Revista Códice. Número 29

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Diciembre 2020

CÓDICE R E V ISTA D E L C E NT R O P E N G UAT E MA L A


NOTICIAS DEL CENTRO PEN GUATEMALA

13 de diciembre de 2020 Fiesta de fin de año

20 de noviembre de 2020 Recital poético PEN Chile-PEN Guatemala Esta reunión, formó parte de las actividades de la hermandad chileno-guatemalteca Mistral Asturias-Neruda. Fue parte de nuestro anhelo tener una fraternidad vigorosa en la cual, las afinidades y también la diversidad nos nutran de futuro promisorio como escritores y como seres humanos. Qué bueno que la poesía sea el abrazo de bienvenida que nos dimos. Qué bueno que la luminosidad y calor humanos de Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias nos alumbren y cobijen. Por medio de la plataforma virtual Zoom, ese encuentro Lo pudimos celebrar nueve poetas de Chile y cinco de Guatemala con su poesía fortalecieron esta hermandad.

El Centro PEN de San Miguel Allende, México invitó a una fiesta, tipo sobremesa, en la que participaron varios de los centros PEN de Latinoamérica. Para esa fiesta se invitó a que los centros dieran un reporte, tomaran la palabra o leyeran algún texto breve; todo eso con el objetivo de conocernos mejor y saber sobre la situación actual de cada centro y sus miembros. Fue una fiesta muy agradable, llena de calor humano en la que, aunque de manera virtual, se brindó para que el año 2021 resultara de lo mejor para todos. El acto lo inició Lucina Kathmann, agradeciendo la participación de los miembros de los centros PEN Latinoamericanos. También celebró que, a pesar de la pandemia, el 2020 haya resultado un año en el cual, de manera paradójica, pudimos conocernos mejor; nos dio la oportunidad de participar en diversas actividades de nuestros centros y que los escritores pudieran compartir su literatura. Como bien reza el refrán popular «no hay mal que por bien no venga». En la fotografía que colocamos puede verse la diversidad de participantes y reconocerse en sus rostros la alegría del encuentro.

29 de diciembre de 2020 Brindis de fin de año En un ambiente fraterno, por medio de la plataforma Zoom, el Centro PEN Guatemala invitó a sus miembros a participar en un brindis de fin de año. En medio de las manifestaciones de fraternidad, se hizo un recuento sobre los logros que se obtuvieron durante el 2020, a pesar de la pandemia. Se esbozaron algunas de las actividades pensadas para 2021. Con alegría se concluyó la actividad y todos brindaron; unos con café, otros con agua pura, vino, etc.

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DIRECTORIO

JUNTA DIRECTIVA 2019-2021 Juan Antonio Canel Cabrera PRESIDENTE Dennis Escobar Galicia VICEPRESIDENTE Eduardo Blandón SECRETARIO Víctor Muñoz TESORERO Gustavo Bracamonte VOCAL I Karla Olascoaga VOCAL II Roberto Cifuentes VOCAL III

CONSEJO EDITORIAL Juan Antonio Canel Cabrera, director Karla Olascoaga Hugo Cardona

AUTORES DE ESTE NÚMERO Gustavo Sánchez Zepeda, Miguel Ángel Albizúrez, Velvet Martínez, Samuel Flores, Carlos Interiano, Ricardo Cordón, Juan Antonio Canel Cabrera

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Emilio Ramos de la Fuente Revista Códice es un producto editorial del Centro PEN Guatemala

Revista Códice No. 29, diciembre de 2020

PRESENTACIÓN

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or cuarta vez el Centro PEN Guatemala realiza una actividad por el día de muertos. En años anteriores hemos recordado y reflexionado sobre la vida y la muerte violenta de periodistas y escritores en Guatemala. En esta oportunidad, 30 de octubre de 2020, nos reunimos para hacer memoria de cuatro periodistas que fueron víctimas de la violencia por ejercer su profesión: Bryan Guerra, Roberto Martínez, Enrique Salazar Solórzano y Luis Díaz Pérez. Al margen de rememorar a estos periodistas, el Centro PEN Guatemala, de nuevo, condena esa práctica represiva y violenta que, durante muchos años, se ha ejercido contra periodistas que «osaron» denunciar los actos de ilegalidad de funcionarios, de otras instancias de poder o, sencillamente, por decir la verdad. En la actividad del 30 de octubre, contamos con la participación de Miguel Ángel Albizúres, presidente de la Asociación de Periodistas (APG); de Walter Juárez, periodista y catedrático universitario; de Velvet Martínez, hija del periodista Roberto Martínez. Juan Antonio Canel Cabrera participó, en vista de que quien estaba designado para hablar de Enrique Salazar Solórzano y Luis Díaz Pérez, por razones de fuerza mayor, no pudo asistir. Los testimonios de los mencionados forman la parte medular de este No. 29 de la Revista Códice. La actividad fue muy emotiva y nos mostró con crudeza la forma violenta como murieron esos periodistas. El testimonio de Velvet Martínez fue impactante; como hija, nos hizo sentir todo el dolor y frustración que ella y su familia tuvieron que enfrentar ante al hecho fatídico de la muerte de su padre. Por su parte, el relato pormenorizado que Walter Juárez hizo, sobre el caso que llevó a la muerte de Roberto Martínez, constituye un testimonio valioso sobre el trabajo periodístico ejercido de manera profesional. A la memoria de estos periodistas, víctimas de la violencia, pusimos flores y velas para honrarlos. Somos conscientes que decir la verdad donde priva la mentira y el engaño es un acto de heroísmo. A la memoria de ellos celebramos la actividad para recordarnos que debemos seguir luchando para que la libertad de expresión y opinión se consoliden en nuestro país. Que puedan ejercerse, tanto el oficio de escritor como el de periodista sin zozobra, sin ese peligro que siempre nos ha cernido. Según la Organización de las Naciones Unidas, América Latina es la región más peligrosa para ejercer el periodismo y la segunda más mortífera para los reporteros. De 2018 a 2020 se registraron, al menos, 38 asesinatos a periodistas de medios impresos o digitales en el continente; mientras que Brasil y México son dos de los países con mayor número de asesinatos a comunicadores. Más del 90 por ciento de estos crímenes continúan en la impunidad.

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LA CREACIÓN en el quehacer literario Gustavo Sánchez Zepeda

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esde hace mucho a poetas y escritores se les ubica fuera de su propia dimensión. Algunos los sobrevalúan y otros los denostan. Hoy se le llama así a cualquier persona que hilvana una imagen en un par de oraciones — y a veces ni eso— sin que se preocupe por otros aspectos elementales. Ensayar no es malo, todo lo contrario, pero no basta. Más aún, dos buenos versos no hacen un poeta. Tenemos literatos que rentan su pluma y deciden escribir de manera complaciente, así satisfacen la demanda de obras de consumo masivo y quedan bien con la crítica. De esta forma no dejan su voz en libertad. Algunos deciden ejercer las dos opciones, redactan para alimentarse y escriben para vivir. La mayoría opta por un empleo diurno y ahuyentan fantasmas con la nocturnidad por cómplice. Elegir únicamente la segunda opción es por demás difícil. Si quien escoge el oficio de escribir es auténtico, lo hará para sí mismo y por lo que cree, no para agradar al público ni a la crítica. También hay voces que hacen poesía de la cotidianeidad, escandalizando a lo establecido; Ellas interiorizan y desestructuran su entorno, proponiendo una nueva forma de interpretar la realidad; rastrean espacios ocultos, renombrándolos y exhibiéndolos sin cobertura. A quienes bloquean este tipo de expresiones se les olvida que la literatura es un arte y como tal no sólo genera belleza, lo escatológico es también una expresión intensamente literaria. Estas son voces que perturban con sus propuestas, por eso se intenta silenciarlas de diferentes formas, hasta con violencia. O, en la mejor tradición de la gente bien, cerrándoles los espacios. El poeta que escribe escuchando su voz busca desplegar hallazgos internos, es tan sencillo como transcribir lo que se encuentra del proceso de interiorización. ¿Pero quién encuentra? Sencillo, quien se indaga. Porque cada ser humano tiene algo en su interior, el vacío absoluto no existe. Todos tienen la posibilidad de descubrir, pero pocos siguen el proceso completo de maduración y búsqueda. Aquí está la diferencia.

Si el hecho está sentido, pensado, interiorizado, entonces subyace, sólo así se le podrá encontrar y transcribir de manera poética. De lo contrario será un suceso intranscendente en la vida del sujeto. Para acercarnos a lo que significa un hallazgo diremos que el objetivo del escritor es mostrar lo que encuentra, no presentar el proceso de búsqueda ni la idea de lo que se quiere encontrar. En literatura no valen los pensamientos ni los deseos, valen los hallazgos. En la misma línea, si un autor se ve en la necesidad de explicar su obra es señal inequívoca de que no está completa. El texto se debe sostener por sí mismo. Por eso se aprecia al literato que se le pide esclarecer su obra y contesta simplemente, ¿explicártela?, ¡léela! Aquí nos detendremos brevemente en la poesía fundante. Cuya única regla es que no existen reglas, ésta incluso. La que está en búsqueda, la brumosa. La que incursiona en lo real, lo onírico y lo suspendido, empalabrándolo. La que sondean unos exploradores del lenguaje, interiorizando entorno y lecturas para expresarse. Y en esa expresión lanzan propuestas donde, en algún momento, se encuentran hallazgos. Por definición, las vanguardias son movimientos o personas partidarias de la renovación en el campo de la literatura. Aquí pertenecen los que van contra lo establecido. Pero ¿quiénes son precursores? La realidad es que ni ellos mismos lo saben. No se preocupan por clasificarse, el oficio de ellos es encontrar. Son creadores que están en permanente búsqueda de nuevas formas de decir, de manejar el lenguaje de su tiempo, de su entorno y a su ritmo. Y si una nueva voz proporciona varios hallazgos y se propone distinta, corre el riesgo de convertirse en clásica. Entendiendo como clásica la voz que propone un estilo diferente de decir y que, de alguna manera, se escucha a través de otras voces. Por eso Borges afirmó que la primera lectura de un clásico es realmente una relectura. Saborear un clásico es tomar del manantial donde nace el arroyo, el mismo del que seguramente hemos bebido al caminar hacia la alfaguara.

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En esa búsqueda de voz propia nos encontramos con el fenómeno de la intertextualidad, que consiste en adoptar formas o estilos de otros textos para elaborar los propios, ya sea consciente o inconscientemente. En estos escritos se encuentran ecos fascinantes. Hay versificadores que siguen escribiendo con rima, métrica y de acuerdo con las normas de la preceptiva literaria. Quizá alguien piense que es una forma obsoleta de expresarse, pero cada quien es libre de hacerlo como le gusta y como puede. También hay versos libres que no lo son tanto porque imitan estilos ya clásicos. Pero no es para escandalizarse, es normal que existan resonancias, el hecho no le resta ni le aumenta el valor a este tipo de trabajo. Y es que las influencias trascienden épocas y nacionalidades, ejemplos concretos lo constituyen la Divina Comedia del italiano Dante Alighieri, que en algunos pasajes recuerda a La Eneida de Virgilio, poeta romano, y a su vez influye en el Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo; recordemos la Odisea de Homero, griego, que es evocada en el Ulises (Odysseus en griego) del irlandés James Joyce y en el Exul Umbra de Gerardo Guinea Diez, guatemalteco. El fenómeno se sucede a través del tiempo y aunque en ocasiones no se encuentra un aporte significativo, la palabra destella de manera diferente. Todos ellos son ecos que demuestran la valía de las voces que originaron una determinada manera de decir y que tienen, algunos, un inacabable hoy. Hay muchos escritores que quieren vincularse a la vanguardia, desean ser manantiales para pertenecer al grupo selecto que marca el camino. Pero a ella la confunden personas que buscan expresarse sosteniendo la opinión contraria, sea cualquiera que sea. No lo hacen para defender un criterio que en ocasiones ni se tiene— sino para destacar, pretendiendo pertenecer a una vanguardia incomprendida. No se equivoca quien nada contra la corriente si con esto defiende su verdad, el error consiste en nadar contra ella por el simple afán de sobresalir. Yerra quien no quiere reconocer que existe otra manera de expresión diferente a la suya. Yerra quien no lee ningún libro para no contaminarse.

Yerra quien lanza afirmaciones que buscan causar controversia por la controversia misma. Y es que cuando se entra en el proceso creativo con el único objetivo de escandalizar, no se está haciendo arte, se está manifestando una personalidad que intenta ser centro de polémica. Entonces, ¿qué es ser hoy poeta de vanguardia? Antes de abordar esta interrogante recordemos a Pablo Picasso, que expresó categórico: Para mí no hay en el arte ni pasado ni futuro. Si una obra no puede vivir siempre en el presente no se le debe tomar en consideración. En las declaraciones que le diera a Marius de Zayas, publicadas en la revista The Arts de Nueva York en 1923, el pintor también sostiene que el arte no evoluciona por sí mismo, cambian las ideas y con ellas su forma de expresión. La obra de arte es, no se le debe justificar ni agregar. Aplicándolo a la literatura nos encontraremos con textos que se crean con una manera específica de decir, no como pruebas ni experimentos. No son un camino para llegar al arte, son arte. O no lo son, simplemente. Para Picasso, si un artista cambia su expresión es sólo eso, un cambio, no un camino a… porque variación no significa evolución sino una adaptación de la idea que se quiere expresar a un estilo diferente de hacerlo. Esta variación puede mejorar o empeorar la producción del literato, pero en última instancia el resultado es lo que importa. Y si lo escrito encuentra espacio en el eterno presente, será una obra de arte. Volviendo a nuestra interrogante, no plantearemos aquí una respuesta concreta a lo que es ser, hoy, poeta de vanguardia. En última instancia y quien lo merezca, será reconocido por su trabajo. No por la cantidad de premios ganados, no por los títulos en las paredes de su estudio ni por la capacidad de exponer y defender sus ideas literarias. Normalmente a los precursores se les reconoce años después. Por eso no vamos a buscar la respuesta, no se pretende teorizar ni adelantarse a los hechos. Los buenos vinos deben madurar. Y quien se ha dejado seducir por la palabra, no evalúa, vive en voluptuoso cautiverio.

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n el marco de la celebración del Día de Muertos, promovida por cuarto año consecutivo por PEN internacional, y que en esta ocasión aúna fuerzas en el marco del programa PEN protesta, nos reunimos para, en palabras de Jennifer Clement, presidenta de PEN Internacional, honrar a los periodistas heroicos que han perdido la vida por ejercer su trabajo. Este año vamos a recordar a Roberto Martínez, a Enrique Salazar Solórzano, Luis Díaz Pérez y a Bryan Guerra. A la memoria de ellos vamos a celebrar esta actividad para que nos recuerde que debemos seguir luchando para que la libertad de expresión y opinión se consoliden en nuestro país. Que puedan ejercerse, tanto el oficio de escritor como el oficio de periodista sin zozobra, sin ese peligro que siempre nos ha cernido. Según la organización para las Naciones Unidas, América Latina es la región más peligrosa para ejercer el periodismo y la segunda más mortífera para los reporteros. De 2018 a 2020 se han registrado al menos 38 asesinatos a periodistas de medios impresos o digitales en el continente; mientras que Brasil y México son dos de los países con mayor número de asesinatos a comunicadores. Más del 90 por ciento de estos crímenes continúan en la impunidad. El 30 de noviembre también se conmemora el Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas; en este contexto PEN llama a las autoridades de 13 países a proteger a sus periodistas y a la libertad de expresión como el camino para la democracia y la paz y permitir una verdadera impartición de Justicia para los crímenes contra los reporteros; el respeto a los derechos humanos y a la libre expresión se han vuelto urgentes en medio de la crisis de salud que enfrentamos en el mundo. Tener una prensa libre, además, es clave para dar una respuesta efectiva a la crisis sanitaria, dado su rol indispensable en el acceso a la información y promoción de la transparencia. Cada asesinato tiene un efecto inhibitorio en el periodismo de cada nación.

