Noticia del Centro PEN Guatemala
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a noticia más triste de esta parte del año, para nosotros, fue la muerte de Carlos René García Escobar, ocurrida el 7 de diciembre de 2018, pocos días antes de cumplir 70 años de vida.
El nacimiento del Centro PEN Guatemala se debe, en buena medida, al tesón y perseverancia de Carlos René García Escobar. Desde los primeros contactos con el PEN, él estuvo presente. Fue así como, en el 69 Congreso Internacional del PEN celebrado en la ciudad de México (del 21 al 28 de noviembre de 2003), Carlos René asistió invitado por el Centro PEN de Canadá y la embajada de Canadá en Guatemala para, por intermedio de Franz Galich, hacer los primeros contactos con funcionarios de PEN Internacional. Luego de haber sido aceptado el Centro PEN Guatemala, como miembro de pleno derecho de PEN Internacional, Carlos René García fue su primer presidente. Su entusiasmo entregado a la organización fue inestimable. Todavía, el 2 de noviembre de 2018, a pesar de recién haber escapado con vida a 3 infartos y con una traqueotomía recién cerrada, participó en
el homenaje que se les hizo a 5 periodistas muertosdesaparecidos trágicamente. Y cuando todos nos alegramos de su alentadora recuperación, de pronto, por una complicación que tuvo como resultado de la traqueotomía, falleció. La noticia nos entristeció de manera profunda ya que, por encima de sus méritos académicos y literarios, fue un buen hombre. El 9 de diciembre, día de su sepultura, los bailadores de Lo de Bran, aldea de Mixco que fue cuna de sus investigaciones sobre los bailes y danzas de Guatemala, acudieron para rendirle un homenaje vistoso: bailaron el baile de la conquista (de moros y cristianos) y el baile del torito. Todavía con la tristeza muy metida en nuestros corazones le damos, desde estas páginas, la más sentida de las despedidas y agradecemos a la vida por habernos dado la alegría de su compañía. Adiós, Carlos René, gracias infinitas por tu legado, compañía y ejemplo como hombre bueno, entero y consecuente.
Directorio
JUNTA DIRECTIVA 2017-2019 Gustavo Bracamonte Cerón Presidente Karla Olascoaga Vicepresidenta Juan Antonio Canel Cabrera Secretario Víctor Muñoz Tesorero Carlos René García Escobar (+) Vocal I Eduardo Blandón Vocal II María Fernanda Sandoval Vocal III CONSEJO EDITORIAL Juan Antonio Canel Cabrera, director Karla Olascoaga Eduardo Blandón AUTORES DE ESTE NÚMERO Julio Solórzano Foppa, Telma Yolanda Ramírez Fuentes, Carlos René García Escobar (+), Héctor Castañeda, Byron Barrera, Guillermo Cacao, Juan Antonio Canel Cabrera Revista Códice es un producto editorial del Centro PEN Guatemala
PEN editores Revista Códice es un producto editorial de Centro PEN Guatemala, filial de PEN Internacional, asociación mundial de escritores fundada en Londres, en 1921. Sus siglas, originalmente, significaron «Poets, Playwriters, Editors and Novelists». En la actualidad, por tradición, se mantiene el nombre PEN para nuestra asociación; sin embargo, dentro de este nombre caben periodistas, escritores, editores y traductores. Revista Códice No. 23, diciembre de 2018. Impreso en Editora Arizandieta.
Presentación
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l año pasado, El Centro PEN Guatemala rindió un homenaje e hizo memoria de los escritores guatemaltecos muertos-desaparecidos por ejercer su derecho a manifestar sus ideas y hacer uso de su libertad de creación. Fue una actividad emocionante que nos trajo al recuerdo, en la figura de cinco escritores emblemáticos, lo difícil que ha sido escribir con libertad en Guatemala. Este año se celebró una actividad similar para recordar la vida heroica de cinco periodistas que, desafiando los peligros y amenazas que los cercaron, osaron decir la verdad y criticar al stablishment. La actividad sirvió para recordarnos que los peligros para el ejercicio del periodismo y la libre expresión siguen vigentes; han adoptado nuevas formas o se han camuflado en parapetos legales. En la figura de los periodistas Irma Flaquer, Luis Alberto Romero (Timoteo Curruchiche), Marco Antonio Cacao Muñoz, José León Castañeda y Mario Solórzano Foppa, el Centro PEN Guatemala, por medio de quienes disertaron sobre ellos, repudió las formas de represión, intimidación y otras maneras de las que se ha servido el Gobierno y otros sectores de poder para que la corrupción y la impunidad sigan abriendo más caminos de perversión. En esta oportunidad, quienes nos acompañaron en la actividad «Homenaje a periodistas desaparecidos trágicamente», fueron Guillermo Cacao quien evocó a su padre, el periodista Marco Antonio Cacao Muñoz; Carlos René García Escobar habló de Irma Flaquer; a Luis Alberto Romero, se refirió Telma Yolanda Ramírez Fuentes, esposa; de José León Castañeda habló su hijo Héctor Castañeda. Byron Barrera hizo un breve contexto de la situación de la época. De Mario Solórzano, hizo una breve semblanza su hermano Julio Solórzano. La actividad estuvo conducida por Gustavo Bracamonte Cerón, presidente del Centro PEN Guatemala y por Juan Antonio Canel Cabrera, secretario. Las opiniones vertidas incumben a los autores y al Consejo Editorial de la Revista Códice. Apoyamos la reproducción del material publicado en la Revista Códice, siempre y cuando se cite la fuente: Revista Códice del Centro PEN Guatemala.
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obre Irma Flaquer, me fue difícil encontrar información porque su generación casi desapareció, en cuanto a sus compañeros periodistas. Hice acopio de un texto que publicó la Universidad de San Carlos sobre Irma Flaquer, que pertenece a la Comisión Gubernamental que, en los Acuerdos de Paz se comprometió a publicar sobre Irma Flaquer un libro que, no sé si agotó, pero la existencia es muy escasa. En él se encuentra una biografía de Irma Flaquer escrita por June Erlick, que dice así:1 «Nació el 5 de septiembre de 1938 en ciudad de Guatemala. Hija de Fernando Flaquer, productor catalán de operetas y zarzuelas y de Olga Azurdia, cantante de ópera guatemalteca. Pasó gran parte de su infancia en el extranjero, viajando junto a su hermana Anabella, con sus padres que tenían funciones en Centro y Sudamérica, observando de primera mano la miseria y la pobreza de la región. Vivieron varios años en México y regresaron a Guatemala cuando era una adolescente.
