ENVER BAJA, GENERALÍSIMO DEL EJERCITO OTOMANO
NÚMERO 3 1
4 O CÉNTIMOS
LA GUERRA =
ILUSTRADA
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DIRECTOR
AUGUSTO RIERA LA SITUACIÓN Los rusos conlinúari retirándose. Poco a poco, sosteniendo combates, atacando cuando se les ofrece una coyuntura favorable, retrocediendo sin volver la cara cuando la artillería enemiga tiene demasiada superioridad sobre la suya, van cediendo terreno, evacúan esa Galitzia que conquistaron, en parte, al principio de la guerra, después de las tremendas derrotas de Rawa Ruska y Lemberg, padecidas por los generales austríacos Auffenberg y Dankl. Los austro-alemanes pican la retaguardia de los ejércitos moscovitas, avanzan hacia Rusia; las tropas alemanas de Mackensen adelantan hacia el gobierno de Lublín. Y a pesar de que hace dos meses que dura esa retirada, los rusos no se muestran abatidos. Ceden terreno, es decir.
ceden lo que les sobra; pero no abandonan nada de lo que les hace falta en cantidades enormes : armas y municiones. Ni la agencia Wolf, ni las agencias austríacas se atreven a decir que han perdido los moscovitas millares de cañones, ni centenas de miles de fusües y bayonetas. Hasta se han reportado en el número de prisioneros. A lo sumo hablan de cinco o seis mil por semana, lo cual ya es una cosa creíble y puesta en razón. ¿Dónde terminará esa retirada continua de los rusos? ¿Cuándo terminará? ¿Hasta dónde se proponen los alemanes internarse? ¿Piensan subir hacia Varsovia? ¿Quieren obligar a los rusos a sostener una bataUa campal que puede tener resultados decisivos? No se puede hacer pronósticos sin temor a equivocarse de un modo lamentable; pero todo induce a creer que aun se tardará algunos días en saberse los resultados de esa
Entierro del teniente Warneford, en el cementerio de Brompton, al que concurrieron más de 50,000 personas (Fot. Central News)
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LA GUERRA ILUSTRADA El empuje es irresistible, la arremetida mortal. Los que se creían vencedores, huyen despavoridos, y de un ejército de 95,000 hombres, escasamente 15,000 pasan la frontera que pisaran un mes atrás a fuer de triunfadores. La segunda invasión de Servia termina de un modo trágico. El ejército austro-húngaro no existe. Servia queda libre de invasores. Todo en el mundo procede por series, desde la ruleta a las batahas. Los hechos gustan de repetirse. Dicen que los rusos se retiran por falta de municiones. Si es así y pueden reaccionar a tiempo los moscovitas, los austro-alemanes han de verse muy apurados, aun cuando hayan conquistado Brest-Litovsk, Varsovia, Riga y cuanto se les ponga por delante. Al tiempo.
LA FABEICACICN DE MUNICIONES EN ESCOCIA Tina de las muchachas empleadas en la confección de bombas (Fot. Central News)
batalla en relirada que dura desde el 2 de Mayo hasta la fecha y que ha costado a los vencedores ríos de sangre, fatigas inauditas, esfuerzos casi sobrehumanos y un gasto casi inconcebible de proyectiles; de esa batalla que no ha conseguido en dos meses de pelea encarnizada otra decisión que la de ganar doscientos kilómetros de terreno los austro-alemanes. Si se prolonga la lucha durante un par de meses más, los alemanes han de encontrarse en situación muy apurada si en ese tiempo no han logrado que la retirada se convierta en derrota. En tal caso su victoria, sin ser decisiva, tendría funestas consecuencias para los rusos y les dejaría durante cuatro o cinco meses en la imposibilidad de intentar una nueva ofensiva; pero si el generalísimo ruso conserva intactos sus ejércitos, es decir, sin otras pérdidas que las naturales de los cotidianos combates, y los austroalemanes se internan en Rusia, es difícil que salgan airosos de su empresa. En esta guerra, las largas retiradas van seguidas de reacciones fulminantes. Retiráronse los franceses delante de las huestes de von Kluck hasta dejar desamparado París. Cuando se detuvieron fué para lanzarse sobre sus adversarios y hacerles retroceder a su vez en malas condiciones. Cedieron los servios ante el empuje de los austrohúngaros; entraron éstos en Belgrado; el ejército servio retrocedía casi sin pelear; Nich estaba amenazado; la causa servia parecía perdida; todos se apiadaban de los montañeses eslavos, creyendo que les estaba reservada la triste suerte de los belgas; el nunca oportuno emperador de Austria y rey de Hungría condecora al general Potiorek, jefe del ejército invasor, y le felicita por sus triunfos cuando, de pronto, los soldados que retrocedían sin combatir por falta de municiones, se vuelven airados y tremendos, y de sus fusiles y cañones sale un huracán de hierro. Los austríacos ceden, se retiran a su vez ante el empujón furioso y la retirada se convierte pronto en derrota.
