Selección de
Ana Garralón
Verónica Uribe
Edición al cuidado de Verónica Uribe Dirección de arte y diseño: Irene Savino Tercera edición, 2010 © Pablo Neruda y Fundación Pablo Neruda © 1998 Ediciones Ekaré Edif. Banco del Libro, Av. Luis Roche, Altamira Sur Caracas 1060, Venezuela C/ Sant Agustí 6, bajos. 08012 Barcelona, España www.ekare.com Todos los derechos reservados para la presente edición ilustrada ISBN 978-980-257-204-5 HECHO EL DEPÓSITO DE LEY · Depósito Legal lf15120028001448 Impreso en China por South China Printing Co. Ltd.
ODA A L A BELLA DE SNUDA y otros escritos de amor
Pa blo Neruda Ilu st racione s de
María José Romero
E D I C I O N E S
E K A R É
“Soy el tigre. Te acecho entre las hojas anchas como lingotes de mineral mojado…”
INTRODUCCIÓN 5
EL TIGRE es uno de los más hermosos poemas de amor de Pablo Neruda. Tiene una fuerza, sensualidad y ritmo que dejan al lector sin aliento. Así como este breve e intenso poema, concebido en secreto al calor de una gran pasión, la extensa obra de Neruda encuentra en el amor un tema privilegiado. Alguna vez Neruda confesó a un amigo que le era imposible resistirse a los requerimientos de las mujeres, “especialmente si me agradan”, dijo. Fue enamoradizo desde muy niño y el amor y las mujeres inspiraron gran parte de su obra poética. Pero fue siempre discreto, y tal vez por eso mismo, periodistas, biógrafos y curiosos han intentado saber quiénes son las mujeres que se esconden tras determinados poemas. Volodia Teitelboim, en su biografía de Neruda, hace algunas precisiones acerca de los amores juveniles: Teresa León Bettiens, a quien su familia le prohibía relacionarse con “ese joven de origen oscuro”, hijo de ferroviario, es el amor de la adolescencia. Muchos de los poemas de CREPUSCULARIO le recuerdan, Teresa también está presente en VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA, junto con Albertina Rosa Azócar, la compañera de estudios que nunca aceptó casarse con él. En las cartas de Pablo a Albertina, que se prolongan durante nueve años, aparecen fragmentos de poemas y versos dedicados a la joven silenciosa y taciturna que fueron luego publicados en varios
de sus libros, desde los VEINTE POEMAS hasta RESIDENCIA EN LA TIERRA. Guillermina, hija de alemanes de Temuco, una niña gentil que le regalaba membrillos, es la inspiradora de DÓNDE ESTARÁ LA GUILLERMINA? De las tres mujeres con las que se casó, es Matilde Urrutia, su última esposa, a quien le dedica un caudal de poesía. Para Matilde escribió LOS VERSOS DEL CAPITÁN, que se publicó en una primera y hermosísima edición privada en Nápoles y que circuló en numerosas ediciones anónimas durante varios años hasta que Neruda reconoció que esos poemas le pertenecían. Para Matilde también son muchas de las ODAS, a ella está dedicado CIEN SONETOS DE AMOR y se la recuerda en varias páginas de ESTRAVAGARIO y del resto de su obra. En esta selección se incluyen, ordenados cronológicamente, poemas y prosas publicados entre 1922 y 1964. La intención fue reunir los textos de tema amoroso más conocidos de Pablo Neruda junto a otros menos difundidos pero igualmente hermosos. En el índice se señala la procedencia de cada texto y la fecha de su primera publicación. Se ha respetado el uso francés de los signos de exclamación e interrogación que prefería el poeta, así como la letra cursiva que indicó en algunos poemas. Las ilustraciones de María José Romero, fuertes y sensuales, muchas con un toque de humor, invitan a una mirada nueva sobre la poesía de Neruda, a una placentera relectura y a algunos descubrimientos.
ODA A LA BELLA DESNUDA y otros escritos de amor
MUJER LEJANA 9
E sta mujer cabe en mis manos. Es blanca y rubia, y en mis manos la llevaría como a una cesta de magnolias. Esta mujer cabe en mis ojos. La envuelven mis miradas, mis miradas que nada ven cuando la envuelven. Esta mujer cabe en mis deseos. Desnuda está bajo la anhelante llamarada de mi vida y la quema mi deseo como una brasa. Pero, mujer lejana, mis manos, mis ojos y mis deseos te guardan entera su caricia porque sólo tú, mujer lejana, sólo tú cabes en mi corazón.
MORENA, LA BESADORA 10
C abellera rubia, suelta, corriendo como un estero, cabellera. U単as duras y doradas, flores curvas y sensuales, u単as duras y doradas. Comba del vientre, escondida, y abierta como una fruta o una herida. Dulce rodilla desnuda apretada en mis rodillas, dulce rodilla desnuda. Enredadera del pelo entre la oferta redonda de los senos. Huella que dura en el lecho, huella dormida en el alma, palabras locas.
11
Perdidas palabras locas: rematarán mis canciones, se morirán nuestras bocas. Morena, la Besadora, rosal de todas las rosas en una hora. Besadora dulce y rubia, me iré, te irás, Besadora. Pero aún tengo la aurora enredada en cada sien. Bésame, por eso, ahora, bésame, Besadora, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
INCLINADO EN L AS TARDES 13
Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceánicos. Allí se estira y arde en la más alta hoguera mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago. Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes que olean como el mar a la orilla de un faro. Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía, de tu mirada emerge a veces la costa del espanto. Inclinado en las tardes echo mis tristes redes a ese mar que sacude tus ojos oceánicos. Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas que centellean como mi alma cuando te amo. Galopa la noche en su yegua sombría desparramando espigas azules sobre el campo.
PARA QUE TÚ ME OIGAS 14
Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas.
15
El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas.