Regular la pasión anarquista de las redes

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Regular la pasión anarquista de las redes

La multa millonaria a Google, establecida recientemente por 170 millones de dólares, por recoger información personal de los menores con fines publicitarios sin el consentimiento de los padres, constituye una de las expresiones de preocupación por regular la selva en que se ha convertido la red y el intento de contener el poder de las grandes compañías tecnológicas. Para nadie es un secreto que Google, Apple, Facebook y Amazon se han convertido en empresas que, al manejar inmensa cantidad de datos de usuarios y recursos ingentes de dinero, son una amenaza no solo para el ciudadano de la calle, desprotegido por un sistema legal frágil, sino para los propios estados a merced de esas compañías dirigidas a veces por empresarios inescrupulosos. Ejemplo de ello no solo es Google que, como he dicho, debe pagar una multa millonaria por violar la privacidad de los niños en YouTube, sino también (y quizá particularmente) Facebook. Mark Zuckerberg, como se recordará, es uno de esos rapaces


señores de la tecnología que ha demostrado la voracidad por el poder y el lucro sin límites. Y, ojo, no me refiero solo a la multa recibida por el manejo de los datos de 87 millones de usuarios (el problema de Cambridge Analytica) por la que tuvo que pagar 5,000 millones de dólares, sino por el monopolio que cada vez es más evidente y peligroso para los intereses globales, incluido los Estados Unidos. Se sabe que las autoridades federales en los Estados Unidos son más conscientes del poder de las grandes firmas tecnológicas, su dominio monopolístico y las ventajas que tienen frente a otras empresas. Así, recientemente siete estados, el Distrito de Columbia y la fiscalía de Nueva York, se han puesto al frente de una investigación antimonopolio contra Facebook, con el propósito de empezar a regular más y mejor a los titanes digitales. No ha sido fácil llegar hasta aquí, no porque no se advirtiera el poder de los colosos, sino por la dificultad de una gestión que requiere cualificación. Para el caso, fue paradigmática la dificultad del senado norteamericano a la hora de interrogar a Zuckerberg, hecho que le salvó el pellejo a causa del analfabetismo digital de los políticos. CNN resumió así el drama representado en esos días: “Para ser franco, fue como ver a tu abuelo tratando de entender la manera en que llevaron el internet a tu nuevo MacBook Pro. O como preguntarle al beisbolista Ted Williams si subes la mano izquierda o derecha cuando bateas”. Por fortuna los días de las todopoderosas compañías tecnológicas parece que han llegado a su fin. Y, sí, la amenaza a la privacidad dará mucho qué hablar todavía, pero los estados comprenden mejor cómo hacer frente a los abusos con que hasta ahora han manejado el cotarro. La Francia de Macron ha asestado el último golpe con la tasa GAFA, esto es, la imposición del 3% a los ingresos de servicios digitales de las empresas tecnológicas que tengan volumen de negocios de más de 750 millones de euros en todo el mundo y de 25 millones en el país europeo. Es tiempo de regular y poner en orden el anarquismo digital.


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