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EL TRIUNFO DEL AMOR… Hemos llegado a la celebración más importante de la cristiandad, la Resurrección del Señor, acontecimiento que ha dado un nuevo sentido a la humanidad. La esperanza de la Resurrección no es sólo poner la mirada en Jesús que está vivo, sino sobre todo, en descubrir que nosotros tenemos vida en Él, y vida eterna. Quienes somos peregrinos en esta vida, pequeños o grandes, cultos o ignorantes, ricos o pobres, todos, absolutamente todos, entraremos a participar de esta realidad llamada “muerte”, y ante ella, creo que en más de alguna ocasión nos hemos cuestionado que sucederá después, que hay más allá de la muerte. El Señor, nos responde con su propia vida, sólo el amor puede traspasar el umbral de la muerte para llevarnos a la verdadera vida. Y ¿por qué decir verdadera? Porque nosotros seres creaturales en esta realidad espacio temporal, es decir, que tenemos un principio y un final, morimos biológicamente. Jesús con su vida, con su muerte y sobre todo con su Resurrección nos ha enseñado el camino de la perfección humana, nos ha mostrado quien es el Padre, y nos ha ayudado a comprender que “Dios es amor” (1Jn 4,8) y siendo Dios amor, Él no quiere que muramos, sino que
tengamos vida. Jesús es la respuesta del Padre a nuestra pequeñez y caducidad, Cristo, nos ha enseñado que el amor llega hasta el extremo de dar la vida por el ser amado.
Él en cumplimiento, en obediencia, pero sobre todo en Amor, se entrega para darnos vida con su Vida, sólo el amor nos hace libres, sólo el amor nos dignifica, sólo en el amor se puede construir el Reino de Dios. Y por eso la muerte ha sido vencida, es verdaeramente el triunfo del “Amor” pero no como nos lo presenta el mundo, un Amor que es donación, sacrificio, esfuerzo, decisión, en fin una forma de compartir la existencia, de llegar a ser como Dios. La paz sea contigo… Jesús ha resucitado. Haz que el triunfo del Amor sea también tu tirunfo. Y como dijera san Agustín: ama y haz lo que quieras.
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LA ALEGRÍA DE VIVIR… Existen muchos motivos para ser feliz y para vivir con alegría, lamentablemente nos hemos acostumbrado a mirar nuestra realidad de forma pesimista, negativa y frustrante. No hemos aprendido a descubrir que nuestra vida se conforma y construye en base a procesos, y el gran telar de estos procesos está lleno de hilo blanco y negro, es decir, de dificultades y también de bonanzas. Pero en ambos casos es necesario estar conscientes y preparados para afrontar ambos retos, la carencia como la bonanza suponen vivir con virtud, pensemos por ejemplo las virtudes cardinales: fortaleza, justicia, templanza y prudencia. La alegría de vivir entonces no sólo habremos de mirarla como un estado emocional, sino como un hábito (virtud) que se ha de ejercitar todos los días y hasta la hora de nuestra muerte. La alegría de vivir surge pues del autoconocimiento, de saber quién soy yo verdaderamente y ser auténtico, es decir, ser yo mismo. Pero algo que también será fundamental es saber quién es Dios. Todo ello en una comprensión de lo que son los procesos de cada persona que tendrán variaciones por las circunstancias, decisiones y retos que la providencia nos ofrece para vivir en la virtud. Todo en su conjunto nos permite descubrir la alegría de vivir… vale la pena vivir, porque tú y yo somos muy valiosos, y eso no depende de lo que digan los demás, depende únicamente de Dios que nos hizo seres maravillosos… ánimo, ¡No tengas miedo a ser feliz! Jesús ha resucitado.
JESÚS NOS LLAMA A LA SANTIDAD… En estas fiestas pascuales, las más importantes en la vida de la Iglesia, celebramos aquello que le da sentido pleno a nuestra fe y confianza en nuestro caminar hacia la Patria Celestial. Pensar en el Cielo indiscutiblemente es afirmar como estilo de vida la “santidad”. La santidad mis queridos hermanos no es otra cosa sino la vivencia de la Palabra de Dios, con los límites que nos impone nuestra propia naturaleza, pero también, es el abandono en la vivencia de esta Palabra que hace posibles todas las cosas “porque todo es posible para Dios” (Lc. 1,37). Sí la santidad es la locura del Amor de Dios en nuestra vida que lleva al cristiano a vivir de forma heroica las virtudes cristianas. Ser santo, no es ser como un extraterrestre, sino ser muy humano y dejar que Dios muestre su divinidad a través de lo que somos y hacemos, hasta llegar a ser muy divinos como Él, quien es la Santidad. Esencialmente, la vida de santidad se hace presente en el discipulado espiritual, caminar el sendero de Jesús a la luz de su gracia… es aprender a confiar en la escucha atenta del Buen Pastor. Es como Lázaro que aún en el sepulcro escucha y obedece la voz de Jesús, y con ello sale del sepulcro. En fin, la santidad es la alegría de un Dios vivo, cercano y lleno de amor que nos hace felices y nos abre las puertas de su Casa, nuestra Casa… el Cielo. ¿Quién se quiere ir al Cielo? Entonces, usted quiere ser santo. Viva Jesús resucitado.