Revista Códice. Número 25

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Actividades del Centro PEN Guatemala Homenaje a Rafael Arévalo Martínez

Vida y poesía de Enrique Juárez Toledo

De izquierda a derecha: Rodolfo Arévalo, Dennis Escobar, Víctor Muñoz. El 23 de mayo de 2019, en el marco del desarrollo de los Jueves Literarios que realiza nuestro Centro con el apoyo del Fondo de Cultura Económica y de la Biblioteca Nacional «Luis Cardoza y Aragón», en este último espacio, se realizó un conversatorio en torno a la vida y obra del escritor Rafael Arévalo Martínez. Participaron Rodolfo Arévalo (nieto del autor), Víctor Muñoz y Dennis Escobar, quien fungió como moderador. La intervención de Rodolfo Arévalo nos acercó al aspecto anecdótico que él vivió con su abuelo y que llenó de interés la actividad. Víctor Muñoz, enriqueció el conversatorio aportando comentarios acerca de la obra literaria del escritor.

Vida y obra de Enrique Gómez Carrillo

Gustavo Sánchez Zepeda y Juan Antonio Canel Cabrera. Uno de los poetas guatemaltecos fundamentales del siglo XX fue Enrique Juárez Toledo. Sobre su vida y obra, el Centro PEN Guatemala organizó otro Jueves Literario, en el salón Rafael Landívar de la céntrica Biblioteca Nacional en el que participaron Gustavo Sánchez Zepeda y Juan Antonio Canel Cabrera. El primero hizo un análisis de su poesía y Canel Cabrera, quien fuera amigo del poeta, contó detalles importantes sobre su riqueza humana, generosidad y personalidad controversial del fallecido escritor.

Homenaje a Carlos René García Escobar Uno de los poetas guatemaltecos fundamentales del siglo XX fue Enrique Juárez Toledo. Sobre su vida y obra, el Centro PEN Guatemala organizó otro Jueves Literario, en el salón Rafael Landívar de la céntrica Biblioteca Nacional en el que participaron Gustavo Sánchez Zepeda y Juan Antonio Canel Cabrera. El primero hizo un análisis de su poesía y Canel Cabrera, quien fuera amigo del poeta, contó detalles importantes sobre su riqueza humana, generosidad y personalidad controversial del fallecido escritor.

Izquierda a derecha: Karla Olascoaga Dávila, Jorge Carro y Juan Antonio Canel Cabrera. El 27 de junio de 2019, en el auditórium del Fondo de Cultura Económica (FCE), tuvo lugar el conversatorio sobre Enrique Gómez Carrillo. La apertura del mismo, estuvo a cargo de Juan Antonio Canel Cabrera; Jorge Carro fue invitado como especialista de la obra de Gómez Carrillo. Karla Olascoaga desarrolló una introducción acerca del también escritor argentino, Carro, quien de manera amena y dejando de lado el protocolo, conversó con el público. Fue una actividad hermosa en la cual todo el conocimiento del escritor argentino sobre Enrique Gómez Carrillo estuvo a disposición de los concurrentes. Carro es presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo de Guatemala.

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De izquierda a derecha: Max Araujo, Karla Olascoaga Dávila, Víctor Muñoz.


Presentación n el Centro PEN Guatemala, de mayo a septiembre de 2019, hemos realizado actividades que nos han llenado de satisfacción; entre otras, la realización de los Jueves Literarios; dieron inicio en 2018 como una forma de celebrar y recordar a escritores fallecidos, cuya obra merece ser difundida: Rafael Arévalo Martínez, Enrique Gómez Carrillo, Enrique Juárez Toledo, Carlos René García, Luz Méndez de la Vega, Enrique Morales Nadler, Marco Augusto Quiroa, Mario René Matute, etc. Adicionalmente, como parte de nuestro quehacer como Centro miembro de PEN Internacional, fuimos invitados a San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, para participar en el encuentro mundial «Escribir el futuro en lenguas indígenas», cuya coorganización estuvo a cargo de la UNESCO en México, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, la Universidad de Ciencias y Artes de México y PEN Internacional, A ese foro asistieron, nuestro presidente, Juan Antonio Canel Cabrera y Eduardo Blandón, secretario. También hemos propiciado la presentación de libros y de encuentros literarios. Entre ellos la visita a El Salvador que realizaron los compañeros Karla Olascoaga, Eduardo Blandón, Gustavo Sánchez Zepeda, Gustavo Bracamonte y Juan Antonio Canel Cabrera. Esta fue una visita memorable, en la que el Centro PEN Guatemala, hermanado

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con el grupo literario Amate, de ese país, compartimos un recital poético en las nuevas instalaciones de la citadina Librería de la UCA, en el Centro Comercial Soho, de San Salvador. El propósito principal del viaje, fue acercarnos nuevamente a los escritores del grupo Amate del país vecino para ampliar información acerca de los requisitos para la apertura de su Centro PEN y dar con ello seguimiento a ese anhelo que tantas veces compartimos con nuestro querido y recientemente fallecido, Carlos René García Escobar. De ese viaje, el poeta Miguel Ángel Chinchilla, del grupo Amate escribió una crónica que incluimos en este número de nuestra revista. Para cerrar el ciclo de actividades en lo que va del año, la Asociación de Amigos del Arte y la Cultura (AMARTEC) de Alta Verapaz, invitó al Centro PEN Guatemala a participar en una velada realizada en el marco de la entrega de premios a los ganadores del Certamen de Cuento para Niños «Daniel Armas», que se realizó en la Sociedad de Beneficencia de Cobán. Como representantes de nuestra organización asistieron Gustavo Bracamonte, Gustavo Sánchez y Juan Antonio Canel Cabrera. Los dos Gustavos leyeron poemas de su creación y Juan Antonio Canel Cabrera explicó a la nutrida concurrencia el significado y alcances de nuestra asociación, sus objetivos e información general sobre el PEN Internacional.

Las opiniones vertidas son responsabilidad de los autores e incumben al Consejo Editorial de esta revista. Apoyamos la reproducción del material publicado en este espacio, siempre y cuando se cite la fuente: Revista Códice del Centro PEN Guatemala

JUNTA DIRECTIVA 2019-2021 Juan Antonio Canel Cabrera Presidente Dennis Escobar Galicia Vicepresidente Eduardo Blandón Secretario Víctor Muñoz Tesorero Gustavo Bracamonte Vocal I Karla Olascoaga Dávila Vocal II Roberto Cifuentes Vocal III Revista Códice es un producto editorial de Centro PEN Guatemala, filial de PEN Internacional, que promueve la literatura y la libertad de expresión y está regido por su Acta Constitutiva y el principio fundamental que encarna el respeto a la libre difusión del pensamiento en cada nación y a través de todas las naciones. Fundado en Londres en 1921, PEN Internacional conecta entre sí a escritores de la comunidad internacional y es un foro en el cual los escritores

CONSEJO EDITORIAL Juan Antonio Canel Cabrera, director Karla Olascoaga Hugo Cardona Castillo AUTORES DE ESTE NÚMERO Miguel Ángel Chinchilla, Enrique Juárez Toledo, Isabel Aguilar, Juan Antonio Canel Cabrera.

se reúnen de forma libre para discutir su trabajo; además, es la voz de aquellos escritores, editores y comunicadores cuya voz es silenciada en sus propios lugares de origen; trabaja en cinco continentes a través de sus centros y está presente en más de 100 países. PEN Internacional es una organización apolítica que tiene estatus especial consultivo en el seno de la Organización de Naciones Unidas y estatus de asociado a la Organización de las Naciones Unidas

para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO.

Revista Códice No. 25, agosto de 2019 Impresa en Editora Arizandieta. CÓDICE / 3


Encuentro de poesía centroamericana 2019, Librería UCA, San Salvador, El Salvador Miguel Ángel Chinchilla Amaya

Los participantes en el recital de poesía. De izquierda a derecha: Miguel Ángel Azucena, Miguel Ángel Chinchilla, Luis Melgar Brizuela, de El Salvador; Gustavo Bracamonte, Carla Olascoaga Dávila y Gustavo Sánchez, de Guatemala.

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l sábado 17 de agosto en el nuevo local de la librería UCA en el centro comercial Soho Las Cascadas en San Salvador, se realizó el Encuentro de Poesía Centroamericana 2019, con los poetas del Centro PEN Guatemala y el grupo Amate de El Salvador. Por Guatemala participaron Karla Olascoaga, Gustavo Bracamonte y Gustavo Sánchez; por El Salvador leímos nuestros textos poéticos, Luis Melgar Brizuela,

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Miguel Ángel Azucena y Miguel Ángel Chinchilla. En la caravana chapina venían también dos escritores que no participaron en la lectura, se trata del periodista Eduardo Blandón y del narrador Juan Antonio Canel. En el inicio del evento recordamos como era de rigor, al escritor, antropólogo y danzante guatemalteco Carlos René García Escobar, fundador del Centro PEN Guatemala y quien falleciera el 7 de diciembre del año pasado.


