Los Salmos Martin G. Klingbeil
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“J P ”: E S
Original English title of work: Psalms
Copyright © 2023 by Pacific Press® Publishing Association, Nampa, Idaho 83653, USA.
All rights reserved. Spanish language edition published with permission of the copyright owner
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Presidente Saúl Andrés Ortiz
Vicepresidente de Producción Daniel Medina
Vicepresidenta de Mercadeo y Ventas Ana L. Rodríguez
Vicepresidente de Finanzas Moise Javier Domínguez
Traducción y edición del texto: ACES
Dirección editorial: Jorge L. Rodríguez
Revisión final: Andrés Jiménez
Ilustración: Lars Justinen
Diseño de portada y diagramación: Ana Barrios
Conversión a libro electrónico: Daniel Medina Goff
Copyright © 2023 de la edición en español
Inter-American Division Publishing Association®
ISBN: 1-78665-744-2
Impresión y encuadernación: USAMEX, INC.
Impreso en México / Printed in Mexico
1ª edición: septiembre 2023
Procedencia de las imágenes: (Figura 1) The Fourth Expedition to Lachish 2013–2017 y istock
Está prohibida y penada, por las leyes internacionales de protección de la propiedad intelectual, la traducción y la reproducción o transmisión, total o parcial, de esta obra (texto, imágenes, diseño y diagramación); ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro medio, sin el permiso previo y por escrito de los editores.
En esta obra las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1995: RV95 © Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). También se ha usado la revisión de 1960: RV60 © SBU, la versión Dios Habla Hoy: DHH © SBU, la Traducción en Lenguaje Actual: TLA © SBU, la Reina-Valera Contemporánea: RVC © SBU, la Reina-Valera Actualizada: RVA15 © Mundo Hispano, la Nueva Versión Internacional: NVI © Bíblica, la Nueva Traducción Viviente: NTV © Tyndale House Foundation, la Biblia Jubileo 2000: JBS © Life Sentence Publishing, la Palabra de Dios para Todos: PDT © Centro Mundial de Traducción de la Biblia, La Biblia de las Américas: BA © The Lockman Foundation, la Reina-Valera Antigua: RVA © Public Domain, la Reina Valera Revisada: RV77 © HarperCollins Christian Publishing, la Nueva Biblia de las Américas: NBLA © The Lockman Foundation, la Nueva Versión Internacional Castilian: CST © Bíblica, La Palabra Hispanoamérica: LPH © Sociedad Bíblica de España, la Nueva Reina Valera 1990: NRV90 © Sociedad Bíblica Emanuel, la Versión Moderna: VM © American Bible Society. En todos los casos se ha unificado la ortografía y el uso de los nombres propios de acuerdo con la RV95 para una más fácil identificación.
En las citas bíblicas, salvo indicación en contra, todos los destacados (cursivas, negritas) siempre son del autor o el editor. Las citas de las obras de Elena G. de White se toman de las ediciones actualizadas caracterizadas por sus tapas color marrón, o, en su defecto, de las ediciones tradicionales de la Biblioteca del Hogar Cristiano de tapas color grana. Dada la diversidad actual de ediciones de muchos de los títulos, las citas se referencian no solo con la página, sino además con el capítulo, o la sección, o la página más el epígrafe en el caso de Consejos sobre alimentación.
Dedicatoria
A mi familia: Thandi, Jonathan, David y Matthias, a quienes amo profundamente.
Contenido
Prefacio
Capítulo 1: Cómo leer los Salmos
Capítulo 2: Enséñanos a orar
Capítulo 3: El Señor reina
Capítulo 4: El Señor oye y salva
Capítulo 5: Cómo cantar la canción del Señor en tierra extraña
Capítulo 6: Me levantaré
Capítulo 7: Tu amor es grande hasta los cielos
Capítulo 8: Sabiduría para vivir con rectitud
Capítulo 9: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Capítulo 10: Lecciones del pasado
Capítulo 11: El anhelo de Dios en Sion
Capítulo 12: Adoración sin fin
Capítulo 13: ¡Espera en el Señor!
Prefacio
“El Señor es mi Pastor, nada me faltará” (NVI). Estas conocidas palabras del Salmo 23:1 fueron escritas hace tres mil años por David, el pastor que se convirtió en rey. Se han repetido en tiempos buenos y malos, trascendiendo religiones, culturas e idiomas. Son un mensaje de provisión y protección divinas que habla de la realidad de las vidas humanas pasadas y presentes. Ofrecen una visión de la piedad personal de los antiguos creyentes, de su caminar con Dios, de sus alegrías y penas, de sus preguntas y dudas, e incluso de su angustia y dolor. Todo ello se integra en un formato de alabanza y oración que puede recitarse y repetirse una y otra vez, que se adapta a los contextos cambiantes de nuestras vidas y nos enseña acerca de Dios y de su plan para nosotros Pocos textos de la Escritura reúnen todo esto.
Quiero invitar al lector a recorrer conmigo el libro de los Salmos, a detenernos y profundizar el texto cuando sea necesario, alegrándose con los alegres, llorando con los tristes y, finalmente, uniéndose al coro universal que alaba a Dios al unísono (Salmo 150). A lo largo del camino, hay historias que ilustran cómo los salmos se conectan con nuestra vida cotidiana.
El libro de los Salmos fue escrito originalmente en hebreo, por lo que he dividido cada capítulo –tras una breve introducción– en cuatro secciones tituladas con términos hebreos, que reflejan el enfoque que estoy adoptando para el estudio de los Salmos.
Davar El término hebreo davar significa “palabra”; en este contexto, la Palabra de Dios. En la mayoría de los casos, esta sección es la más larga del capítulo porque quiero dar protagonismo al texto bíblico en su contexto, centrándome en un estudio en profundidad de salmos concretos que se relacionan con el tema principal del capítulo. “En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío. No temeré. ¿Qué me puede hacer el mortal?” (Sal. 56:4, NRV90).
Pesher. Palabra aramea que se encuentra a menudo en la sección aramea del libro de Daniel, pesher significa “interpretación”. En Daniel 5:26, se utiliza para describir la interpretación que el profeta de Dios dio al rey Belsasar de la escritura en la pared. Esta sección se enfoca en la interpretación teológica del tema de cada capítulo, tratando de considerar el panorama general Este término arameo está estrechamente
relacionado con el hebreo, y la palabra también aparece en el texto hebreo del Eclesiastés: “¿Quién como el sabio? ¿Quién conoce la interpretación (pesher) de las cosas?” (Ecl. 8:1, RVA15).
Edut. La palabra hebrea edut significa “testimonio”, y esta sección del capítulo ofrecerá formas de conectar los salmos con nuestra vida cotidiana. Todos tenemos una historia que contar y un testimonio que dar. “tus testimonios son mis delicias y mis consejeros” (Sal. 119:24).
