¿Cuánta tierra necesita un hombre?

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Annelise Heurtier

Raphaël Urwiller




Gracias a Mayumi e Icinori, R. U.


Annelise Heurtier

basado en un cuento de Tolstói

Traducción: Leopoldo Iribarren

EDICIONES EKARÉ

Raphaël Urwiller



S

obre su parcela de tierra en el oeste siberiano, el campesino Pahom vive con su mujer y sus tres hijos. Cada mañana, a la hora blanca y glacial, Pahom se calza sus largas botas y se va a trabajar. Sin ser rico, su familia no carece de nada. El fuego crepita a menudo en la chimenea y a la hora del almuerzo el olor del borsch flota en toda la isba. Sin embargo, en su pequeño campo barrido por los vientos, Pahom siente que vive al día, apretado. Su caballo necesita galopar y su vaca encuentra siempre la manera de pacer la hierba del vecino. «Si solo tuviera más tierra» suspira mirando por encima de la cerca «podría ser completamente feliz».


A

sí, cuando se entera de que el vecino, un señor noble, desea vender un pedazo de su propiedad, decide comprarle unos pocos acres. Pahom junta sus ahorros, vende el potro y la mitad de sus colmenas y se va a la ciudad para cerrar el negocio. Vuelve sonriente, la bolsa y el corazón ligeros. El tiempo pasa, el trigo crece. Sin embargo, el campesino se siente cada vez más triste. ¡Esta vez es porque sobre su tierra van a pacer los animales de sus vecinos! ¿Para qué trabajar tan duro si son otros los que se benefician? Pahom se enfada con la mitad del pueblo.




U

na tarde, un extranjero toca la puerta pidiendo albergue. Pahom lo hace entrar.

A la luz del fuego, los dos hombres conversan. El extranjero viene de las orillas del Volga, donde el suelo es tan fértil que en unas pocas estaciones un puñado de grano hace rico al más pobre de los campesinos. « ¿Por qué permanezco aquí, si podría ser tan feliz en otro lugar?», piensa Pahom imaginando ese suelo milagroso. No le toma mucho tiempo decidirse. Después de vender su casa y su ganado, se marcha con su familia hacia esa tierra donde crece la felicidad.


P

ahom posee ahora tres veces más tierra que en sus comienzos y se encuentra diez veces más feliz. Pero cuando quiere sembrar, se da cuenta de que la tierra que compró es buena para el centeno, no para el trigo. Se decide entonces a alquilar la tierra que le falta. El trigo crece tan bien que gana suficiente dinero para duplicar su rebaño y contratar a un empleado. Pero el ánimo de Pahom no tarda en ensombrecerse de nuevo. ¡Qué molestia tener que alquilar esta tierra mientras que otros la poseen!




U

na tarde, un mercader que anda de paso hace una pausa en casa de Pahom. Los dos hombres se sientan frente al samovar. Mientras el agua canta, el extranjero explica que viene de Baskiria. —La gente allá es tan estúpida como una oveja —ríe sarcásticamente el extranjero mientras se sirve otro pedazo de vatrushka—. Pasan sus días tocando flauta, bebiendo té y cantando. No cultivan su tierra y la dan por unas migas de pan. Pahom lo escucha atentamente. « ¿Por qué permanezco aquí, si podría ser tan feliz en otro lugar?», piensa mientras se imagina un campo de espigas que se pierde de vista. A la mañana siguiente, Pahom se marcha.


El campesino Pahom vive con su mujer y sus tres hijos en una pequeña parcela de tierra

al oeste siberiano. Sin ser rico, su famila no carece de nada. Aun así, Pahom se siente insatisfecho en su pequeño campo barrido por los vientos. «Si solo tuviera más tierra», suspira mirando por encima de la cerca, «podría ser completamente feliz». Basado en un cuento de Tolstói.

EDICIONES EKARÉ


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