Bryan Guerra, de 25 años fue atacado a tiros por desconocidos el 27 de febrero de este año en la ciudad de Chiquimula. Falleció 5 días después del atentado en su contra. Era vicepresidente de la red de comunicadores sociales de Chiquimula. Sobre él nos habla Miguel Ángel Albizúres, quien es un reconocido activista de Derechos Humanos y columnista del diario El periódico; en la actualidad es el presidente de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Ha ocupado cargos de liderazgo en organizaciones de Derechos Humanos en el país. Fue director del Frente Democrático contra la Represión (FCR) de Guatemala y también director del Comité Nacional de la Unidad Sindical (CUS) y secretario General de la Central Nacional de Trabajadores, la CNT; a continuación, sus palabras: Invitamos a dos compañeros de la Asociación de Periodistas de Chiquimula, ellos iban a hablar respecto a este crimen, sin embargo, por alguna razón que ignoro, no se presentaron. Este asesinato, realmente, repercutió en los medios de comunicación de Chiquimula, también, en los de todo el país; fue un golpe bastante fuerte para el periodismo en esta región. De hecho, los asesinos continúan en la impunidad puesto que las investigaciones no han sido efectivas por parte del Ministerio Público, a pesar de que hay gentes señaladas sobre los hechos que acontecieron en la muerte de Bryan Guerra que deja a una familia sin apoyo: esposa, hijos; también deja sin una voz de denuncia a la región de Chiquimula. Ojalá se pronuncien posteriormente algunos compañeros de Chiquimula puesto que sí hablamos con ellos para que se refirieran más directamente sobre el asesinato de Bryan Guerra que se da en un contexto de agresión a muchos periodistas, a pesar de que se niega la participación de funcionarios de Gobierno en este hecho, como algo premeditado. Podemos decir que en este momento hay más de ciento diez casos, en lo que va del año, de agresión a periodistas en Guatemala, en todos los departamentos. También hay que mencionar el caso de Anastasia Mejía que recién salió bajo caución juratoria, libre. En el caso de Bryan fue, prácticamente una ejecución extrajudicial que afectó al periodismo guatemalteco.

Bryan Guerra

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oberto Martínez, fue un periodista que laboraba para el diario Prensa Libre cuando el 28 de abril de 2000 fue asesinado en el pleno ejercicio de sus labores periodísticas. Velvet Martínez, su hija, nos presenta un testimonio acerca de la vida de Roberto Martínez en sus facetas de padre de familia y periodista: Quiero darles las gracias por el hecho de haber incluido a mi papá entre las personas a recordar; eso significa mucho para nuestra familia. Para mí, que la memoria de mi papá es aún recordada a pesar de los 20 años que han pasado desde su partida. Sin duda alguna, hablar de mi papá es hablar de una persona que era muy sacrificada, muy apasionada en lo que hacía; él lo era, por lo cual obtuvo reconocimientos a nivel centroamericano por el gran trabajo que él realizó; por su entrega. Podemos hablar de que era un hombre de excelencia; para él había un dicho que fue muy importante en nuestra familia: «la excelencia es un hábito». Fue mencionado muchas veces en mi casa; nos insistía en que cada vez que hiciéramos algo, lo debíamos hacer bien: hoy y, mañana, mejor, hasta lograr la excelencia. Su trayectoria periodística dejó huella en el diario El Gráfico, Siglo XXI, Prensa Libre; allí dejó sus aportes para el periodismo guatemalteco. A mí, como hija, me da mucho orgullo saber que él aun es recordado. Quisiera mencionar, algo acerca de su muerte: se dijo en algún momento que fueron dos las personas que estaban en Mundi Deportes, en la zona 1, al momento en que le dispararon; dicen que fueron escopetas calibre 12; sin embargo, la autopsia mencionaba una bala en el cráneo calibre 9. Esto no se mencionó mucho; sin embargo, por el hecho de haberlo aludido, queda una duda, tanto en nuestros corazones como en la gente que lo leyó. En la familia pensamos que hubo algo detrás de esto; quizá no se investigó; que solo se culpó a estos policías, pero pensamos que al momento en que ellos le dispararon a mi papá, probablemente, ellos tuvieron que haber oído alguna detonación «antes de». Al menos, ese es el análisis que yo hago en el caso de su muerte; la investigación no se realizó como esperábamos. Quedó la duda, qué pasó, qué pasó con esa bala de 9 mm., el escopetazo que lo terminó de matar; si esa bala en el cráneo fue la que lo mató. Jorge Castañeda, nuestro primo, un periodista que ya falleció, dijo que en el momento en que se encontró a mi papá ya había muerto. Por respeto a mi papá hubo gente que contribuyó a que la ambulancia llegara, que lo llevara al hospital para que su cuerpo no permaneciera mucho tiempo allí; sabemos que mi papá falleció en el momento en el que recibió el disparo de la bala 9 mm. en el cráneo. Esas son cosas que se mencionaron poco ya que en los periódicos solo una vez se hizo; luego ya no se quiso hacer mención. El forense no quiso dar más información. Por eso sospechamos que hubo algo más atrás de todo esto. Algo que quisiera platicar de mi papá es que a él le gustaba mucho estar en constante aprendizaje y le gustaba compartir ese conocimiento con muchos de sus compañeros. Los que lo conocieron no me dejarán mentir sobre que él gustaba de enseñar lo que aprendía con sus colegas, con sus compañeros; eso era algo que hacía de él una persona admirable. En lo personal, por eso fue que me convertí en capacitadora: manejo un grupo de 200 personas capacitándolas, motivándolas, haciendo lo mejor para ellas. Pienso que eso tiene su raíz en la matriz de mi casa, por las enseñanzas de mi padre. Quiero hacer mención que, por esa experiencia que él tuvo de compartir sus experiencias y conocimientos era invitado constantemente a dar en la USAC cursos de fotografía; él se apasionaba totalmente por este tipo de enseñanza. El comenzó a practicar la fotografía desde los 9 años.

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SEMBLANZA Y MUERTE SEMBLANZA Y MUERTE SEMBLANZA Y MUERTE SEMBLANZA Y MUERTE

de Roberto Martínez

Samuel Flores

Luego del testimonio de Velvet Martínez, hija del periodista Roberto Martínez, Samuel Flores nos habla en detalle sobre los días previos a la muerte Roberto Martínez y sobre los momentos trágicos que culminaron en su fallecimiento. Samuel Flores es periodista y catedrático universitario. Ha laborado como fotógrafo en varios periódicos de Guatemala. Como catedrático ha servido los cursos de Fotografía Periodística, Documental, Deportiva, Publicitaria, Fotografía Forense En varias universidades del país. Él nos habla sobre Roberto Martínez:

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e siento honrado de compartir con ustedes la experiencia de haber trabajado con un genuino periodista de vocación; persona noble, profesional del periodismo; hablaré sobre los años que tuve la oportunidad de trabajar junto a él. Laboramos con Roberto en la sección de fotografía de Prensa Libre hacia los años 1995 hasta el 2000, año en que se dio su partida. Trabajando en equipo comprendí que sólo no podía trabajar; él sabía que si nos uníamos podíamos obtener un mejor resultado: eso fue lo que logramos. Ingresé a la sección de fotografía en 1998; fui invitado a integrar el equipo de la sección de fotografía, en el cargo de coeditor de fotografía. Con Roberto y otros fotógrafos, le dábamos cobertura a sucesos y también a situaciones de alto impacto que dejaron huella en el devenir histórico de Guatemala. Como reporteros gráficos, siempre buscamos la mejor fotografía: la noticiosa, la impactante, la informativa a fin de poder trasladar a los lectores al lugar de los hechos, para que ellos pudieran tener la opción de ser testigos de lo que nosotros les estábamos compartiendo. En el trabajo de Roberto, el enfoque era buscar la mejor fotografía que ilustrara la portada, que era la fotografía noticiosa impactante, pero también imágenes para las páginas interiores. Ingresé a la sección de fotografía en 1998; fui invitado a integrar el equipo de la sección de fotografía, en el cargo de coeditor de fotografía. Con Roberto y otros fotógrafos, le dábamos cobertura a sucesos y también a situaciones de alto impacto que dejaron huella en el devenir histórico de Guatemala.

