El amor está sobrevalorado 1ª edition sarah rusell 2024 scribd download

Page 1


El

Visit to download the full and correct content document: https://ebookmass.com/product/el-amor-esta-sobrevalorado-1a-edition-sarah-rusell/

More products digital (pdf, epub, mobi) instant download maybe you interests ...

La redención de David 1ª Edition Sarah Rusell

https://ebookmass.com/product/la-redencion-de-david-1a-editionsarah-rusell/

El Duque reacio de Sarah Fiona Miers

https://ebookmass.com/product/el-duque-reacio-de-sarah-fionamiers/

Destination C1 & C2 : grammar & vocabulary with answer key 18 [printing]. Edition Malcolm Mann

https://ebookmass.com/product/destination-c1-c2-grammarvocabulary-with-answer-key-18-printing-edition-malcolm-mann/

Un amor inesperado para Sharon (Las viudas de Cherish Hill nº 1) (Spanish Edition) Elizabeth Urian

https://ebookmass.com/product/un-amor-inesperado-para-sharon-lasviudas-de-cherish-hill-no-1-spanish-edition-elizabeth-urian/

La Parole Est une Force, Captiver, Emouvoir, Convaincre

Trevor Currie

https://ebookmass.com/product/la-parole-est-une-force-captiveremouvoir-convaincre-trevor-currie/

Tyrant (The Villetti Chronicles Book 1) Sarah Bailey

https://ebookmass.com/product/tyrant-the-villetti-chroniclesbook-1-sarah-bailey/

Digital

Communications

Safwan El Assad

1: Fundamentals and Techniques

https://ebookmass.com/product/digitalcommunications-1-fundamentals-and-techniques-safwan-el-assad/

Nelson English: Year 1/Primary 2: Workbook 1 Wendy Wren

Sarah Lindsay

https://ebookmass.com/product/nelson-englishyear-1-primary-2-workbook-1-wendy-wren-sarah-lindsay/

Oxford grammar 360°. Student book without key | English for Italians Aa. Vv.

https://ebookmass.com/product/oxford-grammar-360-student-bookwithout-key-english-for-italians-aa-vv/

Primera edición.

El amor está sobrevalorado

©Sarah Rusell

©febrero, 2024

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

ÍNDICE

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Epílogo

Capítulo 1

Sábado por fin, y tras una semana de mucho trabajo, como que me apetecía quedarme en casa con el pijama puesto, y disfrutar de una de esas tardes de invierno de sofá, manta, una taza de café, y un poco de lectura.

El amor y la pasión por los libros me venía de mi madre, Mireia, quien siempre tenía uno entre manos.

La recordaba así, en el sillón sentada junto a la ventana del salón, con las piernas cubiertas con una manta mientras leía por las tardes o por las noches.

Nos dejó demasiado pronto, apenas tenía treinta y ocho años cuando un cáncer que no detectaron a tiempo se la llevó de nuestro lado. Yo no era más que una niña de diez años y desde ese momento fue mi padre, Miguel, quien me crio.

Licenciado en Historia, profesor de universidad, metro ochenta, cabello castaño, ese que yo tenía, y ojos verdes, un hombre atractivo y seductor nato, pues aún hoy en día, a sus cincuenta años, mi padre hacía que muchas

mujeres se ruborizaran al verle pasar, y a mí, cuando iba a su lado, me miraban con cara de envidia, suponiendo que era su amante, y no su hija.

Eso me hacía gracia, porque en realidad mi padre no aparentaba la edad que tenía, sino una década menos.

Ni una sola cana en su cabello que indicara que era todo un señor con medio siglo a sus espaldas.

Mi madre era una mujer preciosa, con una sonrisa de esas que iluminaba la estancia, y una risa de lo más contagiosa.

Medía metro sesenta, estatura que yo también había heredado de ella, tenía un cuerpo precioso con curvas donde debía tenerlas, y quiso la genética que una servidora las tuviera también. Era rubia con los ojos marrones, esos mismos que veía en mi rostro cada día.

