El testimonio de monseñor leonidas proaño, josé comblin

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EL TESTIMONIO DE MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO José Comblin Quiero empezar este homenaje por un testimonio del cardenal Muñoz-Vega, arzobispo de Quito, en los tiempos de Mons. Proaño. ‘Para mí el oro del servicio pastoral de Mons. Proaño se halla en su amor a la clase indígena campesina de nuestro país. Le confió la Santa Sede el gobierno de la Diócesis en la que más hiriente y dolorosa se presenta la situación de depresión social, cultural y religiosa de nuestros indígenas. Mons. Proaño ha hecho una entrega de sí mismo a la causa de la redención social de estos hermanos desvalidos tan total, tan valiente y tan abnegada que merece la más sincera y leal admiración de parte nuestra. Yo quiero expresarla muy de corazón” En seguida quiero recordar algunos testimonios de campesinos indígenas. “Siempre hemos conversado que Monseñor es como un segundo Dios, un hombre tan bueno que como él tal vez no haya otro”. “Monseñor nos gusta porque nos ama a los pobres y campesinos, y a los que estamos perdidos”. “Sobre la liberación nos ha hecho ver la justicia; que nos oprimen los terratenientes, los industriales. Las autoridades no han hecho justicia. Nosotros también éramos injusticia. En casa de uno mismo éramos injustos con mujer y nuestras guaguas. Ahora, aunque no tengamos nada, el amor y el cariño hace felices. Ya no pegamos a golpes y patadas. La justicia es amor de unos a otros, trabajar con voluntad”. “la predicación de él se entiende. El sabe palabras como nosotros. Conoce nuestras costumbres. No predica como otros que cuando vienen aquí hablan como en Riobamba y no entiende la gente”. “Vemos que por esta luz que nos enseñó Monseñor tenemos que denunciar las injusticias aunque tengamos que ir en carros blindados hasta la Policía”. “Monseñor ha hecho hablar a los mudos por medio de la Palabra de Dios”. “Nuestro obispo es pobre y siente la pobreza de los demás, y siente la opresión en su propia persona. Es pobre como nosotros. Dicen que no tiene para sí ni un pedacito de terreno, ni casita porque donde vive es prestado”. Se podrían citar tantos y tantos testimonios.! El que no conoció personalmente a monseñor Proaño, debe leer el libro que publicó en 1977 bajo el título “Creo en el hombre y en la comunidad” 2. Es casi una autobiografía. En ese libro él se revela tal como es con esa sencillez y esa transparencia de los pobres. Nació en 1910 en una familia pobre en San Antonio de Ibarra, en un pueblito a unos 5 km de la ciudad. Sus padres eran tejedores de sombreros de paja, un trabajo que exige mucha paciencia, mucha arte y mucho tiempo. Con eso vivían en forma muy austera. Durante toda su infancia, Leonidas estuvo con su familia fabricando también desde muy temprano sombreros de paja. También su familia tenía un terrenito muy pequeño en que el niño Leonidas aprendió a plantar, limpiar y cosechar.. Durante toda su vida fue ese niño que fabrica sombreros de paja viviendo esa pobreza. Eran pobres, pero pobres con dignidad. Su familia expresaba perfectamente la dignidad de los pobres. Vivía de su trabajo y no dependía de nadie. No pedía nada a nadie. En su familia Leonidas aprendió la honradez de los trabajadores pobres. No se deja comprar, ni humillar, ni intimidar. Cumple perfectamente con su tarea : el sombrero debe ser impecable. Esa honradez en el cumplimiento de su tarea lo acompaño durante toda su vida sacerdotal y episcopal. Aprendió la valentía. Tenía en sentimiento muy claro de su dignidad de pobre y no podía entender ni aceptar las formas de intimidación. Nunca pudo entender las complicaciones de la clase dirigente en la Iglesia, esa mezcla de adulación y amenaza, apariencia dulce pero llena de traición como siempre sucedió