Carlos René fue además el último presidente que tuvo ADECA, Asociación de Escritores de Centro América, intento fallido de gremialidad en la región, cuya principal impulsora fue la poeta nicaragüense Vidaluz Meneses, fallecida también en julio de 2016. En el fondo y sin decirlo, el evento se convirtió en un tácito homenaje para Carlos René, y fue Juan Antonio Canel, actual presidente del PEN Guatemala, quien lo confirmó cuando pidió la palabra para decir que un propósito de Carlos René había sido apoyar la creación del Centro Pen El Salvador, motivo por el cual en esta ocasión nos visitaban. Más tarde, a la hora de la amena conversación en torno a una cerveza, Canel se puso claro y ofreció inclusive gestionar apoyo financiero para la creación del Centro PEN El Salvador. Paralelamente desde Honduras, el poeta y académico Galel Cárdenas Amador, enviaba por las redes un saludo a nuestro evento de parte del grupo Coquimbo al cual Galel pertenece. Y así entre saludos a través del Facebook, renacía la vieja idea de un encuentro trifínico de literatura con el Centro PEN Guatemala, Amate de El Salvador y Coquimbo de Honduras, el cual podría realizarse en Tegucigalpa y Cantarranas en el marco del aniversario de Francisco Morazán, según propuesta de Galel. Galel Cárdenas fue, en 2006, el primer presidente que tuvo ADECA, asociación que hubo de nacer aquel año en la Universidad Autónoma de Honduras, sede de dicho encuentro de escritores centroamericanos. Así las cosas, todo indica que la llama de la gremialidad regional sigue encendida, ya que este encuentro con el PEN Guatemala en San Salvador era realmente el segundo, puesto que en 2017 los guatemaltecos habían participado en un recital poético dedicado al centenario del natalicio de San Oscar Romero, actividad realizada por el grupo Amate y la Universidad Tecnológica de San Salvador. En aquella oportunidad tuvo destacada participación Carlos René García Escobar. Luego, entonces, mientras las gestiones gremiales que les relato siguen su curso, a continuación quiero compartir con usted amiga, amigo lector, una muestra de la poesía que se leyó la noche del sábado 17 de agosto pasado. Se trata de seis poemas breves seleccionados de lo que cada quien leyó en aquel recital, con versos dedicados a la vida, al amor, a la sangre, al hastío, a la madre tierra, a la poesía, a los dioses, a las diosas, al sexo y a la solidaridad.

Derrotada Karla Olascoaga

Quisiera esta tarde soltar las amarras y que poco me importen la proa o la popa de esta barca que amenaza naufragar. Quisiera esta tarde detener el tiempo, que no exista movimiento noble o veleidoso, ruin o mezquino que me turbe. Hoy quisiera permitirme una plena indiferencia sin censuras, sin culpas, sin tristezas. Hoy poco o nada me importan el calor o el frío, la soledad en compañía las cuentas sin pagar las llamadas telefónicas. Hoy no me importan los amigos y mucho menos los enemigos no quiero ser mamá, ni esposa, ni amante, ni nuera, ni cuñada, ni tía, ni hermana, ni abuela, ni sobrina, ni pariente alguna. Ningún papel me interesa mucho menos el de ser mujer.

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Del libro Memoria y Claridad Gustavo Sánchez Zepeda No quiero escarbar más mi memoria hay muchos muertos ahí Desde hace años tengo esa puerta clausurada pero se abre por las noches me despierta y se roba mi paz solo descanso escribiendo alabado sea el papel en blanco

con truenos recurrentes en la boca, porque la lluvia diseccionada supone una percepción fría de la memoria humectada, pero también la conjetura de la sucesión de miradas en un plato con un pez que aún respira por los tenedores y los cuchillos. La lluvia diseccionada posee un destino de hojas verdes, de tres libélulas azules en la boca esquelética del mundo y de los huesos blandos de los perros que aúllan polvo a las sombras de las infectas ciudades. La lluvia diseccionada tiene la convicción de la estructura de la vida cuando el sol envejece en la copa rebosante de vino tinto.

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1 Gustavo Bracamonte Y si diseccionas la lluvia te encontrarás a media calle con un paraguas azul, los zapatos salpicados de pensamientos arenosos y un gato que al lado maúlla a un recuerdo de nubes que con frecuencia lame sus patas dentro de un recipiente de horas muertas. Y si diseccionas la lluvia vestido para un trabajo inexistente, te croará por la espalda la última rana que esperó para verte gravitar en un cigarro que nadie fumará sentado a la orilla del pozo rebosante de insectos disgustados de morir a destiempo. Y si diseccionas la lluvia después del café, verás en la ventana asomarse un rostro acuoso

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Impresión No. 2 Luis Melgar Brizuela

Hago versos luego: existo. Luego: amo, sueño, sufro, trueno y relampagueo. Vivo tres días en uno; y alguien sembró conmigo hectáreas de futuro. Crezco y salto cuerda con las horas. Piedra sonora soy atravesando el siglo y la frontera. Y que por tanto muero. Con las esperanzas puestas pero muero.


En virtud-virtud de lo anterior declaro que sin mí serían menos ojos dándoles vuelta-vuelta a las estrellas. Que cuando me sepulten que sea bien parado.

Del macho y de la hembra que en vuelo voluptuoso Proliferan la especie.

En consecuencia, pues, por tanto, ahora bien: puedes darme la mano porque existo.

Es tiempo ya de paz y el cerro de la bruma Deber ser “el reino del pájaro y la nube” Y no de la inmundicia que ahoga la natura.

Y También es el cerro de la bruma Invadido por hombres de uniforme De armas y de pólvora que alejan al turista.

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La Montaña

Aló Poetas Miguel Ángel Chinchilla

Miguel Ángel Azucena

Es la montaña y los árboles crecidos Se mecen y se besan Y entre las ramazones El sol que se entremete. Ceibos en flor, cujinicuiles, flor de fuego Y llamas en el bosque; Maquilishuat y pepetos, palos diule, Mangos y amates en sensuales contrastes De verde y amarillo. Pequeña flor silvestre regada en el camino En rojo y en morado Azul y anaranjado; La frágil campanilla y el botón de oro Rodeado en maravillas Y los cinco negritos cubriendo la floresta, el cerro y la montaña. Es el cerro de la bruma Rincón de flora y fauna, Con trinos y rumores silenciosos. Es el reino de la danza en ocho de la abeja,

La gracia o desgracia del poeta Es enunciar lo mismo que dice la gente Con sinécdoques, metonimias y alguna donosura Jugando al calambur y al sentido doble Poniendo las palabras atrás y adelante Socando la gramática por aquello del decoro Y más adelante su nombre para que nadie lo plagie Algunos para seducir a la musa o el muso Otros bucólicos para cantar al aguacate Habrá quienes para alabar su rabia convergente Los místicos para gloria de los dioses Los herméticos para que nadie los entienda Los atormentados en la felación de su agonía Los rebuscados triturando la sintaxis y el diccionario Los irónicos con el humor de Marcial a la siniestra Los revolucionarios blandiendo el alfabeto Los utópicos en la crianza de pajaritos preñados Las feministas rompiendo con los géneros Algunos para enaltecer a la patria, a la madre, a la raza Otros por odiosos fueron muertos en el intento Recoger la impronta de sus huesos perdidos Podría ser motivo de sílabas extrañas. San Salvador, 20 de agosto de 2019.

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Letras a los amigos extraviados París, Agosto del 51 Raúl Leiva Navas, GUATEMALA, R.F. de C.A. Ahora soy yo quien analiza, o mejor dicho psicoanaliza. Te escribo antes de comenzar un burdo trabajo, ese en que muchos se meten por necesidad, ambición o vanidad: principiaré a pasar en limpio y triplicado, demonio qué tarea, la novela, 199 páginas y pico, que enviaré al Concurso. ¿Me sacaré la lotería? A ver si los señores de hoy, los mismos de ayer, admiten un tema en el que podrían encontrar algún pariente lejano. Y veremos si es cierto que por ser yo más blanquito y que a ti no se te asiente el cabello, tú entiendes mejor nuestro problema indígena.

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Carta de Enrique Juárez Toledo a Raúl Leiva

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ace algunos años, cuando todavía vivía Dorian Juárez, él legó algunos recuerdos, documentos y fotografías de su padre Enrique Juárez Toledo, a Juan Antonio Canel Cabrera. Entre tales documentos, estaba una copia al carbón de una carta dirigida al también poeta guatemalteco Raúl Leiva. En ella, con su ironía característica, Juárez responde a las críticas que Raúl Leiva le hiciera. Por la importancia literaria del poeta Enrique Juárez Toledo, Revista Códice se honra en publicar este documento inédito.