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Como reporteros gráficos, siempre buscamos la mejor fotografía: la noticiosa, la impactante, la informativa a fin de poder trasladar a los lectores al lugar de los hechos, para que ellos pudieran tener la opción de ser testigos de lo que nosotros les estábamos compartiendo. En el trabajo de Roberto, el enfoque era buscar la mejor fotografía que ilustrara la portada, que era la fotografía noticiosa impactante, pero también imágenes para las páginas interiores. En lo personal, siempre estuve convencido de que, al asignar a Roberto a cualquier cobertura fotográfica, por ejemplo, la fuente del Legislativo, del Ejecutivo o la nota roja, tal como en los últimos días él cubrió, siempre su servidor iba a tener garantizada la mejor fotografía, dada las capacidades, experiencia y talento creativo de Roberto; además de esa capacidad y experiencia, Roberto tenía otra cualidad: la humildad. Si yo le pedía favor de que fuera a cubrir un sondeo a la calle, Roberto iba; hablaba con los peatones que caminaban por la acera y les preguntaba qué opinaban acerca de los precios de la canasta básica. No ponía peros ni excusas. Regresaba con excelentes fotografías; también, cuando yo lo enviaba a cubrir, por ejemplo, un suceso que involucraba la muerte de varias personas, por ejemplo algún accidente de tráfico o algún accidente aéreo, él traía los mejores ángulos, las mejores fotografías. Eso facilitaba siempre mi trabajo por el hecho de que cada fotografía que yo veía de él era la mejor; esa podía usarla tanto para la portada como para páginas interiores. Entre nosotros existía un vínculo tácito, porque no lo comentábamos a cada rato. Nosotros, como fotógrafos de prensa estábamos para que, al momento en que se diera un suceso, nosotros trajéramos la mejor fotografía, la más informativa, la más impactante, la que atrajera. Nosotros lo sabíamos y estábamos siempre atentos a ese detalle de hacer el trabajo; de esa cuenta, siempre trabajamos con esa filosofía. En ese contexto, de trabajo e histórico, traigo ahora el suceso en el cual murió Roberto. Quiero hacer un pequeño recordatorio de lo que fueron los dos gobiernos de esa época: de 1996 a 1999 el presidente Álvaro Arzú ordenó, y tenía como política con los diputados del PAN , atacar al FRG desde el Congreso; esas son políticas que siempre se establecieron; para verlas basta ir a la hemeroteca; allí se pueden consultar los periódicos de ese tiempo. En el año 2000, cuando el gobierno de Alfonso Portillo y el FRG asumieron el poder se invirtieron los papeles. El gobierno de Alfonso Portillo, con Francisco Reyes López y el general Ríos Montt, empezaron a atacar a la competencia. Se dio el hecho de que desde la presidencia no se apoyaban políticas emanadas de la comuna que, en ese tiempo quedó en manos del alcalde Fritz García-Galont. Fritz García-Galont era un aprendiz de político; él, simple y sencillamente, obedecía órdenes de Álvaro Arzú, de todo su séquito y de ese partido. Para mí, el Gobierno más nefasto que siempre luchó, o contra la prensa o contra un periodismo independiente fue el de Álvaro Arzú; por qué razón: Arzú vio en los periodistas una amenaza latente, el irrespeto. Él mismo creó aquella frase: «al periodista se le paga o se le pega». Quiso decir que, simple y sencillamente, al periodista se le daban «fafas»; si no hacía caso, se le mandaba a golpear; esa era la ley que Arzú puso. Eso se mantuvo todo el tiempo; todo su partido, en eso giró. Según mi parecer, los responsables directos de haber provocado esa crisis, esa convulsión social que culminó con la muerte de Roberto fueron el alcalde Fritz García-Galont, que no hizo ni el menor esfuerzo para responder a las necesidades de los vecinos; lo 1

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único que recuerdo que dejó instalado fue el proyecto de «pasos y pedales». Álvaro Arzú era el poder detrás del trono. Del otro lado, por el FRG, Francisco Reyes López como vicepresidente tenía una cuota de poder bastante fuerte dentro del Gobierno de Alfonso Portillo, por el hecho de que con ese partido y con el general Ríos Montt lograron llevar a la presidencia a Portillo. Esos, pues, son algunos de los actores principales, responsables de la crisis y convulsión social en la que ocurrió la muerte de Roberto.

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Partido de Avanzada Nacional. Frente Republicano Guatemalteco.

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Recuerdo que para esa semana tan convulsionada que registramos y desde la redacción y desde el departamento de fotografía de Prensa Libre, todo se inició el lunes 24 de abril; eso fue porque ese día el alcalde Fritz García-Galont autorizó elevar la tarifa del transporte urbano. Para los buses rojos, en ese tiempo, el pasaje costaba Q.0.75 y la comuna autorizó elevarlo a Q. 1.10; el servicio preferencial, que era de Q. 1.10, autorizó que se cobrara Q.1.50; sin embargo, en la realidad, los autobuseros, los pilotos, no estaban cobrando esas tarifas sino que estaban cobrando 2, 3 y 4 quetzales por trasladar a un solo vecino desde una parada hasta otro destino. Todo se conjuntó para que se creara un descontento social; un descontento que produjo, para empezar, manifestaciones de los diferentes sectores; por ejemplo, las centrales sindicales, así como la Asociación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de San Carlos y los estudiantes de los institutos públicos de la capital comenzaron a protestar porque ese incremento a la tarifa del transporte laceraba la economía de la familia; no solo del individuo como tal, sino que de los padres, de los trabajadores, de toda la sociedad. Fue una medida irresponsable. Para empezar, el hecho de que el alcalde hubiera autorizado ese incremento a la tarifa, simple y sencillamente, era un castigo directo hacia los guatemaltecos. De esa cuenta, pues, se dieron manifestaciones, protestas y, siempre, un pésimo servicio.Los autobuses rojos, que los conocí porque yo abordé muchas de esas unidades para trasladarme de mi casa al trabajo y de regreso también, además de haber incrementado el precio del pasaje, el mal servicio persistió. Por eso hubo brotes de descontento por todos lados; por ejemplo, en la zona 18, se reportó que incendiaron un autobús por estar cobrando una tarifa mucho mayor; eso fue en la mañana. Por la noche, en el Centro Histórico, se reportó la quema de buses. Fue el lunes cuando se generó el alza en el precio del pasaje y comenzaron a surgir esos brotes de descontento. Se pudo haber controlado si se hubiesen asumido políticas responsables, como la de haber instalado el subsidio a la tarifa del transporte, que era lo que siempre reclamó García-Galont al Ejecutivo y que Francisco Reyes López, en su calidad de vicepresidente dijo que no; era una pugna de poder en la que tanto una agrupación como la otra querían dañarse y afectar el trabajo de la competencia. Entonces esos brotes que se generaron el lunes, el martes se hicieron más intensos. Hubo manifestaciones pero, en medio de ellas, en el Centro Histórico ocurrieron confrontaciones y enfrentamientos entre los manifestantes y otros grupos infiltrados que, también, aprovecharon la ocasión para desestabilizar todo el movimiento que se daba alrededor del problema de la tarifa del pasaje urbano. Hacia el miércoles, eso era mucho más fuerte y contundente: en cada uno de los brotes, la Policía Nacional Civil, que en ese tiempo ya había sido instaurada como tal, empezó a usar gases lacrimógenos para disolver las manifestaciones.

Foto Prensa Libre (detalle).