en las cortes de los monarcas o dictadores. Leonidas levantaba la voz y exigía el reconocimiento de su dignidad de pobre. Nunca curvó la cabeza. No le faltó oportunidad para mostrar esa valentía, porque, cuando inició su ministerio al servicio de la liberación de los indígenas, encontró una tremenda oposición de toda la clase de propietarios y comerciantes que explotaban a esos indígenas. Encontró una implacable oposición por parte de miembros de su clero. Varias veces cuando regresaba de la Conferencia episcopal le he oído decir : “me dejaron solo” Podía estar solo, pero no iba a ceder. Sabía que representaba la verdad y la justicia y no podía negociar con los dominadores de su pueblo indígena, ni aceptar un silencio cobarde. Tuvo valentía en agosto de 1976. Le tomaron preso y cayó en manos de policía 3 bajo las órdenes del ministro de Gobierno. Acusado por un coronel en presencia del nuncio apostólico no hizo ninguna concesión y defendió su posición. El nuncio le acusaba de haber reunido una conspiración secreta de obispos, diciendo por ejemplo que esos obispos habían entrado en el Ecuador ilegalmente. Siempre defendió la justicia de la causa de los indígenas, aún frente al poder militar. Después de su liberación se le notaba serio y un poco compenetrado pero muy firme y decidido a no cambiar en nada. En la familia aprendió a ser un hombre libre, lo que fue durante toda la vida. Nunca pidió algo para si mismo. Nunca aceptó ninguna forma de dependencia. Nunca pidió ningún favor aun viendo hasta qué punto algunos colegas entraban en combinaciones con las autoridades y los poderosos para pedir favores. Un episodio lo retrata tal como era. Cuando fue ordenado obispo fue a saludar al presidente Velasco Ibarra. El presidente le preguntó que quería. El dijo que quería solamente saludarlo. El presidente se emocionó y le dijo ”Yo creí que venía a pedirme plata; muchos clérigos vienen aquí con este fin”. Se cuenta que algunas lágrimas se le podían ver en los ojos. De todos modos Velasco Ibarra siempre le trató con estima y deferencia. Monseñor Proaño siempre fue pobre pero libre y estaba muy consciente de la necesidad de salvar su libertad. Fue amenazado, difamado, abandonado por muchos, pero nada `de eso afectó su libertad. Fue maltratado por el nuncio apostólico. Si uno recuerda lo que enseñaba a los indígenas, era su mismo modo de ser. Quería que fueran como el, pobres con honradez, con valentía y hombres libres Como casi todos los Santos Padres de América Latina que hicieron Medellín, fue formado por la Acción católica, prácticamente la JOC. Allí aprendió a dialogar con los laicos, aprendió a escuchar a los jóvenes, aprendió a partir de la realidad experimentada materialmente y no de una doctrina abstracta.. Habitualmente los sacerdotes partían de los dogmas, de una doctrina abstracta sin relación con la vida real de cada día. Es el método romano: partiendo de los dogmas se llega a conclusiones prácticas, y esas conclusiones son incomprensibles. La JOC hizo al revés. Empezaba por conocer la vida tal como es, tal como ella se vive en el pueblo. Después se buscaba en los evangelios las luces que podían iluminar esas situaciones. Entonces aparecían actividades prácticas en vista del desarrollo de las personas y las comunidades. Este fue el método que aplicó con los indígenas. En primer lugar había que abrirles los ojos, obligarlos a mirar su vida, su realidad, la realidad de su opresión. Había que enseñarles a reflexionar. ¿Cómo hacerlo? Partiendo de lo que podían ver más fácilmente: su propia vida, sus condiciones de vida y la manera como respondían a los desafíos de su condición oprimida. Para los indígenas era mucho más difícil que se podía imaginar. Era necesario tener una infinita paciencia como monseñor la tenía, para repetir siempre lo mismo, exhortar de nuevo, y despertar entre ellos el sentimiento de que eran capaces de mirar y de ver. Entonces venía el segundo paso. La religión de los indígenas era pura sumisión, pura obediencia. Creían en un Dios dominador y exigente al que uno debe agradar por medio de fórmulas de oración, de sacramentos, de ofrendas, de señales de sumisión a los sacerdotes. De lo contrario Dios podía castigar mandando contra los pecadores sequía, inundaciones, tempestades, terremotos, enfermedades y otros males También las imágenes de algunos Santos tenían un efecto benéfico. De la Biblia no sabían absolutamente nada y de los evangelios menos todavía. Era necesario buscar en el evangelio lo que pensaba Jesús de la vida de ellos. Había que anunciar una vida mejor, una liberación, había que despertar la esperanza por medio de los textos más claros. Se trataba de una verdadera conversión y sin esa conversión era imposible pensar en una acción colectiva en medio de