Intuyo que al escribirme como de costumbre te atusaste los bigotillos, pero no limpiaste bien los anteojos. Alguien le dio a Martínez para comprar de esas vitrinas con esta advertencia: “pero no los vaya a comprar delgaditos, cómprelos gruesotes, que éstos dan más personalidad”. No quiero decir que tú necesitaras de un monóculo para mantenerte doctoral, actitud que acepto, por don de gentes, cuando no protege vulgaridad. Siempre he pensado que estarías mejor en un anfiteatro, no muerto, sino haciendo autopsias, aunque hayas fallado en la que trataste de hacerme agarrándome vivito y coleando como lo verás en seguida. Busca aquí el silogismo si quieres, pero nunca el sofisma. Léeme despacio, con calma. Son las 4 de la tarde; tómate tu tazota de atol de elote. Ya la quisiera para mí. Léeme


despacio. Tan despacio como comenzaste tu carta, dando consejos, aprobando, desaprobando, antes de enfurecerte y cargarme la mano injustamente: “Me extraña que le hagas el juego a los ideólogos del descastamiento”. ¿Por qué? Yo te decía: “...vencer los ancestros indígenas que pudiesen producir ese decaimiento derrotista”. ¿Está claro? Se trata de vencer y vencer, bien leído, es superar; de vencer los que pudiesen producir derrotismo. ¿Es que yo digo extirpar? En cambio tú dices exaltar. ¡Cómo nos vamos a poner de acuerdo! Si tú quieres puedes seguir exaltando mestizamente la vieja tragedia de nuestros indios. Pero desherédate de esos dos laberintos de un carácter que son la egolatría y la misantropía. No te quedes atrás, anda, deja el incienso y los ídolos, levántate y anda, ayuda a las manos activas que tallaron las piedras monumentales de Quiriguá... Si te dije “agrega a tu nombre mis mejores adjetivos”, eso no te autoriza a echarme encima los peores tuyos. Te trataba así, entre los pocos que he tratado con el corazón (hasta un día metí tu nombre entre un matatillo de versos) porque sigo considerándote un caso patológico especial. De ello te hablaré más adelante. Por de pronto debo decirte que te quedas corto en todas tus apreciaciones. Sopla el atole si está muy caliente. No sólo quienes van a Norteamérica o vienen a Europa comienzan a abominar de nuestra tierra y nuestras esencias raciales: también muchos que han vivido en México. Aunque después se arrepientan. ¿En qué tono escribiste aquel párrafo tipo tanque: en tono mexicano o en tono guatemalteco? Te pregunto porque ese término de “malinchista” sólo se oye en tierras mexicanas. “Mira nomás”

¿No sería mejor averiguar el nombre de la primera princesa maya que durmió con Alvarado? ¿O es la misma cosa lo Maya y lo Azteca? Entonces busquen a ver qué mexicano quiere sentirse maya. Claro, nosotros somos hoy muy chiquitos. Por eso a mí no me extraña que tú le hagas el juego a los ideólogos del entreguismo. Por aquí anduvo un caballero, 80 por ciento indio guatemalteco, que se hizo entrevistar en la revista ARTS, diciéndose mexicano y no hablando más que de lo mexicano. Hace algunas décadas, en las escuelas mexicanas se enseñaba que Guatemala y los otros pedazos de la República Federal se habían rebelado y separado del imperio Mexicano, y que era un deber de mexicanos tratar de reconquistar aquellos pueblos insurgentes. ¿Estás de acuerdo? Yo creo que, por eso, con mayor ahínco, debemos seguir forjando nuestro nacionalismo, aunque ya Bonampak no nos pertenezca, desde el punto de vista geográfico. Claro, sé lo que hoy representa México a nuestro costado, pacífica, política e internacionalmente hablando. Aquel tema es inagotable. En cuanto a lo de “romper mitos”, que tanto te gustó de mi “carta hermosa”, ya me había olvidado aquel lío de comadres, aquella alharaca de gallinero en que te metiste, como buen gallo, al regresar por el Suchiate. En el presente-futuro ya no se trata de aquello, de que uno escribe crónicas, éste poemas sin fondo y el otro artículos sosos; ni de exigir del vecino lo que uno no hace. Con tu Oda al Quetzal no lograste desafortunadamente superar la escrita por Francisco Méndez en tiempos de la Tiranía. No se trata de hacer poesía y verdad, sino de hacer la POESÍA capaz de encerrarlo todo, simplemente, tomando en cuenta nuestro tiempo. CÓDICE / 9


El jueves 27 de junio de 2019, en el auditórium del Fondo de Cultura Económica (FCE), en el marco de los Jueves Literarios del Centro PEN Guatemala, se realizó la actividad «Vida y Literatura de Enrique Gómez Carrillo». En tal ocasión, Jorge Carro, quien es el presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo, tuvo la generosidad de compartir dos horas de su tiempo con los asistentes; habló sobre el escritor guatemalteco que tan a profundidad conoce. La devoción con la cual se refirió a Gómez Carrillo fue, sin duda, el motor de la amenidad; además, fue un excelente motivador para que quienes lo escucharon comenzaran a leer la obra de tan insigne escritor guatemalteco. También, respondió a preguntas que los asistentes le

plantearon y sobre las cuales, para ampliar, habló de otros temas interesantísimos; por ejemplo, de Rafael Landívar, Bernal Díaz del Castillo, Vargas Llosa, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Tarzán de los monos, etc.; no obstante, incluir todo ese material nos rebasaría el espacio de la revista. Así que nos circunscribimos a resumir sólo lo que atañe a Enrique Gómez Carrillo. A continuación, pues, les invitamos a leer una síntesis de sus palabras.

Jorge Carro

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-oJorge Carro contó que para él había sido una suerte haber nacido en 1933 y ser el hijo menor del secretario del Partido Anarquista de Argentina. La razón de ese sino fue que su padre, al morir cuando él tenía cuatro meses de edad, dejó desocupada la habitación que tenía acomodada como su estudio; fue allí donde, a la par de la camita turca que le asignaron, a alguien se le ocurrió la buena idea (a su mamá no, «porque era conservadora a más no poder») de situar, al costado de la cama, un espacio lleno de libros. Según dijo, a él le gustaban los libros que se veían con los lomos más lindos, con las letras estampadas en dorado. Tuvo la suerte de que su hermana mayor, que le llevaba 21

años, gallega como su madre y su papá, le enseñara a escribir y leer a los cuatro años. Y lo hizo leyendo el diario La Nación, de Buenos Aires. A las ocho de la noche, después de comer se apagaba la radio grande y él se quedaba en la habitación, aunque tuviera sueño o no, con ganas de leer esos libros. En la fila donde estaba la almohada, había cuatro autores: casi todo Pierre Loti y un tipo que se llamaba E. Gómez Carrillo. Todos libros fantásticos porque eran de viajes; es decir que, en vez de escuchar «las novelas horribles» que oía su mamá, él tomaba los libros y viajaba con Pierre Loti o Gómez Carrillo. O sea, aproximadamente desde 1939 para acá, está leyendo a Enrique Gómez Carrillo. Con Gómez Carrillo le pasó algo que, también, después le sucedió con Máximo Soto Hall; con los años, también con Miguel Ángel Asturias, Mario Monteforte Toledo, Luis Cardoza y Aragón y Tito Monterroso: pensar que todos ellos, de alguna manera, se tuvieron que ir de este país porque acá no les «pasaban pelota». Era como si haber nacido en Guatemala fuera un disgusto o que todo guatemalteco que destacaba causara desagrado; por ejemplo, lo primero que hacen cuando Jorge Carro llegó a Guatemala, en el año 1972, fue contarle «el chiste estúpido» de que Gómez Carrillo se llamaba Gómez Tible porque el apellido de la madre era Tible; entonces, sonaba comestible, lo cual fue una estupidez porque el apellido de él era compuesto: Gómez Carrillo, igual que su padre y su abuelo; no era que lo tomara de manera antojadiza.


Gómez Carrillo tuvo la suerte de que teniendo diecisiete años; (no todo el mundo tiene esa suerte) conoce a un tipo, que era nada más y nada menos que Rubén Darío. Darío le ha de haber dicho: «patojo», o algo así: «qué hacés en este país; mándalo al carajo y ándate a Francia; ándate a Europa». Sea como sea, el Gobierno lo envió, siendo un muchacho, a España para que hablara bien del Gobierno de turno. Jorge Carro preguntó: «¿no te irías a Europa, aunque escribas una nota por mes para hablar bien del cabrón de turno, con tal de vivir en París, comer rico, educarte, ver los mejores museos…? Y si tenés dieciocho años ¿vas a querer otra cosa?» El pasaje era hasta Madrid pero siguiendo los sabios consejos de Rubén Darío, que hay que agradecérselo, se lo llevó a París. Él no tuvo ningún problema con el francés porque, en casa, su mamá hablaba francés. Hasta la Segunda Guerra Mundial todos los médicos de Guatemala «que tenían pisto», empezando por los Herrera, iban a estudiar medicina a París; no iban a los Estados Unidos. Comían rico en una ciudad preciosa y «no tenían que aguantar a los gringos». En esa época, Gómez Carrillo se dio cuenta de dos cosas: la primera es que él estaba en condiciones de contar, de narrar lo que veía, como lo hacía Pierre Loti. Si leen, por ejemplo, sus crónicas de la Primera Guerra Mundial, van a decir: ¿qué diferencia hay entre lo que se escribe ahora en un diario horrible sobre una batalla y cómo él, antes de describir la batalla, habla del pueblo donde va a suceder, ¿qué es lo que hay y

qué es lo que después pueden destruir o descubrir qué se ha destruido? Entonces, uno escribía en español y el otro en francés. La ventaja de Gómez Carrillo es que escribía y mandaba sus notas al diario La Nación, de Buenos Aires, a La Habana, a México a España y a Guatemala. Nunca dejó de mandar un correo con sus notas que se podían publicar en los otros países; si lo publicaban o no en Guatemala era problema de los guatemaltecos no de él, que mandó siempre. Lo cierto es que Gómez Carrillo, en sus aventuras de una cosa y otra, amaba dos o tres ciudades; una de ellas es la que Jorge Carro también ama: Buenos Aires. Gómez Carrillo llegó a Buenos Aires y descubrió que la vida nocturna de esa ciudad, del teatro, eran tan buenas como la de París, pero se hablaba español, más que en España. Haciendo la comparación, Madrid era una choza. En el diario La Nación tomó contacto con lo mejor que tenía la literatura argentina en ese momento. Por recomendación de Rubén Darío, le dieron la posibilidad de publicar sus crónicas en el diario La Nación. Jorge dio una cifra estadística ya comprobada: a Gómez Carrillo lo leían los fines de semana de aquella época más de un millón de lectores; más que a Vargas Llosa hoy. Y eso que tenía que escribir la carta, mandarla por correo y, a saber cómo llegaban las cartas, quince, veinte días después, pero se publicaban en casi todos los diarios más importantes de América Latina. Y cuando le correspondía hablar de Guatemala, hablaba con emoción; no como mucha gente, después, tergiversa. Por ejemplo, hay un autor guatemalte-

