Aladar n 179

Page 1

Sábado, 2 de junio de 2018 Nº 179 @aladar_cultura

Zelda Sayre, la primera ‘flapper’ Sufrió ser la esposa de Francis Scott Fitzgerald. Su vida es una de las más fascinantes que una mujer de los años 20 pudo vivir

Entrevista a la artista sonora Clara de Asís

El teatro según Los Rincones de la Castaña


32

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Historia

Puede que sean los dichosos algoritmos de internet, o pura casualidad, pero desde hace algún tiempo no hago más que encontrarme a Francis Scott Fitzgerald en la red. Sin embargo, la que ha centrado mi atención es su mujer, Zelda. Tal vez sea mi

ZELDA FITZGERALD

Hermosa y maldita Anabel Rodríguez {Tal vez te preguntas qué es una flapper (suena a café de Starbucks ), pues es un anglicismo empleado para referirse a las mujeres que en los años veinte adoptaron un nuevo estilo de vida. Llevaban faldas cortas, lucían corte de pelo Bob, escuchaban jazz, conducían, bailaban y lo que era peor… se maquillaban y bebían alcohol. Es probable que Zelda Sayre fuera una de las primeras flappers de las que se tiene noticia o, al menos, una de las más famosas. Nacida en 1900 en Alabama, la hija pequeña del estricto magistrado Anthony Dickinson Sayre era un continuo dolor de cabeza para su padre. Sin embargo, contaba con el visto bueno y el apoyo de su madre, lo que le permitió escandalizar a la sociedad burguesa de Montgomery durante dieciocho años. Activa y divertida se escapaba de clase para beber y fumar con amigos, convirtiéndose en auténtica líder juvenil, íntima amiga de Tallulah Bankhead (uno de los iconos del Hollywood clásico). Nadaba con trajes ajustados y a ser posible de color carne para sembrar el rumor de que estaba desnuda. Imagino a ese padre, miembro del Tribunal Supremo de Alabama, con una cara hasta los pies sin saber cómo meter en vereda a su hija. Ya se encargaría la vida de hacerlo, suele pasar. En el año 1918 acudió a un baile en un club de campo, donde conoció a un alférez, que estaba pendiente de ser enviado a Europa para combatir en la I Guerra Mundial: Francis Scott Fitzgerald. La atracción fue inmediata, ambos eran guapos, inteligentes, con chispa y ganas de divertirse. Él era un aspirante a escritor y ella una mujer joven con muchas inquietudes. Scott la llamaba a diario e iba a verla cada vez que tenía un día libre. Le mostró un libro que estaba escribiendo, titulado A este lado del Paraíso y reescribió pensando a uno de los personajes pensando en ella. Se dice que los diarios de la chica sirvieron para poner título a la novela y también para dar forma a un importante monólogo de la obra. Fue la primera vez que Scott Fitzgerald tomaba la vida de Zelda como material de escritura, pero no la última. El autor fue destinado fugazmente a Europa, pero regresó a Estados Uni-

dos muy pronto, sin un rasguño. Además su primer libro fue todo un éxito (agotó la primera tirada en pocas semanas). En abril de 1920 contraían matrimonio con cierta oposición y recelos de familia y amigos: ella era episcopaliana, él católico. Sinceramente… no iba a ser el problema de su relación. Se instalaron en Nueva York donde Francis era ya una celebridad y ella no tardó en convertirse en otra: la pareja de moda. Fiestas, bebida, jazz, charlestón… No había un lugar donde los jóvenes Fitzgerald no fueran recibidos. Eran guapos, con dinero (o no tanto) y ganas de gastarlo. Francis inició la escritura de su nuevo libro Hermosos y Malditos y, al poco tiempo, Zelda descubrió que estaba embarazada. En 1921 nació su hija Scottie. El escritor prestó atención (demasiada) a lo que su mujer decía mientras se recuperaba de la anestesia y empleó este material en su libro El Gran Gastby, atri-

El ‘New York Tribune’ ofreció a Zelda la posibilidad de reseñar el trabajo de su marido buyendo ciertas frases al personaje de Daisy que desea que su hija sea hermosa y tontita. El nacimiento de la niña no los detuvo, continuaron viviendo la vida al límite. Contrataron niñeras, cocineros y todo lo que hizo falta. Hermosos y Malditos estaba a punto de salir a la calle y también sería un éxito. El New York Tribune ofreció a Zelda la posibilidad de reseñar el trabajo de su marido, creían que así darían una imagen refrescante y nueva del trabajo del autor. Realmente lo hicieron porque ella escribió que el escritor parecía entender que el plagio comenzaba en el hogar. No sé si le gustaba verse expuesta, pero evidentemente ambos aprovecharon esa circunstancia para darse a conocer y poner en valor la marca en que se estaban convirtiendo. Zelda recibió ofertas de varias revistas para publicar y no dejó pasar la oportunidad, también vendió varias historias cortas y ayudó a Scott con su obra de teatro El Vege-

El matrimonio Fitzgerald.

Zelda con su hija ‘Scottie’ en la playa.

tal, que fue un fracaso. El nivel de fiestas y vida que llevaban los fue empobreciendo y el escritor sufrió una grave depresión. Pensaron que Europa les ayudaría a recomponerse y se mudaron a París confiando en recomponer su relación. No fue así. De la capital francesa pasaron a la Costa Azul y mientras Scott escribía El Gran Gatsby, Zelda se enamoró de un piloto francés, Edouard Jozan, hasta el punto que después de seis semanas de relación le pidió el divorcio a su marido. Scott en vez de concedérselo, la encerró en casa hasta que desistió de su petición. Retomaron su vida en común, apoyándose en el alcohol (él) y las pastillas para dormir (ella). Se cuenta que Zelda tomó una sobredosis en un intento frustrado de suicidio, su estabilidad mental se resentía notablemente. En 1925 Scott conoció a Ernest Hemingway y se hicieron grandes amigos, pero Zelda no lo soportaba. Fue una fobia a primera vista. Pensaba que él era un ma-


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Suplemento cultural

33

Historia

afición por los años veinte (locos o no) los que me llevan a darme con esta mujer de bruces una y otra vez. «La primera ‘flapper’ de América», la califican en muchos lugares. Seguro que es una de las más famosas

chista, que empleaba una personalidad dominante como una pose y lo acusó de ser homosexual y de tener una relación con su marido. Hemingway dejo claro que pensaba que estaba loca. Tampoco Scott ayudaba a que se llevaran bien, pues cada vez que podía recordaba la historia de amor de su mujer y el militar francés para martirizarla. Las discusiones estaban al orden del día. Zelda tenía inquietudes más allá de su esposo e hija, comenzó a interesarse por la pintura (que practicó hasta su muerte), un par de años después comenzó a practicar ballet clásico (ensayando hasta ocho horas diarias en contra de la voluntad de su marido) con cierto éxito, pues con treinta años una compañía profesional llegó a ofrecerle un papel. Además continuó escribiendo para martirio de Scott. Otro de los puntos de roce constante fue la publicación de Zelda de su única novela Save me the Waltz (Resérvame el Vals), empleando material autobiográfico que su marido quería utilizar en otra de sus obras, Suave es la noche. La criticó hasta la saciedad y le hizo la vida imposible, pues consideraba que sólo él tenía derecho a emplear las cartas, fotos y vivencias de la pareja. Tras la publicación Zelda fue ingresada cuatro semanas en una institución mental, en lo que sería un

Bix Beiderbecke con la Wolverine Orchestra.