Tehillim. La palabra hebrea tehillim significa “alabanzas”, y también es el nombre original del libro de Salmos La sección tehillim nos invita a terminar cada capítulo con una alabanza o una oración. Hay una variedad de himnos, paráfrasis contextualizadas de salmos, interpretaciones poéticas de salmos y un poco de poesía personal de mi parte. ¡Aleluya! Canten al Señor un canto nuevo; alábenlo en la comunidad de los fieles” (Sal. 149:1, DHH).
Al final de este libro, espero que puedas unirte a mí en una oración de alabanza y afirmación a Dios: “Sí, tú eres mi Pastor; tú eres todo lo que quiero”.
1. Cómo leer los Salmos
Los salmos son poesía, poesía hebrea. La mayoría de las traducciones de la Biblia presentan la poesía mediante líneas alternas de texto en verso, en contraste con el texto justificado de la prosa. Esta diferencia entre prosa y poesía es evidente cuando, por ejemplo, se compara el libro de los Salmos con el libro del Génesis. Sin embargo, las líneas poéticas también pueden aparecer en contextos narrativos, y el primer ejemplo de ello está en Génesis 2:23, cuando Adán reacciona ante la belleza de Eva, llamándola “mujer”. Puedo sentirme identificado con el impulso poético de Adán, ya que recuerdo haber escrito un poema para mi futura esposa cuando nos comprometimos, aunque no en hebreo, sino en alemán.
Sin embargo, la poesía hebrea funciona de forma diferente de la poesía occidental moderna. A menudo entendemos la poesía como una forma de expresar algo de manera sutil o más ornamentada, una expresión estética de lo que podría haberse dicho de una manera más simple y directa En cambio, la poesía hebrea se emplea cuando hay que comunicar ideas teológicamente significativas, incluyendo las palabras de Dios mismo (ver, por ejemplo, Génesis 3:14–16). Suele ser más breve y compacta que la prosa, y a menudo utiliza elementos sintácticos de líneas anteriores (por ejemplo, apelando a la elipsis verbal).
La poesía hebrea parece más útil para describir conceptos complejos Un ejemplo de ello es Jueces 4 y 5, que narra una historia primero en prosa (Jueces 4) y luego en poesía (Jueces 5). Se trata del valiente e
impactante asesinato de Sísara, comandante del ejército de Jabín, rey cananeo de Hazor, a manos de Jael, esposa de Heber el ceneo. La historia llega a su punto culminante cuando Sísara, huyendo tras la derrota del ejército cananeo a manos de Barac, intenta esconderse en la tienda de Jael, ya que su marido es aliado del rey de Hazor. Jael lo atiende solícitamente, generándole una falsa sensación de seguridad antes de asesinarlo:
Y le dijo a ella: “Por favor, dame un poco de agua, porque estoy sediento”. Así que ella destapó un odre de leche y le dio para que beba, luego lo cubrió
(Juec. 4:19; traducción del autor).
Porque agua pidió
Leche ella le dio
En un recipiente digno de nobles Ella le trajo leche cuajada
(Juec. 5:25; traducción del autor).
En el texto hebreo de Jueces 4:19, hay catorce palabras en prosa, pero solo hay ocho palabras en el texto poético correspondiente de Jueces 5:25.
La prosa describe una secuencia narrativa de acontecimientos a medida que Jael atiende a Sísara cuando entra en su tienda: pasa de un “poco de agua” a un “odre de leche” y, finalmente, a una manta cuando lo “cubrió”.
En contraste, la versión poética de la historia trabaja con contrastes paralelos y simultáneos, yuxtaponiendo “agua” y “leche” entre sí al principio de dos líneas consecutivas antes de los dos verbos “pedir” y “dar”. Sísara pide poco, pero Jael da mucho más de lo que Sísara espera.
La tercera y la cuarta línea amplían el contraste inicial caracterizando el cuenco como un recipiente especial diseñado para la nobleza y la leche como cuajada, muy probablemente un tipo de yogur nutritivo y cremoso apropiado para reyes. Además, el verbo hebreo qarab, que significa “traer”, se encuentra a menudo en contextos religiosos (ver Lev. 10:19). Esto implica que Jael le brindo a Sísara una atención de homenaje ritual reservado a dignatarios importantes, o incluso a Dios. La versión poética presenta el relato de una forma ligeramente diferente y más sutil. Utiliza menos palabras, pero proporciona más detalles significativos.
De la misma manera, los Salmos, como un libro compuesto exclusivamente en poesía, nos proporciona una imagen importante del funcionamiento interno de las mentes y las emociones de los salmistas cuando experimentaban a Dios en su vida cotidiana. Esta característica hace que los salmos sean accesibles y comprensibles, incluso milenios
después de su redacción.1
Davar – LECTURA DE LOS SALMOS
Familiarizarse con algunas de las principales características de la poesía hebrea puede ser útil para leer y comprender el libro de Salmos Aunque no siempre es posible conservar los intrincados matices del texto hebreo original (como la asonancia de mishpat y mishpaj en Isaías 5:7, que suena muy similar, a diferencia de sus traducciones al español: “justicia” y “derramamiento de sangre”), las versiones modernas son cada vez más sensibles a las características de la poesía hebrea e intentan preservarlas en sus traducciones
Los antiguos manuscritos del Antiguo Testamento diferenciaban entre prosa y poesía al dividir el texto en líneas poéticas (llamadas colon en singular y cola en plural) y añadiendo marcadores divisorios. Además de esta distinción visual (llamada colografía), la característica más fundamental de la poesía hebrea es el paralelismo entre versos consecutivos A diferencia de la poesía occidental moderna, que se caracteriza por la rima y la métrica,2 la poesía hebrea crea una correspondencia entre versos que se suceden. Esta correspondencia puede producirse de varias formas distintas y fue definida por primera vez en 1753 por el obispo anglicano Robert Lowth, quien diferenció originalmente tres categorías de paralelismo en la poesía hebrea:3
1. Paralelismo sinonímico: sucede cuando el segundo verso vuelve a decir lo mismo que el primero, pero con palabras diferentes. Por ejemplo:
“Ustedes, naciones todas, ¡alaben al Señor!
Y ustedes, pueblos todos, ¡alaben al Señor!” (Sal. 117:1, RVC).
2. Paralelismo antitético. Se caracteriza porque la segunda línea expresa una idea opuesta o contraria a la primera. Por ejemplo:
“El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es la tristeza de su madre” (Prov. 10:1).
3. Paralelismo sintético. Ocurre cuando el segundo verso completa, complementa o expande la primera línea. Por ejemplo:
“Me llevó a la sala de banquetes y tendió sobre mí la bandera de su amor” (Cant. 2:4).
El recurso literario del paralelismo no debería ser tomado como un caso de redundancia o mera repetición, ya que las líneas paralelas a menudo mejoran, modifican o intensifican la idea transmitida en el primer verso. El “padre” que se “alegra” en Proverbios 10:1 se contrasta con la “tristeza” de la “madre”, lo que claramente intensifica el impacto
emocional negativo que un hijo sabio versus un hijo necio tiene sobre sus padres.