Mis padres se conocieron cuando ella tenía dieciocho años y él veinte, eran apenas unos críos, pero entre ellos saltaban esas chispas de quien conecta de inmediato con otra persona. En aquel entonces mi madre, acababa de romper con el que fuera su primer novio, ese que la dejó por una chica un poco más descocada, como solía decir mi abuela paterna, Julia, la mujer a quien veía como una madre desde que perdí a la mía, y quien se había quedado viuda cuando mi padre, tenía dieciséis años tras un accidente en el que mi abuelo, Miguel, cayó de un andamio en la obra en la que trabajaba.

Mi madre era huérfana, su madre la abandonó en la puerta de una iglesia cuando apenas tenía dos semanas de vida. Nunca indagó en sus orígenes más allá de lo que le contaron las monjas del orfanato en el que estuvo, eso

que su madre les contaba en una nota que dejó entre las mantas de mi madre.

Era una niña de dieciséis años cuando se despidió de mi madre, con todo el dolor de su corazón, pues el padre las dejó tiradas y a ella la familia la repudió por sus pecados, y no tenía medios para cuidarla. Eran otros tiempos, así queríamos entenderlo todos.

Desde el momento en el que formalizaron su relación, mi abuela acogió a mi madre en casa como a una hija más, y mientras ambas cosían para una modista del barrio, y mi madre seguía estudiando secretariado, mi padre cursó su carrera universitaria.

Tenían veinte años ella y veintidós él cuando nací, y prácticamente fui como un milagro. La noche que se enteraron en las urgencias del hospital de que estaba en camino, mi madre fue porque sentía molestias y pensaron que podía ser apendicitis.

Pero no, resultó ser una preciosa bebé que nacería siete meses después, y como decía, un milagro, porque a mi madre, aquella noche le dijeron que por el útero que tenía no veían posible que hubiera podido quedarse embarazada, pero aquí estaba yo, como su única hija y mayor tesoro.

Mi madre me dejó su afición por el mundo de las letras como herencia y regalo, además de una gran colección de libros que, desde los quince años, comencé a leer y la acabé con veintitrés.

Le gustaban las historias donde primaba el amor, ese de verdad, el bonito y más puro, a pesar de las adversidades a las que tuvieran que enfrentarse los

protagonistas, y yo, como hija suya que era, vivía esas historias con la misma intensidad que sus autores las escribían.

Ahora tenía uno recién salido del horno, como solía decirse, al que estaba deseando hincar el diente. Se trataba de “Mi nombre es Ivonne” de Jenny Del, una de las autoras de un grupo de once escritores de romántica que me encantaban.

Amor, intriga, pasión y risas a raudales eran los ingredientes de todas esas historias que te hacían engancharte desde el mismo momento en el que empezabas a leer.

En cuanto a mí, Marta, a mis veintiocho años era fisioterapeuta y masajista a domicilio, aunque también iba alguna que otra mañana a la clínica del padre de un compañero de universidad donde me pagaban por cada sesión que tenía.

Me preparé un desayuno de esos que me activaban y llenaban de energía, a mí el café no podía faltarme, y una tostada de queso Philadelphia con mermelada tampoco, por no hablar del zumo de naranja y una manzana.

Si algo tenía mi padre, es que siempre le gustó comer sano y esos eran los desayunos que preparábamos en casa cada mañana, así que por muy independizada que estuviera, había cosas que nunca cambiaban.

Lo tomé sentada en la terraza que tenía acristalada en el piso, con esas vistas del Retiro de Madrid, que tan buenos recuerdos me traían de aquellas tardes de verano en las que mis padres y yo, paseábamos y nos sentábamos en una de las cafeterías a tomar una horchata bien fría.

En cuanto terminé de desayunar y recogí todo, me puse manos a la obra y di un buen repaso al piso, hasta que lo dejé como los chorros del oro, aunque yo limpio lo tenía siempre y coqueto, también, que no faltaba un detalle en color pastel en alguna de las estanterías.

El piso contaba con dos habitaciones, una de ellas la tenía como salita para las sesiones de fisioterapia y masajes que alguno de mis clientes de la zona pudiera necesitar al salir del trabajo, y yo los recibía sin problemas.

Lavé ropa, doblé y guardé la que había puesto a lavar el día anterior, y me dispuse a preparar la comida.

Se me antojó un pollo al limón que me salía riquísimo, y es que la abuela Julia me enseñó a cocinar y mi padre decía que los guisos me salían como a ella.

