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ELIZA

Estas lejos; huyes; mientes; te quedas absorta ante el catalejo de mis esperanzas, y sin embargo me rechazas. Ya no quieres estar cerca, simpleza de caracteres; te quedas quieta, sacudiéndote la falda azul, después de la maniobra del ciempiés humano que acabamos de cometer; me miras sobria, energética, pero regresas al estado perfecto de cuando inicie la escalada de la primera caricia. Luego lloraste; no había nada encerrado en mi suspiro, quizá un abrazo pero nada salió a la superficie. Acusaste a mi personalidad de ambigua, de superflua y yo no pude darte la razón, pero tampoco quise hacerle frente a mis imperfecciones; lenta y plausible te sentaste en la cama, en silencio, solo repasabas los caleidoscópicos colores del azulejo del piso con la mirada.

Hotel Rembrandt. 2:00 a.m. Habitación 23

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