Más allá de las categorías iniciales desarrolladas por Lowth, los estudiosos de la poesía hebrea se han dado cuenta de que la correspondencia también podía darse en otros niveles que pueden encontrarse en líneas consecutivas.
Pares de palabras. Estos son términos que a menudo se utilizan juntos y se suceden en versos consecutivos. Por ejemplo:
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal 73:25)
El par de palabras cielo y tierra en Salmos 73:25 es usado a lo largo del Antiguo Testamento no para referirse a dos dominios diferentes, sino que constituye una descripción de la totalidad del mundo creado o del cosmos (cf. Gén. 1:1). Por lo tanto, el salmista expresa su anhelo por Dios, sin importar donde se encuentre en la historia y en el mundo.
Paralelismo gramatical. Consiste en una correspondencia o contraste gramatical entre dos líneas.
“Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el seol, ¿quién te alabará?” (Sal. 6:5).
La declaración de la primera línea es complementada con una pregunta retórica en el segundo verso, subrayando nuestra necesidad de relacionarnos con Dios mientras estemos vivos.
Paralelismo semántico. Se trata de la asociación de palabras que pertenecen a la misma categoría de significado.
El poder de sus obras manifestó a su pueblo, al darle la heredad de las naciones (Sal. 111:6).
Las frases “su pueblo” y “las naciones” pertenecen a una misma categoría de significado: el dominio semántico de grupos y clases de personas. Al mismo tiempo, hay una progresión que va del “pueblo de Dios” a “las naciones”, a medida que las bendiciones de Israel se extienden al resto de los pueblos.
Paralelismo fonético. Presenta palabras o sílabas que suenan de manera similar. Por ejemplo:
“El Señor, el Señor Todopoderoso envía un día de tumulto, tropiezo y terror” (Isa. 22:5; traducción del autor).
Este recurso es el más difícil de replicar en las traducciones al español. Un ejemplo se encuentra en las aliteraciones y duplicaciones entre las palabras hebreas mejumah, mebusah, mebukah, al traducirlas como “tumulto”, “tropiezo” y “terror”.
Quiasmo. Este término surge de la letra griega Ji, que tiene la forma de una X. El quiasmo crea una estructura concéntrica con una correspondencia entre las líneas poéticas a medida que se mueven hacia el punto de encuentro Por ejemplo: A – B – B’ – A’ o A – B – C – B’ – A’
A “En los tiempos antiguos” (obras pasadas de Dios)
B “Tú con tu mano echaste las naciones” (victorias pasadas)
C “Ni su brazo los libró” (victoria no por fuerza humana)
D “Sino tu diestra” (victoria por intervención divina)
E “Tú, Dios, eres mi rey” (confianza en Dios como rey)
D’ “En tu nombre” (victoria por intervención divina)
C’ “Ni mi espada me salvará” (victoria no por fuerza humana)
B’ “Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos” (victorias pasadas)
A “¡Por siempre alabaremos tu nombre!” (alabar a Dios en el presente) (Sal. 44:1–8).
Es interesante observar que el nombre hebreo de Dios (Elohim) se encuentra al principio, en el centro y al final, comunicando el importante mensaje central del pasaje: que la confianza en Dios como nuestro Rey en el presente está arraigada en sus actos pasados y futuros.
Inclusio. Se refiere a la correspondencia entre las líneas que dan inicio y las que terminan un Salmo o un pasaje.
“Yo me alegré cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor’”.
“Por amor de la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bien” (Sal. 122:1, 9, BA). La “casa del Señor” –el Templo– crea un marco que encierra el salmo, estableciendo que el tema consiste en la paz de Jerusalén, la cual depende de la presencia de Dios en la ciudad.
Además del paralelismo de los versos poéticos, hay otros elementos poéticos que comunican eficazmente el mensaje de los salmistas.
Palabras clave. Consiste en palabras o combinaciones de palabras que están relacionadas entre sí en el hebreo original. En el Salmo 122, el término “paz” (en hebreo: shalom) aparece tres veces (vers. 6, 7 y 8), mientras que Jerusalén (Ierushalaim) también ocurre tres veces (vers. 2, 3, y 6). Ambas palabras están relacionadas en hebreo y enfatizan el mensaje de que la paz en Jerusalén, la “ciudad de la paz”, solo puede venir del Santuario.
Acrósticos. Es una estructura de los poemas que en la palabra inicial de cada línea o estrofa comienza con una letra del alfabeto hebreo (llamado alefato) de manera sucesiva, comenzando por la alef (la primera letra)
hasta la tav (la última). El salmo más largo, el Salmo 119, consta de 176 versículos, divididos en 22 estrofas con 8 líneas o versículos en cada estrofa. Los versos de cada estrofa comienzan con la misma letra del alfabeto hebreo, seguidos de la siguiente estrofa, cuyos 8 versos comienzan todos con la siguiente letra del alfabeto hebreo. Los poemas acrósticos eran más fáciles de memorizar y, además del Salmo 119, hay otros acrósticos en el Salterio (Sal. 9; 10; 25; 34; 37; 111; 112; 145).
Todos estos recursos literarios muestran la habilidad artística de los autores y trabajan mano a mano con la inspiración divina para transmitir el mensaje teológico de los Salmos
Pesher – LA DOXOLOGÍA REVELA LA TEOLOGÍA
El libro de los Salmos es un libro de alabanzas, y su título hebreo tehillim (“alabanzas”), transmite de qué trata el Salterio, es decir, de alabar a Dios. Parecería que lo que sabemos de Dios (teología) nos llevaría a alabarlo (doxología). Sin embargo, el subtítulo de esta sección invierte la dirección: al alabar a Dios, llegamos a conocerlo Más aún, nuestra alabanza nos despeja el camino para conocerlo mejor. A través de los salmos, Dios nos enseña que la doxología revela la teología.
El Dios que conocemos en Salmos es un Dios personal cuya presencia es experimentada vívidamente por el salmista (Sal. 23:4; 27:9; 42:1, 2). Es un Dios que participa activamente en la vida de sus hijos, desde la creación (Sal. 115:15, 16), pasando por el éxodo, la conquista de la Tierra Prometida y la época turbulenta de las monarquías unidas y divididas (Sal. 77; 78; 105; 106; 135; 136). La soberanía de Dios proporciona un modelo a seguir para la realeza israelita (Sal. 2; 20; 45; 72; 110), pues reina desde el Santuario, que en Salmos puede referirse tanto al Templo de Jerusalén como al Santuario celestial (Sal. 20:2, 6; 50:2; 99:1, 2; 135:21; 150:1). Dios, como Juez justo (Sal. 96:13; 97:2), reivindica a su pueblo (Sal. 35:27) y cuida de los marginados sociales (Sal. 146:5–10).
Su misericordia y perdón (Sal. 103:8) invitan a una respuesta de alabanza y adoración por parte de Israel, su pueblo elegido (Sal. 117).