En lo que dejaba el pollo en el horno llamé a mi padre, pues se había ido la tarde anterior a Valencia, al entierro del padre de un buen amigo suyo con el que cursó la carrera y se trasladó allí cuando se casó con la amiga de una prima suya.

Buenos días, cariño contestó nada más descolgar.

Buenos días, papá. ¿Cómo fue el viaje?

Bien, me pasé por el tanatorio y me vine para el hotel. Ya le han dado sepultura, y pensaba quedarme aquí hasta mañana. Hacía tiempo que no

veía a Rodrigo, y aunque sea en estas condiciones, sé tan bien como él que le hará bien salir conmigo un rato.

Claro que sí, papá. Ten cuidado mañana a la vuelta, y ponme un mensaje cuando salgas, ¿vale?

Descuida, que lo haré. ¿Qué planes tienes tú para hoy?

Pues, quedarme en casa en pijama y con un buen libro.

¿No sales con Emma? preguntó refiriéndose a mi mejor amiga.

No la he llamado, la verdad, pero supongo que tendrás planes con Nando.

Bueno, pues si te quedas en casa, descansas, que el cuerpo te lo agradecerá.

Sí, porque todavía no he aprendido cómo darme un masaje yo sola reí.

Con lo que tú eres, cualquier día das con la manera rio a su vez . Te dejo, que vamos para la casa de Rodrigo y en un rato iremos a comer.

Vale papá, te quiero.

Y yo a ti, mi niña.

Después de hablar con mi padre eché un ojo al pollo y al ver que iba bien y tenía una pinta buenísima, le mandé un mensaje a Emma para ver cómo se

le presentaba el fin de semana.

Emma era mi mejor amiga desde la guardería, teníamos la misma edad y al ser las dos hijas únicas, nos teníamos como hermanas o incluso primas.

Ella era preciosa, rubia con unos impresionantes ojos azules, trabajaba como secretaria del director de una empresa de telecomunicaciones, y estaba casada con Nando, dos años mayor que ella, a quien conoció una tarde, hacía ya tres años, cuando fuimos buscando un coche nuevo para ella.

Resultó que Nando era hijo del dueño del concesionario, ese que ahora, a sus treinta años dirigía solo, y quedó prendado de ella, hasta el punto de que el día que fuimos a recoger el coche, la invitó a un café y ella aceptó.

Se casaron tras dos años de noviazgo y llevaban ya un año de feliz matrimonio.

No había visto pareja más compenetrada que ellos, de esas que, al verlas, bien podrían ser modelos de las imágenes que solían tener los marcos de fotos.

Emma no me contestó, pero supuse que estaría haciendo la compra, los sábados por la mañana era el momento en el que ella aprovechaba para hacer la compra semanal, pues de lunes a viernes estaba trabajando y no le apetecía nada más que irse a casa a tomarse una copita de vino mientras preparaba la cena.

El olor del pollo llenaba el piso, y mi estómago me estaba diciendo que más me valía comer, que eso, caliente, estaba mucho mejor.

Puse una serie a la que me había enganchado mientras comía y tras tomarme el café, me quedé dormida en el sofá tapadita con la manta.

Eran las siete y media cuando me desperté, y porque me pareció escuchar que me había llegado un mensaje al móvil.

Emma: Mis planes ahora mismo son comerme un bote de helado, llorar, y quemar mi vestido de novia.

Fruncí el ceño al leer aquello, y me incorporé sentándome en el sofá mientras llamaba a mi mejor amiga.

Hola saludó llorando.

¿Qué te pasa, Emma?

Me voy a divorciar, Marta, eso pasa.

Pero, ¿qué dices? ¿Cómo va a ser eso? Si solo lleváis un año casados.

Pues igual no teníamos ni que habernos casado, fíjate lo que te digo seguía llorando.

Nena, me estás preocupando. ¿Tú has bebido?

No, pero poco me falta.

Mira, voy para tu casa, porque no quiero que hagas ninguna tontería, ¿vale?

Vale.

Y me colgó, sin despedirse de mí, ni nada.

Eso no es que fuera raro, es que me parecía surrealista.

¿Cómo iban a divorciarse después de un año casados? No sabía qué podría haber pasado para que llorara de aquella manera, igual, igual, que cuando se le murió su pececito, Nemo, cuando teníamos doce años.

