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EMOCIONES DESTRUCTIVAS Daniel Goleman

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Tabla de contenido

Pagina del tulo

Tabla de contenido

Prólogo de Su Sandad el Decimocuarto Dalái Lama

Prólogo: Un desao para la humanidad

UNA COLABORACIÓN CIENTÍFICA

1. El Lama en el laboratorio

2. Un cienfico natural

DÍA UNO: ¿QUÉ SON LAS EMOCIONES DESTRUCTIVAS?

3. La perspecva occidental

4. Una psicología budista

5. La anatomía de las aflicciones mentales

DÍA DOS: SENTIMIENTOS EN LA VIDA COTIDIANA

6. La universalidad de la emoción

7. Culvar el equilibrio emocional

DÍA TRES: VENTANAS AL CEREBRO

8. La neurociencia de la emoción

9. Nuestro potencial de cambio

DÍA CUATRO: DOMINAR LAS HABILIDADES EMOCIONALES

10. La influencia de la cultura

11. Escolarización para el buen corazón

12. Fomentar la compasión

DÍA CINCO: RAZONES PARA EL OPTIMISMO

13. El estudio cienfico de la conciencia

14. El cerebro proteico

Epílogo: El viaje connúa

Notas

Acerca de los parcipantes

Acerca del Instuto Mente y Vida

Expresiones de gratud

Una nota sobre el autor

Por el mismo autor

También disponible de Daniel Goleman

Libros anteriores de la serie Mente y vida derechos de autor electrónicos

Título original

Parcipantes

(tulos y afiliaciones en el momento de la publicación)

Tenzin Gyatso, Su Sandad el Decimocuarto Dalái Lama

Richard J. Davidson, Ph.D., Profesor William James y Profesor Vilas de Psicología y Psiquiatría; director, Laboratorio de Neurociencia Afecva, Universidad de Wisconsin-Madison

Paul Ekman, Ph.D., profesor de psicología y director del Laboratorio de Interacción Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Francisco

Owen Flanagan, Ph.D., profesor James B. Duke y catedráco de Filosoa, miembro de neurociencia cogniva y profesor asociado de Psicología Experimental, Universidad de Duke

Daniel Goleman, Ph.D., autor; copresidente del Consorcio para la Invesgación sobre Inteligencia Emocional en la Escuela de Graduados en Psicología Aplicada y Profesional de la Universidad de Rutgers

Mark Greenberg, Ph.D., Cátedra Benne de Invesgación en Prevención; profesor de desarrollo humano y estudios de la familia; director, Centro de Invesgación sobre Prevención para la Promoción del Desarrollo Humano, Universidad Estatal de Pensilvania

Geshe Thupten Jinpa, Ph.D., presidente y editor jefe de la serie Classics of Tibet producida por el Instute of Tibetan Classics en Montreal, Canadá. el Venerable Ajahn Maha Somchai Kusalacio, monje budista y abad asistente, Monasterio Budista Chandaram; profesor y vicerrector de Asuntos Exteriores, Universidad Mahachulalongkornrajavidyalaya (MCU), Bangkok

Mahieu Ricard, Ph.D., autor; Monje budista en el monasterio de Shechen en Katmandú e intérprete de francés para Su Sandad el Dalái Lama

Jeanne L. Tsai, Ph.D., profesora asistente de psicología, Universidad de Minnesota, Minneapolis y St. Paul

Francisco J. Varela, Ph.D., Profesor de Ciencias Cognivas y Epistemología de la Fundación de Francia en la Ecole Polytechnique; director de invesgación, CNRS, París; jefe de la Unidad de Neurodinámica del Hospital Salpetrière de París

B. Alan Wallace,

profesor invitado, Departamento de Estudios Religiosos, Universidad de California, Santa Bárbara

EN MEMORIA

7 de sepembre de 1946 – 28 de mayo de 2001

Buenos días, mi querido amigo, te considero un hermano espiritual. Tenemos un fuerte senmiento de extrañarte aquí. Por eso quiero expresarte mis profundos senmientos, como hermano, por tus grandes contribuciones a la ciencia, especialmente a la neurología, a la ciencia de la mente, y también a nuestro trabajo en este diálogo entre la ciencia y el pensamiento budista. Nunca olvidaremos tus grandes contribuciones. Hasta mi muerte te recordaré.

—EL DALAI LAMA, 22 de mayo de 2001, a través de una conexión privada de Web TV desde Madison, Wisconsin, a Francisco Varela, mirando desde su cama en su casa en París, donde murió dieciséis días después.

Contenido

Prólogo de Su Sandad el Decimocuarto Dalái Lama

Prólogo: Un desao para la humanidad

UNA COLABORACIÓN CIENTÍFICA

1. El Lama en el laboratorio

2. Un cienfico natural

DÍA UNO: ¿QUÉ SON LAS EMOCIONES DESTRUCTIVAS?

3. La perspecva occidental

Presentadores: Alan Wallace y Owen Flanagan

4. Una psicología budista

Presentador: Mahieu Ricard

5. La anatomía de las aflicciones mentales

Presentadores: Alan Wallace y Thupten Jinpa

DÍA DOS: SENTIMIENTOS EN LA VIDA COTIDIANA

6. La universalidad de la emoción

Presentador: Paul Ekman

7. Culvar el equilibrio emocional

Presentador: El Venerable Kusalacio

DÍA TRES: VENTANAS AL CEREBRO

8. La neurociencia de la emoción

Presentador: Richard Davidson

9. Nuestro potencial de cambio

DÍA CUATRO: DOMINAR LAS HABILIDADES EMOCIONALES

10. La influencia de la cultura

Presentador: Jeanne Tsai

11. Escolarización para el buen corazón

Presentador: Mark Greenberg

12. Fomentar la compasión

DÍA CINCO: RAZONES PARA EL OPTIMISMO

13. El estudio cienfico de la conciencia

Presentador: Francisco Varela

14. El cerebro proteico

Presentador: Richard Davidson

Epílogo: El viaje connúa

Notas

Acerca de los parcipantes

Acerca del Instuto Mente y Vida

Expresiones de gratud

Una nota sobre el autor

Por el mismo autor

También disponible de Daniel Goleman

derechos de autor electrónicos

Prefacio

Gran parte del sufrimiento humano surge de emociones destrucvas, ya que el odio genera violencia o el anhelo alimenta la adicción. Una de nuestras responsabilidades más básicas como personas solidarias es aliviar los costos humanos de esas emociones fuera de control. En esa misión, siento que tanto el budismo como la ciencia enen mucho que aportar.