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Vida y literatura de co que publicó un libro sobre Gómez Carrillo y era editor; «dice que nació en Quetzaltenango. Ni siquiera estaba informado de dónde nació». Gómez Carrillo, en el diario La Nación, escribió una pequeña obra maestra que salió publicada en La Hora y que habla, entre otras cosas, de Buenos Aires. Hizo una radiografía tan exacta del diario La Nación y de la Redacción del diario. Cuando él falleció, ya en Buenos Aires había otro guatemalteco que le siguió la trayectoria guatemalteca: Máximo Soto Hall. «Todos los que escriben en los diarios tienen que saber que el primer manual que se hizo sobre cómo se debe escribir una nota periodística la escribió, en 1929, Máximo Soto Hall para el diario La Prensa de Buenos Aires. Es increíble. Y nosotros ni le damos pelota a los periodistas de Guatemala que se fueron… solo se dice: era un tipo que se peleó con el gobierno y se fue. Esa podría ser una variable. Quién no se hubiera peleado con el Gobierno. Yo estoy acá porque no me querían los gobernantes de turno en Buenos Aires. »Gómez Carrillo publicó en Canto de Buenos Aires una radiografía del diario La Nación, de la gente que estuvo allí, tan linda que el director del diario La Nación le dijo: “mirá, eso que estás escribiendo dámelo que te lo publico”. El tipo se sentó en la máquina de escribir, cuando los periodistas escribían a mano, y él lo escribió. »El primer periodista que llevó a un campo de batalla una máquina de escribir portátil de aquella época (1914), se llama Enrique Gómez Carrillo. No es ningún francés, ningún italiano… ¿por qué esas cosas que enaltecen las virtudes de un tipo, en este país no se exaltan? Como decía Cardoza, “si no estás ninguneado, estás jodido”. Tito Monterroso era más difícil, más jodido; decía: “publicar en Guatemala es seguir siendo inédito”. Tito era un tipo que, más terrible no podía ser. Porque no era un tipo conflictivo. La desgracia con Gómez Carrillo era que a cualquier mujer joven, buena moza que tuviera cerca de él… atacaba». Cuenta Jorge Carro que «Gómez Carrillo estuvo casado en segundas nupcias con Raquel Meller, porque su primera mujer, Zoila Aurora Cáceres Moreno fue peruana, excelente en cuanto

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a cultura. Él no se casaba con una mujer solamente porque tuviera pisto, que lo tenía; era de una excelente familia peruana; además era inteligente y podía hablar de literatura; estoy hablando de 1914-1915. Cuando se casó con su segunda mujer, esa señora era lo que pudo haber sido Madonna en los últimos veinte años. Raquel Meller era más escuchada en los años 20-30 que el resto de las cantantes que se editaban en inglés, para que ustedes se den cuenta. Al morir Raquel Meller, una salvadoreña loca se casó con Gómez Carrillo por su dinero». Jorge Carro dijo que en la Asociación Enrique Gómez Carrillo, tienen correspondencia del autor guatemalteco con otros personajes. Por sus cartas y por otros documentos y testimonios, se sabe que Gómez Carrillo no necesitaba del dinero de las mujeres para vivir, porque él lo tenía. Por eso, en una postal que le envió a su dentista que vivía en París, le contó: «tengo la suerte de que con lo que gano en la embajada puedo irme a mi casa de Biarritz». Jorge Carro añade: «si ustedes conocieran la casa que tenía en Biarritz, se la heredó su viuda, era una maravilla; una casa preciosa al lado del mar; él decía que los franceses estaban bendecidos y se iba al mar a gozar del otoño, o de la primavera, del bar francés… Y se iba en su bello auto descapotable. Continúa Jorge Carro: «Los sombreros Borsalino, se hicieron famosos en todo el mundo por él. Yo acabo de publicar en Facebook una foto de mi viejo en la cual, estoy seguro, se dejó los bigotes como los tenía, por Gómez Carrillo». Enrique Gómez Carrillo era un tipo de gran atracción; un tipo muy culto. Jorge Carro extrajo de su bolsa El Suplemento Cultural, del Diario La Hora, del 1 de junio de 2018, titulado “Las redacciones de tres periódicos argentinos en las crónicas de Enrique Gómez Carrillo, Pedro Orgambide y Osvaldo Soriano”. Antes de leer un fragmento, dijo que «Gómez Carrillo en el diario La Nación se encontró con tipos como Leopoldo Lugones, Arturo Capdevilla; lo mejor que había llegado de la literatura española gracias a Rubén Darío. Y estuvo en La Nación de Buenos Aires y en La Prensa de Buenos Aires, que ahora es un museo; allí, con ese criterio que se estila tener, pusieron plaquitas que dicen, por ejemplo, “Aquí se sentaba a escribir sus crónicas Rubén Darío; este fue el escritorio del secretario de Internacionales, de Associated Press, Máximo Soto Hall. Es decir, tenemos que ir a la otra punta del mundo para rescatar a guatemaltecos fundamentales». Del artículo mencionado, leyó: «En la dedicatoria-prólogo “El encanto de Buenos Aires”, el guatemalteco universal, Enrique Gómez Carrillo, escribió: “A Enrique García Velloso”». Acota Jorge Carro: «El libro El Canto de Buenos Aires; está dedicado a Enrique García Velloso, que era un autor de teatro argentino, no muy bueno pero muy fan; era el que más vendía; además, era el sello intelectual de entonces… pues, Enrique Gómez Carrillo, escribió: »”A Enrique García Velloso”


Enrique Gómez Carrillo »¿Se acuerda usted, mi muy querido amigo, de la noche en que nació la primera de estas páginas?... Estábamos en nuestra casa de “La Nación”, en el severo y hospitalario despacho del director. Sentado en una butaca, sonreía, cual una esfinge. Su Excelencia nuestro gran Murature [que era secretario de redacción]. Enfrente de él, recostado en un sofá, soñaba, comiéndose un lápiz, el delicioso Mariano de Vedia y Mitre, muy serio, muy serio, como Jorge Mitre, el que parecía absorbido en la lectura de un manuscrito. Usted y yo, en un rincón hablábamos con entusiasmos paganos, de las mujeres adorables y admirables que acabábamos de ver en los palcos de un teatro.» /«Es decir, fue el primer cronista que habló de la mujer; estamos hablando de 1912; en ese entonces, nadie exaltaba a la mujer nada más, por decir voy al teatro… la obra era muy mala, pero las mujeres eran tan hermosas que, para qué iba a ver la obra si estaban las mujeres en los palcos.»/Sigue Gómez Carrillo: «De pronto, levantando la vista y sonriendo con su sonrisa que le iluminaba todo el rostro, nuestro director exclamó, volviéndose a mí: »—¿Por qué no hace usted una crónica con eso que está diciendo? Dos horas después iba a la imprenta uno de los capítulos de este libro. »Y como el que hace un cesto… »Dios y usted, no obstante, saben que yo no había ido a Buenos Aires para escribir. »Al contrario… Si hubiera ido para algo era para descansar, para pasearme, para vivir tranquilamente, durante un mes, con un rentista, ¡Hay tantos libros sobre la Argentina!... ¡Y son tan serios, tan documentados, todos estos libros! ... »—¡Qué voy a decirle que no esté ya dicho, inclusive por usted —creo que le contesté cuando, gentil y amistosamente, me habló de hacer toda una serie de artículos! »Pero luego, reflexionando, pensé que algo había que decir, o, por lo menos, había que decir ciertas cosas de un modo distinto, con los ojos de un europeo…» Acota Jorge Carro: «… porque la avenida de mayo— como dijo el ex rey Juan Carlos de España, (cuando él llegó por primera vez a Buenos Aires) al cumplirse 100 años del Metro de la avenida de Mayo, que había inaugurado su abuela—,al mirarla le preguntó al intendente de Buenos Aires: “fecha, por favor… Yo estoy seguro que la gran vía la copiaron de aquí”». »Fueron hechas en la misma época, por españoles emigrantes. Los que somos emigrantes llevamos a otro país, cierta cosa; yo estoy seguro que vos [dirigiéndose a Eduardo Blandón] seguís comiendo comida nica; como yo, si no como milanesa cada diez o quince días, me muero». Entonces dice (retomando la lectura del artículo mencionado) Gómez Carrillo: «Y pensé que ese algo, que en apariencia frívolo, en el fondo trascendental, tal vez yo podía escribirlo mejor que mis predecesores, no por tener más talento que ellos, sino porque mi

