dependiera de lo favorable

Un paréntesis adentro. Gente por congelar. Dar sentido a

desperdicio, tanto pensamiento que no va hacia nada. El

no existiría una sola ventana ni un solo día de luz.

lo inestable. Lo único importante es el acto sencillo de

orden tampoco facilita las cosas, hoy únicamente captar

Entre creer y no creer hay un vidrio roto. Quemar las

rayar páginas. Lo demás cae dentro de protocolos

el nudo de los pensamientos. No existe algo que pueda

notas indeseables. Cuidar las orillas afiladas. Agradecer

inseguros. Acercarse a la poesía como una relación con

tomar en este momento. Pienso que la intención presente

el día nuevo y guardar el odio en las manos cerradas.

la vida.

es acabar con el tedio. Reúno en mis notas todos los

Uno se parte en dos pensando, discutiendo con los

Tantas alarmas, tantos juguetes, tantas distracciones y

deseos. Como si pudiera hacer que esto llegara a alguien

demás y consigo mismo. Estar quebrado frente al

nada de vida. Del edificio inmenso, habitamos los

y lo tocara. Pero nadie a la vista, escribo para mí, para

espejo. Las nubes encima de los volcanes y algo encima

andamios. Nos cuesta ser sencillos suicidas y santos.

ordenarme. Hacer claridad para luego decir algo. Una

de las nubes. Tanta es mi insignificancia. Cualquier

Acumulamos palabras para escribir, pero no llega una

ambición total de anotar todo detalle. El espasmo de

huella se borra. Aparece de nuevo lo viejo y envejece lo

idea una idea clara en ningún minuto. Cada día dejamos

reunir las malas noticias. Así crecer ha sido un seguir y

nuevo. Ahora todo va más de prisa. No hay finales, solo

un amigo y un amigo nos deja. Sólo esperamos que se

ceder. Con el tiempo se comprende que vivir es un

pausas. Uno se descubre en esas pausas.

devuelva la coherencia.

privilegio y un castigo. Demasiado rápido se deja rodar

Algo es seguro, el día termina. No sabemos si termina

Esos días llenos de excesos. No hay una salida, no hay

la intención detrás de los sueños. Todo destino apunta

con o sin nosotros. Termina y es lo poco que sabemos.

una sola puerta. Ese día que termina sin detenerse.

hacia el silencio. Sin pensar nos toman las circunstan-

Encontramos una nota que hicimos ayer. Una página

Observas la fila de luces cruzando la montaña.

cias. Sin pensar más claramente aceptamos los tiempos.

subrayada como una piedra marcada en el camino.

Carreteras borradas. Larga es la oscuridad. Entre uno y

Tantas imágenes de personas cruzan en mi cabeza.

Cada vez que avanzas olvidas. La música es distinta, las

otro plazo llegan visiones. Algunas figuras asoman o

Algunas reales otra no. Calculo una dosis de dolor en

películas cambian cada vez que las miras, los libros de

encienden, pero el viento rompe en fragmentos la llama

ellas y su manera de sobreponerse. Los golpes de cabeza

antes ya no vuelven completos. Recortas dibujos y

que devora este papel. El texto es para ti. Habla en ti.

contra el muro y la soledad de tantos. Hay que pensar

tomas fotos que son nada. En un charco empapaste tus

Aparta el primer resplandor cuando despiertes. Dibuja

antes de abrir los brazos. Nada tan humano como la

zapatos y te fuiste triste. La vida es fugaz. Hoy no tratas

en la ventana ese jardín que ya no existe. Observa la paz

hipocresía. No hay ciencia en admitir que entre la gente

de retener el agua de un río, solo metes las manos para

de tu perro cuando concluye lo que queda del día. Apaga

se distorsiona la vida.

sentir la velocidad de su corriente.

el teléfono y atiende la mirada de un desconocido Sé

Cultura de lo oculto. Caligrafías y signos. El brazo

Eso entre las líneas. Orilla a la que te llevó la intensidad.

común. Enciérrate en ti mismo para que no necesites

sumergiéndose en algún espejo. Las miradas de noche,

Hoy guardas silencio y lo guardas bien para no cansarte.

amor de nadie. Deja a los condenados en su ruido. Vete

espejo roto, arcano. Se pierde el miedo. Un rito es una

Hoy guardas silencio y lo guardas bien para no cansarte.

sin golpear las puertas, pero vete y no vuelvas.

circunstancia que se repite. Una manera de responderle a

Casualidades. Respiras en otros mundos. De cada sitio

En la palabra con la palabra. Apuntes. La escritura

lo pasajero. A veces buscar hacer sagrado lo que se

guardas el color. El color de tus mundos. Películas

sagrada dentro de una casa llena de ruido. Eres una casa

hunde. Despertar algo de la ceniza. Lo peor que puede

viejas que guardan segundos memorables. Días

sin puertas. Deja a un lado tus huellas.

suceder es hacerse ceniza. Las cenizas no sangran. La

pacíficos de quietud, lectura: tiernas ventajas de la

única resistencia de la muerte se rompe si se mantiene el

humildad. Nada se arrodilla ante la pantalla de las

secreto de la vida, desnudándola se cae el misterio.

observaciones venturosas.

CÓDICE/6


EN EL OCASO DE AQUEL VERANO

Godo de Medeiros

L

una ha terminado con diligencia la sesión. Enseguida le comento a Guigou que por la manera de las coberturas y de interceptar los pases, aquélla me recuerda a Gaetano Scirea. La comparación, en un claro fuera de lugar, acaso resultará ofensiva, con todo y que mi conciencia rebosa de buenas intenciones. Estamos en septiembre, en el ocaso del verano europeo y en la declinación del invierno guatemalteco. Mi memoria viaja hacia 1982, concretamente al Santiago Bernabéu, hasta languidecer en una carretera de Polonia custodiada por sembradíos el año1989, sin dejar de pensar, de sopetón, en las vilezas de 2018 ocurridas en este territorio de malhechores. La puntualidad, pulcritud, hidalguía y elegancia del creador de la posición de líbero afloran con nitidez esa mañana fresca en que Luna ha demostrado que en el crepúsculo de la vida se puede todavía acometer sin más temor tal vez que el de la posibilidad de perder la vida batallando con la entereza de quien todo lo ha hecho con deslumbrante honradez. Scirea fue cabalmente ejemplo de ese arrojo que caracteriza a los seres valerosos que van por el mundo sin desmoronarlo. En una crónica conmovedora que leí recientemente me pude enterar de que apenas con 21años de edad fue vendido a la Juventus, equipo que, gracias al talento y a la calidad inusitada de aquel muchacho deleitoso, arrasaría con los títulos habidos y por haber en la cintura de la década de 1970. Quizás sea la ternura que Luna me infunde o la gracia de sus desplazamientos inseguendo el pequeño balón lo que me revela con profunda emoción los detalles de aquel estilo de juego que mostró su esplendor en la antológica final entre italianos y alemanes. Una preciosísima jugada suya desde terreno propio culminó en la anotación de Marco Tardell inmortalizada como «el gol del grito» en el decisivo segundo tiempo de aquel duelo de estrategias presenciado con avidez por la mismísima pareja real. Y fue de nuevo desde su propia área con el excelso pase al laborioso Bruno Conti que fue posible la tercera anotación, en la zurda de Alessandro Altobelli, que destrozó la moral de una Alemania comandaba entonces nada menos que por Harald Schumacher, Pierre Littbarski, Karl-Heinz Rummenigge y Paul Breitner. En algún escrito dejé constancia de mis simpatías hacia el Atalanta, equipo del norte de Italia que el próximo 17 de octubre celebrará su ciento trece aniversario tras completar este año una ensoñadora participación en la Liga de Campeones de Europa, quedando a suspiro y dos tercios de la ansiada final. Y es que en el club de Bérgamo se formó Gaetano Scirea, de quien nadie dijo algo reprochable siquiera una vez. Por el contrario, todo el mundo lo apreciaba y de él se decía que era un caballero, un defensor decoroso al que en su carrera futbolística no le fue mostrada jamás la tarjeta roja y a lo mucho recibió dos amarillas.

Lo ha dicho Gianluca Gabriele con enternecedora sinceridad: «(…) automáticamente pienso en él, ya que, al estudiar latín en la escuela secundaria, se nos describió el ideal de “humanitas” de los antiguos romanos: comprensión, altruismo, educación, elegancia». Así como ciertos alimentos resultan exquisitos al paladar, el juego de Scirea será siempre a la vista lo que esos instantes que traen consigo los amaneceres o los atardeceres cuando se contemplan con el alma limpia. Fue un hombre justo, generoso y sincero. Un representante de la clase trabajadora para quien la solidaridad y el enaltecimiento de la dignidad humana eran principios manifiestos en su conducta diaria. Gabriele cuenta que, en 1974, el presidente del Atlanta llamó a su homólogo de la Juventus y le dijo: «Este te lo traigo yo. Si es un buen futbolista se verá, mientras tanto, es un gran hombre». En el equipo de Turín jugaría hasta su retiro en 1987, convirtiéndose enseguida en asistente del entrenador Dino Zoff hasta el tristísimo domingo 3 de septiembre de 1989 en que murió en un accidente automovilístico de carretera cuando regresaba de cumplir una misión de inteligencia para los propósitos europeos de la Vecchia Signora. Tenía 36 años en el ocaso de aquel verano. Su deceso conmocionó en extremo a la tribu planetaria del futbol. Intratable, Zoff rogaba que le dijeran que no era verdad, que se trataba de una mentira. El dolor agobiante del heroico portero de la campeona del mundo en 1982 se explica con estas palabras de Gabriele: «Desobedeció al establishment, manteniendo su humildad, su personalidad, su humanidad: no se dejó cambiar y permaneció intacto». Un 3 de septiembre también, solo que, de 2018, los propietarios de Guatemala mandaron un mensaje a la Organización de las Naciones Unidas: «No permitiremos que nuestro sistema criminal se vea amenazado por valores contrarios a nuestro modelo». Con ello se expulsó del país a un hombre que acometió con entereza y determinación. La efeméride, como paralelismo, quizás sirva solamente para ilustrar los caprichos de la mala suerte o para reafirmar, al final de cuentas, que lo bueno dura apenas una nada. Al establishment perverso desobedeció Gaetano Scirea desde el derrotero adonde la vida lo colocó. Y, en consecuencia, obró con lealtad, decencia y rectitud. La refulgente acuciosidad de Gabriele estremece: «(…) todos los que lo conocieron, desde compañeros de equipo, oponentes, gerentes deportivos, familiares, en entrevistas, servicios especiales, libros, todos están de acuerdo en algunas características: siempre sereno, leal, tranquilo, serio, él nunca levantó la voz. Hablaba poco, nunca de manera inapropiada y era prácticamente imposible no sentir respeto por él».