El budismo y la ciencia no son perspecvas contradictorias sobre el mundo, sino enfoques diferentes hacia el mismo fin: buscar la verdad. En la formación budista, es esencial invesgar la realidad, y la ciencia ofrece sus propias formas de realizar esta invesgación. Si bien los propósitos de la ciencia pueden diferir de los del budismo, ambas formas de buscar la verdad amplían nuestro conocimiento y comprensión.

El diálogo entre la ciencia y el budismo es una conversación bidireccional. Nosotros, los budistas, podemos hacer uso de los hallazgos de la ciencia para aclarar nuestra comprensión del mundo en el que vivimos. Pero los cienficos también pueden ulizar algunos conocimientos del budismo. Hay muchos campos en los que el budismo puede contribuir a la comprensión cienfica, y los diálogos Mente y Vida se han centrado en varios de ellos.

Por ejemplo, cuando se trata del funcionamiento de la mente, el budismo ene una ciencia interna de siglos de angüedad que ha sido de interés prácco para los invesgadores en ciencias cognivas y neurociencias y en el estudio de las emociones, ofreciendo contribuciones significavas a su comprensión. Después de nuestras discusiones, varios cienficos se fueron con nuevas ideas para la invesgación en sus campos.

Por otra parte, el budismo también puede aprender de la ciencia. A menudo he dicho que si la ciencia prueba hechos que entran en conflicto con la comprensión budista, el budismo debe cambiar en consecuencia. Siempre debemos adoptar una visión que esté de acuerdo con los hechos. Si tras una invesgación encontramos que hay razones y pruebas para un

punto, entonces debemos aceptarlo. Sin embargo, se debe hacer una disnción clara entre lo que la ciencia no encuentra y lo que la ciencia considera inexistente . Lo que la ciencia considera inexistente todos deberíamos aceptarlo como inexistente, pero lo que la ciencia simplemente no encuentra es un asunto completamente diferente. Un ejemplo es la conciencia misma. Aunque los seres sinentes, incluidos los humanos, han experimentado la conciencia durante siglos, todavía no sabemos qué es realmente la conciencia: su naturaleza completa y cómo funciona.

En la sociedad moderna, la ciencia se ha converdo en una fuerza primordial en el desarrollo humano y planetario. De esta manera, las innovaciones cienficas y tecnológicas han sido responsables de grandes avances materiales. Sin embargo, la ciencia no ene todas las respuestas, al igual que la religión en el pasado. Cuanto más persigamos la mejora material, ignorando la sasfacción que surge del crecimiento interior, más rápido desaparecerán los valores écos de nuestras comunidades. Entonces todos experimentaremos infelicidad a largo plazo, porque cuando no hay lugar para la juscia y la honesdad en el corazón de las personas, los débiles son los primeros en sufrir. Y los resenmientos resultantes de tal inequidad, en úlma instancia, afectan negavamente a todos.

Con el impacto cada vez mayor de la ciencia en nuestras vidas, la religión y la espiritualidad enen un papel más importante que desempeñar para recordarnos nuestra humanidad. Lo que debemos hacer es equilibrar el progreso cienfico y material con el sendo de responsabilidad que surge del desarrollo interior. Por eso creo que este diálogo entre religión y ciencia es importante, porque de él pueden surgir avances que pueden ser de gran beneficio para la humanidad.

Cuando se trata de los problemas humanos que presentan nuestras emociones destrucvas, el budismo ene mucho que decir a la ciencia. Un objevo central de la prácca budista es reducir el poder de las emociones destrucvas en nuestras vidas. Con ese objevo en mente, el budismo ofrece una amplia gama de conocimientos teóricos y métodos práccos. Si se puede demostrar mediante pruebas cienficas que cualquiera de estos métodos es beneficioso, entonces hay muchas razones para encontrar formas de ponerlos a disposición de todos, estén o no interesados en el budismo mismo.

Esta evaluación cienfica fue uno de los resultados de nuestro diálogo. Me alegra decir que el debate sobre Mente y Vida que se recoge en este libro fue más que un encuentro de mentes entre el budismo y la ciencia. Los cienficos fueron un paso más allá y comenzaron programas para probar varios métodos budistas que pueden ser beneficiosos para todos al tratar con emociones destrucvas.

Invito a los lectores de este libro a comparr nuestras exploraciones de las causas y curas de las emociones destrucvas, y a reflexionar sobre las muchas preguntas planteadas que enen una importancia apremiante para todos nosotros. Espero que este encuentro entre la ciencia y el budismo le resulte tan esmulante como a mí.

28 de agosto de 2002

Prólogo: Un desao para la humanidad

Hay un arco conmovedor entre marzo de 2000, cuando ocurrieron los acontecimientos aquí narrados, y la finalización de este libro en el otoño de 2001. Cuando tuvieron lugar los diálogos centrales de este relato, el mundo, con cierto alivio, había dejado atrás los horrores del siglo XX, y muchos de nosotros miramos con esperanza el futuro humano. Luego vinieron las tragedias de sepembre de 2001, y una vez más nos enfrentamos a vívidos recordatorios de que la inhumanidad calculada y a gran escala todavía nos acompañaba.

Por horribles que fueran, esos actos bárbaros representan sólo un episodio más en el flujo constante de crueldad insensible de la historia, donde el odio esmula la acción letal. De todas las emociones destrucvas, esa hoslidad despiadada se destaca como la racha más preocupante de la psique humana. La mayoría de los días, ese po de barbarie se cierne detrás del escenario, acechando en algún lugar en el fondo de nuestra conciencia colecva, una presencia siniestra que espera que vuelva a ser el centro de atención. Pero el odio brutal inevitablemente ocupará el centro del escenario una y otra vez, hasta que, como ocurre con el resto de las emociones destrucvas, comprendamos sus raíces y encontremos formas de mantener a raya la crueldad.

Ese desao común para la humanidad se encuentra en el corazón de este libro, que documenta una colaboración entre el Dalai Lama y un grupo de cienficos para comprender y contrarrestar las emociones destrucvas. Nuestro mandato no era confrontar cómo los impulsos destrucvos de un individuo se traducen en acciones masivas, ni cómo las injuscias –o su percepción– generan ideologías que provocan odio. En lugar de ello, abordamos un nivel más fundamental, explorando cómo las emociones destrucvas corroen la mente y el corazón humanos y qué podríamos hacer para contrarrestar esta peligrosa racha en nuestra naturaleza colecva. Y, por supuesto, lo hicimos con el Dalai Lama, cuya vida misma es una lección objeva sobre cómo manejar la injuscia histórica.