alma sienta la gracia de cierta ciudad con una intensidad que los grandes ministros y los grandes periodistas desdeñan. »Desde entonces comencé a escribir, cada día por día, mis sensaciones y mis visiones. Los capítulos de este libro son treinta días vividos, usted lo sabe, con entusiasmo, con sorpresa y con sinceridad.» Gómez Carrillo hizo una radiografía de lo que era la calle Florida en esa época y de las mujeres. «Hace un par de años — dice Jorge Carro— que estuve en Buenos Aires, le dije al entonces director del diario La Nación: “Óyeme, ustedes tienen este libro; ustedes hicieron la primera edición; deberían rescatarlo porque se cumplen cien años”. Y cuando vio, así al azar, casi al final, lo que escribía Gómez Carrillo de las mujeres y de la calle Florida, me dijo: “mi hermano, si a esto le quito la fecha y lo pongo ahora, las mujeres de hoy se… aumento la tirada de la edición dominical con las mujeres. »Y entonces, en la redacción de La Nación aparte del ya nombrado Luis Muratore por Gómez Carrillo, que era un excelente jefe de Redacción, estaban Mariano Mitre, Jorge Mitre, Leopoldo Lugones, Rubén Darío, José Ingenieros, Miguel Cané y Horacio Quiroga. Cuando uno en una Redacción tiene semejantes compañeros, es imposible escribir mal porque uno se contagia al otro». Jorge Carro dijo que Gómez Carrillo fue contradictorio. Y añadió que «el hombre que no es contradictorio no merece ser un hombre». Siguió contando que Cardoza y Aragón llegó a Francia y lo buscó como loco; pero él preguntaría: «supongamos que te llegue un nicaragüense y vos tenés qué hacer… si estás cerrando la edición y el tipo te viene y te dice “mira, ¿no me puedes dar chamba porque yo tengo …” voy a ver, “sí claro, vengo después” déjame terminar esto». Y respecto a Cardoza, añadió: «Bueno, parece ser que los que tuvimos la suerte o la desgracia de conocer a Cardoza, que no tenía un buen carácter para nada, era un amargado terrible, nos preguntamos ¿cómo podía ser tan jodido un tipo con tanto talento? Obviamente, le dedicó un libro. Debe entenderse que Gómez Carrillo tenía, primero, tres cosas qué hacer, y lo dice perfectamente. Primero, tenía que vivir; segundo, tenía que trabajar para poder vivir como él quería; tercero, no se podía perder estar cerca de las mujeres y de la vida bohemia de París. Así que, ha de haber pensado, el pobre chico que vino de Guatemala, que CÓDICE / 13


Vida y literatura de espere. Entonces Cardoza, a partir de ese momento habló pestes de Gómez Carrillo». Refirió Jorge Carro que cuando Miguel Ángel Asturias, por su parte, llegó a Francia y tomó contacto con ese mundo, Gómez Carrillo era lo más importante. Había sido el primer director no español de un diario español; por tanto, en España, lo odiaban. ¿Cómo, el primer diario de Madrid lo dirigía un guatemalteco que, encima, se daba el gusto de decir que en esa ciudad hay calles que siempre están en construcción? Gómez Carrillo fue la primera persona que lo dijo. Luego, tiempo después, lo volvió a decir Francisco Umbral: el problema de Madrid es ser una ciudad que está siempre en obras. Gómez Carrillo lo dijo en mil novecientos veintipico. Y a los españoles no les gustó nada. Cuando lo dijo Paco Umbral en los ochenta, lo quisieron matar. Pero es la verdad. Entonces, cuando Asturias llegó a Francia él se encontró con un Gómez Carrillo que venía del divorcio con Raquel Meller. Para ese entonces, andaba con una salvadoreña que, casualmente, había sido la amante de Vasconcelos, de D’Anunzio; comenta Jorge Carro: «la salvadoreña no se acostaba mal; se

Caricatura de Enrique Gómez Carrillo, por Toño Salazar.

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acostaba con una inteligencia de primer nivel. Así que algo de buena moza e inteligente debía tener la salvadoreña. La cuestión fue que esta mujer se casó con Gómez Carrillo cuando él empezó a sentirse mal; a los tres-cuatro meses murió y le heredó a ella toda su fortuna. Después, ella fue a Buenos Aires para que le pagaran la jubilación de Gómez Carrillo por haber sido cónsul argentino en Francia. Allí, ella conoció a Saint Exúpery y casó con él, con quien ella se llevó mal. Y después vino a decir que ella fue la que le inspiró El Principito, lo cual es una mentira. Fue una vieja que tuvo sus atractivos, lo cual le fue beneficioso, ¿pero inspirarle El principito?» ¿Por qué era Gómez Carrillo cónsul de Argentina en Francia? Jorge contó: «porque en ese momento era presidente de Argentina Marcelo de Alvear; era de esos presidentes que ya no existen porque, cuando la Primera Guerra Mundial, estando en París con algún pisto, decidió regalarle a Francia el primer hospital para heridos de la guerra que hubo en Francia. Hay que tener pisto para hacer eso. Y entonces, se necesitaba un cónsul en Francia». El asunto es que necesitaban un cónsul y el presidente electo le dice al presidente Marcelo de Alvear, que estaba por entregar su mandato presidencial: «—Bueno, vos lo tenés que nombrar al cónsul porque yo soy nuevo. Vos ¿a quién recomendás? »—Yo recomiendo a Gómez Carrillo. »Entonces, Hipólito Irigoyen, el primer presidente popular que tuvo Argentina, que lo leía todos los fines de semana, dijo: »—Me parece fantástico. Pero hay un problema, él es guatemalteco. »—Era. Ya es argentino». En resumen: lo nombraron cónsul antes de ser argentino. Entonces, prosigue Jorge, «cuando muere Gómez Carrillo, en el acta de defunción que yo, por supuesto, puedo dárselas, dice: «Diplomático argentino nacido en Guatemala». Carro contó la anécdota de cuando se hicieron las honras fúnebres de Gómez Carrillo: le pusieron la bandera de Argentina sobre el féretro. «Miguel Ángel no dijo nada porque, puesta así la bandera de costado, parece de Guatemala; sin embargo, cuando le vio el sol, Miguel Ángel arrancó la bandera y dijo: “él es guatemalteco”. Fue el primer homenaje que un guatemalteco le hizo a Gómez Carrillo. Se lo hizo Miguel Ángel Asturias sacando la bandera argentina. Se armó un despelote terrible. Dijo: “Él es un guatemalteco; que sea cónsul es otra cosa”». Gómez Carrillo falleció en Francia y dejó publicados 65 libros que estuvieron en la Biblioteca Nacional de Guatemala; él tuvo la deferencia de regalarle a su hermana, que vivía en Guatemala, todos sus libros. Libros que ella entregó a la Biblioteca Nacional y, sospechosamente, ya no están allí. Jorge Carro conoció a una persona que compró muchos de esos libros; su amor por Gómez Carrillo lo hizo comprar los libros robados de la Biblioteca Nacional.


Enrique Gómez Carrillo Tito Monterroso, en la casa del Fondo de Cultura Económica, cuando estaba el cafecito Lumbre Alumbre, recordaba que, cuando quería hablar de algún paisaje, salía de la carnicería e iba a la Biblioteca, que cerraba hasta las 9 de la noche en aquella época; allí leía los libros de Gómez Carrillo para ver cómo se podía redactar un viaje o comentar un lugar. Decía Tito, que leer a Gómez Carrillo le hizo mucho bien, como también le hizo mucho bien leer a Rubén Darío; con ellos aprendió a escribir; a escribir español. Miguel Ángel Asturias, cuando fue embajador en Francia intentó, en dos ocasiones, a través del Gobierno de Guatemala, rescatar y traer el cadáver de Gómez Carrillo a Guatemala; «por suerte no le dieron pelota y está en Père Lachaise; está cerca de Oscar Wilde, de Miguel Ángel. A propósito, para que sepan cómo somos nosotros, durante el gobierno de Arzú, se le rindió un homenaje a Miguel Ángel Asturias en el cementerio Père Lachaise; se llevó la marimba y ocurrió lo peor, con lo cual Asturias debió sufrir, en unas charolas de plata había unos franceses de harina, etc., pero cuando los parisinos vieron los frijoles volteados, les pareció algo asqueroso y dijeron ”saquen esa mierda de aquí”. Los vieron como una cosa desagradable, porque no los habían probado. Pues bien, cuando se hizo el homenaje y se llevó la marimba, yo tengo las fotos, tengo que buscarlas porque ahora me estoy dedicando a rescatar todos los slides que saqué durante tanto tiempo, está la tumba de Asturias, la marimba, las autoridades guatemaltecas, y cuando se comenzó el homenaje, ¡horror!, no estaban en la tumba de Asturias; los marimbistas estaban tocando, ¿sobre la tumba de quién?: de Federico Chopín. Yo me imagino que Chopín desde abajo estaría histérico. Es decir, somos irrespetuosos de las cosas que debemos estar orgullosos porque no les damos importancia». La idea, o sugerencia, es que hay que leer a Gómez Carrillo como hay que leer a los otros autores guatemaltecos. Es fundamental leerlos. Añade Jorge Carro: «nosotros apoyamos dos veces al año, en la Asociación Gómez Carrillo, e invertimos bastante dinero para que en la Escuela Enrique Gómez Carrillo los chicos sepan quién es Gómez Carrillo, para que lo lean. Y, nos hemos enterado, por ejemplo, el año pasado, que había una maestra que dijo que ella no iba a perder el tiempo haciendo que los chicos leyeran a Gómez Carrillo. Y la escuela se llama Enrique Gómez Carrillo. Es decir, si ustedes quieren leer, quieren viajar, por ejemplo a Grecia y no han viajado por Grecia, lean a Gómez Carrillo. El primer autor que habla de Jerusalén y de Fez es Gómez Carrillo; es una maravilla su libro. «Hubo un embajador japonés, dos anteriores a este, que compraba el Japón heroico y vibrante, en español, de las ediciones que hacíamos en la Asociación; adquiría cien ejemplares porque cuando alguien venía a visitarlo, él le regalaba el libro de Gómez Carrillo; él decía que aprendió más leyendo a Gómez Carrillo que lo que le habían hablado a él de su patria cuando estudiaba en el Japón. Léanlo y se van a dar cuenta.