El matrimonio Fitzgerald.

continuo entrar y salir hasta su muerte. Le diagnosticaron esquizofrenia, sin embargo, desde hace años, algunos doctores y los biógrafos de Zelda creen que lo que podía padecer era un trastorno bipolar, en el que se alternasen los periodos de energía, con los de depresión. Lo cierto es que durante la década de los años treinta y hasta su muerte, Scott se encargó de tenerla entrando y saliendo en diversas instituciones mentales en las que se aplicaban terapias como el electroshock y similares. Scott no se divorció de ella, pero mantuvo relaciones más o menos estables con otras mujeres, la más duradera con Sheilah Graham. Un ataqué al corazón lo mató en 1940, aunque su alcoholismo tuvo mucho que ver en el mismo. Peor suerte corrió Zelda, que falleció en 1948. El manicomio en el que se hallaba internada sufrió un incendio y murió abrasada mientras estaba encerrada en una habitación. Siempre he pensado que el infierno es lo más parecido a un manicomio en llamas. Con el paso del tiempo, la obra de Zelda y su persona ha ido tomando una nueva dimensión y si bien su figura se estudia y configura en relación con la de su marido, tiene entidad propia y se valora por sí. Tal vez sea hora de que abordemos Resérvame el Vals y libres de la sombra de Scott Fiztgerald. ~


34

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Arte

La Primera Guerra Mundial revolucionó un mundo que había avanzado lento. Nacionalismo, tecnología, democratización de las costumbres, accesibilidad a los viajes y la cultura, emergencia femenina.

Revolucionarios artistas Augusto F. Prieto {La gestora cultural italiana Arthemisia se ha hecho fuerte en las salas del decadente palacio del marqués de Casa Gaviria, en la calle del Arenal, y viene estableciendo en ellas una serie de interesantes exposiciones en continuidad. Es un lujo para Madrid porque todas las muestras, hasta ahora, conjugan el atractivo de temas y de artistas capaces de llegar a todos los públicos –como han sido los casos de Escher, o de Alfons Mucha– unos itinerarios expositivos muy cuidados –este ha sido diseñado por Oscar Tusquets– y un relato cultural divulgativo, pero al mismo tiempo minucioso y estricto. Se acompañan con actividades interactivas, y montajes, que ayudan a comprender las influencias de los creadores que se presentan en cada una de ellas. Por si esto fuera poco, el acceso a uno de los grandes edificios palaciegos del XIX madrileño, merecería por sí solo la visita. Fue diseñado por el mismo arquitecto del palacio de Abrantes, en la calle Mayor –sede del Instituto Italiano de Cultura- y de la Sala de Sesiones del Senado, Aníbal Álvarez Bouquel; e iluminado por el autor historicista Joaquín Espalter, pintor de cámara de la reina Isabel II. Las colecciones de los museos de Israel –poco conocidas en España– son extraordinarias, formadas en su mayor parte por donaciones realizadas por filántropos de la culta diáspora judía en el mundo. Muchos de ellos terminaron arraigando en la tierra ancestral, otros decidieron sus legados con la intención de construir una identidad firme y duradera para el naciente estado sionista. Tanto Tel Aviv como Jerusalén albergan destacados repertorios de pintura, sobre todo maestros antiguos, de la escuela de París, y las vanguardias europeas de entreguerras, entre ellos el reunido por Arturo Schwarz, historiador, curador, y escritor italiano, nacido en Alejandría en 1924, donante de una importante colección de arte contemporáneo de más de 700 piezas al museo de Israel, que integran el grueso de lo que podemos ver ahora en Madrid. Esta muestra forma parte de la agenda cultu-

Un visitante sentado dentro del ‘Retrato de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista’. / Augusto F. Prieto


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Suplemento cultural

35

Arte

Pocos momentos se parecen tanto al actual como aquellos. Esta muestra forma parte de la agenda cultural de la conmemoración del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel Man Ray, Observatory Time–The Lovers (1932–34) Fotografía coloreada, pieza única. / Duchamp, Magritte, Dalí. Revolucionarios del siglo XX. Obras maestras del Museo de Israel, Jerusalén

René Magritte, The Castle of the Pyrenees (1959) Oleo sobre lienzo. / Duchamp, Magritte, Dalí. Revolucionarios del siglo XX. Obras maestras del Museo de Israel, Jerusalén

ral de la conmemoración del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel. La exhibición está comisariada por Adina Kamien-Kazdan, jefa de la sección de Arte Moderno de la institución israelí, con la colaboración de la embajada del país asiático, y la participación del Ayuntamiento de Ma-

drid, e incluye obras de Marcel Duchamp, Max Ernst, Yves Tanguy, Alexander Calder, Leonora Carrington, o Francis Picabia, entre otros. Aunque el reclamo definitivo lo establecen emblemáticas pinturas del surrealista René Magritte, o de los artistas españoles Pablo Picasso, y Salvador Dalí, así como del fotógra-

fo norteamericano Man Ray. Duchamp, Magritte, y Dalí se convierten así en el hilo conductor de un viaje vertiginoso que comienza con el movimiento Dada, atraviesa el Automatismo, y llega hasta el Surrealismo. El paradigma de ese mundo artístico que empieza a convulsionar es el retrato fotográfico en doble ex-

Philippe Halsman, A Paragon of Beauty, 1953. Fotomontaje. © Philippe Haslman - Magnum. / Duchamp, Magritte, Dalí. Revolucionarios del siglo XX.

posición de la marquesa Casati, de Man Ray, quizás la imagen que mejor articula la transición entre dos siglos, sobre todo si la miramos desde los retratos que había hecho Boldini de la aristócrata italiana, porque cada uno de esos artistas la sitúa –plenamente– en dos eras diferentes. El Castillo de los Pirineos, de Magritte es muy representativo de una obra de gran impacto visual, fiel a los moldes clásicos en la forma, pero profundamente conectada en su fondo con los mundos del inconsciente. La Mujer ante el mar fue pintada por Picasso meses después de la muerte accidental de su madre, y remite al trauma de esa pérdida. En Esperando la liberación, Paul Delvaux convierte a los burgueses que aguardan el fin de la guerra en muertos vivientes. En Gaviria el visitante tiene la oportunidad de visualizar desde una mirilla –y de situarse después– dentro de la obra Retrato de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista una de las míticas instalaciones dalinianas, la misma que está en Figueras, realizada aquí, como se hizo originalmente, con la colaboración de Oscar Tusquets. Está basada en el cuadro del mismo título del Art Institute de Chicago. Dalí: Ensayo surrealista. Ernst: El rey jugando con la reina. Miró: Bailarina española. Chirico: El soñador poético… La calidad de las obras, así como la intención seminal de su reunión en manos de un experto coleccionista, elevan esta exposición Revolucionarios del siglo XX a la excelencia.