CÓDICE/7


LA ANOMALÍA

Álvaro Montenegro CÓDICE/8

Me miró fijamente. Siempre pienso varias veces antes de colocar un adverbio. Lo hago desde los tiempos de la escuela. Aún más cuando leí la novela de un periodista que llamaba a repasar con detención cada adjetivo y cada adverbio, pues aseguraba que ahí estaba la carne de los relatos. Entonces concluí que este adverbio replica lo que ocurrió. Sí me vio fijamente, durante varios segundos. Sin pasar de tres o cuatro; no fue demasiado. Estaba yo en mi hora de almuerzo y aproveché para viajar al baño. La anécdota arrancó de improviso cuando levanté la cara y en lugar de lo negro oculto de siempre, noté el espejo. Resultó en una cúspide inverosímil. Parpadeé pero era cierto, otra vez, estaba acariciando el panorama. Cuánto tiempo sin ver. No me lo creía y sin ningún esfuerzo estallaba un milagro, por lo que creí en Dios de nuevo cuando los colores regresaron. Era mi mirada en el espejo pero no era la mía sino que era otra pues atravesaba una extrañeza que parecía abarcarlo todo como una nube infinita. Hablamos de una mirada contemplativa, como la de un meditador con sobrada experiencia. A pesar de tanto leído no he logrado conocer lo que algunos llaman un ser feliz. Eso me lo ha concedido este oficio de narrador y cuando me vi en la obligación de renunciar al lapicero, por la falta de visión, tuve que empezar a dictarle a usted, Leopoldo, para que escribiera mis locuras, y eso hizo que la cosa se tornara de nuevo melancólica. Como un perro con correa. Es difícil afirmar que siempre suceda algo. Pero sí, con lástima lo digo, siempre son los ojos los que trasmiten el escenario completo. No quiere decir que los demás sentidos estén debajo pero la vista amuebla la realidad, el verbo que usó en aquel poema Huidobro. No soy un asiduo seguidor suyo, solo que ahora, como me pasa seguido en esta fase de la vejez, se me vino esa palabra de ese poema tan conocido y se lo dije, Leopoldo, como un acto sin trascendencia. Tampoco incentivo ese conflicto que tienen compatriotas míos con nuestros vecinos chilenos. Como he dicho en cientos de entrevistas, no creo en las banderas. No le tengo mayor estima a casi nada. Aunque contradictoriamente, desde esa desesperanza, en los ciegos habita un poco más la fe, por ese mundo tan personal e inteligible que se logra construir, aunque los demás no lo crean del todo. Los que hemos perdido algo como la visión nos cuestionamos, por ejemplo, cómo luce uno después de diez años sin apreciarse los granos en la cara. Pero hoy, y por eso se amerita contarle esto, la vida se retorció. ¡Porque lo vi! Vi de nuevo. Él era él y él era yo. La infinidad de miedos como cadáveres abatidos. Los gritos absolutos. Las personas que habitaron nuestra piel. Mucha sangre, sangre contenida en los barriles de los ojos, mis ojos, y oídos y las mentiras, con flores, con tumbas y cuevas en el fondo de los barrancos. Todo percibido desde la conexión de la luz. Era el cuento más corto del mundo resumido en sus pupilas despiertas, que eran las mías. Al aceptar esas toneladas de mugre y arrugas, jamás imaginadas, no queda más que amar, amar incluso la inmundicia. Justo a los ojos nos ensartamos las miradas y fue algo tremendo. Era radiar en el epicentro. Ese segundo de un atardecer antes de la muerte. El estrujamiento que viene desde lo malditamente bello. Un atardecer que brilla en los ojos aunque éstos no reflejen nada y uno, siendo un ciego profesional, lo sabe. Esta vez acaeció una cuestión atípica, un minúsculo momento. Una tempestad que vino para crujir. Él me notó y yo lo noté lo que dura un orgasmo: corto y suficiente. Estoy seguro de que nos vimos; de que me vi; de que por fin, admití toda mi despótica realidad, que incluía mi incapacidad para ver hacia adentro y hacia afuera. Todo transitó tan rápido. El espejo, mientras yo lo observaba, mostraba al hombre único y universal con su completa esencia desnuda. Un portal. Pequeños y millones de granos de arena como reflejo de la inmensidad y lo más insignificante. El vacío detrás de cada concepto. Yo seguía adentro del baño mientras nos veíamos aún más fijamente hasta que no nos vimos más. Tres o cuatro segundos y se apagó la luz, sentí desvanecer nuestras visiones que reposaron con los párpados cerrados. Después de lavarme las manos y alzar la cara, en ese momento había sucedido todo. Esa repentina vorágine, cuando germiné por primera y única vez, fue escalofriante. No recordaba haber palpado el mundo tan cerca, no recordaba el murmurio del sol en el día, me había acomodado a guiarme por el olor. Este episodio se asomó a la perfección pues fue tan finito como un latido. Pero no olvido esa revelación, a pesar de haber regresado de nuevo al mundo de los oscuros. Luego me coloqué (como una palabra indispensable) los lentes y emprendí el bastón para salir con cuidado del baño de la Biblioteca, mi trabajo por años, donde ya conozco el camino de memoria. En eso lo encontré a usted en la escalera y le empecé a contar esta historia, Leopoldo, así que espero que la haya escuchado bien.


DISCURSO PARA LA PRESENTACIÓN DE LA OBRA FASCINACIÓN POR LA FEALDAD, DEL AUTOR

E

GUSTAVO BRACAMONTE.

n primer lugar, deseo agradecer a don Gustavo Bracamonte la invitación para comentar su reciente obra Fascinación por la fealdad y también a los colegas Juan Antonio Canel y Eduardo Blandón por su gentil acompañamiento para concretar mi intervención. Inicio recordado la conocida frase Nada de lo humano me es ajeno, expresión de Publio Terencio, contenida en su obra El atormentador de sí mismo , fechada alrededor del año 165 a. C., cita que obtuvo carta de naturaleza para la posteridad, como una especie de justificación de lo que implica el comportamiento humano en todas sus facetas. Entre nosotros, el gran Miguel de Unamuno en el primer ensayo de su obra Del sentimiento trágico de la vida , interpreta esta locución latina, afirmando que él consideraría el asunto así: «soy hombre y a ningún otro hombre estimo extraño (hoy día se aplicaría lo mismo para el género femenino: soy mujer y a ninguna otra mujer estimo extraña), porque el adjetivo latino humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre (o la mujer)». (Lo encerrado entre paréntesis no está en el original). Además, el habla coloquial contiene expresiones que conducen a resultados similares respecto a lo que puede darse a entender con aquella dicha frase: «errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios» o también «quien esté libre de pecado que lance la primera piedra». A lo largo de la historia, la maldad, la fealdad o lo oscuro, desde cualquier perspectiva y desde sus inicios que se pierden en la inmensidad de los tiempos, han supuesto una amenaza, un gran enigma y un claro desafío intelectual y volitivo para la vida misma. Mente y voluntad se ven conminadas de forma directa ante la inconfundible evidencia de su continuo impacto en el decurso histórico y la vida de personas y comunidades de toda clase y condición a lo largo y ancho de toda la historia conocida, en el intento de búsqueda de respuestas legítimas, tanto al origen como a la solución o posible indisolubilidad de la maldad o de la fealdad, sea en el plano natural, moral o metafísico de las cosas. Un intento de respuesta puede estar y de hecho lo está, recurriendo a la razón poética, como parece atestiguarlo esta obra de Gustavo Bracamonte que, a través del sugestivo título Fascinación por la fealdad, presenta diversos escenarios de la cotidianidad, en los que, entre otros asuntos y haciendo gala de un excelente manejo del idioma y de figuras como la metáfora, la ironía o el sarcasmo, el lector puede llegar a sentir en la propia piel la continua lucha por la sobrevivencia (hoy y aquí) o también en sociedades latinoamericanas u otras con características similares, tales como la cultura de la muerte, la violencia fratricida, la corrupción y el abuso de poder, la infancia vulnerada, las innumerables adicciones que afectan a las personas, familias y colectividades, el tráfago citadino, el miedo, el desenfreno, la cultura de los antivalores, la anulación del otro o desubjetivación, entre muchos otros temas. Las expresiones «hombre», «mujer», «persona», «individuo», «sujeto», entre otras similares, de la misma forma que pueden significar lo bueno, lo bello, lo verdadero o lo justo, también pueden implicar lo contrario, es decir, lo malo, lo feo, la mentira, el engaño o lo injusto, y al parecer la clave para determinar 1 2

el terreno en el que todo individuo o sujeto se desarrollará, radica en la elección consciente y libre, de manera que entre las conductas malvadas o bondadosas, será la elección la que determine cómo, ante una misma situación, alguien elige hacer el mal o el bien. La dificultad de elegir entre actuar desde el bien o desde el mal, cuando la persona se desenvuelve en un entorno deshumanizante, anónimo, que difumina las acciones individuales y relativiza el poder de hacer el bien (como el sistema en que ahora se vive), aunado a que en muchos casos, desde dicho entorno, lo más cómodo puede ser inclinarse hacia lo malo, lo feo o lo obscuro, que se convierte en la conducta más fácil a la que una gran mayoría puede llegar, incluso a aplaudir o a excusar. Hasta llegar a lo peor, es decir, cuando para el sistema, hacer el bien se convierte en sinónimo de hacer el tonto.

Gustavo García Fong

Académico y jurista.

Mujer llorando, Pablo Picasso, 1937.