la sociedad. Era imposible que llegaran a tener conciencia de que tenían derechos. Su religión tradicional era realmente un obstáculo. El tercer paso es la acción. Hay que aprender a realizar acciones nuevas en vista de una nueva vida. Serán primero acciones modestas. Lo importante es que aprendan a salirse de la pura rutina de la vida. Tienen que aprender a comunicar con otras personas, organizar con algunos una acción conjunta muy sencilla. Tiene que ser algo que pueden comprender. Esa acción responde a una necesidad. En esa forma comenzó siempre la formación en la JOC. Importante es que no se queden en las palabras, sino que hagan algo. Ellos mismos dirán lo que pueden hacer para aplicar lo que les dice el evangelio en una situación determinada. En Ibarra, el joven sacerdote implantó todas las novedades pastorales que había en el mundo, aunque la JOC haya sido la actividad que le dio el más fuerte impacto. Inició las escuelas radiofónicas que venían de Colombia y con ellas las asambleas cristianas que se reunían cada semana a partir de las escuelas. Hubo hasta 250 asambleas cristianas simultáneamente. En 1960 inició la pastoral de conjunto introducida en América latina por visitas del canónigo Boulard de Francia. Fundó el CEAS, Centro de Estudios y Acción Social, según el modelo creado por los jesuitas en aquella época en muchos países de América latina. Y tuvo otras iniciativas. Fue un sacerdote muy activo y luego adquirió una gran proyección. No es extraño que haya sido propuesto por varios obispos para la diócesis de Riobamba. Cuando monseñor Proaño en 1954 llegó a Riobamba ya estaba bien preparado, mejor que lo que él mismo pensaba. Lo primero que hizo fue conocer la realidad, no a partir de relatos escritos y de personas que viven lejos de los indígenas, sino a partir de las mismas comunidades. Con eso quedó profundamente impresionado por la miseria de los indígenas de la provincia de Chimborazo.. El contacto directo con comunidades indígenas fue impactante. El pueblo indígena sufría de muchas enfermedades, pero todas tenían su origen en una situación : el hambre. Sencillamente lo que comían los indios era radicalmente insuficiente en calidad y cantidad para alcanzar la salud. Los dueños de la tierra les pagaban un sueldo miserable muy debajo del sueldo mínimo definido por el gobierno. Partiendo de esa realidad, descubrió luego lo que sería su misión de obispo Cristo en el evangelio le habló con clareza absoluta. Para ser fiel al evangelio de Jesucristo tenía que dedicarse a la salvación del pueblo indígena. Empezó inmediatamente. Una primera señal fue la reforma agraria en las haciendas que tenía la diócesis. Era una señal. Pues el proyecto de reforma agraria tuvo repercusión en el país entero. En muchos lugares se levantaron voces pidiendo una reforma agraria. Hubo protestas. Rápidamente la gente de las ciudades se dio cuenta de que la opción del obispo sería el pueblo indígena. Se sintieron abandonados. Estaban acostumbrados a tener al obispo en la ciudad, sobre todo en Riobamba a su disposición. No podían entender que el obispo pase tanto tiempo con esos miserables indígenas. Todo fue muy lúcido, muy claro, muy decidido. No fue necesario mucho tiempo. Su familia quería muy bien a los indígenas de su provincia No había nada en el joven obispo que fuera obstáculo o impidiera que se diera cuenta de cual era su vocación. Entraba en una aventura, pero no vaciló ni un momento. Miró entendió y decidió.

Una segunda señal fueron las visitas a las comunidades. Ya no eran como las visitas que hacían los sacerdotes que eran visitas rápidas para administrar sacramentos. Esas visitas mantenían el pueblo en su ignorancia y su pasividad tradicional. Los indios nada entendían de los sacramentos y con ellos nada cambiaba en su vida.