Claro, en la redacción es un poco de la época, pero si hay dos personas que cambiaron el idioma español a principios del siglo XX fueron Rubén Darío en un sentido, y en otro Gómez Carrillo». Jorge Carro respondió a una pregunta que se hizo desde el público asistente: —En la obra de Gómez Carrillo ¿es fácil advertir la herencia del modernismo? —Él es el modernismo. —En las características que tiene su prosa se advierte abiertamente... —Claro. Porque vos encontrás en la perspectiva de la literatura hispanoamericana, primero a Rubén Darío, a Leopoldo Lugones.... y a Gómez Carrillo. No está en España; ellos son los que le llevan a España el idioma español nuevo. «Hay un libro precioso de Paco Umbral cuyo nombre no me viene a la memoria en este momento; en sus páginas, Umbral dice que su bisabuela estaba enamorada. Su recontra tatarabuelo odiaba al tipo que se vestía de militar con condecoraciones que a las dos o tres de la mañana llegaba con todos los tragos encima y le recitaba los poemas más lindos del mundo a su nieta: era Rubén Darío. El recontra tatarabuelo decía: “¿cómo un tipo disfrazado, mamarracho así, bolo a muerte puede tener poemas tan lindos?”. Por supuesto, el tipo hizo lo imposible hasta que Rubén Darío desapareció de la vida de su nieta. Pero, el abuelo se entera de que su hija, su nieta, había posado desnuda para un pintor. Y, cuando se enteró de eso, lo fueron a criticar y él dijo: «no hay ningún problema, si nadie la va a reconocer». Claro, el cuadro y la mujer desnuda la había pintado Picasso; así que nadie la iba a reconocer. »Y fíjense, los españoles rescatan a Rubén Darío, o rescatan por ejemplo a Picasso y lo hacen con amor y con respeto y no con burla; sin embargo nosotros, lo primero que decimos es que Enrique Gómez Carrillo delató a Mata Hari, lo cual es mentira; no se conocieron nunca; es más, Gómez Carrillo tiene un libro en el que demuestra que cuando a ella le pasaba tal cosa, él estaba en el Japón o estaba en otro lado; nunca se cruzaron. Ella escribe un libro y, en Guatemala (los periodistas de Guatemala lo interpretan así, y a veces estaba yo también), el problema es muy simple: se olvidan declarar que hay otra versión; está el rumor y está lo que dice Gómez Carrillo. Por lo menos, dejarle escuchar; que se defienda. Es decir, no estamos en la escuela primaria... ni en la Escuela Gómez Carrillo. »Tenemos a dos catedráticos que dan cuenta, por ejemplo, del libro la Crónica de la guerra; los chicos de la Gómez Carrillo lo leyeron. Cuando hicieron el resumen del libro estaban fascinados; entendieron cómo eran las balas, cómo era la gente y qué se yo. Pasó el aniversario de la Primera Guerra Mundial y no hubo un diario en Guatemala ni en la televisión, ni en la radio, que se recordara del acontecimiento. Ni recordamos que las mejores crónicas de la Primera Guerra Mundial, que han sobrevivido en forma literaria, las escribió Gómez Carrillo». CÓDICE / 15


Vida y literatura de En ese sentido, reflexionó Jorge, que se debe ser agradecido con quienes nos enseñaron a escribir; por ejemplo, con Gómez Carrillo. «A veces uno tiene la suerte de vivir en un país, o la desgracia, todo depende; yo tuve la suerte, en el jardín de infantes de tener a una maestra, que era una viejita, pobrecita; la soplabas y se moría. Si ustedes han escuchado a Mercedes Sosa, hay un longplay de ella que se llama Mujeres argentinas y hay una canción que se llama Rosarito Vega Peñaloza. Rosario Vega Peñaloza fue la primera maestra que aplicó lo último que había en educación infantil a fines del siglo XIX. Yo la encontré grande, a mis seis años; ella, para que los chicos no nos cortáramos, porque nos hacía cortar los diarios y pegar figuritas cuando nadie lo hacía: ella llamaba una vez al año al tipo que afilaba los cuchillos y las tijeras para que las hiciera romas de las puntas. Ella fue la que inventó las tijeras romas para que nosotros no nos cortáramos. Entonces, cuando yo escuché a Mercedes cantar esa canción me acordé, lo primero, de la vieja que contaba eso y nos decía: “yo conocí a fulano de tal, qué sé yo”; y que hablaba de gente que yo decía: ¡Púchica! »Nosotros tenemos vergüenza de hablar de los nuestros; es decir, pasó un aniversario de Cardoza, ¿quién le dedicó alguna cosa a Cardoza? Todavía se sigue hablando del comunismo de él. Cuando yo vivía en Colombia, tuve la suerte de vivir unos años en Colombia. Allí había gente que recordaba muy bien a Cardoza y estaban los que lo odiaban, porque el golpe, el Bogotazo famoso, el inspirador fue Cardoza, nada más y nada menos. »Empecé comentándoles que yo aprendí a leer con mi hermana Lola, en el diario La Nación; en ese entonces, los diarios no tenían errores de ortografía y estaban muy bien las co- Jorge Carro

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mas, los punto y coma; hoy los diarios están llenos de horrores de ortografía porque si el pinche Word no arregla eso, te jodiste, el corrector automático no sirve para nada; entonces, ojo». —Yo tengo otro comentario.... —dijo alguien del público. —Sí. —O más bien una pregunta. Así como en Japón heroico y galante, una radiografía del Japón de esa época, ¿qué obra representa o es la crónica de Marruecos y su estadía por Medio Oriente. Lo otro es ¿cuántos años, aproximadamente, calculas tú que él se mantuvo viajando y haciendo crónicas a lo largo de su vida? Un cálculo. —Yo creo que él empezó a viajar cuando se escapó de su casa para irse a El Salvador y lo encontraron en Escuintla y tendría once años. Lo cual demuestra que era precoz el niño. Respecto a crónica de Marruecos o cuál es la crónica de Medio Oriente, responde: Fez la andaluza. Respecto a Fez la andaluza, por ejemplo, la Asociación Enrique Gómez Carrillo hará el cuarto congreso el año que viene; se hará en la universidad. Vendrá un catedrático de la Universidad de Fez, que tuvo la mala idea de hacer la traducción de un libro mío al árabe; yo veo el libro en ese idioma y me mato de risa: no lo entiendo; supongo que es mi libro, pero él, por ejemplo, dice que ningún escritor árabe ha contado el Fez—siendo él catedrático universitario—, como el de Gómez Carrillo. Que ese Gómez Carrillo termina diciendo que para ser un buen marroquí, hay que tener las llaves de su casa en Córdova, España; si no, sos una mierda de marroquí. »Ustedes se habrán dado cuenta de que yo utilizo interjecciones como mierda, carajo y todo eso; en la Universidad siempre me han llamado la atención por eso. Y yo les recuerdo que, por esas cosas estúpidas de la vida soy doctor en filosofía y letras; con acento en letras. Si las palabras fueran malas no estarían en el diccionario. Para hacer una anécdota, yo doy, de vez en cuando, un seminario de literatura; la mayoría de participantes son religiosas. Entonces, yo, agnóstico, me presento y les digo el primer día de clase: “miren, recuerden que los dos primeros seminarios que tuvieron los jesuitas se jodieron; ahora tienen a un pecador de tiempo completo, que tiene tres cosas que les va a gustar: no tomo examen porque no creo en ellos. ¿Por qué no tomo exámenes? porque fui un mal alumno; eso sí, me gradué con una medallita y todo eso a los veinticinco años, porque tenía buena memoria en mi trabajo y en la universidad; es decir, leía el libro y los exámenes los daba como los dioses. Al otro día me olvidaba de todo, como corresponde. Y como puede haber un cretino que tenga las mismas virtudes que tenía yo, no tomo exámenes. Háganme una investigación o una entrevista. Y la otra cosa con que se van a joder y me van a putear, seguramente, es que yo las clases las empiezo puntualmente. A los diez minutos cierro la puerta y no entra nadie. Entonces, así que mis interjecciones las hago a propósito. Miro a una monja y la monja me mira. —¿Le pasa algo, hermana?