Publio Terencio, El atormentador de sí mismo. México: Oasis, 1964. Unamuno, Miguel de, Del sentimiento trágico de la vida. Madrid: Alianza Editorial, 2013.

CÓDICE/9


C

asi siempre, la maldad, la fealdad, la obscuridad, suele comenzar con una pequeña decisión, la que paso a paso, se va convirtiendo en un ejercicio habitual de maldad, donde el sujeto queda atrapado y se transforma en una forma de pensar y de actuar (recuérdese, por ejemplo el cogito ergo sum cartesiano, pienso luego existo o luego soy. Soy lo que pienso y mis acciones lo reflejan. Y si no vivo como pienso, terminaré pensando como vivo). Cuántos conocen personas que iniciaron su carrera en la corrupción con pocas cantidades de dinero, hasta convertirse en cabecillas de una estructura criminal o que se iniciaron en el arte del engaño con lo que se llaman mentiras blancas o de poca monta, llegando a convertirse en asesinos de la palabra. Y en ambos casos, lo que en un principio fue una conducta de maldad, fealdad u obscuridad, pasó a convertirse en normal y, por último, en buena. Ya el inolvidable Chesterton lo dibujó en la siguiente frase: «¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios». A continuación, una selección de fragmentos del poemario de Gustavo, que deseo compartir, indicando los escenarios cotidianos que a mi parecer hacen referencia y que ya mencioné:

La lucha por sobrevivir «Te gusta verte así, con una leyenda extraña en la cintura de la sobrevivencia que, al recordar el inicio todavía daña el sollozo del viento en una suerte de viaje a las heridas de lo barbárico».

La violencia fratricida «…moscas peludas cubriendo los dientes, ojos de sangre mirando al fondo de su camino, tal vez mañana llegue el suspiro de los demonios encapsulados en una bazuca para aniquilarnos de una vez». «…el crepúsculo de la ciudad es una franja extensa de sangre que los malos ordeñan diariamente… el crepúsculo de la ciudad tiene la ropa raída de usarla en las fábricas de la descomposición humana. Y toda la gente sube al crepúsculo para sentirse cómodos y complacidos de lo bello». «…el hombre que arma y desarma en las ciudades de la muerte tiene la forma de una bala impactada en una generación que alcanzaba a mirar otra humanidad».

Corrupción y abuso de poder «…el abandono es una exposición de la ternura de los que sufren por el excremento del poder».

CÓDICE/10

Infancia abusada «…Un bebé parió la niña entre las piedras de la agonía… el bebé dejó de respirar… nunca tuvo hambre…el bebé, envuelto en la fiebre de la muerte nunca quiso nacer. La niña abrazó con tanta ternura a la muerte que se supo de su dolor únicamente en la fosa».

Adicciones «Más allá de los vómitos, de la resaca que aglutina en la cabeza el infierno proporcional al ruin alcohol de la desgracia, más allá de la hedentina a cigarro como de pesticida con que se intoxicaron los ciervos del campo… Más allá de todo, un ser humano muere conmigo».


El tráfago citadino »Esta ciudad tiene en su tránsito alucinante mucha belleza imprescindible para descansar esquizofrénicamente… para descongestionar el aburrimiento (atrás del mismo bus, dos, cuatro, seis horas) al lado de un automóvil que conduce una chica que se pintarrajea y al llegar al sitio del trabajo ladrar cansina y rábicamente “buenos días”».

El miedo «Nos gusta el miedo urbano… fascinante miedo a que nos disparen sin mirarnos a los ojos para intensificar la frialdad de la muerte, una muerte que ni siquiera es enemiga nuestra ni de nadie que sale de su trabajo al descanso, porque la muerte a destiempo tiene una vocación equivocada».

El desenfreno «El viernes, cae a la tierra como plaga de estridencia, se empoza el relajo en las calles, el ruido en las casas, en los salones, en los edificios, en los barrios los cadáveres se levantan de sus tumbas asustados, se enfadan y escupen murciélagos iracundos…». La cultura de los antivalores «…ahora que el amanecer está sujeto a lo temporal ahora tenemos malformaciones en lo humano, en lugar de lumbre en la memoria se acumulan tantas noches cerradas con sus cucarachas ciegas…». La anulación del otro o desubjetivación «Te congratulas con el anciano, reptando hacia la nada levantando torpemente una mano para que el maná de tu misericordia caiga sobre la osteoporosis de su miseria… Te fascina la locura de los jóvenes riendo y sacando palabras de una cabeza atestada de crac, de opio, de hierbas alucinantes, de hongos y alcohol puro…».

CÓDICE/11


YA

nte un panorama tan desalentador como lo que el poeta extrajo de su paleta de letras y palabras, vislumbro algún atisbo de esperanza, suscribiendo las palabras del título de una obra de Karl Popper En busca de un mundo mejor (pese a que todos los escenarios actuales podrían apuntar a lo contrario). Reitero, se trata de mi particular lectura de algunos fragmentos del poemario. Ya el autor dirá si suscribe o no esta afirmación. Decía Cicerón que cuando el individuo es mejor, más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros. «Hacer el bien como principio y no como interés». Actuar en dirección al bien como elección personal, surge de unos valores y una ética particular. Actuar en dirección al bien, aunque la persona quede sola en la elección, por el simple hecho de rendir cuentas a sí mismo. Tener en cuenta que el incremento cada vez mayor de malhechores o criminales no confiere validez ni autoriza la conducta criminal. Actuar en dirección al bien en la vida cotidiana representa un todo indivisible. No es coherente actuar en la línea del bien en una faceta de la vida y en la línea del mal en otra, lo que supondría un autoengaño. La obediencia absoluta y la ausencia total de responsabilidad representan una ilusión, un olvido de las decisiones de cada cual. Cada individuo es dueño de sus propias elecciones. Actuar en la dirección del bien sin aborrecer al mal, porque cuando un hombre o una mujer se deja llevar por cualquier actitud negativa, de maldad, fealdad u oscuridad, debe combatir a esos monstruos, de lo contrario, se convertirá también en un monstruo, tal y como lo recuerda aquella frase de Nietzsche en Más allá del bien y del mal , que dice: «Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti». Frente a lo anterior, la bondad como voluntad de bien, como manifestación del poder de un individuo (hombre o mujer) para superar sentimientos de maldad, venganza o ira, su ejercicio continuo da como resultado la integridad, la construcción de la honradez y la decencia en las personas. Dicha integridad conduce a la satisfacción interior. A continuación, unos últimos fragmentos más que me permití seleccionar del poemario de Gustavo, en la línea de esa apelación a la esperanza que desde mi lectura creo haber identificado, siguiendo la lógica de los mismos escenarios cotidianos que mencioné antes y que, como también ya lo expresé, el autor dirá si comparte o no mi apreciación: «…solo tengo el presente asido a su tormenta para alcanzar el veloz futuro que yo mismo invento ajetreado en este recinto del hoy. Tengo confianza que hoy, soy el futuro». «…Porqué dejamos de creer en las palabras y perdimos de vista a nuestros padres que se fueron un día sin la ternura de la civilización de sujetos-objetos». «Y con su acostumbrada ironía dice: así nos vemos bellos… incorporados a la masa inerme y torpe que murmura cada vez que pasa el tren de lo ruin…». Entre paréntesis, en el anterior fragmento no puedo evitar volver a recordar al maestro Nietzsche, cuando hacía referencia a la mentalidad del rebaño, de manada o de muchedumbre, claro está en un contexto diferente y con otras motivaciones epistemológicas respecto a los escenarios actuales. Sin embargo, puedo extrapolar la frase a varias características de la sociedad actual, donde me parece que puede apreciarse esa mentalidad de rebaño o de manada: la dictadura de la moda, de las marcas, del estatus, de las ideologías o de cualquier tipo de tecnología, utilizadas para cualquier cosa, menos para el crecimiento intelectual o moral de las personas.

Vuelvo a los fragmentos del poemario: «…Nadie escucha, nadie escucha, nadie es». (La itálica no está en el original). «…Dejemos que viva, sintieron los animales llevémosle agua para que la agrietada garganta reproduzca su vitalicio canto, cubramos su cuerpo con todos los cuerpos animales para que al anochecer cante la libertad de vivir». Para finalizar, reitero mi felicitación a Gustavo por su nuevo poemario, la invitación a todos para que lo lean y concluyo mi intervención con el siguiente poema de mi autoría que habla de fealdades, escrito desde lo que considero han sido mis «circunstancias» (en el contexto de la expresión del maestro Ortega y Gasset), aunque también podría haber sido escrito por cualquier otra persona, pero que destaca, a su vez, la importancia de encontrar una luz al final del túnel, como suele decirse coloquialmente, ante escenarios difíciles o callejones sin salida: «Diacronía Desde que me hice consciente de las circunstancias, me convencí de que solo mi madre podría amarme, debido a mis fealdades, tanto externa como interior, destacando en esta última, mi alma avejentada y además, aburrida, mi desconfianza, pesimismo y escepticismo, el hábito de ir siempre “a mi aire”, de buscarle “tres pies al gato” y de haber firmado con sangre y hiel, un pacto con la soledad. Sin embargo, el día menos pensado, una fría noche de enero se cruzó en mi camino una mujer con reminiscencias de ángel, posiblemente exiliado del empíreo o quizás, liberado de un lienzo renacentista, a quien no le importó ninguna de mis fealdades y, casi veinte años después contra todo pronóstico, aún sigue a mi lado. Y aunque exteriormente luzcamos como la bella y la bestia, la princesa y el sapo o la dama y el vagabundo, de vez en cuando resuena en mis oídos aquella frase de Rilke, anotada en sus Cartas a un joven poeta, que reza: “El amor consiste en esto, que dos soledades se protejan, se acaricien y se acojan, la una a la otra». Muchas gracias. Guatemala, agosto de 2020. 1Pooper, Karl, En busca de un mundo mejor. Barcelona: Paidós, 1994. 2Nietzsche, Friedrich, Mas allá del bien y del mal. Madrid: Alianza Editorial, 1972.

