1 UNA
HISTORIZACIÓN
DE
LAS
ORGANIZACIONES
COMUNITARIAS
EN
ARGENTINA Lic. Verónica C. Tesio Doctorado en Estudios Sociales de América Latina CEA – UNC (Septiembre de 2013)
1. 1810-1910: la construcción del Estado-Nación y las elites dirigentes Comedores
comunitarios,
asociaciones
vecinales,
organizaciones
de
desocupados, cooperadoras escolares, entre otras, constituyen hoy una parte fundamental del escenario de lo público en la Argentina. Justamente, es a través de estas organizaciones de tipo voluntario en las que los
ciudadanos
expresan
su
capacidad
de
actuar
juntos,
de
asumir
las
responsabilidades crecientes de su propio destino, y al tiempo que se hacen escuchar, construyen consenso y valores comunes que confieren legitimidad a la vida pública y a sus instituciones (Cecconi en Di Stefano et. al., 2002). A lo largo de la historia, el papel del Estado ha ido variando en la promoción o disuasión de este tipo de organizaciones como construcción de la trama de lazos horizontales que también integran una sociedad.1 En 1810 se abre una etapa signada por la inestabilidad y por la conflictualidad en diferentes niveles de la vida política. La independencia de España origina los apremios propios de la organización republicana de gobierno. También se producen cambios en lo económico y social producto del predominio del litoral atlántico sobre el interior. En el mundo colonial hispano la estratificación no tenía que ver ni única ni principalmente con la riqueza de las personas. No se trataba de una sociedad estructurada en clases, como las que nacieron producto del sistema capitalista, sino en estamentos, órdenes y corporaciones. En esos tiempos se pensaba que existía un orden dictado por Dios y por la naturaleza al que la voluntad de los hombres debía
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En Argentina las organizaciones de la sociedad civil son tributarias de una amplia tradición que se remonta a los años de la colonia. En los primeros cien años el proceso de formación estuvo ligado a la constitución del estado-nación y a las nuevas elites dirigentes. Durante la consolidación del modelo agro exportador y la sustitución de importaciones (1920-1970) se dio un creciente interés utilitario vinculado a la obtención de beneficios para sus miembros. Durante la dictadura militar se produjo una importante desactivación del movimiento asociativo que consolidaría luego su crecimiento y expansión con el advenimiento de la democracia. En los últimos tiempos, además de las asociaciones en defensa de intereses particulares proliferaron aquellas creadas para actuar colectivamente en defensa de todos (Di Stefano et. al, op. cit.).
2 adecuarse. Los conceptos de ayuda mutua o de beneficencia no eran de uso común en la colonia, “justicia”2 era la palabra clave (Di Stefano et. al., 2002). Por entonces, no era posible pensar en una sociedad civil diferente del poder político. A lo largo del siglo XIX las asociaciones nacen patrocinadas por el gobierno o sujetas a la autoridad eclesiástica.3 Entre las formas asociativas de las colonias podemos mencionar las cofradías, las hermandades y las terceras órdenes. Como lo señaláramos antes, todas éstas estaban cargadas de connotaciones religiosas. Las dos primeras perseguían fines de carácter devocional y prestaciones de servicios litúrgicos o caritativos. Las hermandades se diferenciaban de las cofradías por una más fuerte disposición a la atención hospitalaria y por su composición predominantemente clerical. Por su parte, las cofradías preveían además algunos mecanismos de ayuda mutua relacionados con la enfermedad y la muerte, así como también prestaban a interés parte de sus fondos (Di Stefano et. al., op. cit.). Como lo señala Di Stefano, “las redes sociales que articulaban la vida colonial encontraban en estas asociaciones importantes elemento de cohesión. En algunos casos constituyeron espacios de sociabilidad que coadyuvaron a la formación de una elite local, al delimitar y sancionar las distancias entre quienes podían ingresar a la entidad y quienes lo tenían vedado por las constituciones, contribuyendo a la gestación de una conciencia de pertenencia a esa elite en proceso de formación” (op.cit.: 38-39). La formación del Estado tuvo consecuencias destacables. En esa época trascendió la idea de que estas asociaciones debían volverse “útiles” 4 agregando a sus tradicionales funciones de una dimensión “civilizadora” que incluya la enseñanza y la promoción de las poblaciones más postergadas. El alto grado de politización que impuso la revolución favoreció, también, al nacimiento de experiencias tuteladas por los gobiernos que pretendían “moldear costumbres y prácticas de una sociedad civil imperfecta” (Di Stéfano et. al., op. cit.).5