Así, la alabanza mantiene unido el libro de Salmos y lo impregna, culminando cada una las cinco secciones en una doxología (Sal. 41:13; 72:18, 19; 89:52; 106:48; 150). Salmos presenta una sección teológica transversal del Antiguo Testamento con una perspectiva profética y mesiánica constante, que encuentra su contrapartida antitípica en la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el Cristo (ver Sal. 22).4
Edut – VIENDO LOS SALMOS
Una imagen vale más que mil palabras, y el libro de los Salmos está lleno de imágenes que nos ayudan a visualizar los salmos5 y, más concretamente, al Dios de los salmos. Las metáforas nos permiten comprender el carácter de Dios de un modo que la reflexión teológica rara vez consigue Abren una ventana a través de la cual podemos ver quién es Dios y cómo trata a la humanidad.
Tal vez Dios eligió revelarse a los salmistas por medio de la analogía para que nuestra mente humana finita tenga la oportunidad de captar lo infinito: “Una metáfora nos ayuda a comprender una realidad desconocida (Dios) por medio de una realidad más familiar (por ejemplo, el pastor), y es interesante cómo nuestro pensamiento teológico (nuestro pensamiento sobre Dios) se nutre en gran medida de estas metáforas”. 6
En el libro de Salmos aparecen más de quinientas metáforas sobre Dios (para más detalles, véase el capítulo 3), lo que demuestra la frecuencia con que los salmistas recurrían al lenguaje de las imágenes cuando hablaban a Dios y sobre Dios. El Pastor divino (Sal. 23:1–4) continúa proveyendo y guiándonos, incluso en los valles más oscuros El anfitrión real (vers. 5, 6) nos agasaja generosamente con una mesa de banquete, prefigurando otro banquete con un Anfitrión Divino cuando la historia de la tierra llegue a su fin (Apoc. 19:6–9). Dios como Padre (Sal. 89:26) cuida de los huérfanos y las viudas (Sal. 68:5). Él es una Roca en la que puedo refugiarme (Sal. 18:2), una fortaleza poderosa donde estoy a salvo (Sal. 46:7). También es un guerrero invencible que lucha mis batallas (Sal. 68:7–27). Es mi Luz (Sal. 27:1) que ilumina mis momentos más oscuros. Una y otra vez encuentro el rostro de Dios que brilla sobre mí (Sal. 67:1), y su mano que me sostiene y me guía (Sal. 139:10).7 Cuando leo estas imágenes en los Salmos, casi puedo ver a Dios con mis propios ojos.
Tehillim – Un acróstico basado en el Salmo 117
Alaben al Señor
Las naciones todas
Aún los pueblos todos
Busquen alabarlo
Engrandeció su constante amor hacia nosotros
No se acaba nunca su fidelidad
¡Alaben al Señor!
2. Enséñanos a orar
Aparte del Padre Nuestro (Mat. 6:9–13), el Salmo 23 es una de las oraciones más recitadas en la historia del cristianismo. Ha influido en las liturgias de las iglesias y ha sido rezado por soldados en trincheras oscuras, y se ha evocado de recuerdos desvanecidos en las últimas horas de una larga vida.8 El Salmo 23, conocido como el Salmo del Pastor, está lleno de imágenes antiguas que aún pueden ser relevantes en la vida moderna.
Era un caluroso día de julio de 1998 en Tall al–Umayri, en una hermosa región de Jordania. Me había unido a una expedición arqueológica –la primera que realizaba– dirigida por el Proyecto Llanuras de Madaba y patrocinada por la Universidad Andrews y la Universidad La Sierra. Junto con un grupo de arqueólogos polacos, estaba excavando los alrededores de una tumba dolménica, que había sido descubierta durante la temporada de excavaciones de 1994. Estos “sepulcros son impresionantes estructuras en forma de casa construidas con grandes losas de piedra que se alzan sobre el lecho rocoso”.9 Suelen consistir en losas erguidas sobre las cuales se asienta una losa en sentido horizontal que marca la entrada a una cueva funeraria. En el hemisferio occidental, hay dólmenes en el famoso yacimiento de Stonehenge, en Inglaterra, que tienen al menos seis mil años de antigüedad. Del mismo modo, el sepulcro dolménico de Tall al–’Umayri está datado en la Edad de Bronce Temprana IB, en torno al 3100 a. C. En la antigüedad, e incluso en tiempos modernos, ha sido un
lugar donde los vivos enterraban y recordaban a sus muertos, donde se celebraban fiestas y donde se reunían las comunidades. Curiosamente, este sepulcro dolménico parece haber existido incluso antes de que la gente se asentara permanentemente en el lugar (cf Gén 23)
Pero volvamos al caluroso día de julio. Como la tumba estaba situada en la ladera inferior sureste del tell, 10 estaba despiadadamente expuesta al sol del verano, por lo que cualquier breve interrupción del arduo trabajo de excavación era bienvenida.
La interrupción llegó en forma de balidos de ovejas a poca distancia. Estaba trabajando enérgicamente en una interesante capa de tierra que parecía ser una superficie enlucida adyacente al dolmen, cuando oí a alguien gritar: “Yalla, Yalla” , que en árabe significa “vamos, deprisa”.
Levanté la vista, agradecido por la oportunidad de enderezar la espalda y descansar un poco del polvo, y allí estaba: ¡un pastor! Parecía sacado del Salmo 23 mientras conducía lentamente a su rebaño por un pequeño valle que separaba el tell de una colina cercana.
Me apresuré a tomar mi cámara fotográfica al ver cómo dirigía al rebaño solo con el tono de su voz, un cayado en las manos y un kufiyah (pañuelo árabe a cuadros) alrededor de la cabeza. Había observado a pastores con sus rebaños en otros países, arreando a sus animales delante de ellos con la ayuda de perros pastores, y siempre me había preguntado cómo lo habría hecho un pastor en los tiempos bíblicos. ¿Cómo conducía a su rebaño a pastos más verdes y aguas más dulces? ¿Y cómo los guiaba con solo el tono de su voz, a través de los valles de sombras de muerte (ver Juan 10:4, 5)? Mientras observaba cómo el pastor se perdía lentamente de vista, pensé una vez más en la amplitud y profundidad de la oración del Salmo 23. En solo seis breves versículos, incluye tiempos buenos y malos, fiestas y temores, provisiones y protecciones y, en última instancia, una profunda mirada a la abundante misericordia del Pastor divino.
Davar – EL SEÑOR ES MI PASTOR
El Salmo 23:1 consiste en cuatro breves palabras en hebreo que usualmente se traducen en ocho palabras en español, lo que demuestra una vez más que en la poesía hebrea se puede decir mucho con pocas palabras:11 “El Señor es mi Pastor; nada me faltará” (RVC). David, rey de Israel y pastor de ovejas en su juventud, deja en claro desde el principio que es el Señor, el Pastor divino, quien guía al rey. La autoridad suprema pertenece a Dios, y él es quien dirige nuestros caminos. Pero no desde una
distancia distante: para David, Jehová es “mi” pastor, señalando una relación muy íntima entre el rey israelita y su Pastor divino, que lo guía por los verdes pastos y también por los oscuros valles de la vida.