Enrique Gómez Carrillo — Sí; es que, claro, usted usa un lenguaje… «Le digo. Se acuerda que yo le conté que soy agnóstico. Mi mamá era muy religiosa; era una señora de rezar todas las tardes su rosario en latín que no sabía lo que era; era un lorito; ella me contó alguna vez que, parece ser que Jesús... —¿Usted se acuerda de Jesús, ¿no?, por supuesto... entró al templo y echó a los mercaderes del templo. ¿Usted cree, hermana, que los sacó diciéndoles, por favor tengan a bien retirarse? No. Los mandó a la mismisísima puta que los parió. Los sacó a patadas por el culo. Y la monja larga la carcajada y me dice: «es muy posible». Es decir, no vivamos con hipocresías; en este momento la Academia Mundial y todo el mundo, piden que la Academia hable el idioma del pasillo, el que hablan los alumnos. Porque da la casualidad que los catedráticos, y en Guatemala muy especialmente, viven todavía en el siglo XX y los alumnos viven en el XXI. Un niñito de nueve años agarra un teléfono y lo maneja fantástico. Yo tengo catedráticas en la universidad que les da miedo usar el teléfono. Entonces, esas personas no entienden que, a lo mejor, el placer del libro o del cuento puede estar en el teléfono y es gratis; son ridículos. Gastan en un libro que no lo leen; porque si vos sacás un libro y a las veinte páginas te aburriste, no lo querés seguir leyendo. O a las primeras treinta. Si está en línea, no pasa nada. No perdiste pisto, y es gratis». —Vos, mi querido ex alumno ¿cuál fue el último libro que leíste, o que estás leyendo? —Estoy terminando Treinta años de mi vida, de Enrique Gómez Carrillo. Pocas paginitas me faltan para terminarlo; me ha tomado tiempo, ha viajado conmigo. —Claro, pero el tipo qué bien escribía. «Cuando fuimos a la Cámara de Diputados, el presidente era Jorge Méndez Herbruger; le dije: «mirá tocayo, menos mal que sos vos porque si fuera otro lo tengo que putear. ¿Cómo en la Biblioteca que se llama Enrique Gómez Carrillo, han escondido el busto de Gómez Carrillo?». »Cuando pusimos la placa donde estaba el Diario de Centroamérica, se la robaron porque era de bronce. Para que nos riamos todos, hubo un embajador en Guatemala, encantador, ya fallecido, que era cuatísimo mío; le propuse—él era embajador en Francia—, que por qué no le poníamos, en la casa de La Castellana, en París, donde vivió y murió Gómez Carrillo, una placa; porque la placa que está allí, dice: «aquí vivió Antoine de Saint Exúpery, autor de El principito». Entonces, nosotros queríamos poner una placa encima, arriba, que dijera “Aquí vivió y murió en la cama que, después, usó Antoine de Saint Exúpery, el diplomático argentinoguatemalteco Enrique Gómez Carrillo”. Y la fecha. El gobierno de la ciudad de París,

no de Guatemala, aprobó el texto y esperaban ansiosos que pusiéramos la placa. ¿Saben por qué no la pudimos poner? Porque la Cancillería guatemalteca nos lo prohibió. —¿Por ser diplomático...? —Sí; era diplomático. Pero lo prohibió porque decía que murió en la cama que durmió el otro. Lo cual es verdad. Saint Exúpery usó la cama, los libros, vivió, durante el tiempo que vivió con Consuelo, de la plata que había heredado a su mujer Gómez Carrillo; porque el tipo estaba de últimas en la vida cuando se casó con ella. «Tantas cosas que podríamos repasar de Gómez Carrillo. Hay un lugar en París que vende sombreros Borsalino, famoso; ya no me acuerdo exactamente dónde están los sombreros; uno más lindo que el otro, pero la foto ubicada en la sala donde están todos los sombreros, grande, preciosa era de Gómez Carrillo. Es la que publicamos nosotros siempre, la de Gómez Carrillo; la que ustedes usaron para el aviso. Y dice, debajo de la foto: “Enrique Gómez Carrillo, escritor guatemalteco”. »Es decir, por qué tener miedo, por qué tener vergüenza de reconocer a los nuestros. Cardoza y Aragón decía, sabiamente, que en Guatemala la línea más corta entre dos puntos es el zigzag. Y es verdad. A una pregunta contestamos con una pregunta. No es malo ni bueno porque yo soy hijo de gallego, donde sucede exactamente lo mismo, pero a un gallego no se le ocurrirá hablar mal de Valle Inclán, por ejemplo. Hace cuatro años se llamó, a través del hijo de Miguel Ángel, que vive en Buenos Aires, a ver si había alguien en Guatemala que estuviera interesado en la biblioteca de Miguel Ángel Asturias, entera; la biblioteca entera porque, los archivos sí fueron entregados por Asturias a la Biblioteca de París, pero los libros no. No se consiguió que algún banco se interesara. «Hace dos años fui a la librería de anticuarios, en Buenos Aires, para preguntar qué pasó con la biblioteca... “Ah, fulano de tal lo compró”. Un argentino compró la biblioteca entera de Miguel Ángel Asturias; completa, con sus apuntes enmarcados en los libros, con las correcciones... se hizo hacer un mueble fantástico. Me dieron la dirección; yo llamé para ver si me permitían verla. El fulano me dijo que “sí, cómo no, es un gusto, lo mejor que me ha pasado en mi vida, haber podido comprar la biblioteca de Miguel Ángel Asturias”. Claro, la casa del señor tenía como para comprar esa biblioteca y dos más. Pero qué maravilla. Y el gobierno de Guatemala ni siquiera nos atendió». Y bien, como ya se dijo al principio, en esta compilación de las palabras de Jorge Carro, no se abarcaron todos los temas con los cuales nos deleitó. Así que esperamos hayan disfrutado de este resumen. CÓDICE / 17


Paredes nube interminable en la esquina del tiempo también interminable

Es hora de tomar los ojos Están en la primera gaveta * Sin hebra de tiempo por vivir acaso me completo Alejada voy de los sentidos y llega una gana de refugio / un deseo de morar en olvido y llega el sueño repaso cotidiano Ganas de vos: espacio/tiempo infinito

En la nube-crepúsculo regocijada apenas alcanzo el otro borde horizonte Una piedra-Sol acaricia la verdad hasta dejarme la mirada cincelada «Corta con amor» aseguras y de tanto amor de tanto amarte apenas queda un espacio sin surco y sin remiendo

* Paredes nube interminable Y allá te veo piedra-Sol en la mano

Una ráfaga se lleva mi inocencia como todos los días * Y me asaltan la pobreza y el hambre la mirada silenciosa del parricida el vuelo entumecido de la abeja reina la desnudez de quien va sin aliento las ganas de seguir contando porque a pesar de estar otra vez allí el asombro me sigue la amistad Y no paro ante ese desfile interminable de quienes van como yo al despeñadero después de la colina donde yace el filo de cemento Al otro lado con visión panorámica Sísifo se siente menos solo

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Veo en el cemento una gota pizca de contento para esta sed tuya y mía y de todos En la memoria un destello luminoso de cascada infinita En el aire la ducha de nuestro amanecer el bebedero insaciable de tu vientre En la sangre el campo orea una tibia nube desapercibida Y solo llega el lengüetazo afiebrado que sabes disponer cuando reclamas

Isabel Aguilar

Como viento a escala como niña sentada al pie del tiempo Como luz que tímida se compara apenas con la aurora

Poemas

Tú siempre en ti misma y en mí en todos vitalidad


Continúan las actividades del Centro PEN Guatemala Almuerzo para recordar a Carlos René García Escobar

Aunque no fue una actividad puramente literaria, la familia de Carlos René García Escobar invitó a los miembros de la Junta Directiva del Centro PEN Guatemala a un almuerzo para evocar a nuestro difunto compañero. El almuerzo lo venía pensando Carlos René cuando todavía estaba vivo. Sin embargo, la muerte le salió al paso. Ruth de García, su viuda; Carlos García y Anaís García, sus hijos, fueron extraordinarios anfitriones. El almuerzo transcurrió con evocaciones recurrentes de nuestro primer presidente en el Centro PEN. Ruth hizo un pepián que resultó tan delicioso que quienes asistieron dejaron limpias las ollas. En la fotografía, Anaís García, Celeste de Muñoz, Víctor Muñoz, Roberto Cifuentes, Gustavo Bracamonte, Carlos García, Denis Escobar Galicia, Juan Antonio Canel Cabrera y Ruth de García. Nuestra colega, Karla Olascoaga quien apreciaba mucho a Carlos René no pudo hacerse presente, debido a problemas de salud con los que a la fecha del cierre de esta edición aun lidia.