Me puse unos vaqueros, un jersey, las botas altas, me recogí el pelo en una coleta alta y cogí el abrigo y el bolso para ir a su casa.

En coche no tardaba más de quince minutos en llegar, y como los vigilantes de cada turno del garaje de su edificio ya me conocía, siempre me dejaban pasar y aparcar en una de la plazas destinadas para ellos.

Dejé el coche, fui al ascensor y pulsé el botón de la décima planta, la última, donde estaba el ático de mi mejor amiga.

Cuando me abrió la puerta, creí que me había confundido de puerta, pero no, debajo de aquel edredón estaba la carita de Emma, roja y con el rímel corrido por todas las lágrimas que debía haber derramado.

¿Se os ha estropeado la calefacción? pregunté entrando tras ella, al verla de aquella guisa.

No, está puesta, pero necesitaba mi propio momento Bridget Jones respondió.

Ay, por Dios dije al entrar en el salón y ver la mesa llena de bolsas vacías de patatas fritas, palomitas, regalices rojos, y un par de tarrinas de helado de nata con nueces y cheesecake.

Desde luego, estaba en la mítica escena depresiva de su película favorita.

Eso por no hablar de que tenía puesto el vídeo de su boda, donde unos más que enamorados Emma y Nando bailaban al ritmo de OBK.

“En mis sueños, sigues siendo la princesa de mi reino…”

¿Quieres? preguntó ofreciéndome la tarrina de helado de vainilla con chispas de chocolate que tanto le gustaba.

Emma, ¿qué hace ahí tu vestido de novia? pregunté al verlo en el otro sofá, y lo más preocupante es que había unas tijeras en la mesa.

Te lo he dicho, voy a quemarlo.

No bromees, anda sonreí.

No bromeo. Ya lo he hecho girones, ahora toca quemarlo. Quiero que lo que quede, en plan pergamino antiguo, guardarlo en un caja junto con el álbum de fotos de la boda, que también las voy a quemar, y dárselo a Nando como recuerdo dijo mientras cogía una nueva cucharada de helado.

A ver, cielo me senté a su lado y le bajé el edredón descubriendo su cabeza, quería poder verla. En mi vida había visto su preciosa melena rubia, como si fuera un nido de pájaro . ¿Se puede saber qué ha pasado?

Nando se casó conmigo, pero yo he sido la otra durante estos tres años.

¿Qué dices, Emma? En serio, ¿qué has bebido?

No he bebido nada, Marta dijo dejando el helado en la mesa . Nando estaba con otra desde mucho antes de conocerme, pero al parecer en esa época lo habían dejado, unos meses después volvieron a verse y retomaron la relación, a ella tampoco le habló de mí. Nos casamos, pero seguía con ella, y tienen un hijo de dos años rompió a llorar de nuevo.

Qué dices me había quedado en shock, esa era la palabra.

Mi relación con él ha sido toda una mentira. ¿Sus viajes algunos fines de semana por supuesto trabajo? comentó Mentira, se iba con ella.

Pero, ¿tú cómo te has enterado?

Porque lo he visto con ese niño en la calle, cuando fui a comprar. Me había dicho que se iba a Segovia, una mentira más. Se ha ido con ella y ha

tenido la mala suerte de que lo he visto. Ella apareció y se dieron un beso, y yo me quedé pensando si estaba soñando o ese hombre era el gemelo de mi marido, que ya por alucinar, mira lo que se me pasó por la cabeza. Lo llamé, me miró, y se le pusieron los ojos saltones como dos huevos. No hemos dado ningún numerito en la calle, de casualidad. Me ha dicho que me fuera a casa y que vendría a hablar conmigo. Y lo ha hecho, me lo ha contado, ha cogido una maleta con sus cosas y se ha ido. Me ha dicho que el lunes me envía los papeles del divorcio al trabajo.

¿Y la otra mujer que ha dicho?

Al parecer ha sabido de mi existencia recientemente, cuando él se lo confesó, y ella ni se inmutó, se ve que el que la haya engañado no le importa. Pero claro, como tiene un hijo con ella… Volvió a llorar.

Ay, Emma la abracé con todas mis fuerzas y dejé que llorara, jamás en mi vida me hubiera imaginado que Nando fuera a hacer aquello, qué engañados nos había tenido a todos . Cariño, no te vas a quedar en casa en esta espiral auto destructiva.

