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El ASTRENSE Nº41 JUNIO 2021
TENIENDO SUFICIENTES PROBLEMAS CON EL CALENTAMIENTO GLOBAL, LA BRECHA SOCIOECONÓMICA, LA BRECHA DIGITAL, LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR, LA CRISIS CRÓNICA DE LOS SISTEMAS DE SALUD, ENTRE OTROS, Y DE FORMA INTEMPESTIVA UNA PARTÍCULA ORGÁNICA NO VISIBLE, CON ALGO DE MATERIAL GENÉTICO EN SU INTERIOR, HA PUESTO DE RODILLAS A TODOS LOS PAÍSES DEL
MUNDO.
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La pandemia de enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID 19) ha planteado diversos retos a los estamentos de la sociedad, y la educación no ha sido la excepción. Durante diciembre del año 2019, en China, aparecieron los primeros casos de una nueva enfermedad causante de un síndrome respiratorio agudo grave, denominada enfermedad por coronavirus. Cursando mi segunda semana presencial de cuarto año de Medicina, la noticia sobre el maldito virus rondaba en los medios desde hace algunos meses. Si bien mi formación y conocimiento me indicaban que no faltaría mucho para que aquel llegara a mi tierra, mis ganas de continuar mi vida normal obviaban tal situación. A pesar de ello, un 12 de marzo de 2020 las cosas cambiaron rotundamente. Con la implementación del aislamiento social preventivo y obligatorio y la suspensión de las clases presenciales, la computadora y los dispositivos electrónicos en general se volvieron una extensión del cuerpo y una herramienta indispensable para afrontar la migración obligatoria a la virtualidad ante semejante emergencia sanitaria. Mi concepto de cómo debe ser la educación se formó desde temprano, allá por el jardín-primaria con el pizarrón y la tiza, la seño enfrente, recreos en el patio y compañero a un banco de distancia. En la universidad y, por elegir medicina, escalo hacia las prácticas con pacientes, utilizando todos los sentidos y el conocimiento para entender la enfermedad y la salud. Con el docente al lado y las clases presenciales como pilar fundamental del proceso formativo. Por lo que no sorprenderá que debido a mi concepción de cómo tiene que ser el proceso educativo, me costó adaptarme a la virtualidad. Zoom, Jitsi Meet, Google Meet, Team, Google Classroom y unas cuantas aplicaciones más con nombre difícil fueron la nueva forma de hacer educación en estos tiempos. El dictado de las clases, trabajos prácticos, exámenes finales, reuniones de estudios entre compañeros adoptaron esta nueva forma que lejos de ser la que anhelábamos fue la que nos permitió continuar. Las prácticas presenciales realizadas en los hospitales que tan importantes son para la formación de médicos, enfermeros y bioquímicos se suspendieron de forma indeterminada desde el inicio de la pandemia. Si bien muchos de los contenidos clínicos pueden virtualizarse, las habilidades necesarias para el desempeño médico –como la realización del examen físico- solo pueden ser aprendidas adecuadamente con el paciente y las adaptaciones virtuales no pueden suplir la práctica. A pesar de lo difícil que fue atravesar mi formación durante este período, durante el mes de marzo de 2021 pudimos volver a realizar prácticas presenciales en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia. Sin dudas, puedo afirmar que es necesaria la experiencia. Históricamente, la formación del médico fue al lado de la cama del paciente; incluso con mediciones tecnológicas de por medio, plataforma virtual y complejos métodos de diagnóstico que facilitan la práctica- resultan de gran ayuda: hablar con la persona, escucharla, observarla, inspeccionarla y palparla. Estas siguen siendo nuestras mejores herramientas. Conservar esto es mantener humanizada la práctica asistencial.