Proaño aplicaba con ellos el método de la JOC. Despertaba las conciencias, ayudaba a que percibieran su condición, anunciaba un evangelio de esperanza. Explicaba que ellos también eran seres humanos, que también tenían derechos, que su vida debía y podía mejorar. Era un mensaje muy sencillo pero poco a poco los indios empezaron a entender. Jamás nadie les había dicho eso. Jamás nadie les había hecho


tomar conciencia de su miseria y de su esclavitud. 400 años de sacramentos jamás había despertado en ellos una esperanza de una vida más humana. Jamás les habían hablado de justicia. Toda la vida del obispo fue marcada por la liberación de los indígenas. El testimonio más fuerte que lo dice todo de su vida son las últimas palabras que pronunció antes de morir : “Me viene una idea: tengo una idea: que la Iglesia es la única responsable de ese peso que, por siglos, han sufrido los indios. ¡ Que dolor ! Yo estoy cargando con este peso de siglos”. El sueño Proaño creía en la capacidad de los indígenas en contradicción con todo lo que se decía en el. país. Afirmaba esa capacidad negada durante 400 años. Creía que los indios podrían levantarse y luchar por su liberación. Creía en la comunidad. Estaba impresionado por la fuerza de la comunidad tradicional de los indígenas. Veía muy bien todos los factores que ya en aquel tiempo empezaban a disolver los lazos comunitarios, pero creía que podría salvar la comunidad. Pues la comunidad podía ser una gran fuerza para la lucha. Nunca tomaba la palabra sin hablar de la comunidad y exhortar los indios a que salvaran su vida comunitaria. Encontró apoyo en la eclesiología del Concilio. Si la misma Iglesia era comunidad, la comunidad indígena estaba promovida. La analogía era un argumento muy fuerte. Valoraba la comunidad que muchos en el país condenaban como señal de primitivismo contrario al capitalismo basado en el individualismo. Siempre más se dio cuenta de que todo el conjunto cultural religioso que España impuso a los indígenas era inasimilable. Era un obstáculo in transponible que impedía que los indios fueran evangelizados. Proaño tomó muchas iniciativas para inculturar el cristianismo en la cultura indígena pero todo fracasó: los dogmas no tiene significado, los sacramentos no son signos de nada, la estructura de la Iglesia se presenta como aplastante porque la comunidad no tiene ningún poder.. Por ejemplo el seminario para la formación de sacerdotes indígenas fracasó. El problema era el contenido de la formación. Faltaban colaboradores preparados .para descubrir la manera de comunicar lo esencial del cristianismo más allá de todo el sistema greco-latina de la Iglesia romana. El sistema católico ocultaba el evangelio y los alumnos no llegaban a conocer verdaderamente el mensaje del evangelio.

El obispo tenía un sueño ¡una Iglesia india! Faltaba un conocimiento más profundo de la cultura indígena, faltaban teólogos indígenas, faltaban personas dedicadas a esa tarea, y, last but not least faltaba la aceptación de la jerarquía local y de Roma. Liberación Monseñor Proaño encontró en la teología de la liberación la teoría que le faltaba para dar fundamento a su práctica pastoral. Las teorías del desarrollo no eran adecuadas. La teología de la liberación le proporciono varios temas esenciales. Primero la teología de la liberación le mostró claramente que la Iglesia está siempre comprometida en la política. Siempre hace política, aún cuando no se da cuenta o niega que esté metida en la política. O bien ella toma el partido de la situación establecida y defiende la situación que existe, o sea las estructuras sociales que existen, es decir que ofrece su apoyo de hecho a los conservadores; o bien ella toma el partido de los dominados, de las víctimas, de los pobres. Pues la sociedad está dividida y en América latina esa división es escandalosa. La teología de la liberación le mostró la realidad de esa división de la sociedad. La consecuencia es que no existe neutralidad. Si la Iglesia queda callada, esto significa que ella acepta el desorden establecido y defiende los dominadores. Si la Iglesia quiere defender a los pobres tiene que denunciar las injusticias y buscar una transformación de la sociedad y se encuentra al lado de los movimientos que quieren el cambio. La teología de la liberación le mostró también que una pastoral de conversión de los individuos no basta. No basta con tener hombre y mujeres moralmente buenos si la estructura social lleva a hacer el mal. La


