Diaño de Alagón

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Para mis dos pequeños alagoneses, Diego y Darío Para todos los niños que se acercan a un libro, con el deseo que ésta sea una puerta abierta a la literatura, a la imaginación, a la vida; con eso mis palabras estarán satisfechas.

Diseño editorial: Edu Flores © del texto: Daniel Sancet Cueto, 2009 © de las ilustraciones: Edu Flores, 2009 Impreso en Gráficas Jalón Primera edición: noviembre, 2009 ISBN: 978-84-606-4984-7 DL: Z-4374-2009 Reservados todos los derechos Para las ilustraciones de este libro, Edu Flores utilizó acuarelas, témperas y ceras. Edita:


DIAÑO de

ALAGÓN Y EL MEDALLÓN ROBADO Edu Flores Daniel Sancet Cueto


H

ace muchos, muchos años, tantos que ya casi nadie se acuerda, pasó por Alagón uno de aquellos caballeros buenos que defendían a los débiles y necesitados de cualquier peligro. Se llamaba Zagal y era Capitán de la Orden del Buen Peinado. Lo mismo capturaba ogros que dragones. Había combatido en miles de batallas y no había un forajido o malhechor que no temblase sólo con oír su nombre. ¿Sabéis cuál era su secreto? … Era INMORTAL. Así cualquiera, pensaréis. Sin embargo tenía un punto débil que muy pocos conocían: si le cortaban las melenas, se quedaba sin fuerza y en cualquier batalla podía morir.




El malvado Igor sabía aquel secreto. Durante muchos años fueron compañeros El malvado Igor lo sabía. Durante muchos inseparables, pero su espíritu no era tanPero, años fueron compañeros inseparables. puro y noble de Zagal. Igorcomo estaba su espíritu no como era tanelpuro y noble harto de ser Igor un segundón: quede si ser Zagal el de Zagal. estaba harto un es muy valiente... que si Zagal es muy guapo... segundón… Que si Zagal es muy valiente... que que sisi Zagal patatín que si si Zagal Zagal es es muy muy fuerte... guapo...que es que si patatán. La envidia, que es muy muy fuerte...que si patatín... que si patatán. mala, anidó que en su La envidia, es corazón. muy mala, anidó en su corazón. Una noche sin luna entró sigilosamente en Una la tienda donde Zagal dormía. Sacó noche sin luna entró sigilosamente unas afiladísimas tijeras y le cortó el pelo en la tienda donde Zagal dormía. Sacó sin pudiese reaccionar. unasque afiladísimas tijeras y leInstantes cortó el pelo después desapareció en la oscuridad sin que pudiese reaccionar. Instantes de la nochedesapareció a lomos de un enorme corcel después en la oscuridad de negro. A la mañana siguiente todos se la noche a lomos de un enorme corcel quedaron al vertodos a Zagal negro. A laboquiabiertos mañana siguiente se sin su espléndida melena. quedaron boquiabiertos al ver a Zagal sin su espléndida melena.


Tras este triste suceso, el Gran Maestre de la Orden, Benigno el Bueno, decidió mandar a Zagal de vacaciones hasta que le creciese el pelo. Miró en el mapa y dijo: —Irás a Alagón. Allí te recuperarás y sus gentes te cuidarán como si fueses de su familia. Deberás trabajar y ayudar a tus vecinos hasta que el pelo te llegue a los hombros. Cuando llegó vió el pueblo y pensó: “Qué sitio más majo. Parece un buen lugar para vivir.” Pasaron más de dieciocho meses. Al principio fue muy duro porque al tener el pelo tan corto apenas tenía fuerza. Las tareas del campo se le hacían un poco pesadas. Pero poco a poco le fue creciendo el flequillo y con él las ganas de trabajar. En ese tiempo conoció a la joven Micaela, cuya belleza le deslumbró desde el mismo momento en el que la vio trabajando en el campo. Muchas tardes paseaban hasta la orilla del Jalón en donde refrescaban sus pies. Tras muchas conversaciones entre árboles frutales y campos llenos de trigo pasó lo que tenía que pasar: se enamoraron, “festejaron” y después se casaron.



