D iego y Daniela fueron con la abuela a visitar a Margot. Margot era la hermana mayor de la abuela. Era viejísima y vivía en una casa pequeñita al lado del mar. –Hola -les dijo Margot sonriendo-. Llegaron en buen momento. Esta noche hay luna llena. –¿Luna llena? -preguntaron Diego y Daniela. –Así es -contestó Margot guiñando un ojo-. Y en noches de luna llena pueden pasar cosas extraordinarias. Diego y Daniela se miraron sin comprender, pero antes de que pudieran preguntar más, Margot los invitó a pasar.
La casa de Margot era de color verde mar y las paredes estaban llenas de cuadros con barcos en medio de terribles tempestades. Había también, por todas partes, pequeños barcos de juguete. Del techo colgaban redes y un ancla herrumbrada estaba botada en un rincón. Desde la terraza, se veía toda la bahía. Y en un asta, flameaba una bandera negra con una calavera. –¡Abuela! -dijo Diego-. ¡Una bandera pirata! –Ajá -dijo la abuela-. Ya la vi. –Pero, abuela -insistió Diego-, ¿quién la puso allí? –Margot, por supuesto. ¿Quién iba a ser? -contestó la abuela-. Son cosas que se le ocurren cuando hay luna llena.
Diego y Daniela se acercaron a una mesa llena de curiosos objetos. –Es mi colección de tesoros traídos por el mar -explicó Margot. Y les mostró conchas rosadas y azules, vidrios de colores, maderas retorcidas, dos botellas de extrañas formas y cinco monedas de oro. –Escojan un tesoro cada uno -dijo Margot. Entonces, Diego eligió una moneda y Daniela, una botella.
Llegó la hora de la cena y todos se sentaron a la mesa. Diego puso la moneda frente a su plato y Daniela puso la botella frente al suyo. –Esa moneda es del tesoro perdido del pirata Odorico -dijo Margot-. Y esa es la última botella de aceite de bacalao que se bebió el pirata Valderrama.
–¿Quién era el pirata Odorico? -preguntó Diego. –Uno que en lugar de un loro, tenía un perico -contestó Margot. –¿Y quién era el pirata Valderrama? -preguntó Daniela. –Uno que nunca se quitó la pijama.