Apuntes sobre
EDUCACIÓN SUPERIOR Víctor Ríos Ojeda
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En América hispana el caso de las universidades es histórico pues, no habían terminado aún de consolidarse el descubrimiento y la conquista, cuando ya la previsión real creaba casas de altos estudios en las ciudades más importantes del Nuevo Mundo, comenzando por las de Santo Domingo (1538) de Lima (1551) y la de Nueva España, actualmente México (1551). La idea rectora para el trasplante cultural así protagonizado por la universidad, formó parte del canon tardío medieval y renacentista, por el cual se confiaba a ellas el papel de depositarias centrales del pensamiento, de los saberes máximos y de las artes, incluyendo entre ellas la del buen gobierno, y la formación de las elites encargadas de acrecentar esos saberes y capacidades y de aportar sus frutos para la consolidación de la espiritualidad -originalmente la religiosa- y, al par, mejorar la calidad de vida terrenal en los reinos. De esto deriva la suma de privilegios de los que gozaron históricamente las universidades, a los que la libertad y la autonomía han hecho modernamente distintos de los originales, incrementando las potencialidades de la educación superior en un ideal de crecimiento continuo y de sostén de la excelencia de su producto. Nos dice de su importancia el hecho de que la Universidad es la única institución colonial que perdura y
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se expande cada vez más en la vida republicana. Además, hay registro histórico de la permanente y relevante interacción entre la universidad, el crecimiento de la ciudad y la historia de las ideas (José Luis Romero, 1976; Tulio Haperin Donghi, 2023), en cada caso, una relación biunívoca que diferenció netamente a las ciudades con y sin universidades: muy otra hubiera sido la historia paraguaya si se hubiera concretado el proyecto de Carlos IV, a inicios del siglo XIX, de erigir una universidad en Asunción (Furlong, 1947), lamentablemente abortado por los avatares históricos de España en ese período. También la historia de las universidades es la del surgir de la burguesía al desvanecerse el orden feudal en Occidente. En la época republicana la historia política es, en buena medida, hechura y síntesis de la interacción dialéctica de las sociedades y estados con la universidad. Germán Arciniegas da buena cuenta de esa historia en nuestro continente. Esa interacción nunca fue fácil en la historia, y sigue siéndolo en el presente. Sólo en raras ocasiones se crea un orden sistémico en el que todos los actores y el decurso de la vida político-institucional, originan un ajuste armónico con las casas mayores del saber, complejas y multidimensionales. El ejemplo actual de Hispanoamérica
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lo demuestra y no somos ajenos a esa situación. En el Paraguay desde el advenimiento de la democracia, la existencia universitaria cobró nueva vida e hizo una evolución expansiva notable. Pero, lo hizo a tientas, con improvisación y sin que la infraestructura institucional, administrativa, jurídica y de compenetración de la ciudadanía, creciera sistémica y armoniosamente y en mutuo acuerdo. Eso significa que el desajuste se instaló, persiste y se suceden las crisis. Chile y la Argentina pasan por etapas iguales o peores. Pocos entienden la naturaleza profunda del problema y acceden críticamente a la polisemia que adquieren los conceptos de calidad, regulación y relacionamiento con los factores de poder, y también entra en la lista hasta el término finalidad. Se olvida que ya el filósofo Simón Schama, basado en U. Eco y en la semiología moderna, postuló lo que Ruíz-Domènec (2002) advierte, que “queda claro que la batalla semiótica precede siempre a la realidad de los hechos, incluso a los militares”. No hay forma alguna de conflicto en la que no haya un torbellino polisémico no resuelto, en la base de los hechos. Por eso, muy bien centra el escrito del rector pilarense, la cuestión que analiza en el campo que referimos. Más allá de que se trate o no ésta de una colisión contingente, el problema seguirá incidiendo en tanto no
