EGO_Mujeresensutinta2017.

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UNIVERSIDAD DE SONORA DIRECCIÓN DE VINCULACIÓN Y DIFUSIÓN Programa Institucional por la Equidad de Género.

VI Encuentro de Escritoras

MUJERES EN SU TINTA 2017

Eloisa

Habitada...

Grijalva

Orellana Mesa 14 De 17:00-18:00 hrs. Viernes 10 de marzo Sala de Historia, Museo Regional


I A veces, cuando mengua la luna, sólo tengo deseos de encerrarme y no hacer nada, la rutina me agobia y siento que descanso sólo cuando me quedo callada. Necesito de esas anestesias de las que sueles hablar o simplemente salir corriendo, escapar. Es cuando me siento vulnerable y ante la más mínima provocación de libertad voy hacia ella sin pensar que puede ser el abismo. Es una locura... vale más que me vaya a orar, la oración me librará de las tentaciones, de la ocasión, de pensar. No te dije pero ayer tocó a mi puerta el pasado, y lo vi tan atractivo, tan efímero, tan mundano. De inmediato corrí cortinas y puse doble cerrojo... Corrí a mi cama y de brazos abiertos miré el techo, viejo y carcomido por el tiempo, lloré. No supe qué manecillas marcaba el reloj cuando me quedé dormida. Más tarde... movida por la maldita curiosidad me asomé por la ventana y ahí estaba: acechando, esperando. Sentí su aliento jadeante quemar mi cuello y esa lengua ardiente buscando mi cuerpo. ¡Qué angustia! Yo sólo deseo estar quieta, encerrada, ensimismada, en paz. No quiero verle a los ojos y encontrarme ahí, en lo común, lo cotidiano, en lo vano, lo de siempre. Bajo la luz parpadeante de un faro, sentado en la banqueta, taciturno fumaba un cigarrillo mientras veía insistente el reloj. Pasada la media noche descollé mis pupilas y me vio. Ahí estaba: cínico y despreocupado, con esa seguridad que dan los años, sabe que continuamente pienso en él. Un temblor sacudió mi cuerpo, lo ignoré y volví a mi encierro. Fui a la cocina y me preparé una taza de té, mis manos sentían un calor que traspasaba mis miedos, y por cada círculo de la cuchara pensaba en cómo acabar con él. Tenía que ser algo inmediato y silencioso. ¿Cómo hacerlo? Di pequeños sorbos y me levanté despacio movida por una seguridad que hasta hoy me sorprende y desconcierta. Abrí la puerta. Entró y a paso lento recorrió cada rincón…impávida le observaba. Y ahí, se sentó frente a mí, le miré...soberbia y desafiante, recorrí sus canas y cada arruga, era tan ajeno, tan lejano, tan mío. Primera vez que no le temí, estuve horas recorriendo su geografía. Mentiría en decir qué sucedió porque no lo recuerdo… Desperté por el ruido de los carros, por el fétido aliento de la ciudad, la voz que tienen los pasos cuando la gente camina de prisa, todo al unísono me dieron los buenos mediodía…sobre mí había un tejido ligero y arenoso que se extendía desde mis labios hasta el ombligo, siento que ya se fue y me dejó su recuerdo. Me sentí tranquila. No sé. No me confío. Prefiero esperarle así, en cuarto menguante, osada de puertas abiertas, con té en la mesa y mi alma serena. No deseo su presencia voyerista, ni vivir pensando en su incansable acecho. Eloisa Grijalva Orellana


II Acerca tus labios a estos muros de adobe, que un bendito disturbio mi frescura provoque. Incitación desconocida que tu boca clama. Irreverente impulso de tocar mi pensamiento en calma. Escucha el breve respiro, prueba el sabor de mi textura. Mi cuerpo fundido en el aliento, entrecortado en la penumbra.

Muerdes el polvo, mientras tus dedos acuñan mi espalda… En mis fisuras tu saliva penetra. Tabiques apilados, mis ansias. Ronroneando entra el viento por los amplios ventanales. En cada esquina tu resuello desborda mis manantiales. Mis tejas derriten la escarcha secretos que los cristales guardan. Sigiloso abres puertas, vira cerrojos cuántos te plazcan. En cuerpo adentro... moras en mí. Te estremeces, buscas mi alma. Palpitas. Tiemblas. Barro soy. Firme, tibia y habitada.

Eloisa Grijalva Orellana


III ¿Acostumbrado a hurgar entre baratijas? Me han dicho que recorres tianguis concurridos, buscas desesperado en los económicos del diario, los sábados paseas en ventas de banqueta, regateas por doquier y te marchas gozoso porque ceden al capricho. No logras entender. A prisa buscas en los pasillos del supermercado. Sueles saciarte en el área de comida rápida. Siempre los mismos sabores, siempre el mismo olor... Gustas de estantes donde compras uno y te llevas dos. Siempre las mismas ventas nocturnas, siempre las mismas ofertas: maquilas incesantes, reproducciones en serie. Y… ¿Cómo te sientes? ¿Cuánto has invertido y cuáles son tus ganancias? Llegas cansado a casa sin saber qué hacer. Has llenado tus cajones. Haces limpia cada semana o cada mes. Los guardas entre hojas de libros viejos, en el hollín del sartén. Los cuelgas en las cortinas desgastadas, los escondes en los cuadros, entre los platos, zapatos viejos, debajo de la mesa, entre tus sábanas, en aquel quinqué.... Y te quedas ahí. Suspendido en espacios vacíos, sin nada. Tronco hueco, corazón que late por hastío .

Ansías ese sueño que te despierte, ese color que tatúe tus mejillas y un calor que encienda tu piel… Me preguntas ¿qué puedes hacer? ¡Levántate y busca cuesta arriba! Camina descalzo por las calles empedradas y deja que el filo del invierno agriete tus labios y cale hasta el tuétano. Guíate por la luna que sosiega ansiedades, siéntela plena. Camina...camina...camina... Cuando te hayas perdido encontrarás un rincón de antigüedades. Ahí no hay ventas al por mayor. Una anciana de trenzas blancas, saldrá a tu encuentro, te pedirá que cierres los ojos y dejes que te guíe mi voz.

Eloisa Grijalva Orellana

Gén

VI Encuentro de Escritoras MUJERES EN SU TINTA 2017 Hermosillo, Sonora a 10 de marzo de 2017.

Asesor artístico: Ariel Eduardo Silva Encinas Diseño e ilustración: Eloisa Grijalva Orellana de

Silencio… Escucha… Ahí estoy… Dentro de ese frasco de esencias: Mezcla de agua de rosas, gota de miel, encendida pasión... Hecha de raíz amarga, piedra de río, piel de mi corazón. Serena en marea alta, oleaje intenso en mi interior. Sangre de mis ancestros, pasado, historia, rizos que entretejen mi cuerpo y su calor. Percibes mi aroma, me presionas a tu pecho, latidos de un son. Te marchas con lágrimas en los ojos pregonando tu primer trueque: lo mundano por esa eternidad, añicos de amor.


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