»En 1955 se casó con Fernando Valle Arizpe. Del matrimonio, que duró hasta 1958, nacieron Sergio y Fernando. Ese mismo año comenzó a trabajar como periodista independiente para diversos diarios y estaciones de radio. En el diario La Hora, inició su columna que la haría conocida...» Recuerdan ustedes, Lo que otros callan. Yo sí me acuerdo, no tenía mucha edad, pero sí me acuerdo. «Secretaria de prensa de la esposa del presidente del Partido Revolucionario, entre 1966 y 1970. Viajó con frecuencia como periodista y activista política del Centro Izquierdista Partido Revolucionario al interior de Guatemala, donde se enfrentó a las consecuencias de la violencia y la injusticia en su país. Esa era la época en la que, bajo el pretexto de acabar con los terroristas comunistas, los gobiernos militares ocasionaban muchas víctimas. Escribir era el oficio de Flaquer y su pasatiempo preferido. Escribió un libro A las doce y 15, el sol, sobre un atentado que casi le cuesta la vida en 1970 y cuyo sugestivo prólogo fue dedicado a mi querido asesino, entre comillas. Le arrojaron una granada a su auto hiriéndole la mano con que escribía, dañándole el oído y llenándole el cuerpo de esquirlas que requirieron varias operaciones para ser extraídas. Por seguridad, abandonó el país y, al cabo de un mes, regresó a Guatemala. Reanudó su columna en La Hora, su trabajo como Secretaria de Prensa y comenzó a estudiar leyes en la universidad jesuita Rafael Landívar, donde se le recuerda como una alumna combativa y brillante, pero con poca madera para la abogacía, carrera que abandonó posteriormente por la sicología y obtuvo una licenciatura. Abrió una clínica que cerró al año siguiente por considerar que solo servía para los ricos con neurosis. »Poco después pasó a trabajar al diario La Nación, donde llegó a ser asistente editorial. Allí, entre 1971 a 1980 continuó escribiendo su columna y publicó, por poco tiempo, su propia revista. En sus artículos, Irma Flaquer abogaba por el pacifismo y por los derechos humanos. A veces la catalogaban de izquierdista. Sus artículos más fuertes daban nombres y acusaban a funcionarios públicos de corrupción, pero cuando se equivocó en alguna denuncia no dudó en disculparse públicamente.
dientemente de su procedencia. Por sus relaciones con el Gobierno, fue directora sustituta de la Compañía de Electricidad y miembro de la Comisión de Política Criminalista y Prevención de Delincuencia Juvenil del Ministerio del Interior. También era sicóloga del Sistema Penitenciario. »Consciente y preocupada por el ambiente político social y los excesos del régimen militar en su país, en 1979 fundó y presidió la Comisión de Derechos Humanos de Guatemala. Flaquer y los demás integrantes de la Comisión, recibieron amenazas anónimas de muerte. Un año más tarde, el 19 de julio de 1980, anunció en uno de los últimos artículos de la periodista, la disolución de la Comisión. En ese mismo período cesó sus labores en La Nación, diario que también se vio expuesto a las amenazas. »La periodista continuó su labor con declaraciones en la radio local, pero también fue advertida de que debía moderar su lenguaje, o correría el riesgo de perder sus puestos con el Gobierno. Las amenazas de muerte continuaron. Temerosa y luego de pasar escondida dos meses, Irma Flaquer decidió reunirse con su familia para despedirse, porque al día siguiente viajaría a Nicaragua. »El 16 de octubre de 1980, a las 7 y media de la mañana, varios hombres que se movilizaban en dos vehículos interceptaron el auto en que viajaba la periodista y su hijo. A Fernando, de 24 años, le dispararon en la cabeza y murió, luego, en un hospital, mientras que a ella la empujaron dentro de una camioneta que, de inmediato, se dio a la fuga. Nunca fue encontrada ni viva ni muerta. Se presume que fue asesinada esa misma noche. Hasta la fecha, nadie ha sido formalmente acusado, procesado o sentenciado por la muerte de Fernando Valle y la desaparición de Irma Flaquer. Aunque se le recuerda por sus verdades y su guapa presencia, se destacaba sobre todo por sus incisivos y sarcásticos artículos contra la represión política, los actos de corrupción de funcionarios y militares, la opresión de los indígenas y las violaciones a los derechos humanos, en una época en que sus severas críticas resultaron inaceptables. »Entre 1978 y 1981, fueron asesinados en Guatemala 19 periodistas; 3 fueron secuestrados, otros 3 fueron heridos y cuatro desaparecieron, entre estos Irma Flaquer. »Su vida periodística se extendió durante 22 años, hasta su desaparición en 1980; ella tenía 42 años». Me acuerdo cuando Irma Flaquer escribía en La Nación, lo hacía duramente. No le importaba si eran amigos o enemigos los criticados, pero era una mujer valiente, muy valiente y tenía una ideología abierta, de libre pensamiento que expresaba en sus artículos; tanto que le preguntaron una vez si ella era mujer, si era frígida; por supuesto, la respuesta que ella dio fue contundente porque se trata de las mujeres-mujeres que abrieron el esquema de la posición femenina en un país machista como el nuestro. Les agradezco a mis compañeros del Centro PEN Guatemala la oportunidad que me dan de hablar de una gran mujer, de una periodista que hizo historia en nuestro país. 1
»Irma Flaquer tenía amigos en todo el espectro político del país, aunque siempre fue una severa crítica de las injusticias, indepen-
No se tuvo el texto original a la vista, para confrontar el texto de June Erlick, así que se transcribe tal como Carlos René García Escobar lo leyó.
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n primer lugar, quiero contarles un poco sobre quién era Luis Alberto Romero Roldán. Él nació el 21 de junio de 1935 y murió el 5 de septiembre de 1980, a la edad de 45 años.