La segunda parte del Salmo 23:1 está dispuesta sintácticamente como una consecuencia de la primera: el Señor es mi Pastor, por lo tanto, “nada me faltará” (literalmente: “nada me falta”). La frase carece de objeto directo, lo que ilustra la idea de que Dios se ocupa de todas nuestras necesidades; aunque no necesariamente de todos nuestros deseos. En un mundo moderno de gratificación instantánea, es posible que la provisión divina no siempre se corresponda con lo que pensamos que necesitamos o el momento en que lo necesitamos, sino con lo que el Pastor considera necesario para sustentar nuestra vida con su abundancia.
El Salmo 23:2 y 3 explica lo que hace el Pastor para sustentar a sus ovejas. Hay tres expresiones que parecen aludir a las tareas diarias de un verdadero pastor en el antiguo Israel: el pastor conduce a su rebaño a “verdes praderas” (literalmente: “moradas de hierba”) para alimentar a su rebaño; busca “aguas tranquilas” (literalmente: “aguas de descanso”); y las conduce por senderos rectos (literalmente: “senderos de justicia”).
Con estas frases se crea en la mente una imagen de sobreabundancia y perfecto cuidado, que me hacen dar ganas de ser una oveja. Sin preocupaciones, sin afanes, solo hierba verde, agua clara y senderos rectos. Sin embargo, David elige cuidadosamente sus palabras para asegurarse de que nadie tenga la tentación de pensar solo en términos de bendiciones materiales. Utiliza palabras que tienen fuertes implicaciones teológicas en todo el Antiguo Testamento: hay “descanso” (“tranquilas aguas”), que en otros lugares se refiere al descanso que Dios prometió a su pueblo en el umbral de la Tierra Prometida (Deut. 12:9), o al descanso como paz mediante la protección de Dios contra la guerra (1 Rey. 8:56).
Podemos pensar, más allá del Antiguo Testamento, en el reposo que se promete en Hebreos 4 como el descanso supremo en relación con el descanso del sábado. La idea es clara: la humanidad descansa de sus actividades y Dios actúa. También podríamos llamar a esto justicia por la fe y no por las obras. A continuación, se menciona “justicia” (“senderos de justicia”), una palabra con un sentido teológico clave en todo el Antiguo Testamento. Es una expresión del carácter de Dios (Sal. 7:17) y el criterio utilizado para aplicar sus juicios (Sal. 35:24). Todo ello sirve para restaurar nuestras vidas. La palabra hebrea traducida como “restaurar” significa en realidad “hacer volver” o “traer de vuelta”. Otra forma de la misma palabra se utiliza en todo el Antiguo Testamento para
referirse específicamente al arrepentimiento (1 Rey. 8:33). Dios nos restaura y trae de regreso a la oveja descarriada al redil en sus brazos amorosos.
Esto nos muestra que el Salmo 23 es más que una canción sobre ovejas felices y que, después del versículo 3, en realidad ya no hay ovejas felices. El Salmo 23:4 sirve como punto de inflexión en el salmo, y cambia el tono temático de varias maneras.
En primer lugar, la felicidad y la abundancia se sustituyen por una oscuridad amenazante. En el texto hebreo se utiliza una expresión superlativa: “valle sombrío de la muerte” (NRV90) Aunque en el antiguo Israel las ovejas tenían que atravesar oscuros desfiladeros y cañones para volver a casa después de pastar, las palabras utilizadas parecen apuntar a una experiencia espiritual, y no a la vida cotidiana de las ovejas. Los valles oscuros y mortales de nuestras vidas son tan reales como los prados soleados y las aguas refrescantes. Aunque en la oscuridad impenetrable no sea posible ver al pastor, David nos asegura que sigue ahí, a nuestro lado. Otro cambio interesante que se produce en el versículo 4 es el paso de la tercera a la segunda persona. David habla ahora directamente con el Pastor divino, y la experiencia del valle de la muerte se convierte en una poderosa experiencia personal con su Dios. Al fin y al cabo, los valles de la muerte de nuestras vidas suelen ser precisamente los lugares que nos permiten vislumbrar y comprender más íntimamente el amor de Dios.
Por último, el versículo 4 introduce un tercer cambio importante: la imagen del pastor deja paso gradualmente a la imagen de Dios como un anfitrión. Lo hace mencionando la vara y el cayado como los medios por los que el salmista es consolado. La vara se refiere literalmente a un cetro corto, la insignia de un rey, mientras que el cayado es la herramienta de trabajo del pastor, con el que sostiene a las ovejas. El cetro (“vara”) sirve para dividir a las naciones (Sal. 2:9) o para castigar (Sal. 2:9; Isa. 10:5), y el cayado es un medio de apoyo (Zac. 8:4). Uno de los padres de la iglesia, Casiodoro (490–585), ofrece una perspectiva interesante sobre la vara y el cayado: “La ‘vara’ denota la justicia y la fuerza del Señor Salvador […] El ‘cayado’ indica el apoyo que nos provee”.12 De ese modo, la justicia (“vara”) y la misericordia (“cayado”) se encuentran en las manos de nuestro Pastor y Rey, que es el único que puede unirlas.
Pesher – NO SOLO MI PASTOR, SINO TAMBIÉN MI REY
Aunque nuestra mente moderna no suele asociar las figuras del rey y del pastor, en el Antiguo Israel si lo estaban: David había sido un pastor y
llegó a ser rey. Incluso otros reyes del Antiguo Cercano Oriente, como Hammurabi, el rey de la antigua Babilonia (reinó entre 1792 y 1750 a. C.), se referían a sí mismos como “el pastor de los oprimidos”.13 Los últimos tres versículos integran la metáfora de Dios como Pastor con la de Dios como Rey, y más concretamente, describen a Dios como un anfitrión real, llevando así el salmo a su final teológico.
Mientras que el pastor del Salmo 23:2 y 3 hizo tres cosas para cuidar a sus ovejas, el anfitrión real del versículo 5 hace tres cosas para que su invitado se sienta realmente bienvenido. En primer lugar, prepara una mesa, que es lo que debe hacer un rey (2 Sam 9:7–13); pero este banquete real se celebra justo frente a los enemigos del salmista. Es importante entender que las reglas de la hospitalidad del antiguo Cercano Oriente dictan que un invitado que reside bajo el techo de una persona no puede ser tocado por un enemigo. Está bajo la protección del anfitrión, que hará todo lo que esté en su poder para proteger a sus huéspedes. Esta costumbre se ve reflejada en la historia de Lot y los ángeles que lo visitaron en Sodoma (Gén. 19): ofrece desesperadamente a sus hijas a la turba para proteger a sus huéspedes. Pero en el Salmo 23, Dios es el anfitrión, y sus invitados pueden sentarse en perfecta paz incluso frente a sus enemigos. Al comer nos encontramos más bien indefensos, y la fascinante historia de Eliseo y los soldados sirios afectados por la ceguera demuestra cómo un banquete puede incluso convertir a los enemigos en amigos (2 Rey. 6:8–23).