La tradición budista ha señalado durante mucho empo que reconocer y transformar las emociones destrucvas está en el corazón de la prácca espiritual; de hecho, algunos sosenen que cualquier cosa que disminuya las emociones destrucvas es prácca espiritual. Desde la perspecva de la ciencia, estos mismos estados emocionales plantean un desao desconcertante: se trata de respuestas cerebrales que, en parte, han dado forma a la mente humana y presumiblemente desempeñaron un papel

crucial en la supervivencia humana. Pero ahora, en la vida moderna, plantean graves peligros para nuestro desno individual y colecvo.

Nuestra reunión exploró una serie de preguntas urgentes sobre esa perenne situación humana: nuestras emociones destrucvas. ¿Son una parte fundamental e inmutable del legado humano? ¿Qué hace que estos impulsos sean tan poderosos, que llevan a personas racionales a cometer actos de los que luego se arrepienten? ¿Cuál es el lugar de tales emociones en la evolución de nuestra especie? ¿Son esenciales para la supervivencia humana? ¿Qué puntos de influencia podría haber para aliviar su amenaza a nuestra felicidad y estabilidad personal? ¿Cuánta plascidad podría haber en el cerebro y cómo podríamos cambiar en una dirección más posiva los mismos sistemas neuronales que albergan impulsos destrucvos? Lo más importante es ¿cómo podemos superarlos?

Preguntas candentes

Las primeras semillas de la reunión que abordó estas cuesones candentes se plantaron cuando mi esposa y yo estábamos alojados en una casa de huéspedes en Dharamsala, India, donde otro invitado estaba editando lo que se converría en el libro del Dalai Lama Éca para el nuevo milenio. . El editor me pidió que comentara un primer borrador del libro, que establece la propuesta del Dalai Lama de una éca secular adecuada para la comunidad mundial (no sólo para aquellos que profesan una religión determinada) y su deseo de reunir todos los recursos, Orientales y occidentales, que podrían beneficiar a la humanidad en este esfuerzo.

Mientras leía el borrador, me sorprendió la relevancia de las nuevas invesgaciones sobre las emociones para la tesis del Dalai Lama. Unos días más tarde pude revisar algunos de estos hallazgos durante una breve reunión con él. Por ejemplo, los datos sobre cómo en los niños bien criados los primeros signos de la capacidad de empaa, tan crucial para la compasión, surgen temprano en la vida intrigaron al Dalai Lama. Le pregunté si en algún momento le gustaría recibir información más completa sobre las invesgaciones psicológicas más recientes sobre las emociones. Sí, respondió, pero especificó que lo quería sobre emociones negavas. Quería saber, por ejemplo, si la ciencia podía decirle cuál era la diferencia a nivel cerebral entre la ira y la rabia.

Al año siguiente tuvimos una conversación fugaz mientras el Dalai Lama esperaba para hablar en San Francisco; allí limitó su peción a centrarse específicamente en las emociones destrucvas . Y algunos meses después, durante una breve reunión cuando estaba a punto de dar una enseñanza religiosa en un monasterio budista en Nueva Jersey, le pregunté qué quería decir con "destrucvo". Aclaró que quería una perspecva cienfica sobre

lo que los budistas llaman los Tres Venenos: el odio, el anhelo y el engaño. Estuvimos de acuerdo en que aquí la visión occidental diferiría de la perspecva budista, pero esas diferencias serían en sí mismas informavas.

Luego llevé su solicitud a Adam Engle, presidente del Instuto Mente y Vida, para ver si el tema encajaba en la serie de reuniones que habían mantenido desde 1987, en las que el Dalai Lama se reunió con grupos selectos de expertos para explorar Perspecvas cienficas budistas y occidentales sobre un tema determinado, como la cosmología o la compasión. Yo mismo había coorganizado y moderado el tercer encuentro, sobre emociones y salud, y la serie parecía un foro ideal para este nuevo tema.

Después de obtener el visto bueno del consejo asesor cienfico del instuto, mi desao fue encontrar cienficos cuya variada experiencia y perspecvas pudieran arrojar luz sobre lo inquietante, angusoso y peligroso de la naturaleza humana. Necesitábamos no sólo el rango adecuado de experiencia en la mesa, sino también personas que también plantearan preguntas convincentes, se involucraran en la exploración de respuestas y estuvieran abiertas a examinar suposiciones ocultas que podrían estar limitando su propio pensamiento.

Ambas partes en este diálogo serían tanto aprendices como preceptores. El Dalai Lama, como siempre, estaría ansioso por escuchar los hallazgos cienficos más recientes. Pero los propios cienficos estarían expuestos a un paradigma alternavo sobre la mente: las ideas del pensamiento budista, que ha explorado el mundo interior durante milenios con un rigor extraordinario. Este conjunto de conocimientos posee un sistema exigente para sondear profundidades de la conciencia que la ciencia aún no ha considerado y desaa las suposiciones clave que guían la ciencia psicológica actual. En resumen, este encuentro no sería una mera actualización para el Dalai Lama, sino una invesgación acva y conjunta sobre cuesones profundas del espíritu humano, donde él (junto con otros eruditos budistas) también actuaría como interlocutor para la ciencia de maneras que podría ampliar el pensamiento de los propios cienficos.

Como es tradicional, comenzaríamos con un filósofo, para ampliar el marco de nuestra invesgación. Alan Wallace, entonces en la Universidad de California en Santa Bárbara, estudioso del budismo y traductor habitual del Dalai Lama en estas reuniones, fue mi copresidente de filosoa, mientras yo me concentraba en encontrar la combinación adecuada de cienficos.

Owen Flanagan, filósofo de la mente de la Universidad de Duke, iba a iniciar nuestra conversación presentando los puntos de vista occidentales sobre una cuesón fundamental: ¿qué emociones (aparte de las más obvias, como la ira y el odio) deben contarse entre las destrucvas?