CÓDICE/12


EL CICLO DE LA ESPIRAL Para Rodrigo, a sus diecinueve años y en China

V

olver a empezar como antes, desde el inicio, desde el comienzo, desde la raíz —pienso— mientras voy caminando, diecinueve años después por las mismas calles que antes me veían silenciosas, fieles testigos de mi ir y venir cotidiano. Entonces, ibas de mi mano y eras el centro de mi vida, mi mundo, mi universo, mi todo. He vuelto al barrio después de transitar sin detenerme. He vuelto a ese centro histórico que me recibió una tarde de diciembre. Pero hoy tú no estás. Antes también te me escapabas —como aún sueles hacerlo— y salías corriendo alegre, ingenuo, libre y feliz, y mi corazón latía apresurado, con miedo a no alcanzarte. Una vez te enfermaste, casi te vas para siempre. De allí te quedó esa cicatriz que ahora es grande como tú. ¿Cuántas cosas nos han pasado desde entonces? ¿Cuántos caminos hemos recorrido juntos y separados? Volver al principio. Volver al barrio. Volver al ayer. Un ayer que no se borra, que no pesa. ¿Cuánto estuve contigo? ¿Cuánto te dejé? Hoy te extraño desde el centro de mí misma porque no estás. Otra mano se aferra a la tuya, otros ojos te miran y tú le prodigas ese amor que aprendiste de nosotros. Un amor que viaja desde las estrellas y que brilla en tus ojos y da vida, un amor con errores y aciertos, pero siempre inmenso y luminoso. Desde muy pequeño te dije que eres el fruto del amor y lo sostengo porque es cierto. Diecinueve años viéndote crecer en este país que no es el mío, pero que también lo es. Intentando amoldarme en un molde ajeno, descubriendo códigos para enseñártelos cada día, para formarte como un buen ser humano, para enseñarte a discernir lo bueno de lo no tan bueno y de lo malo y sus esencias. Pude quedarme en el barrio. Pude ser el ama de casa perfecta. También pude quedarme cocinando, lavando y planchando o leyendo los diarios amarillistas y viendo la tele y a la vez, viéndote crecer como el único proyecto de mi vida. Sin embargo, solo tres fueron los años que te dediqué a tiempo completo. Pero mi amor por ti sigue siendo de tiempo completo: durante el sueño, mientras leo, cuando como, mientras escribo, cuando te pienso (que es a cada momento), cuando camino, mientras manejo o cuando veo a algún joven que me recuerda a tí. He vuelto al principio regresando al barrio que compartimos hijo, al barrio del que salimos hace muchos años. Y aún estoy en el lugar donde me quedé por ti, por tu padre, por los tres y porque en la vida una familia, un hijo, significan también un principio: una forma de echar raíces en tierra fértil.

Karla Olascoaga Hoy camino contemplando las aceras, los parques con verjas, pero más limpios, las casonas repelladas, restauradas con colores más brillantes, las nuevas bancas, los jardincitos, y los nuevos árboles que dan sombra donde antes no la había; pero ahora, a diferencia de antes: siempre me cuido las espaldas. Todo se ve mejor en el barrio Moderno. Los negocios han mutado y proliferado. El lugar es el mismo, sólo que menos triste, menos sombrío, menos frío, menos gris y desolado. Recuerdo cuando salía contigo a comprar tortillas, qué particular me parecía la forma de echar las tortillas de maíz con las manos. Ahora me parece normal como me parecen normales muchas cosas que no lo son. ¿Cuánto ha llegado a mi vida y cuánto se ha ido? ¿Cuánto ha llegado y se ha ido con esa rapidez con la que corren las cosas y los sucesos ahora? Los años escapan de mis manos, de mis cuentas regresivas, pero estás tú. Siempre estás tú, aunque estés lejos. Como están lejos los años de tu infancia. Nunca saboreé una maternidad agridulce como la siento ahora: de tu mano pero sin ti y para mi, es una prueba difícil. Tú eres nuestra huella temporal en este mundo, en este planeta convulso, injusto y real, tan real como cada quien escoja vivirlo. Hoy camino tan rápido como antes y más sucesos llaman mi atención. He aprendido a interpretar esos códigos y señales que antes no entendía y sigo en esas revoluciones aceleradas que caracterizan a las mujeres de mi linaje. Hoy, es 31 de octubre, día de brujas y tal vez por eso expío en cada línea mi trabajo más duro, más hermoso y perpetuo: el de ser madre. Hoy, es el momento de cerrar un capítulo más, de pedirte que oigas el latido de tu corazón detenidamente para que sientas que estamos unidos, que siempre lo estaremos a pesar del tiempo, la distancia, la vida o la muerte. Hoy, volví a ver el nido vacío con otros ojos, lloro menos pero aún lloro tu ausencia física, extraño tu olor, tus ojos grandes y bondadosos, tu pelo ensortijado, tus manos largas de artista, pero lo que más extraño es ese amor que siempre me diste, ese perdón que me entregabas por mis errores humanos, por mis exageraciones, por mis juicios apresurados, por mis aprehensiones, por mis miedos; porque tu amor infinito siempre estará vivo en mi pecho, en cada latido de ese corazón que nació para amarte. Tu má.

CÓDICE/13


Este cuento es parte de la colección inédita de cuentos Ellas.

C

MARTA Y MARÍA

on la Marta, desde muy chiquitas nos llevábamos mal. Desde muy chiquitas, también, mi abuela nos pegaba con la paleta de los frijoles, para que nos quisiéramos. A pesar de los trancazos, la Marta me robaba lo que era mío y yo no la podía querer por eso. Disimulaba mi desafecto, pero la vieja me leía el corazón. Entonces, un día cualquiera, se encargó en serio del asunto: ella se las sabía todas, así que se ideó la manera para que aprendiéramos a compartir. Mama Lina nos compró una cabra. Sí, cuando la aburrimos con nuestros pleitos y nuestras peticiones de dinero para llevar a la escuela, la vieja nos compró una CABRA. Y nos regaló también un tarro de aluminio. ¿Cómo iba a solucionar eso nuestra falta de fondos? Y, especialmente, ¿cómo nos íbamos a dejar de pelear con una cabra de por medio? Ahí, concluí, la abuela se había enloquecido. ¡Vaya, cabronas! ¡Para que se dejen de pelear, para que tengan su pisto y para que aprendan a vivir en paz! El truco fue que la cabra era mía y el tarro de la Marta. Entonces, si queríamos lana para comprar nuestras chucherías en la escuela, nos tendríamos que dedicar al negocio: lavarle las tetas, ordeñar la cabra, llenar el tarro, tocar las puertas, vender la leche, repartir la ganancia, lavar el tambo, alimentar a la CabraLina y empezar todo, todo de nuevo. Al principio no nos hizo mucha gracia. Eso de compartir no se nos daba y, seguro, más de una vez pensamos en tomar distintos caminos, pero, por el momento, la Marta necesitaba la leche de mi cabrita y yo necesitaba su tarro para almacenarla. Al año de tener nuestra empresa, como la llamaba la ambiciosa de mi hermana, ya éramos conocidas en toda la Limonais. Mama Lina se encargaba de comentarle a quien pudiera lo buena que era la leche de las cabras, todo lo que curaba, lo mucho que alimentaba y lo caliente que ponía a los fríos y lo frío que ponía a los calientes. ¡Una maravilla! Cuando terminó la escuela en noviembre, todavía no nos queríamos, pero ya la Marta y yo estábamos pensando en comprarnos otra lechera. Entonces, llegó la CuscaLina. Pues así nos fuimos reconciliando, hasta que estuvimos grandes y llegamos a nueve animalitas, tres hijas de la CabraLina, más seis que nos llegaron sin mucho pensarlo. La abuela nos miraba complacida y solía decir que el nuestro era un negocio de cabritas y de cabronas… ¡Más cabrona será usté!, pensaba yo. La mera verdad es que íbamos a la escuela por eso de adquirir una educación, como decía Mamá Lina, pero no lo necesitábamos: nuestro negocio nos daba para tener nuestros centavos, sin necesidad de estar metidas en la leedera. Eso de la cultura nos iba a preparar para la vida, decía la vieja. ¿Cuál cultura? ¿Para cuál vida?, me preguntaba yo, y no decía nada. La muy ingrata hasta me hizo tomar clases de mecanografía en la academia El Progreso, en donde me aburría a más no poder con eso de aaañññsssllldddkkkfffjjj, al infinito. Aprendí, sí, pero a mí lo que me gustaba era cocinar. El Esteban empezó a comprarnos su vaso de leche todos los días. Decía que era para curarse la anemia que le venía desde chiquito, el asma que había heredado de su abuelo, la úlcera que le había caído por chupar y la bilis que le provocaba la peleadera con su mujer. Además, decía, que también la tomaba para prevenir los catarros a los que era propenso desde que su mamá le quitó la chiche, a los nueve años. El Esteban era muy dulce y muy cantineador. Como yo era la mayor, el negocio era conmigo. Todos los días lo mismo. Mientras yo ordeñaba, él me miraba y seguía con su cantaleta: que ya me extrañaba, y que yo le gustaba mucho, y que si me dejaba dar un besito, y que si lo esperaba por la tarde, y que si lo aceptaba si dejaba a su mujer. Yo no estaba muy segura, pero le despachaba un vaso bien lleno de leche, a saber por qué. Yo pensaba que el hombre ya tenía dueña; pero, un día al escuchar cómo ella lo gritaba y lo llamaba «inútil», me decidí a salvar al pobre convaleciente. Vaya, le dije nomás y a los tres meses ya estábamos viviendo juntos. Ni a Mama Lina ni a la Marta les hizo mucha gracia que el Esteban se viniera a vivir con nosotras. Yo les expliqué que él podía ayudar con las cabras y con otras tareas en la casa, pero no muy que las convencí. ¡Ese enclenque no sirve para nada!, decía la Marta, preguntale a su mujer. ¡Pues su mujer ahora soy yo y sí me sirve, oíste, gran cabrona! Y entonces, seguía la Marta reclamando que el Esteban se tomaba él solito cuatro vasos de leche al día. ¡Ese huevón se está tragando la ganancia!, ¿no ves? Yo no veía nada. El Esteban tenía ese modo de verla a una que enchina la piel. Y sabía querer así, suavecito y despacio, como si estuviera soñando, con ganas de querer; no como otros que lo único que quieren es terminar rapidito su negocio. De esos amores, nacieron los cuaches. Mis hijos estaban gordos y saludables con mis cuidados, aunque los tuve que terminar de criar a pura leche de cabra, porque la mía se me secó del susto de un día para otro.