Me quiero morir, Marta lloraba.

Que te lo has creído. Mira, te vas a dar una ducha, nos vamos a poner un modelito de los tuyos, taconazo, maquillaje con labios rojo pasión, y vamos a ir a cenar fuera y a bailar, sobre todo, eso. ¿Sabes lo que se me está ocurriendo?

Miedo me das se secó las lágrimas de las mejillas.

Que nos vamos a ir al karaoke de Diana, verás qué bien lo pasamos.

Estoy yo para cantar resopló . Como no sea una de esas de llorar hasta el desgarro…

De eso nada, que van a ser todas de lo más movidas, ya verás. Así que vamos, a la ducha, jovencita, que ya recojo yo este desastre señalé la mesa.

Si viera esto mi madre volteó los ojos.

Te ponía a base de verduras una semana la reñí.

Y sí, su madre sería capaz, porque cuando Emma tenía dieciocho años y la dejó su novio del instituto, pasó por este mismo estado, atiborrarse de porquerías hasta acabar vomitando, por suerte yo la había encontrado antes de que eso pasara.

¿Y ahora? Ahora nos íbamos a bailar para olvidarnos de las penas.

Capítulo 2

Después de cenar en el restaurante chino que había al final de la calle donde vivía Emma, cogimos un taxi para ir hasta el karaoke de Diana, ese al que acudíamos al menos una vez al mes para dar un concierto como si de una de esas bandas musicales que recorrían los pueblos de España en las fiestas.

Mira, ahí hay una mesa dije al quitarnos los abrigos cuando entramos.

No tardamos en ver a Diana sirviendo una mesa, ella era la dueña, pero como decía siempre, no se le caían los anillos por coger una bandeja llena de copas y pasar de mesa en mesa.

Tenía a Christian en la barra, y para atender las mesas, a Soraya y Fran, aunque a veces algunos de los dos echaban una mano en la barra, ya que ella se encargaba también de las mesas.

Me fijé en cómo algunos hombres nos miraban al pasar ante ellos, y no era para menos.

Emma y yo teníamos la misma talla y número de calzado, así que esa noche decidí que las dos saldríamos dispuestas a quemar la ciudad, al menos a prender una pequeña hoguera.

Ella llevaba un vestido rojo entallado a la altura de las rodillas, de manga larga y espalda al aire.

Tenía un cuerpo de infarto y cualquier cosita que se pusiera le sentaba de maravilla.

Acompañaba aquel modelito con unos zapatos negros de Louis Vuitton, de doce centímetros de tacón fino y sus piernas se veían de lo más estilizadas.

Yo le había quitado un vestido negro, también entallado y a la altura de las rodillas, con cuello bastante ancho, pues iba de un hombro a otro y mi cuello quedaba descubierto. Me arreglé bien la coleta alta y mis tacones negros también eran de doce centímetros, solo esperaba que si bebíamos más de lo habitual no nos partiéramos la crisma al caminar.

Pero si han venido mis artistas favoritas dijo cuando se acercó a nuestra mesa.

Hoy es un día perfecto para estar aquí sonreí.

Cariño, siempre lo es elevó ambas cejas.

Sí, pero es que hoy tenía que sacarla de casa señalé a Emma.

Joder, Marta, ni que fuera tu mascota Emma volteó los ojos y se echó a reír.

¿Lo de siempre? preguntó Diana, y cuando iba a decir que sí, que nos trajera un par de San Franciscos sin alcohol, Emma se me adelantó.

No, yo quiero un gin tonic bien cargado.

Diana me miró con los ojos muy abiertos y me encogí de hombros.

Te lo dije, tenía que hacerla salir de casa. Se va a divorciar.

¿Qué? Pero si Nando y tú sois la pareja más afianzada que conozco.

No es oro todo lo que reluce, como suelen decir Emma se encogió de hombros . Tenía, bueno, mejor dicho, tiene una doble vida, pero yo he sido siempre la otra a pesar de estar casados.

Creo que me voy a tomar una copa con vosotras comentó Diana , en seguida vuelvo.

Se fue hacia la barra y nosotras contemplamos a la pareja que cantaba a dúo una canción de Alejandro Sanz, en sus miradas se notaba que estaban enamorados.