DUCHAMP, MAGRITTE, DALÍ. REVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XX Palacio de Gaviria, Madrid 10 de abril a 15 de julio de 2018


36

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Literatura Edgar Morisoli (1930) es uno de los mayores poetas de La Pampa, junto a Carlos Bustriazo Ortiz y Olga Orozco. Autor de más de 30 libros, el primero se publicó en 1948, sus letras han sido versionadas como canciones por varios cantautores argentinos

Poesía allá donde el cielo se incendia Concha García {La casa del poeta Edgar es de planta baja, como todas las del barrio de Santa Rosa, en la Pampa argentina. En el centro han crecido algunos rascacielos cuya presencia no se comprende donde hay tanto espacio para construir, aunque reconozco que solo desde la 11ª altura de mi habitación del hotel Calfucurá puedo disfrutar de unos amaneceres insólitos desde donde diviso la llanura donde estamos situados e impresionan por la gama colorida de las nubes, donde parece que el cielo se incendia. Edgar nos abrió la puerta y entramos, junto al poeta y periodista Sergio di Matteo, directamente a la cocina, destacaba un calefón (calentador) muy grande y varias teteras para calentar el agua del mate. Lucía en el cuello una traba de plata para el pañuelo, se lo regalaron en Carmen del Sauce. Es oriundo de Santa Fe, a los veintiséis se fue a vivir a la Pampa. Su esposa, Margarita Monges, que falleció en 2012, nació en el mismo lugar. También poeta con Obra Reunida publicada. Edgar dejó sobre la mesa de la cocina, donde también había amontonados papeles manuscritos junto al mate, varios libros. Parte de su obra que comenzó a publicarse en 1949, con interrupción de varios años a causa de las dictaduras argentinas. «Los edito yo porque aquí no pagan ediciones, excepto esta antología publicada en Ediciones en Danza y otra del Fondo Nacional de las Artes; los demás son libros grandes, siempre en colaboración con artistas plásticos». Mientras me habla con una perfecta dicción acompañada de memoria prodigiosa a sus 88 años, cae la tarde y se refleja a través de los crista-

Edgar Moriseli. / Concha García

les de la ventana de su cocina. En Santa Rosa la luz es muy intensa, la percibo como un acontecimiento que te hace dejar lo que estés haciendo o pensando. El apellido paterno del poeta vivo más importante de la Pampa proviene del cantón suizo de Tessina, único lugar de Austria donde se habla italiano. Lo dice entusiasmado, habla del s. XIII y del sufrimiento de aquellos pueblos a causa de las tiranías de los aristócratas y nobles y nombra a la familia Borgia, verdaderos tiranos que dejaron una secuela de odio en Italia. Su profesión ha sido la de agrimensor, es decir trabajaba como topógrafo vinculado al aprovechamiento de los ríos pampeanos, sobre todo a orillas del río Colorado, al sur de La Pampa, lindando con la provincia de Río Negro. Dice que hay varias pampas a causa de los climas, en el Este, que es zona agrícola, caen seiscientos o setecientos milímetros de lluvia, en el Sur y Oeste, que es la aridez, solo 150 mi-

límetros anuales. Esa es la pampa de su poesía, la del Sur. Le pregunto si hay muchos topógrafos poetas y me dice que sí, habla de Scalabrini Ortiz, que ahora tiene una calle en cada población de Argentina. Para qué sirve la poesía, le pregunto. «Sería muy difícil vivir sin ella, nos permite superar las adversidades, cada vez escribo más breve, mis textos siempre van acompañados de ilustraciones, y lee un poema inédito que se llama padre silencio madre palabra». Me habla del paisaje, el paisaje en la Pampa es poderoso porque el cielo lo abarca casi todo y la planicie, llena de seres vivos que la habitan, está repleto de caldenes –el árbol típico de esas tierras– y campos de vacas. El paisaje una geografía llena de criaturas vivas. Sus ensayos se basan en la recuperación de algo inherente a las culturas originarias de América además de la recuperación de la conciencia ambiental y darle voz a quienes nunca la han tenido. Los estancieros ricos llevaron especies

exógenas a principios del siglo XX y ahora en el Parque Luro se realizan cacerías. Trajeron ciervos y jabalíes, la competencia por el alimento altera el ecosistema. Los pueblos originarios están todavía aquí, se han mezclado con la población, organizan actividades, es la base de la tradición literaria, durante más de nueve mil años vivieron sin mezclarse, luego sí, los ranqueles con europeos que iban llegando. La desaparición del tren trajo mucho sufrimiento a los pueblos, quedando abandonados algunos. Las poblaciones fueron vivificadas por el tren y lo siguen añorando. La estación de Santa Rosa deja ver dos letreros viejos, uno a cada extremo de las vías enterradas por la hierba, me dice que en algunos pueblos la estación se ha convertido en la casa de la cultura y eso es un signo de resistencia. De tanto en tanto, me enseña algunas ilustraciones de sus libros. Habla de los sueños, de la importancia de los mismos. Los sueños de la siesta son germen de los que se producirán en la noche, la estructura leve de los mismos se agranda y construye nuestro inconsciente, por eso, pasando las páginas de uno de sus libros, me detengo ante las ilustraciones de Paula Rivero, que los dibuja. De pronto hace mención al poeta de Entre Ríos, Marcelino Román, que dijo que las grandes luchas por los pueblos han sido, son y serán, en el fondo, luchas por su identidad cultural. Hay que matizar y verlo en el contexto temporal y nacional, el populismo arrastra elecciones que acaban apoyando a dictadores, la mayoría no tiene siempre la razón, por eso hay que contextualizar muy bien. Hitler llegó al poder por el voto popular. Edgar es un hombre preocupado por la identidad que han querido borrar diversos gobiernos, la identidad de los pueblos originarios, como recuerda. Muchos de sus libros rememoran esas historias. En un artículo de 2011, Osvaldo Bayer decía: «Nada menos que Morisoli, el poeta de esos soles y noches pampeanas, de esas distancias y verdes, de esos silencios. Prohibir a un poeta. ¿Todavía ocurre eso en la Argentina, después del espanto de la desaparición de jóvenes y libros? Es su poesía tan del lugar que parece oírse entre los vientos que soplan, entre los bosques de caldenes, unos árboles que solo crecen en la Pampa y que dibujan el horizonte con sus geométricas formas y el color que no acaba de ser verde ni marrón». Esta es una provincia para querer de /a poco, /para encender de a poco sus lámparas /dormidas /y que el viento choiquero despabile su /llama /de antorcha peregrina, /mientras encueva el llanto su carapacho /oscuro /y sube cielo adentro la ternura /escondida. ~


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Suplemento cultural

37

Atelier de músicas

Desde Francia, la artista sonora Clara de Asís opera sobre la guitarra eléctrica extrayendo de ella campos de sonidos tan singulares como ‘Do Nothing’, uno de los discos del año

Audición

CONTEMPORÁNEA

Wittener Tage für Neue Kammermusik 2017

Oráculo Witten para la nueva música

ARTISTA SONORA

CLARA DE ASÍS

«Es básicamente escuchar lo que hago, más que tocar» Ismael G. Cabral {En muchos sentidos, el disco Do Nothing (another timbre) es una de las publicaciones sonoras más reveladoras del año. Obra de la compositora española radicada en Francia Clara de Asís, se trata de una composición para guitarra y percusión en la que el silencio y los accidentes mínimos sustentan una creación que demanda una recompensada escucha muy atenta. –Su música, aunque proviene de un campo muy experimental, tiene referentes en la escucha que provienen de la academia. ¿Cómo define su acercamiento a la creación? –Es algo que tiene lugar de una manera intuitiva. No me pienso dentro de un campo concreto y exclusivo ante el que tuviera que responder, ni creo que lo que hago tenga que corresponder con nada más que con mi propia intuición. Intento solamente seguir mi intuición y ponerme al servicio del sonido. –¿Qué le ofrece la guitarra como vehículo a partir del cual crear? –La guitarra son cuerdas resonando. Es un instrumento sencillo, de una mecánica sencilla, y en el que el fenómeno de la vibración se puede abordar muy directamente. La caja de resonancia, el cuerpo de la guitarra, vibra con las cuerdas. Sólo hay

que pulsar o excitar una cuerda para que vibre y suene. Y esa vibración recorre todo el cuerpo de la guitarra. A mí me interesa esta sencillez, porque elimina la distancia entre la escucha y la ejecución. En mi manera de abordar el instrumento la escucha es fundamental. Es básicamente escuchar lo que hago, más que tocar. Considero que escucho más que toco. Y la guitarra me permite esto.

