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La voz dolorosa de un joven gerente
Aubrey Makhubedu
NAPTOSA ( Organización Nacional de Docentes Profesionales de Sudáfrica)
Mi participación en el proyecto de Violencia de Género en el Ámbito Escolar (VGAE), me ayudó a enfrentar mis propios desafíos como gerente de la escuela.
La violencia experimentada por administradores escolares hace que muchas escuelas sean disfuncionales en términos de garantizar que el aprendizaje y la enseñanza tengan lugar en un entorno seguro. La administración escolar, herida emocionalmente, no puede apoyar a maestros, y el profesorado que se supone que están en loco parentis, en el lugar de los padres; las y los estudiantes no pueden hacer esto porque ellos mismos necesitan ayuda.
Se supone que los gerentes de las escuelas deben contar con el apoyo del departamento de educación, pero yo no encontré apoyo alguno. Se supone que haya colaboración entre los Departamentos de Desarrollo Social, Policía, Justicia y Educación, pero en realidad esta no existe. Los órganos de gobierno de la escuela no saben cómo apoyar al alumnado y el profesorado que se enfrentan a situaciones que amenazan la vida. La VGAE continúa aumentando en nuestras escuelas. Las voces de alumnos y profesores están marginadas.
El programa de bienestar de los empleados ofrecido por el departamento de educación no es accesible para todos los y las educadores que lo necesitan, en ningún lugar del país. Los funcionarios del departamento no pueden llegar a todas las escuelas para ofrecer talleres. Hasta lograr más apoyo, continuaremos teniendo un alto número de gerentes que se hallan emocionalmente heridos, y los gerentes escolares seguirán bajo presión y socavados.
Cuando fui nombrado gerente de la escuela, pensé que ser joven me daría la motivación para trabajar duro en la escuela secundaria Mahlareng, una escuela de 800 estudiantes. Desafortunadamente, me produjo un trauma emocional, enfermedades psicológicas y baja autoestima. Aun ahora, cumpliendo seis años en la institución, sin embargo, el abuso emocional, el asalto y la victimización están a la orden del día.
Dos años después de ser nombrado gerente, un maestro vino a mi oficina para hablar sobre su ausentismo. Los ánimos eran altos y el maestro terminó agrediéndome frente a dos maestras.
El asunto fue reportado a las autoridades y el maestro fue multado con R10,000, luego de que una de las maestras que había estado presente firmo una declaración de testigo. El segundo docente se negó a escribir una declaración.
Para mi sorpresa, todos los otros maestros contribuyeron con donaciones para ayudar al maestro a pagar su multa de R10,000. Me quedé solo, asustado y sin consejería. Tuve que volver a la escuela para trabajar con el mismo maestro.
Tres meses después, llamé a otro maestro a mi oficina para hablar sobre su ausentismo. También me agredió en el pasillo del área administrativa. Informé esto al Departamento. El sindicato le aconsejó al maestro que renunciara antes de que el asunto sea transferido a la Unidad de Gestión de Disputas.
Me dejaron solo de nuevo, sin apoyo, sin consejería.
No tenía con quién hablar, ningún lugar a donde ir, nadie quería escuchar mis desafíos. No confiaba en nadie en la institución, en el departamento e incluso en mi propia familia.
Pensé que este era el fin del abuso emocional, pero cuatro meses después, mi oficina fue incendiada. Ni un solo maestro dijo nada cuando los investigadores entrevistaron a miembros del personal. Estaba agotado emocional y físicamente.
Mientras intentaba reponerme, una estudiante de octavo grado vino a mi oficina para informarme cómo su maestro de ciencias la había besado en el laboratorio de ciencias. De acuerdo con las políticas del departamento, se trata de una conducta grave. Para mi sorpresa, aunque el subdirector denunció este asunto al departamento, se llegó a un acuerdo entre la abuela de la joven y el maestro. Se intercambió dinero entre el maestro y la abuela. La chica no recibió apoyo ni consejería. El maestro regresó a la escuela para continuar su trabajo como si nada
hubiera pasado. Este incidente me hizo desconfiar aún más de mis compañeros maestros.
Tras todas estas experiencias, sentí que no había nadie quien me escuchara. Sentí que estaba viviendo CON EL ALMA ROTA. Afortunadamente, pude hablar con mi familia. Mi hermana, quien es doctora en medicina, organizó mi ingreso en un hospital psiquiátrico durante tres meses. Durante ese tiempo, me ayudaron con habilidades para lidiar con las situaciones en las que me encontraba. En sesiones con psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y ergo terapeutas me ayudaron a desarrollar mi capacidad de sobrevivencia en cualquier lugar de trabajo.
Me di cuenta de que uno debe poder compartir con otras personas que enfrentan desafíos similares. Esto ayuda a superar los miedos. Los cursos cortos pueden ayudar a sobrellevar la situación en la que se uno se encuentra. Los cursos pueden ayudar, en cosas como establecer límites, ser asertivo, auto aceptarse, avanzar, dejar atrás el pasado, comprender la debilidad, los diferentes tipos de estilos de gestión, un estilo de vida saludable para comer, separando pensamientos negativos y positivos, trabajando en la autoconfianza y la autoestima, haciendo ejercicio.
También es útil contarle a su familia cómo se siente acerca de la situación en la que se encuentra. Este viaje, a veces es doloroso, pero al final del túnel habrá una luz.
Que las voces dolorosas de los gerentes más jóvenes sean ESCUCHADAS por todos. Tomemos una posición para terminar con la VGAE EN NUESTRA ESCUELA.