Diana regresó con la bandeja bien cargada. Una botella de tequila, tres chupitos, sal y limón troceado en un platito, además de una botella de ginebra, tres copas con hielo y limón y las tónicas.

Empecemos con esto dijo con una sonrisa.

Asegúrate de que no me falte bebida esta noche le pidió Emma.

Verás que acabo llevándote de vuelta a casa arrastrada por los pelos volteé los ojos.

Eso no, pero, que igual voy descalza, seguro.

Nos echamos a reír y cuando Diana se sentó con nosotras, Emma le contó lo que yo ya sabía sobre su inminente divorcio.

Al igual que me había pasado a mí, no salía de su asombro, y es que nadie podría imaginarse que el bueno de Nando fuera tan capullo, por no llamarle algo peor, aunque se lo mereciera.

Tras el primer chupito Diana sirvió los gin tonics, pero cayeron algunos chupitos más mientras lo tomábamos.

Uno a uno fueron subiendo al escenario a cantar y nosotras coreábamos muchas de esas canciones cuya letra además invitaba a bailar, algo que no dudaron en hacer muchos de los asistentes.

Y entre copa y copa mi mejor amiga se reía a carcajadas por alguna tontería que dijera Diana, o ante las actuaciones que los demás clientes iban regalando a un público que no dejaba de vitorearles.

Os toca, chicas dijo Diana con un leve gesto de cabeza hacia el escenario para que nosotras subiéramos.

A ver qué canto yo, si estoy más para llorar las penas como decía David Bisbal comentó Emma, poniéndose en pie.

Penas ni penes rio ella . Marta tiene claro lo que vas a cantar.

Por supuesto que sí contesté, pues lo habíamos hablado en una de las veces que Emma fue al cuarto de baño . Tú graba, que esta actuación va a ser histórica. Igual acabamos en Tú sí que vales, fíjate lo que te digo Emma.

O se pone a llover y tronar toda la noche, que mira que, cuando nos tomamos una copita, se nos va la voz. Y esta noche creo que me he bebido lo de todo un mes.

Todavía te queda, cariño le dijo Diana . Vamos, arriba que ya tengo el móvil preparado lo agitó en la mano y me eché a reír.

Caminamos hacia el escenario y cuando estábamos las dos arriba micrófono en mano, carraspeó para hablar ante nuestro público.

Buenas noches a todos y todas. ¿Cómo lo estáis pasando? pregunté.

Bien gritaron al unísono muchas de las mujeres.

Pues ahora va a ser mejor, que aquí mi amiga y yo le dedicamos este tema a un hombre que se lo ha ganado a pulso.

Marta, ¿qué haces? preguntó pensando que era apenas un susurro, pero tenía el micrófono en la mano y la escucharon.

Acordarme de Nandito, esa rata que no te merece. Y no, sé que no será ni el primero ni el último que jugará con los sentimientos de una mujer, engañándola sin tener el menor escrúpulo, pero es que me ha decepcionado mucho. Sé que todos os sabéis la canción, así que, os pido que en la parte más importante del estribillo, cantéis con nosotras a todo pulmón. ¿Estáis listos?

¡Sí! volvieron a gritar muchas chicas y algunos hombres también.

Pues que empiece el show sonreí y miré hacia Diana, al tiempo que señalaba la cámara del móvil . Nandito, rata asquerosa, va por ti hice un guiño y no tardó en empezar a sonar la melodía de aquella canción que a ese desgraciado le venía como anillo al dedo esa noche.

Marta me miró con los ojos abiertos, comenzó a sonreír y negar y se dispuso a seguirme en la que, sin duda, iba a ser una interpretación memorable a dúo de Miley Cirus.

We were good empecé.

We were gold continuó ella.

De lo más compenetradas, fuimos cantando una frase cada una de aquel principio de la canción hasta que llegamos al que sin duda era el momento

cumbre de ese gran tema que había marcado un antes y un después en muchas personas de todo el mundo.

Y tal como había pedido, ese público que ya teníamos entregado a nuestra actuación, puestos en pie dando palmas y cantando, nos acompañaron cantando a todo pulmón.

Started to cry but then remembered I… I can buy myself flowers… cantamos las dos señalando a la cámara.

Entre la canción y la coreografía que nos estábamos marcando, contoneando las caderas mientras la tela del vestido se iba subiendo un poco por nuestros muslos, aquella iba a ser sin duda la mejor de nuestras actuaciones en el karaoke.