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nos allanemos a esclarecer, en común y participativamente, la conceptualidad básica en el marco de una teoría de la Universidad Paraguaya. Esta vez la referencia central es la calidad universitaria, versus los intentos de regulación parciales y asentados sobre fundamentos que no sueles ser comunes y compartidos en diálogo desapasionado pero conducente, reduciendo la repercusión mediática y toda forma de competencia mutua entre universidades, y esto implica la revisión semiótica y funcional de las entidades intervinientes. Necesitamos más voces académicas que salgan al ruedo de las ideas desprejuiciadas y de las precisiones léxicas. En tanto se multipliquen las intervenciones -y siempre que haya disposiciones anímicas concurrentes- se reducirá el tono combativo y se aventarán las tensiones en el diálogo “ss” (sensu stricto). Intervenciones como ésta que prologamos, demuestran que hay voluntad activa de entender y ansia de superar todo en aras del sosiego intelectual, para entregarnos, ya más libres, a la acción creadora que merece nuestra misión universitaria. Tal es la convocatoria que nos formula nuestro rector. En un segundo ensayo esboza el mismo autor, breve y sintéticamente una posición, que es a la vez, doctrinaria y
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funcional, en la que apela a una ética básica coherente y b ien ex plícit a, con cuy o fundament o remit e el financiamiento universitario, que es una cuestión clave para la subsistencia de la universidad, al campo del derecho, en particular, al de los derechos humanos esenciales, definidos previamente por la UNESCO, para que sobre ese fundamento o perspectiva, la educación superior sea un bien común justamente distribuido y compartido. Julio Rafael Contreras Roqué
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LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO Víctor Ríos Ojeda
LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO Días pasados, uno de los diarios nacionales ha dedicado su tapa al informe de la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (ANEAES) sobre la acreditación de las carreras universitarias en el Paraguay y, como casi siempre, el título del matutino induce al engaño a cualquier incauto o desinformado lector, afirmando que en el país están certificadas solamente 14 de 48 universidades, sometiendo a un escarnio público; por su supuesta falta de calidad a 34 universidades. Pero no termina aquí la cuestión, el jornalista, también deja deslizar una, si bien disimulada, pero aviesa discriminación entre las 14 universidades “certificadas”, aclarando que algunas tienen más carreras certificadas que otras, es decir, existiría una jerarquización entre las 14 instituciones. El contenido del artículo en cuestión responde a la poco lógica mentalidad simplista que ostentan quienes, a partir de la supuesta demostración de que los que siempre fueron mejores, siguen siendo y seguirán siéndolo y, aunque aparezcan nuevos actores en el top ten universitario, los mejores de siempre, siguen siendo los mejores entre los mejores. El articulista ni siquiera se detuvo para informarse, por lo menos en líneas generales, sobre el sistema de acreditación de las carreras
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universitarias, a fin de escribir un artículo ética y académicamente de mayor calidad, limitándose a desbrozar sus prejuicios que los sustentó en la lectura, también prejuiciosa, de los datos de la ANEAES. Si el articulista, hubiera dedicado, por lo menos, unos minutos de su precioso tiempo a leer la reglas generales de la acreditación, se hubiera informado y, estoy seguro hubiera informado a los lectores, que acreditar carreras no implica certificar una universidad; que hay universidades con menos carreras acreditadas porque, por ejemplo, no cuentan con carreras tales como: medicina e ingeniería, que fueron las primeras convocadas a la acreditación o, que algunas universidades son muy nuevas y aún no cuentan con egresados en las carreras convocadas. Considero que la ANEAES debe prever una metodología menos vulnerable a las manipulaciones para comunicar sus datos, acciones, políticas y decisiones, porque resulta perverso que el órgano instituido para el control de la calidad de la educación superior, sea considerado el motivo o factor del injusto desprestigio de algunas universidades, en vez de ser un coadyuvante decisivo de éstas, para alcanzar paulatinamente los niveles requeridos de calidad. Es de esperar que con su actual Presidente, un hombre lúcido y hábil, se puedan hacer las
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LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO correcciones necesarias. La proliferación de universidades, principalmente las de gestión privada, en el Paraguay y en toda América Latina es un fenómeno que, indudablemente, dificulta el logro del tan mentado objetivo de la calidad. En relación con las universidades de gestión privada esto tiene por lo menos, dos causas fundamentales: por un lado, existe cada vez mayor cantidad de jóvenes que demandan educación superior y, por otro se da la gran oportunidad de negocios que esta situación conlleva. El hecho, comprobado por los estudiosos, que en América Latina en general, salvo pocas excepciones, la mayor cantidad de matrícula se encuentra en las universidades de gestión privada, demuestra que los Estados no fueron capaces de responder a la nueva realidad vigente y, en consecuencia, al no poder generar una oferta suficiente mediante las universidades de gestión públicas, se han tornado extremadamente permisivos con la proliferación de ofertas privadas, cuya calidad hoy deben garantizar. Por lo tanto, el control estatal de la calidad de la educación superior es un deber ineludible hacia la sociedad actual y para con las futuras generaciones. En cuanto a las acreditaciones de las carreras universitarias en el MERCOSUR, es importante mencionar que las mismas “certifican” el cumplimiento de los
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objetivos, misiones, planes o políticas institucionales, adoptando como referencia, obviamente, elementos de gestión política y académica de la entidad, cuya carrera es evaluada. La acreditación de una carrera universitaria implica que, evaluadores externos concluyen que la misma, cumple con las políticas definidas en los documentos institucionales, sin que eso signifique un juicio de valor de estas políticas, las que, desde una perspectiva académicocientífica, pueden representar niveles sólidos pero mínimos de calidad. Sin embargo, aun cuando la acreditación de una carrera universitaria en el MERCOSUR no certifica el pensum de una carrera, no deja de ser un primer paso indispensable para los sacralizados controles de calidad. Es importante que las instituciones cumplan con lo que establecen en sus documentos y postulan en sus discursos, como símbolo de seriedad y respeto hacia la sociedad, además de utilizar también, en algunos casos, tales recaudos como un factor clave de marketing institucional. Para un abordaje fundado de la problemática de la calidad en la educación superior, cualquier iniciado en el tema debe saber, para empezar, que no existe concepto ni método únicos de evaluación de la calidad, dependiendo los mismos, de variables tales como: actores y contextos
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LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO que, al mismo tiempo de su polisemia, la calidad es pluridimensional y de construcción colectiva y permanente, lo que debe entenderse que, si en un momento determinado, una carrera no es acreditada, no tiene como consecuencia única y necesaria, la desaparición de la misma, ni mucho menos, de la institución. Es lógico que esto sea así, a partir de lo mencionado precedentemente, porque si no se logró el objetivo en una dimensión determinada, no significa que en las otras dimensiones no se haya logrado calidad, tal como afirma Dilvo Ristoff, uno de los grandes estudiosos de la evaluación de la calidad de la educación superior, “evaluar es una forma de restablecer compromisos con la sociedad; de repensar objetivos, modos de actuación y resultados; de estudiar, proponer e implementar cambios en las instituciones y sus programas; se debe evaluar para poder planificar, para evolucionar”¹. En el Paraguay, lejos de cumplir con sus fines esenciales, la evaluación es una herramienta de escarmiento público direccionado hacia aquellas instituciones que no gozan del “aprecio” de los dueños de la opinión autorizada (no precisamente ilustrada) convencional en materia de educación superior. Se indicaba que la calidad es polisémica, condicionada, entre otras cosas, por los actores que la
¹ Citado por Norberto Fernández Lamarra en La Educación Superior en América Latina y el Caribe y la Evaluación y Acreditación de su Calidad.