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Todo esto se dio en el marco de un viaje que el presidente, Alfonso Portillo, había realizado a Nicaragua; o sea, toda la convulsión social y política generada por el alza del transporte urbano estaba en efervescencia, aquí en Guatemala y Portillo de visita oficial a Nicaragua. Jueves 27 de abril de 2000. En esa mañana, como todos los días, su servidor, en mi calidad de coeditor de fotografía, le asigné la cobertura de todos esos disturbios y de todas las manifestaciones y protestas a Roberto. Le dije que tuviera cuidado porque las cosas se estaban saliendo ya de control; entonces él, como todas las mañanas, salió con el redactor Julio Lara. Cuando Roberto salió en el vehículo, junto a reporteros, ubicaron a la turba que empezó a realizar no sólo la protesta sino que, además, vandalismo. Recuerdo bien, porque lo viví al salir a las calles también ese día, a ver el ambiente, observé a los vendedores informales, ubicados en la 18 calle, que sacaron todos sus productos, por ejemplo, grabadoras, televisores; no había celulares, como ahora, pero si otro tipo de productos que llamaban la atención. Entonces lo que hicieron los saqueadores y esas bandas de delincuentes fue que, en grupo, llegaban y robaban lo que podían. Los propietarios de los puestos, indefensos, no podían contenerlos: eran diez gentes saqueando su negocio y no tenía seguridad privada ni nada; no había policías porque, incluso la Policía andaba detrás de otros grupos: en la Plaza de la Constitución, por la zona 18, viendo la quema de un bus, el ataque a otros pilotos del transporte urbano; o sea, esa delincuencia rebasó la capacidad policial para poder atender la demanda de seguridad que ameritaba la población. Ese jueves, recuerdo bien, desde la mañana empezaron a darse los reportes de Emisoras Unidas sobre lo que ocurría porque, también reporteros de esos medios, andaban junto a Roberto dándole seguimiento a lo que pasaba. Esto nos hace ver el grado de riesgo al que Roberto estaba expuesto. Nosotros no esperábamos que todo esto fuera a desencadenarse y terminar en lo que ocurrió; no, lo que queríamos era dar la mejor cobertura. Roberto, siempre con su vocación de periodista, con su profesionalismo, con su capacidad y experiencia siempre lo hizo. Durante todas las asignaciones periodísticas que su servidor compartió con Roberto, como ya mencioné, nunca dejó de traer la mejor fotografía; ese día no fue la diferencia: al nomás ubicar a ese grupo de saqueadores y de vándalos que estaban operando en las principales calles del Centro Cívico, los siguió. Recuerdo bien que había un lugar que se llamaba Mundi Deportes, allí en la 24 calle frente al Centro Comercial Zona 4; allí, estas bandas de delincuentes que ingresaron al negocio y saquearon lo que pudieron: implementos deportivos, calzado, playeras; todo lo que tuvieron a su alcance ellos se lo llevaban. Roberto, con su cámara fotográfica a graficar, a convertirse en un testigo silencioso de lo que estaba ocurriendo. A todo eso, la población se resistió y entonces se produjo esa convulsión social. Ese día Roberto consiguió las mejores fotografías. Recuerdo que hacia las 12:30 del mediodía llamé por radio a Roberto y le dije:

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—Roberto ¿cómo vas? —Mirá —me dijo—aquí están mis 10 rollos. Son de toda la faena que he cubierto desde la mañana. Él comenzó a tomar fotografías desde 7:00 de la mañana hasta el mediodía. Entonces, le dije: —Dame los rollos los voy a entregar al laboratorio para que sean revelados; así, cuando regresés, únicamente seleccionás las fotografías. —Muy bien —me dijo. En los rollos que me dio había una cobertura fabulosa. Había muy buenas fotografías; cualquiera de esas imágenes pudo haber sido la portada de este periódico, Prensa Libre. Cuando le dejé los rollos y tomé los que él me dio, le pregunté: —¿Qué más necesitás? Él me respondió: —Necesito gotas para los ojos; además, vinagre, una mascarilla y agua pura; nada de eso tenemos acá. Era comprensible; ninguno de nosotros pensábamos que se iba a extender tanto esa cobertura. Entonces le dije. —Bueno, regresaré al periódico. Iré a la clínica. Voy a pedir lo que necesitás y te lo envío o te lo traigo de regreso. —Está bien —me dijo. Esa fue la última vez que lo vi con vida. Todos los rollos, toda la producción fotográfica que él había conseguido, se la entregué al encargado del laboratorio fotográfico, que era César Quiñones. Le dije: —Mirá, aquí están los rollos de Roberto; revelalos; así, cuando él venga que seleccione las fotografías que quiera; todas esas hay que escanearlas porque de ellas saldrá la portada de mañana. —O sea —me dijo— ya no te preocupés; ya no necesitas nada para la portada. —Por supuesto. Recuerdo que estaba en el mezzanine de Prensa Libre, en el tercer nivel, y bajé al segundo piso; yo regresaba de la clínica, de pedir las gotas para los ojos, la mascarilla, el vinagre. De repente escuché un grito de Gonzalo Marroquín, que era el director: —¡Samuel! —dijo.

CÓDICE/13


Yo me asusté porque él no gritaba. Él siempre fue calmado y pensé que pudiera estar molesto por algo que yo pudiera haber hecho. Pero no; el no gritaba. Entonces, me dijo: —Mirá, ¿qué le pasó a Roberto? —Nada. Yo acabo de hablar con él. Ahorita vengo de la 18 calle. Él me entregó los rollos. Yo lo vi allí. —¡Nada! — me dijo—, ¡en la radio están informando que fue herido! En ese momento, tanto el director como yo, no sabíamos nada; solamente habíamos escuchado por la radio ese reporte rápido. Entonces, como pudimos, sacamos un vehículo con la seguridad de Prensa Libre y desde el periódico, fuimos a la 19 calle y séptima avenida, sitio del suceso donde Roberto perdió la vida. Cuando nosotros llegamos, ya se había disipado todo; ya habían levantado el cuerpo de Roberto los mismos bomberos. Al momento de ver que fue herido, decidieron no esperar al MP ni a los del servicio forense. De hecho, en su afán de querer salvar a Roberto porque todavía tenía signos de vida, los periodistas y bomberos pensaron que, trasladándolo de urgencia al Hospital San Juan de Dios, todavía podrían salvarlo. Hicieron el traslado. Cuando a nosotros nos informaron que habían partido al San Juan de Dios, nos trasladamos con Gonzalo Marroquín hacia la emergencia de ese hospital. Ingresamos. Al preguntar cuál era el estado de Roberto, nos informaron de que no había resistido. Fue algo muy triste; nos convulsionó a todos. Los fotógrafos, al salir de allí, ya que estaba desplazado todo el equipo de fotografía, su servidor y la Redacción en pleno, así como el director, no esperábamos eso. Al enterarnos pues el director ordenó que todos los periodistas que estuvieran en la calle regresaran a la base. No quería exponer la vida y la seguridad de los periodistas. Fue un precio muy grande el que como periodistas habíamos pagado. Haber perdido a Roberto indica que, si seguían en la calle los demás periodistas también estarían exponiéndose a que sucediera otro desenlace fatal. A partir de las dos de la tarde, todos nos concentramos y empezamos a trabajar, a procesar el material. Gonzalo me llamó y me dijo: —¿Qué hay? —Yo traje los rollos de Roberto, él me los dio y aquí están ya revelados —le dije. —Ah, bueno. Dámelos porque vamos a empezar a armar la portada y las páginas interiores. Así, pues, terminamos el día con esa pérdida irreparable. No era lo mismo trabajar cotidianamente, sabiendo que todos estábamos allí, versus el hecho que nos faltara alguien. Eso fue, a grandes rasgos, lo que en mi calidad de periodista pude compartir acerca de los días previos y el mismo en el cual murió Roberto Martínez.