La hospitalidad real continúa, y se derrama aceite sobre la cabeza del invitado, un ritual reservado solo a los invitados por el rey (Luc. 7:46). El olor aromático es relajante y posee propiedades curativas, lo que permite a los invitados de Dios sentirse tranquilos y apreciados en la casa del Señor. Luego hay una copa que rebosa y sacia toda posible sed (Juan 4:14). La hospitalidad del Antiguo Cercano Oriente, en contraste con las costumbres occidentales, dicta que una copa vacía necesita ser rellenada hasta que el invitado no la vacíe más.
El Salmo 23:6 nos da una pista sobre el contenido de la copa que nunca se acaba: bondad y misericordia. A medida que la imagen del pastor se mueve más allá de las necesidades materiales de las ovejas hacia nuestras necesidades espirituales, la imagen del huésped real también se desplaza. Se menciona la misericordia (en hebreo hesed, que significa “bondad, gracia, misericordia”),14 y mientras que la justicia era la palabra teológica clave en la imagen del pastor (“senderos de justicia”), ahora es la misericordia, que apunta a la dimensión teológica de Dios como un
anfitrión real. Como huéspedes en la casa de Dios, seremos “seguidos” (literalmente, “perseguidos”) por la misericordia y, en consecuencia, siempre querremos volver a la casa del Señor. A medida que las metáforas de Dios como Pastor y como Rey se combinan perfectamente, se vuelve evidente cuál es el poderoso mensaje de la oración de David en el Salmo 23: la justicia y la misericordia se unen en nuestro Pastor y Rey mientras nos guía, provee, consuela, protege y, en última instancia, redime.
Edut – MEDITA
Cada oración que recita el Salmo 23 invoca estas cualidades de Dios como Pastor y como Rey, aplicándolas a las muy diversas circunstancias de la vida que exigen oración. De hecho, en tiempos difíciles, los autores de la Biblia utilizaban a menudo las Escrituras para orar en momentos de urgencia. Por ejemplo, en la oración de Jonás desde el vientre del pez (Jonás 2) se alude al menos a catorce salmos diferentes, salmos que debió memorizar mucho antes de su viaje a Nínive (cf. 2 Sam. 22; Isa. 38; Hab. 3; Dan 2:20–23; etc ) 15
El Salmo 1 comienza con una descripción del justo y lo exalta como alguien que medita continuamente en la Torá (Sal. 1:2), refiriéndose a la totalidad de la instrucción de Dios a través de su Palabra. Mientras que nuestras ideas de “meditación” a menudo están influidas por las prácticas orientales de concentrarse en uno mismo y vaciar la mente, el verbo hebreo hagah, que significa “meditar, susurrar, hablar”, en cambio, se refiere a “una continua y suave ‘repetición’ de la Palabra de Dios”.16 Es decir, una recitación calmada pero audible de las Escrituras.
Sí, “orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo”,17 y nuestras oraciones no necesitan utilizar un lenguaje preestablecido o ceremonial para llegar al Trono del Todopoderoso. Pero al recitar las Escrituras en la oración, nos apropiamos y aplicamos sus mensajes inspirados a nuestra situación actual y exigimos las promesas divinas que encierran sus páginas sagradas.
Tehillim
– PARÁFRASIS DEL SALMO 23
¡Dios es mi pastor! no necesito de nada. Me has llevado a pradera exuberantes; encuentras estanques tranquilos para que yo beba. Eres fiel a tus palabras; me dejas recobrar el aliento;
me envías por la dirección correcta. Incluso cuando el camino atraviesa el Valle de la Muerte, no tendré miedo; porque tu caminas a mi lado.
Tu confiable cayado de pastor me hace sentir seguro.
Me sirves una cena gourmet; Justo en frente de mis enemigos. Levantas mi cabeza caída; Mi copa rebosa con bendiciones.
Tu belleza y amor me persiguen; Cada día de mi vida.
Regresaré a la casa de Dios; Por el resto de mi vida.18
3.
El Señor reina
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Las deidades del Antiguo Cercano Oriente tenían formas y tamaños muy diversos. Las imágenes idolátricas abundaban entre los vecinos politeístas del antiguo Israel, y en el Antiguo Testamento se presentan como una amenaza constante para su religión monoteísta (Éxo. 20:3; Deut. 6:4). El culto de Israel era anicónico, es decir, carecía completamente de imágenes de Dios, ya que estaba basado en el Mandamiento que prohíbe las imágenes esculpidas (Éxo. 20:4–6). A lo largo de la historia de Israel, se produjeron varios reavivamientos religiosos que pretendían reformar al pueblo mediante la destrucción de ídolos paganos (por ejemplo, 2 Rey. 18:4).19 Estas reformas fueron iniciadas por los profetas del Antiguo Testamento que lucharon contra la amenaza de la idolatría (Amós 5:26; Ose. 9:10; Isa. 46:1; Jer. 25:6; Eze. 8:14). Este peligro espiritual estuvo presente desde la conquista de Canaán, cuando Israel no pudo, o no quiso, eliminar las deidades paganas de la tierra (Jos. 23:7–16; 24:15; 2 Rey. 17:5–17).
La Biblia menciona una serie de dioses extranjeros que eran adorados en los tiempos bíblicos.20 Entre ellos se encuentra Asera, la diosa–madre cananea (1 Rey. 18:19), cuyo nombre también puede referirse a un objeto de culto parecido a un árbol (Deut. 16:21). Baal es probablemente el dios extranjero más frecuentemente mencionado en el Antiguo Testamento
(unas noventa veces) y se refiere al dios cananeo de la tormenta. También era conocido como Baal–Hadad y a menudo se lo representaba blandiendo una lanza de rayos con una mano y levantando un garrote por encima de su cabeza con la otra, que representaba al trueno (ver la figura 1). Se lo solía representar de pie sobre las montañas, la morada del panteón cananeo. Las referencias a Baal en el Antiguo Testamento suelen ser de carácter negativo y evidencian el problema del sincretismo.
FIGURA 1. LA ESTELA DE “BAALAU FOUDRE” [BAAL EN LA NUBE], EN EL MUSEO DEL LOUVRE, PARÍS.
Esta cuestión suscitó incluso una respuesta en poesía. El Salmo 29 parece estar inspirado en un himno cananeo a Baal, el dios de las tormentas, pero “sirve más bien como una polémica dirigida contra la mitología cananea, demostrando la supremacía monoteísta de YHWH sobre todos los dioses de Canaán”.21 Las siete referencias a la “voz del Señor” (Sal 29:3–9) demuestran la superioridad de Dios, ya que “hace que los montes Líbano y Sirión salten como becerros, como búfalos pequeños” (RVC). “Sirión”, en este versículo, es el nombre cananeo del monte Hermón, un claro ataque literario contra la religión cananea, que ve las montañas como la morada inamovible de los dioses, y especialmente de Baal.
