En peligro de extinción

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Nono Granero

EDICIONES EKARÉ

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A Paqui, compañera de tripulación frente a cualquier peligro. A Nati y a Rafa, porque su labor nos ayudó a despegar.

Parte de los beneficios de este libro han sido destinados a la Sociedad Ibérica para el Estudio y Conservación de los Ecosistemas (SIECE). Si quieres colaborar, visita: www.siece.org Este producto está hecho de materiales reciclados y de otras fuentes controladas

Edición a cargo de Araya Goitia y Mercedes Palomar Diseño: Alejandra Varela Primera edición, 2020 © 2020 Nono Granero, texto e ilustraciones © 2020 Ediciones Ekaré Todos los derechos reservados Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro, Altamira Sur. Caracas 1060, Venezuela C/ Sant Agustí, 6, bajos. 08012 Barcelona. España www.ekare.com ISBN 978-84-120600-5-8 · Depósito legal B.27181.2019 Impreso por GPS Group, Eslovenia

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte


Nono Granero

EDICIONES EKARÉ


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Siempre fue un lince mimado: desde que nació, atendido, vacunado, bien comido, limpio, medido y pesado, con un biólogo al lado. Y sin embargo Facundo siente un malestar profundo. Porque, aunque sea de plata, una jaula es una lata y él se asfixia en este mundo.

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Una noche sin luna, con extremo sigilo, Facundo usó sus garras para abrir el candado. Y aunque no veía nada, caminó con estilo sin quejarse al chocar, por no ser escuchado. Llegó hasta la salida con el alma en un hilo y echó a correr sin freno por un gran descampado. Después oyó a lo lejos una sirena, ruido, voces, gritos, carreras...


... ¡lo había conseguido!



–¿Entonces tú también fuiste criado por los humanos, como yo, cautivo, hasta el día de hoy, que te has fugado? –Así es: el último miembro vivo de mi especie soy yo, según recelo. –Enjaularnos por eso es excesivo...

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De este modo charlaban bajo el cielo Adalberto y Facundo al encontrarse, águila y lince, junto a un frío riachuelo. Y tan bien empezaron a llevarse que se hicieron amigos los libertos y acordaron que había que marcharse. –Adelante, busquemos mar abierto. Yo iré a pie; tú puedes ir volando. –Tengo vértigo –le confesó Adalberto–. Prefiero acompañarte caminando...

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Bajaron por el río, llegaron a su desembocadura y en medio de un bajío vieron a una tortuga que triste masticaba una lechuga.

Se llamaba Marina. La última en su especie, como ellos. Les habló con voz fina, alargando su cuello y en sus ojos brillaron dos destellos.


–Montaos sobre mí; busquemos un sitio en que el ser humano no se comporte así. Algo, aunque sea lejano, hallaremos a salvo de sus manos.


«Pensábamos que las historias como esta se habían extinguido» Diario Júpiter

«¡Risogénico! ¡Adrenalinístico! ¡Despamplinfante!» ­El Jotunn

«Me mareé un montón» La correctora de estilo

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