Los que de veras desean la paz empiezan a vislumbrar alguna probabilidad de que no está tan lejana como muchos creen. De los dos bandos contendientes hay uno, el germano-magiar-turco, que desde hace unas semanas parece menos decidido que antes a continuar combatiendo. No es que haya manifestado de un modo claro su deseo de terminar la guerra; pero hay síntomas que inducen a pensar que no se negaría a un transacción honrosa. El partido sociahsla alemán, que fué tan partidario de aplastar a los franceses e ingleses, dice ahora que es necesario hacer la paz — cuando convenga hacerla — de modo que sea de larga duración y que no deje ganar a los antiguos adversarios de renovar la lucha. Para ello no ven los socialistas más remedio que renunciar a toda conquista, pues una nueva provincia arrancada a Francia, una faja de terreno quitada a Bélgica, un trozo de Polonia cercenado a Rusia renovarían los odios que encendió la anexión de Alsacia-Lorena. El gobierno alemán ha suspendido el Vórwaerls, órgano de los socialistas, que preconizaba tal solución; pero ha permitido que varios oradores la dieran por buena en reuniones púbhcas, y así parece que se prepara a los alemanes a una paz honrosa y sin anexiones. Si no se tira a tal cosa, cualquiera lo diría. ¿Aceptaría el gobierno de Berlín, como todo parece indicarlo, una paz en tales condiciones? Si así es, hay que confesar que se siente vencido. Hizo la guerra para apoderarse de Bélgica cuando menos, quizá de Holanda. La hizo para poseer nuevas colonias. La emprendió diciendo que estaba incómoda en su territorio, como lo está una familia numerosa en una habitación reducida. ¿Y ahora firmaría la paz sin lograr ninguna de las ventajas que se ])rometía de la guerra? ¿Para qué haber gastado tantos millones y matado a tanta gente? ¿Para qué haberse hecho odiosa a inedia humanidad? Es indudable que la experiencia de estos once meses de guerra ha enseñado mucho a Alemania, y que sus generales y el Kaiser deben pensar que si podían volver a empezar la partida lo harían de modo que su victoria fuera más fácil. Por lo mismo, una paz hecha sin que ninguno de los adversarios quedara exterminado, no sería tal paz, sino una tregua. Los socialistas, aun suponiendo que deseen de buena fe el reinado de la paz, sólo conseguirían, haciéndola de ese modo, aplazar por algunos años la solución que puede acabar verdaderamente la guerra: el aniquilamiento de los ejércitos de uno de los bandos que pelean por el dominio del mundo. Los ahados desean también la paz; quizá más que los alemanes; pero aseguran que se ven en la precisión de continuar la guerra hasta que ellos o Alemania queden sin fuerzas para seguir batiéndose. Comprenden que si ahora interrumpían la lucha, se reanudaría ésta con desventaja para ellos al cabo de unos cuantos años. Alemania, que también se preparó para esta guerra, mejor se prepararía para la futura, y eso no lo quieren los aliados. Ahora que han recibido los primeros y más rudos golpes no quieren desperdiciar la ocasión de asestar uno mortal a su enemiga, y, como puedan, no han de firmar la paz. De lo expuesto resulta que si los alemanes ya no se