Luego están Adramelec (2 Rey 17:31), Astarot (1 Rey 11:5), Bel (Jer 51:44), Quemos (1 Rey. 11:7), Dagón (1 Sam. 5:2), Merodac/Marduk (Jer. 50:2), Milcom (1 Rey. 11:5), Moloc (Lev. 20:2), Nebo (Isa. 46:1), Nergal (2 Rey. 17:30), Nisroc (Isa. 37:38), Tamuz (Eze. 8:14); la lista es interminable. El proceso de fabricación de estos dioses en forma de ídolos de madera se detalla en las Escrituras, señalando lo absurdo de que los humanos fabriquen sus propios dioses a partir de una parte del mismo trozo de madera que queman para calentarse (Isa. 44:9–20).
La fabricación de ídolos es el resultado de la tendencia humana de crearse dioses para sí mismos y a su propia imagen. Esto deja a la humanidad con dioses sin valor, que –al igual que sus adoradores– se enzarzan en batallas sangrientas entre sí, actúan caprichosamente cuando son molestados por los humanos y esperan ser apaciguados con sacrificios humanos.
Davar – CREADOR, REY Y JUEZ
Quizá deberíamos dejar que Dios se presente por sí mismo en vez de imaginarlo a nuestra imagen y semejanza. El libro de Salmos está lleno de metáforas con las que Dios se ha revelado para ayudarnos a comprenderlo. Estas representaciones responden a la necesidad humana de ver, ayudándonos a visualizar lo invisible por medio de la analogía. Los eruditos han observado que “todo, o casi todo, el lenguaje utilizado por la Biblia para referirse a Dios es metáfora”,22 señalando el hecho de que las imágenes a menudo comunican ideas mejor que las palabras.
Un estudio de las metáforas divinas en Salmos revela que existen más de quinientos casos de discurso metafórico sobre Dios, que pueden dividirse en diecisiete categorías principales:
Destacaremos tres metáforas de Dios que aparecen con frecuencia en Salmos. Son cruciales para comprender quién es Dios y cómo se relaciona con sus criaturas. Las metáforas de Dios como Creador, Rey y Juez se relacionan con el pasado, el presente y el futuro; con nuestros orígenes, nuestra relación actual con Dios y nuestro destino final.
La imagen de Dios como Creador (Gén. 1) no parece ser una metáfora, ya que esto es lo que Dios es desde el principio de la Escritura. Sin embargo, en Salmos, “la creación como tema recurrente generalmente sirve para subrayar muchos aspectos de la actividad divina, tales como la elección de Israel, el éxodo, el salvamento del peligro para el salmista, y la permanente providencia de Dios para su creación y la conservación de esta”.23 Por lo tanto, el poder creador de Dios va más allá del acontecimiento histórico de la creación y sigue aplicándose metafóricamente a acontecimientos importantes como el éxodo (Sal. 136; 78), la creación de Israel como pueblo (Sal. 95), e incluso a la formación de cada individuo en el vientre de su madre (Sal. 139).
Además de estos acontecimientos creativos metafóricos, también se describe a Dios como el sustentador de la creación. El Salmo 65 presenta una descripción particularmente rica de Dios como Creador al proveer lluvia y fertilidad sobre la tierra. Luego de una alabanza en el Santuario
(Sal. 65:1–4), que establece un interesante vínculo entre la creación, las provisiones de Dios y el Día de la Expiación (Lev. 16), sigue una descripción de Dios como Creador en general (Sal. 65:5–8), y sus provisiones para la tierra de Israel en particular (Sal 65:9–13) En última instancia, las disposiciones de Dios tienen por objeto la expiación, pues todo lo que él hace desde la creación hasta la recreación sirve al propósito de reconciliarnos con él.24
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Cuando pregunto a mis alumnos si Dios es Rey, las respuestas “sí” y “no” tienden a empatar. Aunque Dios es el Rey de Reyes (Apoc. 17:14), no es como los reyes humanos que conquistan otras naciones y explotan a sus súbditos. Ese no es el objetivo de la metáfora, que compara lo Infinito (Dios) con algo finito (rey). Aunque las posibilidades y limitaciones de la comparación (por ejemplo, aunque Dios es digno de ser servido, no exige nuestro servicio) crean nuevos significados, e incluso nuevas interpretaciones de la realeza humana. Los reyes israelitas debían modelar su reinado de acuerdo con el ejemplo ideal de Dios como Rey, y no según los reyes de las naciones circundantes. Cuando Israel le pide a Samuel que les dé un rey como los de todas las demás naciones (1 Sam. 8:5), Dios le ordena que les pinte un cuadro funesto de la realeza humana, con todas sus extorsiones y explotaciones (vers. 10–18). Moisés ya había previsto este momento y, bajo inspiración, había delimitado los derechos y los deberes de un rey (Deut. 17:14–20).
El Salmo 72 es una hermosa oración del rey David, ofrecida poco antes de su muerte, cuando había nombrado a Salomón, su hijo, como
corregente del reino (cf. 1 Rey. 1). Su oración proporciona un modelo ideal para el reinado de Salomón: “Él juzgará a tu pueblo con justicia” (Sal. 72:2); “hará justicia a los pobres” (vers. 4, NVI); proporcionará abundancia y estabilidad a la tierra (vers 5, 6); y, como consecuencia, en su reinado “florecerá el justo” (vers. 7, RVA15). Así, Dios extendería el dominio del rey (vers. 8–11) porque se ocupa de los “menesterosos” y los “afligidos” (vers. 4, 12). Los versículos 12 al 14 están dedicados al esfuerzo del rey por resolver las aflicciones de los pobres. Esto no solo extiende su territorio sino también su longevidad, de modo que sus súbditos lo bendigan porque él es una bendición para ellos (vers 15–17) La oración debe leerse considerando el trasfondo de los llamados salmos reales (Sal. 93; 96–99), que describen a Dios en su majestad como un rey digno de nuestro servicio y alabanza. Es nuestro Protector y Proveedor; nos eleva y nos sustenta en nuestra vida cotidiana. Él gobierna en nuestros corazones y se sienta en el trono de nuestras mentes: la vida bajo su gobierno es buena. La terrible alternativa es servir al “príncipe de este mundo” (Juan 12:31), que es el “dios de este siglo” (2 Cor. 4:4): Satanás. Dios como Juez es posiblemente una de las imágenes más incómodas de Dios, especialmente desde la perspectiva de una cosmovisión occidental moderna. ¿Cuántas veces nos lanzamos un “¡No me juzgues!” para evitar cualquier forma de crítica (a veces incluso justificada)? Por lo tanto, visualizar a Dios como Juez parece implicar una deidad severa que solo espera a que nos pasemos de la raya para imponernos un castigo justo pero severo. A la cultura popular no le gusta el Dios del Antiguo Testamento como Juez. 25 El salmista entendía al Juez Divino de otra manera, y el Salmo 7 permite entender mejor a Dios como Juez: el salmista describe a Dios como un “Juez justo” (vers. 11), que juzgará al salmista de acuerdo a su “integridad” (vers. 8). Esta no es impunidad, sino justicia basada en la “justicia” de Dios (vers. 9, 17). Él es el escudo del salmista (vers. 10), que vindica a las viudas (Sal. 68:5), a los oprimidos (Sal. 76:9) y a los pobres (Sal. 72:2).