Luis Alberto fue, para mí, un maestro, de quien aprendí muchísimo. Era altamente disciplinado y muy convencido de todo lo que hacía. Él, para integrar una ideología, para someterse a algo, tenía que investigar, practicar para dónde debía ir, para convencerse. Si no estaba convencido de alguna doctrina, ideología, él iba en la búsqueda hasta sentirse satisfecho de lo que estaba haciendo. Además, era amante de la música clásica; de ahí vienen los nombres de mis hijos Ludwig, Wagner y Franz. En ese tiempo se oía, en casa, de Beethoven a Strauss y de Strauss a Beethoven. Lamento mucho que a mis hijos los haya dejado muy chiquitos porque toda esa escuela ellos se la perdieron. Son tres varones, muy parecidos a él; los tres son casi clonados de él; se parecen demasiado; a pesar de que no convivieron con él tienen muchas ideas parecidas, tanto religiosas como políticas y en otras disciplinas. No le gustaban las imposiciones de estudio, por lo que fue un autodidacta. Él leía y estudiaba todo el tiempo que podía. También le gustaba el arte; él pintaba trajes, paisajes de Guatemala porque era muy amante de su patria. También estaba pendiente de todo lo que sucedía en la política diaria guatemalteca. Hablando de cómo surgió el personaje Timoteo Curruchiche, puedo contarles que él comenzó a incursionar desde muy joven en la radio. Empezó en Radio Sonora, donde le dieron la oportunidad, primero, de estar poniendo música de toda índole. Pero él era una persona muy inquisitiva, muy investigadora y muy amante de todo lo que pasaba en su patria. Entonces comenzó a caracterizar un programa de marimba; empezó a definir su voz como Timoteo Curruchiche, como indígena de Guatemala. Así, principió a recibir llamadas en las cuales se hacían denuncias sobre las calles con mal pavimento, basureros que se formaban en las esquinas... todo eso le fue dando a él la idea de hacer programas un poquito más compenetrados en las deficiencias y debilidades de
Guatemala. Así fue como surgió el programa de Timoteo Curruchiche y fue tomando auge. Él daba como clases dentro de sus programas y ahí fue donde se perfiló como radio comentarista. Lo que hacía era leer las noticias y las comentaba con opinión propia no importando de dónde venían ni quién las decía. Más adelante, en los años 60-70, el programa cogió auge, un poquito más político, defendiendo las causas justas. Entonces el programa de Timoteo Curruchiche comenzó a ser un problema para el Gobierno de Guatemala. Allí empezaron la cacería y la persecución hacia él. En primer lugar, le dijeron que su lenguaje atropellaba el idioma castellano. Cosa que nos dio risa porque era un admirador del doctor Salvador Aguado. Él hacía todo lo posible por hablar correctamente dentro de su vida general. Hablando como Timoteo Curruchiche, él tenía que distorsionar un poco las palabras para semejarse un poco más a la ideología campesina. La segunda situación fue que empezaron a decir que todos los locutores de ese tiempo tenían que estar en la Escuela de Ciencias de la Comunicación porque, si no, no podían seguir trabajando en radio. La otra fue que las radiodifusoras empezaron a quitar los contratos y a cerrarle puertas para que él no pudiera hablar. Encontró espacio en Radio Progreso. Allí fue donde él comenzó a ser combativo; a decir, a perfilarse por los derechos de la sociedad guatemalteca, inclinándose mucho, también, a favor de la guerrilla. Unas de las personas que él admiraba mucho eran el Che Guevara y Fidel Castro; eran sus ídolos políticos; bajo esos estandartes, él actuaba y militaba dentro de la sociedad guatemalteca. Así fue como un 5 de septiembre (1980) estalló la bomba en el parque central falleciendo muchas personas inocentes, como siempre. El criticó eso con el corazón y el hígado en la mano. Cuando salió de la Radio Progreso, ya lo estaban esperando y terminaron con la vida dándole 27 balazos por la espalda y el tiro de gracia. Esa es, a grandes rasgos, la vida de un gran hombre y, para nosotros, un buen padre de familia, un amigo y un orgullo para Guatemala.
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mi papá lo conocí muy poco, yo tenía tres años de edad cuando a él lo desaparecieron, torturaron y asesinaron. Apareció su nombre en un listado de periodistas que, supuestamente, eran comunistas. Sufrió persecución, incluso ya una vez se había escapado por unos tejados para que no lo mataran. Logró sobrevivir y después lo estuvieron buscando hasta que, desafortunadamente, lo encontraron. Lo fueron a tirar, todavía estaba vivo, en el parque Morazán. Allí una señora vio cuando llegó un carro; un carro de los Toyota que utilizaban los aparatos clandestinos de seguridad de Guatemala. Apuntaron las placas, se denunció... no iba a pasar absolutamente nada. Fue el Gobierno el que había hecho eso. Recuerdo que Marco Tulio Barrios, un periodista que falleció hace pocos años, me contaba que estuvieron juntos esa noche que lo secuestraron; estaban tomando café. Se separaron. Era alrededor de las siete de la noche cuando mi papá le dijo: —Bueno, nos vamos y nos juntamos más noche a echarnos un trago. —Está bueno, nos juntamos en El Portalito. Marco Tulio tenía un apartamento arriba del bar El Portalito. Allí quedaron que se iban a juntar, pero ya no lo volvió a ver nunca. Otros periodistas, que me han contado sobre esa época tan obscura, dicen que era casi imposible hacer el ejercicio periodístico. En este momento yo creo que estamos viviendo una situación, afortunadamente, no con la magnitud de los asesinatos que se daban en ese entonces, pero miren a los diputados queriendo censurar, queriendo hacer leyes absurdas en contra de la Constitución Política de la República porque tienen miedo de que los periodistas, de nuevo, les digan sus verdades. De mi papá les podría decir que la ausencia de él en mi familia tuvo una repercusión muy grande. Al haber per-
dido a mi papá, me quedé con mi hermano mayor; nos quedamos solos, nos quedamos viviendo con mis tíos y con mi abuelita en la zona 1. El vacío que dejó la muerte de mi papá en la familia nunca se va a poder llenar. Se supo que el Ministerio de Gobernación, incluso algunos diputados de la legislación de ese entonces (a mi papá lo mataron en noviembre del 79) estaban involucrados en la persecución de muchos periodistas, políticos y actores sociales; todos los que en algún momento podían hacer alguna crítica hacia el Gobierno, hacia el Ejército, el Congreso casi firmaban una sentencia de muerte. Le contaba a mi hijo que aquí fue un aula donde estudié, en este edificio. La Asociación de Ciencias de la Comunicación, de acá, lleva el nombre de mi papá, que es uno de los homenajes que se le rindió, luego de su trágica muerte. Carta a José León Castañeda Cuando Guillermo Cacao habló de su papá, en esta actividad, al final, leyó una carta que Marco Antonio Cacao le escribió a José León Castañeda; dice así: «Con la pluma también se combate, con la pluma también se resiste. No hay mejor manera de herir más al opresor como escribir la verdad, como lo hiciste Chepeleón. Ya nadie recuerda tu asesinato, dicen los enemigos de la libertad. Creen que matando hombres de verdad es la mejor obra de mandato, como figura fugaz para este mundo. Contribuiste con tu luz; el despertar de este pueblo no está lejos ni su libertad tan cercana como para pelearla. Yo me fortalezco cada vez que pienso en tu trabajo constructivo y en tu pensamiento altivo. Aunque pagaste muy caro tu valor y amor por esta Guatemala desangrada que sigue siendo gobernada por quienes creen que matando cuerpos la lucha se olvida. Eso jamás. Allí estamos todos, siguiendo la tarea».
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reo que este tipo de actividad debe realizarse, sobre todo, con jóvenes; son los periodistas nuevos quienes deberían conocer esas historias porque, si no se genera conciencia alrededor de lo que sucedió en Guatemala en esos años, eso puede volver a repetirse. Recordemos que, si analizamos la historia de Guatemala, la represión es cíclica: con veinte o treinta años de apertura y luego vuelve la represión. Pienso que esto no debemos olvidarlo porque no es un asunto de gobiernos, sino que los trasciende y responde a una estructura dominante en Guatemala: económica y política. A eso responden la mayoría de las muertes que hoy estamos rememorando, de Chepe León, de Maco Cacao y muchas otras más que están ligadas al Sindicato de periodistas de ese período, que se llamaba Sindicato de Trabajadores de los Medios de Comunicación Social, el SIMCOS. Chepe León era el secretario del Comité Ejecutivo, estaba también Marco Antonio Cacao Muñoz y muchos otros más, Pepe Villatoro, que fueron asesinados en ese tiempo. Algunos sobrevivimos a esa represión porque escapamos. Yo me fui de Guatemala en el 78, después de que aparecí en la lista del Ejército Secreto Anticomunista, con otros 27 guatemaltecos; ahí estaba también Miguel Ángel Albizures, que conoce bastante también de estas historias. Maco Cacao era un periodista radial, muy combativo; él tenía un radio periódico que se llamaba Panorama, que no tenía nada qué ver con el contenido ni con el nombre del noticiero. Era una radio que ya no existe, hermana de la Nuevo Mundo; si no me equivoco, se llamaba Radio Sensación. El noticiero de Maco salía a las 6 de la mañana. Era un noticiero fuerte, de denuncia. Maco, no sé cómo era sindicalista y, al mismo tiempo, tenía una posición política de avanzada, porque era obispo mormón; sin embargo, él pertenecía al grupo de miembros del Sindicato; era muy activo en el Sindicato, igual que Chepe León; Elías Barahona, también era miembro del Sindicato, ya fallecido. Las otras muertes tienen su historia, por supuesto: el caso de Timoteo Curruchiche, que fue el pionero; yo diría que si no el primero entre los primeros que desde los pueblos indígenas empezaron a dar una lucha en el periodismo; activa, combativa.