LA GUERRA ILUSTRADA sienten tan conquistadores como antes, los aliados mantienen su programa de pelear hasta: haber abatido al militarismo prusiano. Pero algo es algo. Esos rumores de paz indican que muchos la desean. Si la desean los que la quebrantaron se lleva mucho adelantado para que termine la guerra^dentro de algunos meses. EL AVANCE ITALIANO (Conclusión) Con no menor prodigalidad ha levantado la naturaleza, delante de Goritz, en la derecha del Isonzo, baluartes rormidables que se llaman las cumbres de Podgora, entre las que culmina la masa oscura, imponente, oblonga, del monte Sabotino. Todas esas alturas y declives están fortificados de un modo poderoso. Siguiendo el símil de la pared con dos puertas, una pared muy sólida con púas de hierro y dos puertas terriblemente defendidas por toda clase de obras delante del umbral, se puede decir que mientras procuramos hundir las puertas, hemos salvado la pared por sus dos extremos, Gaporetto y Monfalcone. A norte y sur de las dos cabezas de puente austríacas, hemos creado asi dos cabezas de puente italianas, por las cuales la ofensiva iienetra y lentanwnte se ensancha más allá del Isonzo. Y ahora, miremos. Bajo un cielo claro la llanura, cubierta de vegetación soberbia que a trechos parece bosque, se extiende hasta donde alcanza la mirada. Al principio, la bataUa, como todas las batallas modernas, resulta invisible, incomprensible. Sólo se advierte un estruendo formidable, unas nu-
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bes de humo que el viento dispersa, un centellear de llamaradas que brillan y se apagan aquí y allá. Todo eso es bien poca cosa y no anima la impasibihdad sublime del paisaje. A quien observa desde una de las pocas colinas que elevan sobre la llanura su lomo cubierto de acacias, los pueblos, sumergidos en las inmóviles olas de verdura, se le revelan uno a uno por su campanario. Unos campanarios raros con su cúpula eslava que recuerda la de los templos rusos: Romans, que tiene una torre aguda, atrevida, veneciana; Versa, cuya torre ha sido destrozada por las granadas enemigas; Frata. A todas esas aldeas los cañones austríacos las tomaron por blanco. Las casas se agrupan según quiere la lógica de la viabilidad, se levantan junto a las confluencias de los caminos; cada lugar encierra un centro de comunicaciones, y la artillería enemiga, hiriendo las aldeas, ha procurado destruir los nudos de las mallas de la gran red de comunicaciones que en todos sentidos vetea de blanco la llanura friulana. Bajo las alturas que cierran el hano, Gradisca se reclina a lo largo del Isonzo, rodeada de álamos y de huertas. Jardines, quintas, cercados, y casi fuera de la ciudad, los grandes ediflcios de la escuela normal, unos cuar1,eles y varias fábricas, cuyas chimeneas parecen antenas por lo sutiles. Forma el marco de la ciudad el monte San Miguel, que es el último contrafuerte del Carso, y más lejos, más hacia lo alto, se perfilan, azules, pálidas, las cumbres del Monte Re. Al pie de las montañas, junto al límite de la llanura, como la espuma a la orilla del mar, blanquean pueblos y aldeas, greyes de ediflcios que beben en el Isonzo. Sdraussima, Sagrado, Fogliano, San Pedro, parecen un ensanche de Gradisca. En las pendientes, prados verdes, boscajes oscuros, senderos desiertos que ser-
LA FABRICACIÓN DE MUNICIONES EN ESCOGÍA Interior de uno de los talleres servidos i.or mujeres, a la« que lord Kitchener ha dirigido un mensaje de gratitud, que ^ ^ ' « ^ ^ ^^^^ "^f/^ ^ f ^^ muchachas empleadas en vuestros talleres, cuánto apreciamos la buena obra que hacen constniyendo esas bombas, y ^°^^°J^l^^l¡ ¡^^J^^"^ les debe por BUS personales esfuerzos.»