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definen y por los intereses en torno, muchas veces contrapuestos de los mismos. Así, nos señala Fernández Lamarra que, “para los académicos la calidad se refiere a los saberes; para los empleadores a las competencias; para los estudiantes a la empleabilidad; para la sociedad a la forja de ciudadanos respetables y competentes; para el Estado según la concepción que asuma, puede variar de aspectos vinculados con el desarrollo social y humano a la eficiencia, a los costos y requerimientos de capital humano”². Me pregunto, ¿cuál de los conceptos es el adoptado por la ANEAES? Explícitamente, las documentaciones emitidas por la ANEAES no definen qué concepto, pero indudablemente que las ideas de la competencia y la empleabilidad, moldean y condicionan todo el sistema y este, no es un dato menor, porque representa la expresión de las relaciones de poder imperantes en nuestra sociedad, es decir, el concepto de calidad de la educación superior en un país y en momentos determinados, es impuesto por los actores más poderosos: políticos, económicos, sociales y culturales, en nuestro caso, los empleadores o quienes debieran ser empleadores. Esto genera lo que Pierre Bourdieu denomina: el “aislamiento simbólico”³ de los operadores de la educación superior, porque ni los directivos, ni los académicos, ni los alumnos, ni los funcionarios administrativos de nuestras universidades, ² Fernández Lamarra, N, “Una nueva agenda para la educación Superior en América Latina, 2004”. ³ Bourdieu, Pierre, La nobleza de Estado, educación de élite y espíritu de cuerpo, pág. 127, Siglo Veintiuno Editores, Bs. As. 2013.
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LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO pueden imaginar un concepto de calidad diferente al impuesto por los actores sociales más poderosos, porque adoptan como su sentido común: los valores, la mentalidad y el lenguaje de estos grupos y sus intereses son representados, como si fueran los de la Nación. Como sociedad, cabe entonces preguntarnos y decidir al respecto: ¿si una universidad forma ciudadanos respetables, cultos, con amplios saberes, ilustrados, con pensamiento autónomo, crítico, pero que no son valorados por los empleadores, por el mercado, debe ser considerada de mala calidad? Hoy, sin lugar a dudas, en el Paraguay una universidad con estas características será sometida al escarnio público y no faltarán avisos clasificados, que inviten a los egresados de esa institución a abstenerse de concursar por alguna oferta en el mercado laboral. Es decir, actualmente en este país, muchos están convencidos, de que universitarios con los perfiles mencionados en este párrafo no son necesarios, el mercado no los necesita y, en consecuencia, la formación de los mismos, implica gastos superfluos para la sociedad. Sin embargo, otros nos resistimos a pensar y vivir en una sociedad de idiotas automatizados, de replicantes de jefes o directores que ordenan imperativamente y se limitan a controlar y valorar
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la eficiencia productiva de sus replicantes. Esta tensión entre el interés puramente económico del mercado y el de la construcción de una sociedad con inclusión y bienestar para todos, es una tensión material y simbólica que está en la base de la idea de la calidad. En este momento, prevalece el primero el interés del mercado, que con sus agentes políticos, económicos, académicos, culturales y mediáticos denigra a todo aquel que cometa la osadía de plantear algo diferente, apoderándose de conceptos tan sensibles, como el de la calidad de la educación superior, para utilizarlos como criterios de disciplinamiento académico. En conclusión, puede mencionarse que es indispensable un sistema de evaluación y acreditación de la calidad de la educación superior, a nivel nacional y regional. Es más, son necesarias, por ejemplo, las normas comparativas de calidad que sirvan de referencias a los sistemas educativos nacionales. Es muy importante que nuestras instituciones de educación superior se sometan a los procesos de evaluación y acrediten sus carreras, como parte de su responsabilidad con la sociedad. Las universidades paraguayas que han acreditado carreras deben ser felicitadas y alentadas a seguir por esa
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LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR: UN CONCEPTO POLISÉMICO buena senda. Para que las instituciones universitarias de gestión pública, en el Paraguay, logren la pertinencia y la calidad acorde con las necesidades de la sociedad, el Estado deberá superar los acostumbrados recortes presupuestarios de algunas de sus universidades y debe aumentar la inversión en educación superior. No hay pretexto que justifique disminuir presupuestos a instituciones que históricamente se desempeñaron en condiciones económicamente paupérrimas y aun así, formaron profesionales competentes y líderes intelectuales, sociales, políticos y culturales con un gran protagonismo en el porvenir de nuestro país. Las instituciones de educación superior que aún no han acreditado sus carreras, no deben ser desacreditadas en su totalidad, se debe tener el cuidado, sobre todo por parte de la ANEAES, de explicar las situaciones de cada una y, en los casos en que las mismas se hayan sometido al proceso de evaluación y no pudieron acreditar sus carreras, deben recibir el apoyo necesario, tanto de la ANEAES como de otras instituciones, para superar sus debilidades. Considero que es el momento de generar un gran debate nacional sobre la calidad de la educación superior,