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El caso de Irma Flaquer, también es un caso muy particular. Todavía conocí a Irma, de la APG, luego fue de la Comisión de Derechos Humanos que se fundó en ese tiempo en forma independiente, con Eliseo Alburez, que estuvo mucho tiempo en el exilio, en México, a raíz, precisamente de que esta Comisión que desapareció con el exilio de Eliseo Alburez y la muerte de Irma Flaquer. He escrito mucho sobre estas muertes... la muerte de Mario Solórzano Foppa, él murió combatiendo. A él lo sorprendieron en un apartamento, ya clandestinizado. Él dirigía el noticiero Estudio Abierto, pero cuando capturaron y desaparecieron a la mamá de Mario, Alaíde Foppa, Mario se clandestinizó. Ya había muerto su hermano, el pequeño, Juan Pablo, en un combate, en Quiché, porque los dos pertenecían al Ejército Guerrillero de los Pobres. La muerte de Mario Solórzano está ligada a la entrega o captura del cura Pellecer Faena porque en el apartamento de Pellecer, Mario acostumbraba a leer, o escribir o hacer sus tareas ya estando clandestino sin saber que Pellecer se había entregado o capturado; estaba allí cuando lo sorprendieron en un operativo de la Policía, que ni siquiera sabían que él estaba allí en el apartamento; por eso dicen que Mario murió con un revólver que tenía. Lo mismo que Maco Cacao. A Maco Cacao lo llamaron en la madrugada diciéndole que su hermano había tenido un accidente y que necesitaba de su ayuda. Maco salió a las 5 de la mañana de su casa, en la Colonia Atlán-
como miembro de la G2. Y Mario llamó a la G2 para que lo fueran a traer. Y llegaron de la G2 a traerlo.
tida, zona 18; le tenían preparada una emboscada a pocas cuadras de su casa. Maco murió, también, con una escuadra. Dicen que mató a uno de sus atacantes, pero él murió allí, en la emboscada que le tendieron. El caso de Irma Flaquer es muy confuso, la verdad; hay dos versiones. También existe la versión de que fue ejecutada por una organización guerrillera. Esa versión está en un escrito que yo tengo, donde explico cómo es esa hipótesis y por qué gente de su misma organización, creen que eso fue verdaderamente lo que sucedió. Por supuesto que ella era un objetivo político; ya se lo habían advertido. Nosotros llegamos a contabilizar hasta el año 86, más o menos, unos 47 periodistas secuestrados-desaparecidos. Entonces, esta serie de asesinatos fue, en su momento, terrible. Quería rectificarle a Julio Solórzano que el Nuevo Diario no muere dinamitado, ni que fue el primer medio en el que trabajó Mario Solórzano. Él, primero, trabajó en Estudio Abierto, que había sido fundado por Ariel De León. Entonces, cuando Mario se hace del noticiero Estudio Abierto él, después, funda el Nuevo Diario. Y el Nuevo Diario es ametrallado una mañana; yo trabajaba en Nuevo Diario; en el segundo nivel estaba cuando Mario, quien era muy temerario, notó que había vigilancia sobre el periódico, que estaba abajito del parque Colón. Nosotros observábamos, desde el segundo y tercer piso, que era gente de la G2. Entonces Mario, a escondidas salió del periódico por otras cuadras atrás y capturó a uno de los tipos que estaba sobre la acera vigilando el periódico; se lo llevó a la redacción del periódico, a punta de pistola. Allí lo identificamos
Al día siguiente, ametrallaron el periódico. Lo rociaron desde la banqueta hasta arriba. Por cierto, yo estaba a la orilla de la ventana y del susto me fui hasta el otro extremo; no sé cómo llegué; me tiré al otro lado. Bueno, esas cosas, en ese momento, eran muy comunes. Éramos todos objeto de persecución, de amenazas. Mucho de esto hay que recordarlo a partir de que los periodistas nos comprometimos en ese momento con las luchas que se estaban dando, en las luchas populares. Maco Cacao, por ejemplo, una vez acompañó a un grupo de periodistas que vinieron de Quiché; Miguel Ángel (Albizúrez) me corregirá si fue que vinieron de Panzós o vinieron de Quiché. Estos campesinos, como nadie publicaba sus denuncias, vinieron a la capital; hicieron un tour por la capital. De nosotros, del Sindicato de Periodistas, los acompañó Maco; los fue a dejar hasta sus aldeas de origen, en nombre del Sindicato. Participábamos en las manifestaciones populares como Sindicato de Periodistas, peleamos por el primer salario mínimo que tuvieron los periodistas en ese tiempo. Hay un incidente que narra Maco Barrios en su libro, cuando fuimos capturados con una manta y todos los periodistas se habían ido ya, alguien dio la voz de alarma y volvieron todos los periodistas. Todos nos subimos al carro azul... a mí ya me tenían en el pájaro azul, que le llamaban. Se llenó el bus de periodistas. Y cuando la Policía vio que todos estábamos en el bus, nos dieron libertad. Pero se peleó por el salario mínimo hasta que se instituyó el primer salario mínimo de los periodistas, de los redactores, de los reporteros, de los fotógrafos, de los camarógrafos. En ese contexto es que se dio el asesinato de muchos periodistas. Y esta lista de 5 o 6 se queda muy corta; fueron muchos los periodistas asesinados. Estas historias son muy importantes; que las conozcan, sobre todo los periodistas que ahora están estudiando, porque sí es delicada la situación política del país; hay muchos riesgos de retroceso y la relación del proceso democrático; entonces, esto que pasó, puede volver a pasar si no nos ponemos las pilas.
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Invitación Escritoras, escritores, lectoras y lectores:
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n la presentación de la actividad del 2 de noviembre de 2018, organizada por el Centro PEN Guatemala, Gustavo Bracamonte, presidente de la Junta Directiva, dijo lo siguiente: «Esta es una actividad del Centro PEN Guatemala que cuenta con la colaboración de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad de San Carlos de Guatemala».