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LA GUERRA ILUSTRADA
EN LOS DAEDANELOS Soldados ingleses contemplando los destrozos causados por la artillería británica en uno de los fuertes de la costa de Galípoli (Fot. Tópical)
pentean subiendo, trincheras austriacas abandonadas— largas y estrechas heridas negras, insolentemente visibles —. Son, problablemente, falsas trincheras dispuestas para llamar nuestra atención. Las verdaderas se disimulan, se esconden con hierba y ramas. Se empieza a comprender Las etapas de nuestro avance quedan marcadas en la llanura. Cada parada dejó una línea de tierra oscura removida, un surco de atrincheramientos, de parapetos agujereados por aspillera.s, una barrera que atraviesa los prados, se oculta entre las viñas, toca las aldeas, se esconde, se pierde. El surco más cercano está junto al torrente Versa, que es el frente adoptado durante los primeros días de lucha. Todos aquellos extraños diques de la conquista que han dejado una huella indeleble que marca las peripecias de la lucha, están abandonados, quedan atrás. No se ve la infantería y quizá está escondida allá abajo, junto a los bosques y arboledas de Gradisca. En la aparente soledad luminosa del paisaje, las granadas, o por mejor decir, las huellas de las granadas, los agujeros que dejan y el humo que producen, hablan vagamente de la disposición de las tropas que luchan. Dos o tres vuelos de shrapnells austríacos estaüan en la llanura, una nube de polvo vela por un instante un campanario y una gran polvoreda aparece entre una alameda. Una pausa, luego otras nubes estallan en el aire, brillan unos puntitos luminosos y retumban las detonaciones. Y desde otros puntos que no puedo precisar se levanta un concierto de estallidos. Es la respuesta. Son granadas italianas que revientan en la cumbre del Sagrado. Si los proyectiles enemigos nos han indicado donde están nuestras tropas, ahora sabemos con seguridad donde están los cañones que los lanzaron. Las granadas de nuestras baterías se incrustan en los alrededores de una quinta rodeada de bosquecillos que está junto a la cumbre. Es una quinta de los príncipes de Hohenlohe. Nimbos de polvo y de humo la envuelven, y los bosquecillos desaparecen dentro de la polvareda. La batería aus-
tríaca no habla ya. Es un episodio breve, repentino, minúsculo. Otros se suceden incesantemente; nuestra atención es solicitada por todas partes. Hay que obedecer las indicaciones del cañón, que explica la batalla poco a poco. En todo el frente truena la artillería; pero la tempestad más violenta, más intensa, más obstinada, descarga junto a Goritz. Hoy es uno de aquellos días que los boletines designan como «de gran actividad en el bajo Isonzo». Es uno de aquellos en que se adelanta un paso. En torno de Goritz reina un huracán. La ciudad, los arrabales, las alturas de Podgora, casi desaparecen bajo una bruma amarillenta. Goritz se esconde, en parte, detrás de las alturas de Podgora, se incrusta entre las montañas, se anida en el último trecho de llanura que se insinúa hacia la cañada del Isonzo. Desde lo lejos, la ciudad que rebosa del valle hacia la llanura, produce el efecto de un torrente de edificios que se explaya en una efervescencia de paredes blancas. Los extremos de la ciudad cerca del Isonzo, donde se ocultan las trincheras enemigas, son bombardeados. El incendio de Lucinico se extiende. Lucinico estaba comprendido dentro de la línea de fortiflcaciones de Podgora y la población lo había abandonado. Las llamas brotan agitadas, brillan claras en la atmósfera polvorienta, y sobre la muchedumbre velada de las caras el humo asciende denso y altísimo. Los estallidos de las grandes granadas cubren de cirros las crestas de Podgora. En las laderas violáceas del monte Sabotino, que levanta más lejos su enorme mole, el humo se arrastra lentamente en nubes que el viento deshace. Nuestros cañones disparan contra todos los obstáculos. La batalla ondea, va hacia Plava, hacia San Floriano. Baja del norte, de las montaña.s, un ruido continuo de cañoneo lejano. Las explosiones cercanas asumen la violencia del trueno. Nuestro ataque, general para la artillería, no ocupa grandes masas de infantería. Se comprende que
LA GUERRA ILUSTRADA tiene algún objetivo parcial. Sólo en algunos puntos procede con magníftca amplitud. Líneas y lineas de trincheras avanzadas se han tomado. Se pelea junto a Lucinico ardiendo, bajo las acres vaharadas del incendio. Gorit/ está cerca. Con un entusiasmo ardienle, con un heroísmo sublime, nuestros infantes han llegado hasta las fortiflcaciones campales de defensa y allí permanecen impertérritos, a algunos centenares de metros del enemigo, en las trincheras provisionales de ataque. LUIS BARZINI.
