Lo que cuentan las estatuas del mundo

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Montse Ganges

Lo que cuentan las estatuas del mundo Ilustraciones de Imapla

Montse Ganges

Lo que cuentan las estatuas del mundo Ilustraciones de Imapla

EDICIONES EKARÉ


Índice

El misterio de los elefantes de marfil 6 Yo soy la estatua de la Libertad de Nueva York 16

En un latido

18 Yo soy el Chac Mool de Chichén Itzá 28

El cazador de mundos

30 Yo soy Ko Te Riku, un moái de la isla de Pascua 40


Cuando la luz se convirtió en fuego 42 Yo soy la Gran Esfinge de Guiza 52

El sabor de sus cabellos

54 Yo soy una gárgola de Santa María del Mar 64

Contra ellos

66 Nosotras somos las seis cariátides de Atenas 76

No es fácil ver un dragón 78 Yo soy el dragón de Yuanmingyuan 88



El misterio de los elefantes de marfil



El misterio de los elefantes de marfil o La libertad de Molly Danaher

L

a primera vez que Molly Danaher me miró a los ojos, no me di cuenta de que nunca la iba a olvidar. Pero ha pasado más de un siglo y aún sigo viéndola: con su me­ lena pelirroja apretujada bajo el pañuelo, una mano agarrada a la barandilla del Teutonic y la otra sobre los hombros del pequeño Danny Giggs. Era la madrugada del 18 de mayo del año 1900, y era viernes. El Teutonic se mecía anclado a mis pies. Los pasajeros habían llena­do la cubierta para ver los edificios de Nueva York conmigo al frente, la antorcha en alto en señal de cálida bienvenida; pero al caer la noche la mayoría se había retirado a sus camarotes o lite­ ras. No desembarcarían hasta la mañana siguiente, y sabían que debían conservar fuerzas para superar el último obstáculo: la isla de Ellis. Molly y Danny eran de los pocos que permanecían al raso, mirándome; nunca habían visto una estatua ni ninguna otra cosa tan grande, pero pronunciaban mi nombre con alegría: Libertad. 9


Molly Danaher tenía 14 años; había dejado atrás una cabaña destartalada en la costa de Irlanda y un padre moribundo, que utilizó las pocas fuerzas que le quedaban para obligarla a irse. Lo último que hizo el señor Danaher por su hija fue vender su bote y los aperos de pesca para comprarle el pasaje. Molly se embarcó en Queenstown, en el sur de la isla. Cuando el Teutonic, antes de adentrarse en el océano, pasó por delante de Dingle, su pueblo, la muchacha pudo ver que en el cementerio, sobre la verde colina, se estaba celebrando un entierro. Entonces notó que alguien le tomaba de la mano; era un niño moreno que le llegaba al hombro. Se miraron: –Mi padre ha muerto –susurró Molly. Y el chiquillo se abrazó a su cintura. Danny Giggs acababa de cumplir diez años y también viajaba solo. Se había embarcado en Liverpool, donde sus padres y sus siete hermanos trabajaban a destajo en una fábrica de jabón. La familia Giggs había acordado invertir en el pequeño e inteligente Danny: ahorraron para pagarle un pasaje a la tierra de las opor­ tunidades. Si triunfaba, todos saldrían ganando. Y, para facilitar­ le un poco las cosas, le entregaron la única joya de la familia: una pulsera de marfil con elefantes exquisitamente policromados. Era preciosa; lo sé porque la vi. Danny siguió el consejo de su padre y mantuvo el tesoro es­ condido durante la travesía. Pero esa última madrugada de confi­ dencias quiso compartir con Molly su secreto. El chico desanudó el pañuelo que llevaba enrollado en una muñeca, y la joya apare­ ció ante los ojos asombrados de su amiga. –Nuestro tío abuelo la trajo de la India –contó con orgu­llo–. Y yo, con lo que me den por ella, empezaré una fortuna en América... 10