«Intento solamente seguir mi intuición y ponerme al servicio del sonido» «No estar ligada a la academia me permite una relación con lo que hago sin interferencias» –¿El no estar adscrita a la academia le permite incursiones en terrenos más heterogéneos como el jazz, el pop o la música electrónica? –Me permite mantener más naturalmente, por así decir, una relación con lo que hago sin demasiadas interferencias, al menos conscientes, de un exterior que lo validase o no. Esto no quiere decir que me sitúe en

La artista sonora Clara de Asís. / Foto: Simone Petracchi

una especie de ostracismo impermeable, sino que al crear, no entra en mi consideración ningún tipo de instancia que tuviera el poder de aprobar o no lo que estoy haciendo, o que pesara de alguna forma sobre mí. Incurrir en una infinidad de terrenos musicales no es algo que yo quisiera particularmente explorar con la creación, no me interesan los géneros ni los lenguajes. –Do Nothing, su reciente disco en another timbre tiene un título que es (o parece) una declaración de principios. ¿A qué obedece? –Es una idea, una frase, que tenía muy presente en el momento en que estaba componiendo las piezas que forman parte del disco. No es que yo estuviese componiendo las piezas a partir de esta idea, sino que ambas cosas, la música que estaba haciendo y esta idea, coexistían en ese momento, y sabía que el disco se llamaría así. Esta idea de hacer nada era algo en lo que yo pensaba más allá del ámbito musical, era una reflexión que tenía presente en mi vida. Pero desde luego el modo de vivir y el modo de crear están, pienso, al menos para mí, muy relacionados. Y musicalmente puede hacer referencia al hecho de minimizar mi intervención en pos de la escucha y el curso del propio sonido. ~

I. G. Cabral {Junto con Donaueschingen, el de Witten es el segundo festival más importante de Alemania de cuantos existen dedicados a la música de nueva creación. Y su edición de 2007 resultó especialmente sobresaliente, una selección de la cual se recoge en el doble álbum que el certamen edita anualmente –a través de WDR3– a modo de documentación. Split Brain, obra para orquesta de cámara de Nicolaus A. Huber resulta especialmente emblemática por cuanto nos confronta con un lenguaje radicalmente modernista que restalla en nuestros oídos con una fuerza comunicativa intacta. El valenciano Pablo Rus Broseta es el encargado de traducir la partitura al frente de la Orquesta de la WDR. Undone, de Rad Steiger une dos cuartetos de cuerda –nada más y nada menos que el Arditti y el Jack en esta versión del estreno– para cincelar una abigarrada textura llena de tensiones que crecen y decrecen, retroalimentándose, para acabar en el alumbramiento de una melodía elegiaca en un procedimiento que nos recuerda a Cristóbal Halffter pero, también, salvando las distancias, a Rothko Chapel, de Feldman. En el ámbito de los nuevos sonidos la airmachine de Ondrej Adamek es especialmente feliz. Conséquences particulièrement blanches ou noires es un concierto con tono de slapstick que se disfruta en la escucha gracias también no solo a su fuerza indagativa si no a su carácter marcadamente desprejuiciado. Más académico pero igualmente valioso es el aporte de Philippe Hurel en su extenso Entre les lignes, que traduce el Cuarteto Arditti. Una música que parece concebida para la formación del músico inglés, llena de aristas, descarnada, que se gusta en su vitriólica acidez. También destaca el muy compacto orgánico que hila Malika Kishino en Ochres II. Philippe Manoury, Oscar Bianchi y Gordon Kampe son otros de los congregados en un volumen que resulta, en tonos generales, abiertamente gozoso y nada coyuntural. ~


38

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Literatura El XXI Premio de Novela Ciudad de Badajoz posee acento sevillano y vive en San Lorenzo. Tras sorprendernos con ‘El rock de la calle Feria’ y lograr el reconocimiento con ‘La última noche’, Francisco Gallardo recrea un caso real de denuncia por malos tratos en ‘Áspera seda de la muerte’

«España es incurable» Antonio Puente Mayor {«Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le escribirá un acta de divorcio, se la pondrá en su mano y la despedirá de su casa». Esta cita, atribuida al profeta y líder espiritual Moisés, y con más de 3.500 años de antigüedad, es una de las primeras referencias conservadas sobre la disolución del matrimonio, y se halla inserta en la Biblia. ¿Quiere esto decir que en el judaísmo existía el divorcio tal y como hoy lo conocemos? No exactamente. Lo que existía, según el periodista y escritor Luis Antequera, «es una cosa totalmente diferente que se llama ‘repudio’ o si se prefiere, el ‘divorcio unilateral’, por el que un hombre puede abandonar a una mujer, pero no al revés». Pese a todo, el Antiguo Testamento apenas recoge casos de este tipo, exceptuando, eso sí, el de la esclava Agar casada con Abraham, a la que el patriarca termina despreciando tras conocer que Sara, su primera mujer, ha engendrado a Isaac.

Francisco Gallardo. / Fotografía de Marina Bernal

Labor de orfebre

Del rey godo Recesvinto a Felipe II el Prudente Lejos de los avances jurídicos surgidos en Grecia y Roma, la cultura española contempla episodios disolutivos de muchas clases: desde el divorcio de las hijas del Cid –uno de los casos de maltrato más célebres de nuestra literatura– a la polémica anulación del matrimonio entre Enrique IV y Blanca de Navarra. Si bien, tras muchas idas y venidas, el divorcio salió definitivamente de nuestra sociedad con la llegada de Felipe II, que promulgó los cánones del Concilio de Trento como Ley del Reino, seguramente irritado por el escándalo británico de Enrique VIII y Ana Bolena. Atrás quedaba el Liber Iudiciorum del rey godo Recesvinto, donde se autorizaba levemente el divorcio para casos extremos, y aún el tafriq o apartamiento musulmán. De modo que, como nos recuerda el abogado Manuel Rodríguez-Marín, «podemos observar como existe un continuo ir y venir de este derecho a lo largo de la historia íntimamente ligado al autoritarismo gubernamental o religioso que se ha desarrollado en la Península Ibérica». Un tapiz de alto lizo ¿Qué ocurrió entonces tras la Revolución Francesa? ¿Acaso el propio Napoleón no se divorció de Josefina, y a su vez María Teresa de Habsburgo repitió la jugada con el emperador depuesto? ¿Fue Pepe Botella capaz de importar

leónicas ya han abandonado la ciudad dejando tras de sí un reguero de miseria, confusión y muerte. En ese difícil contexto, la esposa del teniente Juan Ballester, héroe de la batalla del Puente de Barcas, decide abandonar junto a sus hijos el infierno de los malos tratos, solicitando a su vez el amparo de la justicia militar. Lo que no sabe Flora de Letona, cuyo abogado decide acogerla en su casa, es que su impetuoso marido moverá cielo y tierra para vengar la afrenta, logrando que la autoridad le devuelva a los niños y que su mujer sea depositada en el Beaterio de San Antonio, al menos hasta que se resuelva el pleito. Con estos mimbres tan sugerentes, Francisco Gallardo alumbra 337 páginas de una ficción histórica que, al estar basada en hechos reales, nos plantea un sinfín de preguntas a medida que avanzamos en su lectura. ¿Es cierto que una mujer de aquellos tiempos pudo desafiar a todo un teniente de Artillería? ¿Hasta qué punto la sociedad estaba de su lado? ¿Con qué armas pudo luchar el letrado a la hora de defender a su cliente?