EL PROBLEMA RUMANO He aquí la traducción integra de un articulo aue publica 11 Secólo, de Milán, referente a las aspiraciones de Rumania. Podríamos parafrasear las ideas, afirmaciones y cifras contenidas en ese trabajo; pero rreferimos darlo íntegro, porque expresa de un modo admirable la situación y las aspiraciones de Rumania.
¿Uué piden los rumanos a la Cuádruple Inteligencia? Transilvania, Bukovina y el Banato. Mientras sobre los co-mitatos que constituyen el antiguo gran ducado de Transilvania y contienen más de dos millones de rumanos, es decir, el 57 por ciento de la población, no opone Rusia ninguna dificultad para que pasen a formar parte de Rumania, se muestra poco favorable a que el Banato y Bukovina sigan igual suerte. ¿Por qué? Porque el elemento rumano está allí en minoría. Quizá en ningún otro punto del Imperio austro-húngaro hay mayor confusión de razas que en el territorio de Hungría. La misma Transilvania, cuya mayoría es absolutamente rumana, contiene, abstracción hecha de los tres comitatos orientales de compacta raza húngara, alemanes, checos, hebreos, eslavos, etc. Pero en Bukovina y en el Banato los rumanos forman sólo una minoría. Bukovina comprende el 32 por ciento de rumanos, el 42 por ciento de rutenos,
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el 27 por ciento de alemanes, y el resto se divide entre polacos y magiares. Por lo que hace al banato de Temesvar (esto es, la región limitada por el Danubio, el Tisza, el Maros y los Cárpatos), se divide en tres condados : el de Torontal a occidente, el de Temes en el centro y el de Krasso-Szoreny a oriente, de los cuales únicamente e.ste último está poblado por rumanos (el 76 por ciento), y puede considerarse como parte de la Transilvania. El de Temes comprende el 37 por ciento de rumanos y el de Torontal casi no llega al 15 por ciento. A causa de esos datos, Rusia entiende que la parte occidental del Banato, que es eslava, debería concederse a Servia, a fm de que Belgrado no estuviese junto a la frontera, situación poco buena para una capital de Estado. Por lo que toca a Bukovina, como la población rumana está agrupada casi toda en el antiguo distrito de Suczaba, Rusia cedería esta zona a Rumania, quedándose para ella la parte septentrional, que forma casi todo el antiguo distrito de Czernovitz, donde está enclavada la capital. Ciertamente que el problema no puede resolverse desde el solo punto de vista etnográfico. Rumania pidiendo llegar por el norte hasta el Prnth (que por largo trecho forma su frontera oriental), obedece a preocupaciones estratégicas y sentimentales. Bukovina y Banato son para, los rumanos algo así como Istria y Dalmacia para los italianos : representan una antigua tradición gloriosa. Bukovina, nombre de esclavitud inventado por la do-, minación austríaca, era ya una zona fronteriza, un baluarte del principado moldavo contra Rusia, Polonia y Hungría, tanto, que se llamaba el «Cordón moldavo». En 1774 fué ocupado por sorpresa por los austríacos, que emprendieron sin tardanza una obra de desnacionalización, pro-. duciendoi una artificial inmigración de colonos y emplea-. dos magiares, de alemanes, judíos y rutenos, e imponiendo la lengua alemana, al propio tiempo que favorecían una
La reina Alejandra visita en Brighton el yate Paulina, cedido para hospital por el marqués de Zetland (Fot. Central News)
LA GUERRA ILUSTRADA
EEMATE DE UN AKMA Di; FUEGO DEL SIGLO X V I I DONADA POR S. M. EL REY J O R G E V, VERIFICADO EN UNA SUBASTA DE LONDRES A BENEFICIO DE LA CRUZ ROJA
LA G U E R R A
ILUSTRADA
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Heroica muerte del teniente coronel G. B. Mac Andrcw, ocurrida al atacar con sus fuerzas la segunda lĂnea de trincheras alemanas de Neme Cliapelle
(The Illustrated London News)
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LA GUERRA ILUSTRADA
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CENTINELA FKANCfiS, ACOMPAÑAnO DE UN PERRO, ESPIANDO LOS MOVIMIENTOS DEL ENEJIIGO (De The Sphere)
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LA GUERRA ILUSTRADA
Habitaciones construidas en las trincheras del Argonne por los soldados franceses, utilizando las ramas y troncos cortadas en los mismos bosques (Fot. Branger)
Cazadores alpinos conduciendo las muĂas portadoras de municiones para el servicio de sus caĂąones de 65 mm. (Fot. Branger)
LA GUERRA ILUSTRADA
493
CFot.
