E D I C I O N ES E K A R É
EDICIONES EKARÉ
Una noche serena, mientras luminosos copos de nieve caían en lo profundo del bosque,
Osa salió a caminar. Vio cómo algo se asomaba sobre el blanco brillante.
Al mismo tiempo, Lobo salió a caminar y vio algo que se asomaba sobre el blanco brillante.
Al acercarse, Osa se dio cuenta de que era un joven lobo. Podía ver su morro puntiagudo, su lisa piel gris, sus ojos dorados y su nariz negra y húmeda.
Al acercarse, Lobo se dio cuenta de que era una joven osa. Podía ver su cabeza grande y redonda, su suave piel negra, sus profundos ojos marrones y su nariz negra y húmeda.
–¿Estás perdido? –preguntó Osa. –No, no lo estoy. ¿Y tú? –preguntó Lobo. –No, no estoy perdida. Salí a caminar para sentir el frío en mi cara y gozar del silencio del bosque cuando nieva. ¿Tú qué estás haciendo?
–Salí a caminar para sentir el frío bajo mis patas y escuchar el crujir de la nieve mientras camino. –¿Quieres pasear conmigo? –preguntó Osa. –Claro –dijo Lobo.
Osa y Lobo caminaron a través de la nieve que caía silenciosa sintiendo con sus ojos, sus orejas y su nariz el bosque nevado.
Ambos tenían una piel gruesa y tibia que los abrigaba. Eran criaturas hechas para sentirse cómodas en el frío invernal.