CÓDICE/14


OTRAS

PALABRAS VELVET

MAR TÍNE Z

Luego de la intervención de Samuel Flores, Velvet Martínez agregó: Gracias por la información; Hay cosas que no recordaba. De hecho, mi papá, ese día que se menciona fue llamado para ir a cubrir la zona roja. Recuerdo que estaba preparado y cambiado porque él iba para el Petén. Recuerdo que dijo: —Mañana me voy para Petén; regreso en dos días; se portan bien, le hacen caso a su mamá. Resulta que, de repente, al estar en la puerta regresó y dijo: —Ya no me voy. Todos «¡Bravo ya no se va!» De repente, agregó: —Voy a ir a cubrir la zona roja porque no hay nadie que lo haga. Se cuidan todos. Nos dio un beso y se fue. Ese día, más tarde, nosotros estábamos pendientes de las noticias, por todo el caos que se estaba suscitando en el momento. Yo estaba en el segundo nivel, de repente, como teníamos la televisión a todo volumen, oigo: «periodista herido». Me dije: «¿qué pasaría?» Cuando comencé a bajar las gradas oí el nombre de mi papá… me caí; ni siquiera sentí que fue lo que me pasó, si me dolió, o no. Creo que en ese momento no me di cuenta de qué le había pasado físicamente a mi cuerpo; solamente sentí algo terrible porque lo acabábamos de ver en la mañana y, de un momento para otro, ya no estaba; y digo no estaba porque, en ese mismo momento que estaban dando la noticia, Jorge, mi primo, se comunicó con nosotros. Por las noticias supimos que lo habían trasladado al hospital con signos de vida, pero al recibir la llamada de mi primo supimos que no era así: él ya había fallecido; murió al momento de caer al suelo. Fue algo muy duro para nosotros; un golpe en el corazón que nunca nos esperamos. A partir de eso, mis hermanos pequeños tuvieron una niñez difícil; yo tenía 16 años, aunque todavía jugaba con muñecas. Con mi papá tuvimos una educación tan especial. Fue un padre que nos enseñó todo lo que pudo. Algo que no oí mencionar fue que dentro de la fotografía su pasión fue la deportiva. Era increíble como él captaba desde atrás de la cancha el gol; la pelota en el aire, el portero, el que estaba tirando, el defensa, etc., todos en el aire. La fotografía deportiva era la que más amaba; es impresionante ver estas imágenes después de tanto tiempo; no es que no las haya visto antes. A veces he tenido la intención de ir a Notisiete o Canal 3 porque ellos tienen un video donde se muestra a mi papá en sus últimos momentos y él se luce como la persona que es. Otra afición que él tenía: modelar trajes de caballero. Lo invitaban a modelar por el porte que tenía; por su gracia era invitado, pero él rechazaba este tipo invitaciones. Él decía: «sí, yo quisiera, pero no me quiero involucrar en ese asunto». Cuando él vestía un traje, se veía muy elegante. Él decía: «el vestir no te hace; tú haces al traje y eso te da presencia en cualquier lugar». Eso era parte, como mencioné, de lo que él nos enseñó: la pasión por hacer las cosas con excelencia; si uno va a hacer las cosas tiene que realizarlas lo mejor posible. Les aseguro que sí aprendí de mis padres lo que significa excelencia: responsabilidad, hacer las cosas con amor. Yo soy la hija mayor de 6 hermanos; ya ven, Cindy es una de las menores; en su trayectoria periodística ha alcanzado casi el nivel que mi papá tenía; ha sido ganadora de eventos a nivel centroamericano, al igual que mi papá; estoy muy orgullosa de todos mis hermanos; la mayoría tiene una línea periodística. Se puede decir que somos una familia de periodistas; cada quien en su rama. A mí me gusta la profesión, lamentablemente nunca la puede ejercer, pero me encanta; es algo que amo. Me gusta también la redacción. Nunca aprendí a tomar fotografías, pero es algo que tal vez me hubiera gustado aprender del maestro que fue mi papá. Hay muchas cosas que quisiera mencionar, en este momento, porque me llena de tanto entusiasmo que recuerden a mi papá después de tantos años. A los 20 años de muerta una persona, pocos la vuelven a mencionar. Y estoy agradecida de que lo recuerden. Al recordarlo me sigue enseñando que no debo dejar que mis sueños se apaguen; debo seguir adelante con lo que me falta. Todo ha sido muy difícil después de que él se fue; imagínese teníamos cierto tipo de vida; ya no hubo quien pagara el colegio, tuvimos que buscar opciones alternas. No todas las personas que querían ayudar lo hacían con buenos propósitos. Para nosotras, que fuimos las primeras hijas de mi papá, nos llevamos un año, fue muy difícil como mujeres aceptar, incluso de la misma familia, una ayuda sin que hubiera un interés de por medio. Le doy gracias a mi papá porque nos enseñó a luchar desde que éramos muy inocentes; podemos abrirnos campo en las diferentes áreas que la vida nos ha permitido. Y aquí estamos. Podemos decir: gracias a mi papá.

CÓDICE/15


MUERTE VIOLENTA de Enrique Salazar Solórzano y Luis Díaz Pérez

E

ncontrar a alguien que nos diera un testimonio directo sobre los periodistas Enrique Salazar Solórzano y Luis Díaz Pérez, no nos fue posible ya que, según periodistas consultados, casi todos los compañeros de estos han fallecido. El periodista Julio Edgar García, que los conoció, desafortunadamente hoy tenía un compromiso familiar ineludible a esta hora. Así que, en nombre del Centro PEN Guatemala y en homenaje a Enrique Salazar Solórzano y Luis Díaz Pérez, compartimos estos dos testimonios sobre ellos. Del libro El color de la sangre, 40 años de resistencia y represión en Guatemala, de Alfredo Saavedra Cap. 19, tomo el siguiente fragmento: «Ya en 1970 había sido secuestrado el periodista Enrique Salazar Solórzano, director del radio periódico El Tiempo. El joven comunicador hacia fuerte crítica al recién instalado régimen de Arana. En un medio de periodistas timoratos o cautelosos, Salazar Solórzano escribía editoriales que fustigaban al gobierno represivo. Junto con Salazar Solórzano, fue secuestrado su reportero Luis Eduardo Díaz Pérez, en momentos cuando salían de la residencia del primero. La Asociación de Periodistas había reclamado la devolución de los secuestrados, a quienes se suponía capturados por la policía o llevados por una de las 74 diversas bandas paramilitares. Jamás aparecieron. El padre de Salazar Solórzano recibía noticias vagas sobre presuntos lugares de detención, donde tendrían a su hijo. Anduvo de un lado para otro indagando, pero sin resultado alguno. Murió pocos años después enfermo de dolor por la ausencia del hijo. »Ambos muchachos eran una promesa para el diarismo de combate contra un estatus criminal e inhumano. El hecho anotado ocurrió la noche del 30 de noviembre de 1970.» El otro testimonio es de Elías Barahona, periodista y escritor de Guatemala, dirigente de la APG y secretario de la CIAP-FELAP; él dejó el siguiente testimonio en un artículo que tomé del Blog de Comunicarte, del 7 de noviembre de 2013 titulado “¿Quiénes matan periodistas en Guatemala?”. Dice así: «Hace 42 años, el 30 de noviembre de 1979, caminábamos por la sexta avenida y 12 calle de la zona central de la capital guatemalteca, con Luis Eduardo Díaz Pérez, reportero del radio periódico El Tiempo y sobrino de Paco Pérez, el compositor de Luna de Xelajú. »Serían las 11.00 de la mañana cuando terminábamos de reportear, él para la segunda emisión y yo para el diario El Imparcial. Luis Eduardo, a sus 22 años, era una persona cultísima, poeta y amante de los clásicos de la literatura y de la música. De noche trabajaba como obrero en una textilera y de día hacía periodismo. »Él era esposo de mi hermana menor y ese día coincidimos en una esquina. Él Andaba viendo vitrinas y buscando un regalo para su adorada chinita Lisbeth, su primera hija, de unos cinco años de edad. »Conversamos y quedamos de acuerdo en visitar al director de El Tiempo, Luis Enrique Salazar Solórzano, más conocido como El Poeta, que vivía a un costado del Conservatorio nacional de Música con una de las hermanas del empresario radial Marco Tulio Illescas. »Yo tenía pendiente una entrevista con el ministro de agricultura y casualmente lo encontré en las gradas del palacio nacional. Le pedí a Luis que siguiera hasta la casa de Salazar Solórzano y le prometí unirme a él unos 15 minutos después. »En efecto, así lo hice. Llegué hasta el apartamento de Salazar Solórzano pero en la esquina encontré gran cantidad de gente alarmada. No hice caso y subí las gradas. La esposa del Poeta, lloraba, tirada en suelo tras haber intentado evitar el secuestro de su compañero. Entre sollozos, me contó que cuatro encapuchados con sub-ametralladoras subieron hasta el apartamento y golpearon a los dos periodistas. »Los arrastraron gradas abajo e introdujeron en una panel blanca, con matrícula extranjera y desaparecieron con rumbo ignorado. Desde ese día empecé a buscar a los dos desaparecidos. Interpuse muchos recursos inútiles de exhibición personal porque la policía era avisada antes de que llegara el juez a practicarlos. »Muchos años después supe que ambos fueron interrogados y despedazados por agentes de la mal llamada policía judicial, policía política secreta, y que luego practicaron tiro al blando con sus cuerpos semivivos en un campo de concentración ubicado en La Palmilla, en el nororiental departamento de Zacapa. »Hasta la fecha casi nadie sabe por qué fueron secuestrados y asesinados porque ninguna investigación se ha hecho al respecto. Mi hermana sufrió una fuerte depresión durante muchos años y murió en un accidente de tránsito antes de que yo pudiera retornar al país, 18 años después. »En esa época inauguraba su período presidencial el general Carlos Arana Osorio, más conocido como el Chacal de oriente, pues convirtió en rojas las límpidas aguas del caudaloso río Motagua, cuando fue comandante de la base militar de Zacapa, antes de 1970, méritos que le valieron para ser colocado en la presidencia de la República con el consentimiento entusiasta del gobierno estadounidense. »Durante su gestión en la base, aviones militares estadounidenses volaban desde la zona del Canal de Panamá para quemar con napalm las humildes chozas campesinas en la Sierra de las Minas y daban la vuelta de regreso sin aterrizar siquiera en Guatemala. »Durante los cuatro años que Arana desgobernó al país hubo estado de sitio y toque de queda permanentes y miles de asesinatos políticos. »En el seno de la Asociación de Periodistas de Guatemala, todavía nos preguntamos “¿quiénes matan a los periodistas en este país?”, pues es curioso que hasta la fecha ninguno de los numerosos casos ha sido esclarecidos todavía». De acuerdo con un registro del Grupo de Apoyo Mutuo durante los 36 años que duró el conflicto armado interno (1960-1996) fueron asesinados extrajudicialmente 342 periodistas y 126 se encuentran desaparecidos.