Nueve lunas más tarde tuvieron un hijo al que llamaron Diaño. —¡Vaya nombre más raro!—dijo el padre de Micaela. —Es un nombre único porque él es único — respondió Zagal con seguridad y orgullo.—Ha nacido para que las personas sean mejores, para que construyan un mundo sin guerras, sin mentiras, sin injusticias y sin envidia, que es muy mala: Él es Diaño, el que busca lo bueno, todos los días, todos los años. Para celebrar el nacimiento del pequeño organizaron un gran banquete al que asistieron todos los alagoneses, el mismísimo Benigno el Bueno, los compañeros de batallas de Zagal y la enorme familia de Micaela al completo. Tenía primos en el Congo, en Nicaragua, en Indochina y hasta en Pinseque. Llenaron toda la Jarea de mesas y sillas. Habría unas tres mil personas devorando un menú compuesto de sopas de ajo, corderos asados, sorbete de limón para rebajar, y un postre muy bueno

llamado Tortillas de Alagón. Bebieron vino de Borja y un agua purísima que habían traído directamente del Moncayo para la ocasión. Después del banquete, desde las mesas donde estaban sentados los amigos del padre comenzaron a gritar: —¡EL MEDALLÓN!... ¡EL MEDALLÓN! ¡EL MEDALLÓN!... ¡EL MEDALLÓN! Entonces, el Gran Maestre levantó la mano, esperó hasta que todos guardaron silencio, y dijo: —Querido Diaño, hijo de Zagal y Micaela: como Gran Maestre de las fuerzas del Buen Peinado te hago entrega del medallón de nuestra orden. Sólo los elegidos son dignos de él. Si lo frotas con las dos manos podrás cumplir todos tus deseos tan sólo con decirlos en voz alta. Mucho cuidado con lo que deseas. Los invitados aplaudieron entusiasmados y el pequeño reía en brazos de su padre con el medallón mágico colgado del cuello.



Pero cuando la fiesta terminó y todos dormían ocurrió algo impensable, una verdadera calamidad: ¡La noche de las Tijeras Largas! De la nada aparecieron más de cien jóvenes, algunos incluso de Alagón, pero también de Torres, Pedrola y Figueruelas. Actuaron con rapidez cortando las cabelleras de Zagal y de los desprevenidos caballeros inmortales. Pero... ¿Por qué? ¿Qué razón les había impulsado a cometer semejante traición?... ¿No lo imagináis? Yo os lo diré: la envidia, que es muy mala. Y es que Micaela era la chica más guapa de la comarca y claro… eso de que vengan forasteros, por muy inmortales que sean, y se lleven la flor más hermosa del jardín, no se lleva muy bien. Todo parecía estar muy bien organizado.


Durante meses, el malvado Igor había azuzado a los jóvenes de toda la comarca en contra de Zagal: que si qué poco hombres que eran... que si vaya vergüenza... que si de fuera vendrán y de tu casa te echarán... que si patatín que si patatán. Fue así como el bellaco Igor se hizo con la situación, sorprendiendo a Zagal y a sus amigos por segunda vez.


El muy abusón le arrebató el medallón al pequeño, se lo puso, lo frotó, y deseó que, al instante, el Gran Maestre, Zagal y los demás caballeros, ahora todos calvos, fueran llevados al monte del Castellar donde el pérfido Igor había construido una enorme mazmorra para la ocasión.

nueva ordenanza fue recibida con gran pesadumbre por la mayoría de los alagoneses. Sólo los peluqueros se alegraron.

En ella quedaron encerrados. Sus vigilantes les cortaban el pelo todas las noches para asegurarse de que no creciera lo más mínimo. El detestable Igor firmó un decreto por el que ningún niño, señor o anciano, podía llevar el pelo largo. La

Seguidamente deseó que Diaño y su madre fueran llevados lejos, pero que muy lejos, a la isla de Santa Helena, de donde nunca podrían escapar. Dicho y hecho. En ese mismo momento la magia del medallón hizo realidad los deseos del indigno Igor.


Una vez hecho todo esto, el vil Igor miró hacia Alagón desde aquel monte y pensó: “Qué pueblo más majo, parece un buen lugar para vivir.” Así comenzaron unos tiempos difíciles para Alagón. El infame Igor se apoderó de todas las tierras y los animales. Su ejército obligaba a los alagoneses a trabajar como mulas, mientras ellos celebraban, las noches de los viernes y sábados, juergas que terminaban de día. A los mozos que participaron en la traición era a los que peor trataba. ¿Por qué? Muy fácil: Por envidiosos y por traidores. Las lluvias y el cierzo se hicieron tan habituales que parecía que el sol se había marchado a otro lugar para siempre.



