“LLAMADO AL BRONCE” Dr. Francisco Hernández Domínguez Mi voz es india, mi palabra seca, y no encierra pasión ni fanatismo, solo canta verdad y allí se obceca, no pronuncia el absurdo ni el abismo, y se sabe guijarro y se hace greca. ¡Oh Juárez! que los ámbitos escombre la arcilla de mi lengua mexicana, que el silábico canto se haga nombre, cuando encienda la angustia americana, el llamado imperioso de tu esencia, con mi grito de sangre y obsidiana. Fue un ejemplo de cumbre tu existencia desde la choza humilde, del arado del carrizo en monologa estridencia, al disfónico giro del estado, del abrazo de milpas de sierra, del balar impaciente del ganado a los ámbitos truncos de la tierra, donde el hombre, el germen de ambiciones que dialoga la paz con voz de guerra. En ti hablaron indemnes tradiciones de la raza de bronce no vencida, bajo el yugo de antiguas vejaciones. Tu sed de libertad enardecida, de un sopló te libro de la montaña, y supiste del pueblo, de su herida, de su triste verdad, de su alimaña, de la fuerza que sangra y que lo humilla que es más secreta cuanto más lo daña. La constancia- enraizada manecilla- a través del insulto fue el camino, fue la espiga horadando la semilla. Y llegaste indomable a tu destino, a la sombra de un lar que no era el tuyo pues tu aliento viril de peregrino, no anhelaba la paz, el manso arrullo, de enclaustrada oración por que eras fuerte, porque hablaba en tu ser doliente orgullo, de una raza que vio llegar la muerte, que sintiéndose esclava, escarnecida, en el tiempo venció su propia suerte.