El PEN es una organización cuyo objetivo fundamental es la defensa de la libre emisión del pensamiento. El año pasado se hizo la misma actividad de denuncia, solo que referida a escritores desaparecidos y asesinados, desafortunadamente. Hoy estaremos rindiendo homenaje a Marco Antonio Cacao, a Irma Flaquer, a Luis Alberto Romero, a José León Castañeda y a Mario Solórzano. A continuación, leyó: «En el Día de Muertos, PEN conmemora a los escritores y periodistas asesinados en la región». Once países y centros PEN en América Latina conmemoran el Día de Muertos. «La campaña del Día de Muertos “PEN Protesta” reúne a autores de diversas nacionalidades para hacer un llamado a los gobiernos a frenar la impunidad sobre los periodistas y autores asesinados en la región». Precisamente hoy es el día que se estableció, a nivel internacional, para frenar la impunidad de los asesinatos a periodistas y escritores. Enseguida leyó el comunicado de PEN Internacional. «Londres, 1 de noviembre de 2018.- PEN Internacional y los centros PEN en América Latina celebran el Día de Muertos entre el 30 de octubre y 5 de noviembre, en 11 países de la región para conmemorar a los periodistas asesinados, y hacer un enérgico llamado a los gobiernos a frenar la impunidad, la violencia y la persecución a los escritores y periodistas, así como a proteger la libertad de expresión». »La campaña PEN Día de Muertos muestra cómo la situación de libertad de expresión en América Latina ha empeorado: desde 2003, más de 180 periodistas han sido asesinados o han desaparecido en países como Honduras, México y Brasil, y más de veinte fueron asesinados en 2018. En países como Nicaragua y Venezuela, la libre expresión se ha deteriorado tanto, que medios han sido cerrados, y reporteros, escritores, blogueros y twiteros han sido encarcelados o han huido de sus países. »“La celebración ancestral y mexicana del Día de Muertos, que recuerda a los difuntos, también nos invita a reflexionar y honrar a todos aquellos periodistas y escritores que han perdido la vida injustamente, y muchos con impunidad, por pensar, por escribir y por hacer uso de su libertad de expresión”, dijo Jennifer Clement, presidente de PEN Internacional». »Liderada por escritores y periodistas de toda la región, la campaña PEN Día de Muertos incluye la creación de altares, lecturas literarias, manifestaciones, procesiones, conversatorios, debates y eventos públicos que se llevarán a cabo en Argentina, Chile, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela».
Los saludamos de manera cordial y, a la vez, los invitamos a colaborar con artículos o trabajos de creación literaria para la edición No. 24 de nuestra revista Códice. Es importante tener presente que los escritos a publicar no deben exceder las mil palabras en formato Word, 12 puntos. Los trabajos propuestos para su publicación deben ser totalmente inéditos. También están invitados a proponer ilustraciones. El Consejo Editorial conocerá todas las colaboraciones acopiadas para dicha edición; posteriormente dictaminará sobre los escritos, ilustraciones y otros aportes a incluirse en la revista. Para enviar colaboraciones, comunicarse con Centro PEN Guatemala, a la siguiente dirección de correo electrónico: centropenguatemala @gmail.com Cordialmente, Centro PEN Guatemala Revista Códice
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racias a ustedes por este evento, también gracias por la invitación. Bueno, qué puedo decir si apenas tenía siete años cuando fue asesinado. Por lo que usted (Byron Barrera) estaba contando ahorita, se me vinieron a la memoria algunos eventos que trato la manera de recordar. Recuerdo mucho Estudio Abierto, recuerdo ir a El Imparcial, recuerdo El Gráfico, la Nuevo Mundo... Yo me despertaba con él a las cuatro de la mañana, cuando ya tenía su radio periódico Panorama, que se transmitía en Nuevo Mundo. Transmitía todo lo que había reporteado el día anterior; luego me iba a acostar y a las 6 él agarraba camino. Cuando tocaban vacaciones, me le pegaba. Era cuando iba a Estudio abierto, a conocer a todos los periodistas que están en el afiche que Gustavo nos envió y que hizo. Vino a la memoria todo eso y, qué puedo decir, Maco fue un tremendo padre, un tremendo amigo, un tremendo hijo, un tremendo tío, hermano. Al día de hoy no he encontrado a alguien que me diga todo lo contrario; siempre una buena anécdota; en evento de solidaridad, la ida a dejar de los compañeros a sus pueblos, la recuerdo bien. Viajamos mucho a Zacapa, que de allá era originario. Yo estudié también Ciencias de la Comunicación, allí está Jairo; me costó filosofía, pero fue bueno. Ejercí el periodismo durante cinco años; estuve en Emisoras Unidas, Siglo Veintiuno, Nuestro Diario. En los tres periódicos, durante los cinco años que estuve, siempre me encontré gente que me decía: —Mire, ¿usted es familiar de Maco Cacao? —Sí; soy su hijo. Y comenzaban las anécdotas. Con siete años son pocas las cosas que puedo recordar, pero recuerdo una muy emblemática en la casa, no me acuerdo quiénes estaban. Pero recuerdo que alguien le dijo: —Vos Maco, cómo podés aportar a la revolución, a la sociedad. —Diciendo la verdad y explicando la realidad. Nunca se me olvidó eso que fue antes que lo asesinaran y que pasara lo que usted contó, saliendo de la casa de la zona 18. Es de esas cosas que a uno le da mucho gusto haber... claro, los desaparecieron y estamos tristes porque no está con nosotros, pero creo que los inmortalizaron y eso es un honor para nosotros, como hijos, para sus hermanos, para sus nietos que son nuestros hijos, los hijos de mis hermanos. Recuerdo la Nuevo Mundo, sus transmisiones; me he encontrado con locutores que trabajaron para él y decían que era un buen tipo. Recuerdo haber estado en la casa de Alberto Fuentes Mohr porque participó en política, estuvo en el PSD, en la formación del Partido Socialista Democrático, estuvo en la Democracia Cristiana; estar en la casa de Fuentes Mohr, estar en la casa de Meme Colom. Me recuerdo, a lo lejos, de esas anécdotas y cuando encuentro a sus familiares, me dicen: —No, no puede ser... Maco, un gran tipo. Tengo muchas cosas que decir y estoy agradecido de ser su hijo y haber pasado, también, por el periodismo. Ha sido la experiencia más grande de mi vida. La muerte fue una cosa increíble. Nos levantamos a las 4 de la mañana; transmitió en directo para Panorama. A las cinco me dijo: —Dormite porque yo me voy de viaje este día. Me voy a Costa Rica y yo regreso por ustedes el lunes o martes. Pero, a todo eso, uno apenas escuchaba... ya se oía que le habían avisado que debía salir del país. Él era mormón, creía mucho en la fe; fue el obispo más joven de Latinoamérica en los 70, con veinte o veintiún años. Tenía una fe enorme en lo que hacía. Me acuesto, a las seis de la mañana me despierto y la casa abierta; de par en par las puertas. Mi hermano tenía diez meses. Mi mamá dormía, entonces, con mis dos hermanos, mi hermano de diez meses y mi hermana de dos años. Entro al cuarto y le digo: —Mama, mi papá no está.