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Gobernar significaba esencialmente administrar justicia. Esto implicaba dar a cada uno lo que le correspondía según el lugar que ocupaba dentro del organismo social. Esto en la actualidad nos puede resultar extraño, pero no se trataba entonces de eliminar las diferencias sino de respetarlas. 3 “La Iglesia no representaba una institución ni una parte de la sociedad, sino a la sociedad misma” (Di Stefano et. al. op. cit.:30). 4 “Uno de los criterios que se fueron imponiendo para juzgar la validez de las prácticas institucionales fue el de “utilidad” (…) La expresión “utilidad pública”, como equivalente de la más antigua –y más teológicade “bien común” fue ganando espacio” (Di Stefano et. al. op. cit.:43). 5 Entre las primeras experiencias de este tipo se encuentra el “Club” integrado por un grupo de jóvenes que pertenecían a la facción de Mariano Moreno.
3 La Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, nacida en 1823, fue la primera experiencia de beneficencia laica en Argentina 6. La reforma eclesiástica porteña fue parte de la tendencia que colocaba a los problemas sociales como una cuestión de gobierno y dejaba atrás la tradición que contemplaba a la pobreza como una cuestión que debía afrontarse mediante el ejercicio de la caridad cristina. El número de asociaciones no dejó de crecer durante la “feliz experiencia” 7 hasta 1839 donde se produce una polarización política de las organizaciones porteñas, unas, encuadradas en la facción federal rosista, otras, surgidas en el ámbito de las elites opuestas a las políticas de la Restauración. Sin embargo, en la medida en que el régimen federal debía enfrentar coyunturas políticas más graves el control de la sociedad se volvía más férreo. A partir de esos años se debió contar permiso previo de las autoridades para la realización de toda reunión pública, de modo que comenzó a verse seriamente obstaculizada toda actividad asociativa. Con la caída de Rosas, en 1852 comenzó una etapa nueva en la historia del asociacionismo argentino caracterizado por una suerte de explosión de experiencias. Se trataba de formas claramente “modernas”, en el sentido de construir expresiones espontáneas de una sociedad civil más compleja y autónoma con respecto a un Estado que también se estaba consolidando (Di Stéfano et. al., op. cit). Las experiencias asociativas se multiplicaron y diversificaron en este período en el que proliferaron sociedades de ayuda mutua, clubes sociales y culturales, logias masónicas, asociaciones de inmigrantes, sociedades profesionales, grupos religiosos, entre otras. El monopolio del poder institucional que ejercieron los hombres en la mayoría de las iniciativas asociativas dificultaba la participación de las mujeres. Éstas eran relegadas a lugares marginales o las tareas de beneficencia. Mientras que en las formas asociativas de la colonia los miembros lo eran por tradición, en las nuevas organizaciones ellos se incorporaban por su propia voluntad, en tanto individuos libres que se reunían para perseguir un fin determinado. Sus
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La creación de la Sociedad de Beneficencia se debe a la iniciativa de Bernardino Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez en Buenos Aires. Rivadavia consideraba que la asistencia social era parte primordial de la acción del Estado. La dirección de esta sociedad fue entregada a un grupo de damas de la sociedad porteña por decreto. Los fines primordiales que se le asignó fue la administración y dirección de escuelas de niñas y la Casa de Niños Expósitos, el Hospital de Mujeres y de todo establecimiento público que creara para asistir a mujeres y niños (Archivo General de la Nación, 1999; Meyer Arana, 1911). 7 Así se denominó al período rivadaviano transcurrido en la década de 1820 que se viviera en Buenos Aires. El aumento de la calidad de vida de la clase acomodada, el incremento de los ingresos aduaneros, y el descenso del costo de vida caracterizaban la realidad porteña, mientras continuaba la depresión económica en el interior del país.