CÓDICE/16


POEMAS CA R L O S

El Ché

Apunte bien soldado: usted va a matar a un hombre. Así nació la boina la estrella la barba los bigotes. Y el mito se convirtió en lucha y la lucha se transformó en mito y el mito en horizonte de rebeldía. Y no hubo poder sobre la Tierra que no temblara al escuchar su nombre. La guerra fría hervía en la sangre de un solo hombre. Un gigante que arraigó su vida en la antesala de su muerte. En otras épocas en otras tierras otros hombres construyeron también sus propios mitos. Así nacen los héroes en manos de cobardes. Guatemala, 9 de octubre 2020

Genética Estos ojos que abrazan el otoño son los mismos que mi padre calzó con la nostalgia del mar en sus pupilas En cierto modo todos somos extensión de la neblina que envuelve la vida de los padres Y los padres son la vena ardiente de lo que fueron sus padres y los padres de sus padres

IN T ER IAN O

Nadie ignora que el mar en las pupilas de mi padre tiene la misma brisa de todos padres juntos

Oda a los libros Estos libros que me dieron una vida se han vuelto viejos acaso quizás más sabios acaso quizás más lentos De sus letras aprendí que la experiencia es la virtud de quien no teme a equivocarse y avanza sobre el filo de la duda y se cae y se levanta y camina y no pierde el horizonte de su risa Estos libros me enseñaron a reír y a soñar en abundancia nada escapa a sus páginas gastadas y amarillas ni a sus cálices de sabias enseñanzas /Nada escapa/ ni siquiera el misterio de los hombres ni el perfume de las flores ni la garra que desgarra la esperanza ni las manos que construyen la ternura /Nada escapa a los libros/ porque son el corazón de los humanos y el crisol que acuna sus ideas y sus sueños

Desprendimiento

A Roland Barthes (1915-1980)

caminará los senderos de su propio destino esperando que otras voces la recojan y la calcen en alguna lengua de pájaros silvestres o en las costillas de un cuerpo cubierto de palabras nuevas Alguien vendrá con la historia de mil lenguas juntas a llevarla en hombros como un signo que amanece o quizá solo el fantasma de un sentido por siempre repetido Pero esta palabra que surgiera de mis miedos es solo la piel que se muda en este cuerpo y es más bien propiedad de quien quiera recogerla

Vaticinio Mi padre me decía que esa extraña obsesión por la poesía era falta de cordura en mi cabeza En cierta forma mi padre tenía razón porque entre las frases de un loco y los versos del poeta hay un hilo conductor que los alienta Después de tanto tiempo no sé si he sido aquel poeta que soñaba ser o el loco aquel que mi padre presentía mas llevo la palabra impregnada de locura en cada verso que incuba mi poesía

Y caminará mi palabra desprendida de mi carne y de mis huesos ya no soy en ella siquiera el recuerdo de una voz callada nada de sus letras me pertenece un nuevo dueño se apodera de su voz de sus sentidos oblicuos de sus sueños encubiertos y sus huellas impregnadas en un rincón de la memoria Esta palabra que antes era mía

CÓDICE/17


JOSÉ FRANCISCO DESAPARECIÓ

T

Ricardo Cordón

odos los días camino por la sexta avenida de las zonas uno y dos. A lo largo del tiempo he conocido gente y lugares que me han marcado. Voy a comenzar por don José Francisco, o Chico, como él mismo se apodaba. Se trataba de un hombre de la tercera edad, grande de estatura y peso, ya bien entrado en años, pelo canoso, tez blanca y de ascendencia germana, según me lo dijo el día que calificó a sus antecesores de locos por un lado y aventureros por el otro. Residía en un asilo administrado por religiosas que queda por ahí. Lo conocí un día que lo escuché pedirle a su pierna izquierda afectada por la polio, que no se le echara; que diera un paso más cuando caminaba desde el asilo hacia una de las bancas de concreto que están puestas a lo largo de los caminos auxiliares de la avenida, pero que para llegar hay que subir por un caminito de tierra en medio de la grama; él lo hacía ayudado por su bastón, e iba diciendo: «vamos Chico, solo un paso más, que si me quedo allá, pronto seré igual que todos esos viejos que el día entero ven televisión y después ya solo repiten y repiten una escena». Cuando llegaba a la banca estiraba la pierna cansada y recostaba su quijada en el bastón. Así se quedaba, esperado a que pasara alguien con quien charlar. Yo siempre lo saludaba a las carreras, como lo hacía con todos los transeúntes que me iba encontrando en los trayectos de ida y vuelta para evitar entablar una plática y perder el ritmo de la caminata, pero esa su actitud de lucha me llamó la atención y paré para ver si quería que lo ayudara. Yo le llamaba por su primer nombre. A lo largo de un año me contó mucho de su vida y siempre salía a colación un sin número de razones de cómo había ido a parar a un asilo. Resulta que le había dado rienda suelta a la vida, se había bebido, fumado, inhalado y acostado con todas las mujeres que había podido, desde su juventud hasta ya entrado a viejo. De joven, viajaba con frecuencia junto con sus amigos en moto a Esquipulas, y hasta se llevaban a un mecánico con todo y repuestos; además, viandas, casas de campaña y todo lo necesario para ir y venir en una o dos semanas. La tradición empezó cuando él les contó que de niño su mamá lo llevó a algún lugar de Europa a agradecerle a la virgen de Fátima que le hubiese parado la polio y que únicamente le afectó de manera leve la pierna. Entonces, con los amigos arreglaron ir a agradecer al Cristo Negro de Esquipulas; pero a diferencia de la actual caravana, se iban por caminos de tierra y pasaban a cuanta cantina y casa de putas encontraran. Que de igual forma se fue por toda Centro América; que, en Costa Rica, tuvo una hija a la que rara vez veía, por lo que aprovechaba para entregarle algo de dinero a la mamá de la niña. Esa actitud de aventura que lo acompañó toda su vida le costó el matrimonio; aunque su exesposa siempre fue su mejor amiga, le exigía una disciplina que él no podía mantener, que su vida fue un ir y venir hasta que un día la señora se le fue y ya no regresó. Yo me divertía escuchando sus anécdotas, pero la que de veras me hizo reír fue una vez que se quejaba de las hermanas a cargo del asilo. Se refería a ellas como las monjas, porque decía que madre era la Madre Teresa de Calcuta, pero no esas patojas que nunca se casaron y que no fue por feas, sino por bravas; que él no tenía por qué pagar el pato de frustraciones ajenas. Cierto día estaba a medio argumento y en plena crítica cuando, de reojo, vio que se acercaba la madre que estaba por debajo de la madre superiora; dijo, gritando quedito, como puro escuelero: «¡aguas, aguas, aguas, que ahí viene una monja!». En eso pasó la madre y se nos quedó mirando. Yo estuve seguro de que había escuchado lo que don José había dicho; entonces, se me quedó viendo fijamente a mí, como si fuera la directora de la escuela donde estudié la primaria, luego a él, quien le dijo, de manera hipócrita y con una sonrisa: «buenos días, madre». La madre no se tragó su hipocresía, lo amenazó con la mirada y siguió su camino. Cuando ya no nos podía escuchar, don José me dijo: «…esta es la peor de todas, usté, imagínese que anda diciendo que yo me huevié un bote de Geriatrón y que lo ando vendiendo en el mercado negro». A veces, cuando se ponía melancólico contaba que él tenía su casa, pero la habitaba su hijo, que era alcohólico. Cuando hablaba de él se le venía la moral al suelo, luego me contaba que había dejado de tomar antidepresivos, pero que prefería la depresión que estar teniendo que ir al IGSS para conseguir recetas y de ahí conseguir el pisto para comprar las medicinas. Poco a poco se fue agravando su retórica hasta que apareció la palabra suicidio.