Yo soñaba que el Esteban me decía sus chuladas hasta cuando estaba dormido y me acomodaba entre las frazadas con la seguridad de que lo tenía ahí, pegadito a mí. Lo escuchaba entre sueños y eso me tenía regordeta de puro amor. Hasta que una noche desperté y oí que los arrumacos del mequetrefe no eran conmigo sino con la desvergonzada de la Marta. ¡Yo la quería matar! Mi amor no tenía la culpa, el pobrecito era flaco hasta de voluntad, y la Marta se había aprovechado de eso. Para cuando los caché, ya el daño estaba hecho y la gusarapa traicionera estaba preñada. Solo de pensarlo, se me revolvía el estómago. Y cuando le reclamé, la malandrina no supo qué decir. Se quedaba callada, pero exhibía su prominente barriga con todo el descaro. Yo lloraba de la rabia. Entonces, Mamá Lina me dijo, mirá, mija, tu error fue chiflarte por ese tunante y la colgazón te cegó. Solo vos no te das cuenta de que el esmirriado ese se coge hasta las cabras. No me lo estás preguntando, pero yo me he salvado de sus coqueteos a pura integridá… ¿Para qué trajiste a la casa a ese hijo de la gran puta, digo yo? Ahí fue cuando se me cortó la leche. Entonces, del coraje me recordé de una palabra que me habían enseñado en la escuela. Para algo que me sirviera la cultura que ahí había aprendido. Y así, le dije que le daba untimatum. ¿Un qué?, me dijo el pobrecito llorando. Eso quiere decir, pedazo de ignorante, que te me vas a la chingada ya, si no terminás con la Marta. Su llanto se escuchaba hasta el cementerio. El canijo juraba que nos amaba a las dos y que no sabía qué hacer: no podía escoger entre nosotras. La verdad es que yo sentía muy arriesgado eso de echarlo de la casa, porque hasta las cabras lo iban a extrañar, pero el hombre tenía que saber quién era ahí la autoridad. Las cabras estaban en plena producción, así que, aunque no nos habláramos, teníamos que salir con mi hermana a vender la leche. Un día, cuando regresamos, el Esteban se había ido y entonces el negocio se vino abajo. A partir de entonces, empezó la temporada de tristeza y lloriqueos de mis cuaches al principio; de las gemelas de la Marta, después; de las cabras; hasta de la abuela. Mi hermana y yo nos hacíamos las desentendidas, pero los suspiros al caer la tarde nos delataban. Al cabo de unos meses, Mama Lina salió al funeral de una su prima. Se arregló muy chancla con su manto negro y se puso la falda que le cosió la Marta a mano, porque a ella le gusta eso del corte y confección. No quiso que la acompañáramos y nos pidió que le cocináramos algo bien rico para la comida. Entre recuerdos, se me fue la tarde preparando unos tamalitos de chipilín y unos plátanos fritos y cuidando a los patojos. Ya estábamos un poco apenadas, porque Mama Lina no regresaba, cuando la escuchamos entrar. O más bien, oímos el relajo que hicieron el Pedroinfante y el Negrete, los chuchos que nos ayudan a pastorear a las cabras. ¡No podíamos creer a nuestros ojos! Ahí venía la vieja acompañada. El Estebancito estaba muy desmedrado, porque ya no se tomaba su leche. A leguas se le notaba lo desnutrido y decaído que estaba. Además, venía sudando y cargando sendas cajas. Tanto la Marta como yo nos hicimos las sentidas y ni lo volteamos a saludar, pero cuando vimos que un regalo era para cada una de nosotras, se nos quitó lo arisco. Mientras los destapábamos, el hombre les hacía cariño a sus cuatro criaturas, con lágrimas en los ojos, y la abuela ponía la mesa para cenar. ¡Pues ya tengo la máquina de coser que siempre quise!, gritó la Marta. Y yo, apenas pude pronunciar palabra, cuando enseñé mi aparato asistente de cocina, de los que rebana, amasa, licua, mezcla, pica, muele, corta, recorta, afina y no sé cuántas cosas más. Mamá Lina le sirvió al Esteban el primero de muchos vasos de leche que se tomaría para reponerse y guardó su bolsita del pisto en el bote de galletas, en la cocina. La Marta y yo nos vimos y nos soltamos a reír y, sin decir una palabra, acordamos compartir a nuestro galán quien, seguramente, se había quedado sin ahorros por comprarnos tan bellos regalos. ¿Y cómo estuvo el sepelio, Mama Lina?, le preguntamos al final de la cena. ¿Y quién se murió pues?, nos respondió.

Gloria Hernández

CÓDICE/14


¿LECTORES O NO LECTORES?

H

MI DILEMA

ace algunos años, cuando inicié mis estudios de profesorado en Lengua y Literatura me propuse, entusiasta e ingenua, que haría amar la literatura a todos y cada uno de los chicos que tuviera como alumnos; los haría lectores apasionados. Aunque durante varios años había sido una lectora más o menos disoluta y no muy constante, me gustaba leer y cada vez que lo hacía, en verdad, ponía todo mi entusiasmo y me dejaba llevar por el placer de leer. En alguna época, mi problema fue que si los libros no llegaban a mí, yo no llegaba a ellos. Ya como aprendiz de profesora, me volví más exigente con mi hábito lector; a la vez, empecé a adquirir libros: primero, de esos usados u olvidados que valían entre Q5 y Q10 —las verdaderas gangas de las ferias del libro— hasta casi no reparar en lo que valía un libro que me llamara la atención. Así que no es de extrañar que mi propósito de formar lectores surgiera casi obligadamente. Luego de varios años trabajando con niños y jóvenes, así como con adultos, mi entusiasmo permaneció pero mi ingenuidad se fue desvaneciendo. En algún momento trabajé en colegios donde, salvo algunas excepciones pues siempre los hay sin recursos, los chicos tenían los libros que solicitaba la coordinación, que no yo. Primer obstáculo: la coordinación se dejaba llevar por Dios sabe qué criterios; quizá el precio, tal vez lo que alguno leyó cuando niño y solo algunas novedades que jamás leían y de las cuales luego se escandalizaban por el contenido «poco apto» ya que, de manera indefectible, en los colegios, los que no leen creen que la literatura es inocua y cuya principal función es «enseñar valores». Mas yo, la superchica de la literatura, no me dejaba arredrar y buscaba cómo relacionar los libros con los intereses de los patojos. En fin… algunos se adherían a mi entusiasmo; otros, se esmeraban en copiar las ingeniosas tareas que yo dejaba como colofón de la supuesta interesante lectura. La mayoría se moría de aburrimiento leyendo y solo disfrutaban cuando su ingenua maestra los llevaba una vez por semana a la biblioteca para cumplir el lema «Leer es un placer» y podían escoger la lectura que quisieran. Allí encontré que sus gustos en esa época tenían que ver con vampiros guapos y con apariencia de jóvenes, hábiles para enamorar a jóvenes damiselas en apuros como las de cualquier historia de príncipes y princesas, pero vestidas con jeans, playeras y con poses de fortaleza e independencia. También encontré que algunos preferían, «aunque sea», leer las noticias deportivas en los periódicos o las de farándula en revistas como Hola. Ninguno de ellos hizo cola para solicitar ni reservó jamás alguno de los libros clásicos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando uno que otro, a lo largo de esos años, me comentó entusiasmado que estaba leyendo un clásico: La calle donde tú vives. ¡Uf…! No me costó mucho deducir que, para ellos, lo clásico era todo aquello que parecía viejo, incluida yo, ¡por supuesto! Aunque ya no sigo laborando con chicos, he seguido mi labor docente en la universidad, como formadora de futuros profesores... ¡Sí!, de Lengua y Literatura. Cualquiera diría que estoy en el paraíso de los amantes de la literatura con sueños heroicos de convertir al mundo en un mundo lector. Déjenme decir que fue con ellos que terminé de ser ingenua. En un país como Guatemala, la gente estudia un profesorado en Lengua y Literatura, casi por azar, porque creen que es muy fácil y no requiere habilidades cognitivas altas. Esas se las dejan solo a la matemática.

Yo sigo entusiasta, tratando de enamorarlos y engancharlos con cada libro que leemos. He puesto en práctica mil y un recursos y actividades «motivadoras» con pocos y admirables estudiantes encandilados con mis artilugios. Como en los colegios, me he encontrado con que no todos tienen para comprar libros, les resulta muy caro. Por ser estatal, la norma es que solo una minoría tiene o quiere comprar libros. Los demás prefieren las casi abominables fotocopias, con todo y eso de los derechos de autor y el daño económico que se causa a los escritores. Pareciera no haber remedio. Se excusan de no tener recursos para comprar libros porque apenas pueden pagar el transporte. Aunque en verdad creo que se trata más bien de la desvalorización que le dan a los libros. No los sienten sus compañeros, no hay una relación estrecha entre ellos y el libro; no los entusiasma sentir su olor, ojearlos, hacerlos suyos al colocar su nombre, soñarlos en una librera de una biblioteca que crece con los años… Por otro lado, el solo hecho de leer y comprender supone una tarea demasiado compleja y titánica para la mayoría de ellos. Su pobre conocimiento del funcionamiento del idioma, su escaso vocabulario, su poca preparación académica… Si precisamente por ello es que han escogido la literatura —contradicción de contradicciones, solo adecuada a un país de locos como este—, hace que mis motivaciones concluyan en raquíticas iluminaciones que oscurecen y tiemblan empequeñecidas ante la tarea que les representa comprender lo que leen. ¿Placer? No. Para ellos, mi lema favorito es una ironía. Ya no soy ingenua. En un país como Guatemala, en donde no se valora la cultura, a los escritores, la publicación de libros y ni siquiera al idioma materno de sus habitantes; en donde se prefiere mantener en un estatus de casi analfabetismo aun a quienes ingresan a las universidades, la lectura es una labor titánica. En Guatemala, el dilema de qué hacer para formar lectores, se me antoja como el del huevo y la gallina. ¿Primero se debe enseñar a leer bien, comprensivamente, o primero se debe generar el deseo de leer y experimentar placer por leer? Lo que me resulta evidente es que si no se inicia un acercamiento a los libros y la lectura en una temprana edad, resulta cuesta arriba intentarlo en la edad adulta. Sí, la tarea de enseñar a leer les corresponde a los padres, a los maestros. Pero creo fervientemente en el papel social que debe jugar el escritor en países como este para generar cambios. No digo que haga literatura social, sino que sea parte activa de la sociedad y juegue el rol que durante esta etapa de vacío cultural, sin querer, se le está otorgando. Antes que sea demasiado tarde.