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con participación de todos los sectores interesados en el tema. Precisamos de un debate serio, con ideas propias y superadoras de tópicos sacralizados que son el cemento de la consolidación de un status quo académico mediocre. Hoy, aún sigue vigente lo que dijera el gran filósofo Martin Heidegger en su célebre discurso de asunción del rectorado de la Universidad de Friburgo titulado “La autoafirmación de la Universidad alemana”, en 1933: “…se define la esencia de la Universidad alemana como aquella escuela superior que, desde la ciencia y mediante la ciencia, acoge, para su educación y disciplina, a los jefes y guardianes del destino del pueblo alemán”⁴. Esta definición heideggeriana, con las adecuaciones sociohistóricas y culturales indispensables, es pertinente que sea considerada por nuestras universidades y por aquellos que ostentan la denominación de académicos. Ÿ
Víctor Ríos Ojeda: Doctor en Ciencias Jurídicas por la Universidad Nacional de Pilar (Paraguay). Especialista en Derecho Penal por la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina). Abogado por la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina). Investigador y Catedrático Universitario. Rector de la Universidad Nacional de Pilar. Ex miembro del Consejo de Universidades. Ex ministro de Educación y Cultura. Diputado Nacional electo para el periodo 2013-2018 y actualmente Presidente de la Comisión de Educación, Cultura y Culto de la Honorable Cámara de Diputados.
⁴ Heidegger, Martin, La autoafirmación de la Universidad alemana, Estudio preliminar, traducción y notas de Ramón Rodríguez, Segunda Edición, Tecnos, 1996.
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FINANCIACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR. ATRIBUCIÓN DE RECURSOS A LA FINANCIACIÓN SUPERIOR DESDE UNA PERSPECTIVA DE DERECHOS HUMANOS Víctor Ríos Ojeda
FINANCIACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En este ensayo sobre el Financiamiento de la Educación Superior no van a aparecer números, datos estadísticos, etc., que demuestren el estado actual de los presupuestos de la Universidades, no porque no sean importantes, sino porque la idea es desarrollar conceptos, criterios, valores que sustentan a los distintos modelos de financiación de la educación superior y las consecuencias de los mismos en la tarea universitaria y en la sociedad. La tendencia inercial de la evolución del capitalismo global en los últimos tiempos está enmarcada por una acelerada deslegitimación de lo “público”, vinculándolo con la corrupción, la ineficiencia, burocracia, etc., responsabilizándolo de todos los males de nuestra sociedades, principalmente de la pobreza. La consecuencia necesaria de esta sistemática satanización de lo público, es la entronización de lo privado como panacea para todos los males generados por los Estados, lo que, a su vez, conlleva una acelerada mercantilización de las relaciones humanas y sociales, midiéndose todo cuanto se haga con criterio economista o, más exactamente, financiarista. A este respecto es ilustrativa la siguiente frase: “Si se aprenden las lecciones del siglo XX sobre el fracaso de sector público, el siglo XXI verá la expresión de la responsabilidad individual, así como el libre mercado y la propiedad
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privada”¹. América Latina y por ende el Paraguay, obviamente, son condicionados por la tendencia global privatistaeconomo-financiarista, un verdadero cambio cultural que se traduce en el ámbito universitario en una paulatina desfinanciación de la educación superior por parte de los Estados y, en una sostenida presión, principalmente a las universidades públicas, para buscar fuentes de financiamiento, entiéndase, acudir al sector privado, para obtener recursos económicos. Esta tendencia se basa en un progresivo cambio de la cultura académica universitaria, derrapándose la misma, desde una cultura derivada de la reforma de Córdoba hacia una empresarialización o comercialización de la existencia académica “Lo que hace que la situación sea diferente hoy es que los cambios culturales, políticos e institucionales están reorientando las economías hacia la búsqueda de utilidades”², afirman sin ambages algunos. Nuestros estados, nuestras sociedades, están, hoy en la encrucijada de sostener proyectos con perfiles culturales definidos según una axiología y teleología propias o, someterse a uno homogeneizado, desde una cosmovisión puramente financiarista. La opción por una u otra alternativa significará aumento o disminución o ¹ La Revolución Capitalista en Latinoamérica. P C Roberts, K L Araujo, p 204, Oxford University Press, 1999. ² Ídem nota anterior p3.