Portada de ‘Áspera seda de la muerte’.

dicha ‘moda’ a la achacosa España? Pues la verdad es que ni siquiera se planteó. Ni entonces ni en 1851, cuando el frustrado proyecto de Código Civil, pese a que en la segunda década del XIX hallemos documentos jurídicos bajo el título «demanda de divor-

cio». Algo que, según el autor de Áspera seda de la muerte, Francisco Gallardo, «lógicamente no era un divorcio como lo conocemos en la actualidad, era una separación de mesa, habitación y cama». Y es precisamente uno de esos curiosos registros, posteriores a la Guerra de la Independencia, lo que da origen a la obra galardonada con el XXI Premio de Novela Ciudad de Badajoz y publicada por la editorial Algaida. Una perla negra descubierta por casualidad en la iglesia sevillana de San Ildefonso, con la que el historiador Bibiano Torres tentó al escritor hace más de un lustro. De aquel encuentro fortuito pronto surgió una investigación en los Archivos Históricos de Andalucía, algo que se complementó con las visitas a la Academia de Medicina por parte de Gallardo, amén de otras indagaciones. En suma, el autor de La última noche (Premio Ateneo de Novela Histórica 2012) fue tejiendo poco a poco, como un tapiz de alto lizo, una trama en apariencia sencilla, que con el paso del tiempo se fue revelando como lo que es, una novela actualísima que además de dar voz a personajes de otras épocas –desgraciadamente conectados con la nuestra– luce en su concepción técnica y artística de una manera rotunda. Sevilla, 1813 El argumento de Áspera seda de la muerte arranca en Sevilla en el invierno de 1813, cuando las tropas napo-

Y aunque el reto es laborioso, lo cierto es que Paco Gallardo consigue dar respuesta a todas estas cuestiones y muchas más, cubriendo las expectativas de los lectores e impulsándolos a continuar explorando el océano de nuestra historia, ya sea a nivel local, nacional o internacional. No obstante, esta no es la única virtud de Áspera seda de la muerte, cuyo breve prefacio ya es de por sí una novela. Junto a la clásica estructura, notablemente deconstruida a lo largo de sus nueve capítulos, el escritor hispalense despliega un arsenal de recursos estilísticos de primer orden. De este modo, muchos de sus pasajes nos permiten evocar la labor del orfebre, pues mima cada detalle y lo pule hasta hacer brotar la luz. Y si loable es la sintaxis, no podemos decir menos de la ambientación, cuyo aroma destila elegancia y verosimilitud a partes iguales. Aunque es quizás en el apartado científico donde Gallardo obtiene la nota más alta. No en vano, su profesión de médico le permite acercarse a la materia con ventaja, ofreciéndonos un retrato factible en el que no faltan algunas de las teorías más célebres del siglo XIX, despuntando el galvanismo. La obra, cuyo episodio final posee un tempo y una originalidad encomiables, se remata de manera brillante por lo inesperado, dándole aún más sentido a la frase de uno de los personajes: «España es incurable». ~


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Suplemento cultural

39

Libros

La escritora barcelonesa Clara Usón mira a la transición en su última novela, ‘El asesino tímido’ (Seix Barral), inspirada en la extraña muerte de la estrella del destape Sandra Mozarowsky Recomendaciones

ENSAYO

Jesús Lens / Ríos de celuloide / Editorial Almed

El río que nos lleva (a las salas de cine)

CLARA USÓN

«En los 70, una actriz joven solo podía hacer de santa o de puta» Alejandro Luque {Clara Usón (Barcelona, 1961) recuerre a la memoria de sus años juveniles en su nueva novela, El asesino tímido (Seix Barral), que toma como motivo principal la precoz muerte de Sandra Mozarowsky, pionera del destape. «Me llamó la atención que Sandra Mozarowsky muriera tan joven, con 18 años. Creo que oí hablar de ella a través de un programa de Sánchez Dragó, en el que se hablaba de su supuesto vínculo con el Rey y su muerte extraña y trágica. Indagué y descubrí que éramos casi contemporáneas (ella nacida en el 58, yo del 61). Empecé a pensar en aquel fenómeno del destape, que nos asombró a las adolescentes de mi generación, que nos pareció en su momento un síntoma de libertad, una promesa de apertura y democracia», recuerda. «En el Franquismo, como todas las dictaduras, como mejor se representa la opacidad del régimen es tapando físicamente a las mujeres», prosigue la autora. «Mi madre iba a misa tapada y con un velo, y en las películas le pintaban escotes a las extranjeras. La mujer tenía que ser casta y pudorosa. Y de pronto, en los 60, vemos que ese tabú se había levantado, había actrices que en las películas que primero enseñaban un pecho, luego dos, hasta que leíamos Susana

Estrada lo enseña todo en Interviú, ¡hasta el pubis! Yo tenía 13 o 14 años y no daba crédito. Veíamos esta exhibición impúdica del cuerpo femenino como un modo en que el régimen nos decía que iban a cambiar las cosas». Sandra Mozarowsky murió en el 77, justo antes de que se aprobara la Constitución. «Entonces se hablaba mucho de la mujer objeto, de la diferencia entre erotismo y pornografía…

La escritora Clara Usón, en una imagen de archivo. / Inma Flores

«La opacidad del Franquismo se representa tapando físicamente a las mujeres» «Se dijo que Sandra era amante del Rey, que si estaba embarazada, que se suicidó...» Era una niña de clase media que quería ser actriz, y a una joven española con esa aspiración no se le ofrecía otra oportunidad que hacer aquellas películas. Y eso hizo Sandra, empezó muy joven y trabajó muchísimo, desde Lo verde empieza en los Pirineos con un parteneaire tan desconcertante como José Luis López Vázquez, que podía ser su abuelo... Se quitó el

uniforme de colegio de monjas para hacer películas de destape. Así apareció en más de 20 películas, imagínate, y murió a los 18. En algunas tenía papeles pequeños, sin diálogo, porque en realidad estaba ahí para enseñar las tetas, hasta que poco a poco fue haciendo papeles más importantes. Pero solo tuvo de dos tipos: o el de prostituta o chica de alterne, o el de víctima, virgen inocente a la que vejan, maltratan, atan, violan y secuestran. Esos eran los dos papeles, la puta o la santa». Para Usón, su muerte fue «muy oscura, enigmática, en tanto se nos dijo que estaba regando las plantas en el balcón de su casa a las tres de la mañana, una noche de agosto, y se cayó. Quedó en coma y ya no despertó. Pero da la casualidad de que las macetas estaban en el suelo, la barandilla le llegaba al codo, era imposible que se cayera haciendo algo para lo cual tenía que agacharse. No hubo ambulancias, la autopsia no se hizo pública… Claro, eso da pie a todo tipo de rumores, que yo tomo como tales. Se dijo que si era amante del Rey, que si estaba embarazada, que si había sido sustituida por el Rey por Nadiuska o Barbara Rey y se suicidó, que si hubo intervención de los servicios secretos… Para una novela da juego», apostilla. ~