BrendaCarol Morales CÓDICE/15


EL RETO DE LOS INTELECTUALES A

nte a los desafíos cambiantes de forma acelerada global, debemos hacer ejercicios de auto exámenes de conciencia a partir del pasado histórico, el presente y lo que puede ocurrir en el futuro. Los intelectuales somos cómplices de todo lo que nos rodea; debemos hacer un autoanálisis del presente frente a los peligros de cómo hacer critica propositiva con ética pensando como humanos con dos ojos; que miles de ojos vean lo que escribimos y pensamos. América Latina, a finales del siglo XX e inicios del XXI, ha experimentado las democracias aun no perfectas, con gobiernos salpicados de corrupción y mediocridad, pero aun así vamos avanzando aunque no como lo hacen los países desarrollados. Es preferible estar en democracias imperfectas, en las que nos falta afinar muchos detalles, que estar bajo las tiranías dictatoriales, si estamos inmersos y lo toleramos entonces somos cómplices en no señalar lo que es repudiable al punto de vista de la mayoría de nuestra sociedad. Históricamente analizamos dos tipos de intelectuales: Los intelectuales descendientes de órdenes religiosas que justifican al estado y a la divina providencia para criticar dentro, a la misma iglesia y al estado (Miguel Hidalgo y Costilla) lo cual es un ejemplo esencial. El intelectual independiente con ideas de aplicación global que participa en la sociedad, pero se percibe que ha ido perdiendo terreno; está abdicando porque piensa que sus ideas de aplicación global han perdido terreno; porque se encuentra en contacto diario con la vida, el impacto diario del desarrollo tecnológico; pierde la independencia absoluta de critica al sistema donde vive. El intelectual independiente debe adaptarse al coctel embriagante de diversidad de ideas, los dogmas ya no tienen ningún sentido; debe convertirse en un especialista en soluciones

CÓDICE/16

globales en un mundo globalizado y no olvidar que tiene dos ojos y que miles de ojos lo están viendo. Si el intelectual se apega al poder pierde supremacía de independencia, pero puede equilibrarse y recuperarse si su crítica es propositivamente dentro del poder para salvar su supremacía independiente en defensa del orden democrático, de lo contrario se convertirá en burócrata. No es malo que haya intelectuales en el poder si son elementos esenciales para fortalecer la democracia y el progreso en su sociedad sin convertirse en agentes populistas sin sentido. El trabajo intelectual debe despertar el saber de una sociedad, con honestidad, saber cuándo obedecer y cuándo revelarse, explicar por qué se revela, debe estar preparado para criticar al estado cuando hay desaciertos, reflexionar sobre la sociedad, luchar por las ideas de progreso, utilizar valores culturales convencionales, dignos y humanos. Peligros y amenazas; el más inmediato es la guerra, el peligro que las desigualdades sociales crezcan en nuestro entorno y la falta de creatividad innovadora que contribuya al desarrollo del pensamiento universal. Estamos en el primer cuarto del siglo 21; el cuerpo humano se ha convertido en publicidad, entonces debemos reinventar la democracia y el amor, debemos pensar que nuestros problemas locales hoy son también problemas globales; los jóvenes de la actualidad viven el hoy y no piensan en el mañana, existe la ausencia de nuevas creencias por la modernidad incontrolada. El medio de comunicación es un desafío constante para un intelectual; por lo tanto, no podemos expresar nuestras ideas de forma colectiva sin un medio que lo publique.

Jorge Paz Arita


LA OFERTA Y LA DEMANDA DE LA VIDA REAL

José Antonio Arana

E

n el reducido arrebol de su pedagogía la aldea no es sino, un hipermercado de calamidades, controversias y contratiempos. Favores que se hilvanan en el monopolio de la monotonía del quehacer de sus paradigmáticos moradores. No más de una decena de ranchos pajizos se contabilizan con los dedos de la mano en el núcleo central, donde cohabitan indiferentes a los avances tecnológicos del modernismo. Su cosmovisión pernocta ensimismada en los atuendos de la vida cotidiana partida en dos por las estaciones del año: sedentaria y pasmada en verano, /no para todos/. Agitada y dramática en invierno, /para todos/. Lenguaje coloquial que no produce pero entretiene, comunicadores sociales de triviales mensajes, rutinarios aborígenes, enclaustrados en sinfónicas de animales domésticos que interpretan el estado anímico de sus amos y ayudan a llevar las necesidades a cada ambiente en procura de hacer menos pesada la carga. Una familia precisa con suma certeza cual será el alimento que consumirán este día los moradores de la vivienda noroeste, basados en el espionaje doméstico, la cultura de la observancia y el entretenimiento. Los adyacentes al ojo de agua saben de antemano cuando, tal o cual patojona será solicitada en matrimonio o quien de ellas se saltará la cerca y tomará el atajo en asonante estampida. Qué le diagnosticó, al abuelo de los Pérez, el curandero de los Uxeguez. Cuantos perritos tuvo la Melcocha de los López: cuantas hembritas y cuantos machitos. Cual es el estatus económico de los Boteo y como andan las finanzas de los Sánchez. La chismografía es un plato de lentejas con toda su sazón en la comunidad anegada de chalchigüites, baratijas y atuendos de consuetudinaria costumbre. Habituados al proceso enzimático de su rupestre modus vivendi, la agricultura manual es su embeleso cotidiano salpicado de comercio exterior y a ello nadie escapa, el cultivo del maíz y la papa /patata dicen los extranjeros/ es la vida y tormento en la desarrapada comunidad, las cosechas de invierno son para todos, aunque sea a medias, como lo establece el feudalismo, en tanto las de verano, únicamente para quienes los alumbra un ojo de agua y tierra abundante; empero la luminaria se enciende cuando la vendimia se hace presente. Da gusto ver tendida aquella cosecha en la palma de la mano de la tierra generosa, como un reguero de huevos amorfos la papa es un río en la parcela, líneas convergentes en el punto de fuga, el productor, cesto en mano, al ojo clasifica el tubérculo según el volumen: de primera, de segunda y de tercera; obviamente las categorías determinan el precio de la mercancía. Cual bólidos salen los negociantes mayoristas del Mercado de Mayoreo, a todos los puntos cardinales de la patria, en procura de alevosas ganancias. Allá en los cultivos de mi aldea /nicho ecológico de calamidades/ los mayoristas regatean al labriego, hasta el último centavo, menospreciando la fuerza de trabajo de los campesinos, ofendiendo el producto de quienes son la fuerza motriz de este tornado.

Los negociantes, quienes jamás pierden, ofrecen comisión a terceros /intermediarios, para asegurar la venta, a menor precio, de pequeños productores, ofrecen anticipos, cuando la necesidad obliga, para que el trato se dé sin forcejeos y el intermediario y/o comisionista cobra sus migajas y aduce que tales centavos no estaban en su bolso, ni en su presupuesto, ni los sudó, pues nadie transpira por la lengua, en tal virtud «meterle el cuchillo» al vecino no es incongruencia del sistema, antes bien es: arduo trabajo, por ello lo especifica la semántica, negocio es negación al ocio. Pero Josesito Navichoque (Intermediario), agarró muy bien el meollo del «no ocio» y todos los campesinos de la comarca y circunvecinos le solicitaban anticipos en señal de trato y su protector triplica sus ganancias y en aquel mercado sin textura Hilario Ceballos desenterró su cosecha, sin recibir anticipo, y cual vampiros los mercaderes mayoristas le cayeron al vuelo, todos pusieron sus precios, incluyendo Josesito quien dicho sea de paso no tuvo la cotización del día, dado que su patrón se quedó vacilando en el pueblo, disfrutando el polen de una amante y no trajo el precio, por lo que Josesito aceptó el precio que Hilario le tasó a su mercancía; cargaron el camión, contaron los pistos y todos felices y contentos, en tanto el mercader mayorista no llegó a su destino y no tuvo los precios reales, los cuales habían bajado debido a una alza en la oferta, en tres terceras partes de lo que había pagado a Hilario y estimó la perdida en cuatrocientos quetzales, lo cual pesaba mucho a su corroída conciencia, pues igual que todo comerciante jamás es capaz de asumir la perdida de un centavo. Segregando bilis a borbotones el mercader se dio inmediatamente la vuelta y pensó que, con un poco de presión, más la presencia de Josesito, Hilario le reintegraría lo que en el trato perdió. Hilario, como era natural, se paró en sus reales y se opuso rotundamente, a devolver lo que, en la compra venta había ganado, pese a las súplicas, ruegos y hasta amenazas, Hilario no reintegró ni un solo centavo: ¡no había por qué! Josesito lo encaró posteriormente, en un desvencijado callejón, tratando de hacer entrar en razón al viejo Hilario, para que le devolviera al comerciante lo que, en el trato, había perdido; a tal proposición, el labriego, sin preámbulos le manifestó: —¡Qué desís, José! —Hilario se palpaba iracundo, parpadeaba las cenefas de sus quisquillosos ojos—. Mucho te agradeceré que ya no me toques el tema, dejame en paz, dejame tranquilo, dejame que, siquiera una vez en la vida me monte en un condenado comerciante, quienes toda la vida nos compran a cuatro y venden a quince. Y, esputó con violencia al suelo, pisó colérico, con el caite, el salivazo y se marchó blasfemando contra la injusticia del sistema y, dejó a Josesito con la palabra en la boca.