Mahieu Ricard, un monje budista betano (que también ene un doctorado en biología), presentaría la perspecva budista sobre las emociones destrucvas. Nuestra definición de trabajo antes de la reunión era sencilla: las emociones destrucvas son aquellas que causan daño a nosotros mismos o a los demás. Pero a medida que avanzamos en la discusión, surgieron diferentes puntos de vista sobre qué emociones son, de hecho, dañinas, y cuándo y por qué. Los disntos estándares para “destrucvo” dependían de la perspecva, y la filosoa moral, el budismo y la psicología ofrecían su propio conjunto de respuestas.

Paul Ekman, psicólogo de la Universidad de California en San Francisco y experto mundial en la expresión facial del afecto, inició nuestra exploración cienfica de la dinámica básica de las emociones, una comprensión fundamental desde la cual sumergirnos en el enigma de la racha destrucva en la naturaleza humana. Aportó una perspecva darwiniana a nuestra conversación, sugiriendo que las emociones destrucvas permanecen en el repertorio del corazón humano como una compensación en la búsqueda evoluva de la supervivencia.

Para obtener más información sobre la neurociencia, recurrimos a Richard Davidson de la Universidad de Madison, uno de los fundadores del campo de la neurociencia afecva. Comparó hallazgos que idenficaron los circuitos cerebrales involucrados en una variedad de emociones destrucvas, desde el anhelo de un adicto hasta los miedos paralizantes de un fóbico y la crueldad fuera de control de un asesino en masa. Pero sus datos también apuntan a otra promesa: los sios del cerebro que inhiben los impulsos destrucvos, así como aquellos que reemplazan los senmientos perturbadores con ecuanimidad o alegría.

Aunque comparmos toda la gama de senmientos como parte de nuestra herencia humana común, las personas difieren en cómo expresan o valoran determinadas emociones. Una visión transcultural provino de Jeanne Tsai, entonces psicóloga de la Universidad de Minnesota (ahora en Stanford), cuya invesgación se centra en las diferencias en cómo las personas experimentan las emociones de una cultura a otra. Sus hallazgos nos recordaron la necesidad de reconocer las diferencias entre las personas incluso cuando buscábamos medios universales para superar la amenaza de las emociones destrucvas.

Además de analizar las dinámicas que subyacen a nuestras propensiones destrucvas, esperábamos buscar soluciones. Con ese fin, escuchamos a Mark Greenberg, psicólogo de la Universidad de Pensilvania y pionero en programas de aprendizaje social y emocional. Informó sobre los programas escolares para niños que los educan en los conceptos básicos de la alfabezación emocional, ayudándolos a dominar las emociones destrucvas en lugar de simplemente actuar según esos impulsos. Al final

resultó que, ese informe nos impulsaría a comenzar a diseñar un programa similar para adultos.

Nuestro úlmo día se centró en cómo las colaboraciones entre praccantes de meditación avanzada y neurocienficos podrían promover la comprensión cienfica del potencial posivo de la transformación emocional. Francisco Varela, cofundador del Instuto Mente y Vida y director de invesgación de un laboratorio nacional de neurociencia en París, informó sobre experimentos que diseccionan la acvidad neuronal subyacente a un momento de percepción; invesgación en la que planeaba colaborar con meditadores avanzados, para aprovechar su experiencia. como observadores de la mente. Y Richard Davidson defendió la neuroplascidad, la capacidad del cerebro para desarrollarse a lo largo de la vida, y presentó datos que sugerían que la prácca de la meditación podría producir una plascidad beneficiosa en los centros afecvos del cerebro, inhibiendo las emociones destrucvas y fomentando las posivas. Aunque el tema de las emociones destrucvas por su propia naturaleza puede generar pesimismo y tristeza, nuestro punto final fue opmista y se centró en los pasos posivos que podrían tomarse para contrarrestar estas fuerzas de la oscuridad, aunque solo fuera dentro de nuestras propias mentes. Si queremos superar el virus de las emociones destrucvas, debemos empezar por vacunarnos contra el caos interno de senmientos, como el pánico temeroso o la ira ciega, que obstaculizan la acción eficaz. Y en la búsqueda cienfica de ideas sobre el equilibrio interior y la paz frente al tumulto, algunas de las primeras respuestas brindan movos para el opmismo, al menos a largo plazo.

Cuando terminó nuestra semana, ninguno de nosotros estaba listo para parr. Las preguntas que surgieron, las posibilidades que surgieron, generaron un impulso que se prolongó en una reunión de seguimiento de dos días varios meses después en la Universidad de Wisconsin y en una conferencia posterior de dos días en la Universidad de Harvard, así como en varias proyectos cienficos en curso. La exploración intelectual de las emociones destrucvas había dado frutos en la búsqueda acva de nuevas respuestas... y de andotos.

Un rico subtexto

Similares entre el Dalai Lama y un pequeño grupo de cienficos y filósofos, esta reunión tuvo lugar durante cinco días completos en las dependencias del Dalai Lama en Dharamsala, India. Cada mañana se dedicaba a una presentación y las tardes a una amplia búsqueda de implicaciones. En gran parte debido a la calidez radiante y el ingenio fácil

del Dalai Lama, lo que podría haber sido un intercambio tenso rápidamente se suavizó hasta converrse en una atmósfera informal, una familiaridad con el nombre de pila más propicia para el pensamiento innovador y las ideas espontáneas.

La tarea que me asignaron al escribir este libro fue la narración fiel de una colaboración de amplio alcance entre la ciencia y el espíritu. El organizador de cada reunión ene el mandato de comparr las actas con un público más amplio mediante la elaboración de un libro; este es el sépmo de la serie Mente y Vida. (Los demás se enumeran frente a la página del tulo). Como único registro completo de los diálogos, los libros están desnados a capturar el sabor espontáneo y palabra por palabra de las conversaciones.

Para descubrir la riqueza de nuestra interacción, también pude entrevistar a los parcipantes (incluido el Dalai Lama) sobre sus propios senmientos y pensamientos no expresados en momentos clave. Esto proporcionó un rico subtexto al diálogo, aportando a la página impresa un sabor más fuerte de lo que era estar en la sala, en medio de los fuegos arficiales intelectuales, las preguntas inquisivas y los informes desde las fronteras de la ciencia.