A. Luque {Decía Spinoza que una gran pasión solo puede ser desalojada por otra mayor, pero es mucho más interesante jugar a conciliar ambas, y las que se apunten a la fiesta. Eso ha querido hacer el granadino Jesús Lens, viajero, escritor y cinéfilo, quien un buen día tuvo la ocurrencia de empezar a coleccionar los ríos mejor reflejados en el séptimo arte. Títulos que forman parte de la educación sentimental de cualquier espectador mínimamente avisado, desde Excalibur a El manantial de las colinas, pasando por Tombuctú, El Renacido, Apocalypse Now, Hacia rutas salvajes, La isla mínima o Up, proponen un recorrido de 300 apasionantes página por escenarios fluviales más o menos familiares, como el Darro, el Genil o el Guadalquivir, junto a otros más remotos como el Níger, Iguazú, el Zambeze, el Eúfrates, las cataratas Victoria o el Okavango. El prólogo de Fernando Marías define esta obra como una novela de aventuras, y no va nada descaminado. Una novela en la que, como todas, el lector comparece con su propio bagaje cultural para confrontarlo con lo que lee, de modo que puede revivir viejas experiencias y vivir otras nuevas. De este modo, cine, literatura y vida se funden para celebrar la existencia de lugares fascinantes en todo el mundo. De lo que no cabe duda es de que Jesús Lens se lo ha pasado pipa revisando la generosa filmografía que cita en este volumen, o usándola como excusa para, según él mismo reconoce «viajar al Río Perdido, en Botsuana, a hacer rafting en el Zambeze o a recorrer los canales de Panamá donde se filmó El Dorado». Larga vida al cine, y a los ríos. ~


40

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Teatro Pese a su exitosa carrera como guionista de cine, una de las frases más celebres del dramaturgo Arthur Miller fue «el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la Humanidad se enfrenta a sí misma». Ángela G. Olivencia, Fernando Moreno, Edu Bulnes y Pablo López son los integrantes de la compañía Los Rincones de la Castaña

El espejo colocado en el lugar exacto Álvaro Parra {Cierto es que ni el cine ni la literatura consiguen situar, con el descaro con el que lo realiza el teatro, ese espejo en donde nos vemos reflejados, prueba fehaciente de nuestro cinismo e hipocresía. Y buen ejemplo de este ejercicio de auto conocimiento es el que nos han ayudado a realizar durante toda esta temporada - que cerró la misma este pasado jueves con lleno absoluto – la compañía teatral Los Rincones de la Castaña. Con el fin de extraer las distintas sensaciones, y conocer de primera mano cómo se gestó este proyecto, nos hemos reunido con sus integrantes. —¿Qué y quiénes son Los Rincones de la Castaña? —Pablo: Los integrantes somos Angela G. Olivencia, Fernando Moreno, Edu Bulnes y Pablo López, y desarrollamos un espectáculo esencialmente catalogable como comedia, cuya estructura se subdivide en distintos sketches. —Ángela: Estos sketches presentan a veces una línea temporal, referenciándose al espectáculo pasado, pero son siempre auto conclusivos. Aclarar además que cada función es única, escrita y representada exclusivamente para esa ocasión. —¿Por qué comedia? —Edu: La comedia, según mi visión, tiene el poder de atraer al público sin que este se percate de ello, consiguiendo alojar un mensaje en su interior mientras distraes su atención por medio de la risa. Con el drama en cambio, el receptor ya sabe con qué mensaje va a toparse, está obligado a empatizar y dicha responsabilidad puede llegar a ser contraproducente, puede suponer más una losa que un punto de confluencia. —Ya que hablas de la contraposición comedia/drama. ¿Esta peor valorado en su gremio el oficio de comediante? —Fernando: Quizás sí que esté algo peor visto. El hecho de que se te considere una persona graciosa y seas comediante a veces puede llevar a creer erróneamente que no hay una preparación previa, un estudio del público y un enfoque en la preparación del personaje para tener al espectador interesado en tu propuesta». —A: Sin ánimo de sonar a cliché, en

mi opinión es incluso más sencillo hacer llorar que reír. El sentido del humor es muy personal, hay mucha variabilidad con respecto al mismo, pero en cuanto al drama todos nos emocionamos por situaciones semejantes; el desamor, la muerte de un ser querido… Es más fácil llevarlos a la catarsis cuando el público se hace homogéneo. —En boga está el debate de los límites del humor, qué se considera de buen gusto y qué es pasar la línea de lo desagradable. ¿Sentís que coqueteáis con estos límites a la hora de representar vuestras funciones? —P: Sí , siento que requerimos de un acercamiento a dichos límites para conformar un análisis crítico de la situación actual, al menos si queremos que el envolvente, en apariencia liviano, lleve dentro algún tipo de aliciente para el espectador. —F: Es reconfortante ver como esa responsabilidad cambia de bando. Comienzas un diálogo, detectas cierto matiz de hilaridad y cuando llegas al climax elevas radicalmente el tono y percibes la risa desatada pareja a miradas de complicidad y censura. —¿En qué situación se encuentra el mundo de las subvenciones en vuestro sector? —E: A día de hoy ese tipo de opción ni siquiera es planteable ya que estas siempre suelen recaer en las mismas salas o compañías, unas pocas reciben mucho. Lo óptimo sería plantear un reparto equitativo, ya que, sin ánimo de querer insinuar que las que la reciben no lo necesiten o merezcan, si es cierto que perciben cantidades muy altas que podrían distribuirse, y conseguir que redundase en un beneficio más expansivo. —F: Esto dificulta que nazcan nuevos estilos, nuevas conversaciones en el teatro local. Y nos obliga a recurrir a trabajos precarios en otros sectores que nos impiden enfocar nuestros esfuerzos para desarrollarnos en nuestra profesión. —¿Es frustrante que por el hecho de ser jóvenes se os encasille en el teatro emergente? —P: Es un término complejo ese, lo cierto es que algunos de nuestros integrantes llevan, por curioso que resulte sabiendo su edad, más de

Los Rincones de la Castaña hace comedia, cuya estructura se subdivide en distintos sketches. / Ignacio Bascón

diez años actuando. El espectáculo puede considerarse reciente, poco longevo en el tiempo pero es evidente la calidad y experiencia atesorada por los actores al presenciarlo. —F: Cierto, a veces puede resultar un poco cargante que se asocie con un tipo de teatro que se vincula erróneamente al teatro poco profesionalizado pese a los años encima de escenarios. —E: Algo parecido pasa en los premios Goya, el premio revelación se da años tras año a actores que ya previamente atesoraban una gran experiencia a sus espaldas, pero que simplemente no habían actuado en una producción galardonada. —Hablando de la escena local. ¿En qué condición se encuentra la escena andaluza? —E: El cambio en los últimos años es patente. Hasta la crisis la escena estaba acomodada. Cuando ésta llego no se supo reaccionar, hubo años de turbación, pero pasados unos años es la nueva generación la que ha encontrado nuevas vías, modelos distintos a los ya conocidos, formatos más íntimos o formas de pago más amables para el espectador. El nivel de riesgo es mayor quizá, y recae el peso sobre tu capacidad de asombrar pero sabiendo canalizar esa situación de inseguridad hallas oportunidades para crecer como actor. —¿Uno de esos modelos a los que haces mención podría ser el microteatro, por ejemplo? —A: Quizás al menos en Sevilla el microteatro no fraguó pero, gracias a él , se empezó a creer en el teatro