Y no terminaría ahí, puesto que en cuanto Diana nos lo enviara a Emma y a mí, se lo iba a hacer llegar a Nando desde el móvil de su futura exmujer.

Lo estábamos dando todo en ese pequeño escenario, mirando a cámara como si el propio Nando estuviera allí, y cuando acabamos de cantar, como si las dos lo hubiéramos planeado así, hicimos una peineta mirando a cámara al tiempo que lanzábamos un beso al aire.

Mientras nosotras recobrábamos el aliento después de aquella puesta en escena, todos los que estaban allí y habían sido nuestro público esa noche, comenzaron a aplaudir y lanzar silbidos y vítores.

Al final os voy a contratar a las dos como artistas de la noche para los sábados dijo Diana, cuando llegamos a la mesa . Qué manera de poner

en pie a la gente, por favor. Sois unas jodidas divas.

Me siento como la propia Miley en un concierto rio Emma mientras se sentaba.

Y yo es así como quiero verte, Emma, con tu preciosa sonrisa contesté . Sé que duele, que tú a ese hombre lo has querido, y lo quieres, con todo tu corazón, pero te ha engañado de la peor manera y no merece ni una sola de tus lágrimas.

Ya lo sé, Marta inclinó la mirada hacia la mesa.

No vas a dejar de quererlo de la noche a la mañana, pero al menos poco a poco lo olvidarás y podrás volver a rehacer tu vida.

Me va a costar mucho que alguien más entre en mi vida, eso te lo digo desde ya.

Eso pensaba yo cuando me dejó mi ex comentó Diana mientras servía otra ronda de chupitos . Pero lo hice, dejé entrar de nuevo el amor, hasta que también se marchitó. Creo que tengo la misma mano para temas amorosos que para las plantas, que se me mustian todas volteó los ojos.

Pues estamos las tres para abrir un consultorio sentimental, entonces reí . Que a mí me dejó un ex por su mejor amigo.

Diana acabó escupiendo el sorbo de gin tonic que acababa de dar, me miró y me encogí de hombros.

Yo solo fui una especie de tapadera para su familia.

Pero vosotros… O sea, ya me entiendes, ¿teníais relaciones?

¿Sexuales? Sí, pero solo manuales, ya me entiendes…Veinte años tenía yo, y él diciendo que iba a respetarme sin mancillar mi honor.

Por favor, qué antiguo rio . ¿Cuántos años tenía el caballero de Camelot?

Veinticinco, pero es que yo no lo excitaba, que pensaba en el amigo.

Madre mía, pues sí que podríamos abrir un consultorio, pero que la gente viniera a contar sus penas también dijo Emma.

Che, menos penas la señaló Diana y más tequila.

Rellenó de nuevo los chupitos y tras tomarlos, nos envió el vídeo que había grabado. Le cogí el móvil a Emma y se lo mandé a Nando con una sola frase.

«Disfruta de tu nueva vida, rata asquerosa»

Pero, ¿cómo le pones eso, Marta? me preguntó Emma con los ojos muy abiertos.

Porque es lo que es me encogí de hombros.

A ver si me va a poner problemas con el divorcio.

Que se le ocurra, que verás la que le cae encima dije.

¿Tienes abogado, cariño? se interesó Diana.

Mi jefe tiene algunos amigos abogados, seguro que alguno puede recomendarme para que me lleve el divorcio, se lo comentaré el lunes.

Dile que necesitas al mejor, que hay que dejar a tu futuro ex en calzoncillos.

Yo con que me compre mi parte de la casa, me vale. Me buscaré un pisito para mí sola.

En eso puedo ayudarte sonrió Diana . Mi vecino tiene una inmobiliaria, te doy su número y habláis. Le diré que vas a llamarlo y que te haga buenas ofertas, que vas de mi parte le hizo un guiño y Emma sonrió.

Gracias, Diana.

Bueno, ¿estáis lo suficientemente borrachas, o queréis seguir bebiendo? nos preguntó.

Pues, como se suele decir, la última y nos vamos, que al final te dejamos sin tequila y sin ginebra reí.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
El amor está sobrevalorado 1ª edition sarah rusell 2024 scribd download by Education Libraries - Issuu