Nuestra conversación fue un fesn intelectual, ofreciendo hallazgos que van desde los conocimientos precisos de los escáneres cerebrales hasta observaciones de niños en los paos de las escuelas, desde datos sobre la perspicacia emocional de una tribu remota en Nueva Guinea hasta reflexiones sobre estudios que revelan el temperamento tranquilo de los bebés en Porcelana. Tocamos una amplia gama de temas, desde consideraciones altamente teóricas de puntos filosóficos hasta la pragmáca de enseñar formas de gesonar mejor los impulsos destrucvos, desde los tecnicismos de los métodos neurocienficos para explorar la cognición hasta los detalles finos del culvo de la compasión.

Si bien no hubo respuestas fáciles, quizás las más emocionantes fueron las preguntas que surgieron: tanto el fuego cruzado de los desaos de una gran tradición de pensamiento a otra como los enigmas más amplios para nuestras vidas personales, así como para nuestro futuro como especie. Las preguntas fueron a menudo fundamentales y a veces brillantes, y con frecuencia sugirieron caminos que invitaban a una mayor exploración.

Por supuesto, muchos lectores pueden senrse más atraídos por algunas partes de nuestras discusiones que por otras, y algunos sin duda elegirán su camino. Pero este banquete intelectual se ofrece aquí en su totalidad.

A lo largo del diálogo, el Dalai Lama, ese faro de paz en empos diciles, tuvo un fuerte efecto en todos nosotros. Gracias a su silenciosa influencia, lo que comenzó como una invesgación puramente intelectual se conviró en una búsqueda personal comparda de andotos posivos para las

emociones destrucvas. Esa búsqueda ya ha dado algunos resultados tangibles.

Por un lado, terminamos esbozando una aplicación prácca de la visión del Dalai Lama para la humanidad descrita en Éca para el nuevo milenio , el mismo libro que había visto en Dharamsala y que fue la semilla de nuestro encuentro. Nos encontramos buscando métodos práccos que pudieran tomarse prestados del budismo o de Occidente, con el objevo de elaborar un plan de lección para vivir con plena atención y autoconciencia, con autocontrol y responsabilidad, con empaa y compasión. —en otras palabras, con las habilidades que permiten a las personas superar sus propias emociones destrucvas.

Otro fruto prácco del encuentro ha sido para la propia ciencia. El budismo ha estado explorando la mente y sus potenciales posivos durante milenios, con extraordinaria profundidad y rigor; La ciencia sólo ha abordado esta misma línea de invesgación hace relavamente poco empo. Ahora estas dos tradiciones se han unido en esa misión. De nuestra reunión surgió una serie de estudios experimentales en los que algunos de los instrumentos cienficos más nuevos y sules están midiendo métodos anguos para culvar estados emocionales posivos.

Nuestra historia comienza con esta intrigante colaboración entre una ciencia de la mente centenaria y la neurociencia de vanguardia.

Una colaboración cienfica

De izquierda a derecha: Paul Ekman, Thupten Jinpa, Jeanne Tsai, Mark Greenberg, Ven. Kusalacio, el Dalai Lama, Daniel Goleman, el fallecido Francisco Varela, Richard Davidson, Alan Wallace, Mahieu Ricard, Owen Flanagan

Madison, Wisconsin, 21 y 22 de mayo de 2001

El Lama en el laboratorio

Lama Öser sorprende a cualquiera que lo conoce como resplandeciente, no por su túnica granate y dorada de monje betano, sino por su radiante sonrisa. Öser, un converso al budismo nacido en Europa, se ha formado como monje betano en el Himalaya durante más de tres décadas, incluidos muchos años al lado de uno de los más grandes maestros espirituales del Tíbet.

Pero hoy Öser (cuyo nombre ha sido cambiado aquí para proteger su privacidad) está a punto de dar un paso revolucionario en la historia de los linajes espirituales de los que forma parte: se dedicará a la meditación mientras le escanean el cerebro mediante un sistema de estado de Disposivos de imágenes cerebrales de úlma generación. Sin duda, ha habido intentos esporádicos de estudiar la acvidad cerebral en meditadores, y décadas de pruebas con monjes y yoguis en laboratorios occidentales, algunas de las cuales revelaron habilidades notables para controlar la respiración, las ondas cerebrales o la temperatura corporal central. Pero este, el primer experimento con alguien del nivel de formación de Öser, ulizando medidas tan sofiscadas, llevará esa invesgación a un nivel completamente nuevo, más profundo que nunca al trazar los vínculos específicos entre estrategias mentales altamente disciplinadas y su impacto en la función cerebral. Y esta agenda de invesgación ene un enfoque pragmáco: evaluar la meditación como entrenamiento mental, una respuesta prácca al perenne enigma humano de cómo podemos manejar mejor nuestras emociones destrucvas.

Mientras que la ciencia moderna se ha centrado en formular compuestos químicos ingeniosos para ayudarnos a superar las emociones tóxicas, el budismo ofrece una ruta diferente, aunque mucho más laboriosa: métodos para entrenar la mente, principalmente a través de la prácca de la meditación. De hecho, el budismo explica explícitamente el entrenamiento al que se someó Öser como un andoto contra la vulnerabilidad de la mente a las emociones tóxicas. Si las emociones destrucvas marcan un extremo en las inclinaciones humanas, esta invesgación busca mapear su anpoda, la medida en que se puede entrenar al cerebro para habitar en un rango construcvo: sasfacción en lugar de anhelo, calma en lugar de agitación, compasión en lugar de odio.

Los medicamentos son la principal modalidad en Occidente para abordar las emociones perturbadoras y, para bien o para mal, no hay duda de que las píldoras que alteran el estado de ánimo han brindado consuelo a millones de personas. Pero una pregunta convincente que plantea la invesgación con Öser es si una persona, a través de sus propios esfuerzos, puede lograr cambios posivos duraderos en la función cerebral que sean incluso más trascendentales que los medicamentos en su impacto sobre las emociones. Y esa pregunta, a su vez, plantea otras: por ejemplo, si de hecho las personas pueden entrenar sus mentes para superar las emociones destrucvas, ¿podrían los aspectos práccos y no religiosos de tal entrenamiento ser parte de la educación de cada niño? ¿O podría ofrecerse esa formación en autocontrol emocional a adultos, fueran o no buscadores espirituales?

Estas mismas preguntas se habían planteado en el transcurso de un notable diálogo de cinco días celebrado el año anterior entre el Dalai Lama y un pequeño grupo de cienficos y un filósofo de la mente en sus aposentos privados de Dharamsala, India. La invesgación con Öser marcó la culminación de varias líneas de invesgación cienfica puestas en marcha durante el diálogo. Allí, el Dalai Lama había sido uno de los principales impulsores de esta invesgación; en un sendo real, fue un colaborador acvo al centrar la atención de la ciencia en las práccas de su propia tradición espiritual.