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reorientación de la inversión pública en Educación Superior³. Según algunos estudios, en América Latina se observa una paulatina preeminencia de la mercantilización de la academia o del conocimiento por sobre el modelo tributario de la Reforma de Córdoba, con una particularidad que es importante poner de relieve. Esta preeminencia no se expresa en términos cuantitativos precisamente, es decir, si uno se limita a observar los números de la inversión pública en Educación Superior tendrá una lectura equivocada de la situación, ya que en algunos países, como el Paraguay, los Estados aumentan cada año sus partidas presupuestarias para las Universidades Públicas, manteniéndose, incluso como en la Argentina y Uruguay, la gratuidad en las mismas, por lo que, cualquier análisis centrado solamente es estos números, concluirá que los principios de la Reforma gozan de buena salud en nuestras universidades. Sin embargo, se puede percibir claramente que los principios de la reforma cordobesa están en crisis, sus valores van perdiendo sus originarios sentidos en el ámbito académico-universitario, ante un sentido común mercantilizado, construido en el marco de un esqueleto reformista configurado por la autonomía universitaria, ³ Aclaración: hablamos de Educación Superior y no solamente de Universidades Públicas porque entendemos que el Estado bien puede invertir dinero también en Universidades Privadas para el logro de sus objetivos.
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gratuidad, financiación pública de las investigaciones etc. Si bien se mantiene o aumenta la financiación pública de la Educación Superior, la misma se produce con una lógica de mercado, financiarista, ya que así se imponen a las universidades exigencias propias de mundo empresarial, principalmente en la evaluación de resultados siguiendo parámetros de mercado. En términos más claros, funciones históricas de la universidad, tales como la vinculación con la Sociedad o, la extensión universitaria y la investigación científica, sometidas a la lógica del mercado, adquieren nuevos sentidos, nuevos significados, nuevas finalidades. El sentido de compromiso con la sociedad, la dimensión pública que asumieron la investigación científica y la extensión universitaria, fueron perdiendo ante el avance mercantilista que obliga a las universidades a cobrar aranceles, vender servicios, etc. Para conseguir recursos al igual que cualquier empresa que opera en los mercados. Esta atribución de nuevos sentidos a la generación y aplicación de conocimientos, principalmente en las universidades públicas, implica un traslado de la consideración de la educación como un derecho a la de un bien o mercancía, pasando el estudiante a ser un cliente que, para disfrutar de esos bienes, deberá adquirirlos del mercado educativo⁴. Esta ruptura semiótica es tan radical,
⁴ Mariela Arroyo, Concepciones del Espacio Público y Sentido Común en Educación Superior en Espacio Público y Privatización del Conocimiento, p47, CLACSO 2005.