CÓDICE/17


DE MIS MEMORIAS

EL DÍA QUE TITO MONTERROSO NO LLEGÓ A «EL ESTABLO».

«El Establo», un comedor que estuvo en el edificio «El Patio», en la zona 4 de la ciudad de Guatemala, fue la sede de muchas reuniones de amigos, que durante la década de los años noventa celebramos en ese lugar, que heredó su razón comercial de otro negocio, un bar con el mismo nombre, que años atrás tuvo su sede en el segundo nivel de ese edificio. Su propietario le regaló o le vendió parte del mobiliario de dicho negocio a doña Margarita, una empleada de su confianza, y le ayudó, así me lo comentaron, para el arrendamiento de un local en el primer nivel. El negocio del bar, el mismo dueño —creo que alemán—, lo trasladó a la avenida Reforma, y posteriormente a la Zona Viva, en la zona 10, donde todavía se encuentra. Yo tuve en el mencionado edificio «El Patio», de 1985 al 2015, mi bufete profesional. A dos cuadras de este edificio se encuentra la sede del Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos «CEFOL», en donde trabajaron entre otros Celso Lara, Carlos René García Escobar y Alfonso Arrivillaga, reconocidos antropólogos e historiadores. Muy cerca están también las torres del Banco Industrial, en donde había una agencia de publicidad en la que trabajó Luis Ortiz, cuentista, pintor y gestor cultural. Fue creador de varias casas de cultura y quien propuso que la plaza frente al Banco de Guatemala lleve el nombre de Carlos Mérida. Calle de por medio de «El Patio» se encuentra otra construcción, con el nombre de «El Triángulo». En este último tuvo su oficina profesional, como abogado y notario, Luis Enrique Sam Colop. En el mismo edificio de mi oficina tenía también su bufete Salvador Pérez García. Ambos complejos, situados en la sétima avenida de la zona cuatro, cuyo primer nivel está destinado a comercios y los siguientes a oficinas, son iconos de la arquitectura urbana de la capital de los años setenta. El Patio debe su nombre a que el lugar donde se construyó fue la parte trasera de la Casa Yurrita, en donde también se encuentra un templo católico muy conocido por su estilo ecléctico y recargado. El segundo porque fue construido en una franja de terreno que forma un triángulo. En su último nivel está un pent house, elegante, que fue la vivienda del arquitecto que lo diseñó, de apellido Lacape. Viví en 1976, cuando en su séptimo nivel trabajé con el Lic. Antonio González Orellana, hermano de Carlos, un famoso pedagogo guatemalteco, con los mismos apellidos, uno de los temblores post terremoto de este año. No fue una experiencia agradable. En “El Establo” vi un par de veces a Ricardo Arjona tomando café, cuando todavía no era famoso. Llegaba al edificio, a un estudio de grabación en donde hizo unos anuncios publicitarios. De este cantautor recordaba haberlo visto cuando en la clausura del IV Congreso Internacional sobre la Protección de los Derechos Intelectuales, que se celebró en la ciudad de Guatemala en 1990, en nombre de los artistas nacionales entregó para la clausura un reconocimiento al Presidente Cerezo por el apoyo que dio para la realización de dicho evento. Otro asiduo al comedor indicado era don Rolando Noriega, esposo de Marina Coronado de Noriega, del desaparecido programa radial «De la olla y la sartén». Lo veía junto a otro reconocido locutor, su socio, de quien no recuerdo su nombre. Ellos dos tomaban cerveza por lo menos una vez por semana en dicho lugar. No pasamos de los saludos. A mi bufete llegaba casi todos los días Humberto Ak´abal. Esa cercanía de personas hizo que coincidiéramos en el mismo comedor, la hora del almuerzo, de lunes a viernes, por el bajo precio del valor de su comida y su accesibilidad. Como algo normal uníamos unas mesas para compartir esos momentos. Al enterarse otros amigos, entre ellos William Lemus, Ariel Montoya y Rafael Ruiloba —escritores también—, los últimos dos de nacionalidades nicaragüense y panameña, respectivamente, que se presentaban como exiliados

Augusto Monterroso foto de Rogelio Cuéllar

Max Araujo en Guatemala; como en ese lugar de encuentro se daban cita personas ligadas a la cultura, se incorporaron a las reuniones. En algunas ocasiones estuvieron presente Víctor Muñoz, Luis Alfredo Arango, Quique Noriega, Paco Morales Santos, Juan Antonio Canel, Maco Quiroa, Mario Monteforte Toledo, Ali Chumacero, Manlio Argueta, José Roberto Cea, Roberto Sosa, y otros personajes. Algunos llegaron de visita a Guatemala, y alguien los llevó para una sola vez a nuestro lugar de encuentro. A medida que pasaron los días las reuniones comenzaron a tomar una dinámica no buscada, se discutía sobre libros, autores, se compartían chismes, surgieron textos polémicos publicados en medios de comunicación, festivales y entidades como la Casa de Cultura del Centro Histórico, por medio de la cual convoqué para la creación del Festival del Centro Histórico. La revista «Pedernal» de la Comunidad de Escritores fue otro de sus productos. En algunas ocasiones los encuentros, al calor de las cervezas, se alargaban hasta el atardecer. Pocas veces me quedé más de dos horas. Tenía compromisos que atender. En mis columnas «El ojo de Max Araujo», del diario La Hora, quedaron testimonios escritos de algunas de estas reuniones, así como de otros acontecimientos culturales de la época. Y Sucedía que cada año, entrado noviembre, los trabajadores del CEFOL y de las otras entidades indicadas, entraban a su periodo de vacaciones laborales, las que duraban hasta dos meses y más. Otro lujo que yo no me podía dar. Extrañaba entonces esas reuniones. Almorzar solo o con una o dos personas no tenía para mí el mismo significado. Se me ocurrió entonces, a fines del año 1994 llamar por teléfono, a casi todos los habituales a nuestras reuniones en «El Establo», y les informé que el 28 de diciembre, llegaría a almorzar con nosotros Augusto Monterroso. La noticia se regó. Tito no había llegado a Guatemala desde 1954, cuando salió al exilio. Era un verdadero acontecimiento. El día señalado aparecieron más personas de las convocadas; incluso algunas que nunca habían llegado. Don Oscar de León Castillo se apersonó con una botella de whisky. Al ver tantos amigos y conocidos no me quedó más que decirles que era una broma por el día de los inocentes. Ese fue el pretexto para que, entre risas y burlas, algunos nos quedáramos en celebración hasta entrada la noche. Todo habría quedado ahí, si no fuera porque Alfonso Enrique Barrientos, gran amigo de Monterroso, tuvo noticia de la llegada de este personaje, y sin haber estado en la reunión publicó en La Hora una crónica de esta visita. La no llegada de Monterroso se convirtió en verdad.

CÓDICE/18


Años después, en 1997, le conté a Monterroso de esa anécdota, cuando nos encontramos reunidos en un restaurante de la zona diez, convocada por un grupo de compañeros de él, de la generación del cuarenta, entre ellos Enrique Augusto Noriega, organizador de la misma. Esto provocó entre los presentes un aplauso y una gran carcajada. Tito llegó al país, ese año, para recibir el Premio Nacional de Literatura. Nos confesó que lo había recibido porque se había firmado la paz, que le puso fin a un conflicto armado de treinta y seis años. Lo rechazó verbalmente, en 1994, cuando el Ministro de Cultura en ese año, el poeta Iván Barrera, conocido de él, se lo propuso por la vía telefónica. Yo estuve presente cuando se hizo la llamada. En ese entonces los ministros decidían a veces a quien se otorgaba el reconocimiento. Otilia Lux de Coti, cuando estuvo en el cargo estableció que sea un jurado el que lo decidiera, integrado el mismo por el Consejo Asesor de Editorial Cultura. Fue en ese 1997 que conocí a Monterroso, ya que cuando él llegó, a finales de 1996, acompañando a la delegación de la URNG, para el acto de la firma de la paz, no tuve esa oportunidad. Lo vi pasar por una sala del aeropuerto junto a los comandantes. Fui parte del público que estuvo en ese lugar para presenciar la llegada de los que vinieron de México como coprotagonistas de ese acontecimiento. Fui parte también de los cientos de guatemaltecos que estuvimos en la Plaza de la Constitución cuando se firmó el acta respectiva. En esas ocasiones fui guía, voluntario, de una periodista mexicana y de su novio, un guatemalteco que residía en Los Ángeles, que me contactaron antes de su llegada. Nuevamente Coincidí con Monterroso en 1999, cuando la Universidad Rafael Landívar, el Ministerio de Cultura y Deportes, con el apoyo de otras instituciones, organizaron un seminario conmemorativo del centenario del nacimiento de Asturias y de Borges, en el hotel Dorado, hoy Barceló, en la séptima avenida de la zona 9, en el que participaron, entre otras personalidades, María Kodama, la viuda del escritor argentino, Tito y Mario Monteforte Toledo. En esa ocasión sucedió que, al finalizar las actividades del segundo día del evento, yo sugerí a varios jóvenes participantes, no recuerdo sus nombres, para que nos tomáramos un trago en el bar del lobby del hotel. Estábamos cómodamente sentados, disfrutando del momento, comentando el evento, cuando de repente apareció Monterroso, acompañado de su esposa y directamente se dirigió a mí para saludarme. Me recordaba, a pesar de que solo