4 integrantes se consideraban iguales entre sí y se relacionaban como pares. (Sábato en Di Stéfano et. al., op. cit.). Entre los factores que contribuyeron con este fenómeno podemos mencionar: primero, que los gobiernos liberales concebían la vida asociativa como un elemento esencial en la empresa civilizatoria que se habían propuesto concretar; segundo, pensaban la nación que pretendían construir como una reproducción en gran escala de esos vínculos igualitarios que se forjaban al interior de estas asociaciones; y tercero, ellas serían las “escuelas” en las que se habrían de aprender los valores republicanos (Di Stéfano et. al., op. cit.). Los clubes del ocio nacieron para reconstruir vínculos entre las clases más acomodadas y también desarrollaron acciones de beneficencia especialmente generadas por las damas8. Varios gobiernos provinciales promovieron la fundación de sociedades de beneficencia basados en el modelo porteño a partir de acuerdos entre ellos y grupos de damas de extracción acomodada, a veces con la participación de la Iglesia. Las sociedades de ayuda mutua nacientes permitieron reforzar los lazos entre personas de un mismo origen con el objeto de conservar su identidad cultural y satisfacer necesidades varias (como ayuda económica especialmente frente a la enfermedad, invalidez y muerte, asistencia legal, cursos de capacitación, entre otras)9. En cuanto a las logias masónicas, su aparición en la Argentina se produce mucho después que en Europa donde se las conoce desde el siglo anterior. Las primeras logias que se establecen en el país surgen primero en el ámbito de artesanos extranjeros y luego ganan adeptos entre las elites locales10. Desde mediados del siglo XIX la Iglesia acentúa sus antagonismos con el liberalismo. Durante este proceso comienza a constituirse en un actor más en el escenario social, dejando atrás su expresión unívoca de religiosidad y surge lentamente el laicado católico como sujeto histórico (Di Stéfano et. al., op. cit.).
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Son algunos ejemplos de estos el Club del Progreso de Buenos Aires, el Club del Orden santafesino y el Club Socialista de Paraná. 9 En la década de 1850 proliferaron principalmente las sociedades creadas por inmigrantes españoles (Asociación Española de Socorros Mutuos en Capital Federal, Buenos Aires, Entre Ríos y Santa fe). Sin embargo, predominarían luego las asociaciones mutuales que nucleaban a inmigrantes italianos. Esto no se debió sólo al predominio de inmigrantes de ese origen sino también a la predisposición al mutualismo que manifestaron en los lugares en donde se asentaron. 10 Las primeras logias masónicas se registraron en el Estado de Buenos Aires (Amie de Naufregés, Exelsior Nº617, Unión del Plata). Éstas tenían un compromiso fuerte con el proceso de organización constitucional y algunas reunieron a figuras destacadas de la vida pública argentina, por ejemplo: Sarmiento (Unión Argentina), Mitre y Urquiza (Confraternidad Argentina). A partir de 1956 se fundan otras en el territorio de la Confederación a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay. Éstas, no sólo se relacionaron con la vida política y cultural sino también con el comercio fluvial. Esta red habría ofrecido a los dirigentes porteños inscriptos en la masonería un canal apropiado para imponer sus puntos de vista en relación a la situación política nacional (Di Stéfano et. al., op. cit).