evangelización se dirige también a las estructuras sociales. Las personas son responsables por el modelo de sociedad que construyen o mantienen. Por eso la evangelización tiene necesariamente un aspecto político. Por eso la liberación exige una revolución, o sea un cambio radical en el poder político. En esa época había un despertar de la conciencia política, lo que provocó la reacción de los militares instruidos por los Estados Unidos. Sin embargo, las dictaduras militares no lograron apagar la conciencia de los pueblos y el deseo de cambio estaba presente. Al revés ella se puso más fuerte y despertó la convicción de que una revolución era indispensable. La teología de la liberación le mostró que el evangelio no es solo el anuncio del cielo, sino el anuncio de una transformación de la vida en esta tierra. Las bienaventuranzas no anuncian solamente una compensación en la vida futura para que los pobres acepten su opresión actual. Ellas anuncian un cambio en esta tierra. Las señales que mostró, eran como un inicio de esa transformación que no se haría por milagros, sino por la fuerza del Espirito Santo y el Espirito estaba en los pobres. Todo eso él ya lo practicaba desde el comienzo de su episcopado. Pero se entusiasmó cuando apareció la teología de la liberación, sobre todo en la expresión de Gustavo Gutiérrez porque allí había toda una justificación teológica de lo que estaba haciendo. Pero primero vino la práctica y después la teoría, como siempre lo enseñó el mismo Gustavo Gutiérrez. Monseñor Proaño se hizo el grande propagandista de la teología de la liberación, lo que alimentó la hostilidad de los sectores que le denunciaban sin cesar. La teología de la liberación fue reconocida públicamente y autentificada por la Conferencia de Medellín. El documento de Medellín fue el primer documento que lanzó la teología de la liberación. Por eso Proaño se refería frecuentemente a Medellín en donde el mismo tuvo un papel muy importante Fue denunciado mil veces como comunista, marxista, revolucionario. Cuando Roma acogió las denuncias de Mons. Echeverría y mandó un visitador apostólico para examinar lo que pasaba en la diócesis, el visitador fue acompañado hasta Riobamba por policías armados porque le habían dicho que allá solo se hacía entrenamiento para una revolución armada y era peligroso llegar a esa ciudad. El Visitador llegó el 11 de abril de 1973. Quedó 9 días. Tuvo la oportunidad de encontrarse con unas 2.000 personas. Solo algunas poquísimas personas hablaron mal, todos los demás hablaron a favor del obispo y negaron todas las acusaciones; El Visitador prometió que enviaría a Roma un informe muy favorable7. Nunca llegó ninguna respuesta de Roma. Un día Proaño encuentra al cardenal Baggio y le pregunta que pasa con el informe. Baggio dijo: “en realidad no hay nada”. Proaño le hizo notar que por motivo de esa visita muchos le sospechaban y el quería saber si Roma haría una declaración para concluir la visita apostólica. Baggio dijo que en breve saldría una declaración y nada apareció nunca.. Proaño no era ni sociólogo, ni filosofo. Podía eventualmente citar el nombre de Marx pero como símbolo de una transformación social para la liberación de los oprimidos. El problema de Proaño no era el destino del proletariado industrial, sino la lucha contra la casi esclavitud en la que vivían los indígenas. Era como una lucha para la abolición de la esclavitud. En América latina ser marxista es denunciar la injusticia social. En ese sentido Proaño era marxista y muchos otros con él. Los métodos pastorales Monseñor Proaño partió de los métodos de la Acción católica y fue enriqueciendo su metodología asimilando todo lo que aparecía en aquel tiempo. Pues, permanecía muy atento a l que sucedía en todos los países y tenía una buena rede de comunicación. Estaba al tanto de todo lo que estaba naciendo en América latina. Tenía la convicción de que los planos de acción no pueden ser hechos por un grupo de especialistas. Hay que partir de la praxis de las comunidades indígenas: de allá saldrá el plan de acción. En la práctica lo que resulta, es lo que dice el mismo Monseñor: “evangelización-concientización-organización--denuncia y destrucción del mal-construcción de la Iglesia como signo del reino de Dios- participación en la construcción de un mundo nuevo”. “El resultado de la evangelización así entendida y practicada es un despertar a la esperanza, es un