una vez coincidimos en la reunión que comenté en otra parte de este texto. Yo lo presenté enseguida con los contertulios, que no salían de su asombro. Los invitamos para que se unieran al grupo y aceptaron. Minutos después se agregaron Méndez Vides y María Elena Schlesinger, su esposa, quienes habían quedado de reunirse esa noche con Tito y Barbara Jacobs. La amistad entre ellos surgió años antes, cuando Adolfo ganó el premio Nueva Nicaragua con la novela Las Catacumbas. Monterroso fue jurado de ese certamen, y con ocasión de la premiación se conocieron en Nicaragua. La charla con el grupo fue interesante y amena, típica de la manera de ser de nuestro narrador. Los tragos se convirtieron en tres rondas. Pasado un tiempo Monterroso indicó que iba al baño, a su regreso, con su esposa se despidieron de nosotros y se trasladaron al elevador que los llevó a su habitación. Pasados unos minutos solicitamos la cuenta, pero el mesero nos indicó que ya estaba pagada. Nos indicó que el señor que se había ya ido con la señora había cancelado la totalidad de lo debido. Tito tuvo la gentileza de invitarnos. La llegada a ese seminario fue la última visita de Augusto Monterroso a Guatemala. Falleció en la ciudad de México, en donde residía, el 7 de febrero del 2003. Dejó una obra literaria que ha sido traducida a muchos idiomas. Su cuento brevísimo “El dinosaurio” es muy comentado, ya que se le considera un ciclo de la historia de la humanidad. Su comienzo y su final. Cualquier novela, análisis sociológico, antropológico, o un tratado de filosofía, escrito por otra persona, pueden terminar, si así lo desea quien lo realiza con el texto del mencionado cuento. De ahí su universalidad. Se le considera uno de los escritores más importantes de habla española. Nació en Tegucigalpa el 21 de diciembre de 1921. Hijo de padre chapín. Creció en la ciudad de Guatemala. Siempre se consideró guatemalteco. Para mí fue un privilegio el haber compartido en dos ocasiones con él, y el que en algunos estudios, uno de ellos, de la española Francisca Noguerol Giménez, al analizar la narrativa breve de Guatemala, me incluya, entre otros escritores, junto a Monterroso, quien en el año 2000 recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Sirva este texto como un homenaje previo a la conmemoración del centenario del nacimiento de Tito Monterroso. San José Pínula, octubre de 2020

INVITACIÓN PARA ESCRITORES, PERIODISTAS, EDITORES Y TRADUCTORES El Centro PEN Guatemala hace la más cordial invitación a escritores, periodistas, editores y traductores a asociarse a nuestra organización. Según los estatutos, son requisitos para el ingreso, los siguientes: Artículo ocho (8): ASOCIADOS ACTIVOS: DE LOS REQUISITOS PARA INGRESAR COMO ASOCIADO ACTIVO: 1) En el caso de personas individuales: a) Ser mayor de edad. b) Dedicarse a actividades relacionadas con el quehacer cultural literario, periodístico y editorial. c) Tener buena reputación tanto en el orden personal como en el profesional. d) Hallarse en el disfrute de sus derechos civiles, conforme a las leyes del país. 2) En el caso de personas jurídicas, estas deben estar inscritas conforme las leyes del país en el Registro Legal correspondiente. Para el ingreso de un asociado activo el interesado hará una solicitud por escrito. Las personas jurídicas lo harán a través de su representante legal. La solicitud de ingresos deberá ser patrocinada por dos socios activos del CENTRO PEN GUATEMALA y en ella el interesado declarará conocer los Estatutos y se compromete a cumplirlos. Para más información, puede dirigirse a Centro PEN Guatemala, al correo: centropeng@gmail.com

EL 86 CONGRESO DE PEN INTERNACIONAL

Del 2 al 6 de noviembre de 2020 se celebrará el 86 Congreso de PEN Internacional. Nuestro Centro participará en su desarrollo; en esta oportunidad nos representarán Eduardo Blandón y Gustavo Bracamonte. El temario del Congreso, cuyo enfoque principal será «La Libertad de Expresión en Tiempos de Pandemia», se realizará de manera virtual. El 86º Congreso de PEN International será nuestro primer congreso digital; también marca el comienzo del viaje de un año hacia nuestro centenario en 2021. 2020 ha sido un año difícil tanto para la libertad de expresión como para la libertad de participación. La pandemia mundial de COVID-19 ha cerrado fronteras, ha restringido los desplazamientos y ha limitado la movilidad. No obstante, PEN International y todos nuestros Centros han realizado con éxito, un sinnúmero de actividades online: desde seminarios virtuales, lecturas de poesía, presentaciones de una antología poética latinoamericana desde cada país de origen, hasta reuniones de comités y conversatorios con escritores de renombre.

CÓDICE/19


Saludo al 86° Congreso de

PEN INTERNACIONAL JUAN ANTONIO CANEL CABRERA

Catherine Amy Dawson-Scott

E

l Centro PEN Guatemala, por mi medio, saluda al 86° Congreso de PEN Internacional. Esta es la primera vez que el Congreso se celebrará sin la concurrencia física de los participantes. Las circunstancias provocadas por la pandemia del Covid-19 hicieron que, en esta oportunidad, se programara realizarlo de manera virtual. Hace dos años, poca gente vislumbraba que la comunicación a través de esa modalidad, se convertiría en habitual para casi todo lo quedaba fuera del ámbito familiar o de un círculo de personas cercanas. Fue algo así como pasar de la tecnología de la leña y el ocote a la del gas propano, aunque ese proceso fue gradual y no intempestivo como el que ahora se nos presentó. Pues bien, en vista de las circunstancias, PEN Internacional decidió tratar, como tema central, «La Libertad de Expresión en Tiempos de Pandemia». Así que, ante nuevas posibilidades, nuevos retos. Por otra parte, el año entrante se celebrará el primer centenario de la fundación de PEN Internacional. Hace 100 años Catherine Amy Dawson-Scott, poeta, dramaturga y activista británica de la paz. tuvo la idea de fundar una organización que contribuyera a la unión de los escritores del mundo. La tragedia ocasionada por la Primera Guerra Mundial aún no terminaba de sanar. La idea de Catherine Amy Dawson-Scott caló hondo porque luego, dos años después de su fundación, se celebró, en 1923, el primer Congreso, en el cual participaron 11 Centros. Ahora, la familia PEN está formada por 150 centros y se prepara con alegría para celebrar la llegada al primer siglo de edad. El PEN se ha fortalecido; muchas de sus luchas por la defensa de la libertad de expresión y de creación han sido memorables. Problemas, como en todo lo que concierne a lo humano, los hubo, los hay y habrá. Pero siempre el espíritu democrático y de imparcialidad, sobre todo ideológica, ha hecho que los conflictos se transformen en saludables lecciones. Una de las ventajas de este siglo es que dio la oportunidad del surgimiento, o resurgimiento de los centros PEN latinoamericanos; el ímpetu ha sido vigoroso. Sobre todo, porque nos ha permitido vincularnos de mejor manera; esta pandemia proveyó la oportunidad de constatarlo. El Covid-19 propició pasar del sondeo al acercamiento; no sólo entre los latinoamericanos sino, también, con otros PEN del mundo. En el caso de nuestro Centro, este siglo nos permitió, primero, nacer; ahora, somos visibles en América Latina y en algunos países de Europa. Aún son acercamientos tímidos, pero ya se concretaron. Aunque nuestro Centro nació en este siglo, su vislumbre comenzó ya en 1985, pero en esa oportunidad el proceso quedó trunco. Quizá el factor principal para no iniciarlo en esa oportunidad fue que acá contábamos con la Comunidad de Escritores de Guatemala. Pero siempre quedó la inquietud de reiniciarlo, sobre todo cuando veíamos la lucecita recordatoria de que Miguel Ángel Asturias fue miembro de esa organización y se adscribió al PEN Club de Francia.

Gerald Martin, en la edición crítica de Hombres de Maíz (Pág. 466), deja constancia de ese hecho, así: «1966. [Miguel Ángel Asturias] Se instala en París como presidente del Pen Club francés». Luego de disolverse la Comunidad de Escritores de Guatemala, quedó en algunos de nosotros una especie de sensación de vacío. Es cierto, se hicieron muchas tertulias literarias pero, en términos generales, no aspiraban a lo gremial sino, más bien, al cultivo de una especie de camaradería. Esas tertulias y charlas en pequeños grupos hicieron que, poco a poco la idea de fundar un Centro Pen en Guatemala fuera calando. Hasta que llegó el momento. Carlos René García Escobar, nos dejó contada cómo se dio la chispa inicial: «… a instancias del Centro Pen Nicaragua presidido por Franz Galich, recibí la invitación por parte de la Embajada del Canadá en Guatemala y con su financiamiento y amparado por el Centro Pen de Quebec, asistí a la 69º Reunión anual del ahora llamado Pen Internacional, realizada en la ciudad de México, D.F., a finales de noviembre del 2003. Allí contacté con Gloria Guardia, presidenta del Pen Iberoamericano de Escritores para América Latina, María Elena Ruiz Cruz, presidenta del Centro Pen México y Érick Aguirre, representante del Centro Pen Nicaragua, de quienes recibí el encargo y el apoyo ejecutivo para formar el que ahora es el Centro Pen Guatemala. Nuestros objetivos fundamentales son la defensa y apoyo de todos aquellos(as) escritores y periodistas censurados, perseguidos, amenazados, encarcelados u obstruidos en alguna forma en la libre expresión de sus ideas, sean las que sean». Pues bien, después de todo el proceso que siguió a lo contado por Carlos René, nuestro centro comenzó su vida el 5 de febrero de 2005, según cuenta también Carlos René, y adicionalmente «… ante la Septuagésima Reunión anual de Escritores del Pen Internacional, realizada en la ciudad de Tromso, Noruega, los escritores y periodistas guatemaltecos que nos inscribimos en los meses pasados, hemos sido recibidos en aclamación general como nuevos miembros de la más grande organización de escritores mundial, aglutinante de escritores de todo el orbe y formamos parte ahora del nuevo Centro Pen Guatemala». Luego de seguir el proceso de rigor, se formó la organización en Guatemala. El 19 de febrero de 2007 se realizó la Inscripción del Centro PEN Guatemala en el Registro de Personas Jurídicas. Quedó inscrita como ASOCIACION CIVIL CENTRO PEN GUATEMALA, bajo la partida número 7140, folio 7140 del libro 1 del Sistema Único del Registro Electrónico de Personas Jurídicas, Guatemala, 19-O2-2007. Solicitud SIRPEJU No. 01070207204. Y, pues, henos aquí, en 2020, como organización legalmente constituida, saludando al 86° Congreso de PEN Internacional y esperando con alegría la celebración del primer centenario del nacimiento de PEN.

CÓDICE/20


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