5 La consolidación del capitalismo que se produjo en Argentina a partir de 1860 dio origen, también, a asociaciones de empresarios creadas para generar relaciones entre sí y con el Estado11. En este período también llegó la voluntad asociativa al campo profesional12. En la década de 1880 comenzó a surgir una nueva forma de nucleamiento específicamente obrera que reunía, en general, a trabajadores de un mismo oficio: los sindicatos. Éstos actuaron como punta de laza de las luchas reivindicativas a partir de los conflictos abiertos entre obreros y patrones. En sus comienzos muchas veces se organizaba la sociedad de resistencia a partir de un conflicto puntual (Sábato en Di Stefano et. al., op. cit.). Por su parte, los estudiantes universitarios comenzaron a actuar públicamente, aunque de forma desorganizada, en defensa de sus intereses 13 2. 1910-1970: la consolidación del modelo agroexportador y la búsqueda de beneficios para los miembros de la organización Al iniciarse el siglo XX el Estado ya se encontraba consolidado, la sociedad civil estaba fortalecida y el movimiento asociativo sigo creciendo de manera sostenida. Si bien en el nuevo siglo las asociaciones mutuales se encontraban realmente consolidadas, por estos años el Estado comenzó, también, a ocuparse de la salud de sus habitantes, aspecto que antes había quedado reservado a la acción privada. Con el nuevo siglo llega a la vida de las capas medias el tiempo libre, y junto con él comienzan a proliferar opciones para la diversión colectiva, las actividades culturales, la militancia política, entre otras14. En las décadas iniciales del siglo XX la pauta de la sociedad pasó por la argentinización - reforzada por la escuela pública - y la movilidad y coexistencia social - fomentadas por organizaciones de base que en este período alcanzaron su madurez. La escuela, la Iglesia y las empresas fueron los principales agentes promotores. Se expandieron las sociedades de fomento, las bibliotecas populares, las cooperadoras escolares y las asociaciones parroquiales, entre otras (Romero en Di Stefano et. al., op. cit.).
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Las principales asociaciones surgidas entonces fueron la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial. Los primeros profesionales que se organizaron fueron los farmacéuticos y químicos creando la Asociación Farmacéutica de Buenos Aires. 13 En 1908 será creada la Federación Universitaria de Buenos Aires, más tarde surge la Federación Universitaria de Córdoba y, finalmente, la Federación Universitaria Argentina. 14 El deporte constituyó una de las novedades de este período y el fenómeno del fútbol fue el más impactante (Sábato en Di Stefano et. al., op. cit.). 12
6 Las primeras, surgieron en las nuevas barriadas de las ciudades donde los vecinos procuraban trabajar para el mejoramiento edilicio y cultural del barrio. Fue en estos cinturones marginales donde se desarrolló el trabajo de los sacerdotes enrolados en el Movimiento de Sacerdotes par el Tercer Mundo 15 y creció la presencia de activistas que, a partir de 1972, iban a los barrios a hacer militancia política. Las parroquias también organizaban actividades equivalentes a las que ofrecían otras instituciones barriales. En este ámbito, las prácticas de sociabilidad, capacitación y desarrollo cultural, comunes con aquellas, se llevaban a cabo bajo la perspectiva católica (Romero, op. cit.). Las cooperadoras escolares, por su parte, se multiplicaron durante la crisis del `29 donde a raíz del deterioro de la acción estatal se constituyeron en un soporte indispensable para el funcionamiento de la escuela. Éstas no sólo colaboraban con tareas de mantenimiento y refacción sino que también desarrollaron iniciativas del tipo “copa de leche”. Este impulso asociativo fue el motor principal de la construcción simultánea de las ciudades y la sociedad. Como señala Romero, “construir la ciudad fue por entonces la manera más característica de construir la sociedad” (op. cit.:172). Durante el período de entreguerras también se desarrolló ampliamente el movimiento cooperativista alentado por la sanción de una ley que regulaba su funcionamiento16. Con la llegada de Juan Domingo Perón al poder en 1946, y hasta su deposición en 1955, el país experimentó un nuevo impulso de crecimiento estimulado por el desarrollo industrial17. Los años del peronismo, caracterizados por la urbanización, el pleno empleo y la protección del Estado a los trabajadores, elevaron el nivel de vida de amplios sectores de la población. El eje central del proyecto corporativo y del poder político de Perón fueron los sindicatos18 (Romero op. cit.).