Pero los experimentos en Madison fueron simplemente una manifestación de esa profunda invesgación colecva sobre la naturaleza de las emociones, cómo se vuelven destrucvas y posibles andotos efecvos. Este libro ofrece mi relato de las conversaciones que inspiraron la invesgación de Madison, de las preguntas más importantes detrás de la invesgación y de las mayores implicaciones para todos nosotros de esta amplia exploración sobre cómo la humanidad podría contrarrestar la resistencia centrífuga de nuestras emociones destrucvas.

Ensayando lo trascendente

Fue por invitación de Richard Davidson, uno de los cienficos que parcipó en los diálogos de Dharamsala, que Öser había venido al Laboratorio EM Keck de Imagen Funcional del Cerebro y Comportamiento, en el campus de Madison de la Universidad de Wisconsin. El laboratorio fue fundado por Davidson, un pionero líder en el campo de la neurociencia afecva, que estudia la interacción del cerebro y las emociones. Davidson había querido que Öser, un tema parcularmente intrigante, se estudiara intensivamente con medidas cerebrales de úlma generación.

Öser ha pasado varios meses seguidos en un rero intensivo y solitario. En total, esos reros suman aproximadamente dos años y medio. Pero más allá de eso, durante varios años como asistente personal de un maestro betano, los recordatorios de praccar incluso en medio de sus ocupadas acvidades diarias fueron casi constantes. Ahora, aquí en el laboratorio, la pregunta era qué diferencia había hecho esa capacitación.

La colaboración comenzó antes de que Öser se acercara a la resonancia magnéca, con una reunión para diseñar el protocolo de invesgación. Mientras el equipo de invesgación de ocho personas informaba a Öser, todos en la sala eran muy conscientes de que estaban en una especie de carrera contra el empo. El propio Dalai Lama visitaría el laboratorio al día siguiente, y esperaban para entonces haber obtenido al menos algunos resultados preliminares para comparr con él.

Con la consulta de Öser, el equipo de invesgación acordó un protocolo en el que alternaría desde un estado mental codiano de reposo a través de una secuencia de varios estados meditavos específicos. Escuchar esa conversación habría sido revelador para cualquiera que piense en la meditación como un ejercicio mental único, vagamente definido, similar al Zen. Semejante suposición es similar a pensar que toda la cocina es la misma, ignorando la enorme variación en la cocina, las recetas y los ingredientes en todo el mundo de la alimentación. Del mismo modo, hay docenas y docenas de variedades disntas y muy detalladas de entrenamiento mental (agrupadas de manera muy vaga en inglés bajo el término “meditación”), cada una con sus propias instrucciones y efectos específicos sobre la experiencia y, como esperaba demostrar el equipo de invesgación, en acvidad cerebral.

Sin duda, existe una gran superposición entre los pos de meditación empleados en diferentes tradiciones espirituales: un monje trapense que recita la Oración del Corazón, "Kyrie eleison", ene mucho en común con una monja betana que canta "Om mani padme". tararear." Pero más allá de estos grandes puntos en común, existe una variedad muy amplia de práccas de meditación específicas, cada una de las cuales es única en las estrategias atencionales, cognivas y afecvas que emplea y, por ende, en sus resultados.

El budismo betano bien puede ofrecer el menú más amplio de métodos de meditación, y fue a parr de esta rica oferta que el equipo de Madison comenzó a elegir qué estudiar. Las sugerencias iniciales del equipo de invesgación fueron tres estados meditavos: visualización, concentración en un solo punto y generación de compasión. Los tres métodos implicaban estrategias mentales lo suficientemente disntas como para que el equipo estuviera bastante seguro de que revelarían diferentes configuraciones subyacentes de la acvidad cerebral. De hecho, Öser pudo dar descripciones precisas de cada uno.

Uno de los métodos elegidos, la concentración total en un solo objeto de atención, puede ser la más básica y universal de todas las práccas, que se encuentra de una forma u otra en cada tradición espiritual que emplea la meditación. Centrarse en un punto requiere dejar de lado los otros diez mil pensamientos y deseos que revolotean por la mente como distracciones; como dijo el filósofo danés Kierkegaard: “La pureza de corazón es querer una sola cosa”.

En el sistema betano (como en muchos otros), culvar la concentración es un método para principiantes, un requisito previo para avanzar hacia enfoques más complejos. En cierto sendo, la concentración es la forma más genérica de entrenamiento mental, con muchas aplicaciones no espirituales también. De hecho, para esta prueba, Öser simplemente eligió un lugar (resultó que un pequeño rayo encima de él en la resonancia magnéca) para enfocar su mirada y la mantuvo allí, devolviendo su atención cada vez que su mente se distraía.

Öser propuso tres enfoques más que, en su opinión, ampliarían úlmente la producción de datos: meditaciones sobre la devoción y la valena, y lo que llamó el "estado abierto". 1 Este úlmo se refiere a una vigilia libre de pensamientos donde la mente, como la describió Öser, “está abierta, vasta y consciente, sin acvidad mental intencional. La mente no está enfocada en nada, pero está totalmente presente; no de manera enfocada, simplemente muy abierta y sin distracciones. Los pensamientos pueden empezar a surgir débilmente, pero no se encadenan en pensamientos más largos: simplemente se desvanecen”.

Quizás igual de intrigante fue la explicación de Öser sobre la meditación sobre la valena, que implica “traer a la mente una certeza intrépida, una confianza profunda que nada puede perturbar: decidida y firme, sin vacilación, donde no eres reacio a nada. Entras en un estado en el que sientes, pase lo que pase, "no tengo nada que ganar ni nada que perder". Una ayuda para esta meditación, añadió, es recordar estas mismas cualidades en sus maestros. Un enfoque similar en sus maestros juega un papel clave en la meditación sobre la devoción, dijo, en la que ene en mente un profundo aprecio y gratud hacia sus maestros y, muy especialmente, las cualidades espirituales que encarnan.

Esa estrategia también opera en la meditación sobre la compasión, donde la bondad de sus maestros ofrece un modelo. Öser explicó que al generar amor y compasión, recordar el sufrimiento de los seres vivos y el hecho de que todos aspiran a alcanzar la felicidad y estar libres del sufrimiento es una parte vital del entrenamiento. Lo mismo ocurre con la idea de “dejar que solo haya compasión y amor en la mente para todos los seres: amigos y seres queridos, extraños y enemigos por igual. Es una compasión sin agenda, que no excluye a nadie. Generas esta cualidad de amar y dejas que empape la mente”.