Se levantó y empezó la locura porque todo mundo: —¿Dónde está, dónde está? No avisó... las puertas de par en par. En eso llegó un vecino y dijo: — Mire, yo lo vi salir, pero no sé para donde agarró, salió. En ese momento se estacionó (yo creo que desde ese momento tengo buena memoria para los vehículos), se estacionó una camionetilla Datsun 120Y, naranja. Se baja un señor y dice: —Disculpe ¿aquí viven los familiares del experiodista Cacao? —¿Por qué experiodista? —Porque lo acaban de matar, allá arriba. Bueno, fue la conmoción. Mi mamá comenzó a llorar, todo mundo llorando. Y esto dice el señor: —Miren, yo soy de la funeraria, si gustan yo los llevo. Primero mi mamá. Pero no fue tan así; algo pasó. Mi mamá entró a cambiarse, nos entramos a cambiar, cuando nosotros teníamos muchacha por día. Pasa la muchacha a la par del vehículo y le dice: — Doña Grace cierre las puertas... Le cierra las puertas. —Los señores tienen armas adentro. Cuando cierra las puertas solo escuchamos: —Ay hijos de sus tantas... de todos modos se van a morir todos. O sea, si la muchacha no entra ese día, posiblemente, tampoco su servidor estaría contando aquí la historia. Y se fue el carro. Nos tuvimos que tirar por la casa de atrás, ya con otro vecino, salir de la casa, salir de la cuadra y llegamos al evento. Yo tenía, como dije, 7 años. No me dejaron entrar a la escena. Lástima que no la traje; tenía una presentación para enseñarles fotos alrededor de todo y, pues, lo que ustedes ya conocen. Fueron dos los que murieron, que él logró matar. La versión, al final, que fui adquiriendo a lo largo es que lo van siguiendo; le bloquea un jeep en la subida entre la Atlántida y Santa Elena, en la zona 18. Él para, mira que ya no hay otra opción y empieza a disparar; iban en dos motos, las bota, los mata. El del carro, el jepp de enfrente, ya con ametralladora o fusil de asalto... ahí ya no se puede hacer nada. Se mete en el sillón de atrás... y hay dos versiones, esa es la parte... como nunca vi la autopsia final; una que él se pega el tiro para no dar ninguna información; otra, que se muere por las balas que ya tenía; tenía treinta y cinco, treinta y siete impactos en el cuerpo. Eso es lo que recuerdo. Después, recuerdo el velorio que fue multitudinario. Gente de Zacapa, gente de aquí, de la capital, Incluso hasta recuerdo decir: —Miren, aquel es oreja... aquel también. Andan vigilando a ver qué pasa. Se entierra. A los dos días teníamos al Ejército en la casa. Catearon la casa, nos quemaron todos los libros; teníamos Betas, copias de Estudio Abierto que se desaparecieron. Andaban buscando armas; no encontraron nada. Tuvimos que salir del país; entre el 80 y el 85 estuvimos fuera. Regresando a la democracia con el expresidente Vinicio Cerezo, que eran amigos con mi papá, logramos regresar a Guatemala y .... de allí para acá. Esos recuerdos, para mí, de los siete años, es lo que más recuerdo; pero, sobre todo, recuerdo el cariño de los amigos. Me siento muy orgulloso de ser su hijo; me siento muy orgulloso de haber seguido sus pasos en periodismo. Quiero dejarles un último mensaje, que la democracia está atentada en estos tiempos, como usted lo decía; la propuesta de ley que hicieron hace un par de días para socavar lo más importante de la democracia que es la libertad de expresión; que la muerte de todos ellos o la desaparición de todos ellos nos sirva para seguir luchando porque nos costó mucho tenerla para que, en estos tiempos, nos la logren, nuevamente, eliminar.
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oy el mayor de cinco hermanos, de cinco hijos de Alaíde Foppa. Mario estudió, inicialmente en la UNAM, en la facultad de Arquitectura y después se pasó a la Escuela de Ciencias Políticas de ese entonces. Trabajó en México fundamentalmente en cuestiones académicas, por una parte, y políticas en alguna medida; mucho en el ámbito del cine. Mario fue fundador del Cine Club de la UNAM. Después vino, a principio de los 70, a vivir y trabajar en Guatemala, donde Mario se dedica, de manera central, al periodismo. Empezó haciendo editoriales para El Gráfico. Después fue director y editor de una nueva publicación: el Nuevo Diario; también, conductor de un programa de televisión, en el Canal 7 de entonces: Estudio Abierto, del cual hay algunas grabaciones; una, muy notable, es de un encuentro entre Manuel Colom Argueta con quien era entonces un representante político de la derecha en el espectro político de Guatemala: Alejandro Maldonado; quien fue, a finales de 2015, presidente temporal de Guatemala. Mario es, probablemente, la persona más inteligente que yo haya conocido en mi vida; tenía una inteligencia verdaderamente luminosa, con un sentido del humor mordaz, con un universo cultural extraordinario. Muy apasionado de la música y del cine; también de la filosofía y de la ciencia política. Algo que yo no sabía, cuando Mario vino a Guatemala, era que desde el principio estaba integrado en el Ejército Guerrillero de los Pobres. Él llevó, mientras pudo, una doble vida. También se incorporaron a esa misma organización revolucionaria mi hermana Silvia Solórzano Foppa, quien vive actualmente en Guatemala y mi hermano Juan Pablo Solórzano Foppa, el menor de los cinco hermanos que fuimos. La nuestra era una familia que caracterizaba sus intereses en dos grandes ámbitos: el político y social, por una parte, y el del arte y la cultura. Alfonso Solórzano Fernández, a quien yo siempre consideré mi padre, porque en ese momento yo no conocía a otro, era militante del Partido Guatemalteco del Trabajo; Estudió en Alemania y se hizo comunista en la lucha contra el ascenso de Hitler, en Alemania. Participó, como integrante del Partido Guatemalteco del Trabajo, en la Revolución de Octubre. Después Alfonso Solórzano fue quien elaboró, en la parte fundamental, la Ley del Seguro Social en Guatemala, porque había tenido experiencia trabajando con el Seguro Social de México. Fue el primer gerente del Seguro Social en Guatemala. Después de empezar con Arévalo, se quedó con Árbenz. Allí estuvo hasta 1954, cuando se dio la intervención norteamericana, cuando salimos todos al exilio. Yo viví unos cuantos años en Guatemala; después, el resto de mi vida, en México. Mi madre Alaide Foppa, a quien se recordó hace un año aquí como escritora, era también, notablemente, una periodista de actividad constante. Ella escribía, básicamente, en dos terrenos: una crítica cultural, en muchos de los semanarios culturales de México y también una defensora de los derechos de las