ponernos en pie, es una disposición a emprender la marcha, es una adquisición de conciencia de que solos no podemos nada y de que tenemos que un irnos, que organizarnos, que hacernos pueblo solidario, para destruir en nosotros, en la Iglesia y en la sociedad todo lo que constituye el reino de este mundo e ir implantando en su lugar el reino de Dios” Revolución Proaño usó la palabra revolución con cierta frecuencia. Para él revolución era sinónimo de liberación. Era una revolución en el sentido de una transformación total de la sociedad y no solamente de la economía. Esta sería la revolución parcial y él llamaba ala atención sobre los peligros de una revolución parcial10 Esa revolución debía incluir una revolución política y un cambio radical del Estado. Este sería obra de movimientos populares fuertes. Históricamente a partir de esa época los indígenas empezaron a formar movimientos fuertes capaces de organizar manifestaciones eficaces como cuando lograron cortar todas las carreteras de la republica e impedir todo el transporte obligando el gobierno a abrir una negociación por primera vez en la historia. El gobierno tuvo que conversar con los indígenas siempre había tratado como animales. Después, los movimientos indígenas lograron deponer dos presidentes de la república. Lograron entrar en el gobierno de un nuevo presidente que les traicionó y ellos lo depusieron de nuevo. Tuvieron un papel decisivo en la elección del actual presidente Rafael Correa, que inició un proceso de verdadera transformación de la nación. Proaño tuvo un papel importante en ese despertar del pueblo indígena. Un día un latifundio dijo al ver la fuerza de los movimientos indígenas: “la culpa de todo eso la tuvo ese obispo Proaño. Solo lamento una cosa, que no le he metido dos balas en la cabeza”. Pero ya estaba muerto. Las comunidades eclesiales de base Monseñor siempre fue gran promotor de la comunidad. Cuando se divulgaron las experiencias de comunidades eclesiales de base y se elaboró una teoría de ellas, Proaño adoptó con entusiasmo las comunidades eclesiales de base. Era la elaboración de lo que buscaba y trataba de realizar. Desde entonces el desarrollo de las comunidades eclesiales de base sobre todo en el mundo indígena fue una de sus prioridades.

Para Monseñor Proaño las comunidades eclesiales de base debían ser el grande medio para evangelizar, concientizar, organizar y preparar la revolución. Ellas no se encerraban en si mismas pero trataban de actuar par dar remedio a las necesidades de la comunidad indígena entera. No eran solamente comunidades de culto sino más bien comunidades de acción social. Como tantas veces sucedió en América latina, las comunidades eclesiales de base fueron difamadas como células de movimientos guerrilleros. Se decía que allí se hacía entrenamiento militar. Era – y todavía es en muchas regiones – la manera de difamar cualquier tipo de acción social.

Nació una grande oposición a las comunidades eclesiales de base. Se decía que el Papa no las quería, que no practicaban la religión sino que más bien se dedicaban a la política. En el Ecuador las comunidades fueron muy difamadas y no lograron una grande expansión. Muchos estaban intimidados y tenían miedo de ser denunciados como comunistas. Muchos padres encontraban esas comunidades peligrosas porque eran objeto de muchas sospechas. El Hogar de Santa Cruz El Hogar de Santa Cruz fue el santuario de la diócesis. Fue uno de los sueños de monseñor. Tuvo que esperar años antes de realizarlo. Pero llegaron ayudas de varias regiones de Europa. Fue posible iniciar la construcción y en 1968 fue inaugurado al límite de la ciudad de Riobamba encima de una quebrada. Había


una porción de terreno pero muy seco. Solo fue posible plantar eucaliptos. El Hogar de Santa Cruz fue el centro de toda la actividad misionera de la diócesis. Allí vivía el obispo. Tenía una pieza muy pequeña semejante a la de los huéspedes, de unos 4mt. por 3mt. Era su residencia, cuando no estaba viajando por la diócesis. Allí se daban encuentros, cursos o seminarios principalmente para animadores indígenas. Allí se alimentaba el entusiasmo de las comunidades. Allí se elaboraban los planos pastorales. Allí estaban hospedados todos los visitantes que querían aprender lo que se hacía en la diócesis.

En el Hogar de Santa Cruz vivía una comunidad, porque monseñor quería vivir en comunidad. Al principio eran 5 personas. Al final llegaron a 17. No todas estaban siempre en le Hogar porque tenían muchas misiones pastorales fuera de la casa y de la ciudad. Allí también entraban en la vida comunitaria los visitantes que eran numerosos. Muchos venían, a veces desde lejos, de toda América y de Europa Sobre todo después de Medellín, Proaño fue una figura muy conocida. No buscaba la notoriedad, pero fue creciendo conos años. Si monseñor tenía enemigos implacables, tenía mucho más amigos que o admiraban y venían buscar orientaciones. El equipo misionero En marzo de 1970 llegaron a Santa Cruz 49 personas, sacerdotes, religiosas, laicos convocados para estudiar el tema “Evangelización y formación de comunidades eclesiales de base”. De esa reunión salió la fundación de un Equipo misionero. Entraron 33 personas. Estas personas se comprometían a dar parte de su tiempo para participar de misiones sobre todo en el campo. La primera experiencia fue en Guano en donde había 22 comunidades rurales alrededor de una pequeña ciudad. Vinieron 18 misioneros. Cada uno asumió una o dos comunidades.