El tiempo, que nunca espera a nadie, fue pasando lentamente. La Isla de Santa Helena estaba deshabitada pero tenía muchos bosques y agua fresca. No había mucho más. Diaño creció al lado de su madre. Todas las noches le contaba quién había sido su padre, le narraba todas las batallas que había ganado y no olvidaba explicarle con detenimiento cómo había sido traicionado: —La envidia, Diaño, la envidia, que es muy mala—le decía. No quería que ignorase nada de su pasado. Poco a poco, su madre fue enfermando de pena y de tristeza. Diaño fue creciendo hasta convertirse en un muchachote que, a pesar de su cara de niño, era “más listo que el hambre” y “valiente como él solo”. Una triste mañana Micaela llamó a Diaño y le dijo:

—Tienes que encontrar el medallón que te regaló el Gran Maestre. Si consigues recuperarlo podrás rescatar a tu padre y sus amigos de su encierro y, si lo llevas colgado del cuello, nunca te harás mayor, tu cuerpo siempre tendrá la misma edad. —Quiero ayudar a mi padre pero no sé cómo – dijo Diaño. —Si crees en ti mismo, serás capaz de cualquier cosa. Y ya no dijo nada más. Con lágrimas en los ojos se despidió de su mamá, pensando en sus últimas palabras. Aquella isla estaba tan lejos de la costa que era imposible fugarse nadando. Bueno, imposible sería para un niño cualquiera pero Diaño no lo era. El perverso Igor no tuvo en cuenta un pequeño detalle: A Diaño le crecía el pelo. Es más, como no había tijeras, la melena le llegaba hasta más abajo de los hombros.



Diaño esperó a que saliese un día sin viento y con el mar en calma. Se acercó al gran acantilado, cerró los ojos y recordó las palabras que le había dicho su madre: si crees en ti mismo serás capaz de cualquier cosa. A continuación se arrojó al vacío y comenzó a nadar. Gracias a la extraordinaria fuerza que le daba su melena nadó y nadó durante días, orientándose gracias a las estrellas hasta que llegó a una playa solitaria. Descansó un par de jornadas y emprendió el viaje de regreso a Alagón. Sus pies atravesaron caminos empedrados, prados llenos de ortigas, montes y montañas, bosques salvajes y vaguadas de barro seco. Se alimentó de los frutos que encontró por el camino y, guiado por una extraña fuerza interior, caminó y caminó sin perderse. Habían transcurrido varios meses desde el inicio del viaje, cuando llegó a un lugar al que llamaban Contrebia. Entonces supo que ya no estaba demasiado lejos de su destino y decidió detenerse a comer unas suculentas manzanas que había “cogido prestadas” poco antes.


Estaba sentado bajo un árbol frondoso, cuando escuchó un quejido lastimero: —¡AYAYAYAYAYAAYYYYYYYY! ¡SOCORRROOOOO. SÁQUENME DE AQUÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!

Y mientras compartían las manzanas, Diaño le contó su historia de principio a fin. Cuando terminó ya se había hecho de noche.

—¿Quién hay ahí?—Preguntó Diaño.

—¡No se hable más! —dijo el zorro.—Hoy dormiremos en mi cueva y al amanecer saldremos hacia Alagón.

—¡AQUÍÍÍÍÍÍÍÍÍ, AQUÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ, EN EL AGUJERO!

—¡Trato hecho! Por cierto, todavía no me has dicho cómo te llamas.

Buscó con la mirada el lugar desde donde venía esa misteriosa voz, hasta que vio un agujero escondido a dos pasos del camino. Miró en su interior y se encontró con un pequeño zorro que le miraba con alborozo.

—Me llamo Raboso. Ese fue el nombre de mi padre, el de mi abuelo, el de mi bisabuelo… y hoy también es el mío.

—Pobre raposo, está atrapado en una trampa.

—Oye Diaño—dijo Raboso—tú que eres de Alagón… ¿No serás pariente, por casualidad, de un tal Turibas?… ¡Sí hombre!, uno que es hijo de Teitabas.

A Diaño no le costó mucho sacar al desdichado zorro de aquel agujero. —¡No sabes como te lo agradezco!—dijo el zorro—Llevo atrapado dos días y pensaba que había llegado mi hora. Pero gracias a ti he conseguido escapar. Joven amigo, siempre estaré en deuda contigo. Haré todo lo que pueda si con ello consigo ayudarte. Pero antes… ¿No tendrás por ahí algo de comer?

A la mañana siguiente los nuevos amigos tomaron el camino de Alagón.

—No me suena—contestó Diaño.— Recuerda que las malas artes del ruin Igor, me alejaron del pueblo siendo apenas un bebé. —Perdona, lo había olvidado. Es que la semana pasada Turibas vino a la corte de Contrebia a defender a los alagoneses en un juicio o algo así. Hay que ver lo que cundís los de Alagón.