Finalmente, la visualización implicó construir en el ojo mental una imagen completamente detallada de los intrincados detalles de una deidad budista betana. Como Öser describió el proceso: “Empiezas con los detalles y construyes la imagen completa de arriba a abajo. Lo ideal sería poder tener en mente una imagen clara y completa”. Como sabrán quienes estén familiarizados con los thangkas betanos (los tapices que representan a dichas deidades), estas imágenes son patrones muy complejos.

Öser asumió con confianza que cada una de estas seis práccas de meditación debería mostrar configuraciones cerebrales disntas. Para los cienficos, existen claras disnciones en la acvidad cogniva entre, por ejemplo, visualización y concentración. Pero las meditaciones sobre la compasión, la devoción y la valena no parecen tan diferentes en los procesos mentales involucrados, aunque difieren claramente en el contenido. Desde un punto de vista cienfico, si Öser pudiera demostrar firmas cerebrales nídas y consistentes para cualquiera de estos estados meditavos, sería una novedad.

Control de misión para el espacio interior

Las pruebas de Öser comenzaron con la resonancia magnéca funcional, el estándar de oro actual en la invesgación sobre el papel del cerebro en el comportamiento. Antes de la llegada de la resonancia magnéca funcional (o resonancia magnéca funcional), los invesgadores tenían dificultades para observar de manera detallada la secuencia de acvidad en las disntas partes del cerebro durante una acvidad mental determinada. La resonancia magnéca estándar, de amplio uso en hospitales, ofrece una instantánea gráficamente detallada de la estructura del cerebro. Pero la resonancia magnéca funcional ofrece todo eso en vídeo: un registro connuo de cómo las zonas del cerebro cambian dinámicamente su nivel de acvidad de un momento a otro. La resonancia magnéca convencional deja al descubierto las estructuras del cerebro, mientras que la resonancia magnéca funcional revela cómo interactúan esas estructuras mientras funcionan.

La resonancia magnéca funcional podría brindarle a Davidson un conjunto de imágenes nídas del cerebro de Öser, en cortes transversales de un milímetro, más delgados que una uña. Luego, estas imágenes podrían analizarse en cualquier dimensión para rastrear con precisión lo que sucede durante un acto mental, rastreando rutas de acvidad a través del cerebro.

Cuando Öser y el equipo entraron en las salas donde se realizarían los estudios de resonancia magnéca funcional, la escena parecía una sala de

control de una misión en el espacio interior. En una habitación, un enjambre de analistas de datos se cernía sobre sus computadoras, mientras que en la siguiente otra bandada de técnicos monitoreaba su conjunto de computadoras mientras guiaban a Öser a través del protocolo experimental.

La gente va a una resonancia magnéca forficada con tapones para los oídos para silenciar el incesante zumbido de los enormes imanes giratorios de la máquina, un molesto e implacable ruido industrial dit-dit-dit que recuerda a la banda sonora de pesadilla de la película de culto Eraserhead de David Lynch . El sonido por sí solo puede resultar inquietante, pero aún más perturbador puede ser la sensación de confinamiento. Las almohadillas de espuma ajustan tu cabeza firmemente en su lugar, una jaula la cubre y, a medida que tu cuerpo se desliza dentro de la máquina, te das cuenta de que tu cara está a pocos cenmetros de la parte superior de la ranura.

Si bien la mayoría de las personas se adaptan mientras están acostadas en la resonancia magnéca, algunas sienten claustrofobia y algunas pueden senr vérgo o mareos. Si bien algunos sujetos de invesgación se muestran un poco reacios a someterse a su hora de resonancia magnéca, el entusiasmo de Öser era claro; quería entrar directamente.

Un mini rero

Öser, tumbado pacíficamente en una camilla de hospital con la cabeza atrapada en las fauces de la resonancia magnéca funcional, parecía un lápiz humano insertado en un enorme sacapuntas cúbico de color beige. En lugar del monje solitario en una cueva en la cima de una montaña, es el monje en el escáner cerebral.

Usando auriculares en lugar de tapones para poder hablar con la sala de control, Öser parecía imperturbable mientras los técnicos lo guiaban a través de una larga serie de controles para asegurarse de que las imágenes de resonancia magnéca estuvieran en buen estado. Finalmente, cuando Davidson estaba a punto de comenzar el protocolo, preguntó: “Öser, ¿cómo estás?” “Muy bien”, le aseguró Öser a través de un pequeño micrófono dentro de la máquina.

"Tu cerebro se ve hermoso", dijo Davidson. "Comencemos con cinco repeciones del estado abierto". Luego se hizo cargo una voz computarizada para garanzar la sincronización precisa del protocolo. El mensaje "encendido" fue la señal para que Öser meditara, seguido de silencio durante sesenta segundos mientras Öser obedecía. Luego "neutral", otros sesenta segundos de silencio, y el ciclo comenzó una vez más con "encendido".

La misma runa guió a Öser a través de los otros cinco estados meditavos, con pausas entre ellos mientras los técnicos resolvían varios fallos. Finalmente, cuando se completó la ronda completa, Davidson preguntó si Öser sena la necesidad de reper algo, y llegó la respuesta: "Me gustaría reper el estado abierto, la compasión, la devoción y la concentración", los que sinó. fueron los más importantes para estudiar.

Entonces todo el proceso comenzó de nuevo. Cuando estaba a punto de comenzar la carrera por el estado abierto, Öser dijo que quería permanecer más empo en cada estado. Pudo evocar el estado pero quería más empo para profundizarlo. Sin embargo, una vez que las computadoras han sido programadas para el protocolo, la tecnología dirige el procedimiento; el momento ha sido fijado. Aún así, los técnicos se reunieron y rápidamente descubrieron cómo reprogramar en el acto para aumentar el período "encendido" en un 50 por ciento y acortar el período neutral en consecuencia. Las rondas comenzaron de nuevo.

Con todo el empo empleado en reprogramar y solucionar problemas técnicos, todo el recorrido duró más de tres horas. Los sujetos rara vez salen de la resonancia magnéca (especialmente después de haber estado allí durante tanto empo) con algo más que una expresión de cansancio y alivio. Pero Davidson quedó gratamente sorprendido al ver a Öser salir de su agotadora runa en la resonancia magnéca radiante y proclamar: "¡Es como un mini rero!".