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Éste fue un movimiento carismático dentro de la Iglesia Católica argentina que intentó articular la renovación de la Iglesia subsiguiente al Concilio Vaticano II con una fuerte participación social y política. Los sacerdotes que lo integraban trabajaron activamente en villas miserias y barrios obreros entre 1967 y 1976. 16 Nacieron en esta época cooperativas de consumo, de vivienda y de servicios, como las eléctricas y telefónicas. Especialmente las cooperativas agrarias tuvieron un amplio desarrollo a lo largo de toda la región pampeana. 17 Este progreso se logró mediante la implementación del modelo ISI (industrialización por sustitución de importaciones). Este modelo de desarrollo, aplicado durante las décadas del `50 y `60 en América Latina, buscaba el reemplazo de bienes importados por bienes producidos localmente. 18 Todos los sindicatos, las asociaciones y clubes debieron cumplir con los gestos de identificación necesarios. Aquellas personas no cubiertas por un sindicato – mujeres, niños, ancianos y desocupados – contaban con la atención de la Fundación Eva Perón. Esta fundación, surgida de las actividades de acción social realizadas por la esposa del presidente, tomó a su cargo muchas de las funciones del Estado de Bienestar. Luego de la extensión del sufragio a las mujeres Eva Perón organizó también el Partido Peronista Femenino (Romero op. cit.).
7 Luego, con el fin del gobierno peronista y el inicio de la Revolución Libertadora se produjo el derrumbe de la estructura corporativa. “Al margen del Estado y las corporaciones quedó un espacio no despreciable en cuanto a su dimensión, pero con escasa capacidad para influir en las políticas públicas” (Romero op. cit.: 258). El movimiento cooperativo se desarrolló con un sorprendente vigor hasta 1976 debido a que se integraron en federaciones y confederaciones, que les permitieron competir con las organizaciones empresarias. Una combinación entre los viejos valores filantrópicos y las nuevas pautas del mercado se encuentra en las fundaciones. En 1955 se dictó una ley que regulaba su funcionamiento y preveía importantes beneficios para las empresas que constituyeran este tipo de entidades. En este período la institución más destacada en el terreno asistencial fue Cáritas Argentina. Esta organización nació por iniciativa del Papa Pío XII para coordinar acciones dirigidas a la promoción humana de los más desfavorecidos. Esa acción debía ajustarse a las líneas de la Doctrina Social de la Iglesia y su principal recurso fue el trabajo de los voluntarios religiosos y laicos (Romero op. cit.). 3. 1970-1983: desactivación del movimiento asociativo Con el golpe militar del 24 de marzo de 1976 se dictaron nuevos instrumentos legales en el marco del denominado Proceso de Reorganización Nacional. La Junta Militar tuvo un férreo control sobre todas las instituciones y sus miembros19. En el ámbito económico comenzó a darse una liberalización progresiva de la economía argentina dando fin al largo proceso de sustitución de importaciones iniciado en la década del `30. Este cambio trajo aparejado el crecimiento de la economía informal. Los trabajadores al no estar registrados perdieron beneficios sociales tales como cobertura de salud, jubilación y amparo gremial (Moreno en Di Stefano et. al., op. cit.). “En la ejecución de las políticas económicas se encuentra el germen de los otras “víctimas de la dictadura”. No eran los desaparecidos, los muertos, los torturados o los prisioneros, sino un heterogéneo grupo social que asomaba, maltrecho y herido por el trauma de haber perdido el trabajo o ganar apenas para un mínimo sustento.
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A partir de esa fecha se suprimió el parlamento, fueron intervenidos el poder judicial y la CGT, se prohibió la actividad política y gremial, se congelaron los derechos civiles y se anularon las libertades públicas. La represión de Estado se constituyó en nudo central del plan político-militar del gobierno. La censura se impuso en todo el ámbito cultural y de los medios de comunicación (Moreno en Di Stefano et. al., op. cit.).