Molly le puso un dedo en los labios, tomó el pañuelo y volvió a anudárselo: –Seguro que sí, pero prométeme que no se lo dirás a nadie más... Danny asintió, y al cabo de unos pocos minutos dormían apoyados el uno en el otro, tal y como habían hecho desde la primera noche. Cuando Molly abrió los ojos, el sol estaba en lo alto y un río de pies nerviosos circulaba a su alrededor: era la hora del desem­ barco. Pero no fue toda esa luz y trajín lo que la despertó; fue Danny, que la arañaba: –¡Ladrona!, ¡devuélveme mi tesoro! –gritaba, hasta que apare­ ció uno de los guardias del barco y lo agarró por el cogote como si fuese un cachorro. –¡Quietecito y en silencio, si no quieres que te devuelva al otro lado del océano! –bramó. Y Danny se calló porque la mano del policía le apretaba tanto que se puso lívido. Cuando por fin lo soltó, el chico recogió sus cosas y se alejó con rabia. Molly, sentada sobre su hatillo, buscó de nuevo mi mirada; pero yo, aunque sabía que era inocente, no podía hacer nada por ella. Cuando se levantó para unirse a la corriente de pasajeros, vi que se tambaleaba. No era extraño que estuviese mareada después de tantas olas, penas y escasa comida; pero había algo más. La sospe­ cha empezó a abrirse paso en la aturdida mente de Molly, cuando una mujer con un sombrero adornado con flores de vivos colores pasó por su lado. Era Prudence Night, la enfermera que había ofrecido ayuda a los pasajeros de tercera clase que la necesitaran. Fue ella quien atendió a Danny el día que, a causa del fuerte oleaje, perdió el equilibrio y se golpeó un hombro contra una chimenea. 11


Yo soy la estatua de la Libertad de Nueva York

e

l nombre completo de esta mundialmente famosa estatua es “La libertad iluminan­ do el mundo”, aunque popularmente es conocida simplemente como Liberty. Fue un regalo de los franceses a los norteamericanos para conmemorar el centenario de su independencia, que se celebró en 1876. Aunque Liberty no se inauguró hasta diez años más tarde, tras un largo y complicado proceso durante el cual tuvieron que aunarse muchas voluntades, conocimientos y recursos a ambos lados del Atlántico. El escultor que diseñó la estatua fue Frédéric Auguste Bartholdi, y parece que se inspiró en el rostro de su madre. Fue uno de los grandes impulsores del proyecto y el que propuso su ubicación: una pequeña isla al sur de Manhattan, que entonces se llamaba isla de Bedloe. La estructura interna que tenía que sostener el monumento fue encargada al ingeniero Gustave Eiffel (sí, el mismo de la famosa torre de París). El año 1886 Liberty cruzó el Atlántico. Lo primero que llegó a América fue el brazo derecho con su antorcha. Se expuso con mucho éxito y excitó la curiosidad y entusias­ mo de los norteamericanos. El 17 de junio, por fin, llegó el resto de la estatua. Liberty viajó a bordo de la fragata francesa Isère, desmontada en 350 piezas metidas en 214 cajas. Tardaron cuatro meses en reconstruirla sobre su pedestal. Se inauguró el 28 de octubre de 1886 y en seguida se hizo muy popular y querida. La estatua de la Libertad es de cobre y representa a una mujer vestida con una an­ cha y larga túnica. Adorna su cabeza una corona de siete picos que simbolizan los siete 16


Madre del Desterrado En la base de la estatua de la Libertad está grabado un soneto de Emma Lazarus, que la denomina Madre del Desterrado. El nuevo coloso No como aquel gigante que en Grecia cobró fama dominando a horcajadas las tierras frente a frente: en este umbral marino se yergue en su poniente una mujer izando una antorcha, una llama que es el rayo cautivo, y esa hembra se llama Madre del Desterrado; en su mano atrayente brilla la bienvenida; su mirada indulgente cubre el aire del puerto que dos ciudades ama. “¡Quedaos, tierras antiguas, vuestra historia pomposa!” susurra. “Dadme vuestros pobres y mendicantes, la masa que suspira por ser libre y gozosa, el desecho de vuestras orillas rebosantes. Mandadme esos humildes, esa gente olvidada: ¡yo alzo mi faro a un lado de la puerta dorada!