Branger)
Después de una ruda jornada, los soldados franceses de las trincheras del Woevre descansan en los jardinillos construidos por ellos en el mismo bosque CFot.
Branger)
Ingenieros franceses dirigiéndose a reconstruir las trincheras de la primera línea tomadas al enemigo
494
LA GUERRA ILUSTRADA
Pahkiddine Bajá, comandante de la 12." división turca, inspeccionando uno de sus regimientos en Damasco
propiedad rústica y urbana en pro de los extranjeros. La misma capital cambió su nombre de Cernanzi por el de Czernovitz, y varió tanto su modo de ser que actualmente sólo cuenta 7,000 rumanos en una población de 54,000 habitantes. Pero los rumanos aun cuando reducidos a una minoría continúan apegados a sus tradiciones y mantienen sus aspiraciones nacionales. Es fácil convencerse de ello explicando que al principio de la guerra más de 20,000 soldados rumanos de Bukovina marcharon con entusiasmo a los campos de batalla, porque creían que Rumania lucharía al lado de Austria. Pero bien pronto comprendieron su error y los rumanos que permanecían en Bukovina favorecieron a los rusos exponiéndose a las atroces represalias de los austro-húngaros. ¿Cómo, pues, podrían olvidar los rumanos independientes a esos heroicos hermanos suyos? En el Banato el caso no es muy diferente. Era indudablemente rumano en sus comienzos, como lo demuestra el hecho que algunos viajeros del 1500 y del 1600 le llamaran Valaquia Citerior. Para Valaquia equivalía a lo que era Bukovina para Moldavia: un verdadero país frontera, un baluarte contra turcos y húngaros. El nombre mismo de Banata, sinónimo de «marco», indica su origen y funciones. Caído en poder de Austria, ésta ejerció una desnacionalización violenta. Y ahí se sirvió con preferencia de los eslavos, dando carácter eslavo al país, y especialmente a su parle occidental. . ¿Qué conclusiones se puede sacar del examen de las condiciones de ambos países cUsputados? Es justo que en Bukovina Rumania llegue hasta el Prnth por razones militares. Es justo que obtenga la capital de Rumania. Recuerde Rusia que los pocos millares de rutenos que pasarán—si pasan y Austria y Alemania lo consienten—a poder de Rumania bien valen el millón de rumanos de Besarabia, a los cuales renuncia definitivamente la nación rumana.
(Fot. Hofer)
En el Banato, en cambio, las razones etnográficas y estratégicas de Rumania entran en pugna con otras no menos valederas que expone Servia. Como no puede llegarse a una avenencia sino cediendo ambas naciones, es de esperar que Rumania conceda a Servia los comitatos de Torontal y Temes, y se reserve para ella el de Krasso-Szoreny. Únicamente con mucha prudencia y moderación se puede llegar a un acuerdo en problemas tan espinosos como son los de origen étnico. Creemos que los rumanos obrarán con entera lealtad. En otros países balkánicos so teme que Rumania quiera intentar un golpe como el de 1913, entrando en acción a última hora. No es necesario gastar mucha tinta para demostrar cuan diversa es la situación. Señalar una región a Rumania, quiere decir garantizarle su posesión una vez la haya conquistado; pero la conquista debe ser obra de la misma Rumania. Reflexionen los estadistas rumanos; su nueva guerra, la que debe libertar cerca de tres millones de compatriolas y doblar el territorio patrio, no debe de ser una guerra (le última hora. El premio es grande; grande debe ser el sacriflcio. G. A.