En Cobán

En la ciudad de Cobán, el 27 de septiembre de 2019, miembros del Centro PEN Guatemala, luego de participar en la premiación del Certamen de Cuento para Niños «Daniel Armas» y en la lectura de poesía. A dicha actividad fue invitado el Centro PEN Guatemala. Aparecen en la foto, de izquierda a derecha, Gustavo Bracamonte, Gustavo Sánchez, Juan Antonio Canel Cabrera y el ganador del Certamen Roland Pinto.

Cien años de Luz Méndez de la Vega Invitación para escritores, periodistas, editores y traductores

En el FCE, el 25 de septiembre de 2019, el Centro PEN Guatemala, días después de que la escritora Luz Méndez de la Vega hubiese cumplido cien años de su natalicio, celebró su habitual conversatorio celebrando la vida y obra de tan memorable poeta. En la actividad participaron Gladys Tobar y Guisela López quienes nos ilustraron sobre las virtudes poéticas y humanas de Luz Méndez de la Vega. En la fotografía aparecen: al fondo Gladys Tobar y Guisela López; al frente, Juan Antonio Canel Cabrera y al lado Eduardo Blandón.

El Centro PEN Guatemala hace la más cordial invitación a escritores, periodistas, editores y traductores a asociarse a nuestra organización. Según los estatutos, son requisitos para el ingreso, los siguientes: Artículo ocho (8): ASOCIADOS ACTIVOS: DE LOS REQUISITOS PARA INGRESAR COMO ASOCIADO ACTIVO: 1) En el caso de personas individuales: a) Ser mayor de edad. b) Dedicarse a actividades relacionadas con el quehacer cultural literario, periodístico y editorial. c) Tener buena reputación tanto en el orden personal como en el profesional. d) Hallarse en el disfrute de sus derechos civiles, conforme a las leyes del país. 2) En el caso de personas jurídicas. Estas deben estar inscritas conforme las leyes del país en el Registro Legal correspondiente. Para el ingreso de un asociado activo el interesado hará una solicitud por escrito. Las personas jurídicas lo harán a través de su representante legal. La solicitud de ingresos deberá ser patrocinada por dos socios activos del CENTRO PEN GUATEMALA y en ella el interesado declarará conocer los Estatutos y se compromete a cumplirlos. Para más información, puede dirigirse al correo del Centro PEN Guatemala: centropeng@gmail.com

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Escribir el futuro en lenguas indígenas

A

sistir al encuentro «Escribir el futuro en lenguas indígenas», celebrado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, fue una de las experiencias más gratificantes que he tenido en lo que va de este año. El encuentro fue organizado por la UNESCO en México, PEN internacional, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). Como delegados del Centro PEN Guatemala, asistimos Eduardo Blandón y yo. Nunca antes estuve en un lugar donde se congregaran las más disímiles lenguas y culturas; sobre todo de los lugares y regiones donde los idiomas vernáculos sufren exclusión, discriminación y se les imponen modelos lingüísticos y culturales ajenos a los suyos; donde, de manera oficial, se des incentivan los esfuerzos de la imaginación que no son acordes con el modelo rector. Muchas de esas lenguas y culturas han sobrevivido gracias a la tenacidad de la oralidad que adopta, muchas veces, maneras subversivas. Sí; la oralidad que se enfrenta a las formas escritas que, durante tanto tiempo, les fueron negadas a los usuarios de esas lenguas y culturas para mantenerlas cercadas; es decir, encarceladas, para evitar que salieran del límite de la intimidad y compartieran formas diferentes de pensar, imaginar e indagar con visión distinta el mundo. A muchas de esas lenguas y culturas les ha tocado vivir en un mundo que detesta la diversidad y pondera la hegemonía; es decir, magnifica el control y alinea a la sociedad. Esa sobrevivencia de la oralidad que también es resistencia, se ha visto obligada a escoger formas cenaculares para que las lenguas y la culturas propias no se extingan. Para que la memoria sea el resguardo íntimo que asegurará que el pensamiento, las ideas y la imaginación de los grupos excluidos permanezcan. Por supuesto, no será un resguardo como los archivos en los cuales la oficialidad almacena y pregona en formas de leyes, disposiciones, las conducciones que le aseguran que nadie se salga del guacal. En Chiapas fue hermoso escuchar poesía, testimonios y expresiones de las más diversas culturas conviviendo de la manera más armónica. Esa experiencia me hizo recordar mi niñez en la cual fui testigo de la convivencia de dos idiomas, aunque no de la manera más armónica, pero que a mí me conmovieron. Mi niñez transcurrió en un medio portentoso para las palabras. Me fascinó escuchar cómo mi madre nombraba de una manera a las cosas y mis abuelos de otra. Me cautivó esa mini Babel. Mi asombro derivó porque era una maravilla nominar a los objetos de diversas maneras. Por eso, diríase que tuve una infancia estereofónica; por un lado escuchando un discurso en español; por otro, uno kaqchiquel que lo subvertía.

Juan Antonio Canel Cabrera Crecí, pues, en un bosque de palabras; todas eran preciosas: matizaban las cosas con el sentir de los hablantes. Y ese discurrir de los idiomas y sus derivados, de alguna manera reproducía las añejas luchas coloniales que se libraron en los siglos XV y XVI en estas tierras que, paradójicamente, coincidirían con el Siglo de Oro español. Ese aspecto lo remarcaba el apellido Cabrera, de mi madre, que según se cuenta venía rodando desde la remota Galicia, en la pubertad de los siglos de nuestra era. Mis abuelos, con su kaqchiquel enraizado bajo los anacates (Cantharelluscibarius) de San Juan Sacatepéquez, hablaban un lenguaje que, a pesar de los pesares, temía contaminarse con lo que sonara a ladino; no obstante, hablaban perfectamente el castellano que, por supuesto, adaptaban a su propia sintaxis. Cuando estaban frente a mi madre conversaban en kaqchiquel como para delimitar territorios. Y mi madre evadía todo lo que sonara a indígena o lo enfrentaba con una actitud despectiva. Mi curiosidad infantil no logró averiguar por qué esa pugna sorda; solo después, cuando comencé a otear la historia de Guatemala pude entender ese contraste. Uno de los asuntos importantes que se dio y que es preciso reconocer, a partir del encontronazo cultural y militar en la centuria de 1500, fue que hubo vencidos y vencedores. Al vencido no le quedó otra vía que resistir. En el vencedor, por su parte, su preocupación se convirtió en primar su poderío y mantener su estatuto de vencedor; anular al vencido, negarlo, ignorarlo e invisibilizarlo. En resumen,

ideologizarlo como el malvado; hacerlo que no exista ni en el imaginario ni en la realidad; que tenga funciones solo de servidumbre y en las que no tenga posibilidades de manifestarse ni decir lo que su espíritu le dicta. Como componente de esa ideologización, al indígena se le bestializó para justificar su incapacidad; en consecuencia, declararlo ignorante. Algunos frailes se encargaron de demostrar su humanidad; sin embargo, fue tarde; el indígena ya estaba sometido militarmente; por tanto, sin derechos ante los vencedores. Así, pues, les fue necesario replegarse, reducirse casi a la clandestinidad. Como no pudo vencer por las armas ni resistir el asedio militar, resistió por medio del silencio cultural. Resistió culturalmente practicando sus ritos casi en secreto, conservando su historia oralmente, fijando sus mitos, re semantizando los símbolos cristianos para que sirvieran a sus propósitos rituales y culturales. En resumen, sobrevivió sincretizando. Por increíble que parezca esa situación tan injusta permaneció hasta finales del siglo XX, aunque, a pesar de los Acuerdos de Paz, quedan muchos resabios de esa situación en nuestros días. Es un tema que da para libros. Por lo anterior, me parece de suma importancia que, rotos algunos de los cercos que se le impusieron históricamente a muchas culturas y lenguas originarias, la riqueza de las lenguas, su sentido único que encierra cultura, hábitos, imaginación, entorno, etc. estén tomando un lugar que nunca se les debió quitar; es preciso entender lo fundamental que es, para el enriquecimiento espiritual de la humanidad, que permanezcan y tomen su propio curso. Solo en el aspecto literario, por poner un ejemplo, la traducción de una obra, por muy fiel que sea, la hace distinta de la original; la despoja de su sentido primigenio; de su musicalidad, de su ritmo y de tantos aspectos más. Ya lo decía el cura, en Don Quijote (Cap. VI), al hacer el escrutinio de los libros que quemarían y refiriéndose, según se da a entender a Orlando el furioso, de Ariosto, que chamuscaría el ejemplar si no lo encontraba escrito en italiano, que era su lengua original, sino en español porque le quitaría «mucho de su natural valor, y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver a otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento». Lo he experimentado, también por poner otro ejemplo, con la lectura de La Divina Comedia que, siguiendo el ejemplo de Borges, al leerla comparativamente con el texto original en toscano, cualquier traducción de las que he oteado, por más que se acerque a su sentido original, ya no es lo mismo; no suena igual. Es como sustituir la azúcar de la caña por un endulzante artificial; endulza, pero altera el sabor de la bebida aunque sea de manera mínima. En fin, creo que «escribir el futuro en lenguas indígenas» será un baño de humanidad para todos.


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