corto, la performance, en locales alejados del teatro escénico tal como lo conocemos… —F: Lo considero una forma de devolver el teatro al público, porque para muchos se había convertido en algo elitista. Recintos cuyas localidades no eran asumibles para ciertos sectores sociales, y espectáculos que bebían demasiado del teatro clásico, o directamente lo eran. Nosotros ahora estamos rompiendo esas barreras que se habían impuesto y buscamos crear sinergias con el espectador, incluso interaccionando directamente con él, para desarrollar una función única, que no pueda replicarse de nuevo. —Vuestro tipo de humor bebe claramente del humor andaluz, ¿creéis que esto la limita a ser representada solo en esta región o es extrapolable a otras zonas? —P: Hay tintes, recursos usados en ciertas fases del espectáculo que pueden recordar a expresiones o tópicos andaluces, pero a la hora de la creación del guion intentamos alejarnos de la idea de generar un argumento asentando sobre situaciones localistas, las referencias son más extensivas. Es un teatro crítico que trata temas universales, de ahí que no haya límites ni de lugar de nacimiento ni tampoco de edad a la hora de disfrutar del mismo. —Muchas gracias por vuestra atención y sinceridad, os deseo que en la siguiente temporada sigáis cosechando los éxitos de la pasada, o incluso los superéis. —A: Muchas gracias, ¡ojalá sea así! ~


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Suplemento cultural

41

Teatro Nueve años después, el Teatro Lope de Vega de Sevilla acoge otra versión de ‘Arte’, la obra récord con la que Yasmina Reza se consagró a nivel mundial y cuyo sencillo planteamiento aún continúa vigente. Los responsables de encarnar a los protagonistas son Roberto Enríquez, Cristóbal Suárez y Jorge Usón Antonio Puente Mayor {«Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro. Es una tela de aproximadamente un metro sesenta por un metro veinte, pintada de blanco. El fondo es blanco y si entornamos un poco los ojos, podemos percibir unas finísimas líneas blancas transversales. Mi amigo Sergio es amigo mío desde hace tiempo. Es un muchacho que ha triunfado, es médico dermatólogo y ama el arte. El lunes fui a ver el cuadro que Sergio había adquirido el sábado pero que ya codiciaba desde hacía varios meses. Un cuadro blanco con unas líneas blancas». Con este breve soliloquio da comienzo Arte, la obra con la que una desconocida Yasmina Reza puso bocabajo la escena internacional hace veinticuatro años, y que le granjeó los más prestigiosos galardones del teatro. Desde el Lawrence Olivier de Londres al Tony de Nueva York. Como curiosidad hemos de mencionar que la dramaturga, nacida en Francia, es hija de una violinista húngara y de un descendiente de judíos sefardíes refugiados en Uzbekistán. Toda una declaración de intenciones. 4 versiones en 20 años Cuatro años después de su alumbramiento francófono, pocas eran las lenguas que aún se resistían a traducir Arte. En el caso de España, el mismísimo José María Flotats, creador del Teatro Nacional de Cataluña, hizo los honores con una triple tarea: él mismo se encargó de la adaptación, lideró el proyecto como director e interpretó a uno de los protagonistas, el entrañable Iván. El éxito no se hizo esperar. Tras su estreno en el madrileño Teatro Marquina, el 29 de septiembre de 1998, el montaje permaneció dos años y medio en cartel, provocando un fenómeno pocas veces visto. Y es que además de trasladar el magnífico texto de la Reza a nuestro idioma –una versión que la editorial Anagrama publicó con acierto ese mismo año–, Flotats supo rodearse de un elenco maravilloso, con el gran Carlos Hipólito en el papel de Sergio –su nombre comenzó a hacerse popular tres años antes de ponerle voz a Carlitos en Cuéntame como pasó– y el simpar José María Pou, actor y director todoterreno, en el papel de Marcos. Dicho espectáculo tendría su réplica en 2009 en el Teatro Alcázar, cuando Luis Merlo, Iñaki Miramón y Álex O’Dogherty se pusieron a las órdenes de Eduardo Recabarren para iniciar una gira que les llevaría por toda España –en Sevilla agotaron el papel en poco tiempo–. Ya por entonces la obra triunfaba en 140 países y se publicitaba como «el texto dramático más representado de un autor vivo en el mundo». Más tarde llegarían la segunda versión del Marquina, con Quique San Francisco, Javier Martín y Vicente Rome-

dias y el propio ego no minan las relaciones con nuestros allegados? A estas preguntas da respuesta Yasmina Reza en su increíble texto, pues Arte es recomendable como literatura per se, más allá de las tablas, y gracias a él nuestros sentidos se desperezan al escucharlo de boca de sus intérpretes. No en vano, en su argumento se deslizan muchas de nuestras preocupaciones, sazonadas a su vez con la sabiduría de Séneca o la inventiva de Molière. Una versión brillante

Uno sesenta por uno veinte Roberto Enríquez, Cristóbal Suárez y Jorge Usón. / Foto de Vanessa Rábade

ro, bajo la dirección de Gabriel Olivares (2010), y la actual de El Pavón Teatro Kamikaze, estrenada en el otoño de 2017. Que un texto contemporáneo posea cuatro versiones distintas en un mismo idioma ya es difícil. Pero que lo consiga en menos de veinte años, ya es para tomárselo en serio. Desperezando los sentidos ¿Y dónde reside el secreto de este espectáculo? No olvidemos que la premisa es de lo más sencilla. Tres actores, un lienzo en blanco y una escenografía casi inexistente. La respuesta hay que buscarla en el

discurso. Una suerte de «debate público», como lo definió Flotats, donde se revelan las grandes preguntas que se plantea la sociedad moderna: una sociedad de mercado en la que el dinero es la referencia de calidad, y en la que el compromiso no está dictado por la defensa de los intereses particulares. En suma, Arte es un juego dramático ingenioso, divertido e hilarante, pero también una reflexión necesaria e inteligente sobre nuestro devenir como personas. ¿Acaso la amistad se mantiene incólume a lo largo de toda una vida? ¿Es que los inevitables roces, las verdades a medias, las sanas envi-

Producida por El Pavón Teatro Kamikaze, un valiente proyecto empresarial que merece un capítulo aparte, la nueva traducción del libreto de Yasmina Reza corre a cargo de Fernando Gómez Grande y Rodof Sirera, que han sabido hallar el equilibrio perfecto entre la realidad de los noventa y la de la segunda década del siglo XXI. Esto no quiere decir que Arte estuviese pasado de moda, más bien todo lo contrario. Su vigencia es absoluta más allá de pequeños detalles como las pesetas –el cuadro de entonces costaba 5 millones–. Sin embargo, en manos del director Miguel del Arco el nuevo texto destila más frescura aún si cabe. Esto es quizás por su desinhibida propuesta dramatúrgica, mucho más gamberra que la original, por su despliegue físico y su mirada agresiva a la par que sensible. Un acertado planteamiento que se une al talento natural de los tres actores: Roberto Enríquez, como Marcos, Cristóbal Suárez en la piel de Sergio, y Jorge Usón encarnando a Iván. Tres brillantes contendientes sobre un ring –o dos, más un árbitro–, cuyo despliegue de golpes se basa en el paso del tiempo. O mejor, en esa «dinámica intrínseca de la evolución», según el dueño del lienzo objeto de la disputa. Y es que estos tres amigos, cuya unión argumental cumple veinticinco años, ven como su relación salta por los aires a causa de un «simple» cuadro de 30.000 euros (¿acaso el verdadero arte se puede cuantificar?). Aunque lo más curioso es que, de no existir el moderno Antrios –autor ficticio que en el universo de Arte expone en el Reina Sofía–, su relación estaría igualmente abocada al fracaso; o al menos a una necesaria transformación, pues nadie piensa igual con quince que con cuarenta años. Dicho esto, la propuesta de Kamikaze rebosa ritmo y recursos, logrando que el espectador no pierda la atención durante noventa minutos, pues contiene todo lo bueno del legendario montaje de Flotats, y mucho más, gracias a sus televisivos actores y su inspirado director. Eso sí, pese a sus incontables virtudes, no les perdonaré que hayan sustituido las referencias a San Juan de la Cruz por las de Paul Valéry. Hasta ahí podíamos llegar. ~