mujeres. Mi madre, como periodista, junto con Elena Poniatowska crearon la revista FEM, la primera revista feminista en América Latina. De alguna manera Mario, más adelante aquí en Guatemala, dedicó su vida al periodismo; por lo menos su vida pública ya que, como decía, él tenía ya una militancia política. Yo, de manera circunstancial y eventual, también hice tareas periodísticas; sobre todo en el terreno del arte y la cultura, de la economía de la cultura, de la diplomacia cultural, etc. Tuve la suerte de obtener un premio importante de periodismo en los 70 escribiendo sobre el muralismo; trabajé con Siqueiros e hice todo un trabajo sobre el valor social de las expresiones artísticas que devenían de la Revolución Mexicana. Mario fue siempre una persona muy comprometida, pero también una gente capaz de meterse en los ámbitos oficiales. Él tenía una relación extraña con el presidente Laugerud cuando se dio el terremoto en 1976. Hay una anécdota que, después, contaba mucha gente; Mario me la contó a mí: Laugerud estaba encerrado en el palacio, aterrado, no sabía qué hacer cuando se sucedió el terremoto; Mario lo fue a sacar y a decirle: esta es la oportunidad y la obligación que tiene un presidente de salir adelante y convocar a la gente, a la ayuda internacional, etc. Mario era una persona respetada en distintos ámbitos. Después le dinamitaron el periódico Nuevo Diario y tuvo que pasar directamente a la clandestinidad. Mario murió, en la ciudad de Guatemala, en junio de 1981. Ya había muerto nuestro hermano menor, Juan Pablo; murió como guerrillero, combatiendo al Ejército en Nebaj, en junio de 1980. En agosto de ese año murió Alfonso Solórzano en la ciudad de México, atropellado por un automóvil; fue algo que nosotros pensamos podía ser una ejecución política, pero realmente nunca tuvimos una prueba en ese sentido; parece haber sido un accidente en agosto del 80. En diciembre del 80 secuestraron y desaparecieron a nuestra madre, Alaide Foppa y Mario murió en junio del 81. Éramos una familia de cinco hijos y dos padres y, en un año, tuvimos cuatro muertes violentas consecutivas y quedamos tres, de los cuales, Silvia mi hermana estaba todavía en la guerrilla y su vida, obviamente, corría peligro; afortunadamente, sobrevivió. Mario es, en mi recuerdo familiar y personal, un ejemplo de lucidez; también un ejemplo de anti dogmatismo y un militante de la izquierda que sabía escuchar, que sabía discutir no solo con la derecha o con los adversarios abiertamente contrarios a sus ideas sino con otras versiones de la izquierda, cosa que a veces uno extraña mucho en la discusión política actual, donde la gente está encerrada en castillos de pureza y dogmatismo; a veces hay poca capacidad de compartir, escuchar, discutir y buscar acuerdos comunes.
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n mes y cinco días pasaron, luego del homenaje que se rindió a los periodistas desaparecidos-asesinados, en el cual Carlos René García Escobar pidió participar, a pesar de estar sufriendo quebrantos de salud, cuando falleció. Es decir, no murió como víctima de la violencia que en Guatemala han sufrido escritores y periodistas sino fue vencido por la muerte natural. No obstante, que su fallecimiento ocurrió después y no estaba en la lista de los homenajeados que se incluirían en este número de Códice, quisimos incluir un homenaje a su memoria por cuanto la vida de la revista Códice, del Centro PEN Guatemala, tiene mucho que ver con el tesón de Carlos René. El número 1 de la revista apareció en julio-agosto de 2011 y él fue uno de los propulsores e inspiradores. Códice, que llega a su edición 23 tiene, pues, una gran deuda con Carlos René García Escobar. Él siempre fue entusiasta para apoyar y propiciar publicaciones en las distintas asociaciones a las cuales perteneció. Muchas veces sus luchas fueron poco visibles, pero su tenacidad siempre fue inspiración para los quehaceres editoriales. Como parte de su ser generoso constantemente involucró y animó a los compañeros para publicar. Esa característica la mostró desde los tiempos de su juventud cuando editó, en la colonia La Florida, su revista Guía Comercial Zona 19, allá por los años 70 del siglo pasado. Esa porción territorial de La Florida fue tan importante para él que, desde sus inicios indagó y luego fue un eficiente propagador de toda la cultura que en ese sector y sus aledaños
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se producía y produjo ancestralmente. No obstante, como abarcar todos los aspectos de la cultura es inabordable para una persona, decidió concentrar su atención en el aspecto danzario. Así, desde sus inicios universitarios, en el área de la antropología, se consagró con denuedo a estudiar los orígenes, la práctica pasada y actual del mundo danzario guatemalteco. Muchos fueron los libros que sobre el tema escribió y publicó; sin embargo, el señero fue Atlas danzario que, desde que lo escribió ha sido una fuente obligada para tener una panorámica sencilla, pero abarcadora, de los bailes tradicionales que se practican en Guatemala. Sus investigaciones en este campo no fueron solo librescas; supo meterse de lleno y capturar el espíritu de la danza haciéndose bailador. Así, no solo como espectador sino como practicante, logró mostrarnos el espíritu profundo de los bailes en sus libros, conferencias y artículos: de esa experiencia como bailador dejó testimonio en su libro Detrás de la máscara. Ese doble punto de vista que logró tener de la danza se constituyó en una herramienta importante para su producción literaria que, al final, pocos meses antes de su muerte, dejó concretada en su libro Novelario, en el cual reunió las cuatro novelas que escribió en su vida. Hubo, también, otra faceta de Carlos René en la cual volcó mucha energía: la promoción cultural. Es ahí donde mucho de su ser generoso y solidario se manifestó con las personas e instituciones empeñadas en el quehacer cultural. En el empeño de la promoción cultural, que comenzó de manera visible con la revista mencionada de La Florida, siempre apoyó todo esfuerzo, por pequeño que fuera, de publicación. A principios de la década de 1990, integrado en la Comunidad de Escritores de Guatemala, fue uno de los impulsores de la revista Pedernal.
Hay una anécdota, poco conocida, que Víctor Muñoz, en un reciente artículo publicado el 21 de diciembre en el diario La Hora, nos la recuerda: «Me consta que hubo varias ocasiones en que de su propio peculio sostuvo algunos gastos que hubo que afrontar ante la exigencia de acreedores; y lo más inaudito, llegó al extremo de hipotecar su casa para honrar el pago de la edición de una revista». Así fue Carlos René. Y desde que la Revista Códice se fundó, no había necesidad de requerirle su colaboración monetaria para financiar las ediciones; antes que todos, de manera ejemplar, sacaba su billetera y extendía su aporte. Hubo oportunidades en las cuales no se llegaba a reunir la cooperación necesaria para pagarla; entonces, volvía a aportar. Sobre esa generosidad suya, abundan los ejemplos; era parte de su naturaleza. No era gamonal; fue generoso. No fue un hombre de bombos y platillos; fue una persona que sin mucho aspaviento lograba entusiasmar a las personas, contagiar su ánimo optimista. Sin embargo, a su bohonomía le salieron al paso calumnias, envidias y ardides para deslegitimarlo. En ninguna de todas esas adversidades se le vio con su calma quebrada. Incluso su retiro de la Universidad, que tanto le dolió, se debió en buena medida a una amenaza de muerte que sufrió. Él sabía que tal amenaza no se concretaría; sin embargo, tomó la decisión de jubilarse porque reflexionó que, quizá, a sus alumnos ya no les satisfacía su magisterio. Entonces, con el dolor de su corazón dejó la Universidad en la que estuvo casi la mitad de su vida; como estudiante y catedrático.