LOS COMBATES DEL ARTOIS He aquí algunos detalles, no muchos, de los combates que durante los últimos tiempos han sostenido franceses y alemanes en el antiguo Artois. El que los da es el señor Carlos von Wiegand, corresponsal alemán del New York World, hombre que goza de toda la confianza del Estado Mayor del ejército alemán y que, de fijo, ha enviado el largo telegrama que traducimos a continuación de acuerdo con la censura alemana. Fíjense los lectores de LA GUERRA ILUSTRADA en la insólita cortesía con que un general alemán habla de los franceses. El síntoma es significativo si se tiene en cuen-
LA GUERRA ILUSTRADA ta otros que revelan un principio de cansancio, un deseo de paz. Todos los alemanes, escribe, reconocen que si los franceses hubieran conseguido romper en este punto la línea alemana en un extenso frente, su victoria hubiera podido ser decisiva. La línea alemana ha sido curvada, pero no rota; sin embargo, no se ha efectuado esto por falta de empuje y valor de los franceses, que sus adversarios han sido los primeros en reconocer y rendir homenaje esta vez. Los alemanes llaman «verdadero infierno» y «campo de muerte» a la faja de tierra de 5 o 6 kilómetros de longitud que separa Neuville de las colinas de Lorette. Merece este nombre; efectivamente, no hay sitio desde el principio de la guerra donde se haya combatido con mayor encarnizamiento y de manera más desesperada. No hay un metro cuadrado que no haya sido regado con sangre. Desde una altura que servía de observatorio, donde se encontraba en compañía del príncipe Leopoldo, príncipe de Baviera, del capitán Bunsen, sobrino del exembajador de la Gi-an Bretaña en Viena, y de un teniente general, cuyo nombre reserva, pero que se sabe que manda la «división de hierro y de sangro), porque es la primera que se lanza a la refriega cada vez que la ofensiva francesa adquiere caracteres de encarnizamiento, el periodista CarlO'S.^A^on Wiegand presenció un terrible duelo de artilleríu. ••" El general le iba indicando los puntos esenciales del panorama que se extendía ante su vista, como si no se estuviera sosteniendo un violento cañoneo. «Esta larga cadena desnuda, sin árboles, sin el menor boscaje para refugiarse, decía el general, son las famosas colinas de Lorette, en donde cada piedra ha sido teñida en sangre francesa o alemana. El frente alemán, que se encontraba en la cresta, ha sido desalojado y rechazado hasta por debajo de las pendientes por la presión irresistible de las masas francesas.»
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El general hablaba con admiración sin límites de la bravura con que las tropas francesas treparon por estas alturas en cargas furiosas, como oleadas formidables que arrasaban cuanto se les oponía. «Estamos sólidamente establecidos en el fondo, continuó el general, y los franceses, imposibilitados de avanzar, han tenido que atrincherarse en la altura de las colinas, pues en las pendientes corrían el riesgo que les ofrecía el fuego de nuestros cañones de grueso calibre.» Las líneas enemigas están separadas unas de otras por un espacio de 500 metros. En la izquierda un montón de ruinas indica el sitio en que se hallaba la capilla de Lorette, y un poco más allá, algunos lienzos de pared constituyen todo lo que queda de la fábrica de azúcar de Souchez, que ha tenido tanta importancia en las comunicaciones telegráficas, y que ha cambiado de manos hasta dos veces en un día, y que en la actualidad está en poder de los franceses. El general describió cómo perdieron los alemanes la refinería de Souchez, y la terrible lucha a la bayoneta y el combate a culatazos y cuchilladas que durante días enteros llevó el furor y la rabia belicosa desde los tejados a los sótanos del edificio. Mientras tanto, en la aldea de Souchez se libraba un combate encarnizado. Los alemanes hicieron por la mañana un contraataque afortunado, capturando algunos prisioneros franceses. Unos estaban heridos; otros no. El general dijo que éstos eran valientes entre los valientes. Son muy pocos los soldados ilesos que caen prisionei'os; son éstos los que avanzan a una muerte cierta. La proporción de oficiales entre ellos es muy elevada porque siemp'i'e van delante de sus soldados, inflamando su ánimo con el ejemplo. Esta bravura fanática de los franceses causa la admiración de los alemanes. El general enseñó también al periodista lo que él creía, que era el puesto de observación de Joffre, situado a unos
Artilleros franceses habilitando de torpedos aéreos a una batería emplazada en el fondo de una trinchera de los Vosgos. Cada torpedo pesa 50 kilogramos CFot. Branger)
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LA GUERRA ILUSTRADA
El sultán de Turquía dirigiéndose a la mezquita de Santa Sofía para dar gracias a Alah por las victorias alcanzadas por sus tropas en la península de Galípoli (Fot. Argus)
12 kilómetros al sur del sitio donde estaban. Pero en aquel momento el fuego de la artillería francesa aumentó en intensidad, cayendo una granizada de proyectiles sobre un bosquecillo de donde algunos instantes antes había salido un furgón de municiones. Los franceses arreciaban de tal modo su fuego, que el general y el periodista bajaron de la altura en que estaban.
