SUEÑOS SOFOCADOS Eringu Etonu (Oficina Regional de la IE para África)
Afare se despertó esa mañana sintiéndose muy alegre. Silbó mientras se bañaba en un baño que ahora llamaría suyo, porque no lo compartía con nadie. Toda su vida había compartido baños. En la casa donde creció, todos compartían un baño: su padre, su madre y sus cuatro hermanos y hermanas. Asistió a escuelas diurnas para primaria y secundaria, por lo que nunca había tenido la oportunidad de ver otro baño. En la escuela de formación docente los baños siempre estaban ocupados, especialmente temprano en la mañana y por las tardes. Mientras los estudiantes esperaban su turno para usarlos, se narraban cuentos, lo que hacía entretenida las espera. “De todos modos, todo eso se acabó”, recordó Afare, mientras sonreía por dentro. “Ahora como maestro calificado que se prepara para su primer día en la escuela como Mwalimu Afare, como todos los demás pronto me llamarán”. Momentos después, estaba vestido con la camisa blanca que había reservado para esa ocasión, en la que le mostraría al mundo que se había unido a la noble profesión, donde ni siquiera el escaso salario le impediría obtener la recompensa que le esperaba a cada maestro en el cielo. A las 8 en punto, estaba en la oficina del director. Llamó a la puerta y entró al escuchar “Adelante”. El director estaba sentado detrás de su escritorio y lo miró por encima de sus gafas. “Buenos días, señor”, entonó Afare alegremente. “Soy Mwalimu Afare”. “Buenos días Mwalimu”, respondió el director al levantarse y volverse hacia el 109