sirvió a cabalidad, ayudó y acompañó con lealtad, lo acusó con el director de recibir fafas (sobornos) de parte de algunas personas para que les publicara sus artículos. Fue una infamia. Carlos René fue un hombre honrado a cabalidad, como todas sus acciones se encargaron de demostrar. A pesar de eso, Carlos René, aunque con tristeza, lo asimiló y no hizo ningún reclamo. La vida misma se encargó de cobrarle a esa persona la infamia cometida contra Carlos René. Fuera de la Universidad, el rencor fue incapaz de hacer mella en él. Por el contrario, luego de disfrutar de unas vacaciones que quiso darse para celebrar la vida, reanudó con denuedo su vida investigativa y literaria; le dio al Centro PEN Guatemala parte de su tiempo valioso. Ninguno de sus momentos desagradables fue capaz de quebrarlo ni vencerlo; siempre su buen ánimo y su ser afectuoso lo hicieron caminar con optimismo y generosidad por los caminos que la vida le presentó. Es, entonces, este número de la revista Códice, la ocasión propicia para manifestar lo agradecidos que estamos con él. Celebramos la vida por habernos dado la oportunidad de haber compartido afanes con un ser humano que nos demostró la importancia de la ternura. Él nos inyectó la paciencia necesaria para no desanimarnos ni claudicar ante los escollos que siempre se presentarán e interpondrán para concretar proyectos y sueños. Hasta pronto, Carlos René; gracias infinitas por tu compañía leal y generosa.
Otro golpe que le dolió en lo más hondo de su corazón fue cuando le quitaron la conducción de un suplemento cultural semanal debido a que alguien, a quien él
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Por Juan Antonio Canel Cabrera
L
a idea del Centro PEN Guatemala de celebrar los jueves literarios, en la modalidad de conversatorio, de ninguna manera es nueva. Ni en Guatemala ni en el mundo. Responde a una inclinación gregaria entre afines para hablar de asuntos comunes; en el caso que me ocupa, de literatura, de escritores y demás temas relacionados con la creación literaria. Reunirse a conversar, desde los tiempos más remotos, ha sido una necesidad humana que conlleva conservación de la memoria histórica, entretenimiento, relación entre vecinos y gente afín, etc. La tradición oral nuestra y de todas las poblaciones del mundo ha logrado sobrevivir gracias a ese recurso maravilloso de sentarse a compartir experiencias, anécdotas, pelar al enemigo, hablar bien de quienes queremos, componer el mundo, construir utopías y tantos motivos más que, en torno de la palabra, producen calor humano. De esa práctica de contar y compartir, cuando las sociedades eran ágrafas, nos han quedado monumentos literarios formidables como La Ilíada y La Odisea; como el Poema de mío Cid, La Canción de Rolando y otros monumentos literarios que la tradición oral, gracias al recurso de reunirse y contar, han legado a la posteridad. La forma de hacerlo, ahora ha cambiado un poco; no obstante, el objetivo sigue siendo el mismo: hacer perdurable la experiencia humana a través de la palabra. En el fondo es un acto mágico que nos permite revivir la imaginación pasada, reconstruir las fantasías, memorar las alegrías y tristezas proveídas por la existencia humana. En la actualidad, sobre todo en las ciudades, tal práctica ha decrecido, en buena medida por la llegada de tecnologías que permiten la comunicación instantánea desde distancias remotas y sin que tenga que producirse el encuentro físico ni la calidez humana de la cercanía. En la antigüedad implicaba reunión, memorización y canto; La Odisea y La Ilíada, por ejemplo, antes de quedar plasmados en las páginas de un libro, eran cantadas por aedos que, usando técnicas memorísticas, como la repetición e instrumentos de cuerda, compartieron el caudal mitológico, épico e histórico entre la población. Tales cantos eran memorizados y, luego, repetidos de generación en generación. Casi dos milenios después, en España se produjo lo que se considera el primer cantar de gesta, cuando el idioma español estaba en pañales: el Poema de Mío Cid. En este caso, tal poema, antes de concretarse en un texto escrito (o varios), estuvo compuesto por muchas creaciones populares, escritas por juglares y
divulgadas y cantadas por trovadores, en las cuales el héroe histórico-mitológico Ruy Díaz de Vivar iba creciendo como personaje épico nacional. Todo el proceso implicaba reunión de personas que escuchaban con atención y sentían de manera honda la heroicidad de Mio Cid. Sería muy largo enumerar cómo tantos poemas épicos fueron conservados a través del acto de reunirse, contar, cantar y memorizar lo que todavía nos causa inmenso placer al leerlos y nos permite imaginar cómo fueron y pensaban los seres humanos que nos antecedieron. Mucho tiempo después, cuando el oficio de escritor tomó auge y los libros tuvieron una función especial entre la población, surgieron los cenáculos, las peñas literarias o los cafés donde escritores y lectores se reunían a conversar sobre literatura. Los cafés y las peñas, llegaron a volverse casi moda, tanto en Europa como en Latinoamérica. Acá, en la ciudad de Guatemala, recuerdo con agrado los almuerzos que se realizaban en el restaurante El Establo, ubicado en el edificio El Triángulo, a inmediaciones de la oficina de Max Araujo quien fue, realmente, el incitar y animador. Era casi una peña donde nos reuníamos escritores a almorzar, beber y a hablar de libros y literatura; eso fue en la década de los noventa, del siglo pasado. Pues bien, los Jueves Literarios del Centro PEN Guatemala aspiran a ser, en alguna medida, una emulación de esa venerable tradición de reunirse a hablar de lo que nos gusta. Cuando se habló entre los compañeros sobre la echada a andar de tales conversatorios, se sopesaron múltiples factores como la evocación de los escritores y sus obras, el incentivo de la lectura en un país que casi no lee, rescatar del olvido a escritores que fueron importantes y que aportaron talento y creatividad en el ámbito del desarrollo intelectual guatemalteco. Muchas ideas surgieron y, al final, nos hicieron decidirnos a realizarlos. Una vez tomada la decisión, hablamos con la directora de la Biblioteca Nacional Luis Cardoza y Aragón, Ilonka Matute; ella, entusiasmada, nos ofreció que realizáramos los conversatorios en dicha institución cultural. De esa cuenta, el primer conversatorio lo hicimos en torno a la vida y obra del escritor Antonio Morales Nadler; el segundo, alrededor de la vida y obra del escritor Luis Ortiz. El tercero, este 24 de enero, dedicado a conversar sobre la vida y obra literaria del escritor Marco Augusto Quiroa. Ojalá, los vientos sociales y culturales nos sean propicios y Los Jueves Literarios del Centro PEN Guatemala tengan larga vida y cumplan con el objetivo de evocar y guardar en la memoria a nuestros escritores y sus obras. Ojalá.