8 Inauguraban una nueva galería social en el país: los nuevos pobres” (Moreno op. cit.: 290). Las asociaciones de defensa de los derechos humanos fueron el emblema de las asociaciones civiles de la época de la dictadura militar. Madres de Plaza de Mayo fue el gran símbolo doliente de la feroz represión. Se constituyeron como una organización con una fuerte independencia del Estado aún en el período constitucional posterior. Casi como un desprendimiento natural nació uno meses después Abuelas de Plaza de Mayo. Éstas no tenían el ojo puesto en la búsqueda de desaparecidos como las anteriores sino en localizar a los niños nacidos en cautiverio u adoptados por otras familias subrepticiamente. Numerosas asociaciones de base territorial, de ayuda mutua, comedores para niños, centros de jubilados y salas de primeros auxilios tuvieron un gran impulso en la organización para luchar contra las políticas de la dictadura. Si bien la explosión del asociacionismo feminista se produjo con el advenimiento democrático fue hacia el final del período dictatorial cuando este retomó un rumbo de crecimiento y propagación (Moreno, op. cit.). Luego de la derrota en la guerra de Malvinas se buscó una salida institucional incluyendo nuevamente a los partidos políticos y las instituciones de la sociedad civil. En este contexto nacieron las primeras agrupaciones de ex combatientes. 4. 1983- hasta comienzos del siglo XXI: desarrollo de las ong`s En 1983 Raúl Alfonsín fue elegido presidente, y con ello las masas renovaron su fe en los atributos del sistema democrático y comenzaron a sentirse protagonistas de su propia historia. Durante la campaña política el discurso alfonsinista ya se apuntalaba en el enjuiciamiento y condena de las acciones criminales cometidas por los militares durante el período autoritario. No obstante, la nueva democracia no se hallaba ni en condiciones políticas ni institucionales para hacerse cargo de una tarea de tamaña envergadura en un tiempo razonable como para juzgar a la totalidad de los acusados. A partir de esta dificultad se podrán entender las contradictorias políticas tomadas en torno al juzgamiento que se hizo durante este gobierno a los crímenes de lesa humanidad (Pucciarelli, 2006). En Argentina el período de transición y los primeros años de la democracia estuvieron marcados por la negociación permanente entre los dirigentes políticos y las Fuerzas Armadas. La creación de organizaciones para la verdad se convirtió en una medida necesaria adoptada por la mayoría de los gobiernos pos dictatoriales latinoamericanos
9 en paso a la democracia. Éstas se presentaban al pueblo como voces autorizadas e imparciales para dar cuenta de los hechos cometidos durante el autoritarismo. El gobierno de Alfonsín abrió para ello un camino institucional con la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) 20, organismo independiente del poder político dedicado a denunciar y registrar los crímenes cometidos durante la dictadura. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos sufrieron un enorme desencanto con la aplicación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (Roniger y Sznajder, 2007). El período alfonsinista vivió una realidad económica, social, política y gremial muy compleja21. En 1987 se confirmó su declinación con la llegada a la presidencia de Carlos Menem. Rápidamente, el gobierno menemista intensificó la apertura y desregulación de la economía, comenzó con un acelerado proceso de privatizaciones e indultó a los militares y guerrilleros condenados por la justicia. En este contexto y en un clima de absoluta libertad se produjo el renacer y la explosión de las asociaciones civiles en la Argentina. Nuevas necesidades constituyeron nuevos actores sociales22 que se manifestaron en movimientos diversos: organizaciones de homosexuales, feministas, enfermos de SIDA, adictos, entre otros. Los llamados “nuevos movimientos sociales” comienzan a operar con una lógica diferente a la de los movimientos sociales clásicos de los ´70, definiéndose no ya en términos clasistas o económicos, sino más bien por coincidencias de objetivos sectoriales (Minujín et. al., 1993). Según Moreno, dos factores actuaron como disparadores de la iniciativa asociativa: uno fue el restablecimiento de los derechos, libertades y garantías constitucionales que trajeron a la luz problemas y necesidades que habían sido ocultadas con la represión; otro, fue la certeza de que el Estado de bienestar no regresaría, se encontraba incapacitado y disminuido (op. cit.). El surgimiento de nuevos agentes sociales como las organizaciones no gubernamentales, las organizaciones voluntarias y la aparición de redes informales
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Esta comisión fue conformada por personalidades muy respetadas de distintos ámbitos religiosos, culturales y políticos del país. 21 Un Estado con una indomable estructura de gastos, las caída de los precios agropecuarios, las presiones constantes del pago del servicio de deuda y del sector sindical que no ahorró en paros generales reclamando reivindicaciones propias del Estado de Bienestar anterior a los militares, minaron la solidez del plan económico propuesto por el gobierno radical (Moreno op. cit.). 22 Los actores son “nuevos” por el renovado carácter de sus luchas. La lucha social anteriormente encarnada en los obreros y sus organizaciones de clase hoy incluye reivindicaciones de género, generacionales, ambientales, de los pueblos y culturas originarias (Gallardo, 2001). “Estos nuevos actores sociales ya no gravitaban alrededor del poder estatal, sino que emergían desde la vida cotidiana, las relaciones locales o los encuentros directos de la sociedad consigo misma” (Calderón, 2003:7).