Un muy, muy buen día

Sin tomar más que un breve descanso, Öser se dirigió hacia el pasillo para realizar la siguiente serie de pruebas, esta vez ulizando un electroencefalograma, la medida de las ondas cerebrales más conocida como EEG. La mayoría de los estudios de EEG ulizan sólo treinta y dos sensores en el cuero cabelludo para captar la acvidad eléctrica en el cerebro, y muchos ulizan sólo seis.

Pero el cerebro de Öser sería monitoreado dos veces, usando dos gorros EEG diferentes, el primero con 128 sensores, el siguiente con la asombrosa cifra de 256. El primer gorro capturaría datos valiosos mientras él nuevamente seguía los mismos ritmos en los estados meditavos. El segundo, con 256 sensores, se ulizaría de forma sinérgica con los datos de resonancia magnéca anteriores.

Sólo hay otros tres o cuatro laboratorios de neurociencia que ulizan 256 sensores EEG. Esas lecturas del cerebro, cuando se analizan mediante un soware analíco de úlma generación llamado localización de fuente, permiten una triangulación que señala la ubicación neuronal de donde proviene una señal. La localización de la fuente puede penetrar hasta sios

profundos del cerebro, algo que las medidas EEG ordinarias, que monitorean sólo la capa superior del cerebro, simplemente no pueden ofrecer.

Caminando por el pasillo hasta la sala de EEG, Öser se preparó valientemente para otra ronda del mismo protocolo. Pero esta vez, en lugar de yacer en las fauces de la resonancia magnéca, se sentó en una silla cómoda y llevaba un casco parecido a Medusa, algo así como un gorro de ducha del que sobresalían un espague de finos alambres. Las sesiones de EEG duraron otras dos horas.

Una vez realizadas las pruebas, alguien le preguntó a Öser si las condiciones de la resonancia magnéca habían alterado su capacidad para meditar. "El ruido era desagradable pero repevo", dijo Öser. “Pronto te olvidas de ello y no perturba demasiado la meditación. Creo que lo más importante es tu estado ese día”. Y, como revelarían más tarde los análisis de datos, el estado de Öser ese día (probablemente cualquier día) era muy, muy bueno.

Un senmiento por la ciencia

A la mañana siguiente, caía una lluvia brumosa cuando un elegante automóvil negro, escoltado por una caravana de policías de Madison y automóviles que transportaban un séquito de la Oficina de Seguridad Diplomáca del Departamento de Estado, se detuvo frente al Centro Waisman, donde se encuentra el laboratorio Keck. . Del coche negro salió el Dalai Lama, sonriendo mientras Davidson lo saludaba. Haría un recorrido por el laboratorio antes de trasladarse a un centro de reuniones del campus cercano para escuchar los resultados sobre Öser.

Davidson acompañó al Dalai Lama a una sala de reuniones y le dio una visión general del equipo del laboratorio y de la invesgación que allí se llevaba a cabo. Comentó que sus propias interacciones previas con el Dalai Lama habían centrado su atención cienfica en las emociones posivas; le sorprendió especialmente cuando el Dalai Lama dijo que el vínculo madrehijo es un origen de la compasión, así como su expresión natural. Ahora Davidson estaba iniciando un programa de invesgación sobre la compasión y se preguntaba si el Dalai Lama tenía algunas ideas sobre las mejores formas de fomentar la compasión. El Dalai Lama, siempre dispuesto a bromear, sugirió entre risas: “¡Mediante inyección!”.

Cuando el Dalai Lama comenzó su recorrido por el laboratorio, la primera parada fue la sala donde los estudiantes de posgrado manejaban un banco de computadoras, trabajando febrilmente con el mar de datos acumulados el día anterior por Öser. Davidson le mostró al Dalai Lama una de las pantallas, que mostraba un cerebro lleno de charcos en tecnicolor, cada

uno de los cuales indicaba un nivel diferente de acvidad en varias partes del cerebro de Öser.

Hay ciertas cuesones cienficas (por ejemplo, sobre la naturaleza de la conciencia) que han intrigado durante mucho empo al Dalai Lama, y a lo largo de los años ha invesgado si existen métodos capaces de resolverlas. Una de estas preguntas (el poder de la mente, o la conciencia misma, para impulsar el cerebro) surgió cuando Davidson le mostró la resonancia magnéca.

"Podemos idenficar con excelente precisión espacial fuentes específicas de acvación en el cerebro a medida que se desarrolla la acvidad mental", explicó Davidson. Añadió que el punto fuerte del EEG es la velocidad, al igual que el de la resonancia magnéca es la precisión espacial. Mientras que la resonancia magnéca funcional puede detectar cambios cerebrales en un milímetro, el EEG computarizado puede detectar cambios en el cerebro en una milésima de segundo.

Esto llevó al Dalai Lama a preguntar: “¿Puedes mostrar un pensamiento que preceda a la acción? ¿Puedes saber si un pensamiento aparece primero, antes de que se produzcan cambios en el cerebro?

En la discusión que siguió, a Davidson le sorprendió que el Dalai Lama tuviera lo que parece un sendo casi sobrenatural para los datos y los métodos de la ciencia, un talento que ha exhibido una y otra vez en sus conversaciones con cienficos. Como dijo Davidson: "He visto a Su Sandad penetrar en los datos cuando todos los demás, excepto los especialistas, se quedan atrás".

La talla digital

Desde el momento en que los datos de la resonancia magnéca funcional de Öser comenzaron a leerse en la computadora de la sala de control, los datos comenzaron a procesarse en múlples estaciones de trabajo que operaban en paralelo. El primer análisis de los datos separó matemácamente el cuero cabelludo de Öser de la imagen para centrarse en la acción en el cerebro mismo. Luego, otro programa conviró los contornos únicos del cerebro de Öser en un "espacio estándar", un cerebro míco uniforme que permite comparar el cerebro de una persona con el de otras.

Este proyecto se ejecutó con una fecha límite extrema, comprimiendo siete días de análisis de datos en medio día. Normalmente, el cronograma para tal procesamiento de datos lleva semanas, compiendo por el empo de computadora con los otros veinte o treinta proyectos de invesgación actualmente en proceso en el laboratorio de Davidson. Pero Davidson

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