Pesher – SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN
C. S. Lewis señala la diferencia entre la imagen que el salmista y el cristiano tienen de Dios como Juez: “Los antiguos judíos, como nosotros, pensaban en el juicio de Dios en términos de un tribunal de justicia terrenal. La diferencia estriba en que el cristiano se imagina el caso que ha de juzgarse como un caso penal con él mismo en el banquillo de los acusados, mientras que el judío se lo imagina como un caso civil siendo él
mismo el demandante. Uno espera la absolución o, más bien, el perdón; el otro, en cambio, espera un triunfo resonante con cuantiosas indemnizaciones”.26
Con demasiada frecuencia nos vemos a nosotros mismos como acusados, y olvidamos que tenemos un Abogado que intercede en nuestro favor y que el Juez es nuestro Padre celestial (Dan. 7:9, 10, 13, 14; Rom. 8:34). Estas son las buenas nuevas del juicio investigador y final: nuestra justicia se basa en la justicia de Cristo y nuestra seguridad de salvación se encuentra en sus méritos, no en los nuestros. Según una encuesta mundial entre los adventistas del séptimo día, el 70 por ciento indicó que no tiene seguridad de salvación.27 Tal vez necesitemos revisar nuestra imagen de Dios como Juez mientras anhelamos esta bendita seguridad.28
De hecho, las tres imágenes de Dios –Creador, Rey y Juez– contribuyen a esta seguridad de la salvación. Él nos ha creado con un plan, un plan de salvación, y continúa usando su poder para actuar maravillosamente en nuestra vida. Él es nuestro sustentador y protector, digno de alabanza y servicio. Él es nuestro Redentor, que pagó el precio que legalmente nosotros debíamos pagar a través de la sangre de su Hijo en la cruz. Él nos vindicará contra toda acusación.
Edut – NO TE HARÁS IMAGEN
A menudo reducimos el segundo Mandamiento (Éxo. 20:4-6) a la fabricación de ídolos. Sin embargo, va mucho más allá de lo físico, pues incluye las imágenes mentales de quién es Dios y cómo se supone que actúa. Podemos verlo como un padre enfadado, un rey exigente o un juez implacable. Podemos verlo como el abuelito anciano que todo lo perdona, que aprueba nuestras acciones más equivocadas, llegando incluso a santificar nuestras atrocidades más viles (pensemos en las Cruzadas, los pogromos y los holocaustos que se llevaron a cabo a lo largo de la historia “en nombre de Dios”). Así, en última instancia, lo creamos a nuestra propia imagen.
¿Cuál es tu imagen de Dios? Karl Barth (1886–1968), un teólogo reformado suizo que influyó enormemente en la teología protestante del siglo XX, abogó por regresar a la Biblia. La gran estima que la Reforma tenía por la Palabra de Dios contrastaba con la visión crítica imperante en su tiempo. Su teología fue descrita posteriormente como neoortodoxia.
Aunque no estoy necesariamente de acuerdo con todo lo que Barth enseñó, la historia de su vida es un testimonio inspirador del poder transformador de la Palabra de Dios. Él volvió a considerar las Escrituras
como la Palabra de Dios en una época en la que la Biblia había quedado resumida a una colección de antiguos documentos humanos. Dios había sido hecho a imagen y semejanza de la humanidad, sin poder alguno para intervenir sobrenaturalmente en la historia (como la división del Mar Rojo durante el éxodo, por ejemplo).
Poco después de terminar sus estudios de doctorado, Barth fue pastor de una pequeña iglesia de pueblo en el norte de Suiza, a la que acudían principalmente familias de clase trabajadora. Allí se dio cuenta de que el Dios del protestantismo liberal y crítico había quedado sintetizado a una deidad pasiva que no tenía nada significativo que decir a sus feligreses en sus afanes de la vida cotidiana. Durante ese tiempo, Barth escribió un comentario sobre la Epístola a los Romanos en el que acuñó una de sus frases distintivas, describiendo a Dios como el “totalmente otro”,29 lo que apunta a la completa alteridad de Dios. En otras palabras, mientras que la alta crítica había sometido a Dios a la humanidad, Barth quería reconducir a la gente a un Dios soberano, un Dios que no se ajusta a nuestras expectativas y conceptos formulados sobre él.
Los salmistas de hace tres mil años comprendieron esta verdad, y dejaron que Dios hablara por sí mismo a través de su revelación de imágenes, tan divergentes como la anterior lista de metáforas. Sin embargo, retratan a un Dios que es Señor de nuestro pasado, presente y futuro, digno de ser servido y de que confiemos en él, fiel en sus interminables misericordias.
Tehillim – HECHOS EN SU IMAGEN
Creados a su imagen.
Miro a mis tres hijos. Ellos se ven como yo, aunque afortunadamente no solo son parecidos a mí, sino también a su mamá.
Luego ellos se ven cada uno de ellos tal como son, convirtiéndose en sus propias personas. Necesito dejarlos ir para que encuentren su camino. No puedo hacerme una imagen de mis hijos,
pero puedo orar para que con cada día se conviertan a la imagen de Dios.
–Martin G Klingbeil
4. El Señor oye y salva
La Ciudad de David tiene una historia fascinante y continúa siendo un centro religioso para judíos, cristianos y musulmanes. Un recuerdo que los viajeros antiguos y modernos se llevan tras visitar Jerusalén son las constantes subidas y bajadas que hay en los caminos mientras se recorre la ciudad. Si se quiere visitar el monte del templo, hay que subir tramos de escaleras y pasajes estrechos. Si se quiere visitar el Monte de los Olivos, es necesario descender al Valle del Cedrón y luego iniciar la empinada subida hasta Getsemaní, y luego continuar más arriba para llegar a la cima del monte. Desde cualquier lugar de Israel, para llegar a
Jerusalén es necesario subir.
En tiempos bíblicos, durante las tres fiestas anuales –la Fiesta de los Panes Ázimos, la Fiesta de las Semanas y la Fiesta de los Tabernáculos (Deut. 16:16)–, peregrinos de todo Israel y de más allá hacían el largo viaje hasta Jerusalén para adorar en el templo Su viaje ascendente eventualmente los llevaba a pasar el estanque de Siloé y terminaba en la escalinata meridional que conducía a la muralla de la ciudad.
En los lados occidental y oriental de la enorme estructura escalonada (de unos 60 metros de longitud) había dos puertas, una en el lado occidental y otra en el lado oriental de la escalera. Servían de entrada y salida al monte del templo y facilitaban el paso de los peregrinos por el recinto. En la actualidad, ambas puertas, que llevan el nombre de la profetisa Hulda (2 Rey. 22:14; 2 Crón. 34:22), están bloqueadas,30 y las