10 que complementan la acción del Estado tendrían en común el mérito de no necesitar de la recaudación impositiva para funcionar (Minujín op. cit.) El aumento de la desocupación y la precarización del trabajo generaron numerosos bolsones de pobreza que se constituyeron en germen de variadas organizaciones de tipo comunitario como parte de las estrategias de sobrevivencia de los pobres. No hay que dejar de mencionar aquí el rol importante que asume el trabajo de las ONG`s que se vinculan con este sector. Organizaciones
religiosas
como
Cáritas
procuraron
abundante
ayuda
alimentaria organizando comedores infantiles o barriales con la ayuda de voluntarios que, en la mayoría de los casos, provenían de la misma población beneficiada. El nuevo panorama económico y social provoca un desplazamiento de la acción filantrópica especialmente a las empresas y corporaciones. Aquí intervienen factores que tienen que ver no sólo con cuestiones éticas, sino también con ventajas impositivas, imagen institucional, estrategias de comunicación, disponibilidad de fondos y prestigio social23. Es importante señalar también que en la última década del siglo XX se crearon agrupamientos institucionales para el desarrollo de un trabajo conjunto en pos de aumentar la eficiencia de sus acciones. Especialmente se han concebido redes de organizaciones no gubernamentales que, en algunos casos, lograron convertirse en interlocutoras del Estado para la formulación de políticas sociales (González Velasco en Di Stéfano op. cit.). Para finalizar, es importante destacar que a partir de los ´90 se da una proliferación de organizaciones sociales que no sólo actúan en defensa de intereses particulares sino que comienza a hacer en defensa de un colectivo que incluye a todos.
BIBLIOGRAFÍA ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (1999) Instituciones de la sociedad civil y de beneficencia. Tomo I. Documentos escritos. Buenos Aires CALDERÓN, Fernando (2003) Nuevos actores sociales. Volumen II. Cuaderno de Futuro 17. Informe de desarrollo humano. PNUD. Bolivia. Plural Editores. 23
En este momento comenzó a tener repercusión la cuestión de la “Responsabilidad Social Empresaria” (RSE). En la década del `90 proliferaron temáticas relacionadas con el cuidado del medio ambiente, la preocupación por los empleados y los derechos de los consumidores que obligaron a los empresarios a mirar en otra dirección. Tanto este concepto y como su práctica se refieren a la manera en que las empresas se relacionan con la sociedad (Paladino y Mohan, 2002).
11 GALLARDO, Helio (2001) “Nuevos actores sociales y proceso de liberación” en línea
Revista América Latina en Movimiento Nº331. Quito. Agencia
Latinoamericana de Información. citada 24 de abril de 2001 Disponible en Internet en: http://alainet.org/active/1221&lang=es DI STEFANO, Roberto, et. al. (2002) De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina. 1776-1990. Buenos Aires. Edilab Editora MEYER ARANA, Alberto (1911) La caridad en Buenos Aires. Tomo I y II. Buenos Aires. Sopena MINUJIN, Alberto et. al. (1993) Desigualdad y exclusión. Desafíos para la política social en la Argentina de fin de siglo. Buenos Aires. UNICEF / Losada PALADINO,
Marcelo y MOHAN, Anupama (2002)
Tendencias de la
responsabilidad social empresaria en Argentina. Documento de la División de Investigación del IAE, Escuela de Dirección y Negocios de la Universidad Austral. Buenos Aires. Junio de 2002 PUCCIARELLI, Alfredo (2006) Del poder de la democracia a la democracia del poder. Economía y política durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Buenos Aires. Siglo XXI Editores. RONIGER, Luis y Sznajder, Mario (2005) El legado de las violaciones de los derechos humanos en el Cono Sur. Buenos Aires. Ediciones Al Margen.