A Pablo J.S.C.
Edición a cargo de María Cecilia Silva Díaz Diseño y dirección de arte: Irene Savino Primera edición, 2010 © 2010 Javier Sáez Castán © 2010 Ediciones Ekaré Todos los derechos reservados Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro, Altamira Sur Caracas 1060, Venezuela C/San Agustí 6, bajos 08012 Barcelona, España www.ekare.com ISBN 978-84-936843-8-9 Impreso en China por South China Printing Co. Ltd.
Una noche, el Pequeño Rey se dio cuenta de que
no podía conciliar el sueño. Para entretenerse comenzó a cantar “palmas, palmitas” y después estuvo dale que dale al sonajero. ¡Qué hermosa música! Pero necesitaba algunos músicos para formar una orquesta.
Al Pequeño Rey le pareció que el momento era bueno para organizar un concierto. –¡Un-dos-tres-cuatro! ¡Un-dos-tres-cuatro! ¡Muy bien! –dijo el Pequeño Rey sin dejar de mover la batuta–. Sólo tienen que seguirme sin perder el compás.
Y todos, todos los bichitos, gritaron “¡bravo, bravo!” al Pequeño Rey.
Pero los animalitos no le oían. ¿Cómo demonios iban a oírle si no dejaban de tocar su instrumento? –Cri, cri, cri –tañía el grillo. –Chrrrrr –chirriaban las cigarritas. –Bzzz –zumbaba el chicharrón.
El Pequeño Rey comenzó a irritarse y levantó la voz: –Eh, vamos, déjense de bromas. Es hora de dormir. Pero los animalitos tañían y chirriaban y zumbaban cada vez más alto, pensando que eso era justamente lo que quería el Pequeño Rey.
...dej贸 caer su rayo sobre ellos. Y entonces tron贸, tron贸 y tron贸,
BRRRRRUUUMMMMM
durante casi un minuto.
Los bichitos y el Peque帽o Rey rodaron por el suelo. Perdieron todos sus instrumentos. La batuta se chamusc贸 como un f贸sforo.