Aladar nº 147

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Sábado, 9 de septiembre de 2017 Nº 147 @aladar_cultura

Paul Auster

«Soy profundamente feminista» El escritor neoyorkino presenta en España su última novela, ‘4321’, llamada a ser sin duda uno de los libros del año, y un título diferente en su ya larga trayectoria

Especial dedicado a Fred Zinnemann

Entrevista al músico español Juanjo Guillem


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Entrevista

‘4 3 2 1’. El novelista estadounidense ha roto un prolongado periodo de silencio para presentar ‘4321’, su última y monumental novela recién publicada por Seix Barral. Cuatro historias diferentes, cuatro destinos para un mismo personaje, ese Archie

PAUL AUSTER

«Azar es una palabra muy vaga» Alejandro Luque {El revuelo que rodea al lanzamiento de una nueva novela de Paul Auster no deja lugar a dudas: despierta pasiones o furiosos desprecios, pero nunca la indiferencia. «Siempre escribe la misma novela», denuncian sus detractores. «Es Auster, pero no es él», lamentan quienes tal vez querrían que siempre escribiera la misma novela. «Con él al fin del mundo», proclaman los más rendidos admiradores. Y eso que 4321, su última creación, una obra monumental de casi un millar de páginas, apenas acaba de ver la luz... Aparentemente indiferente a este revuelo, Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947), parece tomárselo todo con calma. Al esfuerzo que ha tenido que hacer para culminar su novela en solo tres años, se suma el de la gira promocional que viene haciendo por Europa desde hace tres semanas. Se nota que las entrevistas, los posados para los fotógrafos y demás servidumbres de la fama no son lo que más le gusta del oficio, pero se aviene a todas estas ceremonias con mansedumbre. «España es el sexto país europeo que visito, desde que empecé esta gira en agosto. Cuando termine creo que me meteré en casa, cerraré la puerta y, excepto un viaje que tengo previsto hacer a México, no saldré para nada», asegura. En su rostro se refleja cierta ironía, cierta distancia, también, de todo el circo que se monta alrededor de su popular figura y de sus libros. También algo de preocupación, porque le espera una jornada maratoniana, y sabe que este tipo de días suelen hacerse muy largos. Tal vez por eso, al encontrarse con la prensa, lo primero que hace no es hablar de su libro, sino recordar al poeta estadounidense John Ashbery, fallecido la madrugada anterior. «Era amigo mío desde hacía 40 años. Para mí es un día muy triste. Vivió una vida larguísima, 90 años, e modo que no se puede decir que sea una tragedia, pero sí es algo triste. Entregó algo nuevo a la literatura norteamericana». Pero claro, Auster es protagonista de un lanzamiento por todo lo alto,

y es obligado referirse a esa nueva novela. A ese 4321 que acaba de publicar Seix Barral, esa historia que sorprende desde su planteamiento inicial: cuatro historias diferentes para un mismo protagonista, ese Archie Ferguson que son «cuatro chicos idénticos con distintas circunstancias cada uno». Conflictos personales diferentes, peripecias distintas, cada uno, también, con un destino propio. «Entendí que lo que escribía era una historia del desarrollo humano. Empezamos la vida teniendo un tamaño ínfimo, luego nos desarrollamos, en los primeros 20 años nos sucede algo nuevo cada día, hasta que poco a poco acabamos siendo quienes somos». Ese es el periodo vital donde pone Auster el foco sobre sus personajes, y a partir de ahí da forma a una osada estructura. «La mayoría de los libros que escribo requieren mucho tiempo para desarrollarse. Yo no los busco, ellos me encuentran a mí. Y en este caso, la idea vino de una forma muy emocionante, bajo la pregunta clásica: ¿Qué hubiera pasado si...? me estaba tomando una taza de té cuando empecé a pensar en cómo hacerlo. Ignoraba ciertos detalles, pero di con cuatro versiones posibles, cuatro, un cuadrado perfecto. Hay cuatro estaciones, cuatro vientos, cuatro elementos... Si hubiesen sido más, me temo que habría quedado demasiado largo», dice con una sonrisa. Amor por Nueva York Como en casi toda su producción, la ciudad de Nueva York es algo más que un escenario, una entidad con alma propia. Para los forasteros, un sueño acariciado mil y una veces en películas, novelas, canciones... Pero no así para los locales. «Los neoyorkinos son personas eminentemente prácticas, se dedican a sus vidas», explica. «El gran objetivo allí es el dinero, dinero, dinero. Y siempre ha sido así. Nueva York fue fundado por los holandeses, y estaban allí para ganar dinero. Cuando los ingleses los expulsaron, estaban allí para ganar dinero, esa ha sido la fuerza dominante desde siempre en la ciudad. Ahí tenemos Wall Street,


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Ferguson que ya forma parte del panteón de personajes memorables de la literatura universal, y que crece en una Nueva York que es mucho más que un escenario recurrente en su producción El escritor Paul Auster, en una imagen promocional de su última novela, ‘4321’. / Edu Bayer

¿verdad?, el símbolo del capitalismo internacional». Auster no es ajeno a que también hay muchos artistas en la ciudad de los rascacielos. «Ellos si tienen consciencia de ese fenómeno. Tras el 11-S, un canal que solo emite cine clásico durante 24 horas puso más y más películas sobre Nueva York. Vi un musical de 1933 titulado Calle 42, que no había visto antes, y fue conmovedor. Ahí sí sentí Nueva York como ese lugar adonde todo el mundo llega para conseguirlo. Como cantaba Sinatra, ¿no? Si lo puedes conseguir en Nueva York, lo conseguirás en cualquier parte. Viendo esa peli tuve un momento muy sentimental, me di cuenta de lo mucho que amaba mi ciudad». No obstante, el autor recalca que 4321 «no se trata de una obra autobiográfica. Lo que tenemos en común Archie Ferguson, los cuatro Archies Ferguson y yo, es la cronología y la geografía, eso es todo. Nacen donde nací yo, y viven en ciudades donde yo viví. Claro que tomo algunas cosas de mi vida, como hacemos todos los escritores». Por otro lado, en 4321 hay, como no podía ser menos tratándose de Paul Auster, casualidades asombrosas, giros inesperados, encuentros providenciales... Todos esos elementos que han hecho de él, para el gran público, el maestro de –por usar uno de sus títulos más celebrados– La música del azar. Él tuerce un poco el gesto cuando se le saca este tema. «El trabajo que hago es el que hago, no tengo un plan. No me pongo etiquetas a mí mismo, y aunque tenga un libro con ese título no quiero ser el escritor del azar. Ni siquiera me veo llamándome, como ha hecho alguno, posmodernista o post-posmodernista». «La palabra azar es demasiado vaga para mí», continúa el escritor. «Yo trabajo con lo inesperado, y lo inesperado es parte de la vida. La mecánica de la realidad hace que nos ocurran cosas bizarras, que nos parecen fuera de la norma... ¡Pero esa es la norma! Nada de interpretaciones místicas o teológicas, no podemos olvidar que los seres humanos son capaces de tomar decisiones. Incluso somos capaces de hacer planes y cumplirlos, pero otras veces no, y las acciones nos llevan a otro lugar. No hay un significado especial, las cosas suceden así. De to-

«La llegada de nuevas personas siempre ha hecho a los Estados Unidos un país más rico, más fuerte» «¿Prefieres escribir poemas sin mencionar a Trump? Me parece perfecto, solo espero que hagas grandes poemas»

dos modos, no soy un filósofo, solo cuento historias». En la era Trump Inevitablemente, la conversación literaria acaba conduciendo a la política. Alguien pregunta a Auster qué pensaría su personaje Archie Ferguson de Donald Trump, y el escritor deja claro desde el principio que no tiene pelos en la lengua. «No lo sé, sé lo que hago yo en tiempos de Trump, sentirme miserable y frus-

trado. No culpo a Trump por ser el maníaco miserable que es; lo que me asombra de veras es que 60 millones de americanos lo votasen. Y es impresionante que un 52 por ciento de las mujeres lo hicieran. Sigo sin entenderlo, después de leer todos los análisis. Lo único que demuestra todo esto es lo enfadado que está mi país, y cuánto odio hay en él», asevera. «Hillary Clinton perdió por una campaña misógina, y queda demos-

A mano y con pluma En pleno siglo XXI, y con sus 70 años cumplidos, Paul Auster escribe todavía sus novelas a mano –«¡y con pluma!», subraya– incluida la extensa 4321. Una vez pasados a limpio para la publicación de sus obras, sus cuadernos Claire Fontaine pasan invariablemente a formar parte de los fondos de la Biblioteca Pública de Nueva York. «Esta vez fueron ocho cuadernos», comenta el escritor, quien tiene otras inveteradas costumbres, como leer sus propios textos en los audiolibros que le publican. «Todos mis libros se los leo a Siri, mi mujer, antes de publicarlos. En el caso de 4321, el audiolibro comprenderá 36 horas y media de lectura», anuncia. Tal vez por esa costumbre de escribir a mano, Auster asegura que la escritura «es una actividad muy física. Cuando me pongo a ello, en mi cuerpo sé qué está bien y qué no», asevera el escritor y cineasta neoyorkino. «Mira, cuando terminé la última frase de este libro, me levanté de mi escritorio y me desplomé. Estaba cansadísimo. Ahora que ya está publicado, solo pienso en superarlo, en dejarlo atrás. Cuando termine estas charlas y estos viajes de promoción, tendré que sacar la historia de 4321 de mi sistema. Aún no estoy preparado para meterme en otra novela, pero tengo ya ideas. Nada claro todavía, solo estoy oyendo voces en mi cabeza. El libro que publico deja de ser mío, ya os pertenece a vosotros».


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Entrevista

El autor visitó Madrid esta semana y habló, entre otros temas, de sus manías literarias, de la pesadilla de la presidencia de Donald Trump y de la libertad del artista para comprometerse, así como de su militacia feminista trado que hasta las mujeres pueden ser misóginas», prosigue Auster. «Perdió el voto popular, y para mí fue un gran shock. Para mí Trump es un peligro, una amenaza, para el mundo y para América. Espero que no tenga acceso a un segundo mandato, porque ocho años más de este hombre nos haría preguntarnos si el mundo seguirá aquí para cuando deje la presidencia. Me consuela que en Europa no he escuchado a nadie decir que sea un buen hombre para este trabajo». La política anti inmigración del excéntrico mandatario estadounidense también propicia una reflexión de Auster. «América siempre ha tenido una puerta abierta, pero la ha cerrado muchas veces. Siempre ha habido reacciones en contra de que entrara gente nueva, sobre todo por parte de los republicanos. Llevamos 200 años así, pero el hecho es que, si miras la Historia, te das cuenta de que la llegada de nuevas personas nos ha hecho un país más rico, más fuerte. Existen conflictos, no podemos negarlos, pero tampoco podemos dejar de ver que somos responsables los unos de los otros, que tenemos que cuidarnos. Hay quien cree que este es un mundo de lobos solitarios que tiene que pelear por lo suyo, y bueno, llevamos así divididos desde el principio, y seguimos así, y no veo la forma de que las cosas puedan ser diferentes», añade Auster. Hay incluso quien le pregunta por las posibles consecuencias de un conflicto a raíz de la noticia de que Corea del Norte posee la bomba H, y los posibles modos de protegerse del desastre. Ahí la famosa paciencia de mr. Auster parece tambalearse un poco. «Sobre estos temas estoy en la misma postura de cualquiera. Si tuviera una gran respuesta para esto, trabajaría seguramente para el gobierno. No sé, espero que ninguno de estos dos gobernantes lleve a cabo ninguna de las locuras que se están comentando». «Estaría más allá de cualquier racionalidad empezar a lanzar bombas de hidrógeno, o de cualquier tipo», concluye, encogiéndose de hombros. «Mi sensación es que no va a ocurrir nada de eso. Si Kim Jong Un puede establecer un arsenal nuclear, Occidente no querrá derrocarle. Esto puede llevar rápidamente a un jaque mate, o a la apertura para una nueva negociación. Pero si está loco y a Trump le pilla de mal humor, le podría pasar algo terrible», especula. Motivos para la esperanza Como lectura positiva de todo lo que está ocurriendo en la política internacional estadounidense, Auster destaca «la existencia de un nuevo tipo de activismo, como yo no había visto en Estados Unidos en los últimos 50 años. Hay millones de personas involucradas, y las mujeres son la fuerza conductora de ese

nuevo movimiento. Atravesamos un periodo de cambios políticos, pero estos no sucederán de la noche a la mañana. Para que el poder cambie de manos, vamos a tardar todavía un poco», dice. ¿Y los artistas? ¿Están obligados, según Auster, a hacer gala de su compromiso en estos tiempos revueltos, o pueden permitirse mirar a las musarañas mientras el mundo se halla a las puertas de la III Guerra Mundial? Según el autor de Leviatán, Experiencias con la verdad o El país de las últimas cosas, en absoluto. «Los artistas pueden hacer lo que quieran. En el arte no hay reglas», sentencia. «¿Prefieres escribir poemas sobre tus amigos y no mencionar a Trump? Me parece perfecto. Solo espero que estés haciendo grandes poemas, eso es todo. Hay quien se siente asqueado por lo que está pasando y necesita escribir sobre ello, pero no todo el mundo tiene por qué ser activista. ¿Eres pintor? Si quieres pintar flores, trata de hacer las más bonitas del mundo. Puede que, al fin y al cabo, eso sea más importante que hacer política», remata a renglón seguido. Por último, cuando se le comenta qué le parece que en España se haya hablado por primera vez de un libro suyo como «lo nuevo del marido de Siri Hustvedt» –cuando hasta ahora era ella quien solía ser presentada como «la esposa de Paul Auster»–, el escritor despliega una amplia sonrisa que no había mostrado hasta ese momento de la jornada. «Estoy contento con eso, me hace feliz», declara, sin ocultar su admiración por esa mujer a la que conoció, como no podía ser de otro modo, por casualidad, en una lectura de poemas en Nueva York a la que en principio no tenía pensado acudir. «Desde aquella noche, llevamos 36 años juntos. Si no hubiera ido y no me hubiera quedado charlando hasta tarde con ella, mi vida habría sido muy diferente», confiesa. Hoy, Hustvedt es una autora cada vez más reconocida en nuestro país, especialmente gracias a títulos de alta exigencia y marcado aliento feminista como El verano sin hombres, El mundo deslumbrante o La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, entre otros. «También me han empezado a llamar el padre de Sophie Auster», apunta el escritor, orgulloso. «Estoy bendecido, vivo con dos pequeños genios, ambas son artistas extraordinarias. Sophie ganó incluso un premio de Cosmopolitan, hubo quien aseguró que sus padres la ayudaban a escribir, pero ella se limita a enseñarme sus cosas y me pregunta, ¿qué te parece, papi? Y yo le digo que está muy bien. Escribe un artículo tras otro, ¡tiene ideas!», dice. Antes de concluir, se inclina sobre el cuaderno del periodista y agrega: «Escribidlo en vuestros artículos: soy feminista, profundamente feminista». ~


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Atelier de músicas

Ha tocado a todos los grandes del siglo XX: Xenakis, Stockhausen, Grisey... Lo ha hecho como solista y también al frente de su grupo Neopercusión. Profesor de la Nacional de España, Juanjo Guillem es un referente absoluto de la percusión

FUNDADOR DE NEOPERCUSIÓN

JUANJO GUILLEM

«Como músicos somos importantes por lo que tocamos» Ismael G. Cabral {Es posible que Juanjo Guillem sea uno de los músicos españoles más clarividentes y comprometidos. Lo demuestra con sus planteamientos ideológicos, que defiende con vehemencia, y también con los hechos; fundó el grupo Neopercusión en 1994 y actualmente es responsable del madrileño Festival Konektarte, dedicado a la música de creación actual. Además, desde 1999, es profesor de la Orquesta Nacional de España. –Se aventuró hace más de de 20 años a fundar Neopercusión. ¿Más de dos décadas después, en qué momento se encuentra el grupo? –Han pasado muchas cosas. Nacimos como una escuela, un centro de estudios de la percusión, donde además hacíamos algunos conciertos. Hace unos años abandonamos la actividad pedagógica literalmente por cansancio. Actualmente somos exclusivamente un grupo que produce y ofrece conciertos y que tiene sede en el Teatro Galileo de Madrid. –En estos años se han mantenido fieles a una idea clara de la música contemporánea. Hay casi una militancia en su forma de abordar la música y en las obras que tocan.

–Muchos han intentado cambiar el nombre, pero la denominación es esa, música contemporánea. No hay otra. Lo que pasa es que no todos los percusionistas están en esa línea. Y desde luego que hay militancia, militancia al extremo, porque solo así conseguiremos llegar al menos a la mitad de lo que nos propongamos. –El mundo de la percusión clásica ha tenido, y tiene, ilustres referentes co-

«Hay que ser militante al extremo, solo así lograremos la mitad de lo que busquemos» «Nuestro trabajo es encontrar nuevos sonidos codo con codo con los compositores» mo Evelyn Glennie o Martin Grübinger. Sin embargo, sus repertorios, mayoritariamente, abrazan antes el espectáculo que la música importante, comprometida. ¿No cree? –Ninguno de los que cita son referentes para los percusionistas, en todo caso lo

serán para los managers. Esos músicos son unos estupendos intérpretes, pero están envueltos en mercadotecnia; se nos venden sus shows. Nada más. La músicas que tocan son, casi siempre, epidérmicas. Nos los tratan de vender como si fueran los Rostropovich de la percusión. Y no, no es esa la comparación en absoluto. Si esos intérpretes que me cita hubieran hecho sus carreras defendiendo la percusión contemporánea no estaríamos en el lugar de atraso que estamos. Mire, le diré una cosa, en las crítica siempre me suelen poner el adjetivo de ‘virtuoso’. Y no, yo no soy un virtuoso porque toque muchos instrumentos o aborde obras difíciles. Nos ven tocando muchos instrumentos y se piensan que hacemos un circo. Se ha vendido ese concepto de la percusión. Y es un error y un atraso. –¿Podemos hablar entonces de Les Percussions de Strasbourg como el gran referente de Neopercusión? –Les Percussions son un grupo histórico, llevan más de 50 años tocando, aunque ahora la actual generación la formen unos chicos fabulosos de veintitantos años, a algunos de los cuales he dado clases. También hemos de citar al Kroumata Ensemble, que desapareció el año pasado, y a los canadienses Ne-

xus. Amadinda también fueron relevantes hace 30 años, hoy ya no lo son tanto. ¿Qué es lo importante? Somos la música que tocamos; eso es lo relevante. No somos percusionistas y después tocamos cosas, los músicos, y en particular los percusionistas, somos la música que tocamos. Insisto en ello. No somos importantes per se, somos importantes porque tocamos a grandes compositores. –Su discurso, como el de tantos otros colegas que en España se dedican a la música de creación actual, parece estar teñido de cierto enfado. ¿No se sienten reconocidos? –No. Este año por ejemplo no nos han dado la subvención para hacer gira por España. Y luego tenemos otro problema, que es un hándicap para los percusionistas. Un violinista o un flautista se planta en Ámsterdam o en China en un momento. Pero mover todo nuestro arsenal de instrumentos es muy costoso, hablamos de tres o cuatro mil euros solo para ese traslado. Y no hay dinero. En España solo hubo dinero para cultura en 1992 cuando nos podíamos haber traído hasta a Dios si este hubiera aceptado. –En España no existe ningún gran festival de música contemporánea, y apenas hay ciclos especializados bien programados y con dotación económica. El panorama es desolador. –¿Dónde tocamos? No tenemos ni sitios donde ir. En Barcelona no hemos tocado nunca, y a Sevilla fuimos hace muchos años. Recientemente hicimos una gran producción, Le Noir de L’Etoile, de Gerard Grisey, en el Auditorio Nacional. Quisimos llevarla a Barcelona y nos dijeron que no, que ya la montaría alguien de allí. Eso es magnífico, pero no puede ser siempre así. Hemos hecho a todos los grandes: Stockhausen, Xenakis, Aperghis… Pero ningún programador habla con nosotros, porque no tienen ni información ni conocimiento. –Y mientras tanto, mientras se reproducen los grandes contenedores para el arte contemporáneo, en España continúan sin oírse las grandes obras de la vanguardia musical... –Faltarían personas capacitadas para programarla. Y dinero. Miremos las programaciones de las orquestas sinfónicas españolas, la Nacional, la Sinfónica de Sevilla, la de Castilla y León, la de Córdoba… coja la que quiera. Los conciertos son intercambiables, podrían darse aquí o en Cincinatti. –¿Cuáles son sus proyectos? –En unos días tocaremos una obra de la joven compositora rusa Elena Rykova, en la que los percusionistas trabajamos dentro del piano, manipulándolo. Somos profesionales de esto; nuestro trabajo es buscar nuevos sonidos codo con codo con los compositores. En esto sí somos extremistas, defendemos una estética muy clara. –¿Y cómo solucionamos el resto, cómo lograremos cambiar el panorama? –Luchando para normalizar la música contemporánea y para que se dejen de buscar nuevos formatos para lo clásico, porque lo clásico se sustenta por sí solo, no necesita nada más. ~


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Música

Morir joven y dejar un bonito cadáver de recuerdo no fue la premisa de los integrantes de este club. Vivir con intensidad, tanta que la vida duela, puede ser mucho más acertado. Reducir sus muertes a cosa de músicos y del rock sería

El Club de los 27 Carlota Montemayor {Este club se ha convertido ya en leyenda, siete integrantes que murieron a la edad de 27. Números sagrados y cabalísticos en diversas culturas, el 27 es el número que liga lo humano y lo divino, espiritual. Alimentemos el fuego. Se suele decir que el que inauguró el aciago club fue Jimi Hendrix, pero años antes de que naciera, ya lo hizo Robert Johnson, conocido también por el Abuelo del Rock and Roll o El Rey del Delta Blues. Parece ser que este músico nacido en 1911 era bastante mediocre, aunque soñaba con ser el mejor guitarrista de blues de la historia. Frustrado por no poder serlo, con el estigma de ser el nieto de un esclavo y enfadado con la vida por la muerte de su esposa y su hijo en el alumbramiento, Robert se dedicó a deambular de club en club y de cama en cama de mujeres casadas. La leyenda cuenta que una medianoche en un cruce de la ciudad de Clarksdale (Missisipi), vendió su alma al diablo a cambio de ser el mejor. Dos de sus canciones más exitosas parecen hablar de ese supuesto pacto, Crossroad blues y Me and the devil blues. Su personalidad esquiva y el hecho de que tocara en penumbra e incluso dando la espalda, hicieron que muchos dieran por válida la historia. El demonio se cobró su deuda la noche del 13 de agosto de 1938, cuando en mitad de un concierto, Robert dejó de cantar, dejó su guitarra en el suelo, salió a la calle sin decir nada y estuvo desaparecido durante tres días, hasta que lo encontraron muerto. Parece ser que el dueño del local en el que actuaba era un marido celoso que se sintió ofendido cuando Robert intentó seducir a su mujer, así que le convidó a un whisky combinado con estricnina. Johnson murió envenenado, aunque nunca se le realizó la autopsia. Tenía 27 años. No se sabe muy bien dónde está enterrado, ya que existen tres tumbas que pueden contener sus restos. Tras la Segunda Guerra Mundial la música popular se hace más divertida, bailable, la gente necesitaba alegría después de tantas penurias. Aparecen los primeros sonidos rock. Pero a mediados de los 60 el consumo de nuevas drogas se expande entre los artistas. Las drogas psicodélicas eran legales en aquel momento, incluso algunos científicos las usaron para abrir la mente. Era la puerta a otro mundo, a otras experiencias sensoriales. En el barrio de Haight-Ashbury de San Francisco nació el movimiento hippie que militaba en la utopía de una nueva sociedad basada en la paz, el amor y las drogas e influido por la filosofía oriental, para ellos la muer-

te no era una amenaza, era la liberación de la vida, el fin de un ciclo, un misterio interesante con el que merecía la pena coquetear. A algunos se les fue de las manos. No era de la Costa Oeste americana, sino inglés, pero seguía este tipo de movimiento. Brian Jones fue uno de los fundadores de The Rolling Stones en 1962. Fue sin duda el creador del sonido más Stone, introduciendo instrumentos y arreglos raros para el rock, para siempre quedará la cítara hindú en la introducción de Paint in Black. Músico virtuoso e innovador, decían de él que era capaz de aprender a tocar cualquier instrumento en tan solo media hora, ya fuera el arpa, del violín, el ukelele o la marimba. Jamás cantó en la banda ni apareció en ningún tipo de crédito, tanta creatividad o la búsqueda de las musas, le llevó a tener problemas graves con las drogas. Eso, su depresión congénita y que cuestionara el liderazgo JaggerRichards hizo que lo expulsaran del grupo. A Brian no le importó demasiado, tenía muchos proyectos en solitario o como colaborador con músicos como John Lennon y Jimi Hendrix. Por eso resultó extraño que semanas más tarde lo encontraran ahogado flotando en su piscina,

Jimi Hendrix fue el mejor guitarrista de la historia y su carrera sólo duró cuatro años no se sabe muy bien si por una mezcla alcohol y drogas o por un ataque de asma. Todo muy El crepúsculo de los dioses. Mick Jagger lo homenajeó en un concierto recitando un poema de Percy Shelley …despertó al sueño de la vida… El mejor guitarrista de la historia, Jimi Hendrix, del que se llegó a decir que la guitarra era una prolongación de su cuerpo. ¡Y eso que su carrera tan sólo duró cuatro años! Fue un niño tímido y sensible, marcado por los problemas de alcoholismo de sus padres y sus idas y venidas a centros de acogidas, pero se refugiaba de ese dolor en la guitarra, que primero fue una escoba y más tarde un ukelele roto que aprendió a tocar de oído. Tras su paso por la brigada paracaidista comenzó su auténtica carrera en la música. Fue un provocador sobre el escenario, aprendió incluso a tocar la guitarra con los dientes, a sacar de ella nuevos sonidos y efectos. La imagen por antonomasia del rock la protagonizó él mismo en Monterey quemando su guitarra al final de un concierto lleno de energía. Según el propio Jimi, lo hizo como una especie de sacrifi-

Robert Johnson.

cio ritual, «las cosas que uno quiere se sacrifican, yo quiero a mi guitarra». Hubo un antes y un después tras ese concierto, Hendrix ya era una leyenda. Su era sonido pura psicodelia, nacido de su genio, del LSD e influenciado por la filosofía hindú tan de moda en aquellos tiempos. El ácido le hacía tremendamente creativo, potenciaba su virtuosismo, tenía visiones y quería crear música

para expresarlas, para explicárselo a la gente. Pero también lo hermanó con el consumo de otras drogas: anfetaminas para poder estar despierto, barbitúricos para poder dormir, alcohol, marihuana, hachís… Un cóctel imposible que le llevó a la muerte la noche del 18 de septiembre de 1970, ahogado en su propio vómito según la autopsia. Lo más lejos de ser un bonito cadáver.


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demasiado simplista. Desde luego que en sus vidas existía el vicio, los excesos y la pérdida de control. Pero un punto en común a todos ellos fue su amor por experimentar, por matar demonios y por la vida… tanto que les pudo

Fue la primera mujer estrella del rock, feminista, aladid de la contracultura de mediados de los ´60. Janis Joplin poseía una potente voz, una mente libre y un carácter débil que necesitaba siempre ser el centro de atención para no sentirse infeliz e insatisfecha. Aunque intentó ser una chica buena y tener una vida convencional, no le fue posible, amaba la música, la libertad creati-

va y la libertad sexual. Siempre tuvo problemas de autoestima, lo que seguramente le llevó a vivir siempre al límite, todos los que la rodeaban esperaban su muerte prematura. Ella solía bromear al respecto, ya había muerto Jimi Hendrix, dos músicos en el mismo año no podían morir y no quería quitarle el protagonismo. Se equivocó, murió tan sólo dos semanas después. Janis abusaba del alcohol y de la heroína, se deterioró físicamente en poco tiempo, está claro que no tenía miedo a la muerte y que se reía de ella. En octubre de 1970, Janis estaba grabando la canción Buried alive in the blues y le contaron que su prometido Seth Morgan andaba con otras mujeres, lo que provocó su enfado. Al día siguiente no apareció en el estudio y la encontraron tirada muerta en la habitación de su hotel. Sobredosis de heroína fue la causa oficial, aunque parece que más bien fue que la heroína que consumió esa noche era extremadamente pura. Hubo muertes similares en aquellos días. En su testamento dejó 2500 dólares para que hicieran una fiesta en honor a su muerte, 200 personas acudieron, bebieron y comieron brownies mezclados con hachís, por Pearl. Ese era su apodo. Después de las muertes de Jimi y de Janis en tan breve período de tiempo, Jim Morrison les decía a sus amigos en sus noches de borrachera,«estáis bebiendo con el tercero». Jim también caminaba siempre al borde del abismo. Estaba obsesionado con la poesía experimental y con el existencialismo francés, lo que le llevó a mudarse a París en un periodo sabático. Defendía a ultranza el uso de las drogas porque le ayudaban a alcanzar otro estado de consciencia, equilibrio y, sobre todo, paz. Su vida era puro dualismo:

creación vs destrucción, creatividad vs adicción. Sufría de pánico escénico, muchas veces tuvo que cantar de espaldas al público para poder hacerlo, las drogas le ayudaban a superarlo, a tener una actitud totalmente opuesta en el escenario; pura provocación. Se retiró de la música para escribir poesía, fue el autor del poema del concierto que se dio en honor a Brian Jones. La mañana del 3 de julio de 1971 su compañera Pamela Courson (con la que mantuvo durante años una tormentosa relación, pero que él consideraba su alma cósmica) lo encontró muerto en la bañera de su piso de Le Marais. Quiso visitar el otro lado y se le fue de las manos. Nunca se le practicó la autopsia y se especula si la razón de su muerte fue un ataque al corazón o una sobredosis de heroína, cosa rara porque tenía fobia a las agujas y no era consumidor de esta droga. Su tumba en el parisino cementerio de Pére Lachaise es lugar de peregrinación. En su lápida reza una frase en griego antiguo que significa «fiel a su propio espíritu» o «de acuerdo con su propio demonio». Si en los ‘60 los artistas querían transformar la sociedad en un lugar paradisiaco, en los ‘90 la fiesta había acabado y sentían desencanto y apatía con la sociedad. Nació el movimiento grunge, palabra de jerga inglesa para denominar suciedad o mugre. A través de la música los artistas demostraban su inconformidad con la vida. Las puestas en escena dejaron de ser un espectáculo en sí mismo para dar paso a la sobriedad que hacía más evidente la energía de esta música. La primera persona que se pasa por la cabeza si uno habla de grunge es Kurt Kobain. Kurt simboliza esta década como nadie. El hastío exis-

Jimi Hendrix.

tencial, la espera de algo que no ocurrió. Quizá por eso, y por tener un talento capaz de romper con todo lo anterior, fue capaz de conectar con el público de la llamada Generación X. De la noche a la mañana, él y su banda Nirvana pasaron de ser unos auténticos desconocidos a tener éxito mundial. Kurt también era defensor de las drogas, pero no fueron su problema, fue el éxito lo que se convirtió en una pesada carga para él. Se sentía frustrado y creía que su mensaje y su visión no fueron entendidos por el público. Tenía verdadera dificultad para sobrellevar su imagen pública, aunque a diario se repitiera que mañana podía ser un día mejor. Luchó con fuerza contra este sentimiento, contra la depresión y contra la llamada del suicidio, sobre todo desde que nació su hija Francis Bean. El 8 de abril de 1994 su cuerpo fue hallado muerto en el garaje de su casa, con un disparo y una nota de suicidio, aunque hay diversas teorías sobre la causa real de su muerte, entre ellas que fue su mujer Courtney Love quien en realidad lo asesinó. Existencialismo puro. Década y media más tarde saltó a la fama con un sólo disco grabado la cantante Amy Winehouse. Una voz que sorprendió al mundo capaz de expresar profundas emociones. Supo transformar un estilo pasado de moda en algo moderno gracias a su peinado, sus tatuajes, su ropa. Fue musa de diseñadores de moda, como Karl Lagerfer. Pero también era una persona insegura, su equilibrio emocional pendía siempre de un hilo. El hecho de que el amor de su vida se fuera con otra mujer, hizo que este hilo se rompiera. Amy era ya una estrella, pero sufría bulimia y era adicta a la heroína, a la cocaína y sobre todo al alcohol. A pesar de todo y de las mala influencias, intentó salir adelante llegando a ingresar en una clínica de desintoxicación. Pero siempre volvía al alcohol y a su relación destructiva con Blakee FilderCivil. La fama fue también demasiada carga para Amy. Después de un desastroso concierto en Belgrado en 2011 con una Amy completamente demacrada y ebria sobre el escenario, que fue objeto de burlas y escarnio público, decidió retirarse un tiempo a descansar. Apenas un mes más tarde apareció muerta en su casa de Londres a causa de un colapso alcohólico. La vida a veces es un lugar difícil en el que estar. Amy cierra la lista del club de los 27. De épocas distintas, filosofías distintas, pero todos con puntos en común: artistas malditos aunque seres humanos extremadamente sensibles que buscaban mejorarse a sí mismos, quizá con un nivel de auto exigencia muy alto. Son mucho más que yonquis descarriados. La vida, el deseo de vivir y de experimentar, de ser felices al fin y al cabo, les pudo. Y ahora, ¡la Eternidad! ~


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Arte Este fin de semana es la última oportunidad, para acercarse al Paseo del Arte de Madrid y ver dos muestras singulares. Suman pintura, escultura, artes decorativas, colecciones bibliográficas y objetos anticuarios. Ambas son excepcionales y no pueden dejar de disfrutarse

Prado para todos Augusto F. Prieto {Convertido en espacio para una sociedad abierta, el Museo Nacional del Prado cierra el verano, y con él se termina una destacadísima exposición, la que retorna parte de nuestro arte, felizmente expatriado. También clausura un recorrido artístico inusual, con el que la institución ha querido recibir a los participantes del «Orgullo Mundial». Los que no hayan estado no deben dejar pasar este último momento.

UNA MIRADA. LA MIRADA DEL OTRO. Museo Nacional del Prado. Madrid, 14 de junio a 10 de septiembre de 2017

‘Retrato de niña’ (ca. 1638-44), de Velázquez (detalle). / Museo Nacional del Prado

UNA NACIÓN. TESOROS DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA. Museo Nacional del Prado. Madrid, 4 de abril a 10 de septiembre de 2017 La exposición de los monumentales murales que componen la «Visión de España», de Joaquín Sorolla, que arrastró a las salas del Prado a más de 450.000 personas hace ocho años, no fue más que una introducción –de notable peso y extensión, eso sí– para lo que se ha traído ahora. Solo la colaboración entre dos instituciones del máximo nivel, como las que participan, podía convocar el privilegio que representa tener en nuestro país, elementos artísticos que permanecen fuera desde hace décadas, y que no todos tienen la oportunidad de ver en un viaje a Nueva York, su sede habitual. Esta colección es nuestra mejor embajada en el mundo. En el momento del colapso del imperio colonial, hacia 1890, enamorado de España y de lo español, Archer Milton Huntington, filántropo e hispanista norteamericano, comienza a invertir su ingente fortuna en este compendio. Viajó en numerosas ocasiones a la península, había estudiado previamente nuestra Historia del Arte con la profundidad que permitía la circulación de fotografías y libros especializados en esa época, se mantuvo en contacto con el rey Alfonso XIII y con los más destacados filósofos, intelectuales, y científicos patrios. Con una constancia y una dedicación dignas de elogio, trazó un plan coleccionista que abarcaba todas las disciplinas y todos los periodos, hasta constituir un fondo bibliográfico excepcional, así como una acumulación de obras del mayor significado histórico, y de la mejor calidad artística. Si hoy nos parece increíble que algunas de ellas pudieran cruzar nunca nuestras fronteras, más nos lo resulta saber que Huntigton renunció, en general, a adquirirlas en España, lanzándose sobre objetos puestos a la venta en el extranjero para evitar el expolio. Solo la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros, la más importante del mundo de libros en español, salió

res contemporáneos del patrocinador, Zuloaga, Sorolla, Rusiñol, Anglada Camarasa, algunos inquietantes Viladrich, más la galería de personajes ilustres tal que Machado, Pardo Bazán, Echegaray, Pérez Galdós, o Blasco Ibáñez, pintados por Sorolla.

‘La duquesa de Alba’ (17961797), de Goya (detalle). / Museo Nacional del Prado

Taller romano. Antinoo (detalle). / Museo Nacional del Prado

de Sevilla hacia los Estados Unidos, consiguiéndose, a pesar de la pérdida, salvaguardar su integridad. Son 18.000 obras de arte, 250.000 manuscritos, 350 incunables, de los que se ha traído más de dos centenares coincidiendo con las obras de reforma de la sede en el Upper Manhattan. Ese mundo hispánico que refleja no deja al margen ni el impacto en una América Latina que nos retrata, ni la antigüedad remota que nos formó como nación. Porque lo más interesante es que la colección es un panorama de la cultura hispánica y de su proyección en los siglos y en el mundo, una fotografía intensa y selecta por la calidad de algunos objetos, por la trascendencia histórica de otros, y por la presencia en fin

de obras contundentes como los tres espléndidos Velázquez que se cuelgan. Hablamos del Mapamundi de Giovanni Vespucci, del retrato de la duquesa de Alba, de Goya; del libro de horas negro del siglo XV, de la Seda nazarí llamada «de la Alhambra», que se conserva como cuando se terminó de tejer, hacia 1400; del manuscrito de instrucciones hológrafas de Carlos V a su hijo Felipe; la escultura sepulcral de la duquesa de Alburquerque, del taller de Gil de Siloé; o el Mapa de Tequaltiche, trazado por los indios a requerimiento de López de Velasco, cosmógrafo y cronista real. Cerámicas campaniformes, piezas litúrgicas, objetos arqueológicos extraídos en Itálica y en Carmona, torques celtibéricos de plata y electro, además de una selección importante de pinto-

La dirección del Prado organiza un recorrido a través del museo, que se detiene en algunas obras a las que los temas de la homosexualidad y la identidad diferente, son intrínsecos. Arroja de esta manera otra mirada sobre esos cuadros y esculturas, sobre sus autores y sus motivos. Organiza un paseo en torno a la colección permanente que se revela de esta manera infinita. Porque lo más interesante es que la mayor parte de las piezas están siempre ahí, se ha cambiado de ubicación alguna –el fabuloso «La siesta», de Alma Tadema-, y añadido para coronar el transcurso aciertos como «El Cid» de Rosa Bonheur, y «El Maricón de la tía Gila», de Goya. La visita se articula en torno a cuatro caminos que se cruzan: la cultura homosexual, sus zonas oscuras a lo largo de la Historia; la condena y la maldición de los que sintieron diferente; los equívocos del género, de la identidad y el travestismo; y por último lo alegórico en el amor entre diferentes. Amistades Inmortales. Perseguir los deseos. Engañosas apariencias. Amar como los dioses. Se vuelven a releer obras emblemáticas –el «Hermafrodito» de Bonuccelli. Se revelan algunas no demasiado conocidas por los visitantes –«Antínoo», «Adriano», el «Grupo de San Ildefonso». Se transforma la visión de celebridades como la Mona Lisa leonardesca, o el icónico «San Sebastián» de Guido Reni, que adoró Mishima. Se evita la confrontación del erotismo, pero se prima la verdad por muy cruda que sea. La muestra abre el camino, esperamos, a mil recorridos temáticos que reordenen y descoloquen esa colección infinita. En hora buena ha sido el gran acierto de programar este recorrido, muchos ciudadanos lo agradecemos, como gesto por la normalización del hecho diferencial en una colectividad abierta y plural. Que el museo se convierta en el espacio que defienda las ideas, lo integra en la sociedad a la que pertenece, culminando su función iluminadora. Se ha hecho coincidir con un evento de repercusión mundial como ha sido el Orgullo Gay de este año y habrá admirado a miles de turistas y visitantes gracias a lo mejor que tenemos: el Arte. Se publica también un reducido e interesante catálogo, con destacadas reflexiones y colaboraciones, como la de la crítica Estrella de Diego. ~


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Recuerdos del siglo XX Las muchachas de la Sección Femenina lo dieron todo por España y la Falange joseantoniana. Lucharon contra la degradación del Movimiento y trabajaron de sol a sol por un bocadillo de mortadela… La situación política de la época era convulsa y fue escrita por el régimen dictatorial de Franco sin tener en cuenta la verdad

La Sección Femenina de Falange, «reserva espiritual» Nicolás Salas {Fueron las muchachas de la Sección Femenina, las más ardientes defensoras de la recuperación de la primitiva Falange. Carlos informó sobre las actividades de Narciso Perales en Madrid: -Narciso, después del fusilamiento de Juanito Domínguez, se han lanzado a una frenética acción contra Franco y las jerarquías del Partido. No hace otra cosa que conspirar contra Franco. Desde el otoño de 1942 y junto con Dionisio Ridruejo, que es su más fiel camarada, ha tratado de implantar clandestinamente la Falange Española Auténtica, pero con escaso éxito en Andalucía y, menos aún, aquí en Sevilla. Hace unos meses, fueron detenidos por la Policía cuando estaban reunidos con la CNT, con los que trataban de recuperar los antiguos lazos sindicalistas iniciados aquí en Sevilla, sobre todo en Alcalá de Guadaira, que tan excelentes frutos dio cuando estalló el alzamiento. Ahora mismo, Narciso no puede salir de Madrid y casi todos los grupos afines de otras provincias están controlados por la policía y los jefes provinciales del Movimiento. Es decir, no podemos tener esperanzas de que cambie la situación de la Falange. –Pero la Falange -terció Robledo-, siempre ha querido la revolución y ha luchado por la implantación del Estado nacionalsindicalista... Por ese ideal murieron nuestros jóvenes... Los puntos de la Falange están vigentes... Si llevamos puesta la camisa azul y nos consideramos fieles a la doctrina de José Antonio, no podemos seguir así... Carlos razonó la situación del Partido, después de los últimos acontecimientos: Con el cese de José Luis de Arrese, el pasado mes de julio, el Partido ha entrado en un callejón sin salida. Para empezar, Franco no ha nombrado sustituto en la Secretaría General del Movimiento, y ha dispuesto que actúe en funciones Rodrigo Vivar Téllez, que es un recién llegado, como quien dice; un hombre sumiso a El Pardo. Ahora mismo, la Falange no existe. Lo que existe es una burocracia, un aparato político y administrativo, que sirve para influir y medrar, para garantizar puestos con buenos sueldos y prebendas. Todo lo demás, les trae sin cuidado. Y le molesta nuestra fidelidad a José Antonio. –Hasta los hombres que creíamos joseantonianos, nos han defraudado... – afirmó Pilar Real. –Naturalmente –siguió Carlos–. Confiamos en Serrano Suñer y Gamero del Castillo, que lucharon por la Falange recién iniciada la guerra. Pero, ¿de

Muchachas de la Sección Femenina falangista de Sevilla. / Fototeca Municipal de Sevilla-fondo Serrano

dónde venían? Pues de la CEDA, de la derecha... Lucharon por una Falange que, poco a poco, fue distanciándose de la doctrina fundacional. ¿Qué hubiera pensado José Antonio si alcanza a conocer que su Falange estaba mediatizada por hombres de la derecha?... El, que precisamente aquí en Sevilla, en diciembre de 1935, clamó contra la izquierda y la derecha... Acordaos lo que gritó en el Frontón Betis: «¡Ni izquierdas ni derechas: España entera!». –Pues tendremos que volver otra vez a gritar ese lema... -cortó con rotundidad Pilar Real. Robledo y Pilar Miranda les secundaron: «No podemos cruzarnos de brazos mientras nos roban a José Antonio...». –Desgraciadamente, ya nos lo han robado -añadió Carlos-. Y lo que es peor, están utilizando su nombre para aparentar que la Falange da contenido social al Régimen. Por ahora, no podemos tener la menor esperanza en que vayamos hacia un Estado nacionalsindicalista... De aquella reunión surgieron dos

objetivos. El primero, que la Sección Femenina sevillana no participara de las divergencias ideológicas del Partido y mantuviera su campo de acción en las tareas sociales que le habían sido asignadas, siempre que Pilar Primo de Rivera siguiera como delegada nacional. Esto era imprescindible. La Sección Femenina se había convertido en una reserva espiritual del falangismo auténtico, que había que evitar perdiera el prestigio ganado día a día en toda la provincia. El segundo objetivo, fue conectar con los anarquistas sevillanos para seguir las tareas de acercamiento iniciadas en Madrid y rotas por las detenciones realizadas por la Policía. Carlos Toribio se entrevistó con José León, uno de los anarquistas jóvenes con experiencias republicanas. Ambos se citaron en la plaza de América, para pasear por el Parque de María Luisa y evitar ser vistos juntos. Carlos planteó su pensamiento sin rebozo: La Falange está en trance de desaparecer y los pocos que seguimos fieles a la doctrina de José Antonio, estamos decidido a todo para recuperar-

la. ¿Estaría la CNT de Sevilla dispuesta a unirse a nosotros contra la derecha, a luchar por la implantación del Estado nacionalsindicalista? -En la CNT -respondió José Leónsomos conscientes de que la Falange de José Antonio, es ya imposible... Franco hizo lo mejor que podría hacerse en abril de 1937, para ganar la guerra civil... Estuvimos con la Falange en 1936, porque José Antonio vivía... Ahora todo es distinto. José León García, uno de los anarquistas más respetados en el mundo laboral sevillano, había sido autorizado por la central cenetista para fijar un temario de conversaciones que permitieran llegar a acuerdos en actividades sindicales, exclusivamente. Las palabras de José León fueron seguidas de un breve silencio, que Carlos Toribio cortó para insistir: No estamos muertos. La Falange Española de las JONS sigue viva en miles de falangistas, que nada tenemos que ver con la burocracia del Partido. Nosotros tenemos que partir desde cero, recuperar la Falange auténtica... ~


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CINE. FRED ZINNEMANN Fue uno de los más destacados cineastas de la historia. En sus décadas de oro, los cincuenta y sesenta, logró sendos Oscars a la mejor dirección de largometrajes. El tema que más le interesó narrarnos fue el conflicto entre la conciencia individual y la presión de las instituciones

La resistencia individual frente a la opresión colectiva María Eugenia Guzmán {Al igual que otros realizadores imprescindibles del cine clásico norteamericano como Billy Wilder u Otto Preminger, Fred Zinnemann (19071997) pertenecía a la cultivada burguesía judía austríaca nacida en los albores del siglo XX. A diferencia de ellos, no emigró a Estados Unidos para escapar del régimen nazi, porque había aterrizado antes, al inicio de la Gran Depresión, para cumplir su sueño de trabajar en la Meca del cine. No podía imaginar entonces que su decisión probablemente salvó su vida, ya que los familiares que quedaron atrás, incluyendo sus padres, fueron víctimas del Holocausto. Le persiguió siempre el injusto síndrome de culpa del superviviente. La tragedia hizo que se refugiara en el trabajo, que fue su verdadera pasión, y que asumiera que la felicidad no era para él. Podría obtener satisfacciones, como formar una familia o provocar entretenimiento de calidad y tal vez reflexión a los espectadores, pero no podría ser verdaderamente feliz. Sus fotos muestran a un hombre menudo, muy delgado, de sensible rostro afilado y grandes ojos de mirada profunda e inteligente, con un trasfondo de tristeza. Su experiencia motivó que las historias que le interesaba contar tuvieran que ver muchas veces con la dignidad y libertad del individuo y la dificultad de salvaguardarlas contra sistemas o colectivos opresores. Su visión de las instituciones era escéptica, pero creía en el espíritu del hombre y en la responsabilidad personal hacia uno mismo y hacia los otros. Sus protagonistas eran seres solitarios que no acababan de encajar en su entorno y que muchas veces intentaban resistir presiones externas, ya fuera de los fascismos (La séptima cruz, Julia), del ejército (De aquí a la eternidad), de la Iglesia católica (Historia de una monja) o del absolutismo (Un hombre para la eternidad). Rara vez los protagonistas lograban vencer al opresor o liberarse del mismo –a nuestro austriaco le costaba creer en los finales felices- pero lo importante es que no claudicaban, no pulían sus aristas para encajar, preservaban su diferencia. Y en un mundo donde las masas –sea por inercia o por miedo– tienden a gravitar sumisas hacia el poder, resistirse a la corriente es ciertamente heroico. En lo profesional, Zinnemann luchó a su manera por defender sus

Fred Zinnemann. / El Correo

creencias. Aceptaba que el cine es un arte basado en lo colaborativo, pero tenía claro que sólo el realizador debe llevar la batuta contra viento y marea para plasmar en el celuloide su visión de la historia. Es impresionante la cantidad de factores que condicionan el proceso creativo en el séptimo arte y aún más en la época de los grandes estudios. Los productores interferían con su visión de negocio, la censura procedía no sólo del Código Hays sino de diversas instituciones e instancias de poder, las estrellas buscaban realzar sus personajes, los guionistas querían que se respetara su texto… Mantener el timón en medio de esta tempestad requería claridad de ideas y mucho carácter. A diferencia de muchos realizadores de la época que hicieron gala de un crudo despotismo en el plató, Zinnemann era un verdadero caballero que sin elevar la voz imponía tenazmente sus criterios a productores y colaboradores. Jane Fonda, después de trabajar con él en Julia,

afirmó que era un dictador con guante de terciopelo. En palabras de otro gran realizador, Sidney Lumet, como el proceso de creación cinematográfica depende de infinidad de factores, es imposible saber durante el mismo si el resultado valdrá la pena; por ello, es esencial una minuciosa preparación previa de todos los elementos que permita que a veces surjan los accidentes felices que dan lugar a una buena obra. Zinnemann tuvo muchos accidentes felices porque trabajaba hasta el último detalle lo que se iba a rodar antes de que empezara la producción de la película. Colaboraba estrechamente en la adecuación del guion –que llenaba de mil anotaciones que definían cómo llevaría a la pantalla cada escena-, intervenía activamente en la búsqueda de localizaciones y se reservaba el derecho de elegir a los intérpretes, invirtiendo el tiempo que fuera necesario en encontrar el más adecuado para cada rol. Tuvo en ocasiones el valor de hacer castings

arriesgados eligiendo a actores para papeles ajenos a sus estereotipos, lo cual era poco habitual en su época. Así, se empeñó en que sólo el enclenque Montgomery Clift podía dar vida a un militar ex boxeador o apostó porque la inalcanzable Deborah Kerr lograría bordar a una sensual devoradora de hombres. Dedicaba tiempo a cada actor, hablando largo y tendido sobre el personaje, contexto y motivaciones, creando un clima de confianza que propiciaba que se atrevieran a probar cosas distintas. Además, antes de rodar, organizaba ensayos, lo que favorecía que luego necesitara pocas tomas para conseguir las interpretaciones más naturales. Como él decía, en la vida los eventos ocurren siempre por primera vez, no por séptima. Se caracterizaba por una búsqueda del realismo, en lo que influyó su experiencia como director de documentales. Trataba de rodar lo máximo posible en localizaciones fuera de los estudios y mezclaba los actores con extras no profesionales. Buscaba captar el espíritu y verdad de los personajes y recurría para ello asiduamente a los primeros planos. Así, nos mostraba el rostro cubierto de sudor de un Gary Cooper que trata de vencer su miedo, la lucha interior de Audrey Hepburn entre sus convicciones y el voto de obediencia o la profunda tristeza de Montgomery Clift cuando se despide con un solo de corneta de su amigo muerto. Pese a haber acumulado incontables nominaciones y premios en su época, es uno de los grandes directores que han sido luego víctimas de la controvertida teoría del autor de «Cahiers du cinema». El problema no está en el reconocimiento de los calificados como autores, sino en el injusto desmerecimiento de algunos creadores tan valiosos como Zinnemann, a los que se les ha achacado carecer de un estilo fácilmente reconocible. Nuestro austríaco era un extraordinario director de actores, con una sólida capacidad narrativa, controlaba el medio en todas sus facetas, tenía una clara visión de conjunto sin perder la atención al detalle, atinaba en lograr el tono y atmósferas precisos y pulsaba las emociones del espectador, adaptando la forma a lo que requería el fondo, sin disociar artificialmente una de otro. Revisen su obra y se darán cuenta. ¡Zinnemann fue único! ~


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CINE. FRED ZINNEMANN Trazó el principio de un camino para que se hiciera una clase de cine que ahora se conoce como ‘thriller’. En 1973 se estrenaba ‘Chacal’ un trabajo que ha resistido el paso del tiempo sin dificultad alguna. La cinta es uno de los paradigmas cinematográficos del siglo XX

Nirek Sabal {Una de las pruebas más duras y definitivas que ha de superar una película de cine es el paso del tiempo. No son pocas cintas las que se consideraron casi obras de arte y a los pocos años no resistieron el embate de cada segundo transcurrido. Es curioso que en una película en el que el paso del tiempo es pieza fundamental de la trama (los relojes que aparecen en la pantalla son numerosísimos), éste no haya conseguido hacer mella en el trabajo. Chacal (The Day of the Jackal, 1973) es una película que firmó Fred Zinnemann y que ha resistido hasta nuestros días sin dificultades. El efecto que causaba el año de su estreno es el mismo que puede causar hoy. Una película estupenda que es adaptación de la novela homónima de Frederick Forsyth. Kenneth Ross lograba una guion más que correcto en el que nada parece sobrar o faltar. Sólo el final se precipita más de la cuenta y deja algunas dudas en el espectador. Pero el conjunto es solvente, minucioso y robusto. Igual que el personaje protagonista, del que no llegamos a saber nada salvo lo que sucede en la pantalla. Charles de Gaulle permitió la independencia de Argelia el año 1962. Y algunos militares pensaron que muchos habían muerto peleando por la causa como para que alguien hiciera semejante cosa. Se fundó el OAS (Organisation de l’Armée Secrète) con el fin de acabar con la vida del general De Gaulle. Con estos mimbres se arma el relato que nos cuenta Frederick Forsyth en su novela y Fred Zinnemann en su película. Pero la acción

CHACAL

Los asesinos son trabajadores impecables

Edward Fox interpreta el papel protagonista en ‘Chacal’.

es pura ficción. Nada de lo que se narra forma parte de la realidad. Zinnemann se toma su tiempo para contarnos lo que le interesa. Entre otras cosas porque no quiere saber nada en absoluto del artificio, del giro narrativo espectacular

o de la situación política de Francia. No, lo que Zinnemann quiere es que veamos cómo alguien que hace su trabajo con profesionalidad puede ser fascinante y nos puede llegar a deslumbrar. El asesino a sueldo que se hace llamar

Chacal es un trabajador perfecto y, lógicamente, una persona que representa esa parte de la condición humana que nos hace ser lo que somos en cualquier ámbito. Como es un asesino muy bien pagado y un profesional de gran nivel, no deja nada a la improvisación, es frío hasta dar miedo y tiene todo calculado al milímetro. Si la película hubiera elegido a cualquier líder mundial nos gustaría del mismo modo porque todo lo que rodea al asesino es accesorio y se convierte en un vehículo narrativo y poco más. La cámara de Zinnemann se mueve con elegancia y busca el registro del cine documental para encontrar credibilidad. Incluso utiliza material de archivo para que el conjunto nos haga pensar en un trabajo tan minucioso como el del personaje protagonista. La carga descriptiva tiene un peso abrumador en toda la cinta salvo al final en el que, como ya se ha dicho, la acción adquiere una velocidad excesiva que contrasta con el resto de la cinta. Al mismo tiempo, los casi ocho minutos del tramo final en el que nos muestran la parada militar son geniales. Ni una palabra, nada de música excepto la de las bandas militares y una tensión narrativa que deja pegado a la butaca. Y todo esto es gracias, también, al excelente montaje de Ralph Kemplen que alterna la preparación del atentado con la investigación policial. Hay quien quiere ver en Chacal el primer thriller de la historia aunque esto es exagerado. Fritz Lang, desde luego, no estaría de acuerdo y cualquier amante del cine sabe que no es así. Lo que si es cierto es que la película de Zinnemann trazó el camino para todos los cineastas que decidieron hacer este tipo de películas. Edward Fox encarna al personaje protagonista, a Chacal. Su trabajo es magnífico. Convincente, elegante, contenido. Muy bien dirigido. El realizador luchó para que el actor que interpretase ese papel fuese desconocido para el gran público y acertó de pleno. Y cuidó de él hasta límites insospechados con la cámara en la mano. Por ejemplo, los asesinatos que va cometiendo para poder preparar su plan no entran en el territorio de lo sanguinolento e incluso se producen off screen. La humanidad de un asesino casa mal con lo extremadamente violento y el director lo sabía muy bien. Michael Lonsdale cumple más que bien en su papel de inspector encargado de la investigación, pero no puede llegar al nivel de Fox. Su personaje tampoco da más de sí. Chacal es una de esas películas que no pueden dejar de verse. ~


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CINE. FRED ZINNEMANN Antes de ‘Historia de una monja’, Audrey Hepburn había dado vida a jóvenes ingenuas, encantadoras y elegantes, convirtiéndose en la reina de la comedia romántica de la década de los 50. En este magnífico drama, estrenado en 1959, el realizador austriaco Fred

HISTORIA DE UNA MONJA

La resistencia de Audrey Hepburn

María Eugenia Guzmán {Fred Zinnemann fue uno de los numerosos judíos centroeuropeos de gran talento que aterrizaron en Hollywood en la época dorada. En la obra de este suave, pero tenaz austriaco, apreciamos que le interesó tratar la resistencia en dos acepciones. Tanto en cuanto fortaleza del individuo que trata de preservar su integridad frente a la presión social o de las instituciones para amoldarle a determinados patrones, como el fenómeno histórico de la Resistencia frente al invasor nazi durante la II Guerra Mundial. En Historia de una monja (The Nun’s Story, 1959) el director aunó ambas temáticas, narrándonos los avatares de una religiosa belga, la hermana Lucas, que en un periodo entre la década de los veinte y los comienzos de la II Guerra, vive entre Bélgica y el Congo Belga. Su vocación por la atención a los enfermos supera con creces su compromiso con los ritos eclesiásticos. Por ello, se debate desesperadamente a lo largo del metraje, tratando de conciliar las exigencias de su conciencia con el voto de obediencia, hasta que dicha lucha culmina cuando debe decidir si permanecer neutral ante la inva-

Cartel de ‘Historia de una monja’.

sión nazi, como le demandan sus superiores, o unirse a la Resistencia. La novela en que se basó la película, inspirada a su vez en una mujer real que finalmente decidió volver a la vida secular, abordaba una cuestión delicada para la década de los 50. La productora Warner Brothers contrató a Zinnemann porque tenía justa fama de tratar con honestidad combinada con diplomacia materiales controvertidos. Así, años antes, había llevado al cine De aquí a la eternidad, otra popular novela que retrataba con escasa amabilidad la institución castrense americana, y lo había hecho con tal ecuanimidad, que el mismo ejército se avino a prestarle instalaciones militares para ambientar el rodaje. De igual manera, en Historia de una monja, su aproximación al relato fue tan respetuosa y tan alejada de burdos maniqueísmos, que logró obtener el beneplácito de la Iglesia católica y su apoyo a lo largo del rodaje. Y ello pese a que el factor catalizador del abandono de la congregación por parte de la protagonista fuera su incapacidad para acatar la neutralidad exigida a los religiosos por la jerarquía eclesiástica durante la guerra, después de la muerte de su

padre a manos de los nazis. La pieza fundamental de la obra es la interpretación de Audrey Hepburn, maravillosamente dirigida por Zinnemann. Esta sensible actriz compartía muchas cosas con la hermana Lucas. Ambas eran belgas que padecieron la opresión nazi y que sufrieron la pérdida de su progenitor. Ambas eran gentiles, respetuosas y llenas de dignidad. También eran mujeres frágiles en apariencia, pero dotadas de una voluntad férrea. A diferencia del

personaje, Hepburn no era religiosa, pero proporcionó al personaje una espiritualidad que se alimentaba de su empatía, sus buenas intenciones y su interés por sus semejantes. El realizador buceó bajo las facciones risueñas de la actriz y radiografió con la cámara la delicadeza y el sufrimiento que anidaban en los pliegues de su alma. Por eso, lo que recordamos años después de ver la película es sobre todo su imagen, con su expresivo rostro triangular enmarcado por la toca, sus grandes ojos oscuros y esa sonrisa melancólica que parecía ocultar vetas de profunda tristeza. También los secundarios estuvieron excepcionales. Zinnemann siempre supo aplicar amabilidad y tesón para obtener interpretaciones comprometidas de todos los actores. Peter Finch encarnó al cirujano volcado en su labor en el Congo Belga, que admira profundamente las extraordinarios cualidades como enfermera y como ser humano de la protagonista y que está platónicamente enamorado de ella. Trabajar juntos es gratificante para ambos porque viven con idéntica entrega la vocación de curar a los enfermos. Pero este doctor es también el personaje que


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Zinnemann intuyó que bajo esa aparente alegría había vetas de sufrimiento y le dio la oportunidad de abordar un complejo personaje de agitada vida interior en la que fue la mejor interpretación de su carrera más angustia le provoca a la joven porque le hace ser consciente de que, a diferencia de otras monjas, ella no transmite serenidad sino zozobra. Incisivamente, el médico le pone en evidencia que todo en ella grita su agotadora lucha interior entre lo que desea ser y lo que es. Finch era un hombre interesante y un actor excelente, capaz de transmitir un amplio espectro de emociones con la profundidad de su mirada y con gestos aparentemente pequeños. Un papel corto pero muy importante fue el del padre de la hermana Lucas, encarnado por Dean Jagger, cuyo trabajo como brillante cirujano es la principal causa de la vocación de su hija. Compartió con Hepburn algunos de los momentos más conmovedores de la obra, como aquel en que, antes de ingresar en el convento, ella le dice que hará todo lo posible para que él esté orgulloso de ella y él responde: «No quiero estar orgulloso de ti. Quiero que seas feliz». Zinnemann hubiera deseado rodar la película diferenciando entre los años en Europa en blanco y negro y el periodo en el Congo Belga en color. Su idea era transmitirnos el evidente contraste entre la experiencia de la protagonista en ambos continentes: años de mayor frustración en el primer mundo frente a una etapa de cierta realización personal en el tercero. Pese a que el estudio le obligó al director a realizar en Technicolor todo el metraje, a través de la excelente fotografía, decorados e iluminación, logró retratar claramente el contraste entre las dos etapas. Los exteriores e interiores rodados en Europa son apagados, solemnes, sobrios y recuerdan en ocasiones a cuadros de los pintores clásicos flamencos. Por el contrario, las secuencias rodadas en el Congo resultan vibrantes de colorido y vitalidad: la exuberante vegetación, las caudalosas aguas del río, las llamativas vestimentas de los nativos y las sonrisas luminosas de los niños acompañan el estado de ánimo de la hermana Lucas, algo más feliz en este periodo de su vida. El realizador era un hombre cultivado, con opiniones meditadas sobre la vida que le habían llevado a la convicción de la superioridad del individuo sobre las instituciones. Pero una característica de Zinnemann era que no pretendía llevarnos a su terreno, manipulando nuestras emociones para lograr que sintonizáramos con su punto de vista. Nos dejaba libertad y en Historia de una monja nos dio una buena muestra de ello. Como judío cuya familia murió en campos de concentración, le debió doler particularmente la posición de la Iglesia católica ante el III Reich. Por ello, probablemente a él le llenaba

Zinnemann buceó para descubrir bajo las facciones risueñas de la actriz inesperadas vetas de sufrimiento.

de satisfacción que la hermana Lucas decidiera abandonar los hábitos para integrarse en la Resistencia. En ese sentido, lo más fácil para él hubiera sido aceptar la propuesta del compositor y autor de la banda sonora, Franz Waxman, de acompañar con unas notas triunfales el momento en que la protagonista abandona el convento. Sin embargo, optó por una escena muda, de manera que cada uno de nosotros decidiera sin condicionantes si alegrarse o disgustarse por la decisión de la religiosa. Esa opción no indica fría neutralidad, como algunos críticos achacaron a Zinnemann, sino una muestra de respeto por la inteligencia y criterio del espectador. Y en un mundo donde el adoctrinamiento es tan común, debemos agradecer ese gesto. ~


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CINE. FRED ZINNEMANN ‘De aquí a la eternidad’ es una de las películas más hermosas de la década de los 50. Todos recordamos la emblemática escena de Burt Lancaster y Deborah Kerr besándose en la playa, pero merece la pena volver a ver esta gran obra por muchas otras razones. Fred Zinnemann dirigió con maestría

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD

Zinnemann y Clift tocan el cielo María Eugenia Guzmán {Fred Zinnemann dirigió algunas excelentes películas que tenían en común un tema persistente: el individuo fiel a sí mismo en un entorno que intenta hacer tambalear su esencia. El sheriff abandonado a su suerte en Sólo ante el peligro, la religiosa que se rebela contra el voto de obediencia en Historia de una monja… Y sobre todo, Prewitt en De aquí a la eternidad (From here to eternity, 1953), el soldado que se atreve a desafiar la arbitraria voluntad de sus superiores y lleva hasta las últimas consecuencias el principio que guía su vida: «Un hombre que no sigue su propio camino no es nada». La fijación temática de Zinnemann tenía mucho que ver con su experiencia personal. Bajo unas formas suaves, atípicas en un Hollywood poblado de directores de rudo trato, yacía un fondo sólido de convicciones creativas, que él defendía con contundencia frente a los poderosos productores de los estudios. De aquí a la eternidad, escrita por un veterano de la segunda guerra mundial, James Jones, fue un clamoroso éxito de ventas y el presidente de Columbia, Harry Cohn adquirió los derechos para llevarlo al cine. La historia, ambientada en un cuartel de infantería en Pearl Harbour, justo antes del ataque japonés, relata la llegada al regimiento del soldado Prewitt (Montgomery Clift), al que el comandante al mando, Holmes, y sus suboficiales hostigan porque se niega a participar en los campeonatos de boxeo que se disputan en el mundillo castrense. Prewitt no cede, fiel a sus principios (abandonó porque en un campeonato dejó ciego a su adversario) y encuentra consuelo en los brazos de una chica de alterne, Lorene (Donna Reed) y en su amistad con el soldado Maggio (Frank Sinatra). El otro protagonista masculino de la historia es el sargento Warden (Burt Lancaster) que, jugándose acabar en prisión, inicia una aventura con la mujer de su superior, Karen (Deborah Kerr). Dotado de un peculiar código del honor, Warden contemporiza aparentemente con los desmanes de Holmes, pero protege disimuladamente a Prewitt, a medida que va tomando conciencia de sus extraordinarias cualidades. Adaptar la novela al cine era una tarea difícil, pues el volumen

La escena mítica del beso en la playa protagonizada por Burt Lancaster y Deborah Kerr.

sión de la institución castrense. Así, por ejemplo, la conducta de Holmes –que queda impune en el libro- es castigada en la película. Cohn contrató a Zinnemann para la dirección y el mismo consiguió mucho peso en la selección de actores. Burt Lancaster fue la opción obvia para encarnar al sargento Warden, pues actor y personaje desprendían testosterona, arrogancia y confianza en sí mis-

/ El Correo

estaba repleto de material fuerte para la pacata sociedad norteamericana de los 50: prostitución, adulterio y abusos en el ejército. El excelente guionista, Daniel Taradash, tuvo el mérito de pulir las duras aristas de la novela sin que la historia perdiera un ápice de su fuerza y mensaje, soslayando el rígido código de censura cinematográfico. Por otra parte, como era necesario contar con la colaboración del ejército americano para rodar en sus instalaciones en Hawai, Taradash atenuó la dura vi-

Adaptar la novela al cine era una tarea difícil que logró el excelente guionista Daniel Taradash mos. Transmitir la combinación de emociones de Warden, que observa las muestras del espíritu resistente de Prewitt, debatiéndose entre la admiración y el escepticismo, requería sutilidad interpretativa. Lancaster logró un buen trabajo, pero con esfuerzo, pues hasta entonces le habían tocado papeles unidimensionales. Su varonil apostura y la energía contenida que transmitía, aportaron una fisicidad casi palpable al

personaje y estuvo muy convincente en todas sus escenas de amor con Deborah Kerr, incluida la más famosa en la playa. Esta imagen icónica del cine clásico nos resulta hoy moderada pero fue todo un hito del erotismo en un Hollywood condicionado por la censura. El resto de las elecciones del reparto fueron contrarias a los estereotipos interpretados hasta entonces por los actores. El delgado e intelectual Montgomery Clift era una opción aparentemente improbable para un hombre con pasado de boxeador, pero Monty, como le llamaban, era un actor del Método y se preparó con ahínco para el rodaje, tomando clases de boxeo, corneta (otra habilidad de Prewitt) e incluso de marcha militar. Nos regaló una de las más trabajadas y sensibles interpretaciones de la historia del cine, viviendo más que representando, la esencia del personaje: su leal devoción por el ejército aunque éste no le corresponda, su integridad y su temeraria testarudez. Los primeros planos de Clift muestran una belleza que nos cautiva por su profundidad en contenido emocional, su riqueza expresiva, el espíritu que desbordaba su mirada y el enigma de su sonrisa. Lancaster relataba


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una fascinante trama ambientada en los albores de la segunda Guerra Mundial y logró extraer de Montgomery Clift una interpretación absolutamente memorable como el soldado Prewitt

que Clift se aproximaba al guión como si fuera un científico y que motivó al resto del reparto para elevar la calidad de su trabajo. Que Deborah Kerr encarnara a Karen Holmes fue otra decisión valiente del director. Hasta entonces, estaba encasillada en papeles de damas etéreas, por lo que para el público resultó totalmente inesperado que representara a una sensual adúltera. Lo cierto es que ella misma estaba sorprendida («Me siento desnuda sin mi tiara» comentó con humor cuando le hicieron fotos publicitarias en bañador). Kerr supo transmitir con matices la complejidad de una mujer tensa y solitaria, que vive con descreimiento y tristeza la farsa de su vida matrimonial. Su forma de mirar a Burt Lancaster, con la expresión anhelante de quien ha encontrado un gran amor cuando ya había colmado la copa de la amargura, es conmovedora. Debemos agradecer a Zinnemann que convenciera a Harry Cohn para renunciar a su candidata inicial al papel, Joan Crawford, sutil…cual trueno… A pesar de que Cohn apenas invirtió en publicidad, la afluencia del público a las salas fue masiva y la obra triunfó al sintonizar con una sociedad norteamericana que

Todo el elenco logra un trabajo estupendo gracias a la dirección de Zinnemann.

vivía entonces otra guerra, la de Corea. La habilidad en la dirección de actores, la sobriedad de los movimientos de cámara, la nitidez y luminosidad de las imágenes, la precisión de los encuadres y del montaje son señas de identidad del gran Zinnemann, que obtuvo el Oscar a la mejor dirección de 1953. Hubo otras siete estatuillas a la mejor película y mejores guion, fotografía en blanco y negro, montaje, sonido, actor secundario (Frank Sinatra, que vio renacer su carrera gracias a su composición de Maggio) y actriz secundaria (Donna Reed, muy convincente como Lorene). Warden seduciendo a Karen una tarde lluviosa o montándole una escena de celos en la playa …Prewitt comprendiendo a Lorene («Nadie miente sobre su soledad») o tocando la corneta con los ojos anegados en lágrimas por la muerte de Maggio… Warden y Prewitt compartiendo una borrachera para ahogar sus penas… todas ellas son escenas mágicas que se instalan en nuestra memoria y que componen una de las más bellas historias del séptimo arte sobre el anhelo de amor y de pertenencia del ser humano y sobre la dificultad para el individuo de salvaguardar su integridad. ~


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Escrito para... Se acaba el verano, pero no se acaban las oportunidades de leer una buena novela o algo que nos permita seguir pensando que no todo lo bueno de esta vida tiene que ver con las vacaciones. Cada libro leído, cada poema, representa un viaje a ...conocer el lado oscuro del ser humano

El extraño verano de Tom Harvey Antonio Puente Mayor {Según algunos estudiosos, la ficción detectivesca podría tener su origen en ciertos textos de la antigüedad —fundamentalmente religiosos— a los que se sumarían autores grecolatinos como Sófocles. En el caso del mundo árabe, la primera referencia la encontramos en Las mil y una noches, concretamente en la Historia de la Mujer Despedazada, de las Tres Manzanas y del Negro Rihán, mientras que en China el género se remonta a las dinastías Yuan y Ming, o lo que es lo mismo, los siglos XIII y XIV. Sin embargo, para hallar el primer rastro en Occidente tenemos que esperar hasta 1748, cuando el filósofo Voltaire publica Zadig o El destino, ambientada en la antigua Babilonia y, por tanto, con claras reminiscencias orientales. Más allá de las aportaciones decimonónicas de Poe, Arthur Conan Doyle y Wilkie Collins —su obra La piedra lunar está considerada como la verdadera primera novela policial—, la edad de oro de los libros de detectives se corresponde con el período que va desde 1920 a 1930, cuando irrumpe con fuerza la gran dama del misterio, Agatha Christie. A partir de entonces, el whodunit (quién-lo-hizo) se convertirá en uno de los subgéneros preferidos por los lectores de todo el mundo. Recogiendo el testigo de ilustres como Carter Dickson, maestro en los misterios ‘de la habitación cerrada’, y

Portada de la novela.

con el talento a flor de piel, Mikel Santiago nos ofrece una novela adictiva de las que te atrapan en la primera página y no te sueltan hasta el final. Su protagonista,

Tom Harvey, es un saxofonista norteamericano cuyo sueño es triunfar en el jazz, pero al que la suerte no parece sonreír. Un día, mientras reflexiona sobre su futuro, recibe una llamada de Bob Ardlan, ex reportero de guerra y famoso pintor, a quien no puede atender. Poco después, Tom es informado del fallecimiento de este a causa de una caída desde un balcón, curiosamente la misma noche en que intentó contactarlo. Consternado, viaja desde Roma a Tremonte para apoyar a Elena, la hija del fallecido. Allí, frente al mar Mediterráneo y rodeado de toda clase de lujos, el músico comenzará a poner en duda la versión oficial de la policía y a investigar por su cuenta... Auspiciado por el éxito de La última noche en Tremore Beach y El mal camino (ambas publicadas por Ediciones B y con gran repercusión internacional), el autor nacido en Portugalete, al que ya muchos comparan con Stephen King, nos regala su novela más clásica y a la vez más accesible. Un homenaje a sus lecturas de juventud donde el lector se convierte en amigo, confiden-

...descubrir el falso sueño americano

El Camino del Tabaco Paula Pinilla {El año mil novecientos treinta y dos, Erskine Caldwell escribió su novela El Camino del Tabaco y, de paso, destrozó la idea de un sueño americano que sólo era accesible para unos pocos afortunados. Narra la vida de los Lester. Una familia que se arrima a su tierra que se ha convertido en un desierto. Se arrima a la tradición que se ha convertido en una caricatura de lo que fue. Se arrima a un esplendor reducido al recuerdo. Y se arrima a todo esto porque existe la idea del llamado sueño americano. El progreso, la modernidad y el lustre se concentra en las grandes ciudades. Las mulas son tractores, la tradición es el presente y el esplendor se viste a la última moda. Los Lester están condenados. Caldwell consigue una narra-

Los que empiezan a buscar un hueco en eso del escribir deberían echar un vistazo a la novela de Caldwell para comprobar que no es necesario tanto recurso como se utiliza y sí una forma de entender. Distinta y original. Eso sí que es imprescindible.

ción precisa, sin concesiones a la galería. Los despojos de una sociedad pueblerina e inculta sirven para retratar un mundo que no perdonará ya nunca más todo aquello que no se bañe en oro. La historia es tremenda, aterradora y, al mismo tiempo, muy divertida por momentos. Todo aquello que descubre la mugre detrás de lo brillante suele acercarse al humor. Duro, pero humor al fin y al cabo.

Calificación: Buena. Tipo de lector: Cualquiera. Los que estén en paro o no lo tengan claro mejor que ni se acerquen. Tipo de lectura: Entretenida. Engancha a pesar de todo. Personajes: ¿Se imaginan que pusieran a los indigentes del barrio haciendo una fila en la puerta de casa y a unos cuantos abusando de ellos? Pues eso. ¿Dónde puede leerse?: Cualquier sitio.

te y compañero de andanzas del protagonista... casi sin darse cuenta. Tan bien escrita como sus predecesoras, aunque con menos dosis de violencia, El extraño caso de Tom Harvey es una nueva vuelta de tuerca en la trayectoria de Mikel Santiago, en la que cada uno de los agentes actúa única y exclusivamente al servicio del entretenimiento. Un absorbente ‘cluedo’ no exento de glamour donde se combinan a la perfección el negocio del arte —o más bien su trastienda—, el lado oscuro del ser humano y, como ya es habitual en Mikel, la mejor selección musical. Y todo ello narrado en primera persona, con el mismo desparpajo con que ha conquistado a lectores de varios países y que lo distinguen como una de las referencias del thriller actual. Si eres aficionado a las novelas de misterio o deseas hacer un regalo a alguien especial, El extraño verano de Tom Harvey es el libro perfecto, pues además de estar bien cocinado su final es de nota. Calificación: Muy bueno. Tipo de lectura: Fascinante. Tipo de lector: Cualquiera, la novela es accesible para todo tipo de lector. Argumento: Un saxofonista busca la verdad con más suerte que la que ha tenido haciendo música. ¿Dónde puede leerse?: En el sillón preferido del salón, tomando un café tranquilamente.


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Escrito para... universos de ficción que resultan muy económicos y placenteros. Presentamos una selección que va de la genialidad de Irene Nemirovsky a la superficialidad de Anna Gavalda pasando por la calidez de Davis Miller. Buenas opciones todas ...comprobar que un hombre no puede ser Dios

...pasar el rato

En busca de Muhammad Ali

Quisiera que alguien me esperara en algún lugar

Gabriel Ramírez {Son cientos los libros que se han publicado sobre boxeo. Y decenas los publicados sobre el boxeador más grande de todos los tiempos: Muhammad Ali. Sin embargo, este de Davis Miller es, posiblemente, el más entrañable, el más cautivador. Con una prosa cercana y cálida nos adentra en el universo particular de un hombre enfermo que pelea contra una enfermedad terrible y un futuro oscuro. Miller utiliza los relatos periodísticos que tuvo oportunidad de escribir después de conocer al boxeador y compartir con él momentos de gran intimidad en los que la amistad cubría hasta el último movimiento de ambos. Miller coloca la acción, siempre, en lugares que servían de refugio a Muhammad Ali. Su casa y junto a su familia; lugares en los que entrenaba el boxeador… Y si sitúa a Ali en lugares público lo hace siempre con personas alrededor que le saludan, que quieren fotografiarse con él o un autógrafo. Sólo en algún momento puntual dibuja a Ali en soledad para que el lector pueda sentir la misma soledad de un enfermo condenado a muerte. El lenguaje que utiliza Miller es de tono medio (son pocas las diferentes palabras que utiliza al tratarse de un relato) y los alientos de las frases de medida moderada hacen que el texto sea comprensible además de aportar un ritmo más que agradable al con-

Muhammad Ali y el autor del libro.

junto. No faltan las imágenes que, sin ser poderosas, sí que alcanzan un muy buen nivel. Miller es periodista y no poeta. Davis Miller se centra en un momento de la vida de Ali en el que su enfermedad ha hecho estragos. El parkinson atacó a Ali siendo demasiado joven y le fue destrozando durante muchos años. Aun así, el autor nos muestra a una persona que no renunció jamás a lo que era. Rodeado de sus seres más queridos insistió en ser el campeón de todos, una persona cercana y accesible que se preocupaba por cualquier otro. Pero, inevitablemente, el lector sabe que Miller intenta mitificar aún más al boxeador. No obstante, el libro es un trabajo honesto, bien escrito y destila autenticidad por todas las partes.

...conocer la soberbia

El Baile Paula Pinilla {Conocí la obra de Irene Nemirovsky ya hace muchos años. Un librero que me solía reservar todos los libros que le gustaban y que, luego, me gustaban a mí, me entregó un pequeño volumen de El Baile. Noventa y tres páginas que para una novela resultan insuficientes y convierten el relato en una nouvelle. Asombroso por su brutalidad al enfocar el mundo, lleno de una expresividad aplastante, cuenta cómo una muchacha destroza la reputación de su familia que ha llegado donde está a base de negocios rodeados de suerte. Una madre cegada por querer ser lo que no es, un padre que no se entera de nada, una institutriz atontada y una sociedad cerrada que a la mínima muestra de debilidad te sepulta para siempre, son los ingre-

dientes de una novela magnífica. Nada de adornos al escribir. El desprecio de unos y otros no puede maquillarse con escrituras mentirosas. Nada de discursos enrevesados cuando lo que se enfrenta es un problema social tan viejo como la propia sociedad. Una maravillosa novela.

Calificación: Excelente. Tipo de lector: Cualquiera. Los jóvenes tienen una oportunidad de conocer el poder de la soberbia. Tipo de lectura: Fácil y muy amable. Argumento: Lineal, muy bien planteado y mejor resuelto. Personajes: Magníficos. Casi se les puede tocar. ¿Dónde puede leerse?: En cualquier parte.

Los amantes del boxeo no pueden dejar de leer En busca de Muhammad Ali: Historia de una amistad. Pero tampoco los que quieren dedicarse al periodismo e incluso a la literatura. Calificación: Muy bueno. Tipo de lectura: Placentera, fácil. Tipo de lector: Interesados en el boxeo, en el deportista más grande de todos los tiempos. Argumento: El dios Muhammad Ali tiene problemas como cualquier otro ser humano. ¿Dónde puede leerse?: En la puerta de un gimnasio en el que entrenan los boxeadores si es que queda alguno.

Portada del libro de Anna Gavalda.

Nirek Sabal {Anna Gavalda es una escritora que cuenta historias muy entretenidas, algunas de ellas muy graciosas; que vende miles y miles de ejemplares y poco más. Si alguien se acerca a sus obras esperando encontrar literatura de la buena está listo. Escribe libros con la corrección de un universitario, tiene ideas que podrían ser verdaderas joyas, pero lo deja todo a medias. Parece tener prisa por seguir vendiendo miles y miles de ejemplares. Sus personajes no tienen profundidad (puestos a decir las cosas, ni son personajes ni son nada), la expresividad de sus textos hay que buscarla en los sótanos aunque casi siempre están vacíos, los diálogos son conversaciones graciosas o penosas y, en conjunto, la obra es una buena recopilación de anécdotas agradables que podrían ser una serie de televisión a poco que alguien quisiera. Es el claro ejemplo (autora y obra) de cómo llegar a vender libros sin apenas hacer literatura. Eso sí, echen un vistazo cuando no tengan otra cosa a mano porque las historietas narradas les pueden ayudar a pasar el rato. Sólo eso. Calificación: Flojita. Tipo de lector: Cualquiera. Abstenerse los amantes de la buena literatura. Tipo de lectura: Sencilla. No sobran páginas. Sobra el libro entero. Personajes: Lamentables. ¿Dónde puede leerse?: Es igual.


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Literatura ¿Puede morir la poesía? Desde luego que no. Los seres vivos son los que mueren porque existen, pero la poesía no puede porque es. Esta es una de las ideas que maneja Concha García en un artículo que, además, nos acerca a la obra de un poeta desaparecido que dejó para nuestro deleite una obra importante, Eduardo García, y al ensayo ‘Atrapad la vida’ Concha García {Tengo entre las manos el libro La lluvia en el desierto, poesía completa de Eduardo García (1995-2016), editado por la Fundación José Manuel Lara, en la bella colección Vandalia. Eduardo falleció en 2016, con solo 50 años. Hay una fina línea, estelas de existencia, que con la muerte no desaparece. Sabemos que la poesía no muere, mueren libros enteros, poemas, textos; las causas del olvido son infinitas, pero la poesía no muere porque es. Morimos nosotros, y ese es el drama de la existencia. La poesía es una ontología de la percepción apta para todos los que se hayan tomado el tiempo de comprenderla. En los últimos tiempos el nivel se ha rebajado tanto que cuesta encontrar un buen libro ente tanta hojarasca. Publicar un libro está al alcance de cualquiera que pueda pagar una edición. Cualquier cosa vale. Y no es así. Nunca lo fue. Eduardo García hizo una aportación valiosa con un ensayo editado en el año 2000: Escribir un poema. Consejos, merodeos, lecturas que ayudaron a formar al poeta y que regaló para un posible alter ego más joven, soñando que sería el otro, el mismo, como en una de las narraciones de Borges. En Atrapad la vida, de Andréi Tarkovski (1932-1986) (ensayo muy recomendable que acaba de publicarse por primera vez en España en la editorial Errata Naturae), el director ruso rememora sus rodajes y desvela sueños y secretos, defiende la función del cine como correlato de la realidad, y no como una fábrica de producir personajes consumibles e imitables. No le gustaba el cine solo poético: lo poético corre el riesgo de ser cursi, inane. Lo poético debe trascender, digámoslo con una idea de Walter Benjamin, el aura del acontecimiento. Ya he dicho más de una vez que la poesía no debe entenderse sino comprenderse. Recordemos lo que dijo el director ruso al respecto: «Pero dado que la comprensión es un proceso, esto significa que es un movimiento progresivo. Este proceso, no puede, de ningún modo, significar el rebajamiento del artista al nivel del espectador». Elevar al espectador su capacidad receptiva, de eso se trata. Y regreso a la obra poética de Eduardo García. La lluvia en el desierto recoge toda su producción poética que comenzó en 1995 con Las cartas marcadas, e incluye el prólogo que su autor pensaba para su poesía reunida, enriquecido con dos libros inéditos, y otros poemas no publicados. Siete libros cuyas tonalidades fueron cambiando con el tiempo. Comenzó su poesía pareciéndose a los poemas que estaban de moda en los años 90, marcada por un tono cordial e irónico, juegos de palabras entre aforismos y sentencias, y un yo narrador que se centraba en lo anec-

‘La lluvia en el desierto’, un alivio para la travesía dótico. Yo deseaba ser aquel que soy./ Ahora quisiera ser quien me soñaba./ Daría estos renglones sin dudarlo/ por recobrar las vidas que perdí. Gil de Biedma era un referente, también lo fue Ángel González. Cuando conocí en Córdoba a Eduardo, hace ya muchos años, comprendí que él escribía como aparentaba ser; quiero decir que su jovialidad, alegría, capacidad para relacionarse, y una gran sensibilidad, eran la marca de su escritura, al menos, la marca externa. En una entrevista que se puede encontrar en internet, hablaba de su desarraigo (nació en Brasil, vivió en Madrid y le dieron la plaza como profesor de Filosofía en Córdoba, en 1991), y de la dimensión moral del hombre comprometido con su tiempo. Escribir un poema para él carecía de fórmulas, descubría cosas a medida que las escribía. La escritura era una luz que no se interponía para deslumbrar, si-

no para guiar el sentido de las palabras en direcciones oníricas. Eduardo García no carecía de imaginación. «No sabía que tenía un jardín tropical poblando mi fantasía». Su impulso creador no estaba lastrado por el dolor, sino por el deseo. Puedo salir al paso de este día/ sin temor, a la luz, dispuesto a todo. / y me crezco en el goce de estar vivo,/ derrochando mis fuerzas sin medida/ a la caza y captura del instante… (del poema Claroscuro). Como él decía, su obra ensayística estaba escrita para que un joven la leyera y aprendiera, sin pasar por las penalidades de la experiencia íntima. Libros que el maestro dejó para sus lectores más jóvenes. Un juego de espejos que en sus versos, casi siempre endecasílabos, daban cuenta de una biografía que mostraba la otra cara de lo real, sin intentar acercarse a la unidad perdida: idea muy pertinente cuando dudas de todo y

tratas de recomponer tus pliegues ontológicos. Los poemas dedicados a su infancia, cuando recuerda a su madre, son lúcidos y conmovedores: La firme voluntad de ser yo mismo./El miedo a que el amor me haga infeliz./ La tierra que me aguarda silenciosa./ El niño que perdí y que a veces vuelve./ Los versos que una vez me dicta lenta,/ La cama de hospital donde mi madre/ vuelve estúpidas todas esas cosas. Me inclino a afirmar que la mejor poesía la encontramos en los últimos libros de Eduardo, cuando gana madurez poética en la proximidad justa y verdadera. En Bailando con la muerte, su último libro, la apuesta ya no es filosófica, ni se preocupa de hallazgos oníricos. Es la palabra desnuda ante el miedo, ante la certeza, quizás es el filón de su poesía que más interesa. Sin perder la ironía ni el deseo. Un gran libro que no morirá. ~


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