HECHOS CULMINANTES 21 de Junio. — En la j-etjián del Isonzo los italianos rechazan dos ataques de los austríacos y progresan hacia T.olmino y Goritz.—Los franceses se apoderan de Metzeral (Alsacia) y avanzan unos 500 metros.—Los alemanes se apoderan de Rawa Ruska y Zoshiew. ' 22 de Junio. — Los franceses avanzan a orillas del Fecht (Vosf/os) ij pelean en Neuville.—Los rusos abandonan las posiciones avanzadas de Lembery. Es inminente la toma de esta plaza por los austro-alemanes.—Un cañón alemán de largo alcance bombardea a Dunkerque y causa algunas víctimas.—Los italianos ocupan. Punta Tasca, en el valle de San Pelegriiw.—Los anylo-franceses atacan las posiciones turcas de Galípoli y se apoderan de algunas. 23 de Junio. — Los austro-alemanes entran en Lemberg, que los rusos nó han defendido. Continúa la retirada de los rusos.—Los alemanes anuncian que durante los últimos diez días han hundido siete vapores y, por equivocación, uno noruego.—Combates entre italianos y austríacos cerca de Plava. La invasión italiana progresa.—Los rusos pelean contra los austríacos ¡unto al rio Tanew y les hacen 3,500 prisioneros. 24 de Junio. — Los austríacos atacan inútilmente la posición italiana de Frelkofel.—Los rusos Inician una ofen-
siva contra las dos alas del ejército alemán.—La ciudad de Arras es bombardeada de nuevo. 25 de Junio. — En una reunión jmbllca celebrada en Berlín un orador socialista dice que hay que exigir que el gobierno, cuando haga la paz, tenga en cuenta el resultado de la anexión de Alsacia-Lorena y que, por lo tanto, no trate de conseguir nuevas anexiones. Todos los periódicos reproducen o comentan las declaraciones de Stelnwald. —Los italianos bombardean Malborghetto.—A orillas del Dniéster pelean con animosidad rusos y austro-alemanes. 26 de Junio. — En el frente franco-belga, cañoneos sin importancia.—Los rusos parecen reconcentrarse a orillas del Gnlla-Llpa. 27 de Junio. — Es asesinado en Constantino pía un coronel alemán.—Los búlgaros están negocumdo a la vez con los alemanes y con los rusos. Se asegura en Berlín que, dentro de poco, darán las tropas búlgaras una sorpresa desagradable a los rusos.—A orillas del Pruth ganan los rusos un combate contra los austro-alemanes. 28 de Junio. — Los alemanes atacan las trincheras francesas de Calonne empleando gases as.¡ixiantes y líquidos in.flamables; pero son rechazados.—Empeñado combate en Montenero, que cuesta graves pérdidas a los austríacos. 29 de Junio. — Los alemanes son arrojados, después de violentos combates, de todas las posiciones que ocupaban en la orilla izquierda del Vístula; pero progresan en el frente Tomasov-Kamenka.—Dos aviadores alemanes bombardean con líquidos inflamables las trincheras francesas de los Altos del Mosa. 30 de Junio. — Se pelea encarnizadamente en las trincheras del sector de Arras, sin vcnlaia para ninguno de los combatientes.—Los rusos rechazan de nuevo las acometidas de las tropas de Linsingen a orillas del Dniéster.
En el próximo ntimeFo publicaremos ol retrato del conde Cadorna, generalísimo de las tropas italianas; el mapa de E u ropa oon los diversos frentes de batalla y estaciones n a v a l e s de los estados beligerantes (doble página), en colores; retratos y grabados de actualidad en n e g r o
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