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que aun cuando la Educación Superior siga siendo financiada con fondos públicos, la misma está condicionada cada vez más por la idea de eficiencia con fondos públicos, la misma está condicionada cada vez más por la idea de eficiencia en desmedro de un criterio garantizador del acceso a la educación para todos y todas. Los Estados en los últimos tiempos, exigen que los productos de sus universidades sean vendibles en el mercado para asignarles más o menos recursos, es decir, actúan con lógica privatista-empresarial. Este brevísimo ensayo sobre un aspecto tan clave para la Educación Superior, no pretende la asepsia estéril de la naturalidad axiológica, al contrario, el mismo asume una posición clara a favor de una Educación Superior como bien público, derecho humano básico, tal cual lo definió la UNESCO en la última Conferencia Mundial de Educación Superior, por lo que su financiación pública debe abordarse desde una perspectiva de derecho, no desde una visión puramente economicista. Esto implica de ninguna manera despreciar fuentes alternativas de financiamiento que puedan obtenerse en el sector privado, es más, es saludable que esto ocurra para que la Educación Superior interactúe con ese actor principalísimo del sistema capitalista, pero sin abdicar de su compromiso con las necesidades sociales.
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La financiación de la educación siempre está politizada, ya que es inevitable que responda a una teleología de alcance general, a un proyecto de sociedad cuyos perfiles deben ser definidos en base a valores y significaciones sedimentadas en las conciencias de los líderes y de la colectividad nacional. Gregorio Weinberg señala a este respecto: “la politización es ineludible, ya que ella significa un compromiso para encontrar alternativas tanto para el país como para el profesional”⁵. Desde una perspectiva de derecho, toda financiación del ejercicio de este derecho a la educación abarcando a todos los sectores sociales, facilitando el acceso a este nivel, impulsando investigaciones científicas y programas de innovación tecnológica que sean mensurables no solamente con parámetros de mercado, sino también en base a indicadores sociales. La adopción de una visión meramente financiarista, significará desmontar toda una cultura académica democrática y autónoma, abriendo paso a una mercantilista basada en la eficiencia lucrativa, indiferente a cualquier compromiso social, porque considera que la “sociedad” es una entelequia, una ilusión, donde solamente existen los individuos aliados que vinculan entre sí buscando satisfacer sus intereses egoístas. Von
⁵ Gregorio Weinberg, “De la Ilustración a la Reforma Universitaria”, p 293, Santillana, Bs. A. 2001.
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Mises, sumo sacerdote de esta corriente de pensamiento expresa: “La sociedad en sí no existe, a no ser a través de la acción de los individuos. Es una ilusión imaginaria fuera del ámbito de las acciones individuales. Hablar de una existencia autónoma e independiente de la sociedad, de su vida, su alma, sus acciones, es una metáfora que puede fácilmente conducir a graves errores” (Mises, 1995: 143)⁶. Esta cosmovisión subyace casi a todas las propuestas de financiación de la Educación Superior basadas en ventas de servicios al sector privado, arancelamiento, alianza universidad-empresa, atribución de presupuesto basada en resultados, etc., es decir, los propios Estados, la han adoptado, por lo que, legítimamente se puede afirmar que los fondos públicos destinados a la educación superior, responden a una lógica mercadocéntrica, financiarista. Ninguna de las alternativas de financiación de la Educación Superior son disvaliosas en sí, como métodos de acceso a mejores fuentes de financiación si son razonables y, se podría decir, indispensables; lo que debe analizarse, por lo tanto, en adelante es el paradigma sociocultural que las sustenta. Como conclusión de este ensayo se postula que el Estado no debe renunciar a conducir las políticas de financiamiento de la Educación Superior y, en el caso del
⁶ La cita extraída de Pablo Gentili, Pedagogía de Igualdad. p 31, Siglo XXI Editores, Bs. As. 2012.
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Paraguay, las mismas deben enmarcarse en los principios y objetivos explícitamente adoptados por la UNESCO. Especial e ineludiblemente, el Estado paraguayo debe garantizar a través de sus disposiciones normativas de los programas de atribución de recursos y por todos los medios de que dispone, la consideración de la EDUCACIÓN Superior como un bien público, derecho humano básico e indispensable para el bienestar de todos sus habitantes. Toda financiación de la Educación Superior, sea de origen público o privado, aun cuando se proponga satisfacer legítimos intereses lucrativos, debe realizarse desde una perspectiva de derecho. El paradigma de los derechos humanos deberá sustentar a nuestra Educación Superior en todas sus dimensiones.
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