ediciones ekaré
Para Mar y Gi, Flor y Chelo, hermanas como reflejos, que han vuelto a empezar muchas veces. A. C.
A mi hija y a mi padre, que se cruzaron en este libro. C. S.
Corrí hasta que olvidé que tenía diez años, hasta que los latidos del corazón fueron lo único que oí de mí mismo. Ocean Vuong, En la Tierra somos fugazmente grandiosos Un niño dice: —Tengo miedo. Quiero volver. Quiero ir a la cama. Agota Kristof, La analfabeta Soñó con la mariposa. Viajaba montada sobre ella y las alas de terciopelo la acariciaban en el batir del vuelo. Marina Colasanti, Una idea toda azul
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Y
ella corre.
Esquiva los últimos rayos de sol. Tiene miedo. Apenas roza las sombras afiladas. No puede volver.
Para de golpe al menor crujido. Tensa el cuerpo, liebre descubierta. Gira la cabeza, petirrojo asustado. Abre los ojos, grandes.
Los cierra, recuerda. La punta del machete, la voz del hombre, el chillido de un jabato. Habían querido matarla.
Abre los ojos de nuevo. Ya no hay sombras. La noche es rápida y la alcanza en un parpadeo.
La niña extiende la mano al frente, la mueve de un lado a otro, intenta despejar la oscuridad hecha niebla que la ciega.
Sopla entonces un viento; sopla y sopla tan fuerte que la empuja hasta un árbol de gruesas raíces. Y allí, en ese tronco agigantado, que conduce a un reino ramas arriba, se acurruca.
Escucha aullidos y respiraciones de animales que no sabe nombrar. Siente sus pisadas sobre cortezas caídas, quebrando los brotes. Debe moverse, encontrar un refugio.
Se acercan. Ya llegan. Van a comérsela.
Un primer relámpago le muestra un sendero de guijarros blancos.
Quizá conducen a una casa.
Al apoyar sus manos para levantarse, siente un piquete en un dedo, como el de una aguja en una rueca.
No grita. Da un salto. Corre otra vez.
Una niña asustada busca cobijo. Otra cabalga la noche a lomos de un venado rojo. Y otra lee. Esta inquietante travesía nocturna rinde homenaje a la lectura y al poder de los cuentos.