42

Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 2 de junio de 2018

Cine Hasta el próximo 3 de junio los sevillanos pueden revivir algunos de los momentos más mágicos de la historia del séptimo arte en ‘Un viaje de cine’. Ubicada en el paseo Marqués de Contadero, la exposición incluye piezas de películas míticas de los años 80 como ‘Regreso al futuro’, ‘Alien’ o ‘Cazafantasmas’ Antonio Puente Mayor {El poeta Antonio Machado lo llamo «invento del demonio», y eso que antes de su muerte, en febrero de 1939, ya se habían estrenado obras maestras como Metrópolis de Fritz Lang, La quimera del oro de Charles Chaplin y Un perro andaluz de Luis Buñuel. Para el maestro Alfred Hitchcock simplemente eran «cuatrocientas butacas que llenar», mientras que para Visconti representaba «un trabajo de artesanía, de primer orden a veces, de segundo o tercero lo más». Por supuesto nos estamos refiriendo al cine, la técnica de proyectar fotogramas de forma rápida para crear impresión de movimiento, que ha hecho soñar a generaciones durante más de cien años. ¿O acaso podemos desligar nuestra infancia de los clásicos de Walt Disney o nuestra juventud de las películas de acción de 007?

Cuando E.T. conoció a McFly

Original y copia

Más allá de la gran pantalla Con esta hermosa premisa, la de hacernos recordar tantos buenos momentos, surge Un viaje de cine, la sugerente exposición que estos días está teniendo lugar en el Espacio Turismo del paseo Marqués de Contadero, en Sevilla. Una «experiencia cinematográfica», como la definen los responsables de Fans of Magic, empresa especializada en el concepto Fan Activation, que asimismo se plantea como «forma de vivir el cine más allá de la gran pantalla». En ese sentido la muestra, que estará abierta hasta el domingo 3 de junio –de 10 a 20 horas–, nos permite explorar algunos de los títulos más representativos del cine de los años 70, 80 y 90, junto a algunos filmes posteriores. Dicha exposición comienza con un guiño al extraterrestre más famoso de todos los tiempos, aquel que nos asustó y conmovió a partes iguales en 1982 y que además de saludarnos desde la puerta, nos permite subir a su bicicleta para fotografiarnos. Seguidamente un soldado imperial se cuadra bajo la atenta mirada de otro guerrero, aquel de rostro salvaje y mala baba que asolaba la Tierra Media. Y hablando de mala baba, ¿quién recuerda las tres reglas para que aquella simpática criatura peluda no se convirtiese en el bicho horrible de la vitrina?

‘Cazafantasmas’ y ‘Regreso al futuro’ están representados en la exposición. / Foto: Antonio Puente Mayor

«¿Hay alguien en casa, McFly?» Pero si hay un espacio rico en detalles ese es, sin duda, el dedicado a Hill Valley, o lo que es lo mismo, a la maravillosa trilogía Regreso al futuro. Para este que escribe, sin duda el gran aliciente para visitar la exposición. Y es que en Un viaje de cine se recogen las películas de Zemeckis de un modo tan profuso que a más de un fan se nos han saltado las lágrimas. Por poner ejemplos, mientras la cinta original de 1985 viene representada por el chaleco y las gafas de Marty McFly, la videocámara

ídolo precolombino del Templo Maldito y el diario manuscrito de La Última Cruzada. Dignas réplicas con las que sacudir nuestra nostalgia. Muy cerquita se encuentra Moquete, aquel personajillo de color verde que solía asustar a Dan Aykroyd y Bill Murray en Cazafantasmas, pero también los autógrafos de dos de los actores que interpretaron a James Bond: Sean Connery y Pierce Brosnan. Sala que se completa con un repaso a las localizaciones españolas de títulos como El reino de los cielos, El imperio del sol o El bueno, el feo y el malo. Y un poquito más allá nos esperan dos de las últimas piezas de Marvel, el célebre martillo de Thor y el Guantelete de Thanos, villano de Vengadores: Infinity War, así como muñecos a escala de Rocky Balboa, Nosferatu y Alien.

JVC o el condensador de Fluzo, de su futurista continuación podemos contemplar las zapatillas Air Nike, el aeropatín Hover Board y las botellas Pepsi Perfect. Eso por no hablar de la tercera parte, ambientada en 1885 en pleno Oeste americano, y cuyas piezas más molonas son el plato de tarta que Eastwood trasforma en «frisbee», la maqueta del Delorean adaptado a las vías del ferro-

carril o la flor que Clara Clayton regala al profesor Brown. Una auténtica delicia a la que sólo la falta Michael J. Fox haciéndose un selfie con nosotros. De Indiana Jones a Rocky Balboa Más adelante, los entusiastas de Indiana Jones pueden fotografiar el famoso sombrero con que el arqueólogo buscó el Arca Perdida, el

La segunda parte está integrada por casi 200 piezas de la exclusiva colección de Syfy, el canal de televisión dedicado al cine fantástico. A través de cuatro salas y un pasillo, el público puede admirar tanto piezas originales como réplicas, destacando filmes de culto como Blade Runner, Matrix y Terminator. Entre los mejores hallazgos se hallan el guante de Freddy Krueger de Pesadilla en Elm Street 5, el guion mecanografiado de Lady Halcón o la moto que conducía Will Smith en Yo Robot. Pero aún hay más. A los frikis más veteranos les encantará recordar uno de los títulos infantiles más célebres de los 80, Los Goonies, los cuales emergen junto a un clásico moderno del cine de aventuras, Piratas del Caribe. Ambas cintas están representadas con dos de sus doblones de oro. También de oro es el ticket con el que Charlie conseguía visitar la fábrica de chocolate de Willy Wonka, el cual no se halla lejos de una flecha utilizada por Silvester Stallone en John Rambo, y la batería de energía cósmica del Capitán América. La terna de superhéroes se completa con un refresco verde de Hulk, arañas de estudio de Spiderman y auriculares de Iron Man. Y para los amantes de Egipto, nada mejor que la cerradura del libro de Amón Ra, que Rachel Weiz manipuló junto a Brendan Fraser en La Momia. Dicho apartado, titulado ExpoSyfy, cuenta también con una muestra de espadas: desde la del Rey Arturo en El primer caballero a la de Beatrix Kiddo en Kill Bill —por cierto firmada por David Carradine—. Y para rematar el repertorio de objetos, el recorrido incluye películas como El hombre sin sombra, 2012 y la espectacular 300. Del éxito de Zack Snyder se exponen la joyería facial de Jerjes, personaje interpretado por Rodrigo Santoro, y la trenza del rey Leónidas, a quien ponía voz y rostro Gerard Butler. ~


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.