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Dobladas empresariales

No es algo nuevo, pero ahora es mas notorio que en décadas pasadas el sometimiento que diversas cúpulas empresariales y connotadas personalidades del mundo de los negocios tienen hacia el inquilino de Palacio Nacional, lo cual cambia notoriamente las reglas del juego electoral en curso. Cuando inició la transición democrática a finales del siglo pasado, empresarios como Carlos Slim o Gilberto Borja (expresidente de ICA y QDEP) por igual financiaron a Francisco Labastida que a Vicente Fox. Lo mismo sucedió cuando se tuvo que apostar por Felipe Calderón que por Andrés Manuel López Obrador; incluso se hicieron “trifectas” cuando Enrique Peña Nieto compitió ante Josefina Vázquez Mota y nuevamente López Obrador.

Pero ya en la presidencia, el morenista ha desdibujado en su mayoría a las representaciones empresariales que, ante las presiones fiscales el SAT y de las revisiones profundas de la Unidad de Inteligencia Financiera, han optado en el mejor de los casos por “llevar la fiesta en paz”, como es el caso de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) que dirige José Medina Mora o en sometimiento casi total en el caso del Consejo Coordinador Empresarial que encabeza —y buscará encabezar en 2024— Francisco Cervantes, quien incluso fungió como el enlace empresarial de Delfina Gómez como candidata oficialista por el Estado de México.

La prédica matutina de López Obrador contra Claudio X. González no sólo busca crear ante su feligresía a un villano casi de película, si no también enviar un serio mensaje a la gente de dinero para que se abstenga de apoyar financiera o materialmente a los candidatos del Frente Amplio por México y en particular a Xóchitl Gálvez, quien en unas cuantas semanas se apoderó de la conversación pública y digital para perfilarse como la probable candidata de oposición.

En la década de los años 70 y 80, cuando el Revolucionario Institucional acaparaba prácticamente todos los espacios de gobierno, la posición empresarial solía ser contrario a los desplantes y abusos económicos y presupuestales cometidos por las administraciones de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo; por varios lustros la voz cantante, serena pero precisa, fue la de Juan Sánchez Navarro, a quien se le conoció como “El ideólogo del sector privado”.

En una plática que a este columnista tuvo a finales de los 90 con Sánchez Navarro, el empresario expreso de manera simple la razón de su libertad de pensamiento y de opinión: “no le vendo nada al gobierno, los impuestos se pagan al instante en cada venta que hacemos a nuestros clientes, dependemos de ellos, no de los funcionarios ni de concesión pública alguna”, comentó con una amplia sonrisa quien fuera presidente del Grupo Modelo.

Concesiones y el Ogro Filantrópico

El senador panista Gustavo Madero, en una reciente reunión de socios del Consejo Empresarial Mexicano y miembros de la Academia Fiscal Mexicana, señaló con claridad que ante la delicada situación de gobernanza y fragilidad económica “se están rajando los líderes de las cámaras” tradicionales. La razón de ello, apuntó, es que muchos capitanes de empresa tiene concesiones públicas como eje de sus fortunas, ya sea concesiones en telefonía, medios de comunicación, ferrocarriles, autopistas, banca y/o de comercio de combustibles… o tienen sendos contratos de obra pública o de proveeduría gubernamental que los mantiene cooptados.

Esto, como ya se anotó arriba, no es nuevo ni exclusivo de México. Daron Acemoglu y James Robinson, en su libro “Por qué fracasan los países”, apuntan que una de las características de los países con alta concentración de poder político y económico está vinculado al papel preponderante del Estado sobre las actividades productivas a través de concesiones, permisos y autorizaciones que pueden ser modificadas, ampliadas o canceladas por los gobernantes en turno.

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