La misión era muy sencilla. Después del trabajo el pueblo se reunía para cantar rezar y sobre todo escuchar un texto del evangelio. Después, los grupos estudiaban el texto del evangelio y al final ponían en común sus reflexiones. Así se hacía cada día. Al final se comprometían los participantes a continuar ese estudio de la Biblia. Así nacieron comunidades eclesiales de base. El equipo misionero fue invitado en 5 diócesis del Ecuador y también en Venezuela. El alma del equipo era el padre Carlos Vera que era todavía joven pero un profeta igual a monseñor y se dedicaba totalmente al equipo misionero. Hablaba muy bien el quichua y los miembros del equipe aprendieron también para poder visitar las comunidades indígenas. Los equipos pastorales Monseñor hizo varias tentativas para reemplazar la parroquia por equipos pastorales animando una zona. Dos fracasaron. La tercera tuvo éxito aunque no completamente. La diócesis tuvo 8 zonas pastorales cada una animada por un equipo. En total entraron eneros equipos 17 sacerdotes, 11 religiosas y el resto eran laicos. En total eran 123 personas. Su tarea principal era animar las comunidades eclesiales de base. Hubo sectores de la diócesis que no quisieron entrar en esta nueva estructura. En las zonas pastorales desaparecieron los aranceles por la prestación de servicios pastorales, por ejemplo, los sacramentos. Los miembros de los equipos vivían en una gran pobreza. Practicaban actos comunitarios, oraciones comunitarias.

Los equipos trabajaban los sábados y domingos en sectores urbanos y el resto de la semana estaban al servicio de las comunidades rurales. Los misioneros indígenas


Con animadores indígenas ya más preparados, se formó el modelo de misionero indígena. Llegaron a ser unos 50. Recibían una formación más intensa. Su trabajo consistía en pasar 2 semanas en otra comunidad para dar más fuerza a la comunidad, Evangelizaban según el método Proaño. Fueron sobre todo hombres pero hubo también algunas mujeres. Eran personas de una fe muy profunda y de una dedicación total. Los misioneros dejaban su familia, su tierra, sus animales durante 15días y los vecinos, miembros de la comunidad, se encargaban de todo Podían salir con tranquilidad porque sabían que no faltaría nada. No todo fue éxito en el ministerio pastoral de monseñor Proaño. Fracasó en el problema de la formación sacerdotal. No logró realizar sus sueños de formación para la evangelización en dialogo permanente con la gente del pueblo. Se dio cuenta de que el derecho canónico lo impedía. No logró realizar el otro sueño: la formación de sacerdotes indígenas. Eso se explica porque nadie lo ha logrado hasta ahora y continua todo lo tradicional.. La rigidez del modelo romano no permite experiencias. El modelo clásico saca a los indígenas de su ambiente, lo que los desorienta. Se les enseña una teología y una espiritualidad que no son comprensibles dentro de su cultura. Todo permanece superficial Cuando hubo una tentativa de formar sacerdotes indígenas según el modelo tradicional, los seminaristas indígenas renegaban sus orígenes indígenas. Tenían vergüenza. En lugar de inculturar el cristianismo en su cultura, ellos trataban de inculturarse en la cultura occidental, lo que era previsible. No logró incorporar todo el clero y los religiosos en sus planes de pastoral. Provocó una división que le fue reprochada…Sin embargo en la situación en que estaba la única manera de mantener la unidad era hacer nada. A lo mejor con más diplomacia hubiera podido atenuar las tensiones. Pero la diplomacia no era de su modo de ser. Era más bien tímido, retraído, poco expresivo en los sentimientos. Y era inflexible cuando se trataba de los indígenas. En total, monseñor Proaño fue un hombre libre. No se dejó limitar por el modelo episcopal tradicional. Inventó un papel que correspondía a lo que se propuso en Medellín. Era la encarnación de Medellín. Encontró oposición en el episcopado y dividió también el episcopado ecuatoriano. Pero fue por fidelidad a la Conferencia episcopal de Medellín. Fue una persona muy controvertida en el Ecuador y en la Iglesia. Pero cualquier persona que se ponga al lado de los oprimidos será controvertida. Brasil, julio del 2008


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