(versión de Miquel Desclot)

continentes. Mantiene su brazo derecho en alto, sujetando una antorcha encendida; unas láminas de oro que cubren la llama le aportan su aspecto refulgente. En la mano izquierda sujeta un documento que representa la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, del que tiene grabada la fecha en inglés y cifras romanas: “JULY IV MDCCCLXXVI”. La figura femenina mide 46 metros de altura, de los pies a lo alto de la llama. Liberty está situada sobre un pedestal de planta cuadrada que, a su vez, se erige so­ bre una base con forma de estrella de once puntas. La altura total del monumento es de 93 metros, y se completa con unas cadenas rotas al pie del conjunto que simbolizan la libertad. Liberty ha tenido varios usos y varias restauraciones, pero nunca ha variado su sig­ nificado: una celebración de la libertad y una condena de la opresión. Desde su pedestal, Liberty mira hacia el este, hacia Europa; desde donde vio llegar muchos barcos cargados de emigrantes. Entre 1892 y 1954 unos doce millones de personas fueron registradas legalmente e inspeccionadas médicamente en la isla de Ellis, por aquel entonces la aduana principal de Nueva York. Todas ellas supieron que su viaje había acabado cuando vieron a Liberty en el horizonte. Actualmente la isla de la Libertad y la isla de Ellis forman parte del mismo Parque Nacional, reconociendo así el significado histórico que las une. 17


El cazador de mundos




El cazador de mundos o El vuelo de Rani

A

la una la luna, a las dos el sol, a las tres del revés, a las cuatro en lo alto, a las cinco no me rindo… Así cantaban los niños en la playa de Anakena. Ellos no se rindieron. Yo tam­ poco: aquí estoy. Mi nombre es Ko*T_Ri~Q. Soy un robot pilo­ to de la Flota de Cazadores de Mundos y la unidad al mando de la bionave 29-7-00. Una bionave es un vehículo cibernético con ca­ pacidad para realizar viajes intergalácticos y copiar ecosistemas. Tiene el aspecto de un meteorito, pero al posarse sobre cualquier planeta le crece inmediatamente una capa externa idéntica a la su­ perficie que pisa. Este proceso se denomina bioni­zación. Una vez finalizado, la bionave despega y regresa a la 9* Galaxia, donde deposita su envoltorio en el bioarchivo central para su análisis y clasificación. Hace 2.000 años (según el cómputo temporal humano) que la 29-7-00 aterrizó en la Tierra. Las órdenes eran copiar y regresar. Pero quedamos atrapados. El contacto con la atmósfera fue brusco. Durante el descenso nos alcanzaron seve­ras descar­ 33


Desde los tiempos prehistóricos,

gas eléctricas que provocaron una pérdida masiva de energía en

los humanos han sentido la necesidad toda la bionave. Había que acometer un aterrizaje de emergen­ de levantar monumentos que resistan cia. Principal obstáculo: sobrevolábamos una inmensa superficie el paso y el olvido. líquidadel (el tiempo océano Pacífico, ahora lo sé). Mi navegador detectó la presencia de de una Guiza, cadena montañosa La esfinge un moái subacuática. de la isla No había tiem­ po ni margen maniobra: posar la bionave sobre una de Pascua, unadegárgola deconseguí la catedral de sus cumbres y estabilizarla en las coordenadas 27º 7’ 10’’ S de Santa María del Mar…, todas son estatuas 109º 21’ 17’’ O. Quedó medio sumergida, pero aun así el proceso quedehan presenciado impasibles el curso bionización empezó de inmediato y finalizó con éxito: la de la historia. Pero, en ¿qué pasaría si estosllaman Isla de Pas­ 29-7-00 se convirtió lo que los humanos testigos del tiempo pudieran hablar?, cua o Rapanui. Afirmativo, confirmo a quien pueda llegar este la isla de Pascua es una nave biónica extraterrestre. Lo ¿quémensaje: contarían? queesta llaman moáis somos colección sus unidadesde robóticas. En emocionante cuentosA causa de los problemas de aterrizaje, solo yo, Ko*T_Ri~Q, conservo parte de las mis estatuas toman la palabra. funciones y sistemas. Hace 2.000 años que intento concluir la misión: regresar. A la una la luna… Sí, al principio estaba más solo que la Luna. La bionave se posó en la cima de la montaña sumergida dando un golpe y levantando olas enormes que se llevaron por delante a casi todas las unidades robóticas. Se desplazaron de su base y se desconectaron. Solo yo permanecí anclado, aunque caí ha­ cia atrás. Y, peor aún, perdí uno de mis ojos. En medio de este caos nos atrapó la bionización: la 29-7-00 quedó envuelta por un manto de paisaje volcánico copiado a la cordillera subacuática. Al finali­zar el proceso evalué la situación y fijé las prioridades. Primero: recargar energía. Segundo: ponerme en pie. Tercero: re­ cuperar mi ojo. A la una la luna, a las dos el sol… Conseguí reparar una vía de entrada para captar el flujo de energía solar. También pude sacar 34


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