La obra de Mayayo durante la década de los ochenta ha pasado, para casi todo el mundo, muy desapercibida. Sin embargo es en ese periodo cuando explora campos creativos con una libertad inusitada: expresionismo neovanguardista relacionado con la moda y el ambiente de libertad creativa del momento, y naturalismo teatral, fruto de su relación con el grupo “El grifo” y de la admiración que siente por los grandes maestros del pasado. El primero llegará a una vía muerta en 1990, cuando clausura su exposición en la Sala Espejo, en Zaragoza, mientras que el segundo evolucionará enriqueciéndose con otros contenidos: paisaje, tanto urbano como rural, y figura, a través de retratos, escenas de grupo, y sobre todo, mujeres