CÓDICE/18


A veces, cuando se ponía melancólico contaba que él tenía su casa, pero la habitaba su hijo, que era alcohólico. Cuando hablaba de él se le venía la moral al suelo, luego me contaba que había dejado de tomar antidepresivos, pero que prefería la depresión que estar teniendo que ir al IGSS para conseguir recetas y de ahí conseguir el pisto para comprar las medicinas. Poco a poco se fue agravando su retórica hasta que apareció la palabra suicidio. A veces, cuando miraba pasar un avión me decía que en un avión así se quería ir para morirse en otro lado. Otras veces hablaba de colgarse de la rama de un árbol que había enfrente de la banca donde se sentaba. A mí todo eso me hizo sentir como cuando leí Martes con Morrie, un libro cuyo autor redacta una serie de entrevistas a manera de lecciones de vida, mientras que la salud de su profesor universitario se deteriora rápidamente a causa de una enfermedad terminal, pero no me gustó y cuando quise comentarlo con mi abuelo me respondió: «ve mijo, a mi contame quien se está pisando a quien, y no quien se va a morir, y ahora lárgate de aquí». En algún momento todo eso empezó a afectarme negativamente; pensé que, de seguir así, iba a correr con la misma suerte del escritor e iba a parar ayudándolo a limpiarse el trasero, por lo que fui recortando las pláticas. Una vez me encontré cien quetzales en la calle, cerca de donde él se sentaba, se los regalé y seguí mi camino, mientras él continuó la tertulia con dos mujeres de mediana edad que estaban sentadas en la misma banca. Dejé de salir a caminar por algunos días y nunca más lo volví a ver. Un día me contó mi mamá que uno de los ancianos del asilo se había lanzado del puente El Incienso unos días atrás; que habían dicho por ahí que llevaba cien quetzales en la bolsa, pero que no me habían querido decir nada hasta estar seguros de que se trataba de él. Un par de veces vi al hijo, quien había sido capitán del ejército. Sobrio era un caballero y me trataba de usted, pero ebrio era un bolo abusivo que me trataba de vos y me perseguía para pedirme pisto. En una de esas bolencias, me preguntó por su papá; que si sabía qué había sido de él. En mis adentros pensé: ve qué cerote, ve qué pura mierda, pero lo obvié y seguí mi camino y lo dejé hablando solo. Unas semanas después me encontré a las mujeres con las que él había estado platicando unos meses antes y me detuvieron para contarme que don José las había llamado para contarles que se había ido a Costa Rica, en avión; que entre todos sus amigos y su hija juntaron el pisto y le compraron el pasaje, que no había podido despedirse de mí y tampoco darme las gracias por los cien quetzales. Llega un momento en que uno ya no sabe a quién creerle. Qué jode la gente.

CÓDICE/19


¡AH, MIEDO INGRATO! POR JUAN ANTONIO CANEL CABRERA

L

a muerte, cuando la presenciamos o cuando nos llega envuelta en la mortaja de la noticia, siempre nos coloca en la orilla del acantilado; nos hace contemplar el panorama que la presencia del muerto nos deja en la memoria: triste si fue una persona querida; nostálgica si encontramos huellas que resucitan de las arenas porosas de los recuerdos; rabiosas si vemos que la muerte se forzó: si intereses personales o solamente el egoísmo hicieron afilar la guadaña que segó vidas insurrectas, rebeldes o, sencillamente, buscadoras de la verdad. Por desgracia, las muertes violentas tratan con denuedo de insertarse en la bella geografía de Guatemala. De muertes violentas está poblada la historia de nuestro país. Muertes que no ocurrirían si fuésemos un pueblo manso, si en nuestra sangre corriera la sumisión y a todos nos llegara la muerte de manera tranquila, sin decir nada, esperanzados solo que la muerte nos llegara de manera natural: de hambre. Pero la insumisión, en este país, ha tenido un costo elevado. La lucha por la libertad y por hacer valer el derecho a expresar libremente las ideas ha sido fuente para que ríos de sangre recorran caudalosos nuestra historia. A pesar de las intensas luchas, aún no somos un pueblo que pueda disfrutar de muchos de sus derechos elementales. Aún no somos un pueblo soberano, por más que la canción de la democracia haga mucho ruido en nuestros oídos. O, como reza la expresión popular, aún nos «dan atol con el dedo». El gremio de periodistas que, con su palabra, ha denunciado los abusos de poder cometidos contra la población, ha sido muy golpeado por cumplir con su deber de informar y hacerlo con la verdad. Eso sucede porque somos un pueblo sin cohesión, sin fuerza para equilibrar el poder que, al verse amenazado, tiembla y recurre a la solución más práctica para ellos: aprovecharse de nuestra debilidad y quitar de en medio a quienes osan levantar la voz o dejar testimonio de los abusos de poder e injusticia que, de manera impune, se cometen contra la población guatemalteca. Así se inocula el miedo en la población: ¡ah, miedo!, tan fácil de contraerlo y tan difícil de extirparlo. Es muy difícil, en la actualidad, tener confianza en las instituciones del Estado porque todas están cooptadas por poderes que no se ven y se amparan en la corrupción e impunidad que han instaurado como práctica común. Viejas prácticas, terribles por las secuelas de muerte y violencia que dejaron, están de vuelta. Y la población dándoles la bienvenida con su miedo. Lo bien que nos enseñó Maquiavelo las formas de imponerlo. Y aún sabiéndolo, no hemos puesto en práctica ese conocimiento para, como decimos por acá, darle la vuelta a la tortilla. El mismo Maquiavelo mostró que cuando se pierde el miedo, la capacidad de rebelión es capaz de emparejar cualquier situación. Nuestros más recientes gobiernos, cuya principal misión ha sido el saqueo de los recursos estatales han utilizado el miedo para consolidarse. Claro, debemos entender que los gobiernos no son más que los condotieros de los poderes reales; esos que se mantienen ocultos y que, sin ser vistos, han cooptado al Estado. Por eso, la brecha que periodistas valientes han abierto, para que nuestros ojos se enteren de la verdad, debemos de vindicarlas y recordarlas. Deben servirnos para darnos ese valor que nos es tan necesario para vencer el miedo. Para atrevernos a reclamar que la política deje de ser prostituida y se vista de probidad. Solo de esa manera lograremos tener confianza en nuestros gobiernos, en las leyes y la justicia sea la senda por la cual todos nos conduzcamos. Honremos a los periodistas que en busca del bienestar social y en el cumplimiento de sus deberes ha caído víctimas de la pandemia de la corrupción.

CÓDICE/20


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