Cuando se acercaron, Diaño vio desde lejos unos enormes nubarrones que cubrían el pueblo. El aspecto no era nada halagüeño. —Hay otra cosa que debes saber— dijo Raboso.—Desde hace años está prohibido llevar melenas en Alagón. Sólo las mujeres pueden tener el pelo largo. —¿Sólo las mujeres?—preguntó Diaño.—No hay problema. Me pondré un pañuelo en la cabeza y así nadie podrá verme el pelo.

Entraron en Alagón de forma sigilosa para que nadie sospechase de ellos. Pero pronto comprendieron que no serían necesarias muchas precauciones, ya que era domingo por la mañana y no había ni un alma por la calle. Llegaron al castillo y nadie les impidió el paso porque todos los centinelas del perverso Igor estaban durmiendo a pierna suelta.



Subieron hasta la planta noble y vieron al pérfido Igor profundamente dormido, llenando de ronquidos todo el Salón del Trono.

—¿CÓMO QUE EL SEGUNDO? ¿ACASO HAY ALGUIEN MÁS MALO QUE YO? ¡ESO ES IMPOSIBLE! YO SOY LO MEJOR DE LO PEOR.

Lo primero que quiso hacer Diaño fue comprobar si el malo de Igor llevaba el medallón al cuello, pero cuando le estaban dando la vuelta, despertó agitándose del susto.

—Mmmmmmm, Según nuestros datos hay alguien que le supera.

—¿QUIÉNES SOIS, MISERABLES ESBIRROS, QUE OSÁIS A DESPERTAR AL GRAN IGOR, EMPERADOR DEL MAL? —No temáis gran señor—dijo Diaño—. Mi nombre es Oñaid y el zorro que me acompaña es Osobar. Venimos de muy lejos para hablar con usted porque somos miembros del comité de selección de malvados. Hemos recorrido el mundo entero haciendo una lista con los reyes, caciques, marqueses, duques, presidentes y dictadores más depravados y sinvergüenzas. Tras estudiar detenidamente su forma de gobierno, tenemos buenas noticias para usted: ¡HA QUEDADO EL SEGUNDO!

—¡NO PUEDE SER! ¿QUIÉN ES? —No lo podemos decir—dijo Diaño.— Nuestros informes son secretos. En aquel momento el pérfido Igor soltó una horripilante carcajada, y dijo: —UNA Y NO MÁS, SANTO TOMÁS. HUBO UN DÍA EN EL QUE ME CONFORMABA CON SER UN SEGUNDÓN, PERO ESE TIEMPO YA PASÓ. ¡USARÉ MI MAGIA Y ACABARÉ CON ESE IMPOSTOR! ¡SERÉ EL MÁS MALO, EL PRIMERO DE LA LISTA!


12-L IGOR A A BR 3- VER UJA G.B ÍA US H


ISTA L A L O! E E O N E I E Q D UEPRIMERO C —¡DESEEEEEEO DE SE EE QUE EL O LATLISTA E E O L R S P E R I M E TA EMISERABLE IERUN E CONVIERTA TOCINO! L N UN -¡D ONVEN B MISERA C SE

Entonces sacó de su pecho el amuleto mágico, lo frotósacó entre y con voz profunda Entonces desus su manos pecho el amuleto mágico, lo frotó entre sus manos y con voz profunda dijo: dijo:


¡CHAS!

Y sucedió que en ese mismo instante, el perverso Igor se transformó en un lindo cerdito. Y sucedió que, ese mismo instante, perverso Igor transformó un lindo cerdito. Había caído enen la trampa de Diaño porel envidioso; y esseque, como yaen sabéis, la envidia es Había caídomala. en laIgor trampa envidioso. Y es que, como ya sabéis… la envidia es mala, muy era, de sinDiaño duda, por el ser más malvado del mundo. mala, muy mala. Igor era, sin duda, el ser más malvado del mundo.


—¡RÁPIDO, EL MEDALLÓN—gritó Raboso.

Cómo los cerdos no tienen manos sino pezuñas, el gorrino de Igor no podía frotar el medallón, momento en el que Diaño aprovechó para hacerse con él. —¡POR FIN!—dijo Diaño, mientras frotaba fuertemente el medallón.— DEEEESEO QUE MI PAAAAADRE Y TODOS SUS AMIGOS SEAN LIBERADOS DE LA MAZMORRA DEL CASTELLAAAAR.—Y sin parar de frotar continuó—TAMBIÉN DESEEEEEO QUE RECUPEREN SUS MELENAS—y, como el marrano de Igor no paraba de gritar, añadió—Y ADEMÁS QUIEEEEERO QUE ESTE CERDITO SE QUEDE MUDO.




Se escuchó un fuerte ruido, como un trueno gigantesco, y al instante aparecieron Zagal y sus compañeros. El fabuloso Ejército de la Orden del Buen Peinado estaba completamente liberado y con sus largas cabelleras en perfectas condiciones. Diaño miró con ansiedad aquellos rostros, uno a uno, buscando el de su padre. No lo conocía, pero había escuchado cómo era de los labios de su madre. Estaba seguro de poder identificarle. —¿Quién eres tú?—preguntó Zagal. —Soy Diaño, el que busca lo bueno todos los días, todos los años. En ese mismo instante ambos se reconocieron y, por fin, se pudieron abrazar, con tanta fuerza, que casi se descoyuntan.


Las gentes de Alag贸n celebraron la victoria entusiasmados.


Zagal y sus compañeros estuvieron en Alagón recuperándose un par de jornadas pero, en seguida prepararon su marcha. —Hijo mío – le dijo al joven Diaño—estoy muy orgulloso de ti y quiero que permanezcas en Alagón ayudando a sus habitantes a ser mejores personas. Sé que les serás de gran ayuda, ya que posees una gran inteligencia y sabes distinguir con facilidad lo bueno de lo malo. Yo iré por el mundo peleando contra las fuerzas del mal. Cuando mires al cielo y veas brillar una estrella con más fuerza que ninguna, sabrás que he ganado una nueva batalla.



Se despidieron entre lágrimas. Instantes después Raboso preguntó relamiéndose: —¡Oye Diaño! ¿Y qué hacemos con este cerdito? —No te preocupes Raboso. Le trataremos como a un príncipe. Todos días comerá cinco veces, tendrá un establo calentito y mullido y, cuando llegue el día de San Martín, le organizaremos una fiesta muy pero que muy especial.

El sol regresó al pueblo y una corriente de luz iluminó todos sus rincones, desde la Jarea hasta el Paradero, pasando por la Plaza de la Alhóndiga. Fue entonces cuando Diaño pensó: ”Qué pueblo más majo. Parece un buen lugar para vivir”.

FIN


Glosario: Turibas y Teitabas: Eran padre e hijo y son los primeros alagoneses de los que tenemos noticias; aparecen en el documento más antiguo en el que se habla de Alagón: el Bronce de Contrebia, un pleito entre varias localidades que sucedió en el año 87 antes de Cristo. En dicho pleito, Turibas fue quién defendió los intereses de su pueblo, Alagón. Contrebia: Ciudad celtíbera ubicada en lo que hoy es Botorrita. En dicho lugar se descubrió el famoso Bronce donde aparece por primera vez el nombre de Alagón. La Jarea: Es una zona o barrio de Alagón. Antiguamente se utilizaba como zona de juegos y para celebrar fiestas, hoy es un tranquilo lugar para vivir. Plaza de la Alhóndiga: Siempre ha sido el punto de Alagón en donde se han ubicado los mercados de todo tipo, una zona céntrica ideal para estos menesteres. Actualmente es una preciosa plaza. El Paradero: Tradicionalmente se ha llamado así a lo que hoy es la Plaza Fernando el Católico. Es el lugar que ha servido para recibir y despedir a todos los visitantes que llegaban

a Alagón, para recoger a los trabajadores del campo, para vender productos del pueblo a la gente de paso o para que hoy cojamos el autobús. El Castellar: En la actualidad podemos ver los restos de la fortaleza que gobernaba el Monte del Castellar, hace muchos años fue un punto estratégico fundado por Sancho I Ramírez y allí se concentró una gran población que vivía alrededor del castillo. Jalón: Río que pasa por Alagón, junto con el Ebro, del que es afluente. Cierzo: Fuerte viento del noroeste que azota el centro del Valle del Ebro. Cuando hace acto de presencia debes tener cuidado de no salir volando. Pinseque, Torres, Pedrola y Figueruelas: Pueblos cercanos a Alagón que junto a Alcalá, Bárboles, Boquiñeni, Cabañas, Gallur, Grisén, La Joyosa, Luceni, Pleitas, Pradilla, Remolinos y Sobradiel conforman la Comarca de la Ribera Alta del Ebro cuya cabecera es Alagón. Tortilla de Alagón. Postre típico de Alagón elaborado a base de yema de huevo, azúcar, agua y